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Iconoclasia en el siglo
Por: Iván Ibarra Germán Grabador y Diseñador Editorial Estudiante de Filosofía (UNAM).
Estimados lectores, sirvan las siguientes palabras como apología al resultado visual en que se encuentran los monumentos históricos del Estado Mexicano que, con motivo de las manifestaciones a favor de los derechos y garantías de la mujer, se expresó a través de dichos monumentos, que son sólo reflejo de una nación cuya estructura política, Jurídica y Penal envía mensajes de impunidad a la población que gobierna y, dicho sea de paso, que las estigmatiza, juzga, acosa, somete, agrede, violenta, viola y mata.
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Primero, entender la iconoclasia como la intervención encausada de un cuerpo, imagen o símbolo cargado de valor en un momento histórico determinado y que la causa de la intervención pone en evidencia la disociación de dichos valores con la realidad que ya no representa a la época de su ruptura, permitirá al lector identificar la importancia histórica que marca la diferencia entre una intervención de Grafiti Feminista “Nos están matando” en la Alameda del Centro de Toluca y la intervención con plumón “el Tortas” del adolescente que se transporta a casa en la parte trasera del autobús.
¿Por qué tienen que ser los monumentos, imágenes y símbolos históricos del Estado Mexicano? Porque esos elementos son el cuerpo valioso para reflejar los ideales del Estado Mexicano en su totalidad (Población y Gobierno).
Es el Estado quien no está cumpliendo con los discursos que esos monumentos predican, es el Estado Mexicano que con sus decisiones incita a la violencia contra la mujer, porque no castiga dicha violencia, porque sus estructuras de dominación y sometimiento han tenido a la mujer callada por tanto tiempo y si esos monumentos son reflejo de los ideales que el Estado predica, entonces que refleje la realidad de esas acciones.


Los monumentos para el Estado cumplen un valor similar que el cuerpo de cada uno de nosotros; son reflejo de nosotros, de nuestras ideas, de nuestras decisiones y proyecciones de vida y de ahí surge el valor del que lo dotamos; lo mismo pasa con el Estado, quien construye un proyecto de nación con base en ciertos valores, ideales y héroes que se convierten en símbolo de su proyecto nacional y la iconoclasia marca la ruptura de esos relatos.


La barrera conservadora del cuerpo humano ha sido transgredida de manera notable, principalmente por la apertura que ha tenido el cuerpo en las prácticas de comercio (individualidad, juventud y placer). Cada vez menos personas se exaltan o juzgan a las personas que llevan tatuajes, un atuendo poco común, perforaciones, el cabello pintado, rinoplastia o cualquier otra intervención, porque cada vez es más común ya que la industria supo lucrar con el cuerpo y resignificar dentro de sus estructuras de producción e intercambio, en otras palabras, la libertad estética del cuerpo ha sido posible porque se convirtió en un producto de mercado. Éste esfuerzo por apropiarse del cuerpo e intervenirlo de manera creativa por todos los medios estéticos posibles, es un esfuerzo que no conoce de género, edad o religión y sin embargo caracteriza a una época, porque en ese juego que ocurre entre el cuerpo humano y la intervención, se requiere de una conciencia libre de prejuicios que sepa interpretar la intervención del cuerpo desde el ángulo que a éste le apetezca, sin permitir que dicha intervención le afecte en sentido tal que modifique su comportamiento y establezca líneas divisorias que no le permitan distinguir su equidad de condiciones jurídico-sociales respecto al otro.
La iconoclasia marcada en los cuerpos del Estado durante las manifestaciones feministas del 8M en México no sigue una línea creativa propiamente exploratoria o experimental de la manifestación de su técnica — no hay razón para hacerlo y sin embargo, muchas partidarias lograr expresarse de manera sublime —, sigue una línea de protesta: Una demanda de garantías cívicas, legales y penales del Estado y la Sociedad en conjunto para la mujer libre y soberana.
La impunidad frente a los casos de homicidio doloso contra la mujer no es el síntoma, es la manifestación de la enfermedad que niega, desde su perspectiva privilegiada, la equidad del Estado tanto para hombres como para mujeres y lo manifiesta, precisamente, a través de los esfuerzos que imprime en su manera de hacer valer la justicia y entregar resultados punitivos que garanticen la seguridad de la mujer frente a un acto de violencia.
En otras palabras, las demandas feministas buscan integrar a la mujer, como sujeto íntegro, soberana e independiente, de manera respetuosa, consciente y justa, garantizando el cumplimiento de la ley, aprovechando los recursos de las instituciones capacitadas para localizar a los infractores, aplicar la ley y hacer valer las penalizaciones pertinentes en los casos de violencia contra la mujer; a permitirle construir su propio sujeto histórico y concientizar a los integrantes de la sociedad de los patrones de sometimiento sobre los que se construyen sus relaciones frente a la mujer y la enfermedad social a la que tiene sometida sintomáticamente a toda la nación.
La Iconoclasia, las intervenciones de los cuerpos simbólicos del Estado Mexicano, es otra de las herramientas necesarias para hacer visible la enfermedad a tratar durante el siglo XXI y que ha sido arrastrada desde milenios atrás. Cada monumento lleno de grafiti, cada barda rayada, cada puerta quemada, cada pintura intervenida, son las tomografías que reflejan la realidad en la que se vive y frente a la que es necesario un giro copernicano en el pensamiento y comportamiento de la población.
¡LA LUCHA SIGUE!