Gray john las dos caras del liberalismo

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Valores plurales

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manera, sólo aquellos que ni siquiera considerarían la posibilidad de cambiar dinero por amistad son capaces de tener amigos».2 Tener que comprar amistad es penoso. Es penoso no porque la amistad vale infinitamente más que el dinero sino porque los amigos —a diferencia de los psicoterapeutas o de los compañeros sexuales, por ejemplo— no pue­ den comprarse. Desde luego que alguien que entiende que los amigos no pueden comprarse puede, si se le obliga, elegir entre la amistad y unos bie­ nes que sí pueden comprarse en determinadas situaciones de su vida. Si lo hace, no está cambiando algo que tenga un valor infinito por algo que tenga menos valor. Está eligiendo una vida en la que la amistad ocupa un lugar menor que otros bienes. Puede que tenga buenas razones para actuar así. La vida de alguien que ha elegido bienes que pueden comprarse prefi­ riéndolos a otros que no pueden comprarse no tiene ¡sor qué ser más pobre que la de alguien que ha hecho la elección contraria. Si los bienes como la amistad y el dinero no pueden compararse por su valor, tampoco pueden compararse entre sí las vidas de la gente que optó por una o por otro. Sin embargo, esas elecciones no son arbitrarias. Nuestras historias, circunstan­ cias, necesidades y metas pueden darnos buenas razones para optar por una cosa u otra. El valor que la amistad y el dinero tienen para cada uno de nosotros es relativo al agente, pero eso no lo vuelve totalmente subjetivo. Puedo estar actuando correctamente al preferir la amistad al dinero y tú puedes estar errado al hacerlo, y viceversa. Las mejores vidas pueden ser —como pensa­ ba Aristóteles— vidas mezcladas en las que coexisten muchos bienes. Con­ trariamente a lo que Aristóteles pueda haber creído, sin embargo, no existe necesariamente una combinación de bienes que sea la mejor de todas, in­ cluso en una única vida.3 La inconmensurabilidad entre la amistad y el dinero es una convención en muchas sociedades. Existen, desde luego, variaciones significativas en el rigor con que se la aplica. Las amistades en las que las ganancias pecuniarias son un elemento fundamental han sido reconocidas por muchas culturas, incluidas la griega y la romana. Aristóteles reconocía la existencia de amis­ tades dependientes de beneficios mutuos de este tipo, aunque las conside­ raba como menos valiosas que las amistades en las que cada uno valora al

2. Raz, The Morality of Freedam, op. cit., pág. 352. 3. Véase una esclarecedora discusión sobre la concepción de Aristóteles sobre los conflictos de valor en Stocker, Plural and Conflicting Valúes, especialmente los capítulos 3 y 7.


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