Visual404-R1-Sobre distribución y el 43%

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LA DISTRIBUCIÓN : ¿CREACIÓN O GESTIÓN? Christian Gómez Carlos El Festival de Cannes, en la presentación de su próxima edición, nos daba un dato: 1.800 películas se presentaron a competición. Para poder verlas todas, una persona necesitaría de unas 3.000 horas de las 8.760 horas que tiene un año, hasta que se presenten las 1.800 siguientes, o todavía más, si siguen con el ritmo de crecimiento que prevén. Ya lo es en la práctica, pero pronto será imposible matemáticamente que un individuo pueda ver todas esas películas. Constantemente salen datos en las redes de la cantidad de imagen visual que se genera. Otro dato reciente, el que más me ha llamado la atención en los últimos días, es el que nos daba Youtube, que afirmaba que cada minuto su portal genera un total de 72 horas de contenido visual. Es el mejor ejemplo para ver en qué punto se encuentra la producción de contenidos audiovisuales. Estamos de lleno en la paradoja de Zenón, la de Aquiles y la tortuga, en lo inalcanzable. Cuanto más vemos, más hay. Cuanto más lo perseguimos, más se nos escapa. Así es a día de hoy el mundo del cine, un imposible a la hora no sólo de asimilarlo, sino simplemente verlo. Es imposible para un individuo conocer y juzgar las películas que se hacen. Imposible ser conscientes si uno u otro director por si este o el otro lo había hecho antes. Es imposible la historia, la clasificación, por lo menos desde el individual. Se acabó el coleccionista, se acabó el teórico y se acabó el historiador, ya nadie puede controlar, conocer, algo que supera la posibilidad del juicio a nivel individual, por pura cuestión física. ¿Cuántas vidas deberíamos vivir para poder hacer una historia del cine que llegara hasta 2014 y no fuera parcial? Al contrario de lo que se piensa a propósito de internet, la experiencia del cine es ahora más colectiva que nunca, por imperiosa necesidad. Se ha querido enfrentar el espectador de cine en internet al espectador de cine en salas de exhibición en base al elemento socializador que uno u otro permiten, cayendo en el error de considerar al espectador virtual como alguien que no vive la experiencia socializadora del cine. Cuando es todo lo contrario. Hoy la soledad la vives en la sala de cine, cuando ves una película de la que todo el mundo ya ha hablado meses antes. La socialización se encuentra más reforzada en internet, que te permite descubrir una cantidad más amplia de películas entre las que buscar la que conecte contigo, permitiéndote a su vez conectar con otras personas que también la han visto ya. En este contexto, la distribución tiene perdida toda batalla. Gestionar derechos, gestionar fechas, gestionar espacios ya no es algo que puedan hacer, porque ya no los tienen herméticos bajo su control. Antes de recibirlos ya se han escapado. Los derechos han volado –si alguna vez los hubo-, las fechas siempre van tarde, y los espacios ya son plurales, no únicos. Lo que debe plantearse una distribuidora a día de hoy es la creación. Crear nuevos derechos, crear nuevas fechas, crear nuevos espacios. La propiedad intelectual (?), el estreno, y la sala, son conceptos que necesitan de una reformulación, han quedado obsoletos. La distribuidora debe dejar de perder el tiempo en gestionar aspectos económicos, en gestionar la exclusividad de la exhibición. Sus antiguos métodos son anacrónicos, ya superados y mejorados. Sin embargo, la distribuidora es ahora mismo más necesaria que nunca. En el contexto que hemos descrito de un cine con tanta producción que es inalcanzable para el individuo, para el espectador por sí solo, tener la referencia de una distribuidora a la que poder hacer confianza y creer en sus criterios, es el gran horizonte. No se trata pues de, poniendo ejemplos prácticos, correr para comprar los derechos de Omar, como hizo Golem, o Boy eating the bird’s food, como ha hecho Paco Poch, y pretender tener esas películas encerradas, a la vista de nadie, hasta que llegue la fecha en que se considera comercialmente más atractiva. Ahora es tiempo de, ante tal océano de films, llenar la botella y traerla antes de descubrir que el agua también se pasa. Nada de pretender monopolizar la fuente, sino de explicar tantas aguas posibles en constante flujo y renovación. Crear nuevas relaciones, nuevos tiempos y nuevos lugares. ¿Se imaginan a un espectador yendo a ver una película simplemente por la confianza que tienen en la inventada distribuidora YYY films? Esa, que debería ser la función final de toda distribuidora, nunca ha sido alcanzada ni pretendida. La comercialización, el comprar por 2 y vender por 4, ha sido la función que se le ha dado. Y ahora se pagan las consecuencias, porque nunca consiguieron crear, nunca fue suyo.


POTENCIA DE FUEGO

I. El pasado 21 de marzo, se desataba a través de redes sociales, chats, foros y Whatsapp una euforia casi futbolística entre los cinéfilos españoles. Estaban ya disponibles para su descarga alegal tanto Rompenieves (Snowpiercer. Bong Joon-ho, 2013) como El sueño de Ellis (The Immigrant. James Gray, 2013). Ambos títulos se estrenarán, por cierto, en cines españoles, respectivamente los próximos 9 de mayo y 27 de junio. "¡Menudo fin de semana!", auguraba un conocido con entusiasmo. Y, en efecto, en los días posteriores a que pudiesen descargarse los archivos —de excelente calidad al proceder de ediciones en Blu-ray legales—, no había corrillo en Internet, eventos varios e incluso pases de prensa donde no se comentasen una y otra película, muy esperadas en nuestro país desde que la primera viese la luz hace casi un año en el Festival de Cannes, y la segunda se estrenase allá por agosto de 2013 en Corea del Sur.

II. Ha lamentado uno a veces que la llamada nueva cinefilia abjure de la cartelera semanal en favor del consumo desbocado, laxo y onanista de películas merced a Internet. La cartelera era un mecanismo de distribución y exhibición sin duda menos ligado a la vivencia de la cultura que a los engranajes de una determinada estructura económica. Pero garantizaba al cine una presencia cierta, orgánica, en el imaginario sociocultural; y al acto de ver y criticar, un potencial de intervención —todo lo mediatizado que se quiera— en la esfera pública, en el rumbo de lo colectivo. “Asistir a una sala de cine (…) es una de las expresiones más directas de la relación entre la humanidad y el arte, en mayor o menor medida presidida por el compromiso de formar una masa crítica, en permanente revisión de los postulados a partir de los que se organiza estructuralmente” (Jordi Revert). Los argumentos de la nueva cinefilia, difíciles de rebatir, se centran en que la cartelera brinda un panorama


Diego Salgado. Miradas de cine/Dirigido por

cada vez más precario, nada representativo de lo producido cada temporada en el mundo. Una evidencia que ya hicieron insoslayable a mediados de los noventa del pasado siglo las mutaciones del cine hacia lo global, hacia los márgenes. Y que Internet ha exacerbado en el siglo XXI, hasta el extremo de que resulta una labor ardua aprehender en toda su complejidad dichas mutaciones, por muchos medios e interés que uno ponga en hacerlo. Empero, el reto mayúsculo que supone tener a nuestra disposición en su práctica totalidad el presente, el pasado y hasta el futuro de la imagen, lo comparte una cinefilia virtual que, con todos sus defectos, cada vez está más cargada de útiles, de razones, de potencia de fuego. La reacción generalizada que uno apreció el 21 de marzo, le permitió concebir casi por primera vez la esperanza de que se esté forjando realmente —más allá de la mentira y la doblez y los intereses que reflejan las redes sociales y las estrategias soterradas del quítate tú para ponerme yo— una comunidad consciente de su enorme poder y, por tanto, c apaz de asumir la responsabilidad, tanto de comprenderse y comprender el mundo a través del cine, como de reinterpretarlo de acuerdo con las coordenadas del nuevo mundo digital.

III. Todo esto serán milongas para quien se limita a vivir como espectador o como crítico de lo que se le ofrece cada viernes. Para quien a fecha de hoy continúa ejerciendo la cinefilia y el periodismo cinematográfico de acuerdo con la legalidad vigente; con lo que las distribuidoras y el circuito oficialista de festivales tienen a bien desgranar para él. Es una situación sin duda cómoda. Tan cómoda que, como ha ocurrido si ampliamos la perspectiva al panorama sociopolítico de los últimos años, ha dado lugar al anquilosamiento, la decadencia, la pudrición. El mundo gira. El progreso es inexorable, que decía Antonioni. Da igual lo que pueda pensarse de Internet, las descargas, los nuevos medios y hábitos de visionado. Su implantación ha sido tan natural, tan mayoritaria, tan implacable, que, por mucho que acabe regulándose de una u otra manera, las cosas nunca volverán a ser como antes. .


No nos engañemos: muchos de los críticos que siguen participando plenamente del cine como institución, sarao, red de compromisos y medias tintas, también recurren habitualmente a las descargas alegales. Por honestidad intelectual y profesional: seguro, segurísimo, que nadie se lanza a escribir sobre Claire Denis o Rithy Panh atendiendo únicamente a lo que se ha estrenado de ellos en España. Y porque la competitividad entre medios y en el seno del propio, y nuestras ansias de figurar o de llevarnos a casa la limosna que van a pagarnos por una crítica, hace que no dudemos en reseñar películas a partir no ya de descargas procedentes de Blu-rays, sino de screeners grabados con un móvil en alguna sala ignota de la Rusia central. Luego, eso sí, volvemos a ver la película en el pase de prensa organizado por la distribuidora. Pero no siempre por hacerlo en las mejores condiciones. Sino porque se nos tiene que ver. Hemos de fichar.

IV. Esta

hipocresía recorre el periodismo cultural, más en concreto el cinematográfico, de arriba abajo. Por aquello de no morder la mano que da de comer, y por la vanidad de creernos mejores por participar de una Cultura que no es sino Política e, insistimos, Mercado. Solo así se

comprenden las loas del gremio a estrenos anunciados por distribuidoras que hace meses —en algunos casos, años— , están disponibles no ya gracias a la piratería, sino a ediciones en formatos domésticos que pueden adquirirse por Internet; y las alabanzas a la invención de innumerables festivales presenciales u online y sesiones continuas para hipsters cuyos contenidos están asimismo al alcance de todos, cuyas arbitrarias programaciones responden y a la creación de valores de marca sociales o materiales para todos los implicados. “¡El cine en el cine!” “¡Nada como la experiencia cine!”, se argumenta para justificar estas iniciativas o las tácticas de estrenos, sin que se arriesgue ni soporte un mínimo ahondamiento en tales lugares comunes. Parece que nadie note la escasa calidad de muchas salas de proyección comercial —en una ciudad como Madrid, sobran dedos de una mano para contar las que merecen se pague por un visionado más de siete, ocho y nueve euros— , ni su conversión progresiva viernes a viernes en un gueto residual de películas, en el que se dan la mano adolescentes asiduos a los blockbusters, clase media progresista que acude a que les confiesen Stephen Frears o Ken Loach, inmigrantes sudamericanos o del Este en busca de su dosis virtual de terruño, y jubilados a la caza de la enésima historia de amor otoñal.


V. El

tipo de público, en fin, capaz de transigir con fenómenos tan extremos como el acaecido sin ir más lejos el pasado 7 de febrero, cuando se estrenaba en los cines españoles la comedia italiana Happy Family (íd. Gabriele Salvatores, 2010), ¡cuatro años después de que lo hiciese en Italia! Como habrá apreciado el lector, este artículo no ha estado interesado en abordar las razones de que se produzcan hechos como este, que hacen del concepto “estreno” un chiste; en encontrar razones, excusas o culpables de que ello ocurra. Existen miles de artículos, miles de opiniones al respecto. Lo único que se pretende señalar es que una cartelera agonizante no es operativa ni para satisfacer una cinefilia inquieta, ni para articular un discurso crítico con mínima credibilidad sobre las derivas del medio, ni para informar ni formar al lector o el espectador con esa profesionalidad a la que tanto apelan quienes viven o pretenden vivir del statu quo engañoso, absurdo, en ruinas, que intentan perpetuar distribuidoras, exhibidores y prensa especializada. Al respecto, no importa que la piratería digital esté bien o mal. Ha servido para constituir un paradigma crítico, cultural, inédito, que ha delatado sin pretenderlo, en función de

su mera existencia, discursos analíticos periclitados, y todo un sistema que va dejando temporada a temporada de significar algo para el cine. Un sistema que, cuando recurre desesperado a una fiesta del cine, queda totalmente en evidencia; que, como señalaba en octubre un alto cargo de la Comisión Europea, es insostenible y requiere actuaciones urgentes; que, como le recomendaba Google al gobierno australiano en marzo, debería invertir sus esfuerzos no en imponer medidas anti-piratería draconianas, sino en promover nuevos modelos de negocio y un comercio de contenidos legales sobre el que no se ceben las cargas impositivas; que, como apuntaba también en marzo el analista de taquilla Juan Herbera, representa una forma de entender el negocio cinematográfico cuyo funcionamiento, al menos en España, deja que desear, es alérgico a la luz y los taquígrafos, y no admite su propia responsabilidad en lo que está sucediendo; y que, como prevé el presidente de Creative Commons y catedrático Lawrence Lessig, antes o después habrá de aceptar “la desregularización del espacio significativo de la cultura (…) aunar posturas, prometer un futuro posible, y establecer nuevas reglas que eviten tildar de criminales a la siguiente generación”.


Martin Cuesta de Cinema Ad Hoc Repasando ideas y principios expuestos en artículos, entrevistas, redes sociales, etc. para el texto que me propusieron desde Visual 404 no dejaba de pensar en que, casi siempre, las disputas aparentemente banales sobre modalidades encierran diferencias profundas de fondo, a veces inconscientes para aquél que las sostiene y que, por lo tanto, no llega a verbalizar hasta que se ve forzado a ello, y otras en las que el matiz es un disfraz bajo el que esconder cualquier posiblidad de cambio, la negación oculta bajo el “sí, pero…” que en realidad significa “todo debe seguir igual” y lo cierto es que en el caso de la situación actual de la industria de cine en España no todo puede seguir igual, más que nada porque ya es un hecho a nivel de calle que ya nada es igual, negar este hecho lleva indefectiblemente al topetazo con la realidad, a utilizar herramientas desfasadas, incapaces de contentar a un espectador ya habituado, no por perversidad o por idiocia sino por la mera inercia de los acontecimientos, a reescribir su relación con el hecho audiovisual. Al igual que los popes del franquismo se repartían futuros cargos ministeriales ante la llegada de la democracia sin ser conscientes de su desapego con lo que se vivía en las calles, pareciera que en el cine español hubiera elegido acorazarse en sus propios Jardines del Pardo, no asumir el giro lampedusiano, pensar que las tormentas, hasta las democráticas, son un hecho eventual.

Cine abandonado en el desierto del Sinai. Kaupo Kikkas


Internet, probablemente… Erraríamos creo, si siguiéramos sosteniendo que el debate se reduce a un mero: “piratería sí o piratería no”. La resistencia no se ciñe sólo al ripeo que, de cualquier estreno de moda, se filtra en la red socavando su recaudación, en realidad tenemos que considerar que Internet es el demonio porque supone una ruptura con el modelo existente, una nueva manera de hacer las cosas en esa relación espectador-obra a la que hacíamos mención anteriormente. Relación que no se ciñe sólo a la explotación comercial de la película en cuestión, sino a su producción, realización, etc. incluso a la recepción crítica de la misma, terreno en el que los medios web han sido acusados, de forma más o menos velada, de conducir a la quiebra a la prensa, esa misma prensa endogámica hasta el punto de preferir el insulto a la adaptación, la calumnia a la apertura, la amenaza al diálogo. La asunción de su incapacidad y la renovación que ello conlleva resulta mucho más trabajoso que culpar al mundo de su ruina. Se podría pensar que esta tendencia al menosprecio es un hecho aislado y sin relación con todo lo demás pero estaríamos siendo reduccionistas en nuestro análisis, en realidad todo forma parte, para el sistema, del mismo contubernio: medios web, reproducción en dispositivos móviles, uso del videolenguaje como herramienta de análisis, nuevos sistemas de distribución… casi todo se percibe como un indeseable movimiento para un esqueleto anquilosado y tendente a la pereza, como un Tyrannosaurus rex con una digestión pesada a la sombra de una conífera del Cretácico. En nuestro caso particular hemos sido testigos de la desconfianza ante textos elaborados en base a una plataforma de video online perfectamente legal y, de hecho, no gratuita, lo que ejemplifica que las reticencias no tienen como sujeto en muchos casos la copia “pirata”, sino que la reproducción se produzca al margen de las vías que la industria contempla como ordinarias o usuales. Sobra aclarar que hay excepciones a esta norma y que, cuando hablamos de la industria, lo hacemos en su faceta de superestructura y no en la suma de individuos, en buena parte, perfectamente razonables.

Enjoy the ride “Usted, que es tan listo, dígame la solución”. Supongo que ésta será la reacción típica ante el análisis, y no deja de ser significativa en cuanto plasma la falta de capacidad para ofrecer, desde la industria, soluciones concretas y adaptadas a las necesidades del espectador de hoy, ése que ha reescrito su relación con la obra cinematográfica, que ya no es sujeto pasivo. Precisamente la complejidad que entraña satisfacer dichas necesidades debería ser acicate y no rémora para la nueva política a seguir. Pensar que las viejas fórmulas solucionan las nuevas ecuaciones no es sólo el error evidente que todos podemos señalar, sino la negación de que también desde la industria se puede realizar una labor creativa ¿acaso existe reto más apasionante que reinventarse a uno mismo y satisfacción mayor que conseguirlo?. Si muchos de los que suscribimos estos principios hemos sido criados al cobijo de una sala de cine y percibimos la necesidad de una transformación, ustedes, señores de la Industria, también pueden hacerlo, en realidad no existe elección posible, en realidad sólo se trata de disfrutar del viaje.



UN GRITO DESESPERADO DESDE UNA SALA DE CINE Antonio GM de Ciudadano Noodles

Amo el cine sobre todas las cosas. Pocas experiencias hay más placenteras que acudir repleto de ilusión al estreno de una película en pantalla grande. Pero algo ha cambiado. No recuerdo cuando fue despojada esa sensación. Nos están robando el cine. En algún lugar del espacio-tiempo ha habido un cambio tan rápido y tan radical que nos ha pillado a todos por sorpresa. Donde antes había cines, ahora hay centros comerciales. Donde antes había carteles de estrenos, ahora anuncian el concierto de la Pantoja de turno. Donde antes había interminables colas que doblaban la esquina, ahora llegamos sin oposición a la taquilla. ¿Dónde están los espectadores? Y sobre todo, ¿Dónde están todas las películas? La respuesta es obvia. Hemos, nos han obligado, a cambiar la intimidad y oscuridad de una sala de cine por la supuesta comodidad de nuestro salón de casa. Varios factores se han puesto en nuestra contra: el precio desorbitado de una entrada de cine y sobre todo la pésima distribución que sufrimos semana tras semana. Este último factor es causa determinante de la proliferación de las descargas vía internet y de las plataformas online. Nos están privando de tanta producción cinematográfica, que prácticamente nos llega una tercera parte de todo lo realizado. La búsqueda de beneficio por encima de todo ha acarreado una cobardía por parte de la distribución enorme y brutal. Si a este lamentable hecho añadimos otro factor más como es la “inexistente” distribución fuera de Madrid y Barcelona, el problema se agrava de manera notable. Es realmente patético ver el panorama nacional de estrenos. Por experiencia propia cada viernes rezo

porque en mi ciudad estrenen aquella película. Cruzo los dedos, y… ¡nada! Otra vez me toca navegar por la red en busca y captura. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Los distribuidores son realmente personas que aman el cine como nosotros? O acaso son meros empresarios en busca del taquillazo y nada más. La respuesta es obvia. Os pongo un ejemplo de un caso real (entre otros) que me sucedió recientemente. La contestación del dueño de un cine ante el NO estreno en su debido momento de la excelente película de Xavier Dolan. “Pepe, ¿cómo es que no se estrena Laurence Anyways? “” Respuesta: “¿Una de maricones?¿Quién coño va a venir a ver eso? Spiderman, esa sí que es buena y da dinero” Ante esta aseveración lo tenemos muy crudo. Pero el caso es, que comenten un auténtico error como luego se comprueba. Esta película citada y muchas más son un claro éxito en Internet. Siguen con la venda en los ojos ante una obviedad manifiesta. Son demasiados títulos ninguneados. Recientemente hay notables esfuerzos de ciertas distribuidoras independientes por recuperar títulos que se antojan imprescindibles. Películas como el gran éxito en la red The Cabin in the Woods y ahora recientemente Upstream Color y The Innkeepers son un ejemplo de ello. La piratería está ahí para el que la quiera o para el que la necesite, no seamos hipócritas y sólo veamos el sentido moral del asunto. Lamentablemente sin ella no disfrutaríamos de muchos títulos. No puede ser un problema moral. Es inútil poner puertas al mar. Las leyes que buscan hacerlo difícilmente pueden ser aplicables. Es normal que se pretenda, pero es


pero es una lucha perdida. En cambio, ¿por qué no poner remedio al verdadero problema? La búsqueda del espectador de nuevas propuestas ante la falta de la ansiada distribución es un asunto que habría que solucionar. Cambiando de tercio, pero sin abandonar la plaza, entra en juego la temida y buscada piratería. Hay una verdadera obsesión en culpar a la piratería de todos los males del cine. Es un empeño constante. Pero, ¿no será que los verdaderos responsables son las que solo buscan el beneficio distribuidoras y enriquecimiento propio? ¿Por qué no poner solución a una distribución más coherente? Os aseguro señores distribuidores que hay películas que en una semana de proyección obtendrían unos resultados beneficiosos tanto para el negocio como para el espectador. Tan solo hace falta convicción, confianza y valentía, que nosotros ya responderíamos. El cine es cultura y tiene que ser libre, pero eso no significa que tenga que ser gratis. No pretendo ofrecer una demagogia sobre las descargas, al contrario, yo (nosotros) queremos ir al cine pagando una entrada razonable, pero no a ver lo de siempre sino todo lo demás que es mucho. Películas independientes que no disponen del dinero de los grandes estudios, sin tantas copias, pero que merecen una distribución digna. Lamentablemente o afortunadamente la opción actual es Internet y sus descargas legales o no. Aquí entramos en otro interesante debate como son las plataformas legales online. Una agradable contradicción. El cine es lo primero, pero si “no hay peces en el río” vayamos a buscarlos a otra parte. Lugares como Filmin, con un catálogo de películas muy interesante, son de agradecer. Festivales online como el humilde y repleto de ilusión Cine-On o mayores como el Atlántida Film Fest con una participación bastante notable, son opciones para el espectador que se antojan necesarias en estos tiempos tan pésimos de distribución que nos toca vivir, pero no es lo que quiero. Mi ideal es comprar una entrada y sumergirme en lo oscuro de la sala. Supongo que es una lucha perdida, una utopía como lo es que se proyecten todas en versión original, pero lo seguiremos intentando, somos muchas voces y medios en plena rebelión cinematográfica.

Por último no quiero dejar pasar la exagerada subida del IVA con el consecuente aumento del precio de la entrada. Si uno echa cuentas, ir al cine sale por un pico desmesurado. Así, mejor nos quedamos en casa viendo una peli.. Pero si de repente nos ponen la Fiesta del Cine a unos precios muy populares, ahh, la cosa cambia y asistimos en masa llenando las salas. Entonces, ¿el público quiere ir al cine, o no? Ahí lo dejo. La distribución tiene la clave. Las películas han encontrado otros caminos de comercialización aparte de la sala de cine; el DVD, la televisión, el ordenador, el móvil… se han convertido en los otros explotadores de una película. Ya sea por vía legal o no, pero convivimos con ellos. La influencia de estos nuevos canales es determinante para mantener una estabilidad en el principal y mejor de todos ellos, la sala de cine. O nos adaptamos a las nuevas generaciones y ponemos solución a todo este embrollo, o inevitablemente acabaremos con la grandeza y la magia que nos ha brindado el cine a lo largo de más de un siglo.

“Cine, cine, cine, más cine por favor…”



PLAYTIME AUDIOVISUALES. Enrique y Natalia Piñuel. Distribuidora audiovisual Nos piden un artículo sobre como percibimos nosotros la distribución audiovisual hoy y creemos a priori una de las tareas más complejas de abordar, dada la cantidad de matices, filtros y agentes involucrados para llevarlo todo a cabo. Nos gustaría creer que vivimos en un mundo en el que cabe todo y todo puede coexistir en armonía pero lejos estamos de tal utopía. Por un lado está la grave situación que sufren las salas de cine. Muchas de ellas condenadas a cerrar sus puertas. Motivos hay varios: Pérdida paulatina de espectadores, aquí la crisis económica tiene mucho que ver, a esto hay que sumarle la subida del IVA cultural a un 21% desde el año 2012, que no ha hecho más que empeorar la situación. La merma de ayudas públicas para la producción (cosa que no ocurre en otros países como Francia, siempre Francia, donde sí reciben bien las subvenciones) también está afectando a las salas en los obligatorios procesos de digitalización, lo cual supone grandes desembolsos que las salas más pequeñas, no están pudiendo afrontar. La pérdida de salas de proyección reduce significativamente la diversidad cinematográfica. A los que amamos el cine y aún veneramos el hecho de “ir al cine” esta situación nos deja huérfanos a la hora de poder ver las películas que más nos gustan en la gran pantalla. Por otro lado, de siempre nos ha asaltado la pregunta de por qué en España tardan tanto o directamente no llegan a estrenarse películas con excelentes recorrido en festivales internacionales o de autores consagrados. Algunos ejemplos flagrantes, en los últimos tiempos, han sido los de “La cañaba en el boque”, de Drew Goddard, estrenada en cines comerciales con casi un año y medio de retraso, “Blue Valentine”, de Derek Cianfrance estrenada en EE.UU. en 2010 llegó a España en el 2013. Más recientemente nos encontramos con el caso de la película revelación de EEUU el año pasado, “Frances Ha”, de Noah Baumbach, que ha tenido su estreno comercial en España, 6 meses después de sacar Criterion la edición en DVD y BluRay. Por no hablar de las que ni siquiera llegan y aquí no hay que incluir solo a autores minoritarios, sino que por ejemplo “Passion”, de Brian de Palma (2012) aún está inédita en España. Durante décadas hemos oído hablar de los packs que las grandes majors americanas “obligan” a adquirir a los

exhibidores, como si fuera algo parecido a la forma de actuar de la mafia. Esto es si quieres proyectar el blockbuster de la temporada con tal o cual estrella, tendrás que comprar también los derechos de tres películas de serie B, que no querrían ver ni en un perdido cine de Wisconsin. Copando así muchas de las salas con películas de segunda o tercera categoría, que carecen de interés. Quizás medidas como la que en 2006 tomó el Tribunal de Defensa de la Competencia, multando con 2,4 M. de euros a las grandes majors (Fox, Sony, Paramount, Disney y Universal) por abuso de posición dominante, deberían ser más frecuentes. Nos preguntamos si esto pasará en otros países... Estos estrenos invasivos y/o impuestos hacen que no lleguen una cantidad espectacular de películas europeas, incluso españolas a la gran pantalla. Se ha hablado mucho y desde tiempos inmemoriales de copiar el modelo francés que fomenta su propia industria cinematográfica y repercute en ella con un porcentaje de la taquilla, también de la Ley del Mecenazgo, de exenciones fiscales a patrocinadores privados pero nada, no se llega a un acuerdo y a día de hoy la producción cinematográfica está subsistiendo bajo mínimos. Además la política de subvenciones ya no funciona y tenemos un gobierno que prefiere apoyar “otras cosas” antes que a la cultura, un gobierno que incluso desprestigia el cine. Ahora bien no es plan ponerse del todo pesimista, ni victimizar si cabe aún más la precariedad del sector. Llegados a este punto hay que ser conscientes también, de que el modelo de consumo audiovisual ha cambiado y hay que adaptarse a este cambio, pero debemos tener los pies en la tierra y ser prudentes a la hora de analizar otras vías que sean sostenibles para todos. Empezaremos por cuestionar, si en plena era de la multipantalla tiene sentido demorar tanto el estreno de una película en salas y más aún, si tiene sentido hacer un estreno exclusivo en salas y no apostar por hacerlo en todas las plataformas posibles. Hay espectadores que consumen cine pero que ya no quieren acudir al cine para hacerlo y espectadores a los que les encanta consumir cine en el cine pero que por desgracia ya no cuentan con ninguna sala en su ciudad.




Los beneficios del estreno simultáneo en multiplataformas están por explorar todavía, pero una cosa está clara, el público no quiere esperar más de un año para ver una película en la que está interesado y más cuando incluso puede comprarla en DVD o BR en alguna editora internacional o puede descargarla desde su casa, y aunque, sinceramente, lejos estamos de abogar por la piratería, sin embargo ya va siendo hora de que todos los agentes implicados en el campo de la distribución y exhibición audiovisual se pongan las pilas y trabajen en serio por ofrecer al público, lo que éste demanda. Como espectadores de cine nos resulta muy frustrante no poder acceder de forma legal a ciertos contenidos audiovisuales, que no cuentan con ninguna forma de distribución en España. Y por otro lado hay que afrontar el problema de la piratería implicando en él a los principales beneficiarios del mismo, que no son otros que las empresas que ofrecen servicios de internet. Entonces con este panorama volvemos al negro, al pesimismo total, pues no, hay otras fórmulas, hay que buscarlas, no estancarse en modelos extinguidos, hay que trabajar en otras vías de distribución. Películas como “Mapa” de León Siminiani (2012) han demostrado que sí se puede. No se trata en este caso de analizar la película formalmente pero sí su lanzamiento comercial. Hace unos cuantos meses, Miguel Fernández Labayen, Elena Oroz y Josetxo Cerdán sacaron justamente un dossier bajo el título “Produccion ́ y circulacion ́ del documental en el entorno digital: El caso de Mapa” Tanto la producción como la difusión de la obra por parte de la productora y distribuidora Avalon Films y del propio autor empezaron 4 años antes del estreno, estaba todo bien medido. La película en un ensayo fílmico que supone un híbrido entre el cine de autor más independiente o directamente underground y las fórmulas más tradicionales. Según el estudio se invirtieron 64.000€ para la difusión de la película siendo los elementos clave; el trailer/teaser, making of on line, fomento de las redes sociales (en especial twitter) y acceso a la obra anterior del director gratuitamente en streaming, a través de Márgenes. Resulta interesante también como se planteó en salas de cine, tanto comerciales (cines Renoir Madrid) como alternativas o centros culturales y de arte. Cada proyección iba acompañada de la presencia del propio autor, que presentaba la película y mantenía un coloquio con los asistentes, creando así un evento más completo. A este planteamiento se le denominó el “Mapa Tour” (Este modelo ha sido llevado a cabo en mayor o menor medida por otros autores Jonás Trueba con “Los ilusos” o Eloy Enciso con “Arraianos”) Esta fórmula ha resultado ser un gran éxito de público para una película que, seguramente, de haberse estrenado de forma tradicional, habría pasado desapercibida. En cuanto a la distribución on line, Mapa se estrena simultáneamente en cines y en plataformas de internet como Filmin, la diversificación en este caso funciona y abre caminos.

La distribución on line por estos lares todavía está arrancando y aunque queda camino por recorrer, el espectador también tiene que entender eso de “cine-gratis no debe ser un binomio”. Ya hay conocidos ejemplos en el mercado (Filmin, 400 films) plataformas de cine en streaming que pretenden, entre otras cosas, suplir la carencia de un determinado cine de autor o en versión original fuera de grandes núcleos de población como Madrid y Barcelona. Nos parece destacable también el trabajo de jóvenes distribuidoras comerciales como Cine- Binario, que trabajan en sintonía con el modelo tradicional de las salas pero que saben adaptarse a trabajar y difundir sus películas en colaboración con estas plataformas de cine en internet. Demostrando así que los estrenos simultáneos en multiplataformas, lejos de perjudicar la vida de la película en la salas, fomenta el interés del espectador por las obras. Gracias al riesgo de gente como CineBinario películas tan interesantes y a priori de difícil acceso, como Arraianos, Nana o Dragonslayer, han podido ser vista en un corto periodo de tiempo por espectadores de cualquier parte de la geografía española. Nosotros como Playtime Audiovisuales, somos una plataforma de producción y difusión del audiovisual contemporáneo. El trabajo que desarrollamos está diversificado en agencia de distribución independiente, alejada de los circuitos comerciales y modelos tradicionales, esto es contamos con un catálogo de producción española que movemos por festivales de cine y video internacionales. Durante todo este tiempo hemos querido quitar “etiquetas” a lo que se considera o no cine por los medios de comunicación o por el propio público, valorando de la misma manera un largometraje, un videoclip o una videodanza. El circuito de festivales resulta importantísimo para el tipo de obra con la que nos movemos y acercan un trabajo casi invisible a un público más amplío. El recorrido por estos festivales especializados resulta determinante también para una posterior distribución en salas o VOD. Por otro lado llevamos a cabo la Muestra itinerante de cine Playtime que funciona de manera autogestionada en colaboración con los autores y espacios donde se lleva a cabo. Por último desarrollamos proyectos curatoriales y de programación audiovisual para festivales y centros de arte. Espacios que a día de hay que tener en consideración a la hora de hacer llegar una obra audiovisual y que son un gran complemento a las salas de cine. El caso es que trabajamos profesionalmente en esto de la distribución desde hace tiempo pero seguimos teniendo dudas y como veis hay un montón de preguntas en el aire, planteamientos que si se trabajaran correctamente por parte de todos los implicados regularizarían la complicada situación en la que nos encontramos. Por que en definitiva queremos al cine pero queremos también a los que trabajan en el cine y que absolutamente todos podamos vivir dignamente de ello. Reducir el cine a solo unos pocos ricos a la hora de producirlo o afortunados según donde vivan, a la hora de verlo, sería matarlo. No queremos llegar a ese punto, esperemos que nadie quiera.


LA PELÍCULA ES NUESTRA Fue durante mi niñez cuando tuve un primer contacto real con las distribuidoras de cine, eran unos logos pequeñitos esquinados en el margen inferior derecho de los posters de las películas. Luego me di cuenta de que también sonaban antes de esas mismas películas, con rimbombantes intros y música sinfónica como acompañamiento. Ya de adolescente, las distribuidoras tornaron a ser señores desconocidos que controlaban hilos en la sombra forjando el destino de cualquier empresa dedicada a esto del cine. Las distribuidoras eran las encargadas de formalizar los contratos decidiendo que títulos podrían ser vistos en los cines, que tiempo aproximado deberían permanecer en cartelera y cuáles serían las ganancias porcentuales que ambas partes recibirían de las recaudaciones en taquilla. Solo las distribuidoras tenían usufructo de las copias, LA PELÍCULA ES NUESTRA, abusando de un poder ilegitimo sobre unos derechos que por un lado les correspondían pero que por otro no usaban de manera equitativa. Estos apuntes, que no son precisamente lo que todos entenderíamos por un mero intermediario, hacen que a lo largo de los años el funcionamiento del distribuidor sea poco menos que una incógnita, un totum revolutum de preguntas sin respuesta que nos hacen dudar del verdadero alcance de su poder. Sin tapujos, las distribuidoras son como gigantes de barro dueñas de un aplastante dominio en la pirámide del circuito de la explotación cinematográfica. Las malas de la película. Digo aplastante porque, para que nos hagamos una idea, de la recaudación bruta de un estreno comercial en salas, ellas suelen ganar entre un 60/70% de la taquilla, ya sea de un blockbuster, como de una película que

vean cuatro gatos, da lo mismo. Estos porce (aunque todos sabemos que actualmente nero durante el primer fin de semana) per

Muchas veces atacamos al exhibidor por la sus salas, pero nunca caemos en la cuen pastel. El exhibidor pone la infraestructura, personal y mantenimiento, pero a fin de cu que el cine, como local físico, es la herramie bargo, cuenta con un insignificante margen

Y aquí entrarían también la polémica de biando debido a la pérdida masiva de esp darse gracias al acuerdo unilateral entre ci por una de las partes, porque digamos bien por estas mismas desde hace muchísimo al lobo intentamos poner soluciones que a

Se cree que es el cine el que siempre e pero eso no es del todo verdad, yo más a razón de sus cálculos, surte las cintas a lo dente que no todas las películas son superp no todas pueden salir al mercado con 300 una distribuidora elige limitar un estreno a u copias, será muy jodido que estas películas


entajes irán bajando en sucesivas semanas e las películas sacan la mayor parte del diro nunca por debajo del 50%.

as formas y políticas que llevan a cabo en nta de que reciben una parte mínima del las salas, conlleva unos terribles gastos de uentas es solo el contenedor. Quiero decir enta para proyectar la película pero sin emn de maniobra.

e los precios, algo que parece estar campectadores, pero que en este caso puede ines y distribuidoras, una falsa generosidad n alto que los precios suelen venir marcados os años. Solo cuando le vemos las orejas antes ni en sueños se planteaban.

elige lo que desea proyectar en sus salas, s bien diría que es la distribuidora la que os cines que más le interesan. Es algo eviproducciones de estreno masivo, por tanto, 0/400 copias, pero es también lógico que si un tiraje de copias ínfimo, pongamos 30/60 s puedan verse en un número elevado de

David Tejero de VISUAL404 ciudades. Así llega otra de esas cuestiones que tanto nos joden, en mi ciudad no se estrenan las mejores películas. ¿Es esto culpa del cine?, puede que sí, pero la realidad es que la culpa suele ser de la distribuidora de turno que se empeña en cerrar el círculo limitando un tipo de cine a un puñado de salas casi siempre en grandes ciudades. Pongamos el dedo en la llaga, en esas distribuidoras “independientes”, que se supone las que más pierden y las que peor actúan. ¿Hemos de aplaudir un estreno a 11 copias en todo el país con dos años de retraso? Toda distribuidora se ampara en unos costes de producción y gastos de publicidad la mayoría de las veces menores de lo que presuponemos, primero porque la digitalización está abaratando esos costes por copia que antes con el celuloide rondaban los 1200 euros. Y segundo, obviando las enormes campañas publicitarias de las majors, el grueso de las distribuidoras más independientes apenas gastan en publicidad. No recuerdo haber visto a ciertas distribuidoras (Golem, Avalon, por decir algunas) anunciando en televisión sus películas ni tampoco creo que las tibias campañas de marketing que realizan sirvan de gran cosa. Ojo, somos conscientes que el aparato logístico de una major, no se puede comparar con el de una distribuidora independiente, pero parece absurdo igualmente que a la hora de buscar culpables las dos, tiendan a mirar a los mismos. Y ahora viene cuando la matan, LA CULPA ES DE LA PIRATERIA, vale, si, hace pupa, pero no nos engañemos: aquí nadie se ha ocupado de educar a la sociedad en una conciencia cultural no gratuita ni antes ni después de la crisis.


Ante la segunda falacia LA GENTE YA NO VA AL CINE me vienen dos cositas a la cabeza, VICTIMISMO y DOBLE MORAL. Victimas porque lo fácil es intentar taponar las salidas en vez de crear carriles auxiliares. Internet es una gran autopista y la piratería un velocísimo deportivo al que nadie puede parar. Y doble moral, porque intentan hacer sentir mal all consumidor cuando muchos de ellos, principalmente distribuidoras no ponen la mitad de las películas que nos descargamos en los cines. Esta abyecta doble moral se extiende hasta los cineclubs de provincias y ciudades más pequeñas donde los exhibidores pagan derechos a las distribuidoras pero a falta de los medios digitales necesarios en sala han de descargarse una copia ilegal y proyectarla, pues dichas distribuidoras no facilitan una copia que se adecue a sus necesidades. De sobras es conocido el problema a la hora de adquirir películas en el mercado internacional, pero desconocemos la exactitud y el proceso por parte de una distribuidora en cuanto a marcar fechas en el calendario de estreno, y todo viene por lo mismo, internet filtra películas a la velocidad de la luz entonces ¿por qué las distribuidoras retrasan sine die un estreno teniendo en cuenta que el espectador cinéfilo, el más respetuoso con el cine, quiere ver esas películas?, y que además sabemos por estadísticas, que cuando alguna que otra llega, tarde y mal, habrán pasado unos cuantos meses desde su filtración. ¿Tiene el espectador culpa de eso?

La multidifusión audiovisual hace que lim de explotación sea una tontería. Plataform conforman una amplia gama de recur ayuda a democratizar el cine, y que el ac estando mucho más a mano del usuari económico están lejos de competir con lo en cuestionar la moral DESCARGAR PELIS E de autor, de que peligran puestos de traba

Somos conscientes de ello, pero todaví incontrolable como internet pueda alberg del negocio ofrezcan alternativas verda propuesto por distribuidoras como GOLEM sigue pareciendo un escaso recorrido y un medias, no recurramos a las descargas.

¿Cuándo este problema, real y cercano p en los sistemas normales de distribución? M de ocio, en comodidades, en generaliza de distribución cinematográfica. No vamo en España la llevan cuatro y se comportan se debe el sostener un panorama estanca

El último acercamiento que hemos ten llamada telefónica de Golem recriminá descarga para Les Salauds. En dicho tuit


mitarnos únicamente a las vías comunes mas digitales, canales on-line, festivales, VOD, rsos de expansión. Esto evidentemente cceso para ver películas sea más sencillo io, sin embargo, desde el punto de vista os extravíos de la red. No vamos a entrar ESTÁ MAL JODER, la ética de los derechos ajo, de que el arte debe pagarse, etc.

ía es más ingenuo pensar que algo tan gar el problema sin que los responsables aderamente atractivas. Lo hasta ahora M, WANDA, KARMA, VÉRTIGO, AVALÓN, nos na pobre divulgación como para que entre

para el consumidor, va a empezar a mutar Muchas cosas han cambiado, en los hábitos ación, pero poco, o casi nada, en política os a andarnos con rodeos, la distribución n como una mafia de los cuarenta. ¿A qué ado sin cambios significativos aparentes?

nido con una distribuidora viene por una ándonos un tuit donde linkabamos una t dejábamos claro que para los que no

pudieran verla en cines existía otra posibilidad para poder disfrutar de esta extraordinaria película. Tuvimos la delicadeza de publicar un texto sobre Les Salauds el mismo día de estreno en España de dicha película. Conste en acta que el papel de la crítica NO ES cubrir las espaldas o retrasos de la distribución nacional, la crítica ha de ser independiente del mercado. Hemos podido pecar de imprudentes, y desde luego no lo volveremos a hacer, pero es injusto que Golem considere al mensajero necesario como culpable sabiendo que sus únicos méritos han sido lanzar unas 19 copias de Les Salauds en solo tres ciudades, simultanearla mediante VOD en Filmin al precio de 4 euros, y cagarla con la peculiar traducción del título original (Los Canallas suena a peli del destape). La ley de propiedad intelectual no contempla esos agujeros de distribución que hacen que en España las películas se estrenen en las peores condiciones posibles. Mientras Golem nos veta los pases de prensa y amenaza a una web recién nacida sin apenas seguidores nosotros bailamos lo nuestro. Aun en la creencia de que la productividad del cine penda de una suerte desigual solapada por unos desarrollos sostenibles incapaces de readaptarse a los nuevos modelos de exhibición, deberíamos ir desvelando secretos y confesar la verdadera función de los mediadores. Porque si todos asumimos cambios, tendremos que asumir cual es el papel del distribuidor, ¿facilitar o colapsar?, dentro de la supuesta democratización del cine. De niño las distribuidoras eran logos, eran música avisando del comienzo de una experiencia mágica. Eso prueba que las primeras veces tienen un componente romántico que perdemos con el tiempo. Nosotros cambiamos pero las distribuidoras parecen negarse a crecer.



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