Boletin Nº23 Visión Jidi 19 abril 2014

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4 Jehová es mi fortaleza y mi escudo: En él esperó mi corazón, y fuí ayudado; Por lo que se gozó mi corazón, y con mi canción le alabaré. Salmos 28:7

Para nosotros como hijos de Dios, alabar es signo de exaltar el solo nombre que es sobre todas las cosas, el de nuestro Dios, es una forma de expresar gratitud, más no una forma de pagar un tributo, pues no somos capaces de cubrir tal deuda de nuestra vida por nuestros propios medios. Nuestro Padre nos dio dones para usarlos y entre ellos están los de poder ejecutar diversos instrumentos, cantar, componer, hacer arreglos que llegan a transformar las palabras en cantos para la gloria de nuestro Dios.

Foto: Dirigiendo la alabanza en los bautismos. Nuevo León, 12 de abril de 2014.- El hermano Esaú Hernández Rodríguez, joven obrero laico, padre de familia, músico que cada sábado emplea su talento en la congregación para la adoración a nuestro Dios, dirige y apoya en la música y el canto durante los cultos y dispone su conocimiento para los ensayos de las diferentes sociedades de la localidad en Zapata, Monterrey, a su lado su pequeño hijo Emmanuel.

El músico, el compositor, es un adorador, cuyo corazón debe estar preparado para servir, no revestido de superioridad, ni con una mirada por afamarse por lo que hace, adjudicándose el crédito de las composiciones por y para sí mismo, por el contrario, es un adorador de Dios, es aquél que emite una alabanza con el corazón puesto en agradar al Padre Celestial, al momento de la alabanza, se acerca con el corazón humillado y agradecido, muestra su gozo en una manifestación de gloria y amor a su Creador, por consiguiente, el alma que canta desde lo más recóndito de su ser es la que eleva un grato arrullo de alivio a las penas de los demás, una alegría sonante en un compás de esperanza, una historia con promesas fieles trazada por Dios de generación en generación, ese adorador sabe que lo que hace tiene el poder de confortar almas porque Dios primeramente le hace experimentar ese sentimiento, que después transmite a los demás mediante la melodía y el canto. Con el primordial objetivo de acercarse a su Creador, se goza y nuestro Padre que le usa para su honra, permite y recibe esa adoración. Así como cada paso que damos en la vida es una decisión propia de seguir o no las pisadas de Cristo y una muestra de poder decidir ser adoradores en actos y hacedores de la Palabra, la alabanza invita a ser transmisores de una sola gloria, la gloria al Creador. Sea llena mi boca de tu alabanza, De tu gloria todo el día. Porque cuente yo todas tus alabanzas En las puertas de la hija de Sión, Y me goce en tu salud. Salmos 71:8; 9:14 Amén. Redacción por: NCLI, IDI Monterrey, Nuevo León


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