DÍA DE LAS MADRES

Se han escrito tantas poesías, canciones, y libros para explicar el dolor de la madre al ver a sus hijos sufrir, o al no contar con la presencia de sus hijos, ellas dan su vida por sus hijos, son las que pelean por ellos, las que cuando ven los peligros acechándoles en alguna manera, no dudan en levantarse y alzar la voz, las que se paran en la brecha para interceder y clamar por sus hijos.

Nada más poderoso que las oraciones de una madre. Ellas proveen de libertad, sanidad y activan en nuestros hijos y nietos en su destino profético. Ellas les guían en el camino correcto porque saben que un niño es un mundo de grandes posibilidades. Pero ¿qué es lo que permite que un niño, ya de mayor, sea una gran persona, una buena persona, o se quede por el camino? Lo que define un camino u otro es, precisamente, la educación. La educación que recibe en casa, la educación que recibe en la escuela, la educación que recibe en todo el contexto.

El alcanzar una posibilidad u otra va a depender de nosotros, de lo que hagamos como adultos, nosotros como padres, nosotros como educadores. Nosotros podemos despertar la grandeza en nuestros hijos; y cuando hablo de grandeza, no hablo de la grandeza de éxitos profesionales, de éxitos financieros; no hablo de esa grandeza, hablo de una grandeza más importante, la grandeza de espíritu. La grandeza que nos permite tener una vida con sentido, el coraje para tener una vida en la que nosotros somos los protagonistas de la misma. Cuando no

caemos en la queja, cuando no caemos en la culpa, cuando, creamos un mundo mucho mejor de cómo lo encontramos. Esa es la grandeza, la grandeza de espíritu, que para eso hace falta coraje. Coraje para alinearlo a la voluntad de Dios para que así nuestros hijos tengan grandeza que despierte en ellos esa fuerza. Pues el comienzo empieza en nosotros como padres.

Nosotros no podremos despertar la grandeza en nuestros hijos si no la despertamos previamente en nosotros. Nuestros hijos son nuestros maestros, son nuestros espejos de aquellas dificultades que a veces tenemos. ¿Cómo vamos a pedir a nuestros hijos que gestionen el conflicto si nosotros no lo podemos hacer? ¡Ser madre es una gran responsabilidad y quien tiene el coraje y decide traer una vida a este mundo merece ser celebrada!

Es imperativo en este momento que estamos viviendo que nos levantemos a alzar la voz. Estamos viendo un gran ataque en contra de nuestros niños y jóvenes y no podemos permanecer calladas.

Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor. Eleva tus manos a Dios en oración por la vida de tus hijos.

Es tiempo de decretar, proclamar y profetizar la Palabra del Señor. Este no es un momento para guardar silencio, sino un momento para ser una voz y enfrentarnos a las estrategias del enemigo. Las mujeres fuimos creadas por Dios para dar vida, no solo en nuestros vientres sino en nuestras rodillas y nuestras acciones. Si nos unimos en un mismo sentir seremos un ejército poderoso de mujeres paradas en la brecha por nuestras generaciones, abriendo nuestra boca con sabiduría, poder y autoridad.

So many poems, songs and books have been written to explain the mother’s pain at seeing her children suffer, or not counting on her presence. They give their lives for their children, they are the ones who fight for them, the ones who, when they see the dangers stalking them, do not hesitate to stand up and raise their voices, those who stand in the gap to intercede and cry out for their children.

Nothing more powerful than a mother’s prayers. They provide freedom and healing, and activate our children and grandchildren in their prophetic destiny.

They guide them on the right path because they know that a child is a world with great possibilities.

But what is it that allows a child, as an adult, to be a great or good person, or to stay on the road? What defines one path or another is precisely education. The education you receive at home, at school and in all contexts.

Achieving one possibility or another will depend on us, on what we do as adults, as parents, as educators. We can awaken greatness in our children, and when I say greatness, I’m not speaking of professional or financial success. I speak of a more important one, the greatness of spirit, which allows us to have a meaningful life and the courage to be the protagonists of it.

When we don’t fall into complaint and guilt, when we create a much better world than we find it, that is the greatness of spirit for which it takes courage. Courage to align it with the God’s will so that in our children that strength awakens. Well the beginning begins with us as parents.

We cannot awaken greatness in our children if we have not previously awakened it in ourselves. Our children are our teachers, they are our mirrors in those difficulties that we sometimes have. How are we going to ask our children to manage the conflict if we cannot do it? Being a mother is a great responsibility and whoever has the courage and decides to bring a life to this world deserves to be celebrated!

It is imperative right now that we are living that we raise our voices.

We are seeing a great attack against our children and youth and we cannot remain silent.

Let the weeping of your heart flow as an offering poured out before the Lord. Raise your hands to God in prayer for the lives of your children.

It is time to decree, proclaim and prophesy the Lord’s Word. This is not a time to be silent but to be a voice and face the enemy’s strategies. Women were created by God to give life, not only in our bellies but in our knees and our actions. If we unite in one mind we will be a powerful army of women standing in the gap for our generations, opening our mouths with wisdom, power and authority.