Libro de los insultos

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Pancracio Celdrán Gomáriz

Inventario general de insultos

-Incapaz de sacramentos (el bebé sólo puede recibir el bautismo). -Cabeza de tarro (sólo tiene volumen, pero está hueca). -Media cuchara (bebé enclenque que come poco, pero está gordo). -Tolondro. De todos éstos se dijo que dormían como ceporros. Pero como se limitan a dormir no les queda tiempo para tonterías, por lo que el ceporro, de natural bienintencionado, resulta inofensivo.

Cerdo. Este porcino, con sus análogos "puerco, guarro, cochino, marrano", animal de bellota, ha recibido tantas bendiciones y piropos por parte de unos, como improperios y vejámenes por parte de otros. A ese estado de cosas ha dado lugar la definición y descripción que del animal se hace: Animal inmundo y sucio que se ceba y engorda para que sirva de mantenimiento. Tiene la cabeza grande, el hocico largo y en la extremidad redondo, rodeado de una carne ternillosa y dura, con que hoza, cava y levanta la tierra o suciedad. Las orejas son muy grandes y puntiagudas, y tiene cubierto de cerda todo el cuerpo. Junto a estas referencias, en sentido figurado se dice cerdo al hombre desaliñado y sucio, grosero y vil. La palabra es de uso tardío, ya que aparece escrita por primera vez en el Diccionario de Autoridades, en el primer cuarto del siglo XVIII, de creación eufemística en su día, cuando "puerco" "marrano" y "cochino", preexistentes, se convirtieron en voces malsonantes que no era de buen tono utilizar en público. De hecho, no conocieron el término los grandes autores del Siglo de Oro, como Cervantes o Góngora. Tampoco el Refranero lo recoge hasta entrado el siglo XVIII, en que se acuñan algunos como los que siguen: "El cerdo no quiere rosas; dale aguas cenagosas"; "el cerdo no sueña con rosas, sino con bellotas". (Véanse además: "animal de bellota", "puerco", "cochino", "marrano").

Cernícalo. Persona muy bruta; ignorante extremado, de quien se puede abusar sin dificultad, ya que es de natural manso a pesar de su rudeza. Su acepción principal alude a este ave de rapiña, la más extendida en España, conocida y temida porque suele rondar palomares y pajareras para ver de llevarse alguna pieza. Son pájaros ruidosos y osados, capaces de correr cualquier riesgo con tal de asegurar la pieza que se han propuesto cazar. Sin embargo, son asimismo muy domesticables, tanto que con el cernícalo se entretienen los muchachos, haciéndoles venir a tomar la carne directamente de sus manos. Hallar similitudes entre el hombre muy ignorante y pacífico u obediente, y el cernícalo, sólo es posible a partir de una condición que tienen en común: se dejan tratar sin dificultad, y no resulta difícil engañarlos.

Cerril. Persona grosera y rústica, tosca e inculta. Se toma en sentido figurado, teniéndose in mente el adjetivo que antaño servía para referirse a las bestias montaraces y al ganado mular o caballar no 62


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