Libro de los insultos

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Pancracio Celdrán Gomáriz

Inventario general de insultos

Ratero, rata. Ladronzuelo de poca monta; sujeto que roba a pequeña escala, hurtando cosas de escaso valor. En La Picara Justina (1605), su autor López de Ubeda escribe: "...fue el caso que por decir otra gracia le sucedió otra desgracia en que cierto Roldanillo ratero se deslizó un punto de dedos...".

Rechiquirrititillo. Parece que se trata de la voz despectiva o insulto más diminutivo que pueda decirse en castellano. Así llamamos al archidiminuto y proto-enano, decano de las menudencias liliputienses. Se dice con desprecio y lástima de alguien a quien se considera tan minúsculo en cualquier aspecto moral o social que casi nos parece eso: absolutamente nada. Claro que ese diminutivo podría todavía elevarse a superiores potencias, mediante el uso de nuevos afijos, como archi-, requete-, etc. Recuérdese que el castellano es la lengua más maleable, en este sentido, que existe. Tenga in mente el lector que aunque el insulto es siempre una calumnia en miniatura, con este término se llega ya a extremos singulares.

Reinona. Maricón bocazas, de influencia social notable, y pujanza económica. Se utiliza entre la llamada "jet set" y "gente guapa", turba de advenedizos políticos, sociales y económicos surgida de las filas del arribismo e izquierdismo postizo.

Rémora. Se dice de alguien que se ha convertido en un obstáculo o estorbo grande; lastre o peso muerto; parásito. Viene de la antigua creencia que asegura tener el pez así llamado en su cabeza un disco oval que adherido al casco de una embarcación puede retardar su avance, hasta llegar a detener el objeto flotante sobre el que actúa. Covarrubias da en su Tesoro de la Lengua (1611) considerable atención a este término: "Es un pez pequeño (...) que si se opone al curso de la galera o de otro vagel le detiene, sin que sea bastante remos ni viento a moverle. (...) Para señalar la causa (...) no hallan razón natural". Tirso de Molina se hace eco de la creencia, y aplica el término referido al oro, que convierte a las personas en rémoras de sus obligaciones y deberes. Y, en general, todo el teatro del siglo XVII utiliza el vocablo, hablando de criados, escuderos, sirvientes, amas... rémoras de sus señores. También poetas como Luis de Góngora y otros. El término sigue en vigor, calificando tanto a personas como a situaciones y cosas.

Renacuajo. Se llama así al hombre pequeño, mal tallado y enfadoso; hombrecillo despreciable no ya por su escasa alzada, sino por su mal genio y peor intención. Se utilizaba como insulto a finales del siglo XIV, aunque se generalizó a finales del siglo XVI, utilizándose para tildar de tal, como en el caso de "mocoso", a adolescentes y muchachos que afectan actitudes de adulto, así como a gente de nula relevancia social. 239


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