Pancracio Celdrán Gomáriz
Inventario general de insultos
Fue pora la Gloriosa que luz más que estrella, movióla con grant ruego, fue ante Dios con ella; rogó por esta alma que traíen a pella, que non fuesse iudgada secund la querella. El recuerdo de la voz latina pellis, de la que también deriva "pellejo", o despectivo de "piel", está siempre presente en el vocablo. Cuando Quevedo, (primer tercio del XVII) equipara las voces pelota y ramera, lo hace habiéndose perdido la conciencia etimológica, el recuerdo del origen de la voz en cuestión, y dice que se llama así a las putas porque, como la pelota, pasan de una mano en otra. Sin embargo, no era así: en los siglos XVI y XVII, y como voz de germanía, se llamaba pelota a la prostituta porque acompañaba al pelote: su chulo o rufián.
Penco. Mujer despreciable, de ninguna estima social, que ha caido demasiado bajo; puta vieja. Es voz derivada del verbo "pencar": azotar el verdugo a un reo; cruzado a su vez, este término, con otra acepción del mismo: trabajar, apechugar con algo, cargar con alguna cosa material o moralmente. Fue insulto cruel, cuyo uso no se documenta con anterioridad a finales del XIX.
Pendanga. Mujer de mala vida; mala hembra, infiel a todos; puta buscona, y ratera de ocasión o descuidera. Francisco Santos, en Dia y noche de Madrid, (1666), escribe: "Haz reparo en aquel hombre macilento que está en aquel umbral de aquella puerta; era su hacienda muy florida, y por lo pericón se la han comido las pendangas deste lugar". (Véase también "pendón, pindonga").
Pendejo, peneque. Suele ir precedido de la voz "tío". Hombre cobarde y pusilánime, vago y amigo de chanchullos. Como el peneque, el pendejo suele ir borracho dando tumbos por las calles del pueblo, llevando tras de sí una comitiva de perros, niños y grandes lanzándole piedras o palos en medio de una lluvia de improperios. Es palabra derivada de la vieja lengua leonesa, del término peneque = tambaleante. Amén del uso descrito, es voz antigua para referirse, en una mujer, a los pelos del pubis, derivada del término latino pectiniculus; Francisco Delicado usa el término en este sentido, en su Lozana Andaluza (1528): "...vézanos a mí y a esta mi prima como nos rapemos los pendejos, que nuestros maridos los quieren ansí, que no quieren que parezcamos a las romanas, que jamás se lo rapan". De este uso al de puta mediaba escaso trecho, sobre todo teniendo en cuenta la proximidad conceptual y fonética de "pellejo" en la acepción de "desperdicio, cosa residual y sin valor".
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