Creadores de paisajes web pacabooks2016

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“Mis hijos no trabajan la tierra. Quieren tener los fines de semana libres y vacaciones, y un horario fijo. Les gusta tener dinero en el bolsillo para poder gastarlo. Se han ido a ganar dinero; les vuelve locos. Michel se ha ido a trabajar a una fábrica. Edouard trabaja en el comercio […]. Creo que están equivocados. Pasarse el día vendiendo cosas, o trabajar cuarenta y cinco horas a la semana en una fábrica no es vida para un hombre: este tipo de oficios sólo llevan a la ignorancia. No es posible que trabajen nunca en el campo. La granja terminará cuando faltemos Nicole y yo ¿Para qué, pues, trabajar con tanto esfuerzo y tanto empeño en algo que está condenado? Y a eso yo contesto: este trabajo es una manera de preservar el saber que mis hijos están perdiendo. Cavo los hoyos, espero a la luna nueva para plantar los arbolitos porque quiero dar ejemplo a mis hijos, si es que están interesados en seguirlo, y, si no están, para demostrar a mi padre y a padre de mi padre que el conocimiento que ellos transmitieron todavía no ha sido abandonado. Sin ese saber no soy nada” (John BERGER, Puerca tierra, Alfaguara, Madrid, 2008, págs. 101102).

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unque las reflexiones que acabo de hacer son duras y hasta pesimistas, confío, no obstante, en que los pueblos vuelvan a revivir y a despertar de su silencio, de lo contrario no escribiría esto ni me seguiría dedicando a estas investigaciones después de cuarenta años. Y digo esto porque, aunque la situación es difícil, los pueblos y su pervivencia atañe y es necesaria para toda la sociedad, y por eso ya se están planteando propuestas y proyectos en esa línea.

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Fotografía tomada por Miguel Santomé durante el paseo que realizamos con Adolfo García Martínez por Veranes y Trubia, entre lavaderos, pozos, abrevaderos y fuentes de la parroquia de Cenero. 9 de abril del 2016. Esta fue una de las primeras paradas en el camino, en la que Adolfo leyó en el libro del paisaje los primeros signos del abandono: una finca fértil que en su tiempo habría estado cultivada, hoy utilizada como pasto para caballos, un coche abandonado a la orilla de la sebe, zarzas y matorrales que poco a poco van invadiendo el terreno .

Es necesario desterrar esas actitudes paternalistas frente al campesino, y exigir, en cambio, justicia. La agricultura, según B. Hervieu3, no es una pieza de museo o una “criatura retrasada” que hay que proteger, ni tampoco un reservorio de valores del que nuestras inciertas sociedades deban esperar su salvación, sino que es un “partenaire” más en un debate colectivo que afecta al futuro de la sociedad en su conjunto. Concluyo estas páginas con otra cita de Marcel Mazoyer y Laurence Roudart en la que subrayan el papel que deben jugar las agriculturas del pasado en la construcción de un futuro para la humanidad:

“Dar (o volver a dar) a todas las formas agrícolas heredadas del pasado la posibilidad de participar en la construcción de un futuro viable para la humanidad: ese es, a nuestro juicio, el verdadero camino para resolver la crisis general de la economía y el mundo contemporáneos” (M. MAZOVER y L. ROUDART, Historias de las agriculturas del mundo, op. cit. 53). Adolfo García Martínez (Oviedo, mayo 2016)

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B. HERVIEU, Los campos del futuro, MAPA, Madrid, 1997, p.

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Agradezco a Virginia López el haberme invitado a colaborar en su interesante proyecto, y también por concederme un hueco en esta publicación. Gracias y enhorabuena por tus proyectos.

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