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EDITA: Editorial ICRDO La Mancha
EDITORIAL
Ante el desafío externo, el reto es interno, de confianza
La primavera despierta al viñedo. El buen tiempo despereza nuestro ritmo circadiano, que recibe el impulso vitamínico con mayor número de horas de sol. Se activa aquel ser sociable que llevamos en nuestra genética humana y nuestras salidas se convierten en rutina, buscando mayores puntos de encuentro con amigos, vecinos y familiares.
Entramos, efectivamente, en los meses primaverales. Los vinos jóvenes de la añada alcanzan su mejor curva organoléptica y es ahora, precisamente, cuando La Mancha se viste con sus mejores colores. Dicen que la llanura manchega seduce al viajero cuando el termómetro es estable y aún amable, sin los excesivos rigores del estío, paciente.
Casualidades literarias del destino, La Mancha honra a su embajador Cervantes con el Día del Libro, cada 23 de abril. Son fechas propicias para dejarse llevar; para “soñar gigantes”, descorchar los sentidos y atrapar la esencia histórica, cultural y mágica contenida en una copa de vino. La Mancha y sus vinos llegan en la flor de la primavera, pero son fruta, pura fruta en el vigor varietal de sus vinos jóvenes. Sus blancos, por naturaleza, frescos y ligeros para mecer los atardeceres del paisaje manchego. Los tintos, aún con aristas lógicas de su juventud, ofrecerán su mejor versión con el tiempo. El mismo tiempo que para los vinos de guarda y crianza se convierten en aliado.
Refrendada en la pasada edición de FITUR, la Ruta del Vino de La Mancha balbucea sus comienzos. Es pronto aún para ver sus efectos sobre el enoturismo en zonas de interior donde el viñedo y el turismo de interior con sello de calidad son caras de la misma moneda como dique y contención a la sangría demográfica y la despoblación.
Con todo, la autoconfianza y la seguridad propia deben ser elementos consustanciales en el envite. En ello debe apreciarse la fe en la calidad de los productos más cercanos. Como refrendaba aquella cita del escritor Vázquez Montalbán “un pueblo que no bebe su vino tiene un grave problema de identidad”. El mensaje arranca en el propio viticultor, depositando su trabajo en pos de la calidad del fruto; una uva que después será vino manteniendo la calidad en la inversión de su tecnología y una mayor cualificación de sus profesionales de la bodega (técnicos y comerciales). La promoción pone el resto para que los vinos lleguen al consumidor. Pero el esfuerzo resulta vano sin la propia complicidad del consumidor cercano y vecino.
Es preciso, quizás en este incierto 2020, más que nunca por el contexto internacional (coronavirus, Brexit e aranceles en EE.UU), reforzar la confianza en el consumo interno. Una oportunidad que pasa por la recuperación en la propia autoestima del turismo de interior con calidad integral, conjugando cultura, historia, tradiciones y por supuesto vino. La Mancha tiene mimbres para eso y mucho más.
Por último, cerramos con mención en el presente número a otra efeméride centenaria con la muerte de Benito Pérez Galdós, el 4 enero de 1920. Un reportaje especial recuerda al escritor, faro insigne del realismo, que nació en Gran Canaria pero forjó su pluma en la convulsa Madrid del siglo XIX. También conocía La Mancha por la que sentía una devoción especial.