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Editorial
Esperando en el lagar
Cuando media España dormitaba en la playa, a principios de agosto, casi por sorpresa para algunos, menos para los propios técnicos, que ya lo venían avisando en las primeras semanas estivales, la vendimia llegó a La Mancha. Lo hizo con un marcado adelanto de varias semanas para las primeras variedades.
La calidad del fruto ha sido muy buena, según los propios expertos con una uva que ha entrado sana y sin enfermedades en nuestras bodegas. Es, por ello, esa concienciación por la calidad una máxima en las bodegas manchegas, quizás, la que precisamente ha determinado ese adelanto, buscando un momento óptimo en la maduración. Nada, en resumidas cuentas, se deja ahora a la improvisación en el momento de elaborar vinos con Denominación (y) Origen. Hablamos de variedades aromáticas y delicadas en ciclo fi nal de maduración que requieren una especial vigilancia. Ya no sorprende descubrir al alba luces de vendimia nocturna y mecanizada, buscando la entrada de la uva a temperaturas adecuadas y en mínimas condiciones de oxidación.
Aunque ha sido una vendimia corta en cantidad, también ha sido una campaña dilatada en el tiempo según lo ha ido demandando el ciclo de maduración de cada tipo de uva, lo que ha permitido la llegada del fruto a la bodega “como le gusta a los enólogos”, lenta y escalonada, sin grandes concentraciones. El Propio Presidente del Consejo Regulador, Gregorio Martín-Zarco, ya se atrevió a matizar que será “una añada para recordar en calidad”.
Es reseñable que ha sido una cosecha corta en general para todo el viñedo español, con unas previsiones de unos 36 millones hectólitros frente a los 44 del año pasado. A las heladas y el granizo (que sólo muy puntualmente tocaron algunos puntos de La Mancha), y que han mermado la producción en otros puntos de la geografía peninsular, se ha sumado un año escaso en pluviometría, con los rigores, cada año más severos, de un estío caluroso. Es pronto para extraer conclusiones, pero a nadie se le olvidan ahora los primeros avisos que hace décadas advertían los científi cos con el cambio climático. No seamos alarmistas, pero sí cuidemos a nuestros mayores, esas cepas octogenarias de secano (airén y tempranillo) que tanto querían nuestros ancestros.
Nadie puede prever el futuro, (y mucho menos a corto plazo), deseando la llegada de un otoño preñado en lluvias, que tanto ansía nuestro agradecido campo manchego. Nuestro viñedo precisa un descanso, que sin duda, llegará en su ciclo invernal y reposo vegetativo.
Mientras la vid se tiñe de tonos ocres para despojar su hoja, el mosto, por San Andrés, vino nuevo será. Bodegas y comerciales se sumergirán en un periodo promocional intenso en otoño.