Mira y lopez manual de psicoterapia

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MANUAL DE PSICOTERAPIA

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Dijimos en el capítulo anterior que el ideal de la Psicoterapia era la supresión del sufrimiento humano y la obtención del estado de equilibrio eufórico y recíproco entre el Ser y su ambiente psicológico. Ahora bien: ello supone resolver los conflictos interhumanos; acertar con la fórmula de organización familiar, económica, social y política perfecta, que permita conciliar los tan a menudo contrapuestos o incompatibles intereses y deseos de los habitantes del planeta. Pero ésta es, ante todo, la faena de filósofos, moralistas, sociólogos economistas, psicólogos, biólogos y políticos que, por desgracia, no la enfocan desde un punto de vista psicoterápico. Y, de otra parte, suponiendo que fuese posible hallar tal fórmula, habría aun que poseer los medios de inyectarla y hacerla aceptar con placer a todas las nuevas generaciones, lo que plantearía un ingente problema pedagógico, que tampoco está en manos del psicoterapeuta el resolver. De aquí que este último haya de actuar corno elemento interpolado entre los que con él intentan ocuparse de la dirección de la conducta humana; sin olvidar los técnicos de las diversas religiones que constantemente interfieren para proclamar que esta vida es «puro tránsito», mero accidente preparatorio de una eternidad bienaventurada u horrible. En tales condiciones, lo que en la realidad práctica cabe hacer al psicoterapeuta es bien distinto de lo que en su realidad teóricoespeculativa intuye. Incluso a veces habrá de llegar a la escéptica conclusión -confirmada por algún sistema filosófico ultramoderno- de que la neurosis o la psicosis es, en definitiva, un «mal menor», que «peor es menealla» y que el violentar demasiado una personalidad acostumbrada a existir así puede ocasionar en ella peores efectos que los que la conllevancia de su desadaptación le ocasiona. Al fin y al cabo el hombre «es un animal de costumbres» y ocurre en este aspecto lo que en muchos otros: prefiere vivir mal a su manera que bien a la manera de los demás. No obstante, a un tal nihilismo terapéutico sólo puede llegarse en muy contadas excepciones, cuando veamos al sujeto muy ligado a un ambiente del cual se hace casi imposible desprenderle y sorprendamos, de otra parte, en sus disposiciones genotípicas, la posibilidad de desviaciones peores que las actualmente existentes (se podría hablar de una «neurosis profiláctica»)- En tales casos, la ruptura del núcleo neurótico y la desaparición de su máscara o persona fictiva deja ver con mayor claridad la pobreza de su trama constitucional hasta la que no puede llegar nuestra acción: algo


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