Diario Versión Final

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8 VERSIÓN FINAL PERFIL Maracaibo, domingo, 11 de octubre de 2009

Cipriano Castro, el Presidente que clausuró nuestra Alma Mater

Hace 150 años nació el verdugo de la Universidad del Zulia “El Cabito” nació en Capacho tal día como hoy. No ocultaba su odio por los zulianos. Sus restos fueron llevados por el actual gobierno al Panteón, al lado de Bolívar. Veamos su perfil.

tro audiencias privadísimas por día”, sostiene el experto. Herrera narra que si las mujeres “reclutadas” eran del agrado del gobernante, éste las instalaba en una casa particular, por cuenta del Estado, con protección policial permanente y sueldo de funcionaria. “Fue un precursor en esto, si observamos hoy las legiones de bellezas en los despachos oficiales. Castro había encargado el mantenimiento fresco del stock al doctor Carlos Tello Mendoza, a quien los caraqueños llamaron instantáneamente ‘ministro de Relaciones Sexuales”, asevera.

Hiram Aguilar Espina (Unica 2001) haguilar@versionfinal.com.ve

“U

n monito indescriptiblemente malvado” (Unspeakably villainous little monkey) fue el remoquete que el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt (19011909) le confirió a Cipriano Castro, presidente de Venezuela a partir de 1899. Así lo expresan los historiadores Herwig y León Helguera, en el libro “Alemania y el bloqueo internacional de Venezuela, 1902”. El tachirense, nacido en La Ovejera de Capacho, el 11 de octubre de 1859, hace exactamente siglo y medio, dejó al descubierto desde el principio que sus ambiciones superaban ampliamente su pequeña estatura. Sus andanzas comenzaron en 1886, cuando invadió Táchira con pretensiones de separar a San Cristóbal del Gran Estado de Los Andes. Un comienzo signado por la fragua de revueltas y conspiraciones –actitud que prevaleció a lo largo de su carrera militar y política, hasta lograr el ascenso al poder– le tejió un justo final: el exilio en Puerto Rico, tras ser derrocado en 1908 por su propio compadre, el general Juan Vicente Gómez. “El Cabito”, mote que su coterráneo y opositor, el poeta Pedro María Morantes (bajo el seudónimo de Pío Gil) hiciera célebre, no solamente servía como referente descriptivo del diminuto cuerpo del general Castro, sino también como una crítica a la nimiedad de sus ideas, ahogadas por una ruindad con sustento en una inagotable sed de poder. Vergüenza nacional “Sus restos no deberían estar en el Panteón Nacional, porque no reúne los méritos para compartir ese lugar con El Libertador, Simón Bolívar”, afirma el historiador y

Castro apeló a Estados Unidos para salir del atolladero, por el endeudamiento internacional que produjo su despilfarro.

catedrático zuliano Vinicio Nava Urribarrí, quien recuerda cómo Castro clausuró la Universidad del Zulia en 1904 y despojó al estado del Puerto de Palmarito para otorgarlo a Mérida, presuntamente para complacer a sus amigos. “Colocó un oscuro velo sobre el Zulia, al evitar su desarrollo intelectual”, señala Nava Urribarrí. Afirma: “Ningún zuliano debe ignorar estos aspectos de la historia, pues ese hombre irrespetó a nuestra región de muchas maneras”. Otros autores son más categóricos, como el escritor colombiano José María Vargas Vila, acérrimo revolucionario y antimperialista. Vargas le describe en su faceta de legislador: “Tuvo la elocuencia de un bárbaro, unida a la audacia de un beduino. En aquel Parlamento (...) que Fermín Toro había sabido hacer ilustre con su elocuencia, y Santos Michelena había querido hacer heroico con su martirio, Cipriano Castro entró como

DE SU INTIMIDAD ÌEl padre Alfonso Vaz narra que Castro fue seminarista en Pamplona (Colombia) entre 1872 y 1873. Ì“Pero de nada le valió, porque no fue ningún secreto su promiscuidad”, comenta el prelado. Ì Tuvo un gran número de hijos no reconocidos, entre los que figuran la reconocida cantante lírica caraqueña Fedora Alemán.

una ráfaga venida de la selva, llena de gritos bárbaros y confusos”. El autor ofrece aún más detalles: “Su verbo extraño, lleno de giros salvajes y de figuras desconcertantes asombró al Congreso, que creyó loco a aquel diputado venido de las sierras, con ese lenguaje rebelde a

toda retórica y aquellos gestos que no tenían igual en ninguna mímica. Fue un huracán de hilaridad. Cipriano Castro asesinó la seriedad del Congreso, años antes de asesinar su libertad”. La depravación El sacerdote historiador Alfonso Vaz, afirma que, entre los abusos de poder que caracterizaron el mandato de “El Cabito”, estuvo la profanación del Palacio de Gobierno, donde Castro dio rienda suelta a sus desmedidos apetitos sexuales. “Prostituyó Miraflores”, asegura el docto clérigo. Este episodio es mejor explicado por el sexólogo e investigador Sergio Herrera: “Transformó la residencia oficial en un lupanar. Interrumpía las sesiones de gabinete para correr a las alcobas donde sus áulicos le habían preparado una buena selección de jóvenes. Debía haber una excelente provisión de ellas, pues concedía de tres a cua-

Venezuela hipotecada Por otro lado, y volviendo al presidente Roosevelt, el desprecio que el líder norteamericano sentía hacia el mandatario nacional no era asunto de un precoz ‘pitiyanquismo’ histórico, sino la repulsión hacia quien, tras haber desbancado a su propia nación, manipulaba emociones para negarse a pagar la deuda externa, refugiado en una presunta “defensa de la soberanía”, según explica el historiador Ángel Lombardi. Era mal visto “por su retórica nacionalista frente al bloqueo de nuestras costas, por países a quienes el gobierno nacional les debía una cuantiosa deuda que se negaba a pagar. Castro, al principio se burló de los acreedores, pero al ver que la cosa iba en serio, el ultranacionalista, recurrió al gobierno norteamericano para que interviniera y lograra un arreglo negociado, lo cual se hizo y se logró, en nombre de la Doctrina Monroe (origen de la actual Organización de Estados Americanos)”, relata el académico. “La planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”, fue la frase que instituyó Castro como bandera de una fingida soberanía, según comenta el analista. Sin embargo, fue un país extranjero el que le libró del aprieto de una Venezuela hipotecada a los europeos. Para Lombardi, Castro no pasa un examen ni en su época ni ahora: “Sus contemporáneos lo presentaron como un maula, desleal, irresponsable, retórico, desordenado y despilfarrador, son algunas de las referencias a su persona y su gobierno”. No obstante, el presidente Hugo Chávez ordenó su traslado al Panteón patrio, que se efectuó en el año 2003.


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