Diario Versión Final

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6 VERSIÓN FINAL PERFIL Maracaibo, domingo, 23 de agosto de 2009

Gustavo Azócar paga con cárcel sus denuncias contra el ex gobernador del Táchira Ronald Blanco

Con la cruz a cuestas ANA MARIA VILORIA

En el Perfil Dominical, presentamos al valiente periodista recluído en Santa Ana. De LUZ saltó al estrellato. Famoso por destapar la masacre de El Amparo. Hizo historia cuando descubrió a un juez chimbo en San Cristóbal. El pueblo aclama a su negro. Hiram Aguilar Espina (Unica 2001) haguilar@versionfinal.com.ve

G

ustavo Azócar Alcalá no imaginó la saña con que su tenaz enemigo lo perseguiría hasta asegurarse de verlo tras las rejas de un mal reputado sistema judicial. Pero, tal vez, sí llegó a sospechar que su pasión por la investigación lo llevaría, tarde o temprano, a un túnel cuya salida aún no se avista. El barcelonés, periodista acrisolado al fuego de la ilustre Universidad del Zulia (LUZ), emprendió camino a su controvertido destino en 1988, con 22 años de edad, cuando recién egresaba de la Escuela de Comunicación. En esos días documentó y publicó la “masacre de El Amparo”, una maniobra militar donde 15 apureños fueron acribillados por el Ejército venezolano. “Lo que ocurrió en realidad fue una operación encubierta de organismos de Inteligencia, para simular un enfrentamiento con la guerrilla, para lo cual sacrificaron a un grupo de inocentes campesinos”, recuerda Casto Ocanto, periodista de El Nuevo Herald de Miami, quien conversó con Azócar la primera vez que fue ilegalmente retenido, el 7 de marzo de 2006. En la que fue su primera entrada a la penitenciaría de Santa Ana, estado Táchira, con paciencia suprema y premura meritoria, Azócar contó la enrevesada aventura que se había iniciado seis años atrás, cuando el incansable investigador empezó a documentar las irregularidades del Gobierno tachirense. Una extensa lista de aberraciones administrativas publicadas por Azócar destapó una olla putrefacta en torno a funcionarios vinculados estrechamente con el chavismo. Si el reportaje de El Amparo le valió una ráfaga de amenazas, además de un Premio Nacional de Periodismo, los sucesivos trabajos le conducirían a un campo minado. “Desde que hizo sus pasantías en El Nacional, en 1988, Gustavo demostró que la investigación era lo suyo, por eso estaba consciente de que su trabajo podía traerle

problemas”, comenta la periodista zuliana Marité Gil, una de sus compañeras de grado. El juez intocable El abogado Jesús Vivas Terán, antiguo defensor de Azócar, asegura que, si bien la borrasca levantada por la labor periodística de su cliente desde el año 2000 perturbó al recién emplazado gobernador, Ronald Blanco La Cruz, su ira fue ocasionada por la denuncia contra el octavo juez de control Jorge Iván Ochoa Arroyave. “Azócar descubrió que Ochoa, un colombiano nacionalizado venezolano, fue nombrado juez con falsa documentación”, rememora el jurista. De este magistrado, famoso por encarcelar a una docena de dirigentes opositores tachirenses que participaron en los sucesos del 11 de abril de 2002, se supo que estaba “apadrinado” por Blanco La Cruz. El actual perseguido político había hallado y publicado en 2006 vasta evidencia contra Ochoa, quien fungía como brazo legal ejecutor a las órdenes del ex gobernador tachirense; y fue desde ese momento que, literalmente y usando la jerga popular, Blanco “le hizo la cruz” al periodista. “Entre otras pruebas, Azócar había presentado un informe del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), de Colombia, en el que se detallaba que Ochoa se adjudicó estudios de postgrado en Derecho en la Universidad Externado de Colombia y la Universidad Libre de Colombia, que nunca realizó”, señala Ocanto. El informe del DAS había sido solicitado por el Cuerpo de Investigaciones, Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) de Venezuela, como parte de una investigación confidencial sobre el funcionario natural de Colombia, quien había incurrido en fraude ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) venezolano. Azócar calificó la arremetida judicial de 2006 como “un pase de factura del gobernador Blanco La Cruz, porque el juez Ochoa es su protegido”. Sin embargo, el ex gobernante negó cualquier relación

Gustavo Azócar, Premio Nacional de Periodismo, ha vuelto a las celdas por destapar los casos de corrupción del gobierno chavista del Táchira.

con la detención del periodista, así como su influencia en el sistema judicial regional. En libertad breve Tras 24 días de presidio, el perseguido salió en libertad el 30 de marzo de 2006, nominado como “el primer periodista preso de la Revolución de Hugo Chávez”. Se le acusó de dolo administrativo en la gerencia de la estación Radio Noticias 1060 AM, a través de un expediente que venía entretejiéndose desde septiembre de 2000. En agosto de ese mismo año, Blanco La Cruz se había entronado como gobernador de Táchira, en un controversial proceso comicial impugnado por el candidato de Copei, Sergio Omar Calderón, puesto que al presunto triunfador, por el partido Patria Para Todos, se le adjudicaron los votos de Leonardo Salcedo, del MVR, quien se había retirado de la contienda.

Sin embargo, Blanco La Cruz fue proclamado gobernador, aún por encima del pronunciamiento del Consejo Nacional Electoral, organismo que había rechazado la posibilidad de sumar las papeletas. Una vez investido del poder como mandatario regional, éste emprendió su cacería contra Azócar, aunque negó públicamente su presunta influencia sobre el sistema judicial. Lo inverosímil de las acusaciones hizo que el imputado fuese puesto en libertad en su primera reclusión, a pesar de la insistencia en los señalamientos como protagonista de un presunto enriquecimiento ilícito, pero las voces de sus compañeros revolucionarios hasta hoy siguen contrariando los desmentidos de Blanco La Cruz y revelan las verdaderas causas del proceso judicial. Al día siguiente de su segunda retención ilegal, ocurrida el pasa-

do 29 de julio, la dirigente de Un Nuevo Tiempo, Delsa Solórzano, manifestó: “Vimos con mucha alarma a una dirigente del PSUV, del Consejo Legislativo del estado Táchira, diciendo que Gustavo Azocar tenía que estar preso porque arremetía diariamente contra dirigentes del oficialismo en su programa de televisión”. Un fuego encendido La aversión de los revolucionarios hacia Azócar y su programa “Café con Azócar”, quedó evidenciada de manera caricaturesca y grotesca al mismo tiempo el 20 de noviembre de 2007, con el desventurado episodio de la diputada a la Asamblea Nacional, Iris Varela, quien entró al estudio de la Televisora Regional del Táchira presuntamente para solicitar un derecho a réplica. Sin embargo, con base en una supuesta ofensa personal que, según Varela, Azócar profirió en relación con el fallecido hijo de ésta, se abalanzó sobre el moderador, maltratándolo verbal y físicamente. Marité Gil afirma: “Lo que molestó a la diputada fue un comentario sobre la muerte de su hijo en uno de los libros de Gustavo, donde señala que el hecho ocurrido en un hospital público del período anterior a Chávez produjo un resentimiento en Iris Varela que se refleja en su comportamiento violento”. Gil asevera que Azócar es “un caballero en todo sentido”; lo describe como una persona leal, humilde, proveniente de una familia muy honesta. De esto dieron fe las comunicadoras Milagros Zambrano y Fabiola Niño, quienes en sus interrogatorios ante la Fiscalía negaron que existiese alguna irregularidad en sus relaciones laborales. Así también, los testimonios de los miembros de Lotería del Táchira, como los de operadores de la emisora Radio Noticias, en ningún momento inculparon a Azócar. Ni siquiera demostraron la existencia del presunto dolo. Pese a esto, la persecución judicial contra Azócar arribó a su noveno aniversario. Ha vuelto a protagonizar una nueva audiencia ante los tribunales, de esas tortuosas que ha vivido en los últimos años; como la del 29 del mes pasado, cuando lo retuvieron por medida de privación preventiva de libertad. Ese día fue el cumpleaños de su hijo menor, que esperaba a su papá para celebrar. Así como el niño se quedó esperando a su padre, 27 presos políticos en todo el país continúan esperando justicia, junto a sus familiares y millones de ciudadanos que claman el fin de los abusos de poder. Azócar conoce el día que empezó a cargar su cruz, pero no sabe hasta cuándo deberá llevarla sobre sus hombros.


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