22 VERSIÓN FINAL SUCESOS Maracaibo, viernes, 7 de agosto de 2009
Organismos policiales aún investigan el homicidio que tuvo lugar detrás de la iglesia Guadalupe. Sospechan del trabajador de una funeraria. Diverzu, organización que respalda a los travestis, tendrá un derecho de palabra en el CLEZ y hará una vigilia en 5 de Julio.
Hace un mes un sordomudo homofóbico asesinó a un travesti en Sierra Maestra
Unos pocos bolívares acabaron con las noches lujuriosas de “Violeta” FOTOS: ALBERTO VILLALOBOS
La semana que viene la organización Venezuela Diversa Capítulo Zulia, que protege a los transexuales, protagonizará una vigilia en contra de los crímenes de género, que se refiera a las muertes provocadas por la condición sexual del individuo y por ataques de homofobia o discriminación en Venezuela. En los últimos meses siete transexuales han sido asesinados durante su trabajo: tres en Maracaibo, tres en Caracas y uno en San Cristóbal.
Juan José Faría (Unica 2006) jfaria@versionfinal.com.ve
C
uando tenía 15 años se puso las primeras prendas de mujer. Cuatro años más tarde, hace un mes, Jair José Vergara Conde, con sólo 19 años, cayó en el suelo solitario del sector Sierra Maestra con una herida en la cabeza que más tarde la llevó a la muerte. Varios hombres, los que serían sus amantes furtivos y temporales de esa noche, le dieron la muerte antes de recibir sus servicios sexuales. Jair era “Violeta” desde que se unió a los travestis de Maracaibo. “En la funeraria que está entre la calle Unión y la avenida 15 de Sierra Maestra hay un sordomudo. Puede ser ese”, comentó un hombre a VERSIÓN FINAL vía telefónica y sin dar su identificación. No se tomó importancia. Hoy no hay respuesta, como casi todo homicidio en la ciudad, pero los miembros de la organización que preserva la diversidad sexual en el estado cree que no toman en cuenta el caso por tratarse de homosexuales. Sin embargo presionarán ante las autoridades, para dar con el esclarecimiento del crimen. Katiuska fue testigo del asesinato, pero pudo haber sido otra victima. Ahora lo cuenta, con temor, después de ver desde lo alto de un árbol las lentejuelas de Violeta curtidas por la sangre de su cabeza. Fue el día 7 del mes de julio cuando entre las dos, Katiuska y Violeta, pescaron a los primeros clientes en la muy despierta calle 5 de julio. Ya era de madrugada. Repitieron la rutina casi obligada: unas palabras para despertar la libido, algunos movimientos eróticos, conversaciones de precios y el cierre del plan. Ya estaba hecho. Violeta se montó en el carro donde iban los tres hombres. Era un carro fúnebre, viejo, negro y amplio en la parte trasera. Los hombres viajaban en la parte de-
VIGILIA TRANS
Violeta quedó muerta en una calle de Sierra Maestra. Se ganaba la vida vendiendo su cuerpo como travesti.
lantera del vehículo. Katiuska notó que el chofer no hablaba, sólo miraba asombrado a la pareja de hombres vestidos de mujer. “Sería muy tímido”. En el asiento trasero estaba ella. Tenía el pelo teñido de negro, cuidado y recogido en la parte más alta de la cabeza como un peinado. El rostro lo tenía exageradamente maquillado, para tapar algunos pelos en la barbilla, y los ojos se veían vivos, despiertos, luciendo los colores más llamativos de las sombras femeninas. El rímel que se aplicó en su casa del sector Socorro le levantó las pestañas y el color de las cejas combinaban con la blusa escotada y brillante que resaltaban sus pechos recién implantados. A su lado estaba Katiuska, un poco más alta, tan exótica y llamativa como Violeta, y con el cabello negro, no tan largo, como el de su amiga. “Papi vamos pues”. El grupo se fue. La fornicación sodomita no se consumó nunca. Ya habían pasado varias horas y Katiuska y Violeta estaban apuradas por llegar a 5 de julio. La noche se estaba yendo y sólo tenían un cliente. Mientras tanto el carro fúnebre seguía rodando hasta que llegaron a una estación de servicio de San Francisco. El chofer seguía sin hablar, sin manifestar un solo sonido entre sus acompañantes. “Llegamos ahí. Después se me-
Luis Meneses, representante de la organización, informó que el lunes tendrán un derecho de palabra ante el Consejo Legislativo del estado Zulia para deplorar algunas declaraciones que atentan contra la diversidad sexual en el país y que fueron publicadas por un medio local. “Lo primero que queremos hacer es el seguimiento de la muerte de Violeta y la reapertura del homicidio de Marimar, que la asesinaron en 18 de octubre, y de Penélope, que apareció muerto en el barrio Los Estanques. También somos seres humanos”. El Cicpc aseguró que los homicidas estaban identificados, aunque aún no se tienen mayores datos de la situación de cada uno de ellos.
Los familiares de Violeta, cuyo nombre real era Jair José Vergara Conde (19), exigieron justicia.
tieron por Sierra Maestra. Nosotras le preguntamos qué íbamos a hacer porque había pasado mucho tiempo, hasta que se estacionaron”, contó al Cicpc, Katiuska, que llevaba tres suturas en la cabeza, un hematoma en el ojo y un golpe en el tabique. Llave de cruz Ya era bastante tarde desde que salieron de 5 de Julio cuando el chofer bajó con una llave de cruz del carro y golpeó en la cabeza a Katiuska. Violeta estaba algo distraída con los otros dos, pero al ver que su amiga cayó al suelo
y comenzó a gritar, corrió hasta donde estaba la pareja y tomó con sus dos manos, bien cuidadas y de uñas largas, el cuello del agresor. El chofer volteó, aún sin decir una palabra y estrelló con todas sus fuerzas la herramienta de metal en la cabeza de Violeta. Ella cayó al suelo, agonizando, pero antes de morir recibió otros golpes en otras partes de su cuerpo. Katiuska no fue tan valiente. En las fracciones de segundos que se tocaba la cabeza para sentir su sangre, vio cuando Violeta cayó moribunda. No hizo más que correr. Olvidó las delicadezas feme-
ninas recién adoptadas, dejó atrás la cartera de mujer y se montó en el árbol con toda la masculinidad del mundo. Ahí estuvo hasta que los tres hombres se fueron. Crímenes de género. El vehículo se estacionó a un lado de la iglesia Guadalupe, a sólo una cuadra de la calle Unión, en la zona más oscura de la calle. Los dos travestis se acercaron a cada uno de los hombres, menos al chofer. Era el único que no tenía pareja. Se apoyaron al carro cuando el conductor del vehículo bajó ocupando sus manos con una pesada herramienta automotriz. “El chofer era sordomudo”, dijo Katiuska un día después en la zona de interrogatorios de la Policía Científica. Ahora teme salir a las calles y su selección de clientes ha hecho destrozos en sus bolsillos.