20 VERSIÓN FINAL SUCESOS Maracaibo, lunes, 1 de junio de 2009
Hoy se cumplen ocho meses de la muerte del presidente de la FCU-LUZ
Homicidio de Julio Soto: entre la impunidad y una corrupción en las sombras HUMBERTO MATHEUS
Su muerte desató un escándalo de tal proporciones que el Parlamento Europeo pidió a Venezuela una explicación legal. Los presuntos sicarios aún están, literalmente, en tela de juicio. La mafia de los tickets sigue siendo un fantasma en su sicariato. Juan José Faría (Unica 2006) jfaria@versionfinal.com.ve
J
ulio. Debía llamarse así, como su padre, aunque naciera y muriera en octubre. El séptimo mes estuvo en la boca de propios y extraños desde el primer día del décimo. Era 2008, era un miércoles y eran las 2:30 de la tarde, en Maracaibo. Jamás los meses habían tenido tanto protagonismo en la vida criminal y universitaria zuliana, desde que asesinaron a Julio Eduardo Soto en el sector 18 de octubre. Se llamó Julio desde el 23 de octubre de 1978, cuando nació en un hospital de Tamare, en el municipio costeño y oriental de Lagunillas. Desde entonces su nombre se ha repetido en los calendarios criminales de la Policía científica, en los más íntimos almanaques de los Soto e Imélida Weifg (su novia) y tampoco ha dejado de contar los días en los pasillos sumisos y cómplices de La Universidad del Zulia (LUZ). Dos sicarios detonaron un escándalo nacional que fue más allá de los proyectiles asesinos, y nunca pensaron que fuera así. Faltaba media hora para que lo asesinaran y Julio, ignorante, acompañaba el acto protocolar del cambio de autoridades de LUZ. Estaba a un lado de los nuevos rectores, pero se veía distante, vestido muy formalmente y escoltado por las pinturas centenarias y las lámparas artísticas del legendario teatro Baralt. No estaba al lado de las autoridades por casualidad. En el 2002 había empezado a sonar su nombre en la política de Lagunillas y en las esperanzas universitarias del núcleo de LUZ en la Costa Oriental del Lago. Para ese entonces Mervin Méndez, político zuliano, le dio el empujón que hacía falta para adentrarse en los caminos enlodados de la política local. Leonardo Atencio terminó de entregar el poder a Jorge Palencia, como rector de LUZ, cuando a Julio le dio hambre. A mala hora. La sombra de los tickets En el 2006 salieron de los salo-
nes de la universidad los escándalos de corrupción. Se colaron en los diarios locales y permanecieron en las mentes de los jóvenes zulianos. La Federación de Centros Universitarios (FCU), cuyo presidente era Julio desde hacía unos años, era acusada de mantener y controlar mafias dentro de LUZ relacionada con los boletos subsidiados y administrados por el Gobierno nacional para beneficiar a los estudiantes. Para entonces Soto no era más que eso, el presidente de la FCU. Se defendió, como pudo, de las acusaciones que organismos adversos a su administración mostraron a todas luces. Dijo, conciso y resumido, que estaba presto a las investigaciones de las supuestas mafias. Se había acabado el problema con esa premisa, aunque los comentarios se quedaron tatuados en las paredes de Humanidades y otras facultades de la universidad. Cuando Leonardo Atencio terminó de dar su discurso, aún quedaban palabras aburridas por escuchar en el teatro Baralt. Julio seguía sintiendo hambre, y quizás estaba aburrido, así que salió del lugar con dos muchachas estudiantes del núcleo en Punto Fijo, y con Hernán Chirinos, candidato a la FCU en el estado Falcón. Dejaron la estructura beige con blanco, a un lado de la plaza Bolívar, y las cuatro personas se montaron en la Trail Blazer de Soto, el estudiante. El conductor era el anfitrión, así que debía llevar a los falconianos a comer algo que dejara bien parada la ciudad. Julio Soto, a pesar de sus defensas, siempre fue objeto de acusaciones de enriquecimiento ilícito por culpa de los boletos estudiantiles. Los adversos a su gestión lo tildaban de corrupto y hasta criminal, aunque nunca se hubiera comprobado. La Fundación Fondo Nacional de Transporte Urbano (Fontur) aplicó en todo el país y desde inicios del 2001 el boleto estudiantil para beneficiar a los más pobres. Cada ticket tiene un costo aproximado de 20 céntimos, y represen-
Las máximas autoridades del Cicpc se encargaron de las investigaciones de la muerte de Julio Soto (abajo izq.) A la derecha los hermanos Méndez Artigas, en proceso de juicio como autores materiales del homicidio del dirigente universitario.
ta, entre el pasajero y el transportista, el pago por una carrera dentro de la ciudad, cuando el pasaje asciende el bolívar fuerte con 50 céntimos. El dueño del transporte, normalmente un autobús, se acerca a Fontur, institución que le pagará la diferencia a un precio mayor al estipulado para toda la población. La FCU tiene la responsabilidad, otorgada por Fontur, de administrar la boletería. En cada sector de la ciudad, facultad de la universidad y otros sitios estratégicos, existe un local de canje de los tickets. Cada uno de esos loca-
les le corresponde a la FCU por legalidad. Es esa institución la que debería velar por el beneficio de los estudiantes, y Soto era el presidente. En los bajos fondos de LUZ se decía que, del total de tickets que le corresponde a cada estudiante, sólo se le vendía un mínimo porcentaje. El resto de los boletos, ya impresos con la respectiva identificación de beneficiado, era vendido al doble de su costo a los transportistas, quienes a su vez lo llevaban a Fontur para canjearlos por el dinero y donde el valor del boleto era alterado a proporciones
que lograban enriquecer a cualquiera. He ahí la trampa. También se dice que la avaricia de los involucrados es tal, que en las noches se imprimen, con una máquina industrial, cada uno de los boletos que no fueron vendidos a los universitarios, y que terminarán en un depósito de Fontur, después de ser ensuciados con el propósito de dar el aspecto que pasó por muchas manos, es decir, que los estudiantes fueron los beneficiados. En contra de Soto no hay pruebas. Tampoco, al día de hoy, nadie ha podido demostrar nada de lo que se le atribuye.