Diario Versión Final

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Maracaibo, miércoles, 18 de febrero de 2009 EFEMÉRIDES VERSIÓN FINAL 9

El titán científico de Maracaibo FOTOS: HUMBERTO MATHEUS

DIAPO Todas las pertenencias del profesor pasarán a ser protegidas por el Centro de Documentación, Información y Archivo Histórico de LUZ (Cedia). Una partida especial será destinada a la recuperación total del patrimonio. Lo expondrán en un galpón especial de la Universidad del Zulia.

La última carta que escribiera a su padre Don Luis Fernández Morán en 1948. Días más tarde su progenitor moría en Maracaibo. Aún le decía "papacito".

El científico siempre se sintió atraído por las riquezas naturales de su Venezuela natal. Aquí en lo alto de Roraima, el tepuy más alto de la Gran Sabana. ANA VILORIA

Colección de sus discos favoritos entre los que resaltan, Mozart, Chopin, Bramhs, suites de cuatro, sinfonías venezolanas y música de Aldemaro Romero.

Su partida Un 17 de marzo de 1999, Venezuela, el Zulia y el mundo científico del planeta verían partir al inventor marabino. A las 12:00 de la madrugada de Estocolmo, Suecia, Humberto Fernández Morán fallecía de un aneurisma. Había batallado contra cinco derrames cerebrales. La desaparición había sido sólo física. Sus restos serían trasladados a Maracaibo, donde reposan en el cementerio "El Cuadrado", desde el 20 de marzo de 2000. El hijo ilustre comenzaba así su otra carrera, la de la inmortalidad.

Libreta de anotaciones. Para Fernández Morán cualquier apunte era de importancia, más aún cuando se enfocaba en los avances de sus proyectos.

como decidió calificar al encuentro con su esposa, la señora Anna Browallius, mujer alta de cabellos rubios, sueca de nacimiento, su esposa desde 1953 hasta el final de sus días. Con ella daría la vida a sus hijas Brígida Elena, la mayor, y Verónica, la menor. A Fernández Morán le gustaba el futuro, la tecnología, las naves y los viajes espaciales. En los paseos por sus libros acomodados en estantes de aluminio, en los mismos salones de puertas blancas y anchas de LUZ, encontramos una particular colección de Isaac Asimov, el bioquímico y autor de ciencia ficción bielorruso. Algo de esos sueños llevaría consigo a los laboratorios del proyecto Apolo en la Nasa, donde fue uno de los cerebros de aquellas exploraciones. Fuera del laboratorio, el científico hecho ya hombre prefería refugiarse en la familia, la fotografía o los clásicos de la música, Brahms, Mozart, Chopin, Tchaikovsky, pero

también sus recuerdos de la Venezuela con las suites de cuatro o Aldemaro Romero. Quién lo diría. Ese joven de 21 años sentado en una sala hablando brevemente con Albert Einstein, venezolano de “corazonadas” como él mismo diría, resaltaría para siempre en los libros de ciencia mundial. Su figura, sería premiada con la medalla John Scott, Philadelphia 1967, conferida por sus logros con la cuchilla de diamante, una condecoración sólo recibida por grandes de toda la historia como Thomas Alva Edison, inventor de la bombilla eléctrica, Alejandro Fleming, descubridor de la Penicilina o Jone Salk, por la vacuna contra la poliomielitis. Tal vez no quiso quedarse entre cuatro paredes, y eso lo demostró, particularmente en Venezuela con sus conocimientos en medicina, biofísica, biología celular, genética, viajes espaciales, microscopia electrónica, neurología, neuropatolo-

La cuchilla de diamante, el descubrimiento que lo haría acreedor de la medalla John Scott. La hoja es capaz de seccionar en 10 mil partes iguales un cabello.

gía, bioquímica y química. Volcó su poderosa presencia como científico a la causa nacional con la creación del Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (Ivnic) hoy Ivic, a las aulas de la Universidad Central de Venezuela y la Universidad del Zulia. Antes de salir Son las 12.00 del mediodía. En dos horas hemos explorado cientos de pertenencias de Humberto Fernández Morán. El acondicionador de aire marca 16 grados centígrados, el salón

de puertas blancas y anchas de la Facultad de Medicina de LUZ está helado, es la temperatura propicia para mantenerlas sin riesgo. Cansados ya leemos por último un extracto de una entrevista publicada en 1968 en el diario El Nacional, una línea nos ha retumbado en la consciencia, la misma que parece perdurar aún en 2009. ¿Cuál es la tragedia del científico latinoamericano? “La frustración del hombre que se siente capaz de crear ciencia original en su propio país, pero a quien se le niegan los medios y por

Detalle de uno de los pasaportes del científico. Su firma debajo de su foto.

ello se ve obligado a emigrar a lugares más propicios”. A la salida nos espera sonriente e igual de cortés el profesor Juan Pablo Hernández, nos da la mano y se despide. “Espero que les haya servido de mucho la visita”. Agradecemos de inmediato el favor concedido por el guardían del patrimonio. Ha sido un viaje. Hemos tocado, con nuestras propias manos, todo ese tesoro de Venezuela contenido en dos salones al final de un pasillo de losas rojas y opacas en LUZ.


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