VerdeMente. La Guía Alternativa de Madrid

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Imparte talleres prácticos sobre los fundamentos de la Inteligencia Emocional. Es formadora en habilidades directivas, comunicación y formación de formadores. Fundadora y Directora de la Asociación Cúspide cuyo objetivo es el desarrollo del individuo y de su entorno aplicando la ecología emocional. www.cuspideformacion.com info@cuspideformacion.com

Emocional

gran importancia que tiene esta etapa para el desarrollo cognitivo del niño, y los hay que simplemente no tienen paciencia ni interés en atender las demandas de conocimiento del niño. En respuesta a estas preguntas el adulto, con buena intención o no, rechaza la cuestión transmitiendo un mensaje del tipo “Que te calles”. El niño nos hace preguntas porque confía en nosotros y recibe esta respuesta de modo diferente a la intención con la que la formula el adulto. Nuestro sarcasmo, nuestras evasivas o nuestro silencio le defraudarán y le desanimarán a seguir preguntando. Y con ello lo único que lograremos es limitar su espontaneidad y su impulso de comunicarse. Además el niño aprende a que no se debe preguntar nada tan solo “oír” y “callar”. El niño aprende a no aprender. Eventualmente podemos caer en este tipo de comportamiento, muchas veces por agotamiento, pero hemos de ser conscientes de las consecuencias que conlleva, por lo que es mejor expresar al niño nuestro estado y aplazar la respuesta para otro momento dejando abierta la línea de comunicación. Segundo nivel. Repetir la pregunta en la respuesta En este caso, la respuesta que ofrecemos al niño no aporta ningún conocimiento porque en la respuesta está implícita la reformulación de la pregunta, por ejemplo: “Alguien hace locuras porque está loco”. Es una respuesta que damos por ignorancia, o bien porque no sabemos cómo poder explicar la respuesta, o sencillamente porque queremos dar por terminada la conversación. Al responder así no nos darnos cuenta

SUSANA CABRERO

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de que no aportamos ninguna información y por tanto tampoco hay aprendizaje. En estos casos es mejor postergar la respuesta y ofrecerla más adelante o bien manifestar que no lo sabemos. Tercer nivel. No admitir la ignorancia Son esas situaciones en las que respondemos cualquier cosa, por absurda que sea, para hacer que se calle el niño o bien para ocultar nuestra ignorancia. Con el tiempo el niño puede contrastar dicha información y darse cuenta de que la información que le dimos es errónea, pero además sin darnos cuenta le estamos enseñando a aparentar que posee un conocimiento que no tiene. Ante una pregunta de la que desconocemos la respuesta, si admitimos que no lo sabemos, el niño entiende que los adultos no lo saben todo y le damos la opción de aprender algo nuevo. Pero hemos de apoyar el interés del niño por aprender reforzando su comportamiento: “Esa es una buena pregunta” o bien “Me alegro de que me lo preguntes” añadiendo: “aunque

no se la respuesta”

Cuar to nivel. Estimular la búsqueda de respuestas Vamos un poco más allá y sepamos o no la respuesta le mostramos al niño que la información puede buscarse, pero cuidado, si asumimos nosotros la responsabilidad de buscar la respuesta, el niño aprende que la información puede obtenerse pero que ya se encargará otro de buscarla. En este caso el aprendizaje es pasivo y puede crear problemas posteriores de trabajo en equipo. Es una actitud muy común, bien por falta de tiempo o por

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