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CLESA, rESCAtA r EL pAtrimonio

En 2022 perdimos dos obras de dos maestros: el monasterio de Santa Inés (1964), de Coello de Portugal, y la casa Vallet de Goytisolo (1956), de Coderch.

Tuve la suerte de visitar el primero con mis amigos del COAIB en un viaje para conocer la arquitectura de Zaragoza. Recuerdo su hermoso claustro que organizaba de una manera sencilla y eficaz el programa del edificio. Recuerdo nuestro paseo por sus cubiertas, tal y como hacían las monjas que aparecían en las fotos antiguas. Recuerdo su iglesia, con la habitual calidad espacial de las obras de Coello.

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Todo demolido.

Todo perdido, salvo su recuerdo.

Queda la sensación de orfandad. De perplejidad también. Los que somos arquitectos sabemos lo difícil que es construir (y lo fácil que es destruir). Toda la inteligencia, la dedicación y la sensibilidad volcadas en estas estupendas obras hace que merezcan ser cuidadas y protegidas.

Porque ya no son de Coello, de Coderch o de Sota. Son nuestro patrimonio.

Y ahora, CLESA.

Debo de ser de los pocos niños de mi barrio (el poblado dirigido de Fuencarral) que no lo visitó con el colegio. Para mí solo era un edificio cualquiera que, a veces, olía a Cacaolat. Cuando muchos años después, en 2015, lo estudié en profundidad con motivo del concurso de ideas convocado por Metrovacesa a instancias del COAM, descubrí la enorme calidad del edificio. Como bien ha argumentado la plataforma Liebre por Gato, que perseguía su declaración como Bien de Interés Cultural, solo por la acertada composición de sus volúmenes y por su riqueza espacial merecería la más alta consideración. El segundo aspecto pudimos constatarlo en la visita que hicimos con motivo del concurso de ideas. A pesar del estado de abandono en que se encontraba, era un espacio emocionante, especialmente en su zona de mayor altura.

Todo esto no se puede perder. Y no me refiero solo a una improbable demolición, sino a la pérdida de su esencia arquitectónica.

Hace más de sesenta años De la Sota nos regaló este edificio. Y rechazar un regalo es de mala educación.

Jesús García Herrero

Doctor arquitecto.

Profesor de la ETS de Arquitectura de Madrid

Con el magnífico proyecto del arquitecto Alejandro de la Sota, la fábrica Clesa fue construida entre los años 1958 y 1961, en la avenida Cardenal Herrera Oria, de la zona norte de Madrid.

El edificio ha sido un referente de arquitectura industrial y, por ello, debería ser declarada y protegida como Bien de Interés Cultural (BIC).

La fábrica funcionó hasta el año 2011, durante esos años trabajaron en ella numerosos vecinos y vecinas del barrio de Fuencarral.

Tras varios acontecimientos, en 2014, y gracias a la presión ciudadana, se pudo evitar la demolición del edificio.

Recientemente, la Comunidad de Madrid rechazó que fuese considerado y protegido con la categoría BIC, dejándolo con el grado de protección 3 parcial, que se le asignó en 2015.

Los expertos creen que esto sería insuficiente, para garantizar la calidad arquitectónica de la fábrica. Esto supondría la pérdida de la referencia que es tan apreciada y reconocida, a nivel mundial.

Esperemos que no llegue ese momento pero, si llegara, los vecinos del barrio de Fuencarral, volveríamos a estar ahí de nuevo, presionando para impedir tan irreparable pérdida. | María Jesús Pérez Nuñez

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