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LA COLUMNA DE MONSEÑOR

Industria Homeboy, una continua experiencia de resurrección...

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Trabajar porque la dignidad humana sea reconocida

«Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas» (Laudato si’ 43).

Hablar de dignidad humana significa reconocer en toda persona una serie de valores, de derechos y de responsabilidades que la hacen única en el marco de toda la creación. Para los creyentes es algo que nos ha sido otorgado por el Creador en el momento de ponernos en este mundo como algo salido de sus manos y, sobre todo, como una obra muy buena, distinta de todas las demás. Es algo que exige que sea respetado el derecho a vivir en plenitud y a ser felices.

La dignidad exige que a todos los seres humanos se les permita llevar a plenitud el don que han recibido al ser queridos, pensados y deseados por Dios desde toda la eternidad. Si nos aceptamos como obras salidas de la mano de Dios, nos damos cuenta de que somos únicos, pero llamados a poner en común toda nuestra diversidad. Hemos sido creados para vivir en relación, para pertenecernos unos a otros, para ser unos con los otros y esto implica respeto y reconocimiento.

Contamos y tenemos un gran valor simplemente por el hecho de existir, pues nadie ha nacido por casualidad y a todos se nos deben brindar las mismas oportunidades para disfrutar de la vida y para comprometernos en ella, haciendo de toda la creación el paraíso soñado por el Creador.

La dignidad humana significa no sólo cuidar la integridad y el respeto que cada persona se merece, sino también del ambiente en donde estamos llamados a crecer y a desarrollarnos con todos los talentos que se nos han otorgando.

Un ambiente degradado y explotado se convierte en un espacio insano en donde las personas son amenazadas por todo aquello que llamamos hoy tóxico. Un ambiente inseguro, violento, insensible a las necesidades de los más desfavorecidos de nuestra sociedad se convierte en uno contaminado que envenena y destruye la vida.

Una realidad en donde se le apueste sólo al aprovechamiento de los recursos, sin un mínimo de respeto y de consideración a la dignidad, se convierte en un sistema que niega lo noble que existe en cada ser humano y se convierte en elemento destructor que lo contamina todo.

El cuidado de la creación, reconociéndola como la casa que se nos ha otorgado, seguramente pasa por el respeto y el reconocimiento de la dignidad de cada persona como condición para reconocernos como humanos.