Semanario: ‘Guerreros medievales’ que conquistan Saltillo

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438 años de la ciudad Saltillo cumplió ayer, oficialmente, 438 años de existencia, aunque no se sabe con certeza el año de su fundación porque el acta no se ha encontrada nunca. Durante la administración del gobernador Óscar Flores Tapia se decidió que 1577 era el año más probable de la fundación basándose en el llamado “Documento de Parral”, y en su sexenio celebró los 400 años de existencia de Saltillo. Posteriormente, el historiador saltillense Carlos Manuel Valdés, encontró en España otro documento fechado en 1575, en el que se menciona ya la Villa de Saltillo. Esperanza Dávila Sota >11

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VANGUARDIA mx | Domingo 26 de julio de 2015

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‘Guerreros medievales’ que conquistan Saltillo

Las armas que manejamos están basadas en algo real o histórico, pero si alguien quiere hacer algo que vio en una película o algo de su imaginación, bienvenido. Mientras cumpla con las normas de seguridad”. Juan Pedraza, sacerdote de la Orden.

Por Jesús Peña / Fotos de César Vargas, Luis Salcedo y Jesús Peña

Un club de la pelea muy particular causa el asombro de propios y extraños con sus trajes, armas y tácticas de la Edad Media Cuando la gente que pasaba los miró combatiendo en plena Plaza de Armas, al pie de Palacio y bajo la sombra escultórica de la Catedral, pensó que eran los prófugos de algún manicomio. Unos peludos jugando a las espaditas, como si fuesen críos de cinco años, a los que la gente tomó por chalados y se fue burlando. Después la misma gente que se mofó de ellos se acercó, atraída por el espectáculo callejero de las espadas, y les preguntó que qué estaban haciendo. Los locos aquellos le explicaron a la gente que se trataba del sotf-combat o combate suave, un deporte alternativo de contacto que se juega con réplicas de espadas, escudos, sables, alabardas, mandobles, arcos y otras armas medievales, puesto de moda hace 20 años en Europa y Estados Unidos y que tiene sus antecedentes en la Edad Media. Y la gente se interesó, le gustó, tanto que algunos se quedaron, pidieron prestados los estoques y se pusieron también a jugar. Otros de plano trajeron sillas de sus casas y se sentaron a ver a los peludos aquellos que jugaban a darse de espadazos con espadas de fantasía. Todo marchaba bien, cuando a uno de los guerreros se le voló la espada, por falta de pericia, y fue a dar cerca de un nene que miraba. No pasó nada. Pero los guardias de Palacio se alarmaron y corrieron de allí a los guerreros, que se fueran a jugar a otra parte, les dijeron, y ellos se fueron. La gente se crispó y quiso interceder por ellos, que les dieran permiso de volver a pelear allí, pero ya no se pudo hacer nada. INICIARON TRES Hacía seis meses que los caballeros de las espadas habían tomado la Plaza de Armas. Primero eran tres, luego fueron llegando más y más, hasta que se tornaron en una tribu. Entonces pensaron que sería bueno ponerse algún nombre, llamarse de alguna manera, y decidieron bautizarse como SoftCombat Saltillo “Orden de Santiago”, en honor a la Catedral, que lleva ese mismo nombre. “Fui y dije ‘ah mira, están jugando con espaditas, ¡que ridículos!’. Me di la oportunidad de practicar y dije ‘ah, ¿qué onda?’. No son espaditas así, llanas, es disciplina, historia, desarrollo personal y humano”, me cuenta Francisco Vázquez, “El Agares”, miembro del Concilio de Ancianos de la Orden, que no por ser viejos se llaman así —“El Agares” tendrá unos 40 años—, sino por ser los fundadores, y por ende los más experimentados del grupo. El Concilio de Ancianos en la Edad Media estaba conformado por los veteranos de antiguas guerras que transmitían sus conocimientos a los caballeros más jóvenes. Ni ellos saben bien a bien cómo fue que empezaron a congregarse en la plaza, a los pies de Palacio y bajo la sombra escultórica de la Catedral, a jugar espaditas. Sólo dicen que hace como seis años alguien, un alguien, no recuerdan ni quién, mandó un mensaje por Facebook, esa poderosa red social, invitando a gente que gustara de la historia medieval, y particularmente de las luchas medievales, a juntarse en la plaza para practicar soft-combat. “‘Dijo ‘¿qué les parece?, vamos a hacer esto’, a algunos nos pareció buena la idea porque… tal vez el ocio, en aquel tiempo yo estaba desempleado”, narra Juan Antonio Pedraza Colunga, uno de los fundadores del grupo, hoy sacerdote de la Orden. Y la voz se corrió después de boca en boca y de oreja en oreja, hasta que la Plaza de Armas estaba convertida en el

campo de batalla de estos guerreros que jugaban a matarse con espadas de “salva”. “Un amigo me dijo ‘vi a unos chavos que traían unas espadas acolchonadas’, y le digo ‘¡con madre!, vamos’”, cuenta Rafael Iván Quintero Concha, uno de los veteranos de la tribu. A “El Agares”, que había practicado artes marciales, taekwondo, karate y kung fu durante 15 años, lo convidó Juan Antonio Pedraza Colunga, el sacerdote de la Orden, algo así como el mayor entre los guerreros. Lo primero era fabricar las armas, que en un principio, me platica Carlos Alfredo de Lira, caballero y juez de la Orden, eran viles palos de escoba forrados con almohadas y cinta canela. Y escudos de cartón, que de un golpe se rompían. Con el tiempo, y gracias a la internet que todo lo puede y está en todo el mundo, los de la “Orden de Santiago” aprendieron a fabricar réplicas de armas a base de tuvo pvc, protegido con cartón o foami y recubierto con cinta americana, lo que daba a las espadas esa apariencia entre plomiza y plateada. Más tarde el pvc fue sustituido por una varilla de fibra de vidrio, resguardada también con foami o tatami. “Las amas que manejamos están basadas en algo real o histórico, pero si alguien quiere hacer algo que vio en una película o algo de su imaginación, bienvenido. Mientras cumpla con las normas de seguridad”, dice Juan Pedraza, sacerdote de la Orden. LOS TACHARON DE LOCOS Entonces los paseantes vespertinos de la Plaza de Armas, vieron a los guerreros batiéndose a duelo entre el Palacio y la Catedral y los tacharon de locos, de raros, de frikis, de ñoños. “Es muy raro llegar a ver este tipo de cosas, casi nunca te encuentras a personas a las que les guste practicar estilos de pelea de gladiadores, de vikingos, de romanos, que existieron hace muchos años”, dice Jordan Arturo Estrada García, miembro de la Orden. La gente se burlaba de ellos, se reía, gritaba cosas, pero ellos tranquilos, haciendo como que se les resbalaba. No por-

que trajeran armas los iban a corretear y a darles de palos, Pero sí, les gritaban que raros y que aniñados, que esas cosas eran de chicos y no de gente adulta, que se pusieran a trabajar, a estudiar, platica Francisco Ortiz, “Paco”, de 28 años, uno de los maestros de la Orden. En cambio algunos curiosos, gente grande, sobre todo, se acercaban sin miedo a los gladiadores, blandían las espadas y se ponían también a pelear. “Vienen señores, padres de familia y se ponen a jugar con las espadas pera desestresarse, porque esto también te sirve de catarsis, te desahogas. Por ejemplo, que andas enojado porque tuviste un mal día y en vez de pegarle a alguien inocente, como tu vieja, vas y le pegas a un compañero con una espada”, dice Francisco Vázquez, “El Agares”. Las reglas, le explicaron los guerreros a la gente, eran no pegar en la cabeza, tampoco en la cara, el cuello ni en el área genital, por seguridad. El juego consistía, como en el esgrima, en marcar un punto, ya fuera en el pecho, el estómago, los costados, la espalda alta y baja y, si acaso, de las rodillas al muslo y del codo al hombro. “El soft-combat es representar una pelea medieval con armas suaves, para evitar dañar a tu oponente. Obviamente el motivo es darle un punto, golpearlo, pero quitándole ese toque letal”, explica Francisco Ortiz, también estudiante de ingeniería mecánica en el Tec. Ah, y algo vital en el soft-combat: el guerrero debía aprender a controlar su fuerza, para evitar lastimar a su contrincante. “Porque hay gente que tira el batazo, es emocionante las primeras veces. Gracias a estos cinco o seis años de práctica nos hemos controlado, no se ha lastimado nadie y esperemos que nunca pase”, dice Juan Pedraza, el sacerdote de la Orden e intendente en una oficina de gobierno.

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HOMBRES JUGANDO A LAS ESPADAS Pero luego vino lo del incidente aquel de la Plaza de Armas, en que a uno de los guerreros se le voló la espada de las manos y casi le da a un chiquillo que estaba de mirón. “Nosotros teníamos las suficientes precauciones, pero la gente no, se acercaba mucho…”, dice Juan Pedraza, el sacerdote. La gente ya no los volvió a ver más en la plaza, porque los caballeros de la Orden habían conseguido un terreno bardeado, en las calles de Pérez Treviño y Bravo, para sus entrenamientos. DE TODO TIPO Con el tiempo, dice “El Agares”, llegaron a juntarse allí unos 50, entre profesionistas, estudiantes, estudiantes que trabajaban, obreros, albañiles, comerciantes, amos de casa, de todo. “No hemos excluido a nadie. Nunca hemos corrido, todo mundo ha sido bienvenido, hemos recibido a niños de 10 años, como a personas de 40 ó 50 años. Nunca fuimos selectivos ni nos ocultamos”, dice Juan. Pero luego los echaron del terreno y los guerreros trashumantes tuvieron que buscar otro sitio para sus batallas. Al cabo de algún tiempo, la gente los vio peleando en la Plaza Madero, de las calles de Aldama y General Cepeda, donde existe un pequeño andador, pero ideal para el entrenamiento. Por esa época fue que llegó a la tribu Daniel Alejandro Bonilla Mendoza, hoy veterano de la Orden. “Mi familia al principio dijo ‘estás loco, te andas dando de golpes, pero si es lo que quieres… hazlo’. Ahorita que ya estoy practicando con espadas de madera me dicen ‘neta, se te zafaron los tornillos de la cabeza’, pero no, a mí es algo que me apasiona y que me gusta y ellos lo aceptaron”, cuenta Daniel, 21 años, de oficio guardia de seguridad. Pero 30 guerreros no cabían en semejante espacio y la tribu hubo de emprender el éxodo a otra plaza, la de las Ciudades Hermanas, atrapada entre el ruido y el tráfico de la tarde. A la gente que pasaba por allí le sorprendió ver a aquel grupo de hombres que jugaban a las espadas como críos, y se acercó a preguntarles. Pero esta vez los caballeros de la Orden se la habían tomado más en serio y ya no sólo era el soft-combat, sino recreación de peleas medievales, es decir, combates con armas reales, escudos y armaduras reales, al puro estilo de los caballeros de los ejércitos de la Edad Media, “obviamente procurando evitar lastimar al contrario”, reitera Carlos Alfredo de Lira, guerrero y juez de la Orden, vendedor y estudiante de administración de empresas, en la calle. Los paseantes de la plaza se quedaron boquiabiertos, una tarde que miraron a los guerreros del Concilio de Ancianos de la Orden peleando con espadas de madera o metal, sin puntas ni filo, vestidos con trajes medievales, pesadas armaduras de lámina, cascos de caballero y cotas de malla, (que es una suerte de chaqueta de alambre que sirve de protección), fabricados por ellos mismos. Los guerreros de la “Orden de Santiago” habían evolucionado. “Las cotas de malla, por ejemplo, las hacemos nosotros, con mucha paciencia. Primero se cortan los anillos y se va tejiendo, de uno por uno. Haciendo un cálculo mi cota podría tener unos 20 mil anillos más o memos”, dice Adrián Soto, el herrero de la Orden, de profesión arquitecto . A Juan, el sacerdote de la Orden, le había llevado cerca de cinco años fabricar su armadura de lámina galvanizada y cuero. Entonces chicos bastantes llegaron a la plaza de los cuatro puntos cardinales de la metrópoli, querían, dijeron, aprender a ser guerreros. Para ello era preciso, les dijo el sacerdote, que vinieran a la plaza todos los viernes, como a eso de las 6:00 de la tarde, y se encontrarían con los caballeros. Empezarían con algo de calistenia, luego 20 minutos de entrenamiento y después un poco de historia sobre cultura medieval. Lo demás era divertirse, sacar el estrés, hacer amigos. “Uno debe de saber qué es una falange, qué es un testudo (tipos de táctica militar de la Edad Media), qué es una formación romana, cómo combates las flechas, cómo combates las lanzas. Si no, eres un pandillero con un bate elegante o un palo elegante y no es lo que queremos. “Yo soy muy fan de la cultura romana. Tenía unos 12 ó 14

No hemos excluido a nadie. Nunca hemos corrido, todo mundo ha sido bienvenido, hemos recibido a niños de 10 años, como a personas de 40 ó 50 años. Nunca fuimos selectivos ni nos ocultamos” Francisco Vázquez, “El Agares”, miembro del Concilio de Ancianos de la Orden.

años cuando me empezó a llamar la atención cómo un pequeño grupo de campesinos llegaron a formar un imperio y a forjar las armas con las que conquistaron más de la mitad del mundo. No la tenían fácil, sufrieron, batallaron, fueron esclavos, pero llegaron a conquistar el mundo”, comenta Juan. Las espadas de salva, como las que usan los novatos del grupo, debían ser confeccionadas, con ayuda de la Orden, por los nuevos miembros de la tribu. “Aquí cada quien fabrica sus armas, unos hace para los demás también y prestamos armas para los chavos que vienen y que no tienen dinero para hacer una”, dice Eddén Ricardo González López, otro de los veteranos. Y en una de esas fue que a Francisco Ortiz, “Paco”, maestro de la Orden, le rompieron la nariz con una espada de pvc y foami, en medio de un combate muy prendido. Pero nunca en la tribu pasó de una caída, un dedo raspado o fracturado, una ceja abierta. Después la gente que los había visto jugando espaditas en la Plaza de Armas, al pie de Palacio y a la sombra escultórica de la Catedral, los miró peleando en combates de verdad de la Expo Medieval Monterrey, el Otakufest y el Friki Barzar, en Saltillo. Entonces los caballeros de la “Orden de Santiago”, supieron que, por fin, que la gente ya los tomaba en serio…

El soft-combat es representar una pelea medieval con armas suaves, para evitar dañar a tu oponente. Obviamente el motivo es darle un punto, golpearlo, pero quitándole ese toque letal”. Francisco Ortiz, integrante de la orden y estudiante de ingeniería mecánica en el Tec.

COMBATES ‘HISTÓRICOS’

> El sotf-combat o combate suave es un deporte alternativo de contacto que se juega con réplicas de espadas, escudos, sables, alabardas, mandobles, arcos y otras armas medievales. > Puesto de moda hace 20 años en Europa y Estados Unidos, tiene sus antecedentes en la Edad Media. > El SoftCombat Saltillo “Orden de Santiago” lo integran unas 50 personas, desde obreros y albañiles hasta profesionistas.


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