Vale la pena ser callejeras: Un grito nacional.

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vl AAP ELN EA sER cALLEJERAS UN GRITO NACIONAL



vl AAP ELN EA sER cALLEJERAS UN GRITO NACIONAL


Vale la pena ser callejeras. Un grito nacional Formato: 21 x 29,7 cm. Digital. 166 páginas

Productoras Camila Andrea Sánchez Puentes y Rosario Vergara Rodríguez Editoras Ana Milena Hernández, Andrea Duarte, Camila Andrea Sánchez Puentes, Clara Angélica Contreras Camacho, Cristina Alejandra Jiménez Gómez, María Fernanda Sarmiento Bonilla, Natalia Riveros Mendoza, Natalia Ruiz Pulido, Rocio Ortiz Orozco, Rosalba Vásquez Gallo, Rosario Vergara Rodríguez y Solkin Andrea Otálora Bohórquez Introducción Cristina Alejandra Jiménez Transcripción de los encuentro Natalia Riveros Mendoza y Ana Milena Hernández Sistematización y análisis de los encuentros María Fernanda Sarmiento Bonilla Compilación de textos Natalia Ruiz Pulido y Rocío Ortiz Orozco Corrección y edición de los textos Ana Milena Hernández, María Fernanda Sarmiento Bonilla y Gonzalo Blanco Diseño de tapa/ Maquetación/ Ilustración/ Edición fotográfica Ximena Astudillo Delgado

Esta publicación fue apoyada por el Ministerio de Cultura de la República de Colombia

www.valelapenasercallejeras.com




Esta publicación está dedicada a las treinta y tres mujeres, actrices y callejeras que participaron de este grito nacional. Así también para las que quisieron hacer parte pero por una razón u otra, no fue posible… pero sobre todo, dedicamos estas páginas y nuestro hacer, al transeúnte, a las personas que día a día tienen la calle como sustento, como lugar de habitación, para quienes la calle es su vida y su realidad.



Agradecimientos .................................................................................... Prólogo Lo de las mujeres no es una “cosa” de mujeres .................................. Introducción ......................................................................................... Rostros del grito Mapa .......................................................................................... Sur

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Beatriz Calvo Cifuentes ....................................................

Ingrid Fontecha ...............................................................

Juliana Chamorro Legarda ..............................................

María Alejandra Viteri ....................................................

Zulay Yadira Vargas Muñoz ............................................

33 35 37 39 41

16 24 29

Centro

Carolina Chavez Gómez .................................................

Clara Ines Ariza Monedero .............................................

Denis Elena Gomezcaseres Ramirez .................................

Diana Marcela Morales Devia .........................................

Diana Rocio Rodriguez Contreras ....................................

Esther Celis Franco ..........................................................

Gloria Esmeralda Quinta Lopez .......................................

Gloria Esperanza Gil Romero ..........................................

Jenny Cecilia Gonzalez Ballén .........................................

Maryury Ruiz Lopez ........................................................

Monica Margarita Camacho Rodriguez ............................

Monica Patricia Rojas Torres ............................................

Patricia Alzate Rodriguez ................................................

Patricia Inés Leal Villamizar .............................................

Sandra Parra Montenegro ...............................................

45 47 49 51 53 55 57 59 61 63 65 67 69 71 73

Vale la pena ser callejeras

Ana Milena Hernandez Díaz ...........................................

Andrea Duarte ................................................................

Camila Andrea Sanchez Puentes ......................................

77 78 81


Clara Angélica Contreras Camacho .................................

Cristina Alejandra Jiménez Gomez ...................................

María Fernanda Sarmiento Bonilla ...................................

Natalia Riveros Mendoza ................................................

Natalia Ruiz Pulido .........................................................

Rocio Ortiz Orozco .........................................................

Rosalba Vásquez Galo ....................................................

Rosario Vergara Rodríquez ..............................................

Solkin Andrea Otálora Bohorquez ...................................

Norte

Mabel Pizarro .................................................................

María del PIlar Reales Rizo ..............................................

María Victoria Suaza Gomez ..........................................

Yully Millena Martín Gaitán .............................................

complices

Marina Lamos .................................................................

Ximena Astudillo Delgado ................................................

Recorriendo la memoria teatral. Conservatorio del primer encuentro

82 85 86 89 90 93 94 97 98 103 105 107 109 113 115

Nacional de Callejeras

LAS PREVIAS ................................................................................. PRIMER DÍA: ENTRE NOMBRAMIENTOS, CATARSIS Y DESCUBRIMIENTOS ............ SEGUNDO DÍA: DENUNCIAS Y COMPROMISOS. TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS ............ TERCER DÍA: CELEBRACIÓN AL ALIMENTO: AMOR, TEATRO Y FEMENINO ............. LA CLAUSURA: CIERRES QUE ABREN ...................................................... LETRAS INSPIRADAS POR EL GRITO .......................................................

Beatriz Calvo ..................................................................

Zulay Yadira Vargas ........................................................

Cristina Alejandra Jímenez ..............................................

Esmeralda Quintana ........................................................

María Victoria Suaza ......................................................

María Fernanda Sarmiento Bonilla ...................................

Presencias postales. Acercando territorios ..............................................

120 123 128 133 137 141 141 145 145 146 146 147 150



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Un grito nacionaL

AGRADECIMIENTOS

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Agradecemos al Ministerio de Cultura por la beca “Mujeres y territorios”, a Marina Lamus Obregón por su prólogo reivindicador, a Ximena Astudillo por sus ilustraciones y un abrazo extendido a nuestros compañeros del sector de teatro de calle.


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Lo de las mujeres no es una “cosa” de mujeres aco de contexto esta frase de Silvia Rivera Cusicanqui y me la apropio para titular este prólogo, por venir al caso y cumplir con el objetivo de llamar la atención sobre expresiones del lenguaje que se convierten en etiquetas, como: eso es “cosa de mujeres”. Esto es despectivo, reduce a la mujer y sus actividades a la condición de “cosa” carente de importancia. Por el contrario, los temas que atañen a las mujeres son de alta política y de filosofía, según el pensamiento de Cusicanqui. Añado también que en la actualidad son cuestiones de prácticas artísticas, a propósito de lo que ha venido ocurriendo en América Latina, donde han surgido colectivos de teatro conformados exclusivamente por mujeres. Dentro de este panorama hacían falta nuestras teatreras de la calle, para que expresaran sus discursos y sus propias sensibilidades a través de espectáculos presentados en el espacio público. Y esto es significativo porque ellas aspiran a subvertir discursos patriarcales y códigos teatrales, entre otros. A propósito de códigos, en los últimos tiempos también otros grupos sociales han resignificado palabras ofensivas que connotaban opresión, excluían, discriminaban y con orgullo se los han apropiado. Esto mismo pretenden hacer las artistas de la calle: dar un significado expresivo distinto a la palabra callejera, que es con la cual se identifican. En los diccionarios actuales dicha unidad lingüística no tiene un sentido peyorativo ni desigual en razón del género, pero en la realidad cotidiana sí. Decir callejeras señala de manera explícita a mujeres excluidas o rechazadas por algunos sectores sociales. Por tanto, con ese nombre caracterizador, estas artistas están enarbolando un concepto complejo que las identifica como teatreras de la calle y, a la vez, están rompiendo con creencias que infravaloran a mujeres que trabajan en la calle. Históricamente dichas creencias han perdurado, sin cuestionarse, porque son compartidas y reproducidas por núcleos sociales amplios, con el objeto de ejercer el poder. En contrapeso, resignificar palabras ha sido también un fenómeno histórico que se puede señalar aquí con un par de ejemplos. Para comenzar, la palabra mujer. En el Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española, de 1787, se

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S


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Fray Luis

de

León (1527-1591), perteneciente a la orden de San Agustín,

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catedrático de la Universidad de Salamanca, uno de los intelectuales más importantes del segundo Renacimiento español. En 1572 fue víctima de un proceso inquisitorial por defender el texto hebreo del Antiguo Testamento frente a versiones latinas y haber traducido al castellano el Cantar de los cantares de Salomón, a pesar de las prohibiciones del Concilio de Trento de traducir textos sagrados a un idioma vulgar. Estuvo preso en Valladolid durante cinco años, después de los cuales regresó a sus cátedras salmantinas. La obra en prosa La perfecta casada fue dedicada a su sobrina María Varela Osorio, con motivo de su boda, y trata sobre los deberes de la mujer en dicho estado. Los estudiosos de esta obra de fray Luis encuentran influencias de otros escritores eruditos, de la lírica popular, del Romancero, e inclusive de La Celestina, como se le conoce a la Tragicomedia de Calisto y Melibea, atribuida a Fernando de Rojas A lo largo del libro Fray Luis da detalles prácticos de la vida del hogar, ridiculiza costumbres y describe diferentes tipos de mujeres, algunos con mucho humor. Esta obra ha causado discusiones, algunos críticos dicen que se inscribe en las corrientes literarias antifeministas, otros estudiosos sostienen que, por el contrario, la obra es costumbrista, tiene sabor de época al describir costumbres femeninas de su época, retratar a mujeres rezanderas, hacendosas, gastadoras, habladoras, las dedicadas al celestineo, las entregadas a acicalarse y maquillarse, las vanidosas que faltan al buen gusto, entre otros retratos. Aquí se transcribe un fragmento del capítulo xvii para ampliar lo dicho en la primera parte de este prólogo.


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Ahora bien, el siguiente ejemplo es el que nos ocupa en este libro, el adjetivo callejero, ra., el Diccionario de Autoridades, Tomo ii (1729), en su primera acepción así lo define: “La persona que es muy amiga de andar por las calles a todas horas ociosamente y por vicio”. Otros diccionarios posteriores de la Academia, el de 1783, 1825, 1846 y 1852, no modifica su acepción de manera sustancial. El del último año aquí señalado (1852), define ese adjetivo como: “Se aplica al que vive ociosamente vagando de calle en calle”. Se continúa calificando a la persona (hombre o mujer) que le gusta callejear como ociosa, aunque ya no se trata de un vicio. El asunto cambia sutilmente en el Diccionario de la Academia de 1895, cuyo significado no dista de los anteriores, pues en su primera acepción dice: “Callejero, ra. adj. Que gusta mucho de andar de calle en calle por ociosidad”. La diferencia está en que luego de la definición, a la palabra se le da un contexto (o se ilustra) a través de frases sacadas de textos escritos por poetas y escritores, como Antonio de Solís, Fernando de Rojas y Fray Luis de León. Y en dichos textos es de donde se deduce que las mujeres callejeras (no se refieren a hombres callejeros) no son bien vistas y para ser aceptadas como buenas mujeres deben cumplir con la voluntad de otros; y esos otros son quienes exigen que ellas permanezcan dentro de su hogar, ocupadas en los quehaceres, de lo contrario cultivan una costumbre malsana, reprochable, que linda con la moral, por lo cual debe señalarse. Claro está que este tipo de normas no son autoría de la Academia ni de los escritores, pues ellos en sus distintos campos están registrando lo que ocurre en la sociedad y mostrando que esas creencias son compartidas y avaladas. Para concluir este tema, habría que agregar que el diccionario en sus ediciones del siglo xx y en los actuales ya no califica, y en sus ejemplos no hay moralina, pues están reflejando una actitud distinta de los académicos que, a su vez, corresponde al nuevo tejido social en que se desenvuelven

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encuentra como primera acepción la siguiente: “Hembra del hombre o de la naturaleza humana”; y en segunda acepción: “Se llama por desprecio a un hombre afeminado, sin fuerza, sin valor”. Como puede verse, en la definición queda expresado, sin ambages, que la identidad de la mujer depende del hombre, tal como lo anotó en su momento Simone de Beauvoir. Además, el segundo significado dice que decirle mujer a un homosexual es ofensivo. Desprecio por partida doble, a ellas y a ellos. Pero algo va de esas definiciones machistas de antaño a las actuales, y ello se debe a que la sociedad ha tejido otro tipo de relaciones que se reflejan en la lengua (en sus significantes y en sus significados), pues son los hablantes quienes la modifican y sería inaceptable para el momento actual que se mantuvieran en los diccionarios rectores.


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La

perfecta casada

Del maestro fray Luis de León a doña María Varela Osorio. (Fragmento del Capítulo xvii)

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Quiere decir que, en levantándose, la mujer ha de proveer las cosas de su casa, y poner en ellas orden, y que no ha de hacer lo que muchas de las de agora hacen, que unas, en poniendo los pies en el suelo, o antes que los pongan, estando en la cama, negocian luego con el almuerzo, como si hubiesen pasado cavando la noche. Otras se asientan con su espejo a la obra de su pintura, y se están en ella enclavadas tres o cuatro horas, y es pasado el mediodía, y viene a comer el marido, y no hay cosa puesta en concierto. Y habla Salomón desta diligencia aquí, no porque antes de agora no hubiese hablado della, sino por dejarla, con el repetir, más firme en la memoria, como cosa importante, y como quien conocía de las mujeres cuán mal se hacen al cuidado y cuán inclinadas son al regalo. Y dice lo demás desto también porque, diciéndole a la mujer que rodee su casa, le quiere enseñar el espacio por donde ha de menear los pies la mujer, y los lugares por donde ha de andar, y, como si dijésemos, el campo de su carrera, que es su casa propria, y no las calles, ni las plazas, ni las huertas, ni las casas ajenas. «Rodeó, dice, los rincones de su casa»; para que se entienda que su andar ha de ser en su casa, y que ha de estar presente siempre en todos los rincones della, y que, porque ha de estar siempre allí presente, por eso no ha de andar fuera nunca, y que, porque sus pies son para rodear sus rincones, entienda que no los tiene para rodear los campos y las calles. ¿No dijimos arriba que el fin para que ordenó Dios la mujer, y se la dió por compañía al marido, fué para que le guardase la casa, y para que, lo que él ganase en los oficios y contrataciones de fuera, traído a casa, lo tuviese en guarda la mujer, y fuese como su llave?


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los hablantes. También para concluir, agregar que de manera poética las Callejeras están haciendo una resignificación inclusiva de la palabra, señalando los prejuicios que subvaloran a las mujeres por sus oficios, por sus estéticas e invitando a reflexionar sobre las representaciones estereotipadas que se hacen de ellas.

Las callejeras, sus voces y sus realidades

Así que con este proyecto las callejeras pretenden aunar voces para ser escuchadas, narrar sus experiencias, para lo cual deben consolidar sus propias dramaturgias, producirlas de principio a fin para nombrarse y mencionar lo que ellas quieran; visibilizarse y transgredir hasta donde lo deseen, pues también saben que, como sujetos femeninos, no son iguales, porque no hay una sola manera de vivir lo femenino y de ejercer su arte. Lo significativo es que quieren unirse, que cada una llegue libre con su bagaje personal y su maleta llena de conocimientos. Para entender la manera como llevan a cabo sus propuestas, como concretan de manera colectiva sus ideas, se puede concretar en el siguiente resumen: son mujeres que se interrelacionan de un modo distinto a como lo hacen otros conjuntos, sin jerarquías y sin dar órdenes; abrir un espacio de reflexión; poner el énfasis en lo colectivo en sus espectáculos artísticos; seguir resignificando otras palabras relacionadas con la mujer y el arte, que también tienen connotaciones despectivas (suripanta, es otro ejemplo).

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ste grupo de artistas de Vale la pena ser callejeras tiene oficio, trayectoria —algunas con más décadas que otras—, pertenecen a distintas agrupaciones teatrales, varias están relacionadas con la academia como profesoras. Entre ellas, las mayores siguen enseñando por fuera de las aulas porque su quehacer artístico las ha convertido en mujeres modélicas, en referentes indiscutibles del quehacer artístico. Es posible que sus aportes y tareas cotidianas dentro de sus respectivos colectivos pasen un tanto desapercibidos porque, de manera consuetudinaria, lo que muchas hacen por fuera de los espectáculos se han calificado de “pequeñas tareas”, debido a que al interior de los conjuntos de teatro la reproducción de las formas de poder, basadas en el género, y la pericia con la que se manejan los discursos estéticos prolongan patrones sociales muy complejos que se han naturalizado.


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Pues si es por natural oficio guarda de casa, ¿cómo se permite que sea callejera y visitadora y vagabunda? ¿Qué dice Sant Pablo a su discípulo Tito que enseñe a las mujeres casadas? «Que sean prudentes, dice, y que sean honestas, y que amen a sus maridos, y que tengan cuidado de sus casas». Adonde, lo que decimos, «que tengan cuidado de sus casas», el original dice así: «Y que sean guardas de su casa». ¿Por qué les dió a las mujeres Dios las fuerzas flacas y los miembros muelles, sino porque las crió, no para ser postas, sino para estar en su rincón asentadas? Su natural proprio pervierte la mujer callejera. Y como los peces, en cuanto están dentro del agua, discurren por ella y andan y vuelan ligeros, mas si acaso los sacan de allí, quedan sin se poder menear; así la buena mujer, cuanto para de sus puertas adentro, ha de ser presta y ligera, tanto, para fuera dellas, se ha de tener por coja y torpe. Y pues no las dotó Dios ni del ingenio que piden los negocios mayores, ni de fuerzas las que son menester para la guerra y el campo, mídanse con lo que son y conténtense con lo que es de su parte, y entiendan en su casa y anden en ella, pues las hizo Dios para ella sola. Los chinos, en nasciendo, les tuercen a las niñas los pies, por que cuando sean mujeres no los tengan para salir fuera, y porque, para andar en su casa, aquellos torcidos les bastan. Como son los hombres para lo público, así las mujeres para el encerramiento; y como es de los hombres el hablar y el salir a luz, así dellas el encerrarse y encubrirse.


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Avivar el espacio público

H

Entonces, recuperar el espacio público es una utopía de estas mujeres que desean gestionarlo como acción política. Nada fácil. Por su experiencia, ellas saben que el espacio público implica un reto en las ciudades del país; claro está, un reto distinto en cada lugar, pero sigue siendo un desafío, en especial para las mujeres: en razón de su género y porque lo hacen con sus cuerpos en actividad lúdica y festiva; sus cuerpos en relación con la palabra efímera, sus cuerpos enérgicos que irrumpen en la vida urbana cotidiana sin intervención tecnológica, con el fin de cuestionar las violencias, las expresiones sacralizadas y las estéticas corporales impuestas a través de narrativas alienantes. Una esperanza en este periodo de crisis sanitaria y económica. Una esperanza para cuando se pueda salir a las calles de nuevo y ver a estas damas ocupar ese espacio público que se ha vuelto tan hostil, para darle un respiro a los ciudadanos en medio de los agites cotidianos, para que puedan reinventar la belleza artística y promover inquietudes en los transeúntes. Ya para terminar, solo agregar que visitar las páginas de este libro es adentrarse en ámbitos personales, en el mundo de las mujeres que hacen teatro de calle y escuchar de ellas mismas lo que aquí escasamente se bosqueja.

Marina Lamus Obregón

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asta hace muy poco tiempo, la plaza fue el lugar del intercambio cultural, el espacio democrático por excelencia donde se podían leer diferentes símbolos de la sociedad y apreciar las narrativas de la cultura mestiza. Los artistas podían congregar a un público diverso y ejercer el humor grotesco, la grosería, el chiste de doble sentido y la crítica social. En la actualidad, los espacios públicos han perdido ese carácter, fueron desplazados por centros comerciales que se convirtieron en sitios de encuentro, y sus escenografías son las tiendas comerciales que invitan al consumo. Por tanto, se han perdido algunos símbolos de identidad; por fortuna todavía queda la movilización, algunas expresiones como exposiciones de arte, los murales de arte urbano y, claro está, el teatro de calle que buscan transformar los espacios y dar a los ciudadanos la opción de imaginar otros mundos de manera colectiva.


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INTRODUCCIÓN

V

Las callejeras nos vinculamos con la idea de tejer relaciones colaborativas y no hegemónicas en la construcción del hecho teatral. Por esta razón decidimos identificar a lo largo del país, a otras actrices del teatro de calle, con historia y trayectoria en comparsas y carnavales de nuestro territorio. Sabíamos que era necesario hacer un reconocimiento de sus prácticas artísticas, el seguimiento del desarrollo de una cultura de transformación y reivindicación de nuestra presencia como mujeres y artistas en el espacio público. Y también, hacer un homenaje a nuestras madres del teatro callejero. Las convocamos a juntarse en un grito nacional para que nos contaran de sus días y su hacer en el confinamiento. Quisimos escuchar sus voces y compilar la experiencia de lo que llamamos: Vale la pena ser Callejeras, un grito nacional. Nuestro primer encuentro de actrices de teatro callejero. Treinta y tres mujeres del sur, centro y norte de Colombia, nos reunimos virtualmente durante tres días para escucharnos, admirarnos y “chismosearnos” la vida teatral. En estas conversaciones, nos hizo compañía la investigadora del teatro colombiano, Marina Lamus Obregón, quien siguió este proyecto en sus tres primeras fases para realizar el prólogo de este libro. Agradecemos y valoramos su complicidad por unir su voz a esta resignificación de las representaciones y los estereotipos que la sociedad ha impuesto, en palabras, usos y oficios, para referirse a las mujeres, a las minorías, a las disidencias del cuerpo y el género, a todo lo diferente. Esta publicación recorre los momentos o fases del proyecto realizado para

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ale la pena ser callejeras es una colectiva teatral bogotana creada a partir de la necesidad y la rebeldía. Es una juntanza de mujeres actrices de teatro de calle para investigar en nuestras maneras particulares de asumir el oficio, tras años de experimentar el espacio público desde nuestra práctica artística. Fundamentalmente decidimos unirnos para crear acciones teatrales que cuestionen, eduquen y restauren a la sociedad, con una perspectiva decolonial latinoamericana.


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la Beca del Ministerio de Cultura “Mujeres y territorio” en 2020, de la cual fuimos ganadoras. A través de fotografías del baúl de los recuerdos e ilustraciones realizadas por Ximena Astudillo, conoceremos los rostros de este grito nacional, iniciando con las callejeras del sur (Nariño). Pasando por el centro donde aún se concentra la mayoría de nosotras e integramos a una actriz de la orinoquía (Bogotá, Cundinamarca, Tolima, Huila, Boyacá, Santander, Antioquia, Risaralda y Guaviare). Cerraremos con el norte del país (Atlántico). En cada página, Ximena resalta los rasgos de las callejeras. Así que transite en sus dibujos por los perfiles de cada una de estas actrices, dando espacio a que sus voces nos cuenten sus anécdotas más recordadas. También las narraciones sobre los objetos que cada una encuentra indispensable para el teatro y la escena callejera. Como memoria teatral, se realiza una síntesis sobre nuestro conversatorio, las conclusiones y puntos de vista más reveladores, mostrando un panorama sobre lo que significa ser Callejera en el territorio colombiano, de cómo alimentamos nuestro oficio y cómo el confinamiento ha afectado nuestro hacer. Cerraremos contando sobre la gran experiencia de hacer presencia y acercarnos durante este confinamiento a la vida de nuestras compañeras, a través de unos generosos envíos postales. Una manera de cuidarnos y honrar la importancia de la(s) otra(s) en el teatro de calle, así como de reconocernos, identificarnos y transmitirnos conocimientos. Nos mandamos unas cartas, de esas que ya poco se usan, hechas a mano y con la impronta de nuestros corazones. Para que la otra nos conociera podríamos escribirle lo que nuestra palabra quisiera. Junto con la carta, enviamos como regalo un objeto nuestro, relevante, de alguna obra, quizás. De nuestra intimidad como actrices, que representara nuestra relación con el teatro, con nosotras mismas y la calle. Fue un hermoso y confrontador proceso para cada una de nosotras, moviéndonos entre el desapego y la transmisión del legado teatral. Anhelamos que esta voz y este grito, crezcan. Porque la necesidad y la rebeldía nos han enseñado a construir y a valorar. Queremos que llegue


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nuestro eco para que las palabras y las calles sean espacios seguros para mujeres, niñas, para todes. Que nuestro oficio no solamente deje huella en el espacio teatral, sino que también pueda ir cambiando el mundo paso a paso, tejido a tejido. Que podamos seguir explorando nuestra geografía a través de sus callejeras. Que nuestro grito se convierta en canto quitando culpas, haciéndonos fuertes, sabixs y libres en el pensamiento. Que podamos tener un segundo, un tercer encuentro para que sigamos cantando, ¡Vale la pena ser callejeras, Un grito Nacional!

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Cristina Alejandra Jiménez Gómez




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Sur

Centro

Beatriz Calvo Cifuentes Ingrid Fontecha

(Guamo - TOLIMA)

(San Josá del Guavaire - GUAVIARE)

Juliana Chamorro Legarda María Alejandra Viteri

(Pasto - NARIÑO)

(Pasto - NARIÑO)

Zulay Yadira Vargas Muñoz

(Palermo - HUILA)

Carolina Chavez Gómez

(BOGOTÁ D.C.)

Clara Ines Ariza Monedero

(BOGOTÁ D.C.)

Denis Elena Gomezcaseres Ramirez Diana Marcela Morales Devia

(BOGOTÁ D.C.)

Diana Rocio Rodriguez Contreras Esther Celis Franco

Gloria Esperanza Gil Romero

Mabel Pizarro

Maryury Ruiz Lopez

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María del PIlar Reales Rizo

(Barramquilla - ATLÁNTICO)

María Victoria Suaza Gomez Yully Millena Martín Gaitán

(Uraba - ANTIOQUIA)

(Barramquilla - ATLÁNTICO)

(BOGOTÁ D.C.)

(BOGOTÁ D.C.)

Jenny Cecilia Gonzalez Ballén (Barramquilla - ATLÁNTICO)

(Tunja - BOYACA)

(BOGOTÁ D.C.)

Gloria Esmeralda Quinta Lopez

Norte

(El Carángano - ANTIOQUIA)

(Zipaquira - CUNDINAMARCA)

(Pereira - RISARALDA)

Monica Margarita Camacho Rodriguez Monica Patricia Rojas Torres Patricia Alzate Rodriguez

(Medellín - ANTIOQUIA)

(Medellín - ANTIOQUIA)

Patricia Inés Leal Villamizar Sandra Parra Montenegro

(BOGOTÁ D.C.)

(Medellín - ANTIOQUIA)

(Bucaramanga - SANTANDER)

Vale la pena ser callejeras

Ana Milena Hernandez Díaz Andrea Duarte

(BOGOTÁ D.C.)

(BOGOTÁ D.C.)

Camila Andrea Sanchez Puentes

(BOGOTÁ D.C.)

Clara Angélica Contreras Camacho

(BOGOTÁ D.C.)

Cristina Alejandra Jiménez Gomez

(BOGOTÁ D.C.)

María Fernanda Sarmiento Bonilla

(BOGOTÁ D.C.)

Natalia Riveros Mendoza Natalia Ruiz Pulido Rocio Ortiz Orozco

(BOGOTÁ D.C.)

(BOGOTÁ D.C.) (BOGOTÁ D.C.)

Rosalba Vásquez Galo

(BOGOTÁ D.C.)

Rosario Vergara Rodríquez

(BOGOTÁ D.C.)

Solkin Andrea Otálora Bohorquez

(BOGOTÁ D.C.)


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ATLÁNTICO

ANTIOQUIA

SANTANDER BOYACÁ

risaralda

CUNDINAMARCA - 30 -

BOGOTÁ D.C. TOLIMA

HUILA GUAVIARE NARIÑO




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B

EATRIZ

S

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oñadora, Hacedora de historias, Actriz, Contadora, Directora de teatro, Pedagoga teatral, Terapeuta esencias florales y poliedros, dramaturga, máster en Escritura y Narración creativa y felizmente madre y abuela. Participante en cursos y talleres de varias temáticas. Alumna “siempre aprendiz” de Mario Matallana, Jorge Vargas, Eugenio Barba, Roy hart theater, Bread and puppet theater, Peter Schumann, Santiago Rojas y otros maestros. Algunas de sus propuestas dramatúrgicas han sido puestas en escena y su vida transcurre a orillas del río Magdalena en el más bello y mágico pueblo de Colombia: La Jagua, territorio de brujas y leyendas acuáticas.

M

e hice actriz callejera con una falda roja y un par de columnas de madera que llamábamos zancos; un elemento construido artesanalmente con poca técnica, con tan gran atractivo que lograba impactar a los espectadores. Con este y otros sortilegios, junto a inolvidables compañeros, tejimos la manta de El cuento de un tirano y pronto fueron naciendo otros espectáculos donde se mantenía el sello propio de los zancos. Este elemento se volvió una marca que identificó por muchos años al Teatro Taller de Colombia.


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C

lo habíamos ensayado muchas veces. De súbito algo crujió, los zancos se rompieron y yo, inventé instintivamente una vuelta aérea para caer bien, como tantas veces habíamos probado sobre llantas viejas. Porque el axioma era: para aprender a caminar en zancos, hay que aprender a caer. Y el público estalló en aplausos creyendo que la caída estaba incluida en la historia. Un tirano vestido de negro y derrotado tuvo que reptar hacia los camerinos, mientras la Vida sonreía en los brazos de dos hombres de colores que me levantaron. Entonces, se estableció la rumba que dio punto final a esa memorable función.

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abalgando en estos zancos teatrales ocurrieron mil anécdotas... Un domingo de alguno de los años 70, fuimos convocados para hacer presentación en el Teatro al aire libre la media torta. Desde temprano acudieron muchos paseantes que venían del sur y el occidente de Bogotá. A la hora del espectáculo las gradas estaban atestadas y nuestra presencia impactó. El público aplaudía y nuestro hombre tirano en zancos entró a escena y se apoderó de la vida hecha mujer a quien yo personificaba en zancos también y me levantó en brazos soportando mi peso totalmente. Era la primera vez que lo intentábamos con espectadores, pero

C C ALVO

IFUENTES


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INGRID FONTECHA

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A

ctriz, formadora, con énfasis en teatro social. Ha desarrollado sus procesos investigativos, explorando técnicas de teatro y títeres desde una visión antropológica. Es subdirectora del grupo “Inconformes Teatro”, el grupo de teatro más antiguo en San José del Guaviare. ha estado vinculada como directora y artista, en diferentes procesos de investigación, creación y formación en danza, teatro, títeres y narración oral. Ha trabajado como coordinadora y formadora, en los laboratorios de formación Informal en Teatro -Escenarios para la vida, realizados por el Ministerio de Cultura. En el año 2014 funda la corporación Cultural y Ambiental Tercer Planeta junto a Carlos Andrés Perez, en la cual se desempeña como artista-formadora y gestora cultural.

U

n objeto que simboliza mi experiencia como actriz en el teatro de calle ha sido el chinchorro Nukak. Este objeto, está elaborado por diferentes fibras de una palma llamada Cumare, su fabricación es totalmente artesanal, es muy resistente y sus diferentes diseños manejan una estética orgánica, sencilla pero llamativa. El chinchorro acompaña a los Nukak en sus largas caminatas y les da un lugar de descanso para poder soñar. Así también mi experiencia en el teatro de calle en San José del Guaviare está sostenida por muchos hilos: personas, lugares, historias, montajes, canciones... Todos esos hilos de variados colores entretejidos de manera orgánica forman un gran tejido resistente llamado Teatro.


Un grito nacionaL Mis magníficos compañeros se organizaron para poder cumplir con la comparsa, a la cual también asistí, enyesada y dentro de un carro pero con mucha alegría. Con el yeso dure hasta el 25 Enero, cuando por fin vino el ortopedista al pueblo, y la gran sorpresa fue que efectivamente yo no tenía ninguna fractura, era una fisura con un gran hematoma; ese día otra vez se formó una locura en el hospital por qué el ortopedista se puso furioso ya que no estuvo bien que me enyesaron todo ese tiempo. Luego de eso, estuve en fisioterapia por 3 meses y quedé casi como nueva, aunque a veces me da un dolor bastante profundo en la rodilla cuando hago esfuerzos o movimientos exigentes. Desde ese día no monto zancos, y aprendí a valorar mucho más a los artistas que lo hacen.

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E

ra el 7 diciembre de 2013, teníamos ensayo general para la comparsa de día de las velitas: un desfile donde diferentes personajes amenizaban la caminata desde la entrada del pueblo hasta el parque central; mi personaje era un ángel en zancos. Realizando el último ensayo en un terreno con piedras, árboles y raíces se me enredó un zanco y al caer mi rodilla derecha tuvo un tremendo impacto contra un sardinel. En el hospital el dictamen fue “fractura con desplazamiento de rótula”, debían remitir al hospital de Granada(Meta) para realizarme una cirugía. Yo muy preocupada, confundida y con mucho dolor, sentía dentro de mí una voz que me decía que ese diagnóstico no estaba bien, que mi caída no era para tanto... entonces me negué rotundamente a la cirugía, al final no me operaron, pero me enyesaron toda la pierna hasta el tobillo.


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J

ULIANA

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rtista de Circo, Actriz, Diseñadora Gráfica, Gestora Cultural, Administradora de Empresas, Cantante, escritora y Compositora. Integró algunas agrupaciones de Teatro de la Universidad de Nariño y posteriormente fue cofundadora del Colectivo Escénico Teatro Transeúnte. Ha sido partícipe de más de 30 producciones de teatro y circo. Productora y gestora de tres giras nacionales y una gira internacional con el grupo de Teatro Transeúnte. becaria para la formación en Circo en la Escuela Nacional Circo para Todos en Bogotá y en la Vela de L´estruch en Barcelona. En 2019 se unió a la banda de groove rock Feed Blak de Pasto, en la cual es cantante, intérprete de Sintetizadores y compositora, con la banda también ha participado en diferentes festivales en el ámbito regional, nacional e internacional, representando desde todas las artes a Pasto, Nariño y Colombia en todas las latitudes.

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ntre algunos de los muchos objetos que aprecio como actriz de teatro callejero se encuentra el “Chumbe”, un cinturón o faja hecho en telares o a mano por indígenas de la región, utilizado en diferentes culturas prehispánicas de mi territorio Pasto. Este elemento tiene diferentes connotaciones: es el reflejo del ser femenino, es símbolo de la historia, de la chagra, de la maternidad, de la naturaleza, de los oficios, del tiempo, una forma única de percepción del mundo. Como actriz de teatro de calle, lo utilizó en la mayoría de mis personajes, me da energía, color, vitalidad, fuerza ancestral y conciencia de la tierra.


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mí fue un importante momento que significó tres cosas: una, que si uno quiere hacer las cosas simplemente las hace sin importar las condiciones adversas aunque evaluando lo que es mínimamente prudente (es decir, tampoco me voy a lanzar a un precipicio si sé que voy a morir), segundo, que podemos desbloquear paradigmas mentales, miedos y tercero, que en el arte siempre podemos probar sin temor a errar, ya que tenemos la oportunidad de comparar situaciones para así decidir qué es lo mejor y que no lo es teniendo en cuenta que lo que es una verdad para alguien quizá no lo es para todo el mundo.

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n una obra de Teatro Calle del Colectivo Escénico Teatro Transeúnte llamada “Función para Una Muerte Feliz”, todos los actores debemos cambiarnos muy rápido tras escena para poder continuar el ritmo de la obra, lo hacemos muy tranquilamente, sin embargo hay una parte muy tensionante y difícil casi al final, ya que tenemos solamente 4 minutos para montarnos en los zancos y salir a escena; el director siempre ha tenido un ritual con los zancos en el cual todos nos ponemos medias muy gruesas y dobles amarras para la seguridad, sin embargo, un día no alcancé a ponerme medias y me puse los zancos descalza; para

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HAMORRO

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EGARDA


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MARÍA ALEJANDRA VITERI S

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e formó en la escuela Aguaguarte del Teatro la Guagua, donde ha participado de los laboratorios de cuerpo, objeto y dramaturgia. Es actriz de obras de teatro de sala y también de teatro callejero donde ha podido realizar itinerancias por diferentes municipios de Nariño y algunos festivales nacionales. Ha participado como actriz del Teatro Taller Estudio de la Universidad de Nariño. Participa de las comparsas teatrales para los Carnavales de Negros y Blancos de la ciudad de pasto.

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os tonos grises de la calle, la gris escarcha y con la escarcha, la arenita. Me gusta la sensación de esa arenita de la calle en los pies y las manos… ese sonido al rozarla. Una vez que la escucho o la siento, me doy cuenta de que todo va a iniciar. La misma arenita y su sonido puede causar dolor, pero también es la invitación, el despertar hacia el personaje y el darme cuenta de que estoy ahí: en la calle.

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na vez tuve la oportunidad junto a mis compañeros de presentarnos en un lugar significativo en la historia de la obra “La ceniza de los Párpados”. Ese día realizamos recorridos por lugares históricos vitales para comprender la vida de muchos de los personajes que la obra contiene. Estábamos muy contentos de poder nutrirnos y a la vez hacer la obra en ese lugar, queríamos que la presentación saliera muy bien ya que estábamos contando la historia de ese lugar a los habitantes de ese municipio. Sin embargo, muchas cosas comenzaron a suceder que parecían sabotear la presentación: Antes de salir una compañera olvidó una parte de su vestuario en un camerino que no pudimos abrir,


Un grito nacionaL toda la cara y el cuerpo; nosotros no podíamos movernos porque la escena lo requería. Aún así pudimos culminar la obra y entender que todas estas cosas suceden en una obra de teatro calle y que probablemente eran señales de que el territorio donde nos encontrábamos también nos estaba comunicando algo.

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durante la presentación se salió una rueda del baúl donde debía subirme y este empezó a caerse hacia un lado, después un compañero olvidó sus textos y en una escena en la que nos debían cubrir con un telón demasiados moscardones se metieron debajo de este y empezaron a caminarnos por


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Z Y ULAY

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icenciada en Artes Escénicas y Especialista en Didáctica del Arte, Maestrante en Educación y Cultura de Paz de la Universidad Surcolombiana. Docente, teatrista y gestora cultural con más de 20 años de experiencia, ha ocupado cargos de administración pública, como secretaria de cultura, deporte y desarrollo educativo en Palermo Huila y Consejera Departamental de Cultura del área de Teatro, ha coordinado diversos proyectos culturales a nivel departamental. Es representante legal de la Corporación Cultural Polimnia y fundadora del Festival del Pindo. Hace parte del Consejo ejecutivo de la mesa nacional sectorial de Artes Escénicas del SENA, pertenece a la Red Nacional de teatralidades y territorios, también hace parte de la Red Teatro Huila y del Colectivo de Artistas Gestores y Creadores de Palermo Huila.

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l objeto que simboliza mi labor en el teatro de calle es la máscara que da la posibilidad de mantener la sonrisa en el cansancio y contiene los colores del maquillaje que dan luz a mis personajes.


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en la búsqueda de la caracterización, pero llevándolo a la puesta en escena, en un momento nos dispersamos para interactuar con el público. En ese ejercicio decidí entrar a la asamblea departamental para solicitar ayuda a uno de los diputados contando la historia (antecedente del personaje) y fue muy creíble, el diputado llamó a varios amigos suyos para ayudar a la mujer que interpretaba, Salí de la asamblea dándole las gracias y seguí hasta mi punto de encuentro con mi directora.

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na vez tuve la oportunidad de estar en una fundación de personas con discapacidad, donde interactuamos con invidentes, realizando una investigación del comportamiento de una persona ciega de nacimiento y de quienes han perdido la visión por algún motivo. Yo estaba preparando el personaje de una ciega joven de la obra “los ciegos de Maurice Maeterlinck”, a veces Salíamos con todos los compañeros de la obra de teatro a recorrer las calles aledañas al parque Santander de Neiva, cada uno interpretando su personaje, estábamos

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ARGAS

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CAROLINA CHÁVEZ GÓMEZ

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undadora, codirectora y actriz del Colectivo Teatro Ciclo Vital. Licenciada en artes escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional. Realizó estudios adelantados en administración pública. Cuenta con una amplia experiencia en procesos artísticos interdisciplinares en artes escénicas consolidando un laboratorio constante de creación, formación y circulación para espectáculos de teatro calle y espacios no convencionales. Actriz y aprendiz en diferentes espacios como: Meligante teatro, el Teatro Taller de Colombia y la Escuela de teatro y Nuevo Circo - Circo Ciudad. Es fundadora, actriz y Co directora del Colectivo Teatral Ciclo Vital.

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o podría decir que tengo un objeto específico, mis objetos teatrales son varios: Uno: los zancos siempre me han acompañado, no en todos los montajes pero en una gran parte de ellos. Otro elemento super importante para mí es la máscara, pero no hablo de la máscara que se pone y se quita, sino la máscara del maquillaje. Cómo uno, a partir del maquillaje, puede transformar un personaje, la máscara más pequeña que es la nariz de payaso es una de mis favoritas. El Tercer objeto son las telas, con ellas uno puede construir diferentes ambientes, escenarios… y los juguetes malabares, sobre todo los malabares que son dinámicos como los bastones, los swing y los diabolos que son en los que me especializo.

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n Tabio - Cundinamarca estábamos haciendo la obra “Historias para ser contadas”, y yo hacía el personaje de la esposa del perro y en la escena en donde yo decía que no teníamos para comer, que no teníamos para el mercado, se acerca una viejecita y de su pecho saca su cartera y saca un billete de dos mil pesos y me lo entrega y me dice: mire mijita para la ayuda del mercado y ella sale y se va… y pues obvio seguimos actuando, y esto es una experiencia que nunca olvidare pues ahi se ve como en el teatro de calle uno puede llegar a reflejar las situaciones de nosotros y cómo las personas se pueden ver tan vinculadas que pueden llegar a involucrarse en las escenas.


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LARA NES

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lara Inés Ariza, es actriz autodidacta. Inició su camino, hace 36 años y lo hizo de manera obsesiva y disciplinada. Se ha formado con maestros como Juan Carlos Moyano, Misael Torres, Juan Monsalve, Beatriz Camargo, Wilson Pico, Ludwick Flaszen, Tapa Sudana, Hellen Lauren, Julia Varley, Augusto Omolú, entre otros. Es cofundadora, junto con Juan Carlos Moyano, del grupo Teatro Tierra desde 1989, su labor ha sido definitiva en el sostenimiento y desarrollo de uno de los grupos profesionales más reconocidos de la ciudad, donde se trabaja a partir de la praxis del laboratorio y la investigación de nuevos lenguajes. Ha sido productora, asistente de dirección y directora. Con el grupo ha realizado un trabajo de intercambio cultural y formación con comunidades a través de actividades pedagógicas y creación de espectáculos.

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i tuviera que pensar en un objeto icónico del teatro de calle, sería Los Zancos; pero mi relación con ellos terminó de manera dramática en el Parque Nacional de la ciudad de Bogotá - lugar también icónico del teatro de calle en la ciudad- cuando comenzaba mi camino en el teatro hace como 36 años. Subiendo unas escaleras, uno de los zancos se fracturó porque la madera ya estaba gorgoja y entonces yo también me fracturé la rótula de la pierna izquierda. Fue una recuperación lenta y dolorosa, de más de un año. Así que cuando me reincorporé al teatro no quise saber nada de ellos. Tuve que encontrar otras maneras de existir en la calle a la hora de expresarme teatralmente. En ese camino, muchos objetos se hicieron indispensables en la vida de los personajes (malabares, un redoblante, unos machetes, un libro, una maleta, un baúl, unas piedras…); pero, pensándolo bien, el objeto que más predominó en las obras creadas durante todos estos años fue la guadua, material vegetal maravilloso, con el que

se pueden inventar muchas cosas y que además, constituye parte de la identidad nacional.


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uchas anécdotas inolvidables, muchas… difícil escoger… Año 1992…Recuerdo cuando llegamos a Aracataca, para presentar Memoria y Olvido de Úrsula Iguarán, una obra sobre Cien Años de Soledad, la novela de Gabriel García Márquez. Éramos un equipo de 25 personas viajando por el territorio colombiano en una gira que se llamó Expedición al Corazón de Macondo. El día que llegamos, hicimos una comparsa de gitanos, como en la novela, recorriendo todo el pueblo invitando a la gente a la función del día siguiente a las 4 p.m. Después de la comparsa, comimos y ya en el hotel, cansados y con ganas solamente de dormir. Como a las 10 de la noche se fue la luz y comenzó un calor insoportable, no había manera de que los ventiladores funcionarán y al poco tiempo, estábamos todos en el patio del hotel, tapados con sábanas para protegernos del ejército de mosquitos. Parecíamos fantasmas o los habitantes de Macondo cuando todos estaban enfermos de la Peste del Olvido. Al día siguiente, comenzó todo el trajín que significaba disponer la escenografía, la utilería y prepararse para la función.

Todo bajo un sol tremendo, aplastante. El público comenzó a llegar como desde las 2 de la tarde, se fueron acomodando en las graderías, algunos venían de veredas cercanas y todos traían la curiosidad de ver a los personajes de la novela. El estadio se llenó rápidamente y el cielo se cubrió de nubes negras igual de rápido. Al poco tiempo comenzó a llover torrencialmente, y como en la novela, pasaron las horas y la lluvia no paraba. Nadie se fue del estadio, nadie se movió. Las sombrillas para protegerse del sol, ahora los protegían de la lluvia. A las 8 de la noche, sin haber escampado todavía, empezamos la función en Aracataca, el pueblo donde nació Gabo y fue una función inolvidable, los vestuarios mojados pesaban el doble, era difícil moverse y peligroso subir los andamios donde la guadua se había vuelto resbalosa como si la hubieran untado de jabón, la grama del estadio era un pequeño lago donde chapoteamos las escenas de rumba y la matanza de las bananeras. Al final de la función escampó y repartimos como siempre el dulce de guayaba y celebramos con el público a Macondo.

A M RIZA

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DENIS ELENA GOMEZCÁCERES RAMÍREZ

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ació en Venecia Antioquia el 22 de Marzo de 1964, pero creció en Bogotá a raíz del traslado de su padre: profesor de Español y Literatura. Conoció el teatro en el grupo del colegio. Vivió en Cúcuta, Cartagena, y en Córdoba donde se graduó de bachiller, y entró al grupo Orense Estudiantil de Teatro, participando en las Semanas Culturales de colegios de la región. Nuevamente en Bogotá mientras estudiaba en la Universidad Distrital FJC Licenciatura en Español e Inglés, conoció a Álvaro Bello García quien era del Grupo Tecal. Con él se trasladó a Palmira Valle en 1984, creando el grupo Carángano, dedicado en la tradición oral colombiana, circulando por toda Colombia varias obras que conforman su espectáculo Cuentos de La Tradición Oral.

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o hablo de las maracas que es el instrumento que yo toco con mi compañero Álvaro Bello García. Siempre que empezamos las obras en los espacios alternativos tocamos ritmos colombianos como la cumbia, el fandango, la puya, el mapalé, por eso me identifico mucho con ese instrumento.

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na anécdota que se ha repetido en el transcurso de estos 34 años de trabajo permanente ha sido la persecución de la policía o de los miembros de la oficina del espacio público por no tener un permiso para realizar presentaciones de teatro en el espacio público. Hemos sido detenidos en Bogotá a pesar de tener una carta que dice que no existía en esa época (entre 1994 y 1997) que estuvimos realizando funciones en la Plaza de Bolívar, Parque Santander, Plaza de Las Nieves, Parque Nacional y Parque Lourdes.


Un grito nacionaL y recorrer otros departamentos. En Antioquia estamos desde el año 2009 en el barrio Bello Oriente… uno de los más pobres, haciendo un intercambio cultural con la comunidad.

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Ningún impedimento legal para que actividades culturales itinerantes pudieran realizarse en el espacio público. Se nos decomisó el vestuario, fuimos detenidos varias veces y perseguidos hasta que decidimos viajar por la Costa Atlántica


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D M IANA

ARCELA

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icenciada en Artes Escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional. Su formación se nutre de la práctica que desempeña desde la pedagogía, así mismo indaga en la investigación teatral y en la gestión cultural, participando en diferentes acciones para la transformación social. Es integrante del Colectivo Teatral Luz de Luna desde el año 2009, participando como actriz y creadora en los montajes del repertorio y la circulación de los mismos en diversos lugares, tanto del territorio nacional como latinoamericano. Actualmente es pedagoga de la Casa de la Cultura Leonardo Gómez.

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l camión, se convirtió en común denominador para las presentaciones en los escenarios callejeros, para las obras o las comparsas. Cada vez que cargamos el camión con las maletas de vestuario, máscaras, utilería, escenografía, zancos y con nuestras humanidades, también se cargan nuestros sueños.

En ocasiones el camión debe ser grande como el de Don Julito o el de Jonathan, otras un carro pequeño como el cilantro-móvil de Don Orlando, un Renault, el camión, el carro, el transporte que carga, lleva nuestro esfuerzo, nuestro trabajo para visitar y subvertir calles, parques, espacios que momentáneamente se revisten de magia e imaginación gracias al teatro de calle. El camión, también aporta en el entrenamiento físico, cargarlo y descargarlo es una tarea que se suma al quehacer actoral, se ejercitan los músculos, se pone a prueba la organización de los diferentes objetos velando por el cuidado de los mismos, y si los actores y actrices viajan en él, se juega con el equilibrio, el peso y el silencio, por lo menos en Luz de Luna es así desde que lo recuerdo.


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De aquella carta en la despedida, la cual parecía mi notificación de despido, han transcurrido 11 años, he vivido 11 años en grupo, con todos los altibajos propios de esta profesión y en estas condiciones, que por largas temporadas se tornan hostiles, como aquellas notas amargas, pero también tienen matices de alegría y satisfacción por poder vivir de lo que hago, por poder viajar gracias a lo que hago, por contar con personas, hombres y mujeres con quienes he construido la solidaridad, no esa lejana de los discursos y post de las redes sociales, la real, la de la casa, la del grupo. Es una anécdota que me recuerda mi camino como actriz en un grupo de teatro callejero, me lleva a pensar en mi relación ética, artística, pedagógica, humana y femenina.

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n el 2009 Lo que acostumbraba ser una despedida con regalos, recuerdos y comida, se convirtió en la evaluación de un par de eruditas que se tomaron la palabra definitiva para decirle a cada uno de los integrantes cuál era su estado actoral en el grupo, y eso determinaba su proyección y continuidad en el mismo. “Raras atribuciones de la idílica colectividad”. La noticia: “…Este grupo se ha construido desde los afectos, y tú has quebrantado eso que hemos tejido, y como primero fue el uno que el dos, nuestra solidaridad es con él, no contigo, es mejor que regreses al grupo del que vienes, aquí necesitamos artistas integrales, (como el pan o las cocinas), no siendo más, te sugiero que ya no estés en anul ed zul. Con todo el cariño… Ellas…”

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ORALES

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DIANA ROCIO RODRÍGUEZ CONTRERAS M

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adre, contadora pública en formación, actriz y gestora en la ciudad de Tunja y el departamento de Boyacá. Inició su formación actoral en un grupo estudiantiles y juveniles de la ciudad en el año 2009 entra a ser parte de la Fundación Cultural Teatro Experimental de Boyacá donde se inició como actriz del grupo base hasta la fecha, participando en más de 80 montajes de teatro sala, calle, Performance, Teatro foro, Teatro Invisible, montajes BTL y comparsas. Actualmente es Gestora y representante legal de la TCTEB manejando procesos administrativos y de contratación así como en la formulación y ejecución de proyectos y eventos de pequeño, mediano y gran formato.

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i objeto son los zancos, mis zancos. Ellos permiten que me transforme y al elevarme deje miedos en el suelo, por medio de los personajes fantásticos (el monstruo como a veces en los pueblos me han llamado) he podido tejer formas de relacionarme con el público sin musitar palabra mediante el asombro y la inocencia, los zancos me han permitido a través del tiempo integrarme a ellos en el movimiento y en su rigidez, además han sido la herramienta con la que me he reconciliado con mi cuerpo y los múltiples cambios que la vida trae.


Un grito nacionaL Trepada en la segunda sección de un andamio, ambiente lo que fue la pieza de Blanca Fabiola (hija, hermana, madre y el sostén de su familia) Al terminar la función se me acercó la mamá, la hermana y el hijo y me dicen que vieron a Blanca Fabiola nuevamente en mí, que sintieron que ella estaba ahí y que yo hacía los mismos gestos que ella, que de una u otra forma lograron reconciliar y decirle en su cabeza esas cosas que siempre quedan por decir. Nos despedimos en un abrazo de esos que pegan cualquier pedazo Safo y lágrimas decían ellos de felicidad.

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a noche del 29 de mayo del año 2016, en un evento de la ciudad de Tunja, culminó con una presentación al lado del muro de la Memoria (monumento construido en conmemoración de víctimas del conflicto en Tunja y Boyacá), un proceso de investigación de varios meses en el que debíamos conocer la historia de una de las personas pasadas como falsos positivos de nuestra ciudad (esa en la que nunca pasa nada). yo debía encarnar no la historia de sus últimos días, sino las cosas y anécdotas bonitas, cómo la recordaba su familia y los logros de su vida.


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STHER

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ctriz y danzante con énfasis en teatro físico y gestual, pedagoga, especializada en la técnica Mimo corporal del maestro Etienne Decroux. Con experiencia artística junto a grupos como La Casa del Silencio (Cofundadora), Teatro Libre, Teatro Tierra, Danza Omtri, Compañía de Ballet Anna Pavlova, El gentío de Felipe (México) , Ensamblaje teatro entre otros. Posee una amplia trayectoria en las salas y espacios del teatro colombiano y suramericano. Ha creado un método de trabajo que nace de sus propias necesidades creativas y que se alimenta principalmente

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del Mimo corporal, también del lenguaje de la danza y de los principios del teatro antropológico. Ha dirigido siete montajes, y tiene una experiencia docente de veintitrés años, especializándose en el entrenamiento actoral en las áreas de cuerpo y actuación y desarrollando una síntesis que permite una asimilación efectiva del oficio escénico.

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o puedo hablar de un objeto específico que contenga todos los recuerdos escénicos que me han movido. Solo hay un objeto del que puedo dar testimonio de una transformación constante, estoy hablando del cuerpo que soy, el único objeto que realmente me pertenece, mi territorio, la materia viva que ha forjado mi experiencia creativa y que ha constituido el objetivo de mi investigación durante treinta años. Este cuerpo que cambia todos los días y que es el objeto principal, que puede dar cuenta de mi historia en la escena Colombiana.


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El público se arrimaba para ver el espectáculo una gran fila de artistas se

disponían a lo largo de la comparsa. Danzábamos y caminábamos entre charcos y música de vientos, yo a medida que avanzaba, encontraba lugares para crear imágenes, jugar con ritmos y silencios. Este desfile me hizo darme cuenta por primera vez de la importancia de la síntesis, la proyección y la precisión en el espacio escénico callejero. Llegamos al puerto del coral palace en donde hay un gran mástil de barco, los marineros se arrojaron al agua en grupo, debían nadar hasta un buque que se encontraba a 2 km del puerto. Efraín se subió al mástil y en la parte superior quedó congelado mientras la atención del público se ubicaba hacia los marineros allí terminaba mi recorrido escénico debía esperar a que todo el público se fuera. Cuando esto ocurrió, bajé del mástil y me di cuenta de que mis pies sangraban, ya no era capaz de caminar hasta el hotel, sin embargo había vivido una de las experiencias más ricas y elaboradas de mi hacer en el ejercicio de calle.

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ranco

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sto pasó hace más de veinte años, era la inauguración del primer festival internacional de teatro Ethnic Roots. Y también mi primera experiencia en la calle. Ese día, yo abriría la comparsa de inauguración con un personaje llamado Efraín, un marinero que acababa de llegar a la isla en calidad de náufrago. Era el abanderado de la comparsa, había que caminar 20 cuadras desde el malecón de la avenida principal hasta el Coral Palace, un puerto enfrente de la gobernación en San Andrés. Había llovido y las calles estaban encharcadas, mi personaje iba descalzo y debía guiar a un pelotón de la armada nacional, hasta llegar al puerto del Coral Palace. El reto era grande y mis pies me dolían y se me habían inflamado, sin embargo olvidé el dolor, me paré enfrente del grupo de marineros e inicie la marcha de la comparsa. Anduvimos creando imágenes, los marineros marchaban al ritmo que yo les proponía y la gran bandera blanca que llevaba en mis manos era movida por la brisa marina.


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GLORIA ESMERALDA QUINTANA LOPEZ

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ctriz, cantora, titiritera y narradora. Estudió sociología en la universidad nacional, teatro en la Escuela distrital de teatro, técnica vocal en el conservatorio Antonio María Valencia en Cali, es profesora de iniciación artística, teatro y yoga para niños. Egresada de la Facultad de artes escénicas Asab de la Universidad Distrital. Creadora del grupo Gotas Mágicas, Participó en la creación del grupo Ensamblaje y varias de sus obras de teatro callejero. Fundadora, actriz, titiritera y cantora en “TEATRO COMUNIDAD” al lado de Javier Montoya, dedicando desde hace 30 años sus mejores esfuerzos a crear arte “para llevar” y difundirlo en plazas, parques, patios y salas a nivel nacional e internacional. Actualmente es docente del proyecto pedagógico Párvulos y en el programa de iniciación artística de la Universidad Javeriana.

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uedo decir que el objeto más importante que me ha acompañado en mi oficio de callejera es la tambora. La tambora calienta el corazón, inaugura el espacio festivo y ritual. Cuando suena la tambora, se forma un círculo de manera natural salen las manos de los bolsillos y empiezan a sonar las palmas. Los pies del público, sin querer empiezan a moverse, aunque no sepan bailar. Durante mi embarazo, viajando por Sur América hacía funciones en la calle y tocaba un bombo de cuero de llama precioso y liviano que conseguí en Bolivia. Al notar que mi barriga solo se movía de un lado, le pregunté al médico si esto estaría causando algún malestar en mi bebe y me respondió que lo único que ella percibía era mi alegría al tocar. De hecho, mi hija es una música maravillosa, una artista que tiene su corazón conectado por siempre a la música.

Y creo que ese tambor alimentó desde el vientre esa sensibilidad. La tambora que hoy tengo, fue construida en Santa Marta. Y los cueros de chivo que le puse, los conseguí en el matadero de Uribia en la Guajira. Los curé con ceniza, los mojé, los afeité y los monté en una noche de luna llena en el cabo de la vela en 1992. Hagan la cuenta.


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ací en Bogotá y me crié en un pueblito verde y bonito que hoy es la localidad de Bosa. En una excursión al centro de la capital cuando aún era una niña vi pasar una tropa de seres fantásticos, mujeres y hombres en zancos, con tambores y trompetas. Era el Teatro Taller de Colombia. Descubrí entonces lo que sería mi oficio para siempre. Terminé el colegio y me matriculé en la escuela distrital de teatro. En segundo año el director, un español llamado Alfonso Graiño, decretó que se prohibía que los estudiantes actuarán en la calle y otros espacios hasta tanto no se graduaran. Fue el detonante de la rebeldía. Creamos entonces un grupo- que aún existe y está radicado en Cuenca- Ecuadorllamado Gotas Mágicas. Corría el año 1983. La rebeldía nos alcanzó para viajar durante dos años por américa latina recorriendo plazas, parques, esquinas y calles de Brasil, Bolivia, Argentina, Perú y Ecuador. Así iniciamos ese maravilloso viaje, sin planeación, sin presupuesto asignado, pero con el apoyo incondicional y amoroso del

público popular, de los artistas de cada lugar que nos rodeaban después de la función en la plaza principal de cada pueblo o ciudad, ofreciéndonos sus casas, su alimento y su vino y llenando el “sombrero” con billetes, monedas, cartas de amor, artesanías, amuletos para la buena suerte y bendiciones en forma de medallitas o estampas religiosas de protección. Justo un mes después de terminada la dictadura militar en Argentina llegamos a una ciudad llamada Tucumán. Por supuesto en ese país nadie había hecho teatro en la calle y cuando estábamos en medio de nuestra función la policía quiso detenernos. El público nos rodeó, nos protegió y la policía salió abucheada por un grito libertario a una sola voz, de personas que no nos conocían. Solamente sabían de nosotros que éramos actores y veníamos de Colombia, el país de la cumbia. Ese fue el principio de un largo viaje que hoy camino con Teatro Comunidad, de la mano -por las bellas coincidencias de la vida y el oficio- de uno de esos fantásticos zanqueros que de niña me asombraron.

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SPERANZA

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ctriz del Teatro Experimental Fontibón TEF hace 24 años, con experiencia en el arte teatral en espacios no convencionales, teatro de calle, teatro comunitario y teatro foro. Con formación en Licenciatura en Artes Escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional. Conocimiento y desarrollo de actividades escénicas, talleres de formación en instituciones de carácter formal e informal. Coordinación y promoción de eventos artísticos, culturales y pedagógicos. Realización de seguimientos a planes y proyectos de índole privado y público. Coordinación administrativa y producción en diferentes proyectos culturales y artísticos con entidades públicas y privadas. Jurado de algunos procesos de creación y dramaturgia de grupos artísticos.

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ara mí hay un objeto muy importante, el cual incluí en una de las obras de Teatro de Calle que tenemos con el TEF, y es el sombrero de mi abuelo. Mi abuelo se llamaba Miguel Gil Moreno, murió cuando yo tenía 10 años. Mi madre y una de mis tías tenían guardado muchas cosas de mis abuelos. Empezamos el remontaje de “Elegía o del abandono” y los personajes utilizaban sombreros. Inmediatamente pensé en mi abuelo y le pedí a mi tía el sombrero de él, ella me dijo que se lo devolviera pronto jajajaja, y ya llevo 15 años presentándome con él. Mi abuelo y yo actuamos juntos en “Elegía o del abandono”.


Un grito nacionaL saco tierra que tenía una contextura espesa. Nos fuimos muy contentos al día siguiente para nuestra función, durante la presentación la tierra se me escurrió por entre la boca, la nariz y los ojos. No podía respirar jajajajaja. Y trataba todo el tiempo de incluir movimientos que me ayudaran a despejar la tierra de mi cara … cuando terminamos la función y nos quitamos la tierra, mi cara estaba un poco rayada de las piedritas que tenía la tierra jajajajajaja.

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En 24 años hay muchas cosas que contar. Pero recuerdo que en uno de los viajes del grupo – el primer viaje a Europa-, llevamos la obra “Elegía o del abandono”. En esta obra usamos barro, y en el aeropuerto no pudimos hacer pasar el barro. Así que viajamos sin él. Cuando llegamos a Alemania, teníamos la primera función en una universidad. Y en el lugar donde estábamos – Schollkrippen – Alemania - no encontramos barro por ningún lado, así que una de las amigas que nos recibió – Claudia Klein- nos llevó a su jardín. Ernesto Ramírez el director escarbo y

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JENNYGONZÁLEZ CECILIA BALLÉN

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icenciada en Teatro de la Universidad de Antioquia, formada en danza contemporánea, gestión cultural y pedagogía. Directora y fundadora de la Corporación Artística y Cultural Inconsciente Colectivo de Zipaquirá. Docente en el programa Técnico en Teatro de Tocancipá y la Escuela de Teatro de Calle, con experiencia en formación artística, teatro y danza en grupos de infancia, jóvenes, adultos, personas en estado de vulnerabilidad y con dificultades de aprendizaje. Realizadora y gestora de proyectos culturales. Creadora y directora de montajes escénicos para espacios no convencionales. Nacional e internacionalmente ha participado en encuentros escénicos por más de 16 años, y como ponente en eventos académicos-investigativos, con publicaciones en los mismos. Actualmente cursa la Maestría en Investigación-Creación, Arte y Contexto en la Universidad de Nariño.

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l objeto es un par de zancos, el primer y único que he tenido, me los querían obsequiar, pero no lo permití, debía pagarlos con mi esfuerzo. Por esa época pintaba y pensaba si Artes plásticas o Teatro. Finalmente, cuando los logré, decidí pintarlos al óleo con colores azules, morados y negros, alguien dijo que parecían una noche. Estos zancos con más de 20 años en mis manos son el símbolo de esa decisión por hacer teatro y de calle, por el gusto de estar en escena en la calle en la noche o el atardecer. Aún los conservo, en ellos aprendí a montar, a caminar y caer.


Un grito nacionaL empezó a gritar arengas a favor de Chávez, y cuando los sacamos a bailar muchas personas salieron, y agradecían poder estar en la obra. Terminada ésta, nos invitaron a tomarnos fotos con la del “comandante” de fondo. Íbamos con muchas prevenciones de otros grupos que habían visitado el país. Pero al final todo salió bien. Es inolvidable por esa forma de habitar el espacio como actriz y hablar de lo que no se decía en ese momento. Hablar con los cuerpos y hacer cómplice al público en la escena.

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a experiencia inolvidable fue la participación en varias ciudades de Venezuela con la obra Latinoamérica al aire, estábamos preocupados por la reacción del público al verla. En ese entonces (año 2013) el ex presidente Chaves era vigente y le tenían mucho respeto. Aunque no se dice una sola palabra en la obra, toda gira en torno a la relación de los pueblos latinoamericanos, la eliminación de las fronteras. Era la primera función, en Barquisimeto, los directores del festival no sabían mucho sobre la obra, solo que tenía danza aérea. Al avanzar el público


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icenciada en etnoeducacion y desarrollo comunitario, de la universidad tecnológica de pereira. Inicie mi formación en artes escénicas en el año 1997 en la escuela de teatro del instituto de cultura de pereira, con la dirección de Claudia Lopez, obteniendo el título de técnico en actuación. Continúa su perfeccionamiento con el diplomado en artes escénicas para maestros con la universidad pedagógica nacional y el ministerio de cultura de Colombia. Desde el lugar de las ciencias sociales y desde las artes escénicas indaga por las problemáticas sociales y cómo estas se vinculan con hechos estéticos propiamente entendiendo el arte como una herramienta fundamental para el desarrollo humano. Desde el año 2003 y hasta la fecha hace parte del grupo tropa teatro, donde ha participado de los diversos montajes que ha realizado

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l objeto significativo es un pan, después de las funciones llegan las personas de la calle, los pájaros o perros y se lo comen

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os invitaron a un festival en ibagué, la señora que nos invitó no nos reconoció y nos dijo que éramos muy feos en persona, que nos veíamos más lindos con los personajes, y la cuestión es que iba a devolver el conductor, según ella se había equivocado de grupo.


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Un grito nacionaL

R L UIZ

ÓPEZ


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MONICA MARGARITA

CAMACHO RODRIGUEZ

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icenciada en artes con énfasis en teatro y danza. Especialista en gerencia cultural de la Universidad del Rosario. Actriz, dramaturga, docente, fundadora del Teatro el Tecal, Premio Nacional de Dramaturgia Ministerio de Cultura. Ha representado al país en eventos, talleres y funciones en 23 países. Ha recibido condecoraciones por su trabajo comunitario y artístico por Mincultura, el congreso de la república, el concejo de bogotá, Idartes, SCRD. Festival Iberoamericano de Teatro. Ha publicado tres libros, y es fundadora de la Red de Teatro Callejero de Bogotá y de la asociación de salas de teatro, creadora de políticas públicas en cultura desde el consejo nacional y distrital de teatro.

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l objeto que formó mi percepción y la necesidad de estar creando espectáculos en la calle, que además me acercó de manera vivencial y objetiva a un público que tocaba conquistar y que no estaba dispuesto a permanecer por un tiempo determinado observando o siendo parte de algo como el teatro, fue la tambora que se volvió fundamental para el espectáculo. Casi como otro personaje de la escena ambulante, el sonido de la tambora atravesaba y atraviesa todos los sonidos que perturban la obra, es como un palpitar que cada vez que retumba se siente en el corazón. Todos nuestros espectáculos tienen música en vivo, nos tocó volvernos músicos desde los inicios en que aún no teníamos la academia como parte fundamental de nuestra formación y ese retumbar del cuero en la calle lo utilizabamos para llamar la atención del transeúnte que por obligación

tenía que asomarse a observar quien lo llamaba con la tambora, y así crecía su interés por quedarse a observar un buen espectáculo de calle.


Un grito nacionaL policías a detenernos por escándalo público e incumplimiento de la ley, nos llevaron a una patrulla donde cabían 6 personas y nos metieron a los 6 actores, aún maquillados y con los vestuarios. De repente uno de los espectadores también se subió al carro y nos empujó obligando a abrir la puerta de la patrulla y a salir uno de los actores, el señor del público argumentaba que si nos llevaban él también quería ser detenido, las personas comenzaron a intentar entrar a la patrulla hasta que nosotros nos salimos, eso fue un gag de charles Chaplin, gente entrando y saliendo del carro para morirse de la risa, fue muy hermoso la solidaridad de las personas, al fin nos fuimos y no nos pudieron llevar.

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stábamos en los ochenta en pleno estatuto de seguridad, la represión y la falta de derechos eran lo normal en todo el país. Además de una guerra sin fin que se agudizaba de tiempo en tiempo, nosotros hacíamos teatro callejero y nos presentamos de manera regular en los parques públicos del centro de la ciudad y en el parque nacional todos los domingo. Estaba prohibido en un tiempo reuniones de más de 40 personas en los espacios públicos, nosotros en una función del parque Santander podríamos agrupar sin mucho esfuerzo de 100 a 150 personas, la gente sentía mucha empatía con nuestras obras y teníamos un público fiel. En uno de esos días de función, al terminar, entraron al círculo teatral 10


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onica

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ATRICIA

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studiante de Maestría en psicología cognitiva y de aprendizaje, en FLACSO argentina, Master en orientación educativa y psicopedagógica del ITEAP y Licenciada artes representativas de la UDEA. Participó en la Corporación Cultural Nuestra Gente durante 11 años como actriz, directora teatral, docente de teatro en los proceso de formación, coordinadora de proyectos y asesora en programas de formación artística. En Argentina trabajó como coordinadora del área de cultura de la Secretaría de Integración Social y Urbana del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, desarrollando programas que apuestan al cambio a través del arte y la cultura para la transformación social. Participó 5 años como actriz del grupo de teatro comunitario Catalinas Sur, en Argentina, en diversos montajes de teatro y títeres.

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ara mí las cintas de colores simbolizan mi experiencia en el teatro de calle, sus colores vivos, sus movimientos libres y juguetones, la visibilidad que le dan a lo que adornan, la posibilidad de extenderse y hacer tramas en su forma, tejerse entre personajes de forma libre para crear historias efímeras. Me llevan a lo tradicional de la calle como espacio de carnaval, de encuentro, de baile, de celebración. A las raíces del ritual de dónde venimos.


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mi mente viene una imagen fuerte, una imagen dolorosa y trágica, una imagen que en el fondo reivindica lo que es para mí estar y actuar en la calle en una ciudad como Medellín, en un país como Colombia. Dentro de los procesos de la Corporación Cultural Nuestra Gente en Medellín en el año 2002, actuabamos en el teatro al aire libre ubicado debajo del puente que une a dos barrios; La Salle y Villa de Guadalupe, yo estaba representando a la zapatera prodigiosa de Federico García Lorca, las casas de los vecinos se convertían entonces en la escenografía que albergaba a los personajes de la obra, éramos alrededor de 20 jóvenes actuando, construyendo un montaje para transformar la oscuridad de un lugar que antes era destinado a la venta y el consumo de drogas. Unos días antes del estreno estábamos ensayando y al ser en calle siempre se tiene espectadores, no hay espacio a la intimidad del montaje como en la sala, los ensayos están llenos de personas inquietas que encuentran en esa acción algo atractivo para ver. Esa tarde un chico acompañado de una chica y una pequeña niña empezaron a ver el ensayo, entre risas, miradas y señales se sorprendían con lo que pasaba en la escena, nosotros teniendo que pasar

muchas veces la misma escena tratando de recordar los textos, montando las entradas y las salidas... al final del ensayo, nuestros tres espectadores espontáneos tomaron unas escalas que permiten la salida del teatro y del fondo apareció un chico joven con un buzo que le cubría el rostro, tengo el recuerdo que era como una pintura con el rostro oscuro, de prisa sacó un arma y le disparó en la cabeza al hombre que minutos antes sonreía con cada ocurrencia de la obra y sus personajes. Los gritos de dolor de la mujer que lo acompañaba, la niña llorando, la sangre, el sonido estridente de los disparos, caos, corridas, nosotros sumidos en el miedo y la rabia de sentir la muerte tan de cerca en un espacio donde sembramos vida. Como grupo pasamos por momentos de dolor e incertidumbre, al final decidimos hacer el estreno y sembrar vida donde habitaba la muerte, devolver color y felicidad a un espacio que no lo tenía, darnos la posibilidad de ser felices, celebrando la vida siempre, dando al teatro su lugar sanador y reivindicando la calle como un espacio para el encuentro. El arte es la forma de decirle a una sociedad como la nuestra: hay esperanza, hay historias, hay color, hay belleza, entonces todo se puede transformar.

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PATRICIA ALZATE RODRÍQUEZ

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u experiencia en lo artístico nace desde su juventud, siempre le gustó jugar en las calles, socializar con los niños y jóvenes del barrio. Se fue involucrando en las actividades culturales y artísticas del municipio de Bello –Antioquia y tuvo la oportunidad de capacitarse y participar de las vacaciones recreativas por varios años, fue allí donde conoció Barrio Comparsa que llegaron a dictarles unos talleres, entre ellos elaboración de vestuario y maquillaje. Le gustó mucho su metodología y comenzó a seguirlo hasta que un día le pidio a su director, Luis Fernando García, que le permitiera ser una integrante más de su grupo. Allí comenzó un camino maravilloso de mucho aprendizaje en formación artística, luego al tiempo se convirtió en tallerista de los semilleros del grupo, participante activa de los montajes, donde ha tenido la oportunidad de vivir muchos de los festivales iberoamericanos de teatro de Bogotá, festivales internacionales de Manizales, muchos eventos en Medellín como mitos y leyendas, feria de las flores, fiesta de las artes escénicas entre muchos más. “Me siento bendecida por poder conectarme con la calle, la esquina, el barrio a través del arte. Si vale la pena ser callejera.”

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os sonajeros han sido objetos que no faltan en mis vestuarios, siempre los llevo en pies o manos. Siento que el sonido me conecta con la tierra, la cual me transmite mucha energía y yo voy proyectándola con los espectadores. Con los sonajeros dejó impresos mis movimientos en las calles; ¡Por esto vale la pena ser callejeras!


Un grito nacionaL porque los colores eran amarillo y rojo y al regarse quedaron horribles. Cuando terminamos poco quedaba del maquillaje. Sin embargo, fue una experiencia bonita ya que el público fue muy respetuoso. Siempre recuerdo esta anécdota cuando de maquillaje se trata. ¡Por todas estas experiencias maravillosas vale la pena ser callejeras!

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n cierto momento poco había experimentado el maquillaje corporal y aproveché una presentación para utilizarlo, me maquillé todo el cuerpo al igual que otras compañeras. Comenzó la presentación y todo iba muy bien, hasta que se nubló la tarde y comenzó a llover. Gracias a la lluvia el maquillaje se desvaneció en nuestros cuerpos. Fue un momento muy incómodo


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ATRICIA NÉS

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aestra en Artes Escénicas y profesional en educación preescolar, pedagoga y gestora de proyectos enfocados en la educación artística para niños y jóvenes en Bucaramanga y Bogotá. Fundadora y directora de la compañía de teatro “El Bufón del Tiempo”, un proyecto de formación teatral continua para niñas y niños. Fue actriz del Teatro Taller de Colombia y del grupo Cafetambo. Actualmente, y durante los últimos 14 años, ha sido directora del grupo de teatro Tarumba de la Universidad Pontifica Bolivariana, en donde está a cargo del grupo y el semillero para los nuevos actores.

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na de las máscaras de los “Duendes de las narices largas y la maleta de los cuentos azules”, son los dos objetos que me han acompañado y hacen parte de mi historia en el teatro.


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sta es una anécdota de mi vida que quiero compartir: hace más de 20 años, después de haber sido parte del Teatro Taller de Colombia, fundé un grupo con cuatro amigos muy queridos, viajamos a la zona cafetera y nos instalamos en una pequeña finca con la ilusión de hacer teatro y poder llevarlo a las personas que nunca habían tenido la posibilidad de este mágico encuentro con el arte. Luego de viajar por muchos lugares nos dirigimos con nuestro carro lleno de sueños y fantasías a Bucaramanga, mi ciudad natal, para realizar una temporada de teatro. En el camino, llegando al Alto de la Línea, una de las carreteras más peligrosas de Colombia, el Jeep se quedó sin frenos, no sabíamos cómo pararlo, y así como en una película de terror y aventura, mi vida pasó por mi mente en segundos, con la angustia de no saber lo que me depararía el futuro. Seguíamos avanzando cada vez más rápido y desesperadamente tomamos la decisión de chocar contra una montaña; sufrí un fuerte golpe en la cabeza y

perdí la conciencia, mi amigo Alonso me alzo y me llevó al puesto de salud más cercano, pese a que su brazo estaba roto. Cuando desperté comprendí lo que había sucedido, me aseguré que todos estuvieran con vida, y así era, todos teníamos heridas, pero estábamos vivos. La vida nos dio otra oportunidad que tomamos fuertemente de la mano, y a los pocos días de lo sucedido llegamos a Bucaramanga para presentar nuestra función “los Duendes de las Narices Largas”, más parecía los Duendes remendados; unos con la cabeza llena de costuras, otros enyesados y otros llenos de morados, pero dispuestos a seguir haciendo lo que nos mantenía vivos “ Nuestro arte!, nuestro teatro!” , Nos ganamos los aplausos del público que se divirtió con la obra, con nuestra actuación y fortaleza al presentarnos pese a todos los inconvenientes. Cada sonrisa que nos brindaron aquel día nos hizo seguir adelante y nos reafirmó que vale la pena hacer lo que hacemos.

L V EAL

ILLAMIZAR

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SANDRA PARRA MONTENEGRO

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rofesional de Educación Artística, cuya práctica proviene de la cultura popular y el teatro en espacios abiertos, también llamado teatro de calle. Con una amplia experiencia en los diferentes niveles de educación formal desde el preescolar, básica, media vocacional y superior, y en formación en investigación en educación en general y en educación artística en particular, así como en la educación informal o comunitaria. Siempre ligada a la práctica escénica, capacitada para desarrollar experiencias creativas y culturales en los espacios artísticos en general. En el campo de las artes escénicas orienta procesos de creación y formación en dramaturgia, dirección, actuación, puesta en escena, gestión cultural e investigación. Actualmente cursa el doctorado en Humanidades y Artes Mención Educación de la Universidad Nacional de Rosario, Argentina.

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ste bastoncito me lo regalaron en el Teatro la Candelaria. Me apoyó para hacer a Manuela Sáenz en zancos. En el hermoso performance que convocó Patricia Ariza en el 2010 llamado “Cien Manuelas por la paz”. Un bastón es un objeto entrañable para una zanquera, es una extensión de las manos, la seguridad de mantenerse estáticos para lograr mayor expresividad y es una manera de superar lo meramente acrobático.


Un grito nacionaL lo suficiente y porque el presupuesto de toda la cultura se iba financiando este festival, no lo recuerdo bien. El caso es que como éramos tan pequeñitos solo yo iba en zancos. Pachito de la Candelaria y Rubén Herrera nos acompañaron para que no nos aplastara la multitud. Según recuerdo ese fue un acto de dignidad. Representamos algunos poemas de Bertold Brecht como la canción de la mercancía, El remolcador…, la canción del parche y el abrigo entre otros.

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espués de salir del teatro taller me dediqué a hacer teatro militante. Inicie en la universidad con el movimiento estudiantil, de allí derivó un grupo de teatro aficionado llamado “El ciruelo teatro” con ellos decidimos participar “sin permiso” en el desfile del Festival iberoamericano de teatro en Bogotá en 1998. En aquel momento los grupos de teatro callejero y teatro alternativo se rehusaban a participar de dicho festival. Muy probablemente porque no pagaban




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AnaHernández Milena Díaz

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icenciada en Artes Escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional. Actriz y música de teatro

de sala y calle con 18 años de trayectoria artística, la cual incluye comparsas, procesos de danza, dirección general, musical, creación e interpretación musical, y dramaturgia para teatro. Cursó el Programa de Músicas Populares y de Colombia en la Academia Luis A. Calvo. Actriz de la Asociación Cultural Artífice Inimaginable desde el año 2001. Actriz del Colectivo Teatral Luz de Luna entre los años 2011 a 2013. Tallerista y profesora de teatro con población infantil, juvenil y tercera edad en proyectos sociales y culturales.

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n objeto o elemento que simboliza mi experiencia como actriz de teatro de calle es: sal… una libra o la cantidad necesaria. ¿Por qué?: Uno de los mayores temores para cualquier artista de calle es la lluvia al momento de una función. Así que cada grupo de teatro tiene sus recetas mágicas para evitarla o retardarla. Es toda una ciencia, o cuestión de mucha fe, pues no suele funcionarle a todo el mundo. Así que casi siempre hay alguien en cada grupo que asume esta gran responsabilidad, usando velas, espejos, cubiertos o, sal. Este es el elemento que yo uso, haciendo cruces alrededor del espacio donde se instale el evento desde hace 17 años con Artífice, y siempre me ha funcionado. Por eso no puede faltar entre la utilería nuestra librita de sal.

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usto hace poco con Artifice estrenamos el montaje de “La Cándida Eréndira”, adaptación para teatro de la novela de Gabriel García Márquez. Cuando íbamos a escoger papeles y tareas pensé en que yo haría el personaje de la abuela, y que otro compañero asumiría la dirección. Sin embargo, el grupo unánimemente decidió que yo dirigiera. No tenían duda alguna. Con toda firmeza depositaron en mí su confianza, respeto y credibilidad absoluta. Fue genial.


Un grito nacionaL

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aestra en artes escénicas de la ASAB. Autora del monólogo “Alérgica al Rojo”, basado en una crónica de los niños en la guerra, ganadora de la beca del Centro de Memoria Histórica. Su obra autobiográfica: “Salud!” Fue seleccionada en el Festival Internacional Alternativo de Teatro 2020. Actriz de Vendimia Teatro, la agrupación La Camisa a Rayas y el colectivo Vale la pena ser Callejeras. Ganadora de la convocatoria FUGA 2020, con el filminuto: “Suspiro”. Docente del programa CREA de IDARTES. Tallerista de población vulnerable en diferentes territorios y Coach de actores para medios audiovisuales.

andrea duarte

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on el grupo Carnaval Teatro Circo yo tenía el personaje del divino niño, una vez realizamos una toma pública en Tabio, ya habíamos hecho la toma en Chia, en Cota y esta vez nos tomaríamos la plaza de mercado en Tabio. El personaje del Divino Niño era travieso como todos los niños del 20 de Julio, tenía un vestidito rosado, la corona y hacía muchas diabluras y, cuando menos se esperaba el público, yo me quedaba congelada; el divino niño se volvía estatua. En esa intervención había toda clase de personajes, habían faunos, angeles, payasos, animales, diablos, por supuesto había un diablo mayor, yo estaba parada en la plaza principal de Tabio en una columna y recuerdo que el personaje del diablo venía galopando encima de un caballo, entonces se acercó, me rapto y nos fuimos galopando ante los ojos atónitos de los habitantes del pueblo de Tabio. Fue un momento bien especial, muy poderoso energéticamente, porque la gente aquí en Colombia le tiene mucha devoción al divino niño y ver como este iba galopando encima de un caballo negro junto al diablo...es algo que no puedo olvidar.

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andrea U

no de los objetos que desde siempre me acompaña cuando hago intervención pública, en espacios no convencionales, es la pañoleta o tela que en realidad es una tela multifuncional que he usado en varios momentos, me encanta porque me sirve para delimitar mi burbuja escénica y porque la puedo transformar en todo; la tela la he vuelto bebe, casa, canoa, mar, la he vuelto lanza... todos los infinitos significados que la imaginación pueda tener.


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· 1 · Aimara

GRUPO ARTIFICE INIMAGINABLE

· 2 · A terra

GRUPO LUZ DE LUNA

ANA MILENA HERNÁNDEZ

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· 1 · Obra Abanderadas VEDIMIA TEATRO

· 2 · Comparsa de esquina a esquina VEDIMIA TEATRO

· 3 · Obra Costuras para destejer VALE LA PENA SER CALLEJERAS

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andrea duarte

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amila

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Intérprete en danza y teatro con énfasis en teatro físico, exploración en técnicas corporales y métodos de consciencia del movimiento. Estudió danza contemporánea en CENDA y actuación en la ASAB. Ha trabajado como intérprete en diversos grupos y compañías de danza, títeres y teatro, y como docente y coordinadora en laboratorios corporales dirigidos a la investigación de danza y teatro a nivel nacional e internacional. Es fundadora y actriz base del Grupo Nemcatacoa Teatro, organización enfocada en el teatro físico para calle o espacios no convencionales y en los zancos como extensión del actorintérprete. En los últimos años también se ha desempeñado como artista y gestora cultural de artes escénicas con entidades culturales de la nación. www.nemcatacoateatro.org

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l objeto que ha simbolizado mi experiencia teatral son los zancos. Este es un elemento que trae consigo majestuosidad, invocan la energía y/o presencia tanto en el individuo que los usa como el que observa. Es un juguete que invita a entrenar, indagar, crear y viajar constantemente; justo por esto, mi camino se ha ido construyendo alrededor de la indagación y la imagen física. En este momento, aunque cambien las experiencias artísticas con el devenir de la edad y la salud, los zancos tienen gran culpa de caminar terca e involuntariamente hacia el teatro. Fortalecieron mi capacidad de observar con más reflexión mis decisiones y hacer de esta vida un aquí y ahora.

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enía yo alrededor de 17 años y estábamos con Nemcatacoa en el parque ensayando una obra que se llamaba Después de la Humanidad, era una versión teatral de la película Mad Max que salió en 2015. Entiéndase que cuando pasó esto era aproximadamente el 2003… Bueno, en una de las escenas hacíamos una secuencia de guerreros peleando con palos (muy enérgicos todos) y a mi compañera “Ada” en uno de los golpes se le olvida la coreografía, manda el palo por el lado contrario y me da un palazo que me ha dejado inconsciente y con un chichón del tamaño de una papa pastusa… A pesar del golpe me sentí bien y el ensayo continuó; al final cuando hicimos el círculo para cerrar el ensayo la mirada de todos estaba tan perturbada como la magnitud de mi chichon, el cual me bajaron a punta de papa y un cuchillo con jabón azul… el bulto nunca se fue por completo, así que se quedó para acompañarme toda la vida.

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C l a r a A n g é l i c a Contreras Camacho N

o tengo un objeto, fetiche, agüero; sin embargo, desde que inicie mi vida callejera, un elemento que me parece extraordinario es la máscara, que finalmente es el elemento más primigenio del teatro. No he tenido la posibilidad de usar muchas máscaras, pero tengo dos que aprecio muchísimo.

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o recuerdo el año, pero fue hace ratito ya, creo que fue como para la segunda o tercera función de la “Cómica muerte de un trágico” dirigida por María Fernanda Sarmiento, con el grupo Vendimia Teatro, en el parque Nacional. La obra tiene una estructura alta como especie de carromato que es llevada en el escenario por una actriz en su personaje de campesinas, mi personaje debía estar en la parte más alta de la estructura. Habíamos llegado temprano para ensayar y todo había salido bien, sin embargo, en el momento de la función el personaje que tira de la estructura entro con mucha fuerza, no habíamos previsto la inclinación del espacio y que sorpresa cuando el carromato sale rodando hacia el público conmigo en la parte más alta, fueron unos segundos de pánico, yo no recuerdo cómo, pero la actriz que dirigía el carromato consiguió controlarlo antes de que se estrellara contra el público.

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la puesta en escena tanto en espacios convencionales como no convencionales. Es docente de la Universidad de El Bosque, actualmente coordina el área de investigación en el programa de Arte Dramático de la misma Universidad.

irectora egresada de la Facultad de ArtesASAB, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, con Maestría y Doctorado en Educación. Su investigación centra su atención sobre la formación en dirección teatral y el asunto de


VALE LA PENA SER CALLEJERAS · 1 · Memorial - Recuerdos que habitan un lugar olvidado NEMCATACOA TEATRO

· 2 · Sociedad abierta NEMCATACOA TEATRO

· 3 · Costuras para destejer

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camila andrea sánchez puentes

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Un grito nacionaL · 1 · La cómica muerte de un trágico VENDIMIA TEATRO

· 2 · Costuras para destejer, blanco y negro VALE LA PENA SER CALLEJERAS

· 3 · Ingenuidad infantil en un cercado VALE LA PENA SER CALLEJERAS

clara angélica contreras camacho

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cristina alejandra jiménez GOMEZ

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aestra en Artes escénicas de la ASAB, Magíster en Teatro y Artes Vivas de la Universidad Nacional de Colombia. Fue Docente en el programa de Artes Escénicas, Universidad Distrital. Actriz del grupo Vendimia Teatro ha participado en diversos montajes y encuentros artísticos y académicos durante los últimos 12 años. Desde el 2008 ha estado vinculada a procesos pedagógicos en espacios comunitarios, públicos y privados con diferentes poblaciones. Su práctica artística se centra en la dinámica y las conexiones entre la subjetividad y la ciudad, la teatralidad y performatividad, la resignificación de las memorias y experiencias de los cuerpos en las prácticas urbanas cotidianas y populares.

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uando entre a Vendimia Teatro herede una máscara que fue parte de la obra “la parábola y el trueque” esta ha sido una de las máscaras que más he utilizado a lo largo de mi trabajo como actriz de teatro de calle, me gusta porque es una máscara que pese a tener unos rasgos bien definidos también tiene una neutralidad que la carga de muchos significados y hay una relación muy bonita para trabajar con ella en la calle. También escogí la máscara porque hace parte de mi entrenamiento básico, es un objeto que quiero mucho por su relación con el carnaval y la tradición popular.

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no de los recuerdos más bonitos que me dejó el proceso de laboratorio con las callejeras, aparte de conocer a cada una. Fue descubrir la capacidad tan grande que tenemos para la risa y el juego. Una mañana en la rutina de siempre: echar chisme, dejar las cosas en la casa y, esta vez, ir a un parque cercano donde había una estructura de juegos para niños con la forma de un barco. Estábamos particularmente contentas esa mañana soleada, y sin pensarlo, nos bastó una mirada para salir corriendo y subirnos al barco a jugar. Improvisamos una gran escena para dar apertura al laboratorio. Explorar con complicidad ese espacio nos llevó a conocernos más como actrices, además nos reímos bastante.


Un grito nacionaL

A

rtista e investigadora escénica. Doctora del Programa de Posgrado de Artes Escénicas de la Universidad Federal Bahía, Brasil, con la tesis “Teatralidades de(s)coloniales: entre la formación, la creación y la política en las calles de Abya Yala”. Magíster del mismo programa. Egresada del programa de Artes Escénicas de la Facultad de Artes ASAB, de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. Trabaja, produce y crea desde 2003 en la Fundación Cultural Vendimia Teatro, desde esta agrupación promueve encuentros, festivales y rutas de intercambio artístico. Ejerce docencia en programas universitarios de artes escénicas, en educación popular y sindical. Ha realizado varias publicaciones y nutre frecuentemente su blog despertandogente.blogspot.com.

maría FERNANDA

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n Azar de Puertas, obra de Vendimia Teatro, representó a la Muerte desde el 2003. Obra de tres personajes: La Patria, La Guerra y la Muerte. Éstas bailan, combaten y pierden. La herramienta que acompaña a mi Muerte es una vara de metal con puntas que recuerdan armas medievales. Junto a Carlos Araque, el director de la puesta, construimos esta pesada pero llamativa lanza que combinaba con la estética que habíamos decidido para esta Muerte. Este bastón es para mí una de las mejores herramientas para el entrenamiento escénico.

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Qué chimba! es una obra que me ha dejado vivir la calle con otra perspectiva teatral. Hicimos funciones en varios barrios de Bogotá; en uno de estos seleccionamos un paso peatonal amplio en el que había muchos vendedores ambulantes. Mis llamativos comportamientos eran una amenaza a su ilegalidad. La policía merodeaba espantando a los pequeños puestos, cada tanto. Entre más tiempo pasaba, más angustia despertaba en quienes se ganan la vida vendiendo cuanto objeto o alimento tienen a la mano. Lo indeseable, tanto para las vendedoras como para mí, pasó. La policía arribó con su imponente aire violento y soberbio. El comercio asumió el papel de víctima frente a la muchachita que estaba haciendo cosas inexplicables, y su actuación funcionó. Los policías se olvidaron de la venta ambulante y fueron tras de mí. En ese momento yo encarnaba a Jinneth B. quien ataca a la sociedad machista, capitalista y patriarcal, creo que nunca antes me dió tanto placer decir esos textos y más aún, dirigirselos a un “tombo”. Ellos siguieron sin entender y yo seguí con mi teatro. No quise actuar más para ellos, quise volver a mi público de esa tarde, que para mi sorpresa fueron las hijas y los hijos de quienes vendían en el lugar. Mi hermosa directora, Clara Contreras, entretuvo a los “verdes cerdos”, con la encantadora diplomacia que la caracteriza. Entre tanto, me escabullí por las calles y las personas. Repartí papaya y grité chichonamente “¡Qué chimba ser una Chimba!”. Logré realizar la acción teatral completa.

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SARMIENTO BONILLA


VALE LA PENA SER CALLEJERAS · 1 · La cómica muerte de un tragico VENDIMIA TEATRO

· 2 · Azar de puertas VENDIMIA TEATRO

· 3 · Abanderadas VENDIMIA TEATRO

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cristina alejandra jiménez

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Un grito nacionaL · 1 · ¡Que chimba! · 2 · ¡Que chimba! · 3 · Azar de puertas VENDIMIA TEATRO

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ATALIA

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aestra de artes escénicas en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, ASAB. Líder del semillero de investigación “Del entrenamiento actoral a la construcción del personaje” con el cual ha viajado por diferentes regiones del país investigando el fenómeno del carnaval. Es actriz de planta del grupo Vendimia Teatro, grupo con el que ha participado del Festival de Teatro Callejero de Bogotá en varias ocasiones. Escritora y editora del libro “Mujeres escriben Mujeres” en donde escribe y recopila monólogos feministas que reivindican el papel de la mujer a lo largo de la historia.

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a grandeza de la bandera, su movimiento ondulante, el sol atravesandola en el aire… Es ella el objeto que me conectó con el teatro de calle. Me confrontó con el espacio público y con mi propio cuerpo en medio de los transeúntes. La bandera se convierte en las olas del mar, en un caballo galopante, en una espada o escopeta, en la perfecta compañera de baile. Es un objeto que despierta la imaginación de la actriz y el espectador en medio del convivio teatral. En la obra “Abanderadas y cargadores” de Vendimia Teatro, aprendí a narrar, actuar y danzar con ella.

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uando trabaje con las callejeras en el laboratorio de creación de la obra “Custuras pa destejer” acepte el desafío de repensarme y verme desde otra mirada. Aprendí que los demonios no eran solo entidades externas sino que con ellos se lidiaba día a día, en primera persona. Puede entender muchas violencias de las que fui víctima como mujer. Una de las escenas de la obra mostraba como el hombre, creyéndose propietario del cuerpo y vida de su pareja, toma el celular y lo rompe contra el piso para que ella no hable con nadie que no sea él. Episodio muy parecido viví alguna vez con una ex pareja, quien por fortuna fue espectador de la primera función de la obra, siendo el teatro un arma tan poderosa como siempre lo ha sido, pude experimentar un momento catártico. Después de esa función sentí que algo en mi cicatrizo, que el dolor y la rabia se convirtieron en motores creativos y yo pude sanar rodeada de compañeras y amigas.

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ENDOZA


Un grito nacionaL

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en teatro comunitario junto a la fundación Stroganoff y en teatro foro con el Teatro Experimental de Fontibón. Participó como actriz y guionista del colectivo Huitaca. Actualmente hace parte del laboratorio femenino teatral y callejero Vale la pena ser Callejeras.

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as velas son instrumentos lumínicos, propician nuestra visión en la oscuridad, hacen cálido el ambiente frío, y muchas veces, en diferentes ocasiones nos sirve como elemento mágico, ahuyentador de lluvias. Sucedió en varios momentos antes de presentarnos o durante una presentación cuando empezaba a lloviznar, o se asomaba una gran nube gris cargada de rayos, siempre cargabamos una velita blanco o amarilla y la encendiamos y, como un soplo divino, el cielo aguardaba o se abría para darnos paso al viaje del teatro.

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ara el año 2013, Tercer Acto fue invitado a Barcelona, Venezuela, al Festival Internacional de Teatro de Oriente. Llegamos con “Puntos Apartados”, una obra post apocaliptica que trata la historia de una boda arreglada entre personas que no se aman y que por decisiones ajenas deben unirse, esta historia de la locura, fantasía y desolación se desarrolla en el esqueleto de un barco en medio de un desierto, donde los personajes se encuentran y desencuentran. Allí, presentamos la obra de noche justo al lado de la playa. El barco encajaba con el escenario y los sonidos del mar opacaban completamente los sonidos de la obra transformando por ese ambiente lúgubre de la obra y el barco, la energía de la noche combinada con el olor a sal removía la pesadez de la obra y le daba una sensación más reparadora y profunda.

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icenciada en artes escénicas de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Intérprete escénica con experiencia de 11 en teatro comunitario en Bogotá junto a la Corporación Cultural Tercer Acto, participó como monitora del diplomado entrenamiento para actuación


VALE LA PENA SER CALLEJERAS · 1 · Comparsa de esquina a esquina VENDIMIA TEATRO

· 2 · Abanderadas VENDIMIA TEATRO

· 3 · Costuras para destejer

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NATALIA RIVEROS MENDOZA

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Un grito nacionaL · 1 · Puntos apartados

GRUPO COSPORACIÓN CULTURAL CASA TERCER

· 2 · Inauguración del VII festival cultural de China

ESCUELA TALLER DE KUN-FU E INSTITUTO CONFUCIO UTADEO

· 3 · Costuras pa´destejer

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natalia ruiz pulido

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ROCIO

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ORTIZ OROZCO

úsica egresada de la facultad de artes de la Universidad Distrital. Magíster en Creación musical, músicas tradicionales y nuevas tecnologías de la Universidad Nacional Tres de Febrero de Argentina. Siempre ha mantenido un vínculo profundo con el teatro formándose y trabajando como actriz en el grupo Vendimia Teatro, ha participado como actriz y compositora en montajes de grupos como el teatro Laboratorio La Huella, Posada y Gutiérrez y actualmente con el colectivo Vale La pena Ser Callejeras. Ha integrado diferentes agrupaciones como intérprete y compositora, realizando música original para obras de teatro e intervenciones artísticas interdisciplinarias. ecuerdo la preparación de una obra en el festival que se realiza en homenaje a Andres Caicedo en la ciudad de Cali, estábamos con l Bombo, este para mi representa los compañeros del teatro laboratorio la huella la sonoridad presente en todas las preparando el espacio para presentar “La Huella” acciones de teatro callejero en las cuales en una cancha de barrio. Ya sabemos que la he sido partícipe, aunque no siempre preparación de un espacio escénico en calle ya es sea un bombo el objeto sonoro que nos todo un acontecimiento, debíamos colocar unos acompaña, a veces fue una pandereta, un caminos de papel y pegarlos muy bien al cemento yapurutu o un clarinete, los instrumentos y en algunos otros lugares de la cancha para que han sido parte de algunos personajes no los volara el viento, después de tener todo acompañando sus cantos, lamentos, coros preparado debíamos maquillarnos, desnudarnos y fiestas en la escena callejera. para pintar todo nuestro cuerpo de blanco. El festival no contaba con un espacio para camerinos ni nada que se le parezca pero lo improvisamos un una esquina de la cancha, con tan mala suerte que minutos antes de empezar la obra empezó una tormenta de aquellas en las que parece que el mundo se acaba, viento, truenos y lluvia nos dejaron muy aplastados, obvio en medio de la risa que no podíamos contener al vernos en medio de tal aguacero y por su puesto de ser el centro de atención de todo el vecindario en ese performance constante que fue tratar de hacer una presentación.

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Un grito nacionaL

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ctriz de la Fundación Cultural Tchyminigagua, coordinadora del Festival Artístico Internacional de Cultura Popular (FAICP), coordinadora de eventos culturales de impacto distrital, coordinadora de proyectos sociales, artísticos , culturales, y vestuario. Cuenta con más de 25 años de experiencia, con la cual ha aportado a la construcción de un lenguaje teatral propio y a la creación de proyectos que benefician a las comunidades vulnerables de Bogotá. Es miembro del grupo de títeres Chiminangos y directora del grupo laboratorio teatral.

ROSALBA

ROSALBA

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VÁSQUEZ GALLO

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l elemento que me ha acompañado y que tiene gran significado es la vela… las velas, hacer parte de mi monólogo “La maestra” de Enrique Buenaventura, me hace transportar esa magia..esa fantasía.. de las llamas..como transforman el escenario..y siempre están presentes en mi de alguna manera...me encantan y tienen un poder inalcanzable...son milagrosas, son mi elemento.

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a anécdota que escogí es una que la tengo presente y ocurrió en una de las giras a España, en el aeropuerto llevábamos unos cajones inmensos y no permitieron cargarlos, era lógico por la magnitud de volumen... así que nos tocó sacar lo que habíamos empacado... y empezar a envolver en papel transparente y estábamos ya sobre el tiempo..era una locura, todos corriendo a envolver y devolver esos cajones... claro todo por tontos... fue divertido recordar después ese suceso...


VALE LA PENA SER CALLEJERAS · 1 · Azar de puertas VENDIMIA TEATRO

· 2 · La concha y el reverendo VENDIMIA TEATRO

· 3 · La huella

TEATRO LABORATORIO LA HUELLA

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rocio ORTIZ orozco

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Un grito nacionaL · 1 · Trilogía muisca TCHYMINIGAGUA

· 2 · Futurismo galactico TCHYMINIGAGUA

· 3 · Acrobacia teatral TCHYMINIGAGUA

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rosalba vásquez gallo

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OSARIO

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ctriz, productora, gestora y profesora de teatro, con 23 años ininterrumpidos en la escena teatral Colombiana. Su especialidad es el teatro en espacios abiertos y no convencionales, comparsas y manifestaciones escénicas para la calle. Es actriz de planta del grupo de Teatro DC Arte e hizo parte durante 15 años del Colectivo Teatral Luz de Luna, ha trabajado en montajes de las agrupaciones ABBA Teatro, Tercer Acto y Sueño Mestizo. Es productora del www.portalescena.com, espacio virtual dedicado al arte escénico del país. Maestra en Artes Escénicas- Énfasis en Actuación, Universidad Distrital Francisco José de Caldas, facultad de artes ASAB. Directora de la casa de la Casa de la Cigarra teatro y punto de cultura viva en Mesitas del Colegio.

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o tengo ningún objeto de mis personajes, pues todos están en las bodegas de los grupos, los personajes son literalmente como los hijos, como diría Kahlil Gibran “Vienen a través vuestro pero no son vuestros y aunque vivan con vosotros no os pertenecen”, pero hay un elemento que nunca dejo y son los polvos de maquillaje, esos que hacen que no se te caiga tan rápido, no puedo salir a actuar sin ese olor, sin ese momento íntimo de la actriz. Y aunque las mujeres nos maquillamos y los usamos en otros momentos, cuando voy a salir a escena tiene un olor especial.

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uz de luna asistía a una función en una vereda del Tolima en el año 1998, fuimos en un camión, acostados en colchonetas, el viaje duró 10 horas porque en cada pueblo el conductor del camión pedía que tocáramos y la gente nos regalaba cerveza y comida, nosotros lo hacíamos con gusto. Al otro día, después de dormir en el camión llegamos a la una de la mañana. Luego, a bañarnos en una quebrada preciosa y almorzar, a las 2 de la tarde inició la obra “¿Dónde está?”. Yo viajaba como técnica, la encargada de poner la música. Los campesinos llegaron y llenaron la escuela, lloraban y reían con la obra y yo desde una ventana de la escuela veía por primera vez la obra completa, en medio de las montañas y de los ojos de los campesinos. Al finalizar se pasó el sombrero y la gente pagó generosamente con dinero y con mercado, dos bultos de comida y quinientos mil pesos. Recogimos las cosas y en una habitación Adriana Correa contaba el dinero y lo ponía en 10 montoncitos, me dijo que cogiera uno, yo respondí que yo no actuaba, que no lo merecía y ella respondió: “aquí todos trabajamos y ganamos igual”. Ese día comprendí el valor del teatro de calle, del trabajo colectivo, del trueque y del grupo.

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ERGARA

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ODRÍGUEZ


Un grito nacionaL ctriz y licenciada en teatro, egresada de la Universidad de Antioquia. Trabajó con la agrupación Espíritus Fortuitos Teatro y con el grupo Teatro Taller de Colombia. Ha sido tallerista y gestora de eventos especiales, coordinando espacios en distintas versiones del Festival Internacional “Al Aire Puro”. Participó en los laboratorios de formación y

creación de música Brasilera para teatro con Boranda Música Teatro, y danza fachada con el Colectivo Aero Danza. Desde el 2015 participa como actriz del Colectivo Teatro Ciclo Vital; espacio que le ha permitido formarse constantemente, además de desarrollar e indagar en los diferentes lenguajes y formas del teatro callejero y de espacios no convencionales.

S O L K Í N A N D R E A OTÁLORA BOHORQUEZ P

uedo decir que uno de los objetos que más simboliza mi experiencia como actriz, son los zancos, estos son el primer encuentro con lo inverosímil, con lo mágico y lo ensoñador, pero también con el reto, el vértigo y el arriesgarse. Ellos fueron el motivo por el cual me embarqué en la aventura de hacer teatro. Desde el primer momento que me los puse, fue como desafiar el mundo, ignorando por completo que ellos serían una parte más de mí en escena.

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stando en una gira con el Teatro Taller de Colombia en Europa, estuvimos en varios festivales, uno de ellos en Deventer, donde realizamos varias funciones: el primer día una, el segundo día dos, el tercer día tres y el cuarto día…CUATRO. Cada día se convertía en una extenuante jornada más que la anterior, siempre entrabamos al camerino y nos disponíamos a descansar, hacernos masajes y a disponer nuestra mente. Antes de la última función del último día, uno de nosotros, el más veterano, empezó a decir que no iba a ser capaz, que su cuerpo no le respondería igual ya que este montaje era sobre los zancos todo el tiempo. Cuando se acercaba el momento de empezar a alistarnos para esa última función, el viejo Deivid (así siempre le dijimos de cariño a David Hernández) estaba aún con la idea de no lograr esa función. En ese momento se levanta Efraín y le dice: ¡pero viejo Deivid el cuerpo es la máquina perfecta! No recuerdo las palabras exactas, pero sí sé que esto nos convenció a todos para salir a escena, no sé si como si esta fuera la primera o la última función, pero sí con la convicción de que juntos lo lograríamos. Para mi esa función fue el homenaje a nuestros cuerpos, que día a día se entrenan durante años, también un regalo de vida el poder compartir con un grupo de seres humanos y artistas increíbles con los cuales convivimos casi diez años, la familia que la vida y el arte nos regala.

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VALE LA PENA SER CALLEJERAS · 1 · Bandoleros GRUPO DC ARTE

· 2 · Garcia de colores GRUPO TERCER ACTO

· 3 · Comparsa tierra GRUPO LUZ DE LUNA

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rosario vergarA rodriguez

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Un grito nacionaL · 1 · Exodo. Caminante sin retorno TEATRO TALLER DE COLOMBIA

· 2 · Villa flor

TEATRO CICLO VITAL

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solkin andrea otálora bohoquez

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MABEL PIZARRO

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aestra en Arte Dramático egresada de la ENAD, Actriz, Docente y Directora de Teatro. Es Magister Interdisciplinar en Teatro y Artes Vivas de la Universidad Nacional. Con más de treinta y cinco años de experiencia en el ejercicio teatral, hizo parte del Colectivo PAPAYA PARTÍA y posteriormente de AY MACONDO. Dirigió el Colectivo HARËM TEATRO. Ha actuado en cine bajo la dirección de Pacho Bottía, Roberto Flores e Iván Wild. En noviembre de 2014 recibe Premio Mejor Actriz en el 40 Festival Iberoamericanos de Cine de Huelva (España), por su actuación en el largometraje Ruido Rosa. Contribuyó inicialmente a enriquecer el Carnaval de Barranquilla, participando en comparsas teatrales con disfraces colectivos, es cofundadora y actualmente Directora ejecutiva de la CARNAVALADA, organizada por la Asociación Cultural ¡AY MACONDO!.

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a caja de las bolitas de adivinas es un objeto que usamos en “Cambalache o el juego de los excesos” un espectáculo creado con Darío Moreu, mi compañero de entonces, que tuvimos en repertorio durante veinte años. Es una caja de cartón duro, de unos 15 cms. por cada lado, forrada con una seda china color fucsia, que aún conservo. Contenía 7 bolitas de diferentes colores: blanco, rojo, amarillo, verde, azul, violeta y naranja, marcadas con los números, del 1 al 7, asociadas con cada uno de los siete pecados capitales: avaricia, lujuria, envidia, gula, ira, pereza y orgullo. Era un juego entregado al azar, cuya fascinación compartíamos con el público que aceptaba la invitación de dos actores que irrumpían la cotidianidad del espacio callejero.


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n 27 de Marzo de 1992 Día Internacional del Teatro, con la Papaya Partía acostumbrábamos celebrar nuestro día presentando, cuadros cortos alusivos a la situación política que vivía el país. Ese dia cuando llegamos a la plaza de Bolivar, había un buen número de personas aglomeradas, se trataba de campesinos que reclamaban por sus condiciones de desamparo frente a las políticas del gobierno. Estaban bien organizados, cubriendo todos los frentes de la plaza, de modo que nos detuvimos a pensar cómo sería conveniente proceder en una circunstancia como ésta. Sin embargo, nuestra convicción e ímpetu nos invitaba a manifestar también nuestra inconformidad y antes de que lográramos ponernos de acuerdo, uno de nuestros compañeros avanzó hacia el Capitolio en veloz carrera, tal como lo habíamos ensayado. Fue suficiente este avance, para que nos rodearan y acorralaran, pues era evidente que ellos leyeron nuestra acción, como un saboteo a su justa protesta. Cada uno de nosotros portaba una vara de madera de dos metros de largo, con la que entrenábamos diariamente y constituía el elemento con el que presentaríamos una coreografía. Yo ví a la distancia, cómo despojaron a mi compañera Consti de su vara, de un modo muy agresivo. En cuanto ví lo que le había ocurrido a mi compañera, quien a pesar de ser una mujer menuda, era muy fuerte, me llené de valor y creo que por primera vez, empleé mi entrenamiento actoral,

al servicio de mi propia integridad, de modo que logré mantenerlos a distancia, apoyando la vara en mi cintura para desplazarla en diferentes direcciones, con lo que me mantuve en pie y a distancia. De pronto vi a mi compañero Jairo discutiendo con uno de los señores que amenazaba con golpearlo. Fue entonces cuando la policía intervino y formaron una columna con sus cuerpos para cubrirnos mientras avanzábamos hacia el Capitolio. ¡Íbamos hacia el Capitolio protegidos por la policía! Yo experimentaba, una sensación como de heroínas y héroes, en medio de una situación tan contradictoria, pues se escuchaban arengas desde fuera. Recorrimos internamente el capitolio escoltados por la policía, hasta salir por el ala posterior hacia la carrera 7ª. Cada uno de nosotros llevaba en un bolsillito de tela una bolsita de anilina roja cubierta con servilleta, que habíamos acordado poner dentro de la boca, para que al entrar en contacto con la saliva se convirtiera en un pequeño chorro de sangre brotando de la boca. Durante el recorrido nos miramos y estuvimos de acuerdo en usar la bolsita de anilina. Salimos triunfantes sin pronunciar palabra, mientras la gente y muchos teatreros compañeros solidarios nos preguntaban si nos habían hecho algo. Creo que si en aquella época hubiera existido Facebook, twiter, Instagram y demás, se habrían inundado con estas imágenes.

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ARÍA DEL

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ILAR

gresada en Arte Dramático y Especializada en Educación Artística de la Universidad del Atlántico. Es Magister en Educación de la Universidad del Norte y en la actualidad adelanta estudios en el doctorado de Cultura y Sociedad Caribe en la Universidad Simón Bolívar. Desde 2007 se desempeña como docente de la Universidad del Atlántico, dirigió durante diez años el grupo de teatro del alma máter. Es miembro del grupo de investigación T.E.I (Teatro, Espacio e Interactividad), en el cual coordina el semillero P.A.S (Pedagogía, Arte y Sociedad). Desde el año 2000 se desempeña como actriz y directora de distintos procesos artísticos tanto en el teatro de sala como en el de calle. A partir del 2005 empieza su participación ininterrumpida en el Carnaval de Barranquilla con el personaje “La llorona” con el cual ha recorrido el país y además ha ganado el galardón de Congo de oro a mejor disfraz tradicional en distintas versiones de la fiesta carnestolenda.

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nvestigando sobre el personaje de La Llorona y al tratarse de un espectro fantasmagórico proveniente del más allá, llamó mi atención saber que el cabello crece de manera desproporcional después de la muerte, fue cuando por primera vez pude fantasear con la idea de tener el cabello hasta los tobillos, puesto que en lo personal mi cabello no tiene tendencia a ser largo, así que la llorona me permitió materializar este sueño. Desde el año 2005, cuando construí el personaje, hasta el presente he prestado mucha atención a los materiales que componen esta extensión del cabello y es muy frecuente que una vez termino el hecho escénico, se acerquen personas de distintas edades motivadas, entre otros aspectos, por el impacto de la larga cabellera, y soliciten tocarla. Mi deseo de tener una cabellera extremadamente larga se ha cumplido a plenitud y me conecto muchísimo con los elementos que conforman la peluca, es algo así como un fetiche que dejo a mi vista todo el tiempo, por tal razón le doy un lugar especial en mi espacio cotidiano. La peluca es un objeto que completa uno de mis personajes mas emblemáticos “La llorona”, este objeto me permite fantasear con la idea de tener el cabello hasta los tobillos, puesto que en lo personal mi cabello no tiene tendencia a ser largo, así que la llorona me permitió materializar este sueño.


Un grito nacionaL allá, llamó mi atención saber que el cabello crece de manera desproporcional después de la muerte. Desde el año 2005, cuando construí el personaje, hasta la presente he prestado mucha atención a los materiales que componen esta extensión del cabello y es muy frecuente que una vez termino el hecho escénico se acerquen personas de distintas edades motivadas, entre otros aspectos, por el impacto de la larga cabellera, y soliciten tocarla. En lo personal siento que mi deseo de tener una cabellera extremadamente larga se ha cumplido a plenitud.

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i cabello por naturaleza no suele ser largo, crece hasta los hombros, desde niña tuve el deseo interior de verme con el cabello largo y agoté cualquier cantidad de recursos para ello, no lo cortaba durante grandes periodos del tiempo, me echaba cuanto menjunje o ungüento me recetaban y estaba pendiente de la luna y sus fases para tratarlo. Aun así, todo era nefasto y aprendí a aceptar que mi cabello tenía su propia personalidad y dinámica. Investigando sobre el personaje de La Llorona y al tratarse de un espectro fantasmagórico proveniente del mas

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EALES

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MARÍA VICTORIA SUAZA GOMEZ

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rtista egresada de la Escuela Popular de Arte EPA Licenciada en educación con énfasis en artes escénicas de la Universidad de Antioquia. En el año 1999 llega a la región de Uraba consolidando el proyecto Corporación Cultural Camaleon de Urabå. Una propuesta que desde el teatro comunitario ha contribuido a la resignificación de un territorio marginado por las secuelas de la guerra y la violencia a la que fue sometida la región. Con el eslogan La Cultura es Patrimonio de una comunidad y no privilegio de unos pocos la Corporación Camaleón de Uraba ha hecho del teatro comunitario una estrategia para la transformación de un territorio y de la calle un escenario de encuentro y creación. ha sido Directora de la Casa de la Cultura de Apartadó y consejera Departamental de Cultura en varias ocasiones, ha fomentado la creación de redes y trabajo asociativo, como la Red Uraba Teatral que convoca y articula a varios grupos de teatro en la región de Uraba.

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ace muchos años me acompañan unos coturnos, esos zapatos significan para mi muchísimo porque han estado en parques, laderas, coliseos... y siempre los utilizo con la intención de ganar altura, pero se fueron volviendo un objeto simbólico, con los años los he tenido que reparar una y otra vez e incluso he tenido otros, pero siempre termino con esos coturnos en la mayor parte de los escenarios.


Un grito nacionaL gente a ver la obra, en la obra hay un personaje que se llama El Ogro y resulta que dentro del público había un abuelo que se compenetro tanto con la obra que comenzó a discutir con el Ogro, indignado por la maldad de este personaje el abuelo jalaba al muñeco y le pegaba en la cabeza mientras le gritaba que era un malvado, al principio pensé que era un saboteo pero cuando me di cuenta de la sinceridad con la cual el abuelo discutía me conmovió y me percate de que quizás ese abuelo jamás en su vida había visto títeres.

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ace muchos años fui a un lugar muy especial que se llama Puerto Giron, Puerto Giron es comunidad Afro en Uraba y están influenciados por el río Leon, uno de los rios mito para nosotros porque es un río muy bravo, esta experiencia es de cuando se llegaba a ese lugar en balsita y eso era prácticamente adentrarse a un paisaje selvático, era un lugar de difícil acceso, logramos llegar allí con la obra “ la princesas Mariposa” una obra de títeres y muñecones. En el parque central del caserío se congregó muchisima


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Y M ULLY

ILLENA

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nició su camino en las artes escénicas en el año 2000 en la ciudad de Bogotá, es actriz profesional y gestora cultural; administradora pública de profesión y actriz de corazón, egresada de la ESAP enfocó su carrera a la gestión cultural y su oficio como artista lo ha desarrollado empíricamente en diferentes grupos profesionales donde ha indagado en diversos lenguajes del arte escénico como el teatro, la comparsa, la danza y los títeres. Cofundadora del grupo Gota de Mercurio Arte Escénico del que hizo parte activa hasta el año 2018, actualmente hace parte de Luneta 50 de la ciudad de Barranquilla como gestora de proyectos y miembro del colectivo Los Lunetos.

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as moñas de mi payasa “Lío”, personaje del cual obtuve mil aprendizajes, que me acompañó durante 9 años de mi carrera artística, El proceso de peinar a este personaje era una forma de alistarse a asumir el escenario, que casi siempre fue la calle, por eso estas moñas que aún conservo (algunas desde el 2009), son un objeto significativo en mi quehacer de actriz de calle.


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n el año 2006 mi grupo de teatro tenía una comparsa llamada la Orquesta del Hongo, todos éramos un combo de universitarios con ganas de mostrar su trabajo, es así como el director del grupo habló con quién estaba a cargo de la programación de calle del festival, le mostró nuestra propuesta para ser incluidos en el desfile, pero recibimos una negativa bajo el argumento que no había presupuesto para pagarnos, es así como propusimos no cobrar, que solo nos garantizaran el transporte hasta el lugar y nosotros desfilaríamos sin cobro, pero nuevamente recibimos una negativa, desesperados ante las ganas de ser parte de esta fiesta teatral le dijimos que nosotros poníamos nuestros transporte, que no cobrábamos, que solo nos diera el espacio para ser parte del desfile, pero nuevamente recibimos una negativa. Nos reunimos desanimados, cuando se escuchó una voz: ¿y si nos colamos? Era una locura, más de 40 personas en escena, un chasis de Renault 4 transformado en hongo, planta eléctrica y amplificaciones para que sonaran la guitarra eléctrica, el bajo y los demás instrumentos; pero eso no importó,

ya habíamos ensayado mucho con la esperanza de ser parte del desfile ¿por qué no hacerlo? Así que hablamos con otro amigo teatrero que iba con su comparsa para que nos hiciera un espacio, nos ubicamos unas cuadras adelante del comienzo del desfile, en las vallas de protección había unos colaboradores de “Misión Bogotá” les dijimos que habíamos llegado tarde, que por favor nos dejaran entrar en nuestro puesto apenas llegará la comparsa indicada, llegó la comparsa, abrió el espacio, se corrieron las vallas y entró ese hongo de considerable tamaño a hacer parte de la fiesta teatral de Bogotá, unas 10 cuadras adelante el organizador de calle del festival abrió muy grande sus ojos, no podía dar crédito a lo que veía, una comparsa de más de 40 personas, con un gran hongo se había logrado colar sin importar toda la organización del festival, al final sólo hubo un leve jalón de orejas en la fiesta de cierre de festival y el recuerdo de colarse con un Hongo gigante haciendo nuestro sueño realidad, ser parte de la fiesta teatral de nuestra ciudad.

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ARTÍN

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AITÁN

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MARINA LAMUS

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nvestigadora colombiana de teatro. Magíster en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo, Seminario Andrés Bello. Ha escrito artículos para publicaciones periódicas culturales y libros colectivos. En 2012 recibió el premio Nacional de Investigación Teatral (Ministerio de Cultura) con el estudio En busca del Coliseo Ramírez. Primer teatro bogotano. Ha publicado más de doce libros, producto de sus investigaciones teatrales, entre sus títulos se hallan los siguientes: Teatro en Colombia: 1831-1886. Práctica teatral y sociedad (1998). Bibliografía anotada del teatro colombiano (2003). Teatro siglo XIX: Compañías nacionales y viajeras (2004). Geografías del teatro en América Latina: un relato histórico (2010). Teatro colombiano. Reflexiones teóricas para su historia. Separata de la revista A Teatro (2010). El teatro desde la caricatura. Colombia 1910-1930 (2017). Coordinadora en Colombia de “Análisis de la dramaturgia actual en español” (adae-3. 2015-2017), dirigido por el doctor José-Luis García Barrientos (Consejo Superior de Investigaciones Científicas).

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l objeto que más he apreciado es el estilógrafo, para escribir algunos pasajes, frases o firmar con pluma. Es el objeto de mis recuerdos y de mis deseos. Infortunadamente, ahora es casi imposible cargar un buen estilógrafo entre la cartera. Se convirtió en un objeto para ámbitos privados, adquirió un carácter casi que clandestino.


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Primera: Cambalache o el juego de los excesos, creación de Darío Moreu y Mabel Pizarro de la Papaya Partía. Estaba compuesta por siete cuadros y cada uno de ellos correspondía a un pecado capital. La vi en Manizales durante el Festival. Me causó gran admiración cómo dos actores, Darío y Mabel, nos mantenían absortos con tan pocos recursos: máscaras, una caja pequeña con siete bolitas de colores que

correspondían a cada pecado y, por tanto, a cada cuadro. Segunda: Memoria y olvido de Úrsula Iguarán, versión de Juan Carlos Moyano, dirección de Moyano y Misael Torres Pérez, quien también interpretó a Úrsula. Para este montaje se unieron Moyano (Teatro Tierra) y Torres (Ensamblaje Teatro), en 1991. La disfruté en la Plaza de Bolívar de Bogotá. Fue impactante, en especial por la actuación, la presencia corporal y el manejo de voz de Torres.

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uardo en mi memoria dos creaciones para espacios públicos.


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icenciada en Artes Plásticas y Visuales, docente e investigadora con más de 10 años de experiencia en el liderazgo de proyectos fotográficos tanto en el ámbito académico, como social y cultural. Maestra en Artes Plásticas del Instituto Departamental de Bellas Artes, de Santiago de Cali, Colombia. Estudió Técnicas Fotográficas Antiguas, en la ciudad de Santiago de Chile (2010), y en la ciudad de la Habana, Cuba. Realizó la Diplomatura en Investigación y Conservación en Fotografía Documental en la Universidad de Buenos Aires y en este momento, se encuentra terminando su proyecto de tesis de la Maestría en Estética y Teorías del Arte en la Universidad Nacional de La Plata. u exploración artistica se entremezcla con el diseño, la fotografía, la ilustración y la animación.

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e tomo el atrevimiento de permitirme agrupar varios objetos esenciales en mi recorrido y exploración como artista como la cámara fotográfica, el lápiz, los aerosoles, las tintas de grabado, las gubias, el papel, los químicos... cada uno tan variable y tan compañero como el deseo durante el tiempo de experimentación y autoconocimiento. Por eso creo que algo esencial que agruparía todos y otros elementos que son esenciales para mi, sería la mirada y las manos, dos sentidos como la vista y el tacto, que me han permitido crear imágenes mentales que algunas logran materializarse en piezas visuales.


Un grito nacionaL

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reo que una de las experiencias queridas que logro recordar en este momento, fue cuando estaba realizando el proyecto de recuperación histórica y vivencial de uno de los oficios más populares de la fotografía, la fotoagüita o la fotografía minutera, entre algunos de los nombres como se le conoce.

instantáneas en blanco y negro.

Lo nombro como un oficio popular porque estxs fotográfxs que no eran fotográfxs profesionales y que en sus inicios eran inmigrantes. Se dedicaron a fotografiar al pueblo, con cámaras que al mismo tiempo eran laboratorios fotográficos y que fueron las primera cámaras que realizaron las fotografías

Allí se veía un grupo de pequeñxs estudiantes que se quedaron mirandome con mi extraña cámara. En un momento unx de ellxs pasa muy lento por mi lado, hace una pequeña pausa, se queda mirándome, me sonrie y sale corriendo gritandoles a sus compañerxs, “¡ella tiene una caja mágica!”.

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La experiencia ocurrió en el otoño de 2016, cuando estaba saliendo con mi fotogüita a diferentes lugares de la ciudad de Buenos Aires y en esa tarde me encontraba en el barrio de la Boca, en la zona turística.

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STUDILLO

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LAS PREVIAS

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Las doce actrices que integramos esta colectiva nos sentimos amorosamente felices de haber compartido todo un año juntas entre la creación y la amistad, entre la gestión y los sueños, entre la planeación y el poder femenino. Desde nuestro primer encuentro en febrero de 2019 sentimos que se enciende un fueguito en nuestro interior que aviva de forma muy particular nuestras juntadas. Ese amor hacia el oficio, hacia las otras, hacia la movilización a partir del arte y lo femenino, nos animó a expandir nuestra experiencia a otras mujeres, actrices, artistas, etc. Pensamos que Vale la pena ser Callejeras puede ser un lugar sin cerraduras ni fronteras, en el que puede entrar quien lo desee y estar el tiempo que necesite. De esa forma operamos todo el 2019, disfrutando del hecho de romper la imposición patriarcal que dicta que “trabajar solo con mujeres es un problema” o “las mujeres entre ellas no se llevan bien, siempre es necesario que haya al menos un hombre”. Esa forma de relacionarnos, nueva para muchas de nosotras, nos llevó a proponer espacios virtuales para que las actrices de teatro de calle de Colombia se unieran a nuestra experiencia y la enriquecieran con su sabiduría. También, nos motivó el hecho de darnos cuenta de nuestro lugar en los grupos de teatro que integramos y del lugar de nosotras en el movimiento teatral y su historia. Escuchando cómo operaban nuestros grupos y contándonos (al mismo tiempo que lo advertíamos) cuáles eran nuestras funciones y qué roles asumíamos la mayoría de las veces, pudimos des-cubrir las micro violencias que ocurren al interior de cada colectivo: la mayoría de nosotras hacemos las funciones administrativas, logísticas y operativas, tanto del grupo como

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odas coincidimos en que los encuentros que se realizaron como iniciativa de este proyecto son su corazón: este proceso se inició en la segunda mitad de 2020, entre las lluvias de ideas que ocurrieron en las reuniones virtuales que mantuvimos las integrantes de Vale la pena ser Callejeras, con el fin de no desconectarnos unas de las otras dada la imposibilidad de vernos presencialmente.


VALE LA PENA SER CALLEJERAS

de cada una de sus acciones; muy pocas hemos dirigido o escrito alguna obra; casi todos los espacios de representación en cada una de nuestras organizaciones están delegados a un hombre, que en la mayoría de los casos es el director perpetuo y difícilmente rotativo. Esto, además de invisibilizar nuestro trabajo creativo y propositivo, nos excluye de la historia del teatro callejero colombiano, por no decir del teatro colombiano, que margina manifestaciones como la nuestra.

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Esa falta de reconocimiento a la labor que hacemos las mujeres al interior de cada colectivo y su impacto en la construcción de una historia teatral, nos arrojó a la maravillosa tarea de trabajar para producir materiales hechos por nosotras y con el fin de valorar y visibilizar nuestros aportes al teatro, a la calle, en fin, a la sociedad. Sentimos la gran necesidad de juntar a más actrices para que entre todas nos sintiéramos orgullosas de gritar ¡Vale la pena ser Callejeras! Esos fueron los primeros objetivos que motivaron estos encuentros de actrices colombianas de teatro de calle. Realizamos un encuentro previo, con el fin de dar a conocer a las actrices invitadas el proyecto completo y tener un primer acercamiento. De ese encuentro salimos muy motivadas. Muchas mujeres manifestaron la necesidad de encontrarnos y lo importante de esas reuniones. También fue motivador el hecho de encontrar caras conocidas. Muchas de las invitadas se conocen entre ellas y las animó el hecho de reconocer a sus colegas en este lugar. En esa primera reunión les contamos que en este proyecto se proponía la realización de tres encuentros. En cada uno de ellos se debía responder a dos preguntas. Las preguntas que se desarrollaron fueron las siguientes: Primer día: ¿Qué significa ser una callejera? ¿Qué hace una callejera en confinamiento? Segundo día: ¿Cómo se vive el espacio público actualmente en la ciudad en dónde estás? ¿Qué le podría aportar nuestro oficio a la calle que hoy vivimos? Tercer día: ¿Qué alimenta o ha alimentado el quehacer de una callejera? Al planear cada jornada, las integrantes de Vale la pena ser Callejeras diseñamos una agenda que no solo diera espacio para resolver las preguntas propuestas, sino que se planearon momentos para que las invitadas pudieran conocer más de nuestra colectiva y para que pudieran hablar de los envíos postales que estaban ocurriendo entre ellas, que es otro componente de esta


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propuesta, como lo narraremos en los capítulos a seguir. De esta forma, cada día tenía actividades nuevas que buscaban alivianar el peso de las reuniones virtuales. Dentro de ese diseño, propusimos el trabajo por grupos. En cada uno de los tres días, las preguntas eran dialogadas en salas alternativas a la principal en donde se reunían un máximo de cuatro actrices. Esto se hizo con el fin de poder hablar sin tanta presión del tiempo y con el gran objetivo de que todas las voces tuvieran su espacio de manifestación. Cada una de estas salas era presidida por una chica de la colectiva, quien hacía las veces de relatora y moderadora. Después de estas reuniones en pequeños grupos, compartíamos un resumen en la plenaria general.

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Todos los espacios fueron grabados con el fin de tenerlos como baluarte de esta iniciativa y volver a estos archivos cuantas veces sea necesario. Sabemos que no podemos transcribir al pie de la letra las intervenciones realizadas en estos encuentros, pero intentaremos darles líneas a aquellas afirmaciones, anécdotas, sentimientos, reflexiones y pensamientos, que nos movieron a muchas y que retumbaron en nuestras salas virtuales.


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primer día: entre nombramientos, catarsis y descubrimientos.

A

ritmo de tambores van entrando las actrices invitadas. La canción “Óyelo bien” de la obra “Costuras pa´destejer” de Vale la pena ser Callejeras, da la bienvenida al primer Grito Nacional de actrices de teatro de calle.

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Después de la apertura del espacio por parte de las chicas de la colectiva habla Marina Lamus, quien manifiesta que el reto de acompañar y registrar esta iniciativa es intimidante, pues es una responsabilidad enorme donde espera no defraudar a ninguna. Puedo decir verdades de Perogrullo: ustedes son mujeres, artistas y además artistas de calle. Son de diferentes sitios y con diferentes experiencias, y eso es lo más apasionante: que se puede dar un diálogo intercultural. Este confinamiento las sacó de las calles para hacer una serie de reflexiones internas, de cada una de ustedes con el exterior y con su entorno, pero además de reflexiones sobre el arte, sobre lo que nosotras representamos en el arte.

Luego de esta introducción comienzan a aparecer las respuestas a las preguntas del día. Estas preguntas ya colocan un sujeto de acción: La Callejera. No hacía falta elaboraciones muy profundas que pudieran servir de detonante para el diálogo: ese solo calificativo revolcaba las entrañas de todas las integrantes del espacio. Recurriendo al básico significado de la palabra, encontraremos que hace referencia a una persona que le gusta callejear, o de “algo” que pertenece a la calle. Sin embargo, en la cultura patriarcal en la que estamos inmersas, esta refiere a las mujeres que se dedican a la prostitución, y de la misma forma en que “puta” es un insulto, “callejera” lo era no hace mucho tiempo. Muchas invitadas aún se sienten muy incómodas cuando nos nombramos con este calificativo. Sin embargo, en el desarrollo de esta pregunta, las respuestas afirmativas (las que reivindican esta expresión en muchos sentidos) comienzan a escucharse.


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Pero vivir en la calle trae muchas consecuencias que marcan el comportamiento de este ser del espacio público que acepta la dureza en la que se ha construido ese lugar. Las mujeres que salen a la calle deciden afrontar una sociedad que no solo está dispuesta a violentar sus cuerpos, sino que también decide acabar con todas sus fuerzas. Por esta razón, otra de las grandes características que hace Callejera a una actriz es la valentía con la que afronta su ser. Sobre esto, varias participantes del encuentro coincidieron en que la rudeza y la fortaleza son atributos nuestros. Yully Marín responde con ahínco que una Callejera es una “guerrera, que se expone, que se muestra, que se atreve en la calle”. Por su parte Carolina Chávez sabe, a punta de experiencia, que somos tan fuertes que podemos con todo, no solo con el oficio teatral, sino con las innúmeras demandas que la vida nos arroja, por eso somos unas “toderas, que hacemos mil cosas: somos madres, productoras, gestoras, actrices…”. Clara Ariza no duda en afirmar que somos rudas, fuertes, valientes. Ella, junto con las otras actrices que hicieron parte del montaje “Memorias y olvido de Úrsula Iguarán” eran “las que cargaban andamios y dejaban lista la escenografía”. Después de este hermoso recuerdo que nos deja Clara, cada una trae a su mente las innumerables veces que ha tenido que cargar, levantar, montar, armar, desarmar, trastear, guardar, etc. Eso produce un ambiente de coraje y orgullo; varias no dudamos en sacar nuestros brazos para exhibir frente a la cámara los tríceps y bíceps esculpidos a punta de escenografía, en lugar de finas máquinas fitness. Si, la actriz de calle es la mejor representación y presentación de la fortaleza femenina. Pero esa rudeza se complementa de forma armónica con la sensación de sentirnos más que humanas. La fuerza que las Callejera tenemos está delineada por una sabiduría que nos hace sentir parte de este planeta, hijas de los conocimientos ancestrales que van mucho más lejos que los datos racionales que la academia abandera y con los que se corona la ciencia. Nuestras sabidurías sobrepasan la mera información para convertirla en magia y poder curativo. De esta forma, nuestra fuerza y rudeza no son cualidades que destruyen, sino más bien poderes que nutren tanto la relación entre humanos como con el resto de los seres vivos. A Sandra Parra no le queda difícil endulzar nuestros oídos afirmando que “somos hechiceras, sacerdotisas y sabias de las calles. Una callejera sabe todo”. “Ser callejera

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Mónica Rojas lo plantea como un ethos, como un ser que asume la actividad desde la vida misma: “Ser callejera es una opción de vida, es una decisión que toma cada actriz de vivir en la calle”.


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es como ser sacerdotisa. Se necesita sabiduría para ser callejera, y la calle te lleva a eso” reitera Esther Celis con una melodía que sigue el mismo canto que ahora engalana la voz de Zulay Vargas, cuando responde que “ser callejera es danzar la palabra”. Esmeralda Quintana sabe por su vida misma que es a partir del movimiento que “hacemos que los hombres se silencien por un momento cuando escuchan un canto o ven el cuerpo danzar”.

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No demoraron en aparecer las respuestas que, como la de Zulay y Esmeralda, colocaron al cuerpo como protagonista. Nos sabemos cuerpo en tanto gozamos de nuestras habilidades y talentos que se ganan a partir del trabajo y el autoconocimiento, por eso “ser callejera significa arriesgarse a poner en práctica, a articular y a construir mecánicas de trabajo precisas, rigurosas y que implican un entrenamiento actoral muy fuerte, pues se necesita un cuerpo no estereotipado y muy consciente para lograr poner en riesgo el saber”, confirma Esther Celis. Nuestros cuerpos han sido marcados con el sino trágico de complacer a los hombres. Muchos de nuestros compañeros directores nos ven como el elemento provocador de sus geniales ideas creativas, en donde somos nosotras las que despertamos todos los deseos más sexuales, carnales y mundanos que ha sabido forjar la poesía pornográfica y voyeurista patriarcal. Aunque somos capaces de representar con lubricantes resultados ese estereotipo seductor, sabemos que debemos ir más allá de esa agria e hiriente marca. La máxima dicha por Esther empodera nuestra formación y entrenamiento, logrando vencer la caducidad impuesta por la sociedad. Es a partir de ese lugar que las más sabias y experimentadas Callejeras han sabido vencer el desprecio que tanto directores como el resto de la sociedad escupen al ver nuestras arrugas, cabellos blancos y pieles colgantes. Nuestros cuerpos, entonces, hablan más allá de lo material y lo orgánico: se pronuncian como el lugar de lo político porque “una callejera hace el ejercicio anarquista de tomarse el espacio público como una proyección del cuerpo propio”, alerta Esther Celis ante el inminente poder de nuestro soma hecho lucha, hecho sentimiento, hecho revolución. Ese sentimiento de revolución, de cambio, florece como la maleza en muchas respuestas. Nuestro accionar es la plataforma para la transformación social. Somos la malicia frente a la bondad vendida por el cristianismo, somos la prohibición frente a las normas constituyentes y familiares, somos la grieta en la pared que, a punta de curva y finura, derrumbará la muralla. María Fernanda S. Bonilla se llena de coraje diciendo que “subvertimos el orden de muchas lógicas, no solamente al interior del teatro sino también en la


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sociedad”. Mónica Rojas afirma con tranquilidad y sobriedad que “ser callejera es una apuesta a la transformación social”. Su tocaya Mónica Camacho agrega que somos “un símbolo de resistencia, de rebeldía, de oposición al miedo”. Esa lucha contra el miedo también está presente en nuestros sonidos porque, como lo expresa María Victoria Sauza, somos “las voces de todas las voces acalladas, esas que no se atreven a salir”. Y lo somos porque, continuando con la palabra de María Victoria, “una callejera significa trabajar con otros y otras con actitud crítica frente al mundo, creando un espacio de transformación social que usa el teatro como lenguaje”.

En este primer día, también abordamos otra pregunta que nos colocó en un plano más actual. Todas las respuestas que se dieron con la primera pregunta dejaban un suspiro al finalizar la frase. Ese aliento marcaba una pequeña tristeza, una añoranza por la calle, por el teatro, y entonces preguntamos qué es lo que hace una callejera en confinamiento. Las respuestas que surgieron de esa cuestión cambiaron el suspiro de tristeza por una voz de entrega, reconocimiento y desahogo que, al final de cuentas, trajo aires de resistencia y alegría. El peso del encierro se dejó escuchar en las voces de las convidadas. Esto debería suponerse normal: somos actrices, hemos decidido vivir en la esfera pública, en el espacio público. Nuestro oficio no solo requiere de espectadores, del contacto con la otra o el otro en escena, sino de la colectividad para su realización. Además de todo esto, requiere de la calle, del espacio abierto, de la infinitud del cielo para lanzar nuestra voz y de la largura de la ciudad para mirar a lo lejos, muy lejos. Todas tenemos años de experiencia en este oficio, muchas hemos definido la calle como nuestro ethos, nuestro ser, nuestra definición identitaria. Un encierro de diez meses perfectamente podría habernos volado los sesos. El confinamiento “generó afectaciones importantes en el cuerpo”, afirma Jenny González. Muchas de nosotras no percibimos esas afectaciones sino mucho tiempo después. El malestar que nos invadía parecía inexplicable en un principio. Como lo confesó Carolina Chávez, solo hasta nuestros encuentros ella logró desahogarse de toda la presión que había acumulado en el encierro, y gracias a las brujeriles energías que rodaron pudo escupir, llorar, hacer catarsis del daño tan profundo que esta letal coyuntura produjo en todas nosotras. No solo la acompañamos sino que nos permitimos llorar nuestras heridas y

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Entonces, y además de todo lo anterior, ser Callejera es: - Tener una opinión (Mónica Camacho) - Tener la capacidad de romper la cotidianidad (Ingrid Fontecha) - Libertad: pasarse de la raya, las cebras y los bolardos (Maryuri Ruiz)


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desganos. Y cómo no, si “somos seres de presencialidad y hemos entrado en crisis, depresión, intolerancia con el encierro. Y es aún más triste darse cuenta de que el sector artístico y cultural es el último que el gobierno piensa activar” afirmaba con ganas de lucha Zulay Vargas.

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El encierro no solamente nos permitió saber lo esencial del espacio público en nuestras vidas y lo doloroso que era no tenerlo: la reflexión trascendió a lo prohibida que está la calle aún sin pandemia. Estos pensamientos manifestados en nuestros encuentros “develan también, la preocupación por el espacio público. Ese, que paradójicamente ha sido más privado en la práctica”, concluye Clara Ariza, después de escuchar afirmaciones muy similares de las actrices Callejeras. Dado lo anterior, con este párrafo nos permitimos denunciar, como creadoras y trabajadoras de la calle, la negación por parte del Estado y los gobiernos de turno para el uso y el disfrute artístico, carnavalesco y cultural de nuestros espacios públicos. Hoy podemos afirmar que nuestras calles no son públicas, que a las y los artistas se nos niega la posibilidad de crear y recrear con arte las zonas abiertas de nuestras ciudades. Denunciamos la tiranía que las autoridades ejercen en el espacio público con el fin de no permitir manifestaciones que llenan nuestros barrios de alegría y color, de ficción y ocio, de estética y poesía. Los gobiernos colombianos le tienen miedo al arte, le tienen terror a nuestros carnavales que pueden llegar a subvertir las lógicas de miseria, acallamiento y muerte que imperan en esta sociedad. Esperamos que este párrafo sólo sea una de las múltiples acciones que se deben realizar para devolver la calle al pueblo, al arte y a la cultura, por que hasta para eso dio esta tremenda catástrofe: “En la cuarentena convertimos nuestros espacios íntimos en lugares de denuncia. Las paredes desaparecieron y las ventanas se volvieron amplios escenarios” cuenta Maryury Ruiz después de varios relatos de arengas, gritos y reclamos que, en diferentes niveles, realizamos desde nuestras casas y afuera de ellas. Sin embargo, las Callejeras no solo nos quedamos en la añoranza del afuera sino que salimos de la forma que lo expresa Ingrid Fontecha: “Una callejera en confinamiento sale pero hacia adentro, tiene momentos de reflexión y de recuperación del individuo femenino, dejando por un momento el colectivo para volver a sí misma”. Ese giro al interior nos abrió las puertas de varias alcobas a las que no entrábamos hace mucho tiempo, por el afán del informe, del ensayo, de la temporada, de los y las hijas, las madres, los padres, etc. “En pandemia no nos pudimos mostrar ni exponer pero, por otro lado, tuvimos el momento para encontrarnos con nosotras mismas, reconectarnos con nuestros deseos y proyectos personales, dándoles el tiempo que merecen”,


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nos aclara Esther Celis, llena de satisfacción y placidez. Muchas de nosotras volvimos al encuentro con nuestros deseos, con aquellos sueños que en alguna madrugada nos entusiasmaron, pero que en el correr del cotidiano se perdieron en las sábanas y en las almohadas. Esos lugares visitados durante estos tiempos no solo trajeron aquellos propósitos elucubrados, sino que algodonaron la pereza hasta volverla placer, lujuria y orgasmos. Algunas reconocimos, con alegría y picardía, que la cama se presentó como escenario para plácidos monólogos lúbricos, para encuentros con nuestra soledad hecha sexo y autosatisfacción. Y es que una Callejera “se ama profundamente” susurra coqueta Diana Rodriguez.

El encierro nos dio para todo, porque “las callejeras en confinamiento nunca paran. Una muestra de esto es este encuentro”, advierte Esther entre risas y euforia. Este Grito Nacional fue una de las tantas iniciativas que muchas de nosotras emprendimos durante el 2020. Muchas de nosotras realizamos proyectos que comenzaron a hacer uso de la tecnología digital. Para Mónica Camacho, las callejeras en confinamiento “descubrimos la virtualidad, otra manera de ver el teatro, de acercarnos con el público y de llegar a otro tipo de espectadores a los que antes no llegábamos”. “Estos espacios cibernéticos nos hicieron cambiar el chip”, cuenta Esmeralda Quintana; “actuar a una cámara y no a personas, personas que me llenaban de energía en el acto en vivo, eso fue un verdadero desafío”. Este primer día nos dejó tantas conclusiones que ninguna de estas logra ser tal. En vez de ser cierres, todas las afirmaciones y reflexiones son cofres llenos de tesoros que se abren ante nuestras almas que irradian entusiasmo y algarabía. Cada vez es más fuerte el sentimiento de camaradería y empatía entre unas y otras. La satisfacción de sentirnos juntas en los dolores, las pérdidas, los fracasos, los sueños, los deseos y las ganas, nos anima a seguir, a estar, a escucharnos para forjar complicidades más estruendosas y empoderadas.

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De todas estas exploraciones, nos queda completamente inteligible que una “actriz que no trabaja en sí misma está perdida”, como lo dice categóricamente Esther Celis.


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SEGUNDO día: DENUNCIAS Y COMPROMISOS. TÁCTICAS Y ESTRATEGIAS.

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l entusiasmo del día anterior se dejaba ver en el saludo y la entrada de cada una de las invitadas que se sumaban al segundo día de este Encuentro Nacional. Algunas actrices que no habían asistido el día anterior se quedaron sorprendidas ante el relato de la jornada previa y que dejó tantas vasijas para beber y jactarse. Este nuevo día nos traía otras dos preguntas que, de una u otra forma, habían sido musitadas en las respuestas del primer encuentro. La primera (¿cómo se vive el espacio público actualmente en la ciudad en dónde estás?) nos dejó un panorama del teatro callejero en el país durante la catástrofe de 2020. Tuvimos narraciones que tocaron varias zonas de este territorio, cada una con sus respectivas diferencias, pero atravesadas por los mismos dolores y sufrimientos. El ideal de quedarse en casa fue, en varias ciudades, un privilegio extirpado para las clases menos favorecidas. Solo se pudieron guardar aquellos que contaban con un trabajo estable que les permitiera trabajar en el hogar. “Ese privilegio solo lo tiene una porción muy reducida del país: en esta tierra miserable, el salario de la mayoría de sus pobladores son las monedas que a diario levantan de muchas actividades; varias de esta dependen del tráfico en las calles” analiza María Fernanda S. Bonilla. Barranquilla demuestra la imposibilidad de dejar de salir, sus habitantes necesitan del comercio establecido para poder sostener a sus familias. Mabel Ruiz afirma que en esta ciudad “el espacio público está desbordado como en tiempos prepandémicos”. Bogotá, y sus enormes desigualdades, fue escenario de todo tipo de formas de asumir el confinamiento. Desde el rebusque, que pasa por encima de la normativa del día y que se desliza por debajo de la vista de las autoridades, como lo afirma Milena Hernández cuando narra que “en algunas periferias, se observa mayor libertad de hacer cosas en el espacio público, puesto que a veces no hay tanto foco de control”, hasta el “terror por el espacio público”


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en zonas como Chapinero, tal cual lo narra Natalia Ruiz. Es evidente que el miedo durante esta pandemia fue privilegio de ricos. O acaso ¿Quienes no tenían las necesidades básicas cubiertas en casa podían darse el lujo de temer al COVID-19 y mantener el encierro? Parece que el hambre es más monstruosa que este demonio asiático.

Tanto Yully Marín como Mabel Pizarro contaron sobre la situación en Barranquilla en vísperas de carnaval. “El Carnaval es supremamente importante e identitario entre la idiosincrasia barranquillera” confirma Yully. Y ante la imposibilidad de realizarlo parecían una nimiedad las desentonadas noticias sobre la aburrida pandemia. “La preocupación de los barranquilleros es saber qué pasará con el carnaval este año” anuncia entre sonrisas Mabel. Este Carnaval no se salvó de su respectivo tránsito a la virtualidad. De esta forma el pueblo barranquillero tuvo que inaugurar el 2021. Las exclamaciones sobre la monumental dificultad para hacer uso del espacio público en varias ciudades, invadieron las salas de conversación de este Encuentro. María Victoria Suaza nos informa que “En Urabá el teatro siempre es en la calle. […] Se ha ido perdiendo, porque ahora todo atraviesa por el requerimiento de los permisos”. Diana Rodríguez, desde Tunja, nos cuenta varias anécdotas que ha tenido que pasar en el intento de hacer acciones artísticas en calle, además de tener que pasar por eternas y enredadas burocracias para su uso; afirma que a las administraciones de turno la ausencia del arte “no les importa, no les duele, no les cala”. Lo anterior es reiterado por Jenny Gonzáles cuando cuenta que “en Zipaquirá se ha ido restringiendo cada vez más el espacio público”. Como lo veníamos diciendo, el encierro sólo acentuó la crisis que ya teníamos en los espacios callejeros que, como lo afirman contundentemente las actrices reunidas en este encuentro, a estos les queda muy poco de público.

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La poca presencia del arte en la calle, en algunos lugares, no fue ocasionada por el naciente virus global. Ya el paramilitarismo, el narcotráfico y las bandas criminales habían decretado toque de queda, a punta de muertes, en varias zonas del país. Una de esas experiencias es contada por Maryuri Ruiz y su vivencia en el municipio de Dosquebradas de la región de Risaralda: “el lugar donde se ensaya se ha ido modificando con el tiempo. Antes era más frecuentado por la comunidad para hacer deporte, pero pasó a tener mayor frecuencia de paramilitares y ollas de microtráfico”. Maryuri recalca el silencio que hay sobre estos asuntos, tanto en los medios de comunicación como en las acciones gubernamentales: “Pareciera un tema del cual no se puede hablar”.


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La calle no solo ha perdido su carácter comunitario y social, sino que también ha perdido su esencia, como lo anuncia Mónica Camacho: “El espacio público es ahora un lugar desconocido. Un espacio vacío. Un espacio no espacio”. El vacío anunciado por Mónica no necesariamente remite a un lugar sin personas o sin objetos: también hace referencia a la falta de interacción entre estos, a la falta de vida, de humanidad. Liliana Yépes analiza cómo los nuevos complementos de nuestro vestuario pandémico inciden en nuestra interacción: “el tapabocas es un bozal que genera muros invisibles y la pérdida de la libertad. La pérdida del espacio real de la calle y la conexión con la gente”.

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Ese espacio enrarecido por las coyunturas globales gana una sola personalidad en muchos rincones del mundo entero. “La calle en la actualidad se resume en una palabra: Miedo”, afirma tajantemente Sandra Parra. Esta percepción es compartida por otras actrices en las diferentes salas de nuestro encuentro. Rosario Vergara lo dice de la siguiente forma: “En tiempo de pandemia el espacio público se ha vuelto generador de miedo, pánico e incertidumbre”. Aunque en muchas ocasiones la calle ha sido uno de los lugares predilectos para la represión estatal y militar, como nos lo recuerda Sandra Parra, cuando cuenta que este sentimiento “no es algo nuevo, el miedo viene sucediendo hace mucho tiempo, en los años ochenta igual existía la represión policial”. Hoy se le teme al espacio público por un fantasma invisible, contra el cual pareciera no haber enfrentamiento posible. La negación temerosa a la calle ya no es debido a un agente militar o policial, sino por un virus que promete por radio, televisión, prensa y redes, matarte sin distinción de clase, ideología, sexo o raza. Esto incrementa la sensación de impotencia. Ya no salimos a decirle a la gente que se una al carnaval, a la marcha o a la comparsa, simplemente, no salimos a la calle, porque en ella no hay nadie. Como en muchos espacios de opinión de esta Abya Yala, las Callejeras también sospechamos de la intempestiva llegada del virus, justo cuando la calle estaba recobrando su identitario sentido. Las protestas que durante el 2019 se vieron en países como Chile, Ecuador, Perú y Colombia trajeron aires de un poder popular que hacía un buen tiempo no se sentía en la región. A inicios de 2020 estos ventarrones continuaron batiendo en las ciudades, hasta que, antes de la finalización del primer trimestre, llegaron los primeros contagiados y los gobiernos locales y nacionales decretaron el confinamiento. “No puede ser tanta coincidencia respecto al estallido social y la pandemia” duda Carolina Chávez. Y Diana Morales concreta que “la pandemia ayudó a los gobiernos para afianzar sus sistemas represivos y, en estos sistemas, los escenarios no convencionales representan un riesgo”.


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Estas afirmaciones nos llevaron a responder la segunda pregunta de este día, que deja florecer nuevos ánimos de rebeldía y lucha. Frente a tanto miedo, represión y terrorismo viral, ¿qué le podría aportar nuestro oficio a la calle que hoy vivimos?

¿Quién sino las y los artistas de la calle, son quienes debemos devolverle el sentido festivo, subversivo, político y cultural a los espacios públicos de nuestras ciudades? Por lo pronto las Callejeras, después de este encuentro, no solo estamos comprometidas a volver a las plazas, los parques, las avenidas y los parlamentos para llenarlos de colores, poesías, estéticas y beligerancias, sino que sabemos que esto es parte de nuestro ser, de nuestro accionar, de nuestra vida y desarrollo intrínseco como humanas, como artistas, como mujeres y diversidades en disidencia. Seremos nosotras y nuestras colegas, quienes creemos y reiteremos la forma de vivir el espacio público. Seremos nosotras quienes saldremos a bailar con los miedos para volverlos diablos rumberos a los que, a punta de fiesta y guarapo, se les invoque para combatir a los cíclopes y orcos que, a pesar de su torpeza, son muy hábiles para infundir terror. La calle es nuestra. Será nuestra fuente de creación, nuestro lugar de ensayo, nuestra escena abierta, nuestro parlante que canta, grita, exige y lucha contra el terrorismo de estado y el maquiavelismo neoliberal.

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Mónica Camacho, al igual que otras actrices, responde tajantemente que hay que “recuperar la calle y sacarla del miedo, del miedo en todos los sentidos: miedo a la pandemia, a la violencia, a la represión, a la inseguridad… Es entonces una labor de las Callejeras recuperar la calle y sacarla del terreno de la turbación”. Jenny Gonzales reitera: “Hay que volver a salir a la calle, invadir e intervenirla”. Y debe ser así según varias Callejeras, entre esas Rosario Vergara, que afirma que “salir a la calle es un anhelo”.


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TERCER día: CELEBRACIÓN AL ALIMENTO: AMOR, TEATRO Y FEMENINO.

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V

arias estéticas teatrales abrieron este encuentro. El día anterior se había invitado a las participantes a llegar con sus mejores y más amados vestuarios, máscaras y/o maquillajes; también se les sugirió traer alguna bebida (no necesariamente alcohólica) con la que pudiéramos brindar y celebrar. Estas invitaciones fueron aceptadas con un gran despliegue por parte de las actrices. Muchas llegaron vestidas, maquilladas y enmascaradas con sus mejores personajes. A pesar de no estar dentro de la agenda de actividades destinada para este encuentro, decidimos mostrar y lucir nuestros trajes. Algunas contaron qué traían y por qué. Rodaron, entonces, historias de personajes, capas, cuernos, faldas, antifaces que engalanaron nuestro día. Después del desfile improvisado, pasamos a las preguntas de la jornada. En cada una de las salas se explicaron varias formas que tienen las Callejeras para alimentarse. Las respuestas de este día no bajaron el nivel de diversidad, profundidad y amplitud que se mostró en los días anteriores. Muchas de nosotras coincidimos en que nuestro principal alimento es la relación con el público, con las y los espectadores que, en nuestro caso, muchas veces son transeúntes. Andrea Duarte lo afirma de forma sencilla y plena: “el transeúnte es el que alimenta a las Callejeras en su labor”. Patricia Leal le otorga dos características que son una constante a nuestro oficio, cuando responde que “el alimento de las callejeras es esa relación estrecha y vibrante con el público”. Seguramente esa vibración viene de la calidad que el espacio urbano le otorga a nuestro quehacer. Pues en la calle, la inconstancia, la alta posibilidad de sorpresas o imprevistos y la inestabilidad del público nos colocan en una vulnerabilidad que “nos fortalece y nos pone presentes con el espectador”, como es analizado por Esther Celis cuando responde a la pregunta. Esa misma variabilidad la observa Natalia Riveros cuando recuerda que “es en la calle donde nos encontramos con el espectador, el espectador cambiante, el que nunca es igual, al que no seleccionamos”. Esa relación entre actrices y públicos sobrepasa los niveles de pasividad


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Esta relación con quien nos observa y quien posiblemente nos interpela tiene otra particularidad brindada por el ethos del espacio público, que es justamente ese: su carácter público. El arte callejero debería ser una de las acciones más importantes en una sociedad democrática, ya que demuestra el ejercicio de redistribución económica en una sociedad. El arte callejero debe ser un servicio social, debería ser una necesidad perenne para el gasto estatal. Una sociedad que no se permita soñar o ensayar otros mundos posibles, es una sociedad que se enfila a la aniquilación, o más común en nuestros días, a la alienación capitalista y neoliberal, que es básicamente lo mismo. Esa posibilidad de un arte público en el que quien lo presencia pueda participar de este, anima una actitud crítica. “Llegar a la gente sin necesidad de pagar una boleta” como lo afirma Natalia Riveros, desactiva las lógicas del mercado y del intercambio frío y meramente monetario. Patricia Leal dice que “el hecho de llegar a la gente de manera gratuita, sin boleta, ayuda a que ellos pueden ser protagonistas y no solo voyeuristas”. Esos protagonismos pueden empujar cambios, tal vez solo en la microestructura, pero cambios al fin y al cabo. Eso también alimenta a las Callejeras como lo reflexiona Diana Rocío Rodríguez cuando responde que a ella la alimenta “el poder que tiene el teatro en la transformación social”. Y “es por eso que las callejeras se alimentan de las convulsiones sociales” reitera Natalia Riveros. Esas convulsiones son vistas desde otra perspectiva, una menos masculina y completamente antimilitarista. Nuestras revoluciones soñadas y dadas a cuentagotas acogen otras formas que no tienen que ver con la fuerza, ni con la guerra, ni con la muerte. Estas se inclinan por la persuasión poética y estética. Estas evocan fuerzas que van más allá de lo humano y que en ese acto se presentan como ceremonias, como rituales que invocan cambios desde el mundo sensible y espiritual, como lo delinea Zulay Vargas cuando expresa su óptica: “yo lo veo como un ritual que

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impuestos en el teatro de sala: en la calle cualquier persona puede interpelarte porque se siente en su espacio, no como invitado que ocupa la butaca asignada sino como habitante de su ciudad y agente de las zonas públicas urbanas. Cuando este tipo de interacciones se presenta, las emociones y energías se disparan hacia lugares desconocidos, haciendo que la actriz vibre hasta en la parte más recóndita de su cuerpo, dado que “en la calle se mezclan los ritmos de los espectadores con las acciones extracotidianas de las actrices callejeras” y esto resulta en un manantial inconmensurable de alimento, como lo expresa Mafe S. Bonilla al dar su respuesta. Esa comidita llega directamente al “corazón y la sensación” como afirma Ana Milena Hernández y remata diciendo que “de esa manera quebramos lo cotidiano desde la emoción”. Y es que la emoción nos llena de energía que luego va a exhalarse hacia el afuera, interfiriendo en el ritmo urbano y de nuevo, retorna a nosotras como alimento.


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abraza almas y obviamente, transforma realidades”. Esta lucha contra una sociedad que solo se entiende desde el capital y la relación de oferta y demanda, empuja nuestras ganas de seguir en la calle, en el lugar de lo público para seguir reclamándolo como propio, como comunal y popular. Y para librar esas luchas necesitamos mucho alimento que nos llena de energía, pero que también nos revuelve las vísceras, tal cual reflexiona Mónica Rojas

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Somos callejeras, por eso estamos hambrientas, comemos mucho, nos alimentamos para crecer, nutrirnos y ser más fuertes cada día. También hemos tenido alimentos que nos han dado indigestión, prácticas históricas de los grupos y sus integrantes que muchas veces nos comimos, tragamos entero y gritamos de retorcijón. Prácticas del Estado que nos dejan indigestas, todos estos alimentos se vuelven cuerpo, los llevamos dentro de nosotras para ser lo que nos mueve hoy, ser callejeras.

El menú no para. Juliana Chamarro cuenta que hay tres líneas de las que nos podemos nutrir. La primera es la emoción por el hecho mismo de actuar en la calle. Una segunda fuente sería nutrir la mente por medio de referentes, investigaciones e indagaciones personales, con la que coinciden Carolina Chávez y Diana Morales. Por último, nos narra Juliana, “nos alimentamos desde el cuerpo a través del entrenamiento”, como lo expresan también Esther Celis y Carolina Chávez. Pero no es solo el mundo teatral y artístico el que nos alimenta. Solkin Bohórquez expresa que “las actrices nos alimentamos de otras culturas y esto se vuelve la materia prima de muchas de las creaciones”. Nosotras “nos llenamos de saberes populares”, nos recuerda Diana Morales. Ese alimentarse desde otras fuentes nos es muy dado por nuestra conexión al planeta, a la Tierra. Algunas actrices reflexionan sobre esto. Ingrid Fontecha afirma que “somos creadoras de vida, somos tierra y ejemplo, y eso se manifiesta en cada puesta en escena”, lo que complementa Natalia Ruiz cuando explica que “la maternidad y la familia son fuerza creadora”. Clara Ariza nos recuerda esa relación con quienes han tenido el privilegio de nacer en el seno de los grupos de teatro pues “el legado que se les dejará a los niños y niñas que son parte de estas familias teatrales” podrá ampliar las voces que construyen la historia de este oficio nuestro. La libertad también entró en el plato de las callejeras. Esta está dada por el lugar en el que ocurre nuestro oficio. Ese espacio sin paredes ni techos nos deja volar hasta donde nuestros ojos observan, hasta donde nuestra voz retumba


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Muchas de nosotras nos deleitamos con los frutos de nuestro trabajo, de nuestras creaciones. Todas nosotras aún nos regocijamos en el acto teatral, en la representación. A pesar de que algunas hemos experimentado otros lenguajes como el performance, volvemos llenas de vigor y entusiasmo al ejercicio del teatro y sus máscaras, de la representación y sus personajes. Con estas creaciones gozamos esas otras yo que nos enseñan más cosas sobre este mundo. El teatro, a diferencia de las artes performativas, va al encuentro del otro, de la otra, desde la encarnación misma, desde la in-corpo-ración de esas diversas realidades que no podemos dar cuenta desde el lugar propio. Ponerse no solo en los zapatos, sino en la piel de aquella personaje, no es una demostración de egoísmo frente a la persona que inspiró esa creación y que no está en escena contando sus cuitas: es, más bien, una elaboración simbólica que muestra las realidades colectivas y no particulares. Denis Gomezcaceres habla de la máscara que tiene puesta para este encuentro. La máscara lleva el nombre de La Esperanza y hace parte de sus personajes que, como dice ella, “nos cuentan sobre una dramaturgia social y la historia del teatro en el espacio público. De ellos nos nutrimos y seguimos alimentándonos”. Jactándonos aún más del teatro callejero, lo bendecimos como alimento en tanto devela todo su proceso de armado, creación, puesta en escena y desarmado. No hay puertas cerradas que le impidan a quienes habitan la calle ver cómo nos disponemos para el acto escénico. Eso es justo lo que alimenta a Maria Victoria Suaza: “el arte de hacer visible lo invisible, la poética de la calle, revelar el proceso teatral al público, maquillarse y montar escenografía delante de las personas”. No tenemos nada que esconder, no queremos ocultar nada. Somos fruta transparente que revela sus semillas, manjar para degustar y si se desea, sembrar para renacer. Llenas de tanta comida, levantamos nuestras copas, vasos, tazas o pocillos para brindar y celebrar este encuentro, que nos ha alimentado el alma, el cuerpo y el espíritu. Bebemos nuestros licores llenas de placer por el encuentro con las otras, por escuchar en las voces de las demás las mismas máximas que han forjado y construido nuestras vidas como artista de la calle, como actrices, directoras, productoras, gestoras, escritoras del teatro callejero.

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y hasta donde nuestra alma transmuta. Clara Contreras expone que la calle alimenta en tanto que ofrece “espontaneidad que te permite tener libertad, libertad para asumir el cuerpo y la voz en la calle”. Esmeralda Quintana comentó sobre la sensación de enamoramiento que se genera cuando se hace teatro de calle, y dice que se enamoró porque fue ahí donde pudo ser libre. Rosario Vergara coincidió en que la libertad es el alimento principal de una Callejera.


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LA CLAUSURA: CIERRES QUE ABREN.

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omo dicen las mamás y las abuelas, “el que mucho se despide, pocas ganas tiene de irse”, y nuestro caso no podía ser diferente. La última parte (que fue más larga que la anterior) la dedicamos a declararnos amor a nosotras, a nuestro oficio y a nuestro aporte al teatro callejero. Esto se manifestó de muchas formas. Algunas de nosotras escribimos textos durante estos días, inspirados en los mágicos y poderosos encuentros anteriores. Otras nos tomamos el micrófono para celebrar, a partir de la palabra libre y espontánea, la emoción que nos produjo la juntanza, y algunas decidimos chismosear abierta y pícaramente. ¡Disculpen!, no chismoseamos: lo que hicimos fue “tejer la historia” como no lo enseñó nuestra sabia Esmeralda Quintana. Ese tejido de la historia no se los contaremos, quedará para nuestras memorias orales. Colocaremos los textos escritos en la última parte de este capítulo para respetar cada coma, cada verbo, cada frase, y con eso venerar las inspiraciones literarias de cada una de las autoras, y la palabra abierta y lírica se las compartiremos a continuación. Gloria Gil inicia esta despedida contándonos: “Todos los días al llegar al Teatro Experimental de Fontibón leo una placa que al leerla alimenta mi alma y la de mis compañeros, es una frase de Brecht: «El teatro está en la calle, la calle pertenece a la gente, liberad el teatro, liberad la calle, comenzad». Que mejor impulso para darle paso a nuestro cierre que desde ya, promete nuevos caminos, nuevos encuentros, nuevos sueños”. Algunas en su despedida agradecieron por encontrar hermanas, camaradas, colegas dejadas en pausa por el afán de los días y los trajines. Este fue el caso de Patricia Leal que manifestó: “Me siento feliz por esta red que se tejió de amigas. Sigamos tejiendo los recuerdos y que los sigamos llevando vivos”. Por su parte Carolina Chávez nos cuenta que “No había encontrado el espacio para hablar y extrañar a esas personas con las que he construido recuerdos y travesías por las que hemos pasado siendo guerreras, no un día sino toda la vida”. En los relatos de cierre de otras participantes, la emoción afloró en incandescentes rayos que manifestaron las sensaciones de júbilo que nos atravesaban a todas. Sandra Parra lo anunció, como si hablásemos todas en


coro: “Declaro mi amor eterno y amores antiguos a estas actrices de la historia del teatro”. Clara Ariza reafirma ese estado en el que estamos vibrando, cuando dice que “todas coincidimos en las emociones y en los afectos que ha despertado este encuentro. En medio de este encierro seguimos unidas por el corazón, unidas por el oficio y por el amor. Muchas gracias, me han devuelto un montón de vida”. Esa vida devuelta fue el aliento necesario que nos sacaba de la opresión en la que se encontraban nuestros corazones, tal cual lo revela Mabel Pizarro cuando nos cuenta que “la pandemia me ha hecho sentir muy sola, pero encontrar un combo como ustedes de mujeres berracas y luchadoras me conmueve. Y esta emoción, esta sensibilidad es la que hace que nuestro trabajo como mujeres sea especial”. Esther Celis siente el tacto que a la distancia estamos teniendo unas con otras y otras con unas: “Me siento acogida por esos brazos tan extensos y amorosos que todas tienen. Gracias por poner corazón al oficio, por recordar que el futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer”. Esa última frase de la Esther nos estremece a todas. Ya los llantos de felicidad, de descongelamiento, de deconstrucción tanto de nuestro encierro pandémico, como de las historias que llevamos cargando y que nunca habían podido ser liberadas al viento, llenan nuestras ondas acústicas. Ana Milena Hernández, como muchas, se encuentra entre sorprendida y conmovida, de esa forma expresa entre sonrisas y llantos: “No sabíamos que esto iba a convertirse en un espacio tan emotivo”. Y es que desde el primer día hasta el último no nos abandonaron las emociones vibrantes y estremecedoras. Camila Sánchez y Marina Lamus coincidieron en que este espacio fue todo un manantial de conocimientos y descubrimientos. Marina, aunque anuncia el desgaste que tiene la palabra gracias, no puede evitar manifestar la gratitud que siente frente a la invitación hecha: “Les quiero agradecer mucho todo lo que me han enseñado, creo que aprender en grupo es mucho más agradable, me abrieron un mundo que no conocía así que muchas, muchas gracias”. Y por su parte Camila agradece este encuentro porque “es un honor conocer a este combo de mujeres que están en todo el territorio haciendo lo que nos hace vibrar”. Y sobre ese reconocimiento al territorio, Denis Gomezcaceres nos recuerda que debemos seguir “descentralizando el arte hacia los territorios: Colombia es un país muy diverso, es un territorio indígena, afro, mestizo, trigueño”. Y aprovecha para lanzarnos una invitación, a la que más de una se lanza sin pensarlo, como debe ser: “Vamos a todos los territorios, y vamos a recorrer, y a defender la libre expresión, a defender la cultura en todas sus manifestaciones. No bajar la guardia nunca”. Ese grito de rebeldía, entusiasmo y ganas de luchas y transformación se deja

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ver desde y con otra perspectiva. Varias, en sus palabras finales, apuntaron a la importancia del encuentro desde el lugar de lo femenino, de la sublevación del orden patriarcal. Diana Morales expresó: “Estoy muy contenta de ser parte de este espacio. Es la oportunidad de quebrar clichés que se generan alrededor de lo que es ser mujer”. La ruptura de esas imposiciones a través de estos espacios, también son manifestadas por Mabel Pizarro, cuando celebra diciendo: “Me encanta que podamos romper el paradigma de que las mujeres somos tan conflictivas que no podemos estar juntas. Podemos unir esas fortalezas que somos como mujeres, me alegra encontrar un grupo de mujeres que animan en este momento, fuertes, convencidas de nuestro oficio”. Durante tanto tiempo, durante toda nuestra historia colonial nos enseñaron a odiarnos y envidiarnos unas a las otras con tal de romper mucho más fácil el tejido comunal. Este tipo de actos, no solo liberan los rencores inexplicables con los que cargábamos, sino que alivianan las historias de nuestras madres, abuelas, bisabuelas y más atrás. Sanamos al mundo que, por el peso imperante de la energía masculina, necesita acciones de amor, reconocimiento y curación. Por la misma vía reitera Sandra Parra estas pequeñas y amorosas revoluciones cuando dice: “Saludo el reconocimiento. Nuestro quehacer ha estado marcado por el olvido, entonces creo que estos actos de reconocimiento son importantísimos”. Varias ya habían sentido estos actos y los revivieron en estos días, como nos cuenta Rosario Vergara: “yo no me reconocía como lo que era. Y es que sí, somos divas y somos importantes. Es importante que seamos referentes de otras actrices, contando nuestra historia. Nadie va a contar por nosotras esta historia, por eso nos toca a nosotras”. Y Maria Victoria Sauza valora nuestra acción, en tanto dice que “Vale la pena ser Callejeras, es un proyecto que nos reunió y tiene que ser un impulso para seguir con nuestra misión de no callarnos y no permitir que nos encierren”. Sobre esos encierros y silenciamientos que no solo son producto de la coyuntura viral Yully Marín nos confiesa: “Me he ido reconstruyendo como mujer, he encontrado cosas del pasado que hacen parte de lo que soy. Gracias por permitirme este espacio ritual y de resiliencia”. Y con Yully todas decimos en coro desentonado y a destiempo, gracias. Tanto amor manifiesto es producto de la revelación de lo que estaba guardado y lo que nos prohibían sacar. Fuimos tan desconocidas, tan subvaloradas y ninguneadas que estos actos de veneración a nuestro trabajo y a nuestros femeninos son increíblemente transformadores. Lo que parece más difícil es el camino que tenemos enfrente, ese que nos motiva a seguir unidas, a trabajar en junta, a sabernos poderosas, sabias, directoras y proponentes. La Colectiva Vale la pena ser Callejeras ya lleva dos años de vida y como lo narra Camila Sánchez, esto en ojos descreídos parece sorprendente: “Nos dicen que es increíble que sigamos juntas con este sueño, la clave es que hemos sido familia. Trabajamos desde lo que nos conmueve, de eso que nos emociona por hacer


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teatro de calle”.

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Las anteriores frases solo revelan una parte de lo que en nuestros corazones palpitaba y que parece intraducible a las palabras pasadas por el intelecto. Las emociones que nos embargaron serán recordadas cada vez que sea necesario, y las llevaremos con nosotras para que, en algún momento de angustia, desesperación o vacío, puedan volver como salvavidas que nos saquen del atasco o el enredo. Queremos recordar y viajar por nuevas sendas con estos encuentros porque, como dice María Victoria Sauza, “este momento tiene que ser memorable no solo para que quede en nuestro corazón, sino para que quede en lo que seguramente vamos a escribir en nuestras obras de teatro” que seguirán configurando NUESTRA historia del teatro callejero, del arte, de esta sociedad, de nuestras vidas.


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LETRAS INSPIRADAS POR EL GRITO

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omo anunciamos en la parte anterior, dejamos esta última parte de este capítulo para los textos que produjeron las Callejeras durante los tres días de encuentro. Disfrútalos.

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esde este espacio recóndito donde pasó los últimos años retirada de la vida teatral, miro el cielo pintado de naranjas y mejillas coloreadas de un atardecer del año de la peste, mientras se escucha el murmullo del río Yuma, Guacacallo o gran río Magdalena inicio evocaciones intentando consignar memorias. He escuchado que hay un grupo de nombre Las Callejeras, no puedo dejar de sonreír cuando llega la noticia porque en su momento fue motivo de orgullo y un emblema de resistencia denominar el teatro que hacíamos como callejero. Orgullo legítimo de sentir y afirmar la condición marginal. De alguna manera, tal como niño callejero, perro callejero, mendigo callejero, vendedor callejero y aún mujer callejera con la connotación dada por Alberto Cortez “libre por derecho propio” o como el cuadro de Goya Los Zancos, elemento que se eleva a partir del arte reflejando la dificultad de asumir una realidad que duele y hace encontrar vertientes donde fluya la inconformidad. Y decía que ahora llegan noticias de Las Callejeras, en hora buena se unieron, bienvenidas, larga vida y aquí les presento un trozo de vida a bordo del precioso velero del Teatro Callejero: Cuando en los años 70, un feliz día decidimos salir a la calle a contar una historia, en la plazoleta del Chorro de Quevedo los ojos de Toñito, un niño hecho de asombro y amor, veía gigantes y seres fantásticos que desfilaban frente a su ventana. Se maravillaba sí, porque los niños jamás pierden su capacidad de asombro y los adultos haríamos bien en recuperarla. Y a esa capacidad de


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asombro se apelaba con el Teatro Callejero.

Así me hice actriz callejera, una falda roja y un par de columnas de madera que llamábamos zancos; un elemento construido artesanalmente con poca técnica, con tan gran atractivo que lograba impactar a los espectadores. Con este y otros sortilegios, junto a inolvidables compañeros, tejimos la manta de El cuento de un tirano y pronto fueron naciendo otros espectáculos donde se mantenía el sello propio de los zancos. Este elemento se volvió una marca que identificó por muchos años al Teatro Taller de Colombia. ¿Y cuál es el cuento de los zancos? Cuentan que fueron traídos del suroeste de Francia, de Bélgica o por las vías romanas; pero, nosotros los adoptamos del mundo circense, porque cubrían la necesidad de presentar imágenes por encima de la cabeza de los espectadores y esta proyección conveniente, facilitó crear imágenes grandes que alcanzaran un número mayor de público. Pronto supimos que, con los zancos es preciso adecuar el centro de gravedad, porque desde el de la postura bípeda a ras del piso localizado en la pelvis y el sacro, se trasladaba ascendiendo hasta, más o menos, la altura del ombligo. En una primera etapa los zancos fueron un madero largo con una pequeña tabla horizontal para apoyar el pie, complementado por muchas telas largas y angostas que servían para sujetar la pantorrilla y el pie hasta poco antes de la rodilla. Después, reemplazamos las telas por vendas y ellas posibilitaron mejor compresión y seguridad. Y de ahí saltamos al cuero e inventamos las Gualdrapas, término tomado de la tela que adorna las ancas de las

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Ese día afortunado, bajamos por la calle 13 acompañados por muchos ojos asombrados hacia la carrera séptima en un acto de resistencia ante el estado controlador, amenazante y coercitivo. Llegamos a la carrera séptima y corrimos a cerrar la vía. Nos hacíamos simpáticos con personajes de colores atractivos, juegos, tambores, acrobacias, zanqueros en alboroto festivo, danzas de banderas, música de carnaval y mucho movimiento. La Papayera cerraba la comparsa y así avanzamos hacia la intersección de la carrera séptima con avenida Jiménez. Entonces, paralizamos el tráfico ¡Quien lo dijera, los más asombrados éramos nosotros! Así que continuamos hacia el parque Santander y al llegar hicimos algo que se repitió siempre: declaramos que, a partir de nuestra presencia, el espacio se transformaría en territorio mágico. Y siempre-siempre con la magia del teatro, espacios de ciudades, países, parques y otros rincones fueron convertidos en dominio de la fantasía.


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cabalgaduras, que por no sé qué asociación se convirtió en una pieza de cuero con correas y hebillas, adaptada de forma anatómica a la pierna del zanquero. Después se le integraron con tornillos, los zapatos. En cuanto a las almohadillas necesarias para aliviar la presión sobre la pierna, ellas también evolucionaron desde unas sencillas espumas hacia una tubular forrada con tela suave y adaptada a las necesidades personales. Otro espacio de los zancos que sufrió transformación fue su extremo más cercano al piso: de trozos de caucho cuadrados o rectangulares pegados a la madera, pasamos a los tacones que dan mayor estabilidad y son del mismo material con forma de cascos de caballo.

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Y cabalgando en estos zancos teatrales ocurrieron mil anécdotas... Un domingo de alguno de los años 70, fuimos convocados para hacer presentación en el Teatro al aire libre la media torta. Desde temprano acudieron muchos paseantes que venían del sur y el occidente de Bogotá. A la hora del espectáculo las gradas estaban atestadas y nuestra presencia impactó. El público aplaudía y nuestro hombre tirano en zancos entró a escena y se apoderó de la vida hecha mujer a quien yo personificaba en zancos también y me levantó en brazos soportando mi peso totalmente. Era la primera vez que lo intentábamos con espectadores, pero lo habíamos ensayado muchas veces. De súbito algo crujió, los zancos se rompieron y yo, inventé instintivamente una vuelta aérea para caer bien, como tantas veces habíamos probado sobre llantas viejas. Porque el axioma era: para aprender a caminar en zancos, hay que aprender a caer. Y el público estalló en aplausos creyendo que la caída estaba incluida en la historia. Un tirano vestido de negro y derrotado tuvo que reptar hacia los camerinos, mientras la Vida sonreía en los brazos de dos hombres de colores que me levantaron. Entonces, se estableció la rumba que dio punto final a esa memorable función. Hasta aquí dejo las historias. Para aclarar de dónde viene el aliento para persistir, en contravía de quienes quieren encerrarnos para evitar el complot entre el teatro y las alas que elevan el imaginario para enfrentar la propia necesidad de libertad y resistencia, solo diré que los sueños son el soporte de este oficio. Acaso un mucho de fantasía, sudor, investigación y entrenamiento. En definitiva, he aprendido que cuerpo alerta, formación integral y mente creativa son el gran arcano para mantener vigente la labor del Teatro Callejero.

Beatriz Calvo


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¿Qué significa ser una callejera? anzar la palabra Inflar el cuerpo Llenar espacios, urbes Parar el trafico de las ideas Invitar al despistado invitar el pensarse Ir donde están ellos Vivir y morir con cada puesta en escena libertad, espacio, voz, grito, desahogo, desnudo Pero también significa: Toma de decisión - confrontar el transeúnte ¿Que alimenta o ha alimentado el quehacer de una callejera? El Arte vivo que abraza almas, transforma realidades y nutre el discurso Nos alimenta la satisfacción del trabajo comunitario como compromiso social La libertad del desahogo que me ofrece el teatro Ser mil seres a la vez Me alimenta el cuestionamiento que genero La irreverencia a través de la estética y la estética de la irreverencia Detener las miradas y el tiempo del transeúnte Desarrollar el talento ante el público NO ante una cámara Me alimenta el montaje de una nueva obra El encuentro con los ecos de las microhistorias de mi territorio Me alimento de las ideas, de la creatividad y la imaginación en la improvisación Me alimento de las lecturas diarias del trasegar de los días Me alimento del sonido de la urbe y de los días de mercado campesino. Ayuno la tramitología para solicitar un permiso para un evento teatral Trato de hacer dieta con el protocolo de bioseguridad por el temor al contagio Me indigesta las estrategias de mi territorio para apoyar el artista y la reactivación económica en donde no me veo.

Zulay Yadira Vargas

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SOY TEATRO

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oy voz, soy mascara, soy palabras, soy silencios soy cuerpo con sentires que le presto a mis personajes mis mil voces circulan en la danza de las palabras te cuento historias, supuestos y verdades que hablan del mal, del bien y de lo que será me alimento de las sonrisas y los aplausos ahora, extraño el calor de las miradas la lluvia de aplausos y torrente de murmullos a las calles les falta el color de los caminantes teatreros el grito irreverente y cuestionador que desahoga el nudo de los lamentos y devela la verdad absurda y dolorosa.

Zulay Yadira Vargas

E

l teatro sigue y seguirá siendo por siempre un acto vivo, convivial, del cual somos parte como actrices, a veces como espectadoras y otras veces como especta actrices de la vida de los demás. Definitivamente las callejeras somos parte activa de lo que acontece, nos apropiamos de nuestro oficio como actrices y salimos a ese escenario, a la calle, a esa nuestra a esa nuestra aula, la calle es de quien la trabaja así como la tierra y nosotras reivindicaremos más la transformación que hace parte de ser una callejera.

Cristina Alejandra Jiménez


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Arroz con Leche (canción)

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rroz con leche me quiero casar o quedarme soltera me da igual me gusta viajar, me gusta bailar y leer muchos libros para imaginar

S

er callejera, significa trabajar con otros y otras… Tener una actitud ética y crítica frente al mundo… Callejera es el oficio de hacer de la calle escenario de creación, un escenario para contar y cantar el mundo, permitiendo ampliar nuestra mirada y con esa mirada a veces llena de lágrimas, generar narrativas de esperanza, en medio de la hostilidad, de lo humano en medio de la indiferencia… Soy callejera para romper el paradigma, para romper el estigma que la sociedad me ha impuesto por mi libertad de callejera, por mi voz de artista que hace melodía con los pitos y pregones de la calle… Soy callejera para reivindicar lo femenino, para ser la voz de todas las voces que se callaron… Soy callejera por rebeldía, por irreverencia, soy callejera por supervivencia… Soy callejera y me lastima el encierro que es como un fantasma llamado pandemia… Pero no me callo, no me quedo quieta yo y mis callejeras, estudiamos, investigamos, nos ratificamos y aunque tenemos miedo e incluso por miedo nos buscamos… No aceptamos el cuento de reinventarnos en cambio asumimos la tarea de redimensionarnos desde nuestro oficio, seguimos creyendo en el tejido…punto, cadeneta y suelta, un suspiro, un verso para mantenernos vivas, para seguir en pie, para decirle al mundo a una sola voz: Vale la pena ser callejera…

María Victoria Sauza

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Esmeralda Quintana


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A las Callejeras

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e cuesta trabajo agradecerle algo a esta pandemia. Pero una de las cosas que descubrí entre locura y locura de encierro, es que soy calle. Mi identidad es callejera. Llevo construyéndola hace como doce años. Y justo en 2019 estaba en el esplendor de saberme calle, sin ser consiente de ello. Había terminado la investigación del hermoso y nutritivo doctorado que me dejó disfrutar muchas calles de Abya Yala. Seguía disfrutando de mi primer proceso de creación tipo “monologo”, hecho en la calle y para la calle. Esa también fue mi primera experiencia como dramaturga. Continuaba adquiriendo experiencias como pedagoga popular y sindical, por mi feminismo y por mi teatro, las compas me llamaban de algunas partes del país y los viajes nunca faltaban. Me sentía orgullosa, hermosa, valiente, poderosa cada vez que salíamos a la calle con la Tremenda Revoltosa (batucada feminista); tantas marchas y fuerza política que dimos con esos tambores, retumbaron mi 2019 y la primera parte de 2020. Y bueno, no puede faltar la joya de la corona. El 19 fue el año de gritar sin cansancio y llenas de excitación “Vale la pena ser Callejeras”. Esa frasecita sacada entre cervezas y rock en español en el Bardo, funcionó como un mantra que operaba en mi interior y me empujaba a la calle, a la plaza, a la manifestación, al escenario construido con varas de metal y cuadrados de madera, con andamios y líneas de tiza en el suelo. Esplendoroso 2019 que me dio tantos premios y alegrías, tantas buenas cervezas y amores y, sobre todo tantas amigas, hermanas, calles que se dejan saber por su trabajo, por su talento al servicio de la colectiva, por sus carcajadas electrizantes y sus poderosas y contagiosas ganas de llegar a chismear, antes de entrenar o ensayar. En mi mes, en marzo, nos encierran y yo disfruto como ninguna (bueno no sé si tanto como Clara), como ratona con queso nuevo, de quedarme guardada en la casa, el parar, el dejar de correr, el abandonar el afán. Eso duró los tres primeros meses. Luego me sentí, algunas veces, muy mal. Con depresiones que yo no entendía y tristezas muy profundas. Finalmente, y gracias a una sabia y maga amiga entendí que me reconozco en el espacio público, y que sin él parezco un mal mamarracho de alguna actriz y activista que se desdibuja con soplarlo y que no se sostiene con nada. Que se siente inoperante, inútil, maniatada ante tanta muerte, tanta violencia, tanta repetitiva injusticia. Ya no estaba en mi casa, estaba en una cárcel a fuerza de miedo y silencio. Hasta la


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voz se me achicó. En varias clases sentí vergüenza con mis estudiantes por no reproducir agudos que antes salían de maravilla. El confinamiento me quemó por dentro. Pero también, y como lo dije al inicio, me reiteró que mi espacio es el afuera. Que soy callejera, que soy pública y que soy escénica.

Quiero invitarlas a algo que sus sentipensamientos me han invitado. Vamos a la calle. No la dejemos, no caigamos en la trampa del distanciamiento que pretende borrar toda huella de comunidad, de poder popular. La calle es nuestras. Nosotras somos calle. Quién más sino nosotras podemos retomar esa plaza, ese parque, la esquina que han sido cargadas con miedos y silencios. Salgamos a nuestros espacios públicos en directa rebeldía y desobediencia. Pero no con la forma anarca y juvenil masculina de romperlo todo. Salgamos con la sagacidad de la gata y la ondulación de la anaconda. Salgamos vestidas de encantos y persuasiones. Juguemos como la Gaitana, como la Catalina, como la Malinche o como la Cleopatra. Apostemosle a otras formas de manifestación política. Formas que conocemos a pura fuerza de experiencia creativa, escénica y teatral. Exijamos el espacio público como tal, como nuestro. Pongamos de nuevo la voz en él, dejémosle nuestras hermosas, armoniosas, gritonas y chillonas melodías, y nuestras entreveradas y escandalosas danzas. La calle nos necesita y nosotras no solo la necesitamos, sino que morimos por ella. Sé que no han olvidado la mirada de admiración de la niñita a la que no le cabían los ojos en la cara. O del hombre coqueto que dejó en el aplauso sus ganas de piropear. O de las abuelas y abuelos que se acercaron para agradecer “tanta cosa bonita, mija”. Cuidémonos, consintámonos, protejámonos. Pero también, desobedecemos, no hagamos caso. Recobremos nuestro espacio como público, salgamos con nuestras personajes que exhalan teatralidad libertaria, porque solo nosotras sabemos que vale la pena ser callejeras.

María Fernanda Sarmiento Bonilla

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Esta lucidez se fortalece con estos encuentros, con escuchar a estas madres, colegas, cómplices, amigas que el teatro me ha regalado y que yo no había podido escuchar, mucho menos beber tanta sabiduría. No me quedo satisfecha, no estoy saciada. Estas reuniones me dejan con hambre, con ganas de seguir admirándolas, conociéndolas, chismoseándolas.




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GUIA

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ola CALLEJERA, acá te enviamos una guía para que iniciemos el ejercicio de correspondencia entre las actrices que hacemos parte de este grito nacional. Tenemos dos ejercicios por realizar: 1. El envió de correspondencia que harás a otra compañera. Recuerda que en ese envío contaras algo de tu historia a través de un pequeño objeto.

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Tu compañera de envío es INTEGRANTE DEL GRUPO VALE LA PENA SER CALLEJERAS

R

ecuerda que es importante que realices el envió antes del 15 de Enero.

2. El segundo ejercicio es tomar registro fotográfico de lo que vas a recibir de alguna compañera. Es importante que le tomes fotos a eso que te enviaran y esas fotos se las compartas a tu madrina. Toma - - -

varias fotos con tu celular: Foto del regalo sobre un fondo blanco Foto detalle del regalo Foto tuya con el regalo


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CLARA INÉS ARIZA

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Dar: Encontrar el regalo para mandarle a otra persona fue encontrarme con una parte de mi misma, este encuentro me ha servido para rememorar.


RECIBIR: Recibir: Me emocioné muchísimo cuando recibí esta pañoletica con una carta muy linda. Me pareció un detalle que dije Guau! Esto está organizado por mujeres. Nosotras llenamos el mundo con detalles maravillosos que muestran el afecto y el amor con el que hacemos las cosas.

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CLARA INÉS ARIZA

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DIANA MARCELA MORALES

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Yo Yo recibí recibí un un hermoso hermoso regalo, regalo, la la primera primera máscara máscara que que usó usó Esther Esther Celis Celis en en una una de de sus sus experiencias experiencias de de teatro teatro callejero. callejero. Para Para mí mí fue fue muy muy grato grato porque porque sé sé que que ese ese desprendimiento desprendimiento debe debe ser ser muy muy difícil. difícil. Pero Pero lo lo asumo asumo como como un un legado legado de de una una persona persona que que admiro admiro profundamente. profundamente. Este Este espacio espacio ha ha sido sido maravilloso maravilloso para para mí, mí, porque porque también también volví volví aa conectarme conectarme con con Sandra Sandra Parra Parra yy ella ella está está en en mi mi corazón. corazón. Yo Yo soy soy escuela escuela de de ella. ella.


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JULIANA CHAMORRO LEGARDA

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Muchas gracias por todo este movimiento y este hilo invisible de hermandad

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(BARRANQUILLA)


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MABEL PIZARRO

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(BARRANQUILLA)

Para Para mí mí fue fue muy muy emocionante emocionante recibir recibir el el regalo regalo de de mi mi compañera compañera Rosario, Rosario, El El paquete paquete estaba estaba hecho hecho de de manera manera muy muy especial especial yy me me demore demore en en abrirlo abrirlo porque porque sabía sabía que que necesitaba necesitaba estar estar tranquila tranquila para para poder poder disfrutármelo, disfrutármelo, es es un un gesto gesto de de generosidad generosidad muy muy bello bello porque porque se se que que es es difícil difícil desprenderse desprenderse de de cosas cosas que que son son importantes. importantes.


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RECIBE:

MABEL P

IZARRO (

BARANQ

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EN VÍ A : R OS A R IO VER G AR A - 162 -

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(BO GO

(BOGOTÁ)


MARÍA VICTORIA SUAZA

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Pensé en la imagen del tejido y el asunto del dar, las mujeres tenemos la capacidad de encontrar la manera de dar y para saber dar hay que saber recibir. Que el amor sea la potencia para


mover el mundo con los tejidos, el engranaje, el entramado, el detalle… este proyecto de grito nacional de las callejeras debe trascender este momento.

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