IMPULSOR DEL AMOR A SU TIERRA

LUIS CAVAGNARO, FUENTE INAGOTABLE

Mi amistad con Lucho Cavagnaro se forjó en la década de los ’60 en el Club Tacna de Lima cuando este se hallaba en el centro histórico, en una vieja casona en la calle Rufino Torrico y nosotros éramos aún estudiantes universitarios. Concluidos mis estudios volví para trabajar también en Tacna, como ya lo había hecho mi amigo. Aquí, en su añosa casa del pasaje Vigil se fortaleció aún más esa cercanía, escuchándolo frente al piano o cantando junto con él o leyendo con deleite las hermosas páginas del “Tesoro de la Juventud”. De aquellos años guardo el recuerdo de un plano de Tacna que Lucho había dibujado pulcramente, en el que tenía delimitadas todas las casas y, en diminutos “blocks” superpuestos, la evolución cronológica de sus respectivos propietarios. Era un censo inmobiliario que él había preparado. Fue en 1968 que en las festividades de agosto de nuestra tierra participamos juntos por invitación del Alcalde, don Rómulo Boluarte, en sendas ceremonias: el Discurso de Orden del 28 –a cargo de Lucho- y al día siguiente corrió a mi cargo la bienvenida a una delegación boliviana que visitaba Tacna. Quiso el destino que en octubre de ese mismo año participara también Fredy Gambetta, el otro miembro de esa fraternidad emergente, recibiendo en ceremonia los restos del vate Federico Barreto. Me atrevo a decir que los tres, de entonces y aunque en ámbitos distintos a la vez que concurrentes, forjamos nuestro amor por Tacna. Al año siguiente ya éramos integrantes del Grupo Teatral. Era la vida que alcanzaba el pináculo, la cima. Era un canto de juventud que se lanzaba a los cuatro vientos como una promesa de amor que se quiere compartir con todos, sin rubores ni mezquindades. Era la epifanía de la amistad y uno de los profetas tenía que ser Lucho Cavagnaro. Bueno, dicho con mayor propiedad, el Doctor Luis Cavagnaro Orellana. Por eso fue tan fácil y hermoso que estuviésemos juntos en muchos sitios y actividades, casi siempre