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muerto el periodismo!
from UN110823
Antonio Núñez Aldazoro
“
¡Ha muerto el periodismo! ¡Escupamos sobre él!”. Esta proclamación funeraria y algo desagradecida ha sido vociferada a todo pulmón, una y otra vez a lo largo de casi 200 años, desde que el estadounidense Samuel Morse envió su primer telegrama un 24 de mayo de 1844 y se repite ingenuamente en la actualidad cuando presenciamos una embriagante y poco reflexiva celebración mundial ante la llegada de la inteligencia artificial al ámbito de la comunicación de masas.
A cada irrupción tecnológica, lo que conocemos hoy como periodismo no sólo se ha visto amenazado por las fuerzas siniestras de la manipulación informativa, sino que también se han registrado, tanto lejos como también en nuestro país, alegres anuncios de su presunta de- función sin tomar en cuenta que a cada avance tecno-científico en los medios, instrumentos o métodos de comunicación, en vez de provocar la muerte del “mejor oficio del mundo” (García Márquez dixit), al contrario, éste se ha transformado en pos de una rápida, y por tanto traumática, adaptación a los nuevos esquemas de funcionamiento. Precisamente, el telégrafo promovió la tan anhelada inmediatez informativa. Pero eso no se detuvo allí. Otros hitos históricos transformaron el papel de los medios y el rol de las y los periodistas. Por ejemplo, la fotografía permitió la visualización gráfica de las noticias; la radiodifusión facilitó un mayor alcance de los hechos reseñados; la televisión incentivó la profundidad y el análisis en la prensa ya que la velocidad de los “medios calientes” reconfiguró el papel de los diarios; el satélite provocó la produc- ción y el consumo de noticias a escala planetaria; y, en las últimas décadas, la migración de medios tradicionales a soportes digitales revolucionó la forma de comunicar e informarse. Por tales motivos, que nadie se lamente de forma prematura u organicen actos luctuosos que ocultan fines festivos. El periodismo seguirá presente en la sociedad y el trabajo de las y los profesionales de la información no perecerá, porque la IA no sustituirá jamás la reflexión, el análisis, la deliberación y el pensamiento crítico, que son características inherentes y únicas del ser humano. Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación son instrumentos, no fines. Y, por tanto, no podrán sustituir la intelectualidad que es, en esencia, una condición única de nuestra humanidad.
(*) Periodista y profesor UCV