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COMUNICADO: BECAS LATAM-STUDY BUENOS AIRES

Otro factor es la causa del deceso, cuando se trata de una enfermedad o condición que ya venía presentándose con anterioridad, se habla de un duelo anticipado; o si por el contrario es una muerte inesperada: un accidente, homicidio, suicidio e, incluso, el Covid-19.

Otro muy importante es la edad, si es un niño o una persona muy joven se le adjunta un gran número de expectativas insatisfechas, la nostalgia de sueños y proyectos por cumplir; diferente a cuando es una persona de edad avanzada y la muerte comienza a ser un suceso esperado.

Dentro de los factores también está el conjunto de habilidades individuales que cada quien posee para enfrentar y abordar los conflictos o situaciones dolorosas como la pérdida. Y por último, está el significado que se le da a la muerte, la forma como cada persona asume ese momento en el que se ve involucrado el sistema de creencias, la tradición y la cultura, lo cual es decisivo a la hora de asumir y resignarse ante la pérdida.

Además de esos factores que ayudan a determinar la intensidad del sentimiento, hay unas fases que dependiendo el movimiento se van a dar distintas; a propósito de esta charla la especialista abordó las más conocidas que son cuatro. Primero, la fase de shock o estupor; segundo, fase de rabia o agresividad; tercero, una fase de desesperanza, y, por último, la fase de reorganización. Hay que tener en cuenta que dentro de estas fases hay cuatro manifestaciones importantes que hay que tener en cuenta que son normativas y hacen parte de ese proceso que lleva la pérdida. Entonces, resulta fundamental conocer esas cuatro manifestaciones que se dan dentro de las diferentes fases del duelo para lograr identificar qué es normal.

Volviendo a la primera fase, denominada por la especialista como fase de shock, lo que se experimenta es una fuerte negación ante la realidad al recibir por primera vez la noticia ante la cual se es incrédulo. Las emociones esperadas en esta fase son: tristeza, temor, aturdimiento, angustia, rechazo. A nivel del pensamiento se presenta incredulidad y confusión. En cuanto a las sanciones fisiológicas, se puede experimentar aturdimiento, hormigueo, dificultad respiratoria, debilidad muscular o fatiga. Finalmente, por la parte conductual se espera llanto e insomnio. Esta fase puede durar horas o varios días.

La segunda fase, como se mencionó anteriormente, es de rabia y agresividad, y puede durar meses. En esta etapa lo más común es reflejar esos sentimientos de rabia e ira con las personas que están en el entorno, la culpa y la impotencia son comúnmente protagonistas. Se suele entrar en un conflicto muy profundo, y la persona se encuentra en un estado muy susceptible e irritable. Los pensamientos que suelen acompañar esta etapa son de inseguridad y en algunos casos alucinaciones breves y fugaces, por ejemplo, escuché su olor, su risa, me pareció verlo, sentí que estaba junto a mí. Las conductas comunes son las que revelan una necesidad profunda por atesorar las pertenencias de ese ser querido, cualquier objeto que funcione como símbolo de su relación.

Tercera fase, la desesperanza. Esta puede durar ese primer año en el que comienza un periodo de apatía en el que se mantiene un estado continuo de tristeza, donde hay llanto ocasional y dificultad para concentrarse en los quehaceres diarios. Entonces, en cuanto a las manifestaciones en el sentimiento todavía se encuentra tristeza, melancolía, pero comienza a reconocerse cierto grado de aceptación que va creciendo con el tiempo, de asimilación de la realidad. En las sensaciones fisiológicas ya hay más vitalidad, más energía, sin embargo, en ocasiones el cuerpo puede generar niveles altos de prolactina, que es la hormona encargada de provocar la tristeza y el llanto ligado a esos sentimientos de melancolía y nostalgia. En cuanto a las conductas, se sigue presentando mucha apatía a estrechar los vínculos afectivos con familiares y amigos, por conocer personas nuevas, también es posible encontrarse con alteraciones del sueño, pesadillas o insomnio.

Ya, por último, en la cuarta fase que es de resolución del duelo o de reorganización, las personas comienzan a aceptar más significativamente la pérdida y se comienza un proceso de reestructuración familiar, se va reajustando el vacío de ese rol que antes desempeñaba la persona fallecida dentro del esquema familiar. En este punto las personas ya son capaces de tolerar el dolor que sigue presentándose con el recuerdo del ser querido, de sobrellevar la tristeza y lograr hablar y hacer cosas que traen recuerdos sin llegar a niveles de tristeza profunda, es decir que ha disminuido la intensidad del dolor.

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