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Meloidogyne: el nematodo de las agallas

Ing. Agr. Diego Quenhan Analista de laboratorio - USC

La agricultura tiene la responsabilidad y el desafío de alimentar al mundo; teniendo que surcar obstáculos para poder brindar productos que satisfagan al mercado y a los consumidores en cuanto a cantidad y calidad. En el día a día, los productores se ven afectados por el ataque de insectos plaga y microorganismos como hongos, bacterias, virus y nematodos; cuyos daños producidos imposibilitan la obtención de características deseadas.

Los nematodos son poco conocidos, debido a que, por su tamaño microscópico, son imperceptibles a simple vista. Sin embargo, su presencia resulta alarmante, ya que puede asociarse a hongos y transmitir virus, dificultando el correcto funcionamiento fisiológico de las plantas; ocasionando síntomas que afectan directa e indirectamente al rendimiento, productividad y calidad de los productos.

Entre los fitonematodos, se destaca la presencia Meloidogyne, ya que, de los 100 billones de dólares anuales en pérdidas, el 70% es atribuido a este género. Al no brindar la debida importancia a estos agentes fitopatógenos, los perjuicios causados por ellos pueden ser desde inapreciables hasta llegar a inviabilizar completamente las áreas de producción. El nematodo de las Agallas corresponde al género Meloidogyne y ya fueron descritas más de 100 especies en el mundo. No obstante, son cuatro las especies más comunes a nivel mundial: Meloidogyne incognita, M. arenaria, M. javanica y M. hapla; el reconocimiento de estas especies como las principales se debe a su amplio rango de hospederos y a que son cosmopolitas, pero M. incognita es la especie de mayor distribución y la que mayor impacto económico negativo causa anualmente a la agricultura, pudiéndose confirmar mediante varios autores que esta especie se encuentra presente en nuestro país.

Este nematodo se caracteriza por desarrollarse en ambientes con temperaturas de 25°- 30°C, presentándose activo durante todo el año en climas calurosos y suelos húmedos, tardando de tres a cuatro semanas en el verano y, por otro lado, en climas más fríos su ciclo de vida se torna más largo, en invierno este período se puede extender hasta siete semanas para completar su ciclo de vida. Lo interesante de estos nematodos es que a pesar de que se mueven pocos centímetros en el suelo, su diseminación ocurre gracias a otros factores como el movimiento de suelo, agua, implementos agrícolas, hombre, animales y principalmente por mudas de plantas infestadas.

Son considerados parásitos obligados de raíces, es decir, necesitan de un hospedero vivo para poder llevar a cabo todas sus actividades biológicas. Los juveniles y huevos pueden sobrevivir en suelos con buena temperatura y humedad, en cambio entran en dormancia en condiciones desfavorables. El estadio infectivo es el segundo o J2, son móviles en el suelo y si existe un hospedero susceptible y el ambiente es adecuado, pueden penetrar raíces de diferentes especies vegetales, causando agallas en estas.

Las agallas son el resultado de la hipertrofia de los tejidos radiculares, por la producción de células gigantes, lo que hace que las plantas infestadas muestren un desarrollo anormal de la raíz, caracterizado por la formación de raíces deformadas, pudiendo medir desde 1 o 2 milímetros de diámetro en las raíces pequeñas y hasta 1 cm o más en las raíces grandes. En el interior de nuestro país conocen al síntoma causado por este nematodo como “hapo rosario”, (raíz de rosario), lo que hace referencia al aspecto que adquieren estas una vez formadas las agallas.

Melodoigyne sp - foto ilustracción Hapo Rosario (agallas de raíz) - foto ilustracción

Eclosionados los huevos, los juveniles ingresan en las raíces y se ubican próximos a los vasos convirtiéndose en sedentarios, hasta llegar a la fase adulta; pasan por sucesivos cambios de cutícula y de vermiforme la hembra adquiere un cuerpo esférico, con cuello largo y de color blanco similar a una perla. Como dato curioso los adultos machos salen de la raíz mientras que las hembras permanecen hasta adquirir ese aspecto característico, posteriormente produce una masa de huevos fuera de la raíz (desde 500 hasta 2000), cubiertos por una sustancia gelatinosa que los envuelve y protege a la cual se la conoce como matrix.

Las plantas parasitadas pueden ser confundidas por síntomas de problemas de origen fúngico, bacteriano o deficiencia nutricional por lo que se dificulta el diagnóstico rápido para la elección de medidas de control racionales y económicas.

Teniendo en cuenta que poseen infinidad de hospederos como tomate, pimiento, lechuga, zanahoria, remolacha, melón, vid, café, guayaba, yerba mate, cítricos, arroz, maíz, poroto, soja, algunos forestales y hospederos alternativos como ka´a ruru, ñuati pytã, falsa cerraja, entre otros, se hace sumamente difícil la elección de especies para realizar la rotación de cultivos.

Varios autores mencionan que los métodos de control de fitonematodos son escasos, ya que varios nematicidas fueron retirados del mercado, por el peligro que representa al hombre y al medio ambiente por el posible efecto tóxico (Da Silva et al. 2019).

Teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, estaría siendo necesaria la investigación, búsqueda y la adopción de métodos alternativos como la utilización de abonos verdes (lupino, crotalaria, mucuna), extractos vegetales, controladores biológicos (hongos, bacterias, ácaros, nematodos), biofumigación con brassicáceas, uso de variedades resistentes, entre otros, para combatir a este nematodo que año tras año causa tanto daño económico a nivel global.

Escrito por: Ing. Agr. Diego Quenhan Diciembre 2022

Bibliografía

Agrios, G. (2005). En Limusa (Ed.), Fitopatología. 5 ed. 922 p. Amsterdam, Países Bajos: Elsevier Academic Press.

Da Silva, J., Terra, W., Barro, A. & Campos, V. (2019). Compostos orgânicos voláteis no controle de fitonematoides. Brasil, UFLA. 110 p.

Shurtleff, M. & Averre III, C. (2000). Diagnosing plant diseases caused by nematodes. Minnesota, Estados Unidos, American Phypathological Society. 187 p.

Thorne, G. (1961). Principles of nematology. New York, United States of America, McGraw-Hill. 55 p.

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