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Serie de investigaciones: identidades regionales de bolivia

Como resalta Carmen Loza en el capítulo 5, en las últimas décadas lo más común era repetir las interpretaciones de Julien y Bouysse-Cassagne en torno a la Visita toledana, según la cual “uru” figura más como una categoría fiscal. De acuerdo con estas interpretaciones, si bien “originario” designaba a un “indio con tierra y ganado” suficiente para pagar una contribución fiscal elevada, en cambio, “uru” designaba una categoría fiscal equivalente a “indio sin tierras ni ganado”, y que por tanto pagaba una contribución reducida. A la luz de las observaciones de Loza, Saignes y otros, que demuestran una mayor variación en las tasas pagadas, la posición descrita, que tiende a apoyarse en los intentos coloniales de desestructurar y uniformizar las categorías indígenas, es poco esclarecedora hoy en día. En la propia Visita de la provincia de Chucuito, llevada a cabo por Garci Diez de San Miguel en 1567, y examinada por Murra como base para su trabajo sobre los lupaqa, los urus figuran como agricultores, al igual que los aymaras (aunque trabajan más que ellos), pero sometidos a los caciques aymaras (Murra 1975: 144, n. 39). Encontramos otras paradojas sobre los urus con respecto a la lengua que hablaban. A menudo, los mismos urus llaman a su lengua “pukina”, aparte de su otra autodenominación como uchu maa taqu, literalmente “nuestra lengua madre” en su lengua actual (véase Inda 1988: 203). Algunos estudiosos piensan que hubo una relación lingüística entre el uru, de la familia uruquilla o uru-chipaya, y el pukina, lengua extinta ya en el siglo XVIII y poco documentada por los estudiosos de la Colonia (véase por ejemplo Torero 1992 y 2002). Es sabido que la lengua de los kallawayas también presenta algunos rasgos del léxico pukina en una estructura gramatical del quechua actual de la zona. ¿Cabría la posibilidad de que la lengua uru corriera una suerte parecida? Por su parte, Albó (1991c), en su artículo “Leyendo a Wachtel desde Jesús de Machaqa”, plantea que la autodenominación de “pukina” se debe más a una equivocación lingüística del etnólogo francés Johannes Vellard, que en los años cuarenta confundió las lenguas pukina y uru, equivocación luego reproducida por Posnansky y un sinnúmero de otros investigadores, y repetida tantas veces a las comunidades de hablantes que ellos mismos llegaron a pensar que hablaban la lengua pukina (Vellard 1991: 8, véase Velasco op. cit.: 117). Podría ser así, pero el etnólogo Métraux (1935b: 89) también afirmó que en 1931 los pueblos uruhablantes de Ancoaqui ( Janq’u Jaqhi, donde está ubicado Irohito) llamaban a su idioma “bukina” o “pukina” para diferenciarlo del aymara.

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