El abandono de lo sagrarios acompañados

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Diferencia entre la Misa y los Sacramentos 181. Esta diferencia esencial hay entre el augusto Sacrificio y los santos Sacramentos: que aquél es principalmente para dar, y éstos para recibir. Aquél nos supone agentes, y éstos pacientes o recipientes. Ved qué hermosa doctrina. Por la Misa damos gloria a Dios, y por los Sacramentos recibimos gracia de Dios. Esa gloria que damos a Dios por la Misa es, en el orden práctico, primero, propiciación que lo desagravia y aplaca por nuestros pecados y le hace volver el rostro hacia los que fueron sus enemigos. Segundo, y presupuesta la propiciación, esa gloria es alabanza perfecta, y que exactamente se merece Él. Tercero, es la acción de gracias, tan completa, que todas nuestras deudas de gratitud con Él, quedan abundantemente pagadas. Y, cuarto, es la oración de impetración más eficaz y valiosa que pueda llegar a los oídos de Dios. Es decir, por medio de una Misa, aplacamos, alabamos, agradecemos y oramos a Su Majestad. Y, mediante todo esto, le damos gloria tan perfectamente, tan a gusto de Él, que no solamente no nos puede pedir más, si realmente hemos hecho nuestra la Misa, sino que se siente moralmente obligado a darnos tanta gracia por medio de los Sacramentos, de la oración y de la práctica de las virtudes, como gloria le hemos dado por medio de nuestra Misa. Por eso, repito, ésta es para que los hombres den gloria a Dios, y los Sacramentos son para que reciban de Dios la gracia que les ha ganado la gloria de su Misa. Ésta viene a ser como la causa moral de la virtud de los Sacramentos y de todos los medios que de algún modo produzcan o aumenten la gracia.

¿Exageración? 182. ¿Verdad que lo parece ese poder dar el hombre, tan chico y tan de barro, tanto a Dios? Y más que exageración y hasta mentira blasfema sería si el hombre no fuera más que un hombre. Pero los cristianos por el Bautismo, además de hombres, somos miembros del Cuerpo místico o moral de Cristo. Y, mientras estamos en gracia, por nosotros circula como por los miembros sanos de un cuerpo vivo, la propia sangre de nuestro Señor Jesucristo. La Misa es la oblación real del Sacrificio, no sólo del Cuerpo físico de Jesucristo, sino del Cuerpo místico. Y, por consiguiente, de todos sus miembros sanos, o sea, que los cristianos en gracia, ofrécense y son ofrecidos a Dios como Misa, del mismo modo, con el mismo valor y aprecio que se ofrece Cristo. Es decir, que así como por el Bautismo somos incorporados al Cuerpo místico de Cristo y somos uno de sus miembros, por la santa Misa somos injertados en su Sacrificio, de tal modo que corremos la misma dichosa suerte que el Cuerpo sacrificado a que pertenecemos.

Frutos del injerto 183. Y ¡qué consecuencia tan consoladora saco de aquí!


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