La camara en la cartera_Mujeres fotografas 2

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Desde siempre junto a Maia Croizet. La primer comunidad de mujeres en el mundo de los autos acompaña a Un amor cayó del cielo en esta edición.

Prendas en movimiento Nos engalana en nuestros momentos especiales.

Acompaña a Maia Croizet en este proyecto.

La galería de arte Angel Guido Art Project ofrece su apoyo especial a Lujan Candria.

La historia de la fotografía nos viene acompañada de una historia de mujeres que intuyeron y encontraron en la cámara fotográfica algo más que una máquina, que un dispositivo o un instrumento. Su relación nos seduce y motiva especialmente, así como también aquellas fotografías de mujeres que supieron tener una cámara en sus manos y, probablemente, en las carteras del momento. Es nuestra intención rescatar y homenajear algo de aquella relación y traerla al presente -actualizarla- para dar a conocer nombres de nuevas mujeres. Miradas actuales de una antigua correspondencia y ese andar cómplice y amigo que se da entre ellas. Crear, brindar y acompañar son acciones que nos identifican y son las que hacen que hoy estemos embarcadas en tareas como estas: editar, publicar, difundir y compartir lo que hacemos mientras lo estamos haciendo. Un amor cayó del cielo / Lucila Bodelón y Verónica García


Las vidas ajenas están para ser espiadas. La vida propia también. Pero el abismo entre el chisme y lo sublime cotidiano sólo puede zanjarlo un don: el de encontrar la grandeza de un minuto cualquiera. En las páginas que siguen el azar pudo sumarlo todo. Instantes, miradas, cámaras: ahí está la magia de cuatro mujeres rabiosamente curiosas y sueltas por el mundo. El mundo las interpela; ellas no pueden dejar de preguntar por los gestos que develan la humanidad: ¿se puede estar ante el otro sin verlo? ¿Y amar un objeto para hablar a otro ser humano? La intención amorosa descubre los pliegues de la ropa, la vida de la piel que a veces calla la mirada, el peso de la presencia de un desconocido. Los retrata. En la extrañeza de esos otros, tan diferentes, tan ajenos, quizá descubra algo de sí. Avanza como un desierto, como un mar. La oscuridad está alrededor y tiene límites difusos, pero sin embargo la luz la detiene. Luján está ahí para verlo porque, ¿cómo decirlo?, sin haber sufrido un accidente ni tener a Hitchcock dando órdenes,

espía a los vecinos desde una ventana secreta. En esas horas, desembozada y paciente, descubre las semejanzas donde creemos que somos todos tan diferentes. La computadora se volvió uno más en el ambiente compartido. Los sueños apenas quedan enmascarados en las lámparas que se repiten de un piso a otro, en los balcones convertidos en jaulitas involuntarias para el ocio. Los rostros están, pero no importan. Son, ¿o somos?, muñequitos playmobil con movimiento propio. Maia descubre que los hombres grandes juegan a los autos. Lo hacen con el ceño fruncido y concentración impenetrable. Se sirven de camiones, micros, inventan carpas: ese universo tiene la escala de los adultos que se vuelven trashumantes, que comparten con sus familias la belleza precaria. No sabemos dónde, cuándo, por cuánto tiempo. Ignoramos todo excepto la pasión y los cielos infinitos. Los detalles son lo de menos y también son todo: la cámara se consume en la actitud, en la minucia de una madrugada que podría ser un atardecer, en

un descanso del trajín. No sabemos si lo comparte; sí que los entiende. El amor que derrama sobre esas escenas alcanza a cubrirlas de ternura y ofrecerlas, con sus colores impactantes y sus luces, a las miradas ajenas. Quiere contagiar. Quizá no haya un otro más apabullante que una misma. Sin embargo María Luisa lleva el gesto al extremo: arma sus propias cámaras, negocia su propia humanidad en autorretratos. Juega a las escondidas, tal vez para encontrarse desprevenida. Puede estar y no estar a la vez. Es un fantasma, una sombra, un rastro del tiempo encerrada en su casa. El autorretrato es íntimo, tanto que no traiciona los rasgos de la retratada. Hay rutinas, hay minutos, objetos, huellas que desconocemos: ¿alguien más pasó por la superficie de la foto en medio del revelado?, ¿quién puso la cámara para registrar la siesta? ¿Qué se lee de noche a la luz del televisor? El encuentro con ella misma es puertas adentro, con la excepción del único exterior real: el auto que, a su vez, está encerrado.

El amor a primera vista existe: Marita lo encontró. Sobre esas ruedas que cruzan el paisaje urbano mientras transcurren instantes de otros -lo comprendió y nos lo hace comprendercirculan vidas enteras. Basta mirarlas un segundo para querer saberlo todo. Sólo una dulzura profunda puede ver, volver reales esas artesanías mínimas, esas arrugas, esas dignidades construidas a fuerza de trabajo. Las épicas anónimas hacen de las bicicletas instalaciones, para comodidad de quienes se ganan el pan con ellas; visten de falda a una señora mayor sobre ruedas; permiten que unos niños escapen del túnel del tiempo. Las épicas también conmueven cuando se dejan encontrar en la serenidad de una mirada que roba tiempo al día, que posa ante una cortina metálica y se enorgullece de su firmeza. Son imágenes de ahora, de ayer, quizá lo sean de mañana. Es el mundo.

Soledad Vallejos


Maia Astrid Croizet

Nací dentro de un trofeo. Desde que tengo recuerdo, en mi casa, en mi familia, estuvieron siempre los autos. Los comunes, pero sobre todo, los de carreras.

Me encanta la fotografía. Mi formación inicial fue en la secundaria, pasando horas en el laboratorio B/N. Esta es una de las primeras veces que enseño mi obra. Me interesa poder plasmar en imágenes fijas aquello que llama la atención en mi vida cotidiana.

A mi abuelo le gustaban los autos, a mi papá le gustan los autos, a mi mamá le gustan los autos, mi hermano corría en auto; ahora los prepara. A mí me gustan los autos.








Mar del Plata, Argentina, 1974

A través de la observación de las presencias lumínicas en la noche intento recrear un clima, un estado emocional, un universo perceptivo en el que adentrarse.

Transité feliz por la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Y aunque me gradué en escultura, la búsqueda, investigación y experimentación de medios siempre fue una constante en mí, a la par de la producción de obra. Fue en el transcurso de esa exploración que el video, el sonido y la fotografía se aliaron a mí, regresándome al universo digital desde donde hoy construyo mi decir.

Como todo brillo manifestándose en la oscuridad las imágenes nocturnas lo hacen al límite de la visibilidad para luego sintetizarse hasta la abstracción. En un espacio eterno, profundo y sonoro.

Luján Candria








María Luisa Santos Cuéllar Me inicié en la fotografía en el año 2003 y particularmente estoy interesada en la fotografía estenopeica, la experimentación con la luz natural, los formatos y las técnicas de laboratorio. Hoy es el medio que me permite documentar la experiencia que obtengo de mi propio contexto: me interesa que la imagen surja de un proceso temporal y que éste sea el resultado de la suma de acciones en el tiempo.

Con esta serie de acciones cotidianas reflexiono sobre la continuidad, los instantes, mi modo de actuar, habitar, trabajar y contemplar mi entorno. Encuentro que cada uno de mis actos, por simples que sean, construyen una serie de instantes que conforman mi identidad y cotidianidad.








Marita Sampedro Me formé en la Escuela de Artes Visuales M.Malharro (Mar del Plata), donde soy docente desde 1999. Disfruto mucho el hecho creativo del trabajo en taller, donde cada año me encuentro con nuevos estudiantes y desafíos artísticos enriquecedores. Me interesa especialmente el retrato en blanco y negro. Mis obras han sido expuestas en varias ciudades de Argentina y en el exterior.

Desde hace un buen tiempo fotografío a la gente junto a sus bicicletas. Cada persona retratada en mis fotos es una parte de mí, de mi historia, con los que he compartido momentos o apenas un instante. Es a través de sus miradas y de sus gestos que intento expresar lo que es para mí la vida misma: una sucesión de pequeños y cotidianos acontecimientos.









Porque reconocer es tan importante como crear y hacer, Un amor cayó del cielo desea mostrarle su íntima gratitud a Victoria Ponferrada, a Silvia Cordero Vega, a Carolina Baggio, a Os Aldomá y a Artes Gráficas Buschi, especialmente a Yanet. Cada fotógrafa, a su vez, lo expresa a su manera: “a mi familia, a Fede, al Croizet Racing Team, amigos y ¡a los fieles compradores de rifas!” {Maia}; “a todos los que siempre me han brindado su apoyo” {Luján}; “a mi familia por su apoyo incondicional y a mis amigos por estar” {María Luisa} y “a mis dos Pilares –mi hija y mi mamá–, Vicente Abrojo de la Fuente y Carlos Barbeito –mis grandes y queridos maestros del B/N–, y a todos los que fueron retratados en mis fotografías” {Marita}.

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Un amor cayó del cielo

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