Revista Un Camino, edición 1.

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tras abuelas y madres supieron llevar como bandera del ama de casa que todo lo podía, que cuidaba la economía doméstica al mismo tiempo que su propia salud. No era cosa de andar rompiéndose la espalda por cargar bolsas y bolsitas buscando los mejores precios... Aquel accesorio, dejado de lado con el boom de los supermercados a fines de los ‘80 y el reinado del delivery en los ‘90, hoy recorre de ida y vuelta las calles de Palermo, Recoleta, Caballito y San Telmo. Y cada vez son más las ciudades de todo el país que se suman a la tendencia. Son muchas las razones de este regreso. En principio, ya hace un tiempo que viene ganando terreno en el consumo hogareño la modalidad que proponen los mercados y ferias donde verduras, frutas, carnes y lácteos se venden a menor escala y en los que se privilegia a los productos orgánicos. Desde las ferias itinerantes organizadas por el Gobierno de la Ciudad hasta los mercados más tradicionales, como el de productos orgánicos de Dorrego o el del Progreso, en Caballito. Es allí donde acudir con changuitos es

clave para que la compra sea rendidora y práctica de trasladar de vuelta al hogar. La comida sana no es sólo un leit motiv de los menús de algunos restaurantes, también se impone hacerla en casa, como un antídoto contra los trastornos que vienen por añadidura en el curso de la vida en la ciudad. Además de facilitar la compra de productos escogidos, el changuito vuelve para salvar otra cuestión. Hace poco, una publicidad, que aunaba los deseos de tres cadenas de supermercados, demonizaba el consumo de bolsas plásticas. El lema era “Somos todos inocentes, somos todos culpables”, y allí se veía a un cachorrito de león muriendo ahogado por una bolsa de nylon. Que lo proclamen los supermercados, los reyes de la bolsita, es indicador de que el abandono del plástico no tiene vuelta atrás. Y el changuito puede ser abanderado de esa causa. Los hay de muchos estilos y marcas. Desde los todoterreno que fabrica la cadena Arredo, pasando por los clásicos -que se pueden comprar en cualquier bazar- hasta los chic de la diseña-

dora Cecilia Sozini. Esta chica, bajo la marca Violraviol (http://www.violraviol. com/), es una de las mayores responsables de volver a poner sobre el tapete este útil accesorio. En su página web, Sozini afirma que para los productos de Violraviol encuentra inspiración en diversos elementos bellos del pasado y del presente: “en las abuelas que nos enseñan a cocinar, en el olor de la comida casera, en los aromas, colores y texturas de los mercados que siguen existiendo y en los seres que amanecen cada día para disfrutar los detalles cotidianos”, asegura. Sus changos están hechos con telas vinílicas de los años ‘70 y ‘80 que la diseñadora busca como antigüedades invaluables. Viendo el producto terminado, da la sensación de que así son. El changuito viene a decirnos que hacer la vida hogareña más simple no significa necesariamente usar y abusar del freezer y la comida de delivery. Más bien, todo lo contrario. Hacer las compras también puede ser un paseo. mercedes halfon

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