Comunicación Científica La columna de Santi García
E
Vivimos en una escala de grises
n blanco y negro, así entendemos el mundo. Sin escala de grises. Somos binarios, o ceros o unos, o cerrado o abierto, o noche o día, o Madrid o Barça. Quizá sea porque tenemos una dualidad natural desde que nacemos. Tenemos dos ojos, dos orejas, dos brazos, un ventrículo izquierdo y otro derecho, tenemos una entrada y una salida, sistemas que se encienden o se apagan... Así es la vida, parece binaria. ¿Y qué pasa en medio? Entre 0 y 1 hay muchos números, infinitos. De hecho, más números de los que podríamos listar en una lista infinita. Pero solemos redondearlo todo: si es entre 0 a 0’5 es 0, y si es de 0’5 (inclusive) a 1 es 1. O algo está bien o está mal y legislamos para ello, para organizarnos. El ser humano tiende a categorizar, a poner etiquetas, es una forma de interpretar la información, una buena forma de comunicación, es evolutivo (reconocimiento de patrones, pareidolia, etc.). Pero entre categorías nos perdemos matices, la escala de grises.
Es por eso que nos cuesta tanto entender la mecánica cuántica, con aquello del Gato de Schrödinger, un gato que hay que considerar vivo y muerto a la vez antes de observarlo (metáfora del estado de un electrón). Nos cuesta entender las medias tintas, lo que no podemos categorizar de forma evidente. Es comprensible, el sistema binario es la manera óptima de comunicarse, la más simple de todas. Blancos y negros, encendido y apagado. Pero nos perdemos en la escala de grises. Y estamos en un momento que parece que se quiere categorizar todo, hasta la libertad, hasta el humor. Pero el mundo de lo pequeño es cuántico, no nos vale con 0 y 1. Hasta la computación -los reyes de lo binario- ha sustituido los transistores por circuitos cuánticos. Vivimos en los grises, sí. Y hasta en colores. Por cierto, por si habéis oído la leyenda urbana: los perros no ven en blanco y negro.
Santi García Profesor de la UMH y divulgador científico @SantiGarciaCC