Ultrabritmag#4beatles

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john lydon






EL BIG BANG MUSICAL Aquél famoso exabrupto de John Lennon en pleno apogeo de los Fab Four, asegurando que su banda era más conocida que Jesucristo, generó una enorme controversia y les deparó a los de Liverpool unos buenos dolores de cabeza. Lo cierto de aquello es que, al igual que el alcance que puede tener un dogma religioso y sus efectos sanadores, la música puede transformar la vida de la gente y cambiarla para siempre. Podemos asegurar, sin temor a caer en un lugar de exageración sin sustento, que desde que The Beatles irrumpieron como una tromba renovadora en la escena musical hace más de cincuenta años, allá por 1960, el mundo nunca volvió a ser igual. ¿Suena a sobrevaloración? El rock y el pop se erigieron como contraculturas representativas de millones de seres en todos los continentes, unidos entre sí por el hilo conductor de la pasión, e incontables personas definieron su vocación artística y profesional hacia el lado de la música, viendo como realizable el sueño utópico que significa poder vivir de ella. A través de las décadas siguientes, y tomando en parte la intencionalidad de Lennon para ejecutar una nueva osada hipótesis, hubieron otros artistas continuadores de ese apostolado artístico, ocupando el sitial de los Nuevos Jesucristos Personales: The Rolling Stones, David Bowie, Pink Floyd, Led Zeppelin, Sex Pistols, The Smiths, The Cure, Oasis, Blur. ¿Cuánto en realidad puede cambiarte la vida una banda? Muchos de nosotros sentimos que a partir del advenimiento de un personaje o grupo en particular, en un momento claramente identificable en la propia línea del tiempo, las cosas no volvieron a ser las mismas. Este hecho comprobable marca el poder que la música tiene sobre el ser humano y su cultura, que la erige como una de las artes más poderosas de la Historia. Hablando de rock, todo empezó con cuatro muchachos valientes y talentosos del norte de Inglaterra. Como dijo también el propio Lennon, con un franco dejo de humildad y marcando a su criterio el inicio del relato musical histórico: “antes de Elvis no había nada”. Pero luego de The Beatles todo fue refundado, el curso de los hechos se volvió hacia un costado mágico y misterioso. Aún hoy podemos ver en todo el planeta a viejas generaciones con cortes de pelo emulando esa fiebre y a nuevos acólitos contagiándose la enfermedad. Cinco décadas después, todavía estamos siendo testigos de aquella revolución cultural. Gustavo Giorgi – Director

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Laura Bravo Elizabeth Fitzgerald Andrea Cukier Giselle Hidalgo Luciana Abreu Morena Pardo Gala Claro Christian Roccella Sebastián Chaves Francisco Tapia Robles Marcelo Altieri Juan Pablo Atela Eduardo Rosende Erika Kozdera (Londres) Enrique Schilling (Norwich) Alfredo Rosso - Andrea Prodan - Federico Ossola - Julián Massaldi Marina C.M. Mattanó - Jorge Blanco - Nicolás Bouvet - Javier Tainta Mario Braga - Alejandra Cataldi - Ayelén de la Rosa - Marilina Carballude Eduardo Le Bretón - Mariano Pereyra Rocha - Hernan Garchtrom



¿Cómo olvidar ese videoclip en el que tres adolescentes con su nombre en la remera, pasean por playas y bosques desde arriba de una cama de acolchado colorinche, haciendo gestos y payasadas mientras cantan: “somos jóvenes y estamos muy bien”? Alright de Supergrass le sigue alegrando el día a cualquiera. Entonces era 1993 y Gaz Coombes, un chico de dieciseis años con llamativas patillas, formaba una banda con Mick Quinn, Danny Goffey y más adelante su hermano Rob Coombes. En pleno auge del Britpop, su primer disco, I Should Coco (1995), llegó a ser uno de los álbumes debut más vendidos de la historia del Reino Unido. Los siguientes trabajos no fueron menos asombrosos ni de menor calidad, pero después de dejar inconcluso el séptimo disco, con solo tres o cuatro temas grabados, anunciaron que se separaban a mediados de 2010. Ahora, a los treinta y siete, Gaz decidió que era tiempo de experimentar con nuevos “juguetes musicales”, como le gusta llamarlos, en su estudio propio en la ciudad de Oxford. Su debut solista fue grabado por Sam Williams, quien fuera productor de I Should Coco, y vio la luz el 21 de mayo de 2012 bajo el título Here Come The Bombs. El resultado es una cuidada mezcla de guitarras con synths y elementos de electrónica. Hay temas lentos muy sentidos y elegantes como Bombs, White Noise y Sub Divider; y otros más rockeros como Hot Fruit y Whore. Y si bien en algunos sonidos se puede reconocer la influencia de The Beatles, Radiohead, Richard Ashcroft o incluso Kasabian, la propuesta conceptual es gratamente sorprendente y demuestra una clara madurez. Hace poco, Gaz estrenó el video de Break The Silence, dirigido por su hermano Charly, y que promete hacer mover varias cabecitas. Nosotros lo pescamos en plena grabación del clip de One Of These Days, su tema nuevo que salió a la venta en vinilo el pasado 3 de junio. ¿Cuáles fueron las diferencias musicales que hicieron separar a Supergrass? Simplemente desacuerdos acerca de hacia dónde estaba yendo la música… Una diferencia de opinión sobre qué eran buenas canciones y qué no. ¡Y no podés hacer un buen disco si están todos discutiendo acerca de cómo hacer un buen disco! Después de haber estado diecisiete años en una banda, ¿cómo fue el proceso de empezar una carrera solista? Bueno, nada más escribí y grabé algunas

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buenas canciones y luego el resto fue cayendo en su lugar… Fue una suerte de transición continua, sin interrupciones realmente.

¿Cómo imaginas que va a sonar tu próximo álbum?

¿Te estuviste nutriendo de música electrónica? ¿Qué podés decirnos de tu experiencia con los synths?

Es difícil de decir… Estoy escribiendo en este momento y están saliendo algunos sonidos muy diferentes, pero es muy pronto todavía.

Siempre estuve interesado en la música electrónica y compré algunos synths a lo largo de los años, así que estaba bien equipado en el estudio. Pero el hecho de no tener una banda alrededor mío significó que podía explorar distintos acercamientos y puntos de partida.

Tus tres hermanos son músicos, ¿nunca pensaron en formar una banda todos juntos?

Con respecto a la expresión de asuntos sociales o políticos a través de la música, ¿qué te inspiró a escribir Bombs? Por más que tenga matices sociales y políticos, fue inspirado por la película de Stanley Kubrick Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb. ¡La idea de un objeto inanimado destinado a causar tanta destrucción era morbosamente fascinante! Pero voy a dejar la composición política propiamente dicha a otros… Lo mío son simplemente observaciones. ¿Compusiste el álbum después de la separación de la banda o estuviste escribiendo canciones durante los últimos años?

Sí, para divertirnos tal vez, pero ellos son lo suficientemente afortunados en ser realmente muy buenos en otras cosas también, mientras yo, la verdad, lo único que puedo hacer es música. Así que están ocupados siendo exitosos hombres de negocios. ¿Es cierto que dijiste que te gustaría trabajar con Tim Burton? ¿Qué es lo que más te atrae de las bandas de sonido? Me preguntaron para quién me gustaría componer y apareció su nombre, ¡seguro! Yo amo sus películas. He escrito tantas bandas de sonido que jamás han sido usadas porque yo estaba tan ocupado con Supergrass durante esos años. Pero es una pasión para mí, así que estoy esperando que llegue algo apropiado. Fuiste invitado especial en algunos shows de Stereophonics, ¿cómo fue esa experiencia?

Todas las canciones fueron escritas post Supergrass, a excepción del estribillo de White Noise, que fue escrito un par de años antes.

Muy buena, fue fantástico tocar el disco en un gran estadio, le queda bien al álbum y ¡se sintió bien tocarlo para tanta gente!

¿Por qué tocás todos los instrumentos vos en el disco?

Estuviste de gira en UK en abril, ¿está en tus planes visitar Sudamérica en algún momento cercano?

Nunca tuve la intención de que fuera de esa manera, pero estaba grabando los demos y enseguida me di cuenta que así es como quería que sonaran, así que me quedé con ellos porque sonaban tan bien. ¿Quién sería el Sub Divider, título de una de tus canciones? El dilusor, está dentro de mí… Quiero matar la indecisión, la incertidumbre, mostrarme como un todo. ¿Te sentís más identificado con el Britpop o el rock? ¿O crees que tu música deambula entre ambos? Realmente no quiero ser encasillado. La música es tan universal, tan variada. Odiaría pensar que soy sólo rock o lo que sea.

Me encantaría visitar Sudamérica pronto, hay algunas discusiones en este momento así que estoy tratando de resolver posibles fechas y su logística. Entonces sí, me encantaría tocar en algunos clubes o festivales. ¡Estoy esperando esa llamada! Mientras nosotros también esperamos que lo llame alguna productora local, Gaz se prepara para tocar en julio en el Days Off Festival de París, como invitado especial de los irlandeses Two Door Cinema Club. Días después regresará al Reino Unido para presentarse en el Deer Shed Festival de North Yorkshire, y en el Truck Festival de Oxford, su ciudad natal.

Más info en

gazcoombes.com



El eslabón perdido entre el rock y los comics Bily Mariano da Luz es un ilustrador brasileño que se hizo conocido cuando algunos de sus proyectos comenzaron a viralizarse por Internet. Hace algunos meses, el artista bautizado como Butcher Billy había lanzado la serie de La Legión de Supervillanos del mundo real y ahora presenta The Post-Punk/New Wave Super Friends como contrapartida. Para este último trabajo, reemplazó las tapas clásicas de algunos cómics de DC con las personalidades más icónicas de la era post-punk. Así, podemos ver representaciones de Robert Smith, Siouxsie, John Lydon, Billy Idol, Ian Curtis y Morrissey, entre otros. Todas las imágenes están acompañadas por letras de alguna canción simbólica de cada artista, y el motor de esta fusión tiene que ver con que Bily asegura que creció influenciado tanto por las caricaturas de Superman y Batman, así como por la música de Joy Division, Morrissey o Public Image Limited, por lo cual para él ambos mundos son igual de emblemáticos.

de todas las cosas que absorbí durante toda mi vida: arte callejero, arte de tapa de vinilos, cómics, tabloides, artistas under, dibujos animados y música pop. Me gusta estudiar la tipografía y el concepto creativo de estas referencias y estoy seguro que todo eso se termina reflejando en mi estilo de una u otra manera.

la música, los videojuegos y todo lo referente a lo audiovisual. Me gustan las imperfecciones de las primeras etapas de los procesos creativos. Principalmente, me gusta el hecho de que esté usando herramientas digitales y tendencias de social media para emular y promover conceptos visuales vintage. Ese contraste es un mashup en sí mismo.

¿Cuál es el atractivo que encontrás en la música post-punk?

¿Cómo desarrollaste el concepto de Sid y Nancy como personajes de Nintendo?

Amo el punk rock porque es tan poderoso como simple. Esas características son exactamente lo que trato de lograr en mis proyectos visuales. No me extraña que el movimiento punk “real” haya durado solamente dos años, pero fue el tiempo suficiente que se necesitó para que el estilo, la cultura y la música cambien para siempre. Antes del punk, los músicos solían ser vistos como deidades y no había lugar para la gente común en la música. La actitud punk logró que la gente toque instrumentos y cree música con tres acordes. No hubo vuelta atrás y el post-punk vino para establecer lo que hoy conocemos como música pop. Supongo que el post-punk no es otra cosa sino punk del más crudo pero enriquecido por otras influencias, que es básicamente lo que yo trato de hacer con mis mashups.

Creaste la Legión de Supervillanos de la Vida Real. ¿A quiénes elegirías para ser los Superhéroes? Yo creo que los supervillanos son mucho más interesantes que los superhéroes. Cuando pensé en hacer la versión de superhéroes en contraposición a los villanos, mis íconos musicales de los años ochenta resultaban ser la mejor opción para explorar.

¿Cómo empezaste a fusionar personajes del cómic con personajes de la vida real? Hace seis meses realicé un proyecto en mi ciudad y se viralizó por Internet sin que yo estuviera al tanto. Cuando me enteré, decidí seguir haciéndolo y experimentando con mis referencias en la cultura pop, las cuales diría que son una mezcla

El pop como género tiene la particularidad de reinventarse una y otra vez. ¿Qué pensás respecto a la cultura pop, qué tiene para ofrecer hoy en día? No creo que tenga mucho para ofrecer, al menos para mí. Yo me inspiro con cosas retro, particularmente de la década de los 70, 80 y 90. Todas las cosas que me interesan están relacionadas con la cultura pop de esas décadas y eso incluye a los cómics, las películas, la televisión,

Cuando la revista oficial de Nintendo me invitó a participar de ese proyecto me puse muy contento porque siempre jugué sus videojuegos. La idea era transformar con mi visión a algún personaje de la compañía. Mi arte siempre estuvo inspirado en videojuegos retro, así que decidí versionar al plomero italiano favorito de todos, Mario. No tenía sentido personificar a Mario como un reventado, porque hay muchísimas parodias así en la web, así que me desafié a representarlo eligiendo al reventado de la vida real que menos probabilidad tendría de personificar a Mario y a su universo. Por eso elegí a Sid Vicious como Mario y a Nancy Spungen como la princesa. La idea fue dejar que los dos conceptos se fusionen pero dejando que ambas estéticas sean totalmente reconocibles.


¿Por qué elegiste trabajar con la estética de DC Comics? Tanto Marvel como DC Comics me gustan por igual, así que estoy al tanto de las diferencias entre ellos. Los personajes de Marvel tienden a ser más humanos, lidiando con problemas reales y situaciones referentes a vivir en sociedad. En cambio, los personajes de DC Comics siempre fueron vistos como semidioses, por encima de la raza humana. Por eso elegí esta estética para trabajar con el concepto de los héroes post-punk.

¿Cuál es la conexión de estos íconos musicales con el superhéroe que representan? Cuando hago este tipo de fusiones, trato de balancear el aspecto visual con las características y personalidades que yo creo que representan. Es casi como si siempre tuviera que tener sentido, de alguna o de otra manera. Vas a encontrar miles de mashups dando vueltas en la web, pero los que se destacan y valen la pena son pocos. El proceso involucra una idea original desde el comienzo y luego una buena investigación para conocer que conceptos estás mezclando y que la fusión sea efectiva. Desde ese aspecto, me pareció bastante obvio que Ian Curtis se relacione con Batman y Morrissey con Superman, por ejemplo.

Otro de tus proyectos involucra canciones de The Smiths representadas en 8 bits, como si fueran parte de un videojuego, y una de tus figuras icónicas es Morrissey. ¿Es tu artista preferido? Me encanta su música pero no diría que es mi artista preferido. Honestamente, me atrajo la idea de trabajar con gente de la vida real que se volvió tan idealizada al punto de convertirse en íconos de la cultura pop. Los artistas que fueron elevados al status mítico son los que realmente me resultan atractivos. Creo que es por eso que gente como Sid Vicious, Morrissey o Ian Curtis aparecen siempre en mis proyectos.





Se dice que la historia de John, Paul, George y Ringo es una de las más conocidas de nuestro tiempo. Así y todo, pocos saben que por la banda que cambiaría para siempre al mundo, desde su creación como The Blackjacks en junio de 1956, pasaron alrededor de treinta miembros que tuvieron la chance de quedar para siempre en nuestras vidas. Pero el destino, que tanto influyó en este cuento casi de hadas, quiso que quedaran ellos cuatro. The Beatles es una marca registrada que le pertenece al mundo: son propiedad de la Humanidad. Una banda que durante este 2013 cumple 50 años desde la aparición de los dos primeros de sus álbumes entrañables y revolucionarios -casi 51 desde su primer single- y que sigue generando en los chicos, la misma admiración que en sus padres o en sus abuelos. Sus principales compositores, John Lennon y Paul McCartney, son considerados los mayores songwriters de la música moderna y la sola mención de sus nombres, nos da sensación de mitología. Iniciamos una recorrida que trata de no caer en tantos lugares comunes… Porque escribir sobre The Beatles puede ser extremadamente fácil, o todo lo contrario.

Intro Toda gran historia tiene al menos un héroe. Y entre los tantos héroes involucrados en ésta que nos ocupa, hay uno que aparece casi tímidamente: Ivan Vaughan. Mientras algunos historiadores y fans lo recuerdan, es probable que la mayoría de los que están leyendo estas líneas no tengan la menor idea de quién es, cosa injusta teniendo en cuenta su vital importancia. Pues bien, aprovechemos entonces el inicio de esta nota sobre The Beatles para homenajear y darles a conocer a muchos, al muchacho que tuvo la visión de presentar entre sí a dos de sus conocidos: uno llamado John Lennon, el otro Paul McCartney. Ivan fue la amalgama que unió el agua y el aceite. John y Paul jamás se olvidaron de él. Durante un tiempo, casi en el fin de los Fab 4, Vaughan trabajó en Apple, la empresa formada por el grupo; años antes su esposa -maestra de francés- ayudó a Paul en la traducción para la composición lírica de Michelle, una de sus mayores canciones de amor. Y en 1993, McCartney volvió a escribir poesías después de décadas de no hacerlo, cuando escribió “Ivan”, conmovido por la muerte de su viejo amigo, víctima del mal de Parkinson. Sin este ilustre casi desconocido, amigos, no estaríamos leyendo estas palabras y seguramente el mundo sería otro, bastante más gris. Ivan es, desde mi punto de vista, si bien con menos esfuerzo y tesón, casi tan importante como Brian Epstein en la génesis de este recorrido por la que parece la historia de amor más grande del siglo XX, donde un mundo entero estaba pendiente de cuatro amigos

que embellecieron con su música al planeta, pintándolo de todos los colores posibles. A partir de Ivan Vaughan, entonces, es cómo y cuándo, todo comenzó a unirse de verdad.

6 de julio de 1957 Toda historia arranca cuando uno nace - y en este caso, todos sabemos que nació en Liverpool, al noroeste de Inglaterra -. Pero en esta entrega vamos a dejar cuestiones wikipédicas de lado (nacimientos, etc.) y detenernos en momentos claramente fundacionales, absolutamente fundamentales en la carrera del grupo musical que cambió ese arte maravilloso desde el punto de vista de la canción en sí misma, pero también desde lo tecnológico aplicado a su música, desde lo artístico en sus inolvidables cubiertas, o desde el empujar los límites a lugares desconocidos. Una banda que también tuvo incidencia como ningún otro artista, en cuestiones sociales y culturales. Como decía, The Beatles fueron concebidos cuando Ivan Vaughan presentó a John Lennon (de 16 años) y Paul McCartney (de 15) en el “Great Dance” de la iglesia de St. Peter en Liverpool, justo enfrente de la misma. Ese 6 de julio de 1957, The Quarrymen –el grupo creado por John un año antes– dieron un mini concierto en los campos lindantes con el cementerio de la iglesia, y al atardecer se cruzaron al Great Dance Hall, para dar un segundo show durante una Garden Fête, una especie de enorme festival. El a todas luces histórico set, fue grabado muy precariamente por un miembro de la audiencia llamado Bob Molyneux, quién redescubrió la cinta en la década del ‘90, poco antes de morir. La misma se subastó en precio record. Allí, Ivan presentó a sus amigos y Paul -ya bastante impresionado por la actuación relajada de Lennon, quien improvisaba las letras de las canciones sobre la marcha- le enseñó a un John entonado por varias cervezas, a afinar una guitarra. Además, les hizo a él y a sus compañeros de banda, un pequeño enorme show, que incluyó una interpretación del clásico de Eddie Cochran Twenty Flight Rock, el Be-Bop-A-Lula de Gene Vincent y su caracterización de Little Richard. Tras eso, el que quedó impresionado, fue John. Y por eso, a éste se le presentó una disyuntiva enorme. El zurdo McCartney era desfachatadamente fantástico ya entonces, por lo que John debía optar entre incorporar a alguien que era tan jodidamente bueno como él mismo y que quizá opacase su liderazgo, o dejarlo pasar aún sabiendo que su bandita necesitaba un update urgente, una mejora sustancial si quería dedicarse a ella como parecía. El final de este cuento corto, por fortuna, lo conocemos: John Lennon a esa altura parecería loco y egocéntrico, pero era muy inteligente. Y por eso -lo digo de nuevoestás leyendo estas líneas. Porque si John no

hubiese dejado su ego de lado, Paul hubiese seguido su camino. Pero The Beatles tenían que ser, nomás. Pocos días después, McCartney pasaba a integrar The Quarrymen. La banda que había sido fundada meses antes como Blackjacks, y que cinco años y cuatro meses después lanzaría su primer single ya como The Beatles, había “comprado el pase” del jugador y socio que necesitaba John. Pero el recorrido por esos cinco años y cuatro meses no fue fácil. Y hubo momentos donde la banda pareció no sobrevivir a las vueltas que da la vida.

Aquí llega el sol El 7 de agosto de ese histórico 1957, The Quarrymen debutaban en The Cavern Club de su ciudad natal. El club de Liverpool era entones una especie de tugurio/sótano donde se tocaba jazz. Ese día, gracias al contacto que Nigel Whalley hizo con un amigo propietario del Cavern, la banda de John y Paul fue invitada a dejar de reproducir de inmediato “eso” que estaban tocando, apenas habían comenzado su trabajo. Nigel era el entonces manager de los Quarrymen, o debiera decir, un amigo - de Lennon - que - intentaba - conseguirles - lugares - donde - dar - sus - primitivos - shows. Y les consiguió el Cavern antes que ningún otro. The Quarrymen no hacían jazz, claro está, y “eso” que estaban tocando, no era otra cosa que skiffle: un movimiento musical creciente en el Reino Unido inspirado en el rock norteamericano, y que tenía como una de sus características, la percusión de una… tabla de lavar ropa. El Cavern es el lugar donde muchos dicen que The Beatles se forjaron e incluso donde realmente “se hicieron”. Ambos conceptos, casi dogmas -más allá de lo fundamental que es la Caverna en toda esta historia- , tienen por lo menos un par de signos de advertencia. Y esos signos se llaman The Casbah Coffee Club y la ciudad de Hamburgo, dos sitios a los que iremos en unos momentos. Los Quarrymen modificaban su formación como cualquier grupo de adolescentes suele hacer, pero entre diciembre de ese año, y febrero de 1958, se halla la fecha en la que se les uniría George Harrison. Mientras Pete Shotton, miembro de la banda desde el inicio como Blackjacks, Colin Hanton, baterista, o la misma madre de Harrison, invocaron días y lugares disímiles de ese primer encuentro, Mark Lewisohn, verdadera biblia Beatle, fija la fecha en el 6 de febrero, y a ella nos remitimos. George, amigo de McCartney, y quién no había cumplido aún los 15 años, era a los ojos de un John Lennon ya de 17, “un maldito crío” que no dejaba de seguirlos. Pero aparte de ser un maldito crío, George era perseverante, además de un guitarrista competente. Paul gestó una reunión en el piso superior de un ómnibus en pleno recorrido a través de


Liverpool, donde George audicionó para Lennon. Y así, Harrison se hizo Quarrymen. Reemplazó a un “antiguo” miembro llamado Eric Griffiths, quién -junto a Pete Shottonestuvo bien desde el inicio como The Blackjacks. Eric sería desenchufado en una movida que recordaría años más adelante al momento en el que Pete Best sería obligado a dejar la banda por boca de otro que no sería ni John ni Paul ni George: a Eric le informaría Colin Hanton de que ya no sería parte de The Quarrymen. George entraba, Eric salía. Y entonces, ya eran “tres”…

El disco más caro de la historia Y The Quarrymen empezaban a mover la historia, sin saberlo. El 12 de julio 1958, John, Paul, George, más Colin Hanton en batería y John “Duff” Lowe al piano, grabaron un disco que en noviembre de 2012, la revista Record Collector valuaría en 200.000 libras esterlinas. Ese pesado vinilo contiene la primera grabación por los que serían The Beatles, e incluye el tema de Buddy Holly That’ll Be The Day en su cara A, con In Spite Of All The Danger en su lado B. Este último es un tema de Paul con solo de guitarra creado por George, lo que la transformó automáticamente en un McCartney/Harrison aún antes del famoso y eterno Lennon-McCartney. Ambas canciones aparecerían recién a la venta en el disco Anthology 1, en 1995. La hoy valiosa reliquia circular fue grabada en el número 38 de Kensington, Liverpool, un estudio propiedad de Percy Phillips y sería custodiada ocasionalmente por cada miembro de la banda y aún entre amigos de ellos, para caer finalmente y por décadas en manos de Lowe, quien, tras haberla dejada olvidada en algún desván, la redescubrió y se la vendió a McCartney en la década de los ‘80. Hoy, es el disco más caro de la historia en términos de dinero, y por siempre lo será.

La mitad de lo que te digo no tiene sentido, pero solo lo digo para alcanzarte, Julia Tres días después de esa histórica grabación, Julia, la mamá de John, fallecía en un accidente automovilístico a metros de Mendips, la casa donde vivía Lennon junto a su tía Mimi, hermana de su madre. La relación de Julia y su hijo siempre fue única en su género. Como más adelante en su vida, también lo fue con su tía Mimi, su novia y esposa Cynthia y con la misma Yoko Ono: con cada mujer en su vida, John tuvo vivencias y

vaivenes emocionales que distaban de ser relajados. John Lennon, a sus cinco años, y en una escena con matices que remiten a la película La Decisión de Sophie - pero sin nazis- había sido obligado a elegir entre quedarse a vivir con Julia en Liverpool, o irse a Nueva Zelanda con su padre Alfred, quien trabajaba como marino y al cual John casi no veía. Alfred había intentado llevarse a su hijo clandestinamente, pero Julia lo descubrió y los alcanzó a tiempo y el pequeñísimo John se vio forzado a elegir entre ambos. Mientras en primera instancia se iba con su padre, a último momento cambió de pensamiento y volvió corriendo con Julia. Pero insólitamente, ella no sería la encargada de criarlo. Pidió a su estricta hermana Mimi que se hiciera cargo de él, y así sucedió. John “perdía” a su madre por primera vez. Tiempo más adelante, tras redescubrirse mutuamente y Julia apoyar -a diferencia de Mimi- el amor de su hijo por la música e incluso su relación con Paul (quién de pequeño también había perdido a su madre, víctima de un cáncer), y cuando las escenas de felicidad y musicalidad parecían apropiarse finalmente del díscolo Lennon, éste perdió a su mamá de nuevo y esta vez para siempre en aquel accidente. El efecto en John fue devastador y casi lo retira para siempre del camino hacia los Beatles: se refugió en el alcohol y en su cada vez más marcada rebeldía. Y en cierta manera, Cynthia Powell, su novia, fue la destinataria principal de su dolor, que se exteriorizaba muchas veces a través de la violencia, sobre todo verbal. En John fue gestándose de alguna manera, una tormenta interna que marcaría a fuego su relación con las mujeres de su vida.

El duro y rebelde Lennon intentaría exorcizar muy en el futuro ese dolor y las heridas de esas conflictivas relaciones, grabando algunas de las canciones más tiernas de la historia -como la Julia del Álbum Blancoinspiradas en sus mujeres, más allá de que no siempre fuese con ellas, precisamente un tierno.

El renacimiento La que sería la mayor banda de la historia había dejado de existir antes de serlo. John ya no tenía interés en el grupo, y en casi nada de su vida. Cynthia era su novia estable y sería su esposa hasta la aparición de Yoko Ono, además de madre de su primer hijo, Julian. Pero como todo en ese momento en el corazón de John Lennon, se teñía de oscuridad. Y The Quarrymen estuvieron meses inactivos, hasta que una vez más, la maquinaria celestial empezó a moverse otra vez. El 29 de agosto de 1959, George Harrison iba a ser parte de la apertura de un nuevo club musical, fundado por Mona Best. El lugar se llamaba The Casbah Coffee Club, y la primer banda en tocar allí debía haber sido The Les Stewart Quartet, del cual George era miembro tras el desbande de los Quarrymen. Stewart y el otro guitarrista del cuarteto, Ken Brown, tuvieron una discusión por dinero y por faltazos a ensayos de parte de este último. Stewart se fue enojado y aparentemente dejaba a George y Ken sin banda, y a Mona Best -mamá de un aspirante a baterista llamado Pete- sin estreno. Pero Harrison decidió comunicarse


con John y Paul, quiénes salieron de su letargo y aceptaron refundar a The Quarrymen. Ese 29 de agosto, la banda renacía de la mano de John, Paul, George y Ken Brown…y sin baterista. Los chicos se hicieron sinónimo del Casbah, ayudaron a decorarlo, esas pinturas y dibujos aún hoy se preservan, haciendo del lugar otra meca de la ciudad de Liverpool. Y pronto, el mismo club les suministraría un baterista. Adivinaste, se llamaba Pete Best.

Ya no habrá marcha atrás Pero eso no ocurriría de inmediato. The Quarrymen continuaron 1959 con una andanada de shows en el Casbah, casi nunca con baterista. Escalada que luego se empezó a extender paulatinamente por toda la zona del Merseyside y que se expandió en 1960, incluso con una gira en mayo siguiendo a Johnny Gentle por Escocia, donde viajaron como The Silver Beetles. Durante esa gira decidieron tomar pseudónimos para sus personajes en escena, quedando en la historia el elegido por McCartney, quién se re-bautizó Paul Ramon. De ese apellido inventado se inspirarían muchos años después, los miembros de una banda punk de la ciudad de Nueva York para su propia denominación. También eligieron a Allan Williams –un empresario de la ciudad de Liverpool- como una especie de manager, quién además poseía un antro en el centro de la ciudad llamado Jacaranda, donde la banda iba a tener la posibilidad de una continuidad laboral. Pero Allan nunca estuvo muy convencido del poder del grupo, y de alguna manera estaba harto de que éste se presentara sin un baterista fijo, y muchas veces, directamente sin uno. Pero, justo es recordarlo, les consiguió la fundamental primera excursión a Hamburgo (Alemania) para tocar en la zona roja de la ciudad, a la cual partirían el 16 de agosto de 1960. A todo esto, cuatro días antes, Pete Best postuló para el puesto de baterista, y ese mismo día –algo que nos enteramos recién en 2011, gracias a una carta escrita a mano esa jornada por McCartney y que apareció insólitamente dentro de un libro vendido en una subasta por centavos- The Beatles le ofrecieron a un baterista anónimo, la posibilidad de audicionar para ellos, con la opción para ir a trabajar con un sueldo preestablecido a Alemania. Nunca sabremos seguramente quién perdió el billete ganador de la lotería, pero evidentemente, ésta es una prueba más de que Pete Best como músico no era del agrado total de los Beatles incluso desde el inicio, sumado a que tampoco era dueño del mismo estilo de humor ácido y desenfadado de Lennon, McCartney y Harrison. A esta altura y desde el enero

anterior, los ahora llamados definitivamente The Beatles tenían bajista. Tras haber pasado ese 1960 por nombres como Johnny And The Moondogs, Beatals y Silver Beatles, los futuros Fab 4 serian cinco, ya que a los tres de siempre más Pete, se les había sumado Stuart Sutcliffe, amigo de John, pintor artístico de excepción y… que no sabía tocar su instrumento musical, ni ningún otro. Y que fallecería un año después en la mismísima Hamburgo, tras haber dejado a la banda, en los brazos de la creadora del famoso peinado Beatle.

ir por denuncias de ruidos molestos, y pasaron al Kaiserkeller, propiedad del mismo Bruno Koschmider del club anterior. Durante ese tiempo, los Beatles tenían que tocar toda la noche para borrachos o haciendo de banda de sonido para chicas que se desvestían en escena, y para mitigar el ajetreo, acudían al sexo, a la bebidas y por primera vez en su vida, a los químicos, de la mano de Preludin, un energizante que además de sacarte el apetito, te daba energía para mantener una hiperactividad como la que se les exigía.

Los primeros punks se vieron en Hamburgo

La lucha por una especie de supervivencia, las maratones musicales y el descontrol dentro y fuera del escenario, convirtieron a los Beatles en algo así como los primeros punks. Modelaron su sonido a límites impensados semanas antes, y esa experiencia los volvió músicos de verdad, y a la par, hombres madurando. Tuvieron un entrenamiento intensivo que les serviría para soportar lo que vendría apenas dos años más adelante. Muchas veces, las canciones que ejecutaban en el escenario duraban veinte minutos, y como decía Lennon “tenían hasta veinte solos de guitarra”.

¿Qué eran The Beatles cuando llegaron a Hamburgo y debutaron un 17 de agosto de 1960 en el Indra Club? Cinco muchachos poco profesionales, uno de los cuales no sabía tocar (Stuart), otro que no sabía entretener (Pete) y tres que no sabían que eran genios. La zona roja de Hamburgo los recibió, sin embargo, con los brazos abiertos, y las prostitutas del mismo, con las piernas igual de extendidas. Para muchachos solos en el exterior casi por primera vez, a la edad de 19 como mucho y 17 como poco, era llegar al cielo, aún cuando las condiciones laborales no eran las ideales… ni muchísimo menos. Dormían en un baño o detrás del escenario: del Indra se tuvieron que

En Hamburgo, Los Beatles parieron a los Fab 4 aunque no tenían la más mínima certeza de que se habían transformado en algo tan serio. Allí, gracias a su carisma y desfachatez, los chicos empezaron a gestar el embrión de la Beatlemania, porque de a poco, los habitués del Kaiserkeller, y sobre todo, del Top Ten -al


cual se habían escabullido a tocar por fuera del contrato con Koschmider por ser un lugar más digno que los anteriores- empezarían a ver sus mentes partidas en decenas de pedacitos al ver a cinco pibes descontrolados -sobre todo tres de ellos, los de siempre, claroen total modo fiesta, haciendo una música dura, cada día más certera y excitante. Comían en el escenario y sobre todo bebían, se hacían chistes e insultaban a los alemanes. Todo valía. El hecho que esos músicos además les gritaran “malditos nazis” desenfadadamente o que aparecieran con asientos de inodoros colgados del cuello como si fuesen collares, los hacían aún más irresistibles para los jóvenes alemanes de mente abierta. Junto a otra banda de Liverpool, Rory Storm and the Hurricanes, grupo cuyo baterista era un tal Richard Starkey, alias Ringo Starr, los Beatles hacían competencias para ver cuál de ellos derrumbaba el escenario del Kaiserkeller, construído de una madera que ya estaba desgastada, casi podrida por la cerveza derramada. Ganaron los Hurricanes. Jóvenes intelectuales existencialistas alemanes, tales como Klaus Voormann, Astrid Kirchherr y Jürgen Vollmer, no solo quedaron fascinados con los Beatles, sino que se hicieron amigos, y en el caso de Stuart y Astrid, novios. Y los germanos también marcarían a los Beatles para siempre. Astrid les sacó unas primeras fotos excepcionales, les hizo el corte de pelo como el que ella misma llevaba y que luego se conocería como el “peinado Beatle”. Voormann –años más tarde bajista de Manfred Mann - continuaría unido a la banda ocasionalmente durante décadas, tocando en varios discos solistas tras la disolución Beatle, o haciéndoles las portadas de discos como Revolver o las Anthologies. Así de perdurable fue aquella amistad. La vida en Hamburgo, podría decirse que fue genial y maravillosa, hasta que Koschmider descubrió que la banda se iba al rival Top Ten a tocar, les rescindió contrato…y denunció a Harrison para que fuera deportado de Alemania, por ser menor de edad.

Una nueva banda. Hamburgo segunda parte: My Bonnie vuela sobre el océano Y una vez más, todo debía empezar. George fue deportado en noviembre de 1960 y una semana después, Paul y Pete eran denunciados por el querido Koschmider por haberle prendido fuego a la habitación donde dormían. Fueron encarcelados y luego deportados. Lennon se quedó hasta diciembre y se volvió amargado sin saber cómo seguiría la cosa, sin saber que la misma se movía sola.

Stuart se quedó con Astrid para siempre y una vez en Inglaterra, The Beatles, apenas a una semana del regreso de John, ya estaban de nuevo activos en el Casbah Coffee Club y no pararían de hacer shows. El 5 de enero de 1961 se presentaban en el Litherland Town Hall de Liverpool, con Paul al bajo por primera vez. Mucha gente pensaba que eran un grupo alemán y, hoy diríamos que flasheó con lo que estaba viendo y escuchando. De repente, la pequeña Beatlemanía se hacía presente de a gotas en el Reino Unido: el público se abalanzó contra el escenario, atraídos por la energía disparada a poco de comenzado el concierto. Esos eran los Beatles post- Hamburgo: una máquina que quería devorarse todo. La fiesta había empezado, la gente comenzaba a enloquecer y la banda seguía haciendo shows en forma cada vez más asidua y también, de a poco, el Casbah empezaba a ceder terreno que iba a ir ganando el Cavern. Y lo que quizá sea todavía más importante, meses después surgiría un segundo viaje a Hamburgo: sin riesgo de ser deportados (al menos por la edad, ya que George ya era mayor desde febrero), los muchachos volverían a fin de marzo a la ciudad que los endureció pero ya como cuarteto, debido a la renuncia definitiva de Stuart Sutcliffe a su precaria tarea en bajo dentro de la banda, cosa que de todas maneras ya era reclamada por Paul, quién había tenido un par de encontronazos con Stu (y con John) al respecto. McCartney quería una banda fuerte, y John quería a su amigo en ella. Pero The Beatles ya eran una fuerza vigorosa que prometía más, y eso era sin Stuart en ella.

tocar hasta tres veces al día, tal era la demanda. The Beatles ya eran una especie de sensación local por sus actuaciones en vivo, pero en su núcleo interno comenzaba a desarrollarse algo todavía más importante: Paul y John eran dos amigos que pasaban juntos mucho tiempo, y eran dos compañeros que componían canciones. En el porche de la casa de John, un diminuto cubículo de aproximadamente un metro cuadrado, con una acústica increíble (doy fe, alguna tarde de gloria en 2010 me encerré un par de minutos allí solo para sentir) el dúo jugaba a hacer coros, esos juegos de voces que serían como una garra de terciopelo que te apretaba el corazón cada vez que las mismas se mezclaban en alguna canción. O en el living de la casa de Paul, junto a la chimenea. Lugares donde esos primeros esbozos de las más grandes canciones del siglo XX empezaban a gestarse, y se impregnaban de sonidos que llegan hasta siempre. John Lennon y Paul McCartney, ruido a mitología, se estaban preparando raudamente porque el futuro los estaba apurando.

Los chicos se quedarían en Alemania tocando todos los días de abril, mayo y junio, hasta el 1 de julio inclusive, pero en el sexto mes del año harían algo que, otra vez, sería providencial. Fundamental. El 22 de junio fueron invitados por el productor Bert Kaempfert para ir a la escuela. Sí, el colegio Friedrich-Ebert-Halle de Hamburgo fue testigo de una de las grabaciones más importantes de la historia, no tanto por su calidad, sino por lo que destaparía poco más adelante. Ese día, los Beatles fueron invitados a ser la banda soporte del británico Tony Sheridan, que en esos momentos era algo parecido a una estrella de la música en el mercado alemán. Una de las canciones registradas en esa oportunidad fue My Bonnie (Lies Over The Ocean), con Tony en primera voz y The Beatles como banda acompañamiento. Esa vez, además, John, Paul, George y Pete grabaron por su cuenta, otros dos temas: Ain’t She Sweet, en la voz de John, compuesta por Ager y Yellen en la década del ‘20, y un instrumental a cargo de Lennon/Harrison llamada Cry For A Shadow también conocida como Beatle Bop.

Y otro aparente golpe de suerte, sin el cual…

Tras el regreso a Inglaterra en julio, las sesiones en The Cavern Club eran cada vez más frecuentes y energéticas, llegando a

Brian Epstein era un pulcro, educado y delicado hombre de negocios de Liverpool, cuya tienda en el centro de la ciudad NEMS,


entre otras cosas, era conocida por tener el surtido de música más completo del norte de Inglaterra. La tienda se hallaba a menos de cinco cuadras del Cavern Club, pero a pesar de la cercanía, Brian jamás lo había visitado: a sus 27 años se encontraba lejos de ser un escucha habitual de los nuevos grupos, sino que más bien, la música clásica era su fuerte. El 28 de octubre de 1961, el mismo Brian, recién llegado de sus vacaciones en España, estaba atendiendo al público en su local, en momentos en que ingresó al mismo un habitual cliente, llamado Raymond Jones. Éste solía acercarse a comprar discos de Carl Perkins, pero en esa oportunidad, pidió un disco llamado My Bonnie, cuyo intérprete, dijo, era una banda local llamada The Beatles. El disco lo había escuchado gracias a un disc-jockey de la ciudad llamado Bob Wooler (también DJ en The Cavern) y había sido grabado en Alemania. La historia contada por Brian dice que, desconcertado no solo por no poseer el disco, sino también por desconocer al conjunto, más allá de que el nombre le

sonaba vagamente, anotó en una libreta : '"My Bonnie". The Beatles. Chequear el lunes.' (Fuente: A Cellarful Of Noise – Brian Epstein, 1964). Y la sorpresa de Brian aumentó, cuando muy poco tiempo después, un par de chicas entraron a NEMS, buscando el mismo vinilo. Epstein, como importante empresario de la ciudad, escribía una columna en el diario Mersey Beat de Bill Harry - amigo de los Beatles-, en cuyo Nro.2 aparecía la banda en la propia tapa. Y Bill mismo comentó haberle hablado a Epstein de los futuros Fab Four, bastante antes de la historia con Raymond Jones. ¿Cómo es que a Brian le costó tanto reconocerlos? Éste sigue siendo uno de los grandes misterios de la historia beatle. Para agregarle más intriga, Alistair Taylor, asistente de Epstein en NEMS, y futuro gerente de Apple Corps bien entrados los ’60, admitió en 1995 haber sido el que originó la historia de Jones, encargando incluso, una copia del disco en su propio nombre. Muchos dudan de la historia de Epstein, pero Raymond Jones existió y existe realmente. Y lo otro que cabría

preguntarnos es: ¿qué fue lo que motivó a Taylor a hacer lo que hizo, si es que lo hizo? Bueno, el mismo lo explicó: varias personas preguntaron por el disco, pero nadie lo encargó. La política de NEMS era pedir varias copias una vez que hubiera al menos un encargo. Fue allí cuando Taylor pidió My Bonnie (Lies Over the Ocean) en nombre de Raymond Jones, porque un nombre tenía que poner y eligió el de un cliente habitual. ¿Más? Jones, apareció en una entrevista en 2010, brindada a la página web The Beatles Bible, confirmando todo lo que Brian dijo. Eso sí, notable y lamentablemente, su copia de My Bonnie… se extravió. Menos de dos semanas más tarde del pedido inicial de My Bonnie, exactamente el 9 de noviembre de 1961, Brian Epstein, en compañía de Alistair Taylor, entraba a su nueva vida y a The Cavern Club por primera vez, para conocer a The Beatles. Y ahora sí, ya no habría vuelta atrás. Ni para la banda, ni para Epstein. Ni para nadie más.


Para quienes crecimos en los años ’60, los Beatles no fueron solamente un grupo musical sobresaliente por la seducción de sus melodías, la conjunción de sus voces o el ritmo irresistible de sus temas. Los Beatles fueron mucho más: se convirtieron en embajadores de una generación que deseaba forjarse una identidad propia y dejar su marca en el mundo. En pleno siglo XXI, su vigencia sigue intacta. La explosión del rock and roll original, ocurrida en Estados Unidos en los ’50, había encendido la llama: Elvis Presley, Little Richard, Chuck Berry y demás pioneros tocaron un nervio sensible en los jóvenes. Fueron catalizadores de un cambio. Ya los adolescentes no serían meras reproducciones de sus padres en escala reducida. Ese fue el primer grito. Nacía una tribu nueva, con sus propios gustos y su propia visión de mundo. Al concluir los ’50, sin embargo, por diversos motivos, la primera generación de rockers se había acallado, pero no la llama del rock, que seguía encendida del otro lado del océano. Los jóvenes británicos crecidos en la posguerra habían tomado ese ritmo y el de sus afluentes naturales, el blues y la música country, y con esa materia prima desarrollaron una nueva movida, que expresaba sus pulsiones, deseos y frustraciones. El rock británico tuvo diversas vertientes, pero en los Beatles se dio una mezcla peculiar de talento, carisma y zeitgeist que conquistó el mundo de una manera impensable hasta ese momento. Pero más allá de los méritos intrínsecos y evidentes de su música –una amalgama única de estilos donde podía entrar el rock, el pop, el folk, las baladas y hasta temas propios del music-hall inglés- los Beatles encarnaron el símbolo por excelencia de la ola transformadora que protagonizó su generación. Esos “baby-boomers” -jóvenes nacidos de la explosión demográfica ocurrida a fines de la Segunda Guerra Mundial- reclamaban libertad para sus cuerpos, manifestaban en contra del conflicto en Vietnam y en pos de la paz mundial, y exigían voz y voto para decidir sobre su educación y sus proyectos de vida futuros. En definitiva, buscaban dejar su marca en la sociedad y vivir sus vidas libres del temor reverencial a las figuras de autoridad tradicionales. Lo que a muchos de los que no vivieron la época de los Beatles en tiempo presente les cuesta entender es hasta qué punto los Beatles cambiaron el status mismo de los

jóvenes en el mundo actual. Que hoy día cuatro chicos se junten en cualquier barrio, junten unos pesos para comprar algunos instrumentos y se larguen a tocar rock como si fuera la cosa más natural del mundo, e incluso piensen en ello como una forma de ganarse la vida, no fue siempre así. Como no lo era tener una relación más franca y honesta frente al sexo o el mero sentarse a conversar de igual a igual, de cualquier tema, con tus padres en la mesa familiar. Hay conquistas que, de tan incorporadas que las tenemos a nuestras vidas, nos parece que siempre existieron como un derecho natural. Pues bien, antes de la generación de los Beatles, la cosa era muy distinta. En aquellos días sin Internet ni comunicación satelital, en que las distancias parecían mucho más grandes, los Beatles unieron las ciudades y los pueblos del planeta con una música irresistible. Su repercusión fue tal que pronto adquirieron el privilegio de una inmediatez de comunicación para sus actos que por aquel entonces sólo era facultad de gobernantes, líderes religiosos o deportistas del más alto nivel. Por eso te enterabas al instante, vía United Press o Reuters, de la última declaración de John Lennon o de la salida del nuevo simple de los Beatles y mucho después –y sólo si eras un fanático empedernido- de lo que hacían, pongamos por caso, los Who, los Byrds o los propios Rolling Stones. Pero además, los Beatles eran inquietos. Surgidos de un medio de clase media baja de Liverpool, una vez que adquirieron fama y su ascendiente popular para ampliar su capacidad de asombro y sus conocimientos. Se empaparon de las ideas progresistas de la época, abrazaron el pacifismo y se interesaron por la meditación y las filosofías orientales, y también fogonearon las nuevas corrientes del arte pop, la literatura y el cine. Usaron su fama para aprender y para expandir su dimensión humana, y no tuvieron ningún reparo en compartir esos descubrimientos con su generación, no solo a través de sus discos sino también de sus declaraciones y apariciones públicas.

En 1966, cuando estaban en lo más alto de su éxito, dieron un paso que muchos juzgaron suicida pero que, en cambio, sirvió para transportarlos a una nueva dimensión: dejaron las actuaciones en vivo -que a esa altura eran ejercicios en frustración, ya que nadie podía escucharlos en estadios enormes con equipos de sonido no aptos para esa función- y decidieron aumentar la apuesta: concentrarse en el estudio de grabación y dedicar todos sus esfuerzos a la exploración y a la evolución musical. El resultado inmediato fueron álbumes como Revolver y Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band. A partir de estos discos fundamentales, los músicos de todas las latitudes, que seguían atentamente los pasos de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, comprendieron que el rock ya era otra cosa; que era lícito meter un sitar, un mellotron o una orquesta en un disco de rock, experimentar con diversos estilos y utilizar al máximo las posibilidades del estudio de grabación. Y entonces el rock se puso los pantalones largos y cambió la voz, y en el mundo explotaron Pink Floyd y Almendra, Os Mutantes y Grateful Dead, Los Shakers y Los Jaivas y en todos los rincones del planeta empezaron a surgir bandas de la noche a la mañana. Tras el ejemplo de los Beatles, el rock adquirió carta de ciudadanía universal. Los Beatles fueron un gran grupo en su momento, pero lo que más sorprende es su vigencia en el tiempo. Algo que volví a comprobar durante las recientes visitas a nuestro país de Paul McCartney y Ringo Starr, al ver la cantidad de jóvenes que consideran su música como algo propio y atemporal, no como la música de otra generación. Y esto quizás pueda comprenderse si tomamos en cuenta que los Beatles no solo le cambiaron la cara al pop de los ’60, sino que fueron, también, una referencia ineludible para las transformaciones musicales que vinieron en las décadas sucesivas, desde el rock progresivo al Britpop, incluyendo el fascinante mestizaje que recorre la música popular en pleno siglo XXI.



Para aquellos a quienes la música de los Beatles les tocó el alma, conocer Liverpool es ir a un lugar de sensaciones indescriptibles. Pese a que han pasado cincuenta años desde que abandonaron la ciudad, todavía quedan muchos lugares donde se puede respirar ese aire tan particular, tan cargado de significados y mensajes, que impacta profundamente a quienes, luego de años de transportarse a otra dimensión con su música, pueden aunque sea, por un breve tiempo, estar donde comenzó todo. Liverpool está cambiando raudamente, en especial en su zona central, en razón de haberse constituido en un importante polo cultural. En estos últimos años se han construido enormes edificios modernos, que contrastan notablemente con las añosas y sólidas construcciones de su época de oro, y que causan alguna perplejidad a quienes, como quien escribe estas líneas, fue por primera vez hace unos quince años. Además, y luego de varios años de haber renegado de los Beatles, han caído en la cuenta del enorme atractivo turístico y económico que significa el mejor grupo de rock de la historia. Existen muchas cosas para ver en Liverpool, pero sin lugar a dudas, los Fab Four ocupan el centro de la escena. A diferencia de hace un tiempo, existe hoy un impresionante menú de tours, hoteles, pubs, y negocios de recuerdos de todo tipo. Pero si se sale de la zona cero, donde está la réplica de The Cavern, la enorme ciudad de 800 años de antigüedad, extendida por varios kilómetros sobre un manto verde, denso y húmedo, conserva aún el mismo perfil de antaño; de esos tiempos en los que John, Paul, George, Ringo, Pete Best, Stuart Sutcliffe y tantos otros soñaban con conquistar el mundo a través de la música y el arte; de esos lugares que caminaban con sus instrumentos a cuestas, y que poco han cambiado. Aunque lo mejor es caminar los lugares más importantes, es conveniente hacer primero uno de los tours por los “lugares beatle” (que nos lleva a todos ellos), para luego regresar, ahora sí, a solas o con amigos, y poder disfrutarlos a pleno.

Párrafo aparte merece la gente de Liverpool: es realmente amigable y atenta. Pregúntenles cualquier cosa, que ellos de alguna u otra manera los van a tratar de ayudar. Son muy simpáticos y abiertos al diálogo, y cuando uno les cuenta que viene desde tan lejos, sólo para “ver” a los Beatles, más aún.

El centro Llegar en tren, desde Londres, a Lime Street Station, acelera el corazón. Una vez que estás allí, y pese a que ha sido modernizada en gran parte, se puede ver aún la enorme estructura del edificio, lleno de gente que va y viene, y por donde tantas veces pasaron los Beatles, esperando a Brian Epstein (su mánager) con noticias de sus frustrantes viajes a la capital para conseguirles un contrato de grabación. A pocas cuadras se encuentra el imponente Britania Adelphi Hotel, que fue el lugar en donde se alojaron los Beatles cuando, ya mundialmente famosos, actuaron en su ciudad natal.

También fueron allí filmadas algunas escenas del video de Free As A Bird, y todo el staff se hospedó en él. Mathew Street es un pasaje enclavado en el corazón de la ciudad, y donde estuvo emplazado el antiguo The Cavern Club, en el cual tocaron casi 300 veces. Es fácil de encontrar, porque todos los carteles te llevan de la mano. El Cavern fue demolido. A los “inteligentes” ingenieros de Liverpool, allá por los ’70, se les ocurrió que un conducto de ventilación de los subterráneos tenía que pasar, precisamente, por el lugar donde estaba el mítico reducto. De nada sirvieron las protestas de los fans, y de otras personas: el Cavern fue demolido, sin piedad, y así, en 1973, se destruyó “el lugar” de los Beatles y Liverpool. Estos crímenes no pasan sólo en el tercer mundo… Al transcurrir los años, alguien decidió emprender un negocio, y construyó el llamado Cavern Walks, un minicentro comercial que tiene salida por Mathew Street. Al lado de su salida hay una puerta de metal negro, en ochava, y un cartel: The Cavern.


Bajando unas escaleras (son muchos más de los dieciocho escalones que tenía el original), se entra al “nuevo” Cavern, creado a imagen y semejanza del anterior. Dicen los que están allí que varios de los ladrillos utilizados son del club antiguo. Se buscó respetar la arquitectura original, e incluso los “dibujos” del escenario (aunque hay varios errores). Así, con esta especie de premio consuelo, quienes no pudieron conocer al viejo Cavern tienen que resignarse con ver éste, y así, aunque sea de esta forma, poder imaginar cómo habrá sido aquello. A pesar de que es bastante similar al anterior, quienes lo conocieron dicen que hay algo que no se va a poder imitar: la magia que tenía, y el olor que emanaba de las paredes, producido por la aglomeración de gente que bajaba, al mediodía o a la noche, a escuchar esa música... A pocos metros se encuentra un lugar casi inalterado desde aquellos tiempos: el pub The Grapes, que está también sobre Mathew Street, pero en la vereda del frente del Cavern. Los Beatles iban siempre allí a tomar la pinta de cerveza (en el Cavern no se servía alcohol), y compartieron en ese lugar interminables horas. Al fondo, hay una famosa foto de los cuatro (estaba todavía Pete Best), y un cartel que, señalando una mesa y un banco, dice “This picture was taken here”. Cualquiera puede sentarse en ese lugar, y tener su foto allí. Justo al frente del Grapes hay un pequeño predio alambrado con unos tubos de ventilación. ¿Habrá estado allí, y no como dicen ahora unos metros más adelante, el Cavern original?

Más allá está la estatua de Lennon (a imitación de la famosa foto de Hamburgo, y tapa de su disco Rock and Roll). Sobre ella, está la famosa escultura que tiene una

leyenda “Four lads who shocked the world”. Y al lado, la Wall of Fame del Cavern, una pared que, ideada por Gerry Marsden (de Gerry and the Pacemakers), tiene, ladrillo por ladrillo, inscripto el nombre de todos los grupos que tocaron en el Cavern (el nuevo y el viejo). Por supuesto, al lado de la placa central están los Beatles, y los nombres de sus cuatro integrantes. También se pueden leer ladrillos que rezan: Stuart, Pete, Gerry and the Pacemakers, The Fourmoust, Elton John, Chuck Berry, Rod Stewart, The Rolling Stones, Queen, y miles de otros nombres, algunos muy famosos y otros no tanto, todos con algo en común: actuaron en el Cavern.

ciudad; y tercero, porque la exposición en sí es buena y denota mucho respeto por la obra artística del grupo. En fin, The Beatles Story merece ser recorrido, lentamente, observando cuidadosamente todo y disfrutando a cada paso.

A la vuelta está el pub White Star, de la línea naviera del Titanic, lugar en el que se recibió la primera comunicación de su hundimiento, y en el que los Beatles también pasaron varias horas tomando cerveza. A pocos metros de allí estaba NEMS, el negocio de Epstein, que hoy no existe más. Toda la esquina está demolida, y se construirá algún nuevo edificio.

El muelle El río Mersey es realmente caudaloso e imponente; barcos de gran calado surcan sus aguas. El muelle es impresionantemente extenso, y se ha reciclado por completo. El Albert Dock es uno de los más importantes. Está allí la exposición permanente de los Fab Four, llamada The Beatles Story, lugar de paso obligado. Es importante visitarlo por varias cosas: en primer lugar, porque es el sitio más tradicional de la ciudad con la

mirada puesta en los Beatles exclusivamente; segundo, porque en el shop que se encuentra a su entrada podemos hacernos de la información necesaria para conocer bien la

La zona de la Escuela de Artes y el Liverpool Institute Subiendo ciudad adentro por la calle Mount Pleasant, en el N° 64 se encuentra abandonada la vieja oficina del Registro Civil en donde, en agosto del ‘62, Lennon y Cynthia se casaron. Unas cuadras más adelante aparece Hope Street, y doblando a la derecha nos encaminamos hacia una zona de muchos lugares importantes. Nos cruzamos con Rice Street, una calle pequeña llena de casas típicas. A mitad de cuadra, a unos cincuenta metros de Hope Street se encuentra uno de los lugares clave de nuestra historia: el pub Ye Cracke, punto en el que se reunían los estudiantes de artes y donde John y Stuart trabaron amistad. Bill Harry (luego editor de la revista Mersey Beat), Lennon, Cynthia, George y Paul compartieron interminables horas en ese lugar, que se encuentra igual que antes, aunque con muchas fotos que recuerdan el paso de sus clientes más famosos. Volviendo por Hope Street, a dos cuadras está la Escuela de Artes de Liverpool (7) (hoy la John Moores University), en donde John estudió con Cynthia, Stuart y Bill Harry. A la vuelta, sobre Mount Street, en la misma manzana de la Escuela de Artes, casi pegado a ella (una luz de poquísimos metros), está el viejo Liverpool Institute, hoy LIPA (Liverpool Institute of Performing Arts), financiado en parte por uno de sus celebres discípulos: Paul McCartney.


Paul, George y Neil Aspinall (primer plomo del grupo, y luego cabeza de Apple, hasta poco antes de fallecer hace unos años) fueron a la otrora prestigiosa Institución, y en los recreos y horas libres se cruzaban por la puerta que comunicaba el edificio con la escuela de artes, para tocar la guitarra con Lennon. A pocos metros de la escuela de artes se irgue la impresionante Catedral Anglicana de la Ciudad. Justo al frente, se encuentra Gambier Terrace. Allí vivió Stuart, y John durante un tiempo también. Es como un complejo de edificios de tres pisos (siempre al estilo inglés), en una calle cerrada (cuasi-privada), llena de verde, árboles y plantas. En la zona está Falkner Street. A pocos metros, en el Nº 36 está el departamento de Brian, que prestó a los recién casados Lennon y Powel, allá por 1962. Unos metros más arriba, está Saint Bride Street.

del célebre Allan Williams, primer mánager informal del grupo. En el sótano, donde ellos tocaron y ensayaron muchas veces, existen pinturas de Stuart y John.

Speke, Dingle, West Derby Speke es el barrio donde se encuentra la casa de Harrison, cerca del Lennon Airport, en Arnold Grove N° 12. En el Dingle, se encuentran la casa natal de Ringo (Madryn Street N° 9), la casa donde luego vivió hasta que se fue de Liverpool (Admiral Grove N° 10), y el Express Pub, ese que sale en la tapa del primer disco solista del baterista, Sentimental Journey. En West Derby, algo alejado del centro de la ciudad, está un lugar clave: la casa de Pest Best en cuyo sótano funcionó The Casbah, el mítico Pub que Mona Best, su madre, abrió para que Pete y sus amigos se diviertan. En ese sótano, lleno de frescos pintados por los Beatles, tocaron muchísimas horas.

Penny Lane, Woolton y Allerton Es necesario disponer de una mañana entera. Pero vale la pena. Es, tal vez, lo mejor del Liverpool de los Beatles. Desde el centro, hay que tomar el bus a Penny Lane. Cuando uno llega a la calle, que es mucho más pequeña de lo que se imagina, empieza la magia de un día inolvidable. Son pocas cuadras, plagadas de las típicas construcciones británicas en serie. Están la peluquería, la rotonda, y, con un poquito de esfuerzo, también se puede ver por ahí a alguno de los personajes de la canción, caminando en los años ‘50.

Allí se filmó la escena de Free As A Bird, en la que una chica “is leaving home” (en el Nº 8 de la calle), cuando la pasa a buscar un “newspaper taxi”, mientras Lennon y Yoko pasan bailando, y una foto del “Chairman Mao” es transportada por dos personas y vemos que al fondo pasa el bus de Magical Mistery Tour. Más arriba está Falkner Square, una hermosa plaza cercada por rejas y rodeada de hermosos edificios típicamente ingleses, en donde se filmó la escena del accidente de Tara Brown, en el video Free As A Bird. Volviendo para abajo, hacia el centro de la ciudad, se encuentra Seel Street, y allí está el club Blue Angel, otro de los lugares clave. Aquí, durante 1960, tuvo lugar esa famosa audición con Larry Parnes donde Stuart estaba casi de espaldas para que no se viera que tal vez podría estar en un tono distinto al que correspondía. Bajando por Seel Street uno se encuentra con Slater Street, en donde está el Jacaranda, en su momento propiedad

A dos cuadras está la casa donde vivió John cuando nació, junto a su madre: el N° 9 de Newcastle Road. Como él dijo en una entrevista: “De hecho, yo era el único que había vivido en Penny Lane”. Desde allí se puede ir caminando hasta la casa de Lennon, por Menlove Avenue. Es casi una hora, pero de puro disfrute. Uno se siente transportado a otra época. Es impresionante el campo de golf que “separa” los hogares de Lennon y McCartney... La vegetación es exuberante y, realmente, de un verde inglés impecable; el clima húmedo ayuda a conformar ese verde tan típico de la zona, tan fuerte. Menlove Avenue es una gran avenida con un enorme cantero central que separa las dos manos, plagada de casas al exquisito estilo inglés, que tienen unos jardines realmente bellos. Se llega por allí a la casa donde John vivió 18 años, junto con la tía Mimí. El campo de golf está casi al frente de la casa de John, sobre la vereda cruzando la calle, a unas pocas cuadras. Para el lado opuesto, o sea detrás de su casa (pero bastante lejos), casi a la misma altura sobre una calle

paralela, se encuentra Saint Peter’s Church. Al cabo de un buen rato caminando, y pasando por el centro de Woolton, un barrio que tiene vida propia, muy pintoresco, se llega a la iglesia. Al frente de ella se encuentra el Church Hall al frente, escenario de un fortuito momento histórico de la música, cuando un 6 de julio de 1957, bajo los sonidos de Be Bop A Lula, un tal James Paul puso su atención en el que cantaba, donde luego los presentó su mutuo amigo Ivan, donde Paul afinó una guitarra e hizo alarde de su habilidad con la música y las letras que sabía. Alrededor de la iglesia hay cientos de tumbas. En una de ellas, a la izquierda del edificio, está enterrada una tal Eleanor Rigby. Continuando el recorrido, cual “vuelta a la manzana”, hay que doblar por Beaconsfield Road en dirección a Menlove Avenue nuevamente. Todas las casas viejas tienen unas enormes paredes, impregnadas de musgo (verde inglés, of course) de vaya a saber uno cuántos años. Del otro lado de la calle, un parque enorme. Antes de llegar a Menlove Avenue espera, por la vereda, otro lugar: Strawberry Fields, el orfanato, el de la puerta roja de rejas, el de la hipnótica e inolvidable canción de John. Al ver el lugar, y si por unos minutos uno se queda en silencio, se comienza a entender en parte que estaba pasando por su mente. Cruzando Menlove Avenue, hay que caminar un buen trecho hasta Mater Avenue, y doblar a la izquierda. Dos cuadras más adelante, sobre la derecha, se abre Forthlin Road. En el N° 20 está la casa de Paul. Después de tanta caminata, lo mejor es tomar el bus al centro, y volver al Cavern, a escuchar una “lunchtime sesión”. Pero un párrafo aparte merecen las casas de Lennon & McCartney.

La casa de John Mendips fue construida en 1933, en el suburbio de Woolton, una zona de clase media alta para la época. Fue la casa de la tía Mimi, aquella que, cuando John tenía cinco años, se lo llevó –con la anuencia de Julia, la mamá de John- y donde creció y vivió hasta que en el ’63 se fue para siempre. Fue donada al National Trust por Yoko Ono, quien, cuando la casa se puso a la venta hace pocos años, la compró para que no cayera “en manos equivocadas”, como dijo una vez. Hoy, por veinte libras (y algo de suerte), diez afortunados diariamente pueden entrar a ella, y también a la casa de Paul, en un tour de casi tres horas. Sólo estas dos visitas valen el viaje a Liverpool. La casa se encuentra intacta. Las paredes, el piso, los cristales, el hogar, están como eran entonces. Se ha dispuesto todo para que


luzca como cuando John vivía allí. Incluso (al igual que en la casa de Paul), mediante relatos y fotos pudo conocerse hasta qué tipo de vajilla y muebles había, y cómo estaban dispuestos. De lo que no había se adquirieron réplicas de época y, una vez que uno ingresa, viaja, realmente, por el tiempo. John pasó momentos de mucha felicidad en este lugar, siempre bajo la atenta y severa mirada de su tía, y de George -marido de ésta- que falleció al poco tiempo. Existen muchas fotos de esos tiempos, en su bicicleta, con sus primos, con Mimí y con Julia. Aunque vista hoy luce algo espartana, lo cierto es que es una casa de importantes dimensiones y varias habitaciones. Mimí, incluso, alquilaba algunas de ellas a estudiantes. Amablemente, el guía (su esposa es quien está en la casa de Paul) te invita a pasar por la puerta trasera, por donde entraban John y sus amigos, ya que por la puerta central sólo lo hacían los invitados y la gente importante. Está la cocina, un comedor de diario, y el living, inmaculado, todavía con la biblioteca empotrada en la pared que sorprendió a Paul, cuando la vio por primera vez. “No pictures”, “No photos”, dice amablemente el guía, pero, de todas maneras, uno puede recorrer con tranquilidad la casa escuchando sus detalladas explicaciones, sentarse en el living, cerrar los ojos y soñar. Lo que más impacta es el dormitorio de John. Pequeño, con un ropero estrecho, una cama chica, una guitarra Gallotone Champion original como la primera que tuvo John (“guaranteed not to split”), y una imagen de Brigitte Bardot. Un mensaje de Yoko nos recibe en el lugar, diciéndonos que cada tanto va al lugar y a esta habitación, pues la llena de energía. En el jardín trasero, amplio, existen un par de árboles en los que John se trepaba y desde donde se puede ver el edificio de Strawberry Fields. Cuando Mimí le preguntaba que hacía allí y lo retaba, él le contestaba: “there´s nothing to get hung about, Mimi”, frase que sin el nombre está en la inolvidable elegía. El porche también impacta, porque las voces retumban. Era el lugar que John elegía,

además de su habitación, para hacer sangrar sus dedos con la guitarra, precisamente por la acústica del lugar.

La casa de Paul La humilde vivienda construida en la posguerra que les fue asignada por el Estado a los McCartney en los ’50, ubicada en Forthlin Road N° 20 de Allerton, es el lugar en donde se forjó la sociedad compositiva más exitosa del Siglo XX. Fue adquirida por el National Trust en 1995. Mary, la madre de Paul, murió en 1956. Su padre trabajaba, y Paul y Michael (su hermano) pasaban muchas horas solos. Cuando John entró a sus vidas, y la música los unió, pasaron allí cientos de horas tocando en el living, fumando té, y componiendo. Lennon & McCartney nacieron en ese living. De allí el impacto que significa entrar al lugar. Se abre la puerta, y se ve a la derecha la escalera que permite ir a la planta alta. A la izquierda, el living. Intacto (salvo el hogar, que tiene unos cerámicos colocados por quien luego fuera dueño de la casa). Se han conseguido muebles de época, los mismos que se encontraban, y con la ayuda de Paul y Michael, se reconstruyó su ubicación original. Hay también un piano, igual al que la familia tenía; algo desusado para la época, y sobre el cual John y Paul trabajaron en sus primeras canciones. La amable guía (“No pictures”, “No photos”) nos invita a sentarnos, y enciende una grabación de Paul, dándonos la bienvenida a su casa, a uno de los lugares que más significado tienen para él. Puede verse que en una de las cuatro paredes está aún el empapelado de pagodas chinas original, que la familia colocó para adornar el ambiente. En ese lugar Michael tomó una foto muy conocida, de John y Paul machacando sus guitarras, mirando a una hoja que están en el suelo. Era “I Saw Her Standing There” la canción que estaban tocando. Una puerta nos lleva a la cocina, que se encuentra igual que en los ’50. Pocos utensilios, un pequeño

armario, y la bacha original que fue rescatada del desván que está al fondo del patio, pues había sido cambiada. Desde la ventana se ve el jardín, a través de las cortinas. Estamos parados en el mismo lugar desde el que Michael tomó la foto que está en la portada de Chaos and Creation in the Backyard, el disco de Paul del 2005. Existe una reposera del mismo estilo, y el cerco se mantiene inalterado. Saliendo al jardín, nos paramos en el mismo lugar en que Paul, George y John estaban cuando Michael les tomó una foto en 1962. Entrando nuevamente, vamos por detrás del living a la entrada (en sentido circular), y subimos la escalera. Arriba, dos pequeñas habitaciones y una un poco más grande. La que da a la calle es la de Paul, muy parecida a la de John. Pequeña, despojada, y -seguramente- muy fría en el invierno. El baño está pintado con un esmalte, pero Michael recientemente ha dicho que ellos escribían las paredes. Ahora están tratando de ver cómo pueden remover la pintura que las cubre, sin sacar los dibujos que se encuentran tras de ella. A cada paso, la amable guía explica todos los detalles, y responde tus preguntas, con mucha amabilidad y una sonrisa. Es hora de irse, pero queda algo más. Volvemos al living, nos sentamos de nuevo en el lugar, y la guía pregunta “Do you want to play the piano?”. Quien escribe estas líneas no puede creer lo que luego sucedió. En ese living, tocó en el piano Let It Be y The Long and Winding Road, junto con nueve afortunados que cantaron al unísono…

Un saludo final Antes de irte de Liverpool, pasá de nuevo por Mathew Street. Caminá una y otra vez esa cuadra, respirando profundo. Cerrá los ojos, y, casi con seguridad, vas a escuchar esa música, viniendo desde el subsuelo… Los Beatles siguen aún allí, en el viejo Cavern, tocando rock & roll…


Llegar a Liverpool en bus desde Londres es raro. No hay otra palabra para eso. Además de un viaje eterno porque el ómnibus para en todos lados, uno entra en una ciudad triste, gris, con una fila interminable de casas iguales y el mar no está por ninguna parte. Pero cuando bajás y decidís llegar al centro de la ciudad empieza el espectáculo: mires por donde mires, podes encontrar cosas de los cuatro genios. “Mapa del Liverpool Beatle”, “Conoce los lugares secretos de Los Beatles”, “Contrata aquí tu Fab Four Taxi”. Así, una y millones de veces más, esa palabra por todas partes: BEATLES. De esa forma te das cuenta que estás en el lugar que siempre quisiste estar, si sos un verdadero fan. Ante la desesperación y el apuro, comenzas por comprar un plano en la primera oficina de información que ves. Mal hecho, porque no tiene nada más que publicidad. Tras recorrer un poco más ves el plano definitivo: “Descubriendo el Liverpool Beatle - Más de 80 lugares”. Lo abrís en el medio de la calle y te parás a marcar los sitios que visitarás primero. Un fin de semana no da para mucho, y hay que apurar el paso si querés verlo todo. Decidís empezar por Mathew Street, la calle más beatle. En la esquina te encontrás con el A Hard Day’s Night Beatles Hotel. Unos pasos más adelante, te cruzas con una estatua de John Lennon y casi justo enfrente está EL CLUB. Aunque sabes que el original se demolió y el actual está reconstruido con unos metros de diferencia, las lágrimas y las fotos en la puerta e interior del Cavern Club son inevitables. Como toda ciudad que vive de un único recurso turístico, las calles están plagadas de vendedores y souvenires caros de mala calidad. Para comprar siempre hay tiempo, así que decidís pasar de largo el Beatle Shop, hasta llegar a encontrarte con la estatua de Eleanor Rigby, que te mira triste porque está sola. Sin caer en la melancolía, llegás a lo que antes era la tienda de Brian Epstein. Y pensar que en tan pocos metros cuadrados empezó todo eso por lo que estás ahí. Caminando hacia el norte podés recorrer la zona de teatros, galerías de arte y cines. Ya es de noche, y tras un breve paseo te adentrás en otra importante zona de la ciudad: los pubs. El que destaca es el Jacaranda, el bar de Alan Williams, el primer manager, donde de noche se respira la música. El día siguiente lo arrancás en el norte de la ciudad, visitando las escuelas de Paul, George, Ringo y John. Te quedás ahí, pensando “¿Y si yo hubiese nacido y estudiado acá, en los ‘50?”. Después te plantéas visitar sus casas, y ves en el plano que quedan exactamente en la otra punta, una de la otra. Siempre en transporte público, hacés visita corta a las casas de George y Ringo para ir a relajarte un rato a Penny Lane. Luego vas hasta la casa de Paul, y de ahí, caminando, como lo hubiesen hecho ellos, vas hasta la casa de John. El plano te indica que ahí nomás, a la vuelta, está Strawberry Fields. Es viendo esa puerta, en una calle cerrada por los altos árboles, donde entendés porqué a Lennon le llamaba tanto la atención. Según el plano, a unas pocas cuadras estaba la iglesia de Woolton, donde se conocieron John y Paul, y decidís caminar y perderte por Liverpool. Media hora más tarde te das cuenta que el plano no estaba muy bien hecho y que la escala era más grande de lo que creías; pero qué satisfacción llegar al lugar donde se formó la magia. Sin rendirte y antes de que caiga de nuevo la noche, visitás el Albert Dock, el famoso reloj del puerto, y el Beatles Story, un museo hecho tanto para fans como para curiosos, que hace emocionar tanto a niños como a grandes. Si sos un gran fan, alguna vez en tu vida tenés que ir a Liverpool, así o de la forma que sea. Y si tenés la suerte de que te acompañe alguien sin siquiera ser fan como lo hicieron conmigo, mucho mejor. Una ciudad mágica y misteriosa, como la gira, como los Beatles y como la vida misma.

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Texto: Julián Massaldi

Desde mi estudio, puedo escuchar a mi hijo cantando “Yu gonalusa”, su última obsesión musical. Hace poco compré la película Help!, y la escena en la que graban You’re Gonna Lose That Girl, tras lo cual Ringo y su batería caen por un agujero en el piso serruchado por sus perseguidores, está en altísima rotación en nuestro reproductor de DVD. A sus cuatro años, ya se vio atraído por la obra de los Fab Four, incluso a través de la nube de estímulos catódicos que pelean por su atención. Apenas hablaba cuando ya me pedía volver a escuchar Shuk, su versión del inicio de Come Together. Cuando juego a imaginarme cómo percibirá él esas canciones e imágenes, salen a flote mis propios recuerdos de las primeras exposiciones al mundo Beatle, durante el año en que con mi familia vivimos en Estados Unidos y el inglés empezaba a ser un idioma amigable. Veo a mi hermano mayor grabando con mucha concentración en un cassette TDK un especial de radio en el que estaban pasando todos los temas de la banda, en orden alfabético. Una locura que me convirtió en un experto de ese segmento de su obra iniciado en la H: el cassette pasaba de Hello Goodbye a Help!, Hey Bulldog, Hey Jude, y así. Señales de un iceberg imponente del que acababa de vislumbrar la punta. Los Beatles psicodélicos los conocí también ese año, en una impactante salida al pequeño cine de la universidad: ver Yellow Submarine en pantalla grande a los diez años

me provocó secuelas lisérgicas que, creo, aún duran. Para no ser menos, le presenté a mi hijo la misma película cuando aún no cumplía los cuatro; él se tomó con mucha naturalidad las escenas con autos bajando escaleras de mármol y Mares de Agujeros. Como docente de música en colegios primarios bilingües, me divertí introduciendo esos delirios de la contracultura hippie en las mentes de mis pequeños alumnos ABC1. Ellos simplemente lo disfrutaron. Su joven maestra, en cambio, me miró con suspicacia y me susurró: “¿Esa película, no es medio...?” llevándose la mano a una fosa nasal. Claramente, no era una experta en toxicología. ¿Qué tiene la música de los Beatles que atrapa la curiosidad del oído infantil? Las respuestas pueden ser muchas. Las melodías tan pegadizas y musicales deben tener mucho que ver. La interpretación clara, vehemente, afinada y expresiva de sus voces, también. Y seguro que ayuda la producción de George Martin, tan atinada que sus grabaciones de hace medio siglo siguen sonando bien al lado de producciones hechas con tecnología con la que Martin no podría ni haber soñado. Pero el hecho de que la música de los Beatles combine tan naturalmente con la infancia no debería conducir al error de percibirlos como pueriles, livianos, ni infantiles. Primero, porque si alguien cree que la niñez es una etapa liviana o sencilla, no recuerda bien lo

que era ser niño. Segundo, porque por cada tonada alegre como Octopus’s Garden o When I’m 64, hay un aullido libidinoso como Why Don’t We Do It In The Road? y Oh! Darling, o un cinismo misántropo como Happiness Is A Warm Gun. Aquel mismo año en el extranjero, en medio del silencio nocturno de una carpa en un Parque Nacional californiano, mi hermano me pasó solemnemente los auriculares explicándome que yo iba a escuchar un disco en que ellos “habían unido un montón de canciones cortas, una después de la otra”. Y recuerdo todavía el impacto de escuchar en esas canciones tardías una violencia contenida, una oscuridad, una pesadez y densidad que nada tenían que ver con esos simpáticos personajes de la película animada. Estaba espiando algo que claramente provenía del mundo de los adultos, y que intentaba hacer arte con esa agresividad aleatoria que para los chicos encierra el mundo de los mayores, y que a fines de los sesenta flotaba en el aire como una nube de napalm. Es así que, si uno es una persona digna y bien llevada, nunca considera a los Beatles como una etapa superada; uno se aleja de ellos cada tanto, para poder después volver a escucharlos con al menos una parte de la frescura con la que los descubrimos por primera vez. Siempre encontraremos algo nuevo esperándonos.

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El mayor coleccionista Beatle del mundo Rodolfo Vázquez es la persona que tiene más cosas relacionadas con los Beatles en el mundo. Así de simple. Guitarras, juguetes, autógrafos, posters, discos… Se apasiona al hablar y recordar cómo empezó este increíble hobby que lo llevó a aparecer en el Libro Guinness World Récords en más de una oportunidad, y, gracias a su Museo Beatle en Buenos Aires, ser conocido hasta por el mismísimo Ringo Starr. Con música de los Fab 4 de fondo, una charla de colección. La pregunta inicial de rigor es: ¿cómo empezó todo? Bueno, el primer artículo Beatle que llegó a mis manos fue el long play Rubber Soul: vinilo, mono, que me regalaron unos amigos. Esos amigos del colegio, ¿viste?, los que juntaban las monedas entre todos para el regalo en tu cumpleaños. Con Rubber Soul y sobre todo la canción In My Life, comenzó mi pasión por The Beatles. Yo tenía diez años, era 1967. Allí empezó todo. Sin mucha disponibilidad monetaria, pero juntando todo lo que podía y que tuviera que ver con ellos: un recorte del diario, o de la TV Guía (risas). Fui un juntador de cosas en el inicio, como cualquier pibe que se hace fan de algo o alguien. Bastante después, en 1981, en un viaje que hice con mi familia a Orlando (USA), me metí en un local en el cual, apenas ingresabas, te encontrabas con un autógrafo de Lennon. Como vos sabés, en los Estados Unidos le prestan mucha atención a lo que es memorabilia y merchandising. Les pregunté a cuánto lo vendían y durante los cuatro días siguientes volví al local juntando coraje y al

final lo compré. Fue mi primer artículo como coleccionista y no un mero acumulador de cosas. Al volver del viaje, empecé a mandar cartas a todos los Fan Clubs del mundo de los que tenía conocimiento; muchos me respondieron y comencé a tener una gran relación con toda esa gente. A través de cartas, también me asocié a quince o veinte de esos fan clubs; por supuesto que luego Internet me salvó la vida: logré armar una red de coleccionistas de todo el planeta, fanáticos, y comencé a intercambiar ítems con varios de ellos. Viajé varias veces a Liverpool y a USA, y en ambos lugares hice muchísimos contactos. Tal vez llevaba discos que había comprado por muy poca plata en el Parque Rivadavia y los cambiaba por otros que valían miles de dólares; seguramente un japonés haría lo mismo, pero en yens, discos comprados en algún parque de Japón (risas). La Argentina tiene sus propios lanzamientos exclusivos, y eso debe tomarse en cuenta a la hora de la valoración, ¿no? El famoso disco que decía LOS BEATLES en grandes letras amarillas, o el disco que editara ATC

(Argentina Televisora Color, hoy el Canal 7 estatal). Y sí, esos son únicos. Son discos súper requeridos en el exterior, porque también se buscan muchas cosas en español, como les pasa a ustedes con Ultrabrit. Obviamente que las Beatle Weeks en Liverpool fueron geniales para el intercambio. Volviendo al autógrafo de John que desató todo, ¿cómo te animaste a comprarlo? Imagino que te dieron un certificado de autenticidad… Te soy sincero: en ese momento me la jugué. Igual me dieron una boleta y un certificado que garantizaba que la firma era auténtica, pero fui muy jugado. En todos lados hay certificados y mercadería falsa. La gente piensa que cualquier cosa que tenga que ver con los Beatles vale U$S 10.000. No es así. No todo vale tanto ni todo es importante. Y a mí me han regalado muchas cosas… Vienen y me dicen: “vos lo vas a cuidar mejor que yo”. De Brasil me han traído álbumes de figuritas,


discos, de todo. Me han pasado cosas lindísimas. Y a cincuenta años del álbum debut, la fiebre sigue en aumento en lugar de disminuir. Sí, y todo lo que tenga que ver con Lennon o Harrison se potenció aún más desde sus fallecimientos.

¿De cuántos ítems consta la colección? Hoy son más de 9.000. ¿Con 6.000 entraste al Libro de los Records de Guinness? La primera vez con 5.600, el año pasado me dieron otro Guinness, con 7.700 ítems únicos.

¿Cuál es el ítem de tu colección que te llevarías a la tumba, si hubiese uno?

Pregunta de rigor: ¿tu Beatle favorito es…? Me puedo imaginar cuál.

Durante las terribles inundaciones por las lluvias del 2 de abril pasado en Capital Federal y Gran Buenos Aires, miraba a toda esa gente que intentaba salvar lo que pudiera… Y yo, que vivo en un primer piso, pensaba que si me tocaba a mí sufrir ese desastre en forma directa, lo primero que agarraría era el primer autógrafo que compré de John. Me subiría al techo con el autógrafo (risas).

A ver si adivinás, ya veo que no lo harás…

Y no es al único autógrafo de John que tenés… ¡Nooo! Tengo más. Pero el primero es el primero, es el que me transformó en coleccionista. Considerá también que tengo algunos artículos realmente increíbles: autógrafos de los cuatro Beatles juntos o por separado, un ladrillo original de cuando se demolió el Cavern de Liverpool, parte del escenario del Star Club de Hamburgo, cartas originales, cheques firmados por Ringo y Harrison, celuloides originales de la película Yellow Submarine, una guitarra de Tony Sheridan... He tenido problemas económicos por equivocarme o porque me estafaron, pero he aprendido. Porque hay tantas mentiras y fraudes que hay que tener mucho cuidado. El tema de asegurar la colección debe ser algo complicado también… Uf, difícil. Así como se complica cuando quiero hacer una exhibición en el exterior. Mucha burocracia. ¿Vos podés detectar un autógrafo falso? Me viene a la cabeza Frank Caiazzo, un famoso perito calígrafo experto en firmas Beatles. No. Tengo cierta manera de verificar, pero no soy perito. Hay muchos autógrafos reales, pero no firmados por ellos. A veces lo firmaban miembros del Fan Club o su roadie y luego manager, Neil Aspinall. O incluso al principio de la Beatlemanía, cualquiera de los cuatro Beatles que estuviera menos ocupado podía firmar imitando la firma del resto, para poder satisfacer la demanda. ¡Sí! Tal cual. O el chofer, cualquiera firmaba. ¡Sabés las que habrán hecho! (risas)

¿John? ¿Sabés que no? Es McCartney. En realidad, yo siempre digo que los Beatles son un rompecabezas perfecto, cuatro piezas que engarzan justo. Por eso cuando Yoko entró en escena, chau: sobraron piezas. John, como personaje, es el más importante de todos, por su compromiso político. Pero en mi opinión, Paul es el más grande artista de todos los tiempos. El más grande de todos. Musicalmente insuperable, es pintor, escribe libros, abarca todo lo que tenga que ver con el arte. Prolífico. Increíble. Comparto. Siempre digo que la grandeza de The Beatles se puede explicar mencionando que George Harrison era “apenas” el tercer compositor en importancia de la banda. Pero si te pones a pensar, de los hits firmados por la dupla Lennon & McCartney, los más importantes comercialmente hablando eran de Paul en general. Y además, los avances vanguardistas también los iniciaba él, más allá de la incursión hindú de Harrison que benefició a todos. John, hasta que conoció a Yoko, decía que Avant-Garde significaba mierda en francés. Fue entonces cuando cambió el discurso. John era un genio enorme, pero el abre cabezas pienso que era McCartney, que tenía la posibilidad, al ser el único soltero y viviendo en la ciudad de Londres (los otros estaban en las afueras y/o casados) de recorrer los sitios de vanguardia que después se verían reflejados en los happenings psicodélicos o en publicaciones como la It (International Times). El tema es: Macca no hacía tanto ruido para promocionarse. Sí, fue Paul, totalmente. Y John es contradictorio. A mí me hace mucho ruido eso de hablar de pobreza y desigualdad siendo millonario. Pero Paul tiene algo que lo destaca: ama lo que hace. Mucho. Jamás renegó de ser un Beatle, jamás renegó de su historia. John se la pasó renegando de su historia. Y la verdad es que Lennon es Lennon porque fue un Beatle, más allá de que cualquiera de los cuatro hubiera triunfado individualmente. George hizo cosas maravillosas… All Things Must Pass debe ser el mejor disco post Beatle de ellos como solistas. Y George siempre quedaba como marginado,

¿no? Pero volviendo a McCartney, él tiene algo mágico. Con la edad que tiene, se sube al escenario tres horas sin tomar un vaso de agua, respetando al público, respetando a todos. John, en cuanto a su relación con el público, me parece que era un poco… como, ¿entendés…? (hace gesto de tomar distancia). ¿Cuánto tiempo lleva la idea del Museo? En abril cumplimos quince años. Ahí tenés otro detalle: la vigencia, la magia que siguen transmitiendo. Acá vienen chiquitos que saben todo sobre ellos. Hace unos días estuvo un nenito de tres años con los padres, con su bajo Hofner como el de Paul , y la madre con el disco Paul Is Live (Nota: disco en vivo de 1993 en cuya tapa se ve a McCartney cruzando la famosa Abbey Road con un perro, emulando la tapa del disco de Los Beatles de 1969). Delante de mí, la madre le pregunta al hijo quienes faltan, y el nene, ¡de tres años!, le dice “faltan John, George y Ringo” (risas). Y el padre, aclarándome que si bien le gusta la banda, no es que se la pasan escuchando sus discos todo el día. Pero los chicos escuchan una canción y se apasionan. El año pasado nos visitaron más de 1000 niños, con una guía; hacen trabajos prácticos dentro del museo, trabajan con Submarino Amarillo… Es algo muy inocente, pero el entusiasmo de los chicos es tremendo. Es que ya están en el ADN de la Humanidad… Es increíble. El otro día vino un fotógrafo de una revista de espectáculos muy importante y me marcaba la potencia visual de los Beatles. Y es cierto. Mirás fotos de ellos y parece una banda actual, la vigencia de la imagen de los cuatro es absoluta. La foto de Let It Be parece la de una banda a la que le sacaron la foto ayer, una banda nueva. La música no suena vieja jamás, como les pasa incluso a otras grandes bandas de aquellos años ’60. Y aquí aprovecho para destacar el mérito de George Martin (productor), o Geoff Emerick (ingeniero). Para mí, Martin, si tuviera que haber uno, es el verdadero quinto Beatle. Sin dudas. Martin supo captar la idea de los chicos y plasmarla a la perfección, sus orquestaciones y sinfonías. Un día le preguntaron a George Martin qué era componer una canción perfecta, y contestó “pregúntenle a Paul McCartney” (risas). Y vuelvo a Paul: ¡el tipo escribió oratorios! Por eso, cuando me hablan de genios… John fue un genio y fue un tipo revolucionario, o quizá no tanto, pero seguro tenía ideas distintas. Pero musical y artísticamente, a Paul no hay con qué darle. Una revolución completa fue Sgt. Pepper, y fue fundamentalmente obra de McCartney.


podía cambiar todo, que ésto es historia. Que rotara, en vez de sacar todo y cambiar por otras piezas. Así que veré si puedo ampliar. Para ello estoy mirando un local casi al lado del Cavern acá en el Paseo La Plaza. Tengo una propuesta para abrir una franquicia del Cavern, para abrir otro en Buenos Aires, pero éste tiene la magia, la gente y los artistas lo aman. O hacer otro Museo en el Tigre. Veremos. Para cerrar, contanos acerca de la foto que tenés con Ringo, en tu perfil de Facebook. ¿Cuál es la anécdota?

Sgt. Pepper fue el disco de Paul, y todos los discos de The Beatles fueron obras completas en sí mismas. Absorbían todo lo que había y pasaba, y te lo decían en sus discos. Creo que no hay artista musical en el mundo que en algún momento no pase por los Beatles. Y para cerrar con McCartney, sigue creando cosas nuevas. Lo digo por los que lo critican diciendo que lo que hace es lo mismo de siempre. Sigue haciendo música novedosa, y si nos referimos a lo que hace con la experimentación de su alter ego The Fireman o la calma chicha de un disco como Chaos And Creation in The Backyard por nombrar cosas de este milenio y que no tienen similitudes entre sí. Hizo música para ballet (Ocean’s Kingdom)… El tema es que su pasado es tan impresionante que nubla casi todo. Exacto, ¡qué va a ser lo mismo de siempre! Alguna vez le preguntaron a Joe Strummer, el cantante de The Clash, por qué en la canción London Calling cantaban “phoney Beatlemania has bitten the dust”(la promocionada

Beatlemanía ha mordido el polvo). Y Joe explicó que era como un insulto por la pesada mochila que les dejaron a los que venían atrás, de casi no tener qué inventar después de los Beatles. O de tener que ser siempre comparados con una vara tan alta. No lo sabía, pero lo entiendo. Siempre uno vuelve a ellos, es muy difícil no hacerlo. Creo que si los Stones se hubiesen separado en los años ´70, hoy casi nadie hablaría de ellos. En cambio, siempre se vuelve a Los Beatles. ¿Disco Beatle favorito? ¿O como en mi caso, va rotando según el momento? Es complicado. Puede ser Revolver. O Rubber Soul, el que empezó todo. ¿Cómo sigue colección?

Rodolfo Vázquez

y

su

Tengo ganas de agrandar el museo. Hoy tengo un 20% de la colección allí. Quisiera rotar las piezas. Me acuerdo que un día Juan Alberto Badía, que venía seguido por acá, unos meses antes de morir me dijo que no

Mucha gente dudaba que fuera real. Como Ringo tiene una remera que dice Peace (Paz) y un pantalón militar, creían que era un montaje. No entendían la “incoherencia” de un Beatle (risas). El hecho es que él se la había comprado en Palermo Soho, y cuando yo entro a su camarín –invitado por su managerjusto estaba tratando de sacarle la etiqueta. Ringo conocía la existencia del Museo. Me llevaron entre no se cuántos guardaespaldas antes del show en el Luna Park y me habían advertido que no le diera la mano, que ni lo tocara, que no me le acercara ni que le pidiera fotos. “¿Entonces para qué me invitaste?”, pensé en decirle al manager. Aparentemente tiene un trauma con los microbios, o algo parecido… Pero la verdad que fui el único afortunado, ni siquiera los chicos de Nube Nueve, su grupo soporte, lo pudieron ver. La verdad es que entré muy intimidado gracias a las tantas recomendaciones, y cuando se abre la puerta estaba Ringo y su esposa, con él peleando con la etiqueta del pantalón y cuando me ve, me dice: ”vos sos el del Museo”, ¡viene directo hacia mí y me da un abrazo! Me pregunta qué cosas tengo en la colección; como empecé a tartamudear y no me salían las palabras, se ríó, me dijo “Ok, tenés cosas de los Beatles”, y se fue (risas). Luego, cuando le pedí la foto, me dijo “one” (una), con los guardaespaldas mirando y yo rezando para que mi esposa me sacara una buena. Así que esa es la historia. Pero lo mejor de la anécdota es que Ringo conocía mi trabajo, y eso para mí fue increíble.

El Museo Beatle de Buenos Aires se encuentra en el Paseo La Plaza, en Corrientes 1660 de Capital Federal, y está abierto de 10 a 24 horas de Lunes a Sábados y los Domingos de 14 a 24 horas.



Música


En la cocina de un restaurante de Glasgow, dos chefs discuten sobre música. Además de recetas, intercambian discos y comparten ideas acerca de cómo debería ser su banda soñada, aún imaginaria. Ellos son Robert “Bob” Hardy -hoy bajista de Franz Ferdinand-, que por entonces estudiaba Arte, y Alex Kapranos -cantante y guitarrista-, que había cursado durante un año la carrera de Teología en Aberdeen. En una fiesta a comienzos de 2001, estos amigos cocineros se topan con Nick McCarthy, se agarran a trompadas, y a continuación, como si nada, le preguntan si quiere formar una banda con ellos. Alex recuerda haberle preguntado si tocaba la batería y que Nick le respondió que sí, aunque en realidad no tenía idea. Como su forma de tocar no les convencía, intercambiaron instrumentos con Paul Thomson, otro estudiante de Arte, y finalmente Nick quedó como guitarrista y Paul como baterista.

Darts Of Pleasure, su primer simple y This Fire, otra para hacernos bailar cual adolescentes. Su sucesor, You Could Have It So Much Better (2005), fue un disco tan exitoso que llegó a ser Número 1 en los Charts del Reino Unido. El corte Do You Want To, que alcanzó el cuarto puesto, fue nombrado “mejor single del año” por la revista Q. Además, el álbum incluía la desafiante The Fallen y Walk Away, una canción que deja ver un lado más serio y más sensible de la banda, donde Kapranos resalta no sólo como vocalista sino también como letrista, combinando la honestidad sentimental con un final de referencias históricas como guiño de humor inconfundible. Según la banda, que hace tiempo viene tocando temas nuevos en sus presentaciones, el cuarto disco de estudio estaría llegando para septiembre de este año, y contaría con la voz de Roxanne Clifford de la ascendente banda inglesa Veronica Falls como invitada.

El nombre de la banda surgió mientras miraban carreras de caballos por televisión. Uno de los participantes llevaba el nombre del archiduque Francisco Fernando de Austria, cuyo asesinato desencadenó la Primera Guerra Mundial y marcó un nuevo rumbo en la Historia. Alex recuerda que les inspiró el concepto de tratar de hacer un punto de inflexión, en el cual cambiara la música, y ya nada vuelva a ser igual.

Franz Ferdinand logró firmar un contrato discográfico con el sello independiente Domino Records en 2003. Al año siguiente salió su álbum debut titulado igual que la banda, con el poderoso hit Take Me Out. Un tema que arranca creando una expectativa llevada hasta lo insostenible para después estallar con fuerza, y que cada vez que lo pasan en cualquier lado, es imposible no mover las cabezas y saltar como desquiciado.

También traía The Dark Of The Matinée, en cuyas partes lentas descubrimos la seductora voz de Kapranos; Michael, que por hablar de manera sensual de hombre a hombre provocó algunas reacciones homofóbicas;

El tercer disco, Tonight: Franz Ferdinand (2009), llegó después de un notable descanso, con un tinte más electrónico y rockero. Aparte de los temas más difundidos, como Ulysses, No You Girls, y Can't Stop Feeling, vale la pena destacar Lucid Dreams, que en la versión del álbum tiene una duración de más de siete minutos, los últimos cuatro de ellos experimentando con un sonido electrónico sorprendente.

Las influencias artísticas de este grupo de escoceses quedan a la vista en varias oportunidades. La portada del álbum You Could Have It So Much Better (2005) está inspirada en el retrato de la ícono soviética Lilya Brik, tomado por el revolucionario fotógrafo ruso Alexander Rodchenko en 1924. Para el diseño de su single Take Me Out, Franz Ferdinand también tomó como referencia una imagen de Rodchenko, pero esta vez fue el afiche de la película Una sexta parte del mundo (1926). Y el video de este hit, dirigido por Jonas Odell, presenta varias imágenes que remiten claramente a los movimientos vanguardistas de comienzos del siglo XX, como el constructivismo ruso y el dadaísmo. Incluso la letra de la canción Outsiders porta referencias artísticas: "In seventeen years/Will you still be Camille/Lee Miller, Gala or whatever/You know what I mean, yeah”. Estos nombres remiten a Camille Claudel, escultora francesa y amante de Auguste Rodin; Elizabeth Lee Miller, fotógrafa norteamericana de los años ´20 y musa de Man Ray; y Gala Éluard Dalí, esposa del pintor surrealista Salvador Dalí; todas ellas consideradas como “outsiders”.

Seis meses más tarde, durante el Record Store Day, la banda editó un compilado titulado Blood: Franz Ferdinand (2009), con reversiones de algunos temas de su último trabajo. Quienes también grabaron sus versiones de los temas de Franz fueron LCD Soundsystem, Peaches y Debbie Harry, entre otros artistas, para el EP Covers, publicado por Domino Records en 2011.

+ Franz Ferdinand en: www.franzferdinand.com


La banda liderada por Alex Kapranos pasó por Argentina, tocó sus hits y seis temas nuevos en una gran presentación sin fisuras, pero frente a un público distante del suyo que demostró poco entusiasmo. Si algo se puede afirmar, asegurar, plantear con una indiscutible convicción, es que Franz Ferdinand hace un tipo de música que te saca a bailar. No que te invita o que te propone, que consigue inevitablemente ponerte en movimiento. Tal vez ese sea su rasgo distintivo entre muchas otras bandas de rock y pop británico en la actualidad. Puede que no sea la revolución o el punto de inflexión en la Historia que ellos aspiraban con su pretensioso nombre, pero hay que reconocer que la banda instaló una fórmula de rock que se puede bailar. Entonces, ¿qué pasó la noche del 5 de abril en el Planetario de la ciudad de Buenos Aires? Franz Ferdinand tocó por tercera vez en Argentina, pero en condiciones muy distintas a las anteriores visitas de 2006 y 2010 en el Luna Park. Fue en un festival de carácter gratuito, pero no libre, auspiciado por una compañía telefónica, que convocó a una curiosa mezcla de personas en la que los

fanáticos del grupo lamentablemente no fueron mayoría. Y se notó. Tanto de lejos, como de cerca del escenario, se veía mucha gente cruzada de brazos que no cantaba, no bailaba, no se inmutaba, y hasta preguntaba incoherencias como: “¿Cuál es Franz?”. Y sin embargo, la banda dio un show impecable. No sólo un concierto, un show. Porque además de sonar perfecto, los escoceses se movieron efusivamente por la pasarela, hablaron varias veces con su público y formaron poses geniales entre luces de colores saturados, dignas de fotos para el recuerdo. Arrancaron bien arriba con No You Girls y siguieron con Right Thoughts, Right Words, Right Action, uno de los tantos temas nuevos que la banda eligió tocar, sin que bajara en absoluto su nivel de entrega sobre el escenario. Otras de las canciones inéditas fueron Evil Eye, Fresh Strawberries, The Blackpool Illuminati, I'll Never Get Your Bullet Out of My Head, y Trees and Animals. En el medio de The Fallen, Kapranos presentó con mucha onda -entre hablando y cantando- a sus tres compañeros, pidiéndole al público que les hagan sentir todo su amor. Mientras,

caminaba por la pasarela con sus característicos pasos y poses, acercándose a la gente indiferente hasta que los cables graciosamente se lo impedían. Los momentos más festejados fueron los esperados, The Dark Of The Matinée, Do You Want To, Take Me Out y Ulysses, hasta que, al término de la bella Goodbye Lovers and Friends, comenzó una serie inolvidable compuesta por Can't Stop Feeling, un cover de I Feel Love de Donna Summer, y el final de Outsiders con los cuatro músicos tocando la batería, lo que enloqueció a los pocos fans que había. Podría haber sido un muy buen cierre, pero los Franz volvieron al escenario por tres temas más, y terminaron el concierto con This Fire, con -al fin- bastante gente haciendo palmas y coreando el estribillo. Nos dejaron veinte temas de lo más entretenidos y nosotros, gracias a la organización, les dejamos la duda de ser el tan autoproclamado “mejor público del mundo”. Pero a no desesperar, y a confiar que la próxima vez que vengan sea como las primeras, donde no hizo falta que ellos pidieran a los argentinos que les demuestren un poco de amor.



El parque O’Higgins luce prolijo y extremadamente ordenado, un fiel reflejo de cómo uno encuentra a la sociedad chilena cuando cruza la cordillera. El norteamericano Festival Lollapalloza -creado por el Jane’s Addiction Perry Farrell allá por 1991, y presente para la ocasión- festejó en Santiago su segunda edición consecutiva, superando las expectativas de la organización con una afluencia de público masivo, entusiasta y notablemente educado. El line up fue armado con un balance interesante entre artistas llegados de USA y UK, con algunos aportes muy interesantes de sangre latina: Pearl Jam, The Black Keys, Queens Of The Stone Age, los Tomahawk con Mike Patton al frente, A Perfect Circle y Passion Pit por parte de los estadounidenses; Kaiser Chiefs, Franz Ferdinand, Foals, Keane, Hot Chip y Two Door Cinema Club representando al Reino Unido; los argentinos Dread Mar I y Poncho, y los locales Perrosky, Manuel García y Chancho En Piedra en nombre del Cono Sud. El común denominador de todo el evento fue un muy buen sonido, una impecable logística entre los escenarios y un comportamiento realmente envidiable por parte de la gran masa de gente. Una fiesta de rock a pleno sol, a la altura de los grandes festivales europeos. Mención aparte para la puesta en escena de la gente de Adidas: el más visitado punto de encuentro del festival, un soberbio stand en forma de caja de zapatillas gigante ubicado al costado del escenario principal, en donde nos dimos cita los invitados de la marca de las tres tiras a nivel americano, cada día más metida en el mundo de la música. Tragos y frutas, concursos para la gente que llevaba ropa de su línea Originals, y muy buena onda general. Destacados de Lolla 2013: el monumental show de la banda de Eddie Vedder, mostrando todo su oficio y carisma; la fiesta hedonista de The Hives y un frontman en estado de paroxismo total; los explosivos Kaiser Chiefs y el gran set de Franz Ferdinand, repasando sus tres discos con un sonido ajustadísimo y adelantando cortes de su inminente nuevo trabajo; la participación del anfitrión Perry Farrell en el contundente show de los Queens Of The Stone Age; la consolidación de The Black Keys como número importante a nivel mundial y el virtuosismo de Gary Clark Jr., el nuevo mimado de la escena blusera global. Una fiesta internacional de alto nivel en el último confín del mundo.



Música


Músico indispensable de los inicios del rock rioplatense en los años ’60, productor artístico estrella, creador de extraordinarias bandas de sonido para cine, ganador de dos Oscars en Hollywood, mentor de una exquisita y novedosa alquimia musical. ¿Cuántas facetas artísticas puede tener un mismo hombre? De todas estas paradas en la vida y de cómo las pasó en cada una de ellas, en una entrevista exclusiva.

En 1968 con los iniciáticos Arco Iris, tomando la posta de Litto Nebbia y delineando con visión de alquimista al nuevo rock argentino cantado en español, con aires autóctonos; en plan solista a principios de los ‘80, con un primer disco fundamental y transgresor; trabajando como productor artístico y logrando resultados fabulosos con gente tan disímil como León Gieco, Divididos, Café Tacuba, Bersuit Vergarabat, El Peyote Asesino, Jorge Drexler, GIT, Molotov, La Vela Puerca, Juanes, Árbol, y Julieta Venegas; elaborando con paciencia de orfebre sonidos excepcionales para películas, tales como 21 Gramos, Amores Perros, Diarios De Motocicleta, Brokeback Mountain (2006) y Babel (2007) (éstas últimas dos, premiadas con el Oscar a la Mejor Banda Sonora); dándole forma al genial combo de música rioplatense Bajofondo, uniendo las veredas de Buenos Aires y Montevideo con la mezcla justa entre milonga, loops y una pizca de pulso rockero. En sus múltiples y sobresalientes facetas, Gustavo Santaolalla siempre se salió del molde y estuvo un paso adelante. De visita por nuestro país para la presentación del nuevo trabajo de la multitudinaria banda que comparte con el uruguayo Juan Campodónico, nos cruzamos con los dos en un hotel del centro y desandamos el largo camino de uno de los personajes fundamentales del rock latinoamericano. GG: Gustavo, tenés toda una vida dedicada a la música. ¿Cuándo comienza ese nexo y de qué manera? GS: Mi conexión viene desde muy chico, ya que mis padres eran ávidos compradores de discos. A los tres o cuatro años era normal para mi estar escuchando música casi todo el día, y ya a los cinco mi abuela me regaló mi primera guitarra. Por lo cual, mi contacto con el mundo musical vino casi desde la cuna. En casa se escuchaba de todo, muchos sonidos nacionales, tango y folklore, pero también había una fuerte presencia norteamericana: big bands, cantantes de foxtrot como Frankie Laine, sonaba Nat King Cole, y algo de clásica también. Con todo ello se me fue formando el oído.

BRITISH INVASION Y LA PRODUCCIÓN GG: ¿Cuándo te acercás al rock? GS: A los siete u ocho comienzo con Chuck Berry y Little Richards. El primer disco que compré en mi vida fue el de la banda de sonido de G.I. Blues de Elvis Presley (1960), y a los doce, mis padres me regalaron una guitarra eléctrica. Para esa época, me compré un LP de los mexicanos Teen Tops, que hacían rock pero cantado en castellano. La

plataforma ya estaba desplegada: al llegar The Beatles yo estaba totalmente preparado. Y cuando eso pasó, todo se acabó: en ese momento definí que eso era lo que yo quería hacer en mi vida. A los Beatles le siguieron The Rolling Stones, The Animals, The Kinks, los Hollies, todo lo que fue la British Invasion en USA. Francamente, lo británico me abrió mucho los sentidos ya que si bien estaba muy empapado de sonidos estadounidenses, como Bob Dylan y The Byrds, de UK descubrí nuevas cosas que me volvieron loco. Una de ellas fue el trabajo de los productores, conocer lo que hacía George Martin con los Beatles fue algo muy impactante. Lo mismo con Shel Talmy y The Kinks, o Kit Lambert y The Who; empecé a preguntarme cuál era la función del productor y eso también fue para mí un viaje de ida. SC: Una de las preguntas que teníamos para hacerte tenía que ver con ello, de qué manera iniciaste tu interés desde tan chico por la producción artística. GS: Desde pequeño tuve un interés muy grande por ambas cosas, por la de interpretar la música y por darle la forma correcta. Recomiendo que escuchen el álbum rosa de Arco Iris (Arco Iris, 1968), allí está todo. Ese fue mi debut con la banda y como productor también, tenía dieciocho años. Fue el laboratorio para mis primeros trucos de producción, experimentando con la reducción de velocidades de cintas para lograr nuevos sonidos y texturas. ML: ¿Cómo fue el proceso de pasar de la observación a la acción musical? GS: Antes de que tuviese una crisis existencial con la Iglesia Católica y me transformase en agnóstico, gracias a Dios (risas), entre muchos amigos con los que nos conocíamos de la parroquia armamos una banda, que terminó siendo el germen de Arco Iris. El cuarteto Arco Iris se armó en El Palomar durante 1968, insertándose rápidamente dentro de la escena local pero con condimentos que lo diferenciaban claramente del resto. Sus aires folklóricos y su intenso grado de misticismo, el aporte de instrumentos de viento (no usados todavía en el incipiente rock rioplatense), los hicieron una propuesta aparte. ML: Hablando un poco de tu rica faceta como productor, ¿te llena más trabajar todavía con esas técnicas prácticamente arcaicas, de inventiva total, o disfrutas más las posibilidades que hoy te da la tecnología avanzada? GS: No necesariamente son excluyentes una de otra, se combinan perfectamente ambas

cosas. Antes, sencillamente bajabas la velocidad de las cintas y ya eras creativo, ¡hoy tenés que ser inventivo y creativo en serio! (risas). SC: Se cumplen veinte años de la edición del disco La Era De la Boludez, de Divididos. ¿Qué recordás de ese trabajo de producción, de semejante álbum? GS: Fue un momento muy intenso. Ese es uno de “esos” discos, es impresionante. Ellos estaban metidos en una vida, para mi gusto al menos, no muy compatible con poder sacar lo mejor de uno para hacer música. El trabajo lo hicimos en Los Ángeles, y ellos tuvieron que adaptarse a hacerlo de una forma muy distinta; todo eso produjo una carga de emotividad que se ve reflejada en el álbum. Ellos como banda venían de algo más primal, como lo fue el debut Acariciando Lo Áspero, y en éste disco el cambio fue notorio, en su sonido, en los arreglos. Fue un gran logro, me parece increíble que ya hayan pasado veinte años… Hace un rato hablábamos del álbum rosa de Arco Iris, ¡de ese ya pasaron cuarenta! (risas). ML: ¿Vos sentís, como dicen muchos, que tu primer disco solista (Santaolalla, 1982) da comienzo al rock nacional moderno? GS: Definitivamente. Pero por una razón muy sencilla: me fui vivir a Estados Unidos en 1978, harto de estar en un país con una situación horrible, en donde me llevaban preso por tener el pelo largo y tocar la guitarra eléctrica, donde la música tenía un valor contracultural muy fuerte. Y allá me encuentro con un mundo del rock diferente, porque la generación Woodstock y ese sueño de vivir de la música se habían corporizado por completo. Las bandas que estaban arriba eran Boston, Kansas, Styx, grupos que en lo personal aborrezco totalmente. ¡Me sentí pésimo! Entonces, coincidió con mi llegada a USA la última gira de Sex Pistols, el auge de The Ramones y toda esa movida alucinante. Me subí a toda esa locura, me corté el pelo, me compré la corbatita, y armamos una banda con Aníbal (Kerpel) de punk/new wave/jazz. Con Wet Picnic tuvimos nuestro momento de fama dentro del circuito local en Los Ángeles. Luego produje y toqué con The Plugz, una banda chicana de punk espectacular comandada por Tito Larriva. En todo ese contexto, vuelvo a Buenos Aires a grabar mi disco solista; y acá todavía estaban no sólo con el pelo largo, sino con la música que legaba todo aquello. GG: ¿Cómo fue tomado tu cambio en la escena local? ¿Admiración o escepticismo? GS: Hay una anécdota muy buena con Charly


(García), muy gráfica y graciosa. Con él nos conocemos desde muy chicos y siempre tuvimos una gran relación, venía a los conciertos de Arco Iris. En el rock nacional tenemos una suerte de linaje bien claro: la cadena comienza con Litto (Nebbia), un número uno total; luego vienen Luis (Alberto Spinetta, Almendra) y Javier (Martinez, de Manal); después Arco Iris y Vox Dei. Tras todo ello, vienen Sui Generis, León (Gieco), Fito Páez, Andrés Calamaro. Y si bien con Charly y León tenemos la misma edad, el linaje del rock nacional se dio de esta forma y con esa progresión. La anécdota tiene que ver con que Charly compuso para Serú Girán el tema Mientras Miro Las Nuevas Olas, en donde se quejaba de todo lo nuevo que venía en materia no sólo musical, sino también desde lo estético. Recuerdo que un amigo, cuando me vio con pelo corto y prolijamente vestido, me preguntó si me había vuelto un oficinista (risas). Y la verdad es que la frase del tema que dice…“Y mientras miro las nuevas olas, yo ya soy parte del mar”… me cayó como una patada en el hígado (risas), me lo tomé muy personal. Se lo conté off the record a una persona en el marco de una entrevista para la revista Humor, que paradójicamente no tuvo la gentileza de preservar mi malhumor, y a partir de esa publicación todo se volvió bastante grotesco. Durante la grabación de Santaolalla (1982) cayó Charly de sorpresa, muy enojado, buscando respuestas. Dentro del estudio mismo tuvimos la oportunidad de aclararlo, de una forma bastante áspera pero graciosa, discutiendo uno al lado del otro, sin mirarnos (risas). Hoy lo podemos contar con sonrisas, pero fue un momento un tanto delicado. A las sesiones de grabación venían los chicos de Virus, que todavía no habían grabado su debut, luego Charly produjo a Los Twist con La Dicha En Movimiento… Podemos decir que mi disco debut fue premonitorio para lo que vendría en el rock nacional.

BAJOFONDO, LA CRIATURA Con el sobresaliente y multipremiado debut Bajofondo Tango Club (Surco Records, 2002), la creación de Santaolalla y Campodónico se posicionó en un nuevo y original segmento que abarcaba los añejos sonidos criollos de ambas veredas del Rio de la Plata y unas geniales bases electrónicas. Con el aporte de figuras como Daniel Melingo, Adriana Varela y Jorge Drexler, Bajofondo obtuvo como reconocimiento dos galardones importantes: un Premio Gardel al Mejor Álbum de Música Electrónica de Argentina y un Grammy Latino como Mejor Álbum Instrumental Pop. Tras una reinterpretación solista del DJ Luciano Supervielle (Bajofondo Presenta: Supervielle, 2004) y el disco de remixes Bajofondo Tangoclub

Remixed (2006, reversión del debut con la vuelta de rosca electrónica a cargo de Romina Cohn, Javier Zuker, Capri y Bad Boy Orange, entre otros), en septiembre de 2007 sacan a la calle Mar Dulce (Surco Records), un disco que repite la fórmula del primero en estudios pero que rompe la regla con una lujosa lista de cantantes invitados: Gustavo Cerati (en la fenomenal El Mareo), Mala Rodriguez, Julieta Venegas, Nelly Furtado, y la espectacular colaboración de un artista inglés que sacudió los tabloides melómanos de la época. GG: ¿Cómo se dio la posibilidad de contar con Elvis Costello en el disco? GS: Ese tema lo tenía desde hacía muchos años. Pero cuando entré en el mundo de Bajofondo refloté Fairly Right pensando en él. Es una canción hecha en una octava, y en un momento toda la canción sigue su curso pero la voz pasa a la octava de arriba. Y siempre me imaginé ese quiebre con la voz de Costello. Nos pusimos en contacto con él, y durante un año no tuvimos ninguna respuesta. En el transcurso de ese año el tema pasó por muchos potenciales vocalistas invitados, desde Dave Gahan de Depeche Mode hasta Morrissey. Por alguna razón, esas posibilidades no se fueron dando y el tema pegó toda la vuelta otra vez hasta Elvis Costello: conocí a su manager por una colaboración mía en una película y refloté la posibilidad. A la semana, me llamó él en persona diciéndome que estaba dispuesto; vino temprano a Los Ángeles por su cuenta y no nos cobró ni un peso (risas). GG: En aquél momento trascendió que tuviste un acercamiento a Morrissey para que participase en el disco, ya que lo considerabas

uno de los cantantes anglo más tangueros. ¿Fue así? GS: Nosotros decimos que hay ciertos cantantes a nivel mundial a los que les vemos cierto enganche tanguero, por su propio estilo personal. Eso vemos en Morrissey como también lo vemos en Tom Waits, en Nick Cave, o en Marianne Faithfull. Ella es claramente una tanguera, pero seguro que no lo sabe (risas). Y esa fibra de melancolía, de drama, Morrissey la tiene también. Con él terminamos grabando cuatro o cinco temas de su etapa solista, pero la colaboración en Bajofondo finalmente no se dio porque Morrissey es una persona…. muy especial, muy difícil (risas). Tanto él como su entorno. En definitiva, tuve la oportunidad de producirle eso que finalmente no se editó, lo tengo yo. Fue una buena experiencia. GG: Llegamos al nuevo disco. Presente (Sony Masterworks, 2013) los muestra cohesionados y sonando como un grupo hecho y derecho. GS: Presente marca un crecimiento y una madurez notables respecto a los dos anteriores. Hoy en Bajofondo somos una banda, como tal. En este disco tenemos baterías, tenemos tracción a sangre, ya no hay bases electrónicas llevando adelante las canciones. Y tanto Juan como yo, tocamos guitarras en todo el disco. JC: Y también, nuevamente marcando diferencias con los dos anteriores, con Gustavo nos hicimos cargo de las partes vocales, cantamos los dos. En el disco debut armábamos las bases para luego ver qué cantante invitado nos aportaba su voz. Lo


mismo pasó en Mar Dulce, pero en Presente lo que suena, en todo sentido, es una banda. Luego, la orquesta que dirigió Alejandro Terán adorna como acompañamiento, pero el disco como concepto es el de un grupo. Para nosotros fue una experiencia fuerte porque exploramos nuevos lugares, cosas nuevas como Bajofondo. GS: Lo sentimos como un paso realmente trascendente. Queríamos ver que éramos capaces de hacer como banda y los resultados son sorprendentes. Es un álbum conceptual, como un viaje, a diferencia de los dos anteriores que eran básicamente colecciones de tracks. Estamos felices. GG: ¿Tienen planeado presentando el disco?

tocar

en

UK

GS: Con Bajofondo ya hicimos una gran gira por el Reino Unido: tocamos cinco veces en Londres, incluyendo shows en venues espectaculares como el Koko y Roundhouse de Camden; dos veces en Brighton, además de Bristol, Liverpool, Cardiff y Glasgow. Ahora que firmamos contrato mundial con el sello y editamos el nuevo disco en Londres, con muy buenas críticas por parte de la prensa especializada, el desarrollo de Bajofondo en UK está como un objetivo claro. También estamos tendiendo contactos para tocar en el programa de Jools Holland en BBC, en un futuro cercano. Esperemos que se dé, para nosotros sería una buena carta de presentación masiva. GG: Hablando un poco de tu fantástica experiencia con las bandas de sonido para películas ¿Cómo viviste la experiencia de meterte en el mundo de Hollywood, luego de tantos años de contracultura? GS: Es que en realidad nunca me metí en eso. Vivo en Los Ángeles y es donde se entregan los premios Oscar, pero allí se terminan las coincidencias. Y no es que tenga algo en contra de Hollywood en sí, pero las películas en las que he trabajado no representan en absoluto el status quo de la industria. Y de hecho, hasta ahora no hice nunca nada con un director estadounidense. GG: La última: de la gente a la cual le produjiste discos, si tuvieses que elegir a uno por la razón que fuere, ¿con quién te quedarías? GS: Esa es una pregunta difícil porque a esas obras las considero como “pequeños hijos”. Pero existe una banda que se destaca por sobre el resto, y son los Café Tacuba. Escuchas veinte años de sus discos y te das cuenta por qué son fuera de serie. Más info en

bajofondomusic.com





Nacidos en Essex en los albores de la década del ’80, cuando en Inglaterra el punk ya era un agrio recuerdo y la new wave se daba la mano con la electrónica robótica que llegaba desde Alemania, esta exquisita banda supo ir mutando sus pieles hasta transformarse en un faro ecléctico que ilumina a todos aquellos que emprenden el camino de la música hecha con máquinas. Dejando de lado a la primera gran camada de artistas que de una u otra manera cambiaron el curso de la Historia del Rock (The Beatles, The Rolling Stones, The Who, David Bowie, Pink Floyd, Led Zeppelin, Deep Purple, Yes, Genesis), tenemos un segundo pelotón de grupos británicos que ocupan, por el peso propio de su carrera, el sitial de verdaderos clásicos. Dentro de ese selecto club sobresale una banda creada hace más de treinta años en Inglaterra que sigue generando buenos discos, de la mano de shows imponentes y asumiendo un riesgo implícito en cada paso que dan. Depeche Mode cuenta con millones de fans alrededor del mundo, personas que se enamoraron de su propuesta bailable casi instantáneamente con su salida a la escena musical, o bien aquellos –como yo- a quienes su faceta oscura cautivó algunos años después. Su historia oficial cuenta que al grupo lo armaron entre Andrew Fletcher y Vince Clark, quien luego del debut Speak And Spell (1981) se abrió por su cuenta para armar Erasure. Ya con Dave Gahan en la voz y Martin Gore en sintetizadores y guitarra, sumando a Alan Wilder como cuarto elemento (estable hasta 1995), los DM cimentaron una carrera prolífica y serpenteante, con algunos volantazos en su sonido que marcaron tendencia en el universo de la música del pop electrónico.

Luego de experimentar el camino post-Clark a seguir con dos discos de transición (A Broken Frame, de 1982, y Construction Time Again, de 1983), clavando algunos singles poderosos como See You y Everything Counts, el lanzamiento de Some Great Reward (1984) supuso un cambio de estilo y la gran consideración mundial con el éxito de su primer single, People Are People. Se subieron al festival Live Aid y aprovecharon todas las oportunidades que buscaban desde 1980, incluyendo la gran plataforma de lanzamiento hacia la estratósfera que significa un mercado estadounidense enamorado de lo que haces. A partir de este disco, Depeche Mode comenzó a ser incluida dentro de la camada de bandas que mezclaban la electrónica con el rock guitarrero y una atractiva pizca de oscuridad.

Volcados expresamente al sonido industrial, pusieron en la calle el disco que significó el salto más cualitativo que habían logrado pegar en su corta carrera: Black Celebration (1986), un desfile de glamour y estilo, con temas fenomenales como el homónimo Black

Celebration, A Question Of Time y Stripped. En paralelo, la cuestión de la imagen fue tomando un papel preponderante en Depeche Mode, con un Dave Gahan consolidado como un frontman ambiguo y seductoramente tortuoso, dejando ya de lado el papel secundario que había ocupado a la sombra del talentoso compositor Martin Gore. A su vez, el grupo se volvió muy comprometido con la innovación filmográfica, trabajando en el terreno del séptimo arte con el fotógrafo y cineasta holandés Anton Corbijn. Y la lujosa masividad llegó de la mano de Music For The Masses (1987), con un título y arte de tapa que hablan por sí solos. El grupo tenía todo para escalar en prestigio y no erraron el tiro: con temas como Never Let Me Down Again, Strange Love, Pimpf y Behind The Wheel no había margen para un destino incierto y la banda se metió de lleno en las discotecas privadas de millones de melómanos en el mundo. De ese enorme suceso y sus presentaciones multitudinarias, mezclados con la gimnasia que ya traía la banda filmando documentos de gira, salió el disco en vivo 101 (1988), un fenomenal testimonio de cómo se había transformado Depeche Mode en algo superlativo, ocho años después de haber tomado el camino de la música.

Con los descollantes singles de adelanto Personal Jesus, Enjoy The Silence y Policy Of Truth como estandartes, el disco Violator (1990) inauguraba la nueva década a todo lujo y nocturnidad. Los trabajos fotográficos con Corbijn mostraban al cuarteto en imágenes blanco y negro, adoptando como definición una postura bien marcada hacia el sonido electro rock y una estética por momentos siniestra. Con esos cambios tan marcados, Depeche Mode sumaba una nueva y gran legión de fans a nivel mundial, atraídos por una banda que se encontraba en proceso de refundación. El disco, todavía con bases electrónicas pero con la guitarra mucho más presente y decisoria, vendió más de 15 millones de placas en el mundo y actúa aun hoy como el trabajo bisagra para Gahan, Gore, Fletcher y Wilder: Depeche Mode se metía en el Olimpo de la mano de un disco fenomenal y una gira impresionante, con casi 100 presentaciones entre USA y Europa. El sucesor de Violator trajo aparejado un sinfín de problemas personales que hicieron de las sesiones de grabación una verdadera tortura. Las adicciones de Dave Gahan lo traumatizaban todo, muchas veces abandonando el estudio en medio de tormentosas peleas con

sus compañeros de banda y técnicos. Songs Of Faith And Devotion (1993) contiene otro cambio de estilo en el sonido del grupo, mucho más guitarrero y volcado al rock que todo lo que habían gestado con anterioridad. En pleno apogeo del grunge, DM cambió máquinas por batería real y a eso le agregó una buena dosis de electricidad: Walking In My Shoes, I Feel You, son buenas muestras de como el cuarteto se hacía eco de lo que pasaba musicalmente a su alrededor, y nuevamente se atrevía a innovar. Pero las cosas en el seno de la banda estaban peor que nunca: Gahan y su fortísima adicción a la heroína, Fletcher entre la depresión y una pésima relación con Wilder, Gore apegado a los vicios y algunos otros problemas de salud. A la par de haberse vuelto una de las bandas más importantes del mundo, Depeche Mode estaba en medio de una vorágine de violencia interna que amenazaba con llevarse todo puesto. En ese marco opresivo y no exento de peligros mayúsculos con riesgos reales de supervivencias, se embarcaron en dos giras interminables: los Devotional Tour y Exotic Tour. Al término de ellas, la banda se disgregó en pedazos hacia varios y diferentes extremos: Gahan urgente a rehabilitación, Fletcher y Gore a descansar, cada uno por su lado, y Alan Wilder afuera del grupo. Luego de trece años de Depeche Mode y cansado de batallar contra los egos internos y la falta de reconocimiento, el tecladista londinense abandonó el barco legando un futuro gris y bastante incierto. Tras la recuperación a medias de Dave Gahan, saliendo airoso del submundo de las drogas pesadas pero alejado del centro de la escena como símbolo de Depeche Mode por al menos un tiempo, el grupo reducido a trío volvió a estudios para redoblar la apuesta y de ese proceso salió el disco Ultra (1997), otro trabajo viscoso que sostiene la tendencia del sonido rock pero con toques de aquella vieja electrónica, con el sencillo Barrel Of A Gun a la cabeza. Con algunos temas instrumentales, unos toques de trip hop y definido acertadamente como un disco de transición, el viejo Depeche sobrellevaba estoico sus grandes problemas, revalidaba los títulos y seguía su marcha hacia un nuevo cambio de década.

El nuevo milenio estaba comenzando y traía profundos cambios consigo. Con algún tiempo prudencial que ofició sanador de heridas, DM volvió al ruedo luego de casi cuatro años con un disco que recibió tratos dispares: Exciter (2001) fue tan aclamado por su sobriedad como vituperado por su supuesto carácter de aburrido. Si bien es


El disco que lo cambió todo

verdad que el LP no trajo singles incendiarios y abremercados como varios de los discos anteriores, cortes como Dream On, Freelove y Goodnight Lovers no pueden ser tildados de mediocres y livianos como algunos medios a nivel mundial describieron. La placa muestra a las claras a un grupo apocado y reflexivo, contrastando con aquél combo hedonista que sedujo a millones de fans en el mundo, pero que con ese carácter implosivo se había llevado puesto a un integrante y casi despide de este mundo a su frontman. Depeche Mode entraba, con Exciter a modo de tarjeta de presentación, en una etapa de madurez propia de quien pasa los cuarenta y se plantea de qué forma es conveniente seguir adelante.

Sounds Of The Universe. Antecedido por el ganchero single Wrong y un operativo de prensa digno de una banda con treinta años de trayectoria y vendedora de más de 15 millones de discos, el trabajo los muestra maduros y mundialmente reconocidos. Durante ese año y el siguiente, recogen títulos tales como “la banda de rock electrónico más grande del mundo” y “uno de los grupos más importantes del pop rock británico”. Independientemente de cuanto haya influido el lanzamiento del disco, son dos frases que nadie que se precie de amante de la música se atrevería a discutir. Tras tantos años de dedicación y riesgo, los días de gloria parecían haber llegado para quedarse.

Cuatro años más tarde, con un Gahan en plena forma y envalentonado por su incipiente carrera solista en paralelo, hasta desafiando la hegemonía de Martin Gore desde lo compositivo firmando para DM algunas canciones, el grupo edita Playing The Angel (2005), nuevamente recibido de forma ambivalente por la prensa pero transformado en un éxito de ventas y recaudación en shows. El trabajo puede emparentarse con el anterior, pero con un sonido más industrial y bastante remitente al Some Great Reward de 1984. Vuelven a embarcarse en la convocante y extensísima gira Touring The Angel, aprovechando la buena salud de su cantante y la recepción general del nuevo disco por parte del público.

Con un buen single de adelanto como Heaven y un sonido general de electrónica fina británica con reminiscencias estadounidenses, en marzo de este año publicaron su decimotercer disco, Delta Machine, otra muestra de carácter y vigencia digna. Se encuentran de gira con The Delta Machine Tour por el viejo continente e inician en agosto una importante gira por USA y Canadá. Por ahora no se conocen noticias de visitas a Sudamérica. Este extremo sur del mundo sigue cada uno de sus pasos y espera ver nuevamente en vivo el peso de su historia.

En 2009, luego de comprar en varias partes del mundo viejos teclados Roland con nombres falsos para poder lograr un sonido digital bien vintage, Depeche Mode edita

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depechemode.com

Corría el año 1988 y hacía ya más de un año que Depeche Mode estaba de gira promocionando su sexto álbum, Music For The Masses. La banda quería emprender un proyecto ambicioso, un documental sobre la influencia que tuvieron en la música de la última década. Como buscaban crear algo diferente a lo ya existente, entonces decidieron que D.A. Pennebaker estuviese a cargo del proyecto. Pennebaker tenía en su historial una gran cantidad de proyectos relacionados con la música, siendo responsable de trabajos filmográficos de David Bowie, Bob Dylan y Jimi Hendrix, entre otros. Rápidamente, la idea de la banda fue reemplazada por una nueva propuesta, ya que el director consideraba que era imposible de recrear la influencia del grupo de una forma entretenida. A cambio propuso un nuevo concepto: usar una presentación en vivo, ya que consideraba que era el aspecto más fuerte de Depeche Mode para poder contar una historia. La cinta finalmente relataría la historia de un grupo de jóvenes norteamericanos ganadores de un concurso ficticio para aparecer en una película de DM, en la que viajan para poder llegar finalmente al último concierto de la gira que se realizaría en Pasadena, California, el 18 de junio de 1988, ante más de 60 mil fans. Este recital fue el número 101 de la gira y la razón por la cual se decidió que tanto el film como el álbum en vivo editado más tarde llevasen ese nombre. El resultado fue una película completamente diferente a todo lo hecho con anterioridad, un documental que se mezclaba con las clásicas teen y road movies de los años ‘80. Utilizando una técnica llamada Cine Directo en la que la cámara está constantemente rodando y deja que los eventos sucedan por sí solos, se genera una naturalidad muy particular en las imágenes grabadas que hacen dudar entre lo que es realidad y lo que es ficción. Hoy en día se editan recitales constantemente; sin embargo, ninguno es lo que fue 101 en el momento de su estreno. El director dio forma a un documental sobre un grupo que, como plus, tuvo al espectador con una constante sensación de que algo más estaba sucediendo detrás de escena pero nunca se llegó a conocer, generando una intriga que cruzaba las fronteras de la clásica presentación en vivo o documental para fans, convirtiéndose en un gran pedazo de nostalgia ochentosa.



Para su decimotercer disco de estudio, la banda decidió hacer una lectura del blues en clave industrial. Una lectura que, felizmente, en su mayor parte prefirió realzar la densidad genética en lugar de proponer una estilización genérica del estilo nacido en el sur del Mississippi (exceptuando por los temas Slow y Goodbye, que se conforman como los momentos compositivos más obvios y pobres del disco). En Delta Machine todo converge en la figura de Dave Gahan; si el blues nació como música para canalizar esas ansias de liberación y transmitir las penas de un pueblo oprimido y esclavizado, Dave Gahan le canta a una autoemancipación, la liberación de sus adicciones y de sus enfermedades. Entonces, ya desde el inicio te da la bienvenida a su propio mundo en Welcome To My World y más tarde te cuenta sobre su pequeño universo (My Little Universe) en uno de los momentos más altos del disco, que encuentra al grupo construyendo, a partir de pequeñas células rítmicas que aparecen y desaparecen casi arbitrariamente, una impecable canción de pura orfebrería sonora. Pero más que en la temática de las letras, la genética blusera se nota en las inflexiones y el timbre vocal de un Gahan que suena tan desnudo como la guitarra de Robert Johnson, o no tanto pero en ese plan. Claro que la electrónica sigue siendo el motor de Depeche Mode; la idea para este disco parece ser mantener la oscuridad con trabajadas capas de sonido para que no se perpetúen los momentos bailables, que recién aparecerán, principalmente, en Soft Touch /Raw Nerve -un potencial hit a la altura de los grandes himnos dance del grupo- y en Soothe My Soul. Delta Machine es un disco que crece con cada escucha, no abundan las aspiraciones radiales pero hay una densidad sonora propia del grupo y un cuidado por el detalle que lo hace un trabajo por demás interesante. Y tal vez el peor enemigo de este disco es la propia praxis del grupo, porque cuando se lo pone a dialogar con la propia obra de Depeche Mode, queda claro que no está a la altura de Violator o Music For The Masses; de todas formas, no caben dudas que está entre lo mejor que han hecho en mucho tiempo.


Nacido en North Weald en el año 1962, Dave Gahan ha aportado al sonido de Depeche Mode una de sus características más singulares: la posibilidad de hacer música electrónica sin perder el factor humano. Contrariamente a Kraftwerk, los precursores del estilo, que abogaron por cierto objetivismo musical despojándose de toda humanidad procesando las voces, robotizándolas y desproveyéndolas de toda inflexión carnal, Dave Gahan optó por recorrer el camino opuesto, tal vez continuando la línea insinuada por los Pet Shop Boys en Behaviour. Mientras en los alemanes precursores de la electronic podemos encontrar el paroxismo de la deshumanización en The Robots: “We are changing our bateries / And now we’re full of energy / we are the robots”, Dave Gahan se desgarra en su mortal existencia desnudando su condición, sus falencias y sus necesidades, aunque, claro, también las de su destinatario, en I Need You: “I need you / I’m asking my friend, I need you again / Can you do something for me?”. Tal vez por tener la vida de Dave Gahan demasiados ribetes que lo han llevado a jugar -deliberada o accidentalmente- con los límites de lo terrenal, es que no puede ocultar su individualidad, su existencia. Desde las reiteradas entradas a la cárcel en los años pre-Depeche hasta su tumor en la vejiga en 2009, pasando por su adicción a la heroína en los ’90, Gahan ha vivido demasiado y ello no puede no reflejarse en su vocalización. Paper Monsters (2003) y Hourglass (2007) sus discos solistas, que lo tienen explotando su faceta como compositor y letrista, no hacen otra cosa que confirmar lo demostrado en tantos años al frente de su banda: se puede sonar bailable (Dirty Sticky Floor) e introspectivo (Use You) sin perder contundencia ni profundidad. Si la etiqueta de crooner nació para englobar a aquellos cantantes que destilaban masculinidad cantando baladas de la manera más sentida en las décadas anteriores a la explosión del rock and roll, Dave Gahan funciona como un crooner tardío, una especie de Frank Sinatra que cambió su big band por sintetizadores y cuya voz se desgarra (y se desgrana) con el dramatismo grunge de Layne Staley (Alice In Chains). El barítono frontman de Depeche Mode le pone el cuerpo a las canciones y las hace propias -las llena de esos 21 gramos de los que habla la película-, sean suyas, de Andrew Fletcher o incluso aquellas compuestas por Soulsavers en The Light The Dead See, el hermoso disco que los tuvo trabajando en conjunto el año pasado.

Texto: Sebastián Chaves



La videografía de Depeche Mode está marcada principalmente por el director y fotógrafo holandés Anton Corbijn, quien trabajó en veintiún videos oficiales de la banda desde 1986 cuando comenzó con A Question Of Time, hasta la actualidad. Corbijn fue uno de los que pudo capturar la esencia sensual y oscura de la banda, con sus constantes cuadros en blanco y negro y sus tomas desde lugares indescifrables. En la historia del grupo pueden verse tres etapas marcadas en su estética. La primera abarca entre 1981 y 1986, en la que trabajaron con directores como Peter Care, Clive Richardson y Julien Temple. Ese momento fue de asentamiento de la banda, que se encontraba en una búsqueda constante tanto musical como de imagen. El primer video de Depeche Mode, I Just Can’t Get Enough, sencillo de su primer disco Speak And Spell (1981) y dirigido por Clive Richardson, los muestra como en ese momento se los quería vender: una banda pop, de baile y fiesta, como esos jóvenes que tomen lo que tomen no podían obtener suficiente, aunque DM demostraría con el tiempo que eran muchísimo más que esto. La segunda etapa, a partir de 1986, comenzó cuando conocieron a Corbijn, y durante esta época, pocas veces trabajaron con otro director que no sea el holandés. Uno de esos trabajos fue Home (1997) dirigido por Steven Green y otro ejemplo es Only When I Lose Myself, dirigido por Brian Griffin, del disco de compilados The Singles 86>98. Es notable que siempre que la banda quiere alejarse de lo que estéticamente representa elige otro director, como si fuera una forma de tomar un poco de aire para luego regresar con Anton Corbijn. La gran cantidad de trabajos con el holandés tiene mucho que ver con dos cortos que realizó el director, uno con la salida de Music For The Masses (1987), y el otro con Violator (1990), para los cuales editó respectivamente Strange (1988) y Strange Too (1990). El primero es una colección de videos, entre ellos el sencillo de Black Celebration, A Question Of Time, canción con la que inicia el corto. Luego le siguen Never Let Me Down Again, Strangelove, Behind The Wheel y el video de Pimpf, que fue realizado exclusivamente para este corto. Casi totalmente en blanco y negro, a excepción de un megáfono que puede verse en rojo pocas veces, estos videos marcaron el inicio de la relación de Corbijn con Depeche Mode.

El director repitió la fórmula con Strange Too - Another Violation, una colección de videos realizados de canciones del álbum Violator, en esta ocasión Halo y Clean fueron exclusivamente para esta colección. Strange Too contiene los videos de Personal Jesus, Policy of Truth, Enjoy the Silence, Clean, Halo y World in My Eyes. En el caso de este trabajo, Corbijn se aleja del blanco y negro, recurre al color, pero no por esto un arco iris. En Personal Jesus utiliza el sepia, y en los demás videos toma relevancia el rojo y los colores primarios. A partir de 1998, los Depeche Mode comienzan a incluir otros directores en sus videos, y la necesidad parece que era mostrarse más modernos. Esta tercera etapa se inicia con la salida de Exciter (2001), y en este disco trabajaron con el francés Stéphane Sednaoui para Dream On y con el austríaco John Hillcoat para I Feel Loved, Goodnight Lovers y la primera versión de Freelove. La salida del video del remix de Enjoy The Silence 04, el único completamente en animación del grupo, es el puntapié para que esta técnica entre en el mundo estético de Mode, y un ejemplo es Precious, el primer sencillo de Playing The Angel (2011) donde se encuentra al grupo en una plataforma submarina surrealista. También la banda se corre del lugar protagonista. El video de A Pain That I’m Used To, de Playing The Angel (2005), dirigido por Uwe Flade, tiene a tres bellas corredoras de autos que terminan a las trompadas como acto central. Luego en Wrong, primer sencillo de Sounds Of the Universe (2009), el protagonista es un hombre al volante que parece ser víctima de un robo o secuestro. En Heaven, primer corte de Delta Machine (2013), los Depeche prosiguen con esta fórmula, esta vez con escenarios digitales, personajes que entran en escena. Para Soothe My Soul, el director Warren Fu dijo que quería recuperar el aspecto sexy de la banda, por eso el video tiene un formato cuadrado, como voyerista de una mujer que aparece vestida de piel; aquí por momentos parecieran volver a las etapas de Corbijn. No se sabe cuál será el próximo paso en la vida estética de los Depeche Mode, pero seguramente se tratará de un acierto, ya que siempre buscaron innovar y estar en la vanguardia. No sólo desde su sonido sino también en lo visual.


Un día como cualquier otro para una banda de rock, se suben a una camioneta para ir a ensayar y reciben la noticia de que van a tocar el 6 de julio en el emblemático Hyde Park, teloneando a la banda más importante del mundo. ¿Quién fue el responsable de tal decisión? Nada más y nada menos que los mismos The Rolling Stones. ¿Por qué The Vaccines fueron los elegidos? Existen varios motivos. El grupo estará cumpliendo el sueño de muchos y abrirán el show de los Stones en el marco del festival British Summer Time, en ese mismo parque londinense en el que, cuarenta y cuatro años atrás, se vivió parte de la revolución cultural de la década del ‘60, donde convivieron signos de paz, rock y varias sustancias hoy en día prohibidas. El cuarteto londinense liderado por el cantante Justin Young y el guitarrista Freddie

La expectativa es grande cuando una de las bandas “del momento” se va a presentar en tu ciudad por primera vez, y es mucho mayor cuando diez días antes del show no se consiguen entradas por ningún lado y el cartel de “localidades agotadas” hace trizas la ilusión de los que esperan hasta último momento para comprar los tickets. Convengamos que todos los meses hay una amplia oferta de shows nacionales e internacionales, y en ese contexto, el éxito arrollador de The Vaccines no fue un dato menor. El lugar elegido para el concierto fue ideal. Niceto suele ser un buen lugar para una “banda promesa” que debuta en Buenos Aires porque se ve bien desde todos lados y aunque desborde de gente, todavía es posible vibrar en un clima bastante íntimo y

Cowan (hermano menor del tecladista de The Horrors) aún tiene pocos años sobre los escenarios, pero desde el 2010, fecha en la que empezaron a tocar en vivo, lo hicieron en los festivales más importantes junto con músicos de la talla de Red Hot Chili Peppers, Arctic Monkeys y The Arcade Fire. A fines del 2010 lanzaron su single debut que contenía los temas A Wreckin’ Bar (Ra Ra Ra) y Blow It Up, material que les permitió estar en boca de especialistas y críticos de música, y ubicarse rápidamente en el puesto #157 de las listas de singles británicas. Al poco tiempo, lanzan su segundo single, Post Break-Up Sex, complementándolo con un emotivo video en el que todos los personajes llorisquean después de haber caído en “las redes del recuerdo” y haber tenido relaciones con un amor del pasado… En marzo de 2011, su primer álbum What Did You Expect from The Vaccines? finalmente sale a la calle, con el logo

tanto la banda como el público, se siente contenido en ese espacio físico. Completando un tour sudamericano que abarcó Brasil, Perú, Chile y finalmente Argentina, el cuarteto londinense vino a hacer lo que mejor sabe: sacudir al público con canciones cortas, potentes y contundentes que incitan a saltar, cantar, bailar, gritar y recordar que en algún momento fuimos adolescentes. Si bien esta gira mundial era para presentar su segundo álbum Come Of Age, los cuatro de Londres entienden a su audiencia y los hicieron disfrutar de todos los hits y de una amplia gama de canciones de su primer álbum What Did You Expect From The Vaccines? además del estreno del tema Melody Calling. El show fue intenso y duró lo justo, poco más de ochenta minutos condensados en veintiún

del sello Columbia Records en su contratapa. Prometedor debut para una banda novata. En septiembre de 2012, Columbia renueva sus votos con The Vaccines y se encarga de editar su segundo disco de estudio, Come of Age. Los cuatro jóvenes ingleses no defraudan: el álbum no tarda en llegar al puesto número uno de los charts del Reino Unido. Constancia, melodías y calidad, son tres características de The Vaccines. Desde su reciente surgimiento ya sacaron dos discos con dieciocho meses de distancia, ambos con canciones hiteras, cortas, de estribillos contagiosos y riffs potentes. Alejados del estereotipo de “rockeros perdidos”, The Vaccines son capaces de demostrar con su talento y profesionalismo porqué son una de las bandas más ascendentes de la escena indie rocker londinense actual.

temas fue más que suficiente para un público que coreó cada una de las canciones que entonaba su cantante barbudo, Justin Young. No es casual que el apellido del frontman remita a juventud. Todo en The Vaccines remite a los años dorados de la adolescencia, ese período que suele resultar tortuoso mientras uno lo transita, pero que pasados los veinticinco se añora con una magnitud desproporcionada. La banda transmitió urgencia y euforia, cualidades que el público fiel festejó en cada uno de los temas con mucha alegría e intensidad, cumpliendo todas nuestras expectativas y demostrando que no se necesita de mucha parafernalia arriba del escenario para disfrutar de un gran concierto.



Texto: Mariano Pereyra Rocha Fotos: Roger Sargent (rogersargent.carbonmade.com)


¿Cómo fue que unos muchachos ingleses se las arreglaron para cambiar la “estética baseball” de la escena post-Britpop, por camperas de cuero y jeans desaliñados? En las próximas líneas repasaremos qué fue lo que convirtió a The Libertines en un mito. Origen La historia de los Libertines es tan perfecta que cuesta creer que no forme parte del guión de un film, ya que posee todos los elementos y giros dramáticos de una “historia de rock”: adrenalina, peleas, descontrol, excesos y, por supuesto, grandes canciones. Peter Doherty, al ser hijo de un militar, vivió en diferentes bases del ejército durante su infancia. De esta manera se fue convirtiendo en ávido lector, buen estudiante y prometedor poeta (incluso ganó competencias nacionales que lo llevaron hasta leer su obra en Rusia). Al finalizar la escuela secundaria se mudó con su abuela, con la intención de estudiar en Londres (dónde él mismo aseguraba estar “destinado” a vivir). De esta manera, si bien Pete se interesó por la música, su principal pasión pasaba por las letras. Por este motivo, como uno de sus referentes fue Morrissey, su ideal pasó por encontrarse con un socio (como lo fue Johnny Marr en The Smiths) que pudiera otorgarle música a sus poesías. Esta analogía puede relacionarse con el rol que pasó a cumplir, poco después, Carl Barât. Carl Barât, por su parte, tuvo una infancia fuera de lo común. Sus padres, divorciados, se repartían la custodia. Su madre era literalmente hippie y, por esta razón, lo llevó a vivir a diversos campamentos fuera de la ciudad. Carl siempre fue muy tímido, introvertido e inseguro, pero pudo proyectar todo esto gracias a su facilidad para tocar la guitarra, con fascinación por instrumentistas de jazz como Django Reinhart. Tiempo después, mientras estudiaba Drama en Londres, se hizo amigo de Amy Jo Doherty (hermana mayor de Pete). Así fue que Pete y Carl se complementaron artísticamente y se volvieron, al instante, casi inseparables. Además de los evidentes referentes culturales en común, lo más interesante fue cómo se fusionaron las letras de Pete con las melodías de Carl. Esto implicó, también, la combinación de dos personalidades: lo avasallador del primero y lo reflexivo del segundo. Se complementaban, aprendían y crecían juntos. Compartían, además, una adoración algo absurda por una Inglaterra que ya no existía (si es que alguna vez existió por fuera de William Blake). Se sentían orgullosos de ser británicos; podían pasar horas viendo programas de televisión antiguos como Steptoe & Son o riendo con Tony Hancock. En tanto que, musicalmente, se nutrieron de artistas como Ray Davies, The Jam, The Buzzcocks, Chas & Dave y The Smiths. El nombre de la banda está basado en Lust Of The Libertines, obra del Marqués de Sade.

Con excepción de la dupla creativa Peter Doherty-Carl Barât, la formación rotó en un par de oportunidades. De este modo, la primera agrupación estable incluyó también a John Hassall en bajo y Paul Dufour -conocido como Mr. Razzcocks- en batería. En sus primeros años el estilo Libertines tenía más que ver con el folk que con el rock. Este concepto no despertó mucho interés; sólo cuando se incorporó la manager Banny Poostchi pudieron grabar un demo “decente” (hoy en día, un disco pirata muy codiciado: Legs XI), aunque el interés fue nulo. Banny, John y Paul renunciaron en diciembre de 2000. Sin embargo, al año siguiente, en pleno auge de los estadounidenses The Strokes, Banny decidió regresar con un plan: el llamado “Plan A”, que incluía el regreso de John Hassall, la

incorporación de Gary Powell en batería, e intentar conseguir un contrato con Rough Trade en seis meses. ¿La estrategia? Desarrollar un sonido más crudo de guitarras, sin perder la esencia. Así fue que Pete y Carl se encerraron a componer con la premisa de ir “a la cima del mundo o al fondo del canal”.

Plan A El plan fue un éxito y la discográfica asignó a Bernard Butler (Suede) para producir el primer single: el doble lado-A What a Waster/I Get Along. A partir de ese momento los Libertines lograron a llamar la atención de la prensa, sobre todo de la NME, medio que les designó la portada aún sin que el single estuviera a la venta. Es posible que lo más distintivo fuera la respuesta eufórica del público ante una energía que se transmitía de


forma directa y honesta. Asimismo, la banda fue una de las pioneras en el uso de internet para interactuar con sus fans, por ejemplo, mediante el anuncio de sus shows en blogs con apenas horas de anticipación, algunos de los cuales se llevaban a cabo en la casa de Pete y Carl. La prensa, por entonces, los tomó como una respuesta netamente británica a los Strokes, con un dúo líder cuya química explotaba delante de quién los entrevistara, con su irresistible sentido del humor y agudeza, arrojando titulares cada vez que hacían alguna declaración. De todas maneras, el single lanzado en junio de 2002 apenas llegó puesto #35 de los charts, pero igualmente Rough Trade se dispuso a editar un álbum. En tanto que la convivencia con Butler no tuvo los resultados esperados, por lo cual Mick Jones (The Clash) fue llamado para “controlar” los ánimos. Así fue que nació Up The Bracket (octubre de 2002) y se convirtió en aquello que muchos consideran el LP más influyente de la última década. Canciones como Death on the stairs, Time for heroes, el homónimo Up the bracket y I get along fueron clásicos instantáneos: guitarras ásperas, melodías extraídas del mejor cancionero británico y una banda que parece constantemente desmoronarse sólo para seguir empujando hacia adelante con la frescura y la lucidez de explotar sus mayores virtudes. Resulta complejo medir el impacto de este primer disco, pero sin dudas inyectó optimismo en la escena indie. Gente joven salió a comprar instrumentos y a investigar la historia del género. Algunos de ellos serían luego los Arctic Monkeys, pero esa es otra historia.

Crisis El repentino éxito no fue gratuito. Se acentuaron fricciones y la batalla de egos entre los líderes. Pete incrementó su adicción al crack y a la heroína, y Carl, por su parte, no sabía cómo ayudarlo, comprendiendo que el mayor problema era el entorno. Comenzaron las ausencias: Pete eludía sesiones de grabación del nuevo single Don’t look back into the sun alegando diferencias con Bernard Butler; luego Carl no se presentaría en su propio cumpleaños, en un show organizado por el propio Pete. Y por consiguiente, éste no tomaría el tren que los trasladaría a Alemania para comenzar la gira europea. De esta manera, en 2003, The Libertines

La banda celebraría esta reunión con inolvidables shows en Londres y a lo largo del Reino unido, hasta entrado el año 2004.

encabezado por Can’t stand me now, una crónica sobre la separación de los líderes, que irónicamente se convertiría en su single mejor rankeado. La mezcla entre la frescura en la libertad de producción que les daba Mick Jones -gran parte del trabajo fue tocado en vivo- y la tensión entre sus miembros generó un éxito importante, aclamado tanto por la crítica como por el público. Los conflictos de Doherty con las drogas impidieron que el disco fuera presentado en vivo con la formación completa. Para fines del 2004, luego de varios shows con Anthony Rossomando en guitarra, los Libertines oficialmente se separaron.

Segundo disco

Regreso y legado

El legendario Alan McGee se convirtió en el nuevo manager de la banda, convencido de que podía ayudarlos a explotar su potencial. Comenzaron a grabar el segundo disco, incluso con Butler como productor, pero su relación con Doherty ya era insostenible. Frenan las sesiones y la relación Pete-Carl nuevamente se complica. Por esta razón, McGee tomaría dos medidas: Mick Jones sería el productor y se contratarían guardaespaldas para contener las peleas y violencia entre Pete y Carl. A duras penas se completaron, entonces, las sesiones de grabación. The Libertines (agosto, 2004) fue el título del segundo LP, que cuenta en su tapa con la emblemática foto de Pete recién salido de la cárcel con Carl en pose protectora. El álbum sería catártico,

Quizás sea verdad que el tiempo cura algunas heridas. En 2010, luego de una extensa serie de rumores, The Libertines regresó a los escenarios, tocando ante miles de personas en los festivales de Reading & Leeds. Resulta interesante ver cómo se las arreglaron para pasar como un tren desbocado por la escena musical, provocando un cambio profundo en la forma de interpretar al rock, exponiéndose de forma honesta y brutal. En cierta manera, se puede pensar que se sacrificaron por aquello en lo que creían. El camino quedaría, así, allanado para la próxima generación de bandas; aquellas que que continúan, al día de hoy, extendiendo esa tradición británica de hacer grandes canciones.

tocaban por primera vez sin uno de sus fundadores y, además, Pete terminaría sentenciado a seis meses de prisión por ingresar por la fuerza en el departamento de Carl, robando sus instrumentos, premios y otros artículos. Lo interesante será que Pete, liberado luego de dos meses por buen comportamiento, estaba contemplando la posibilidad del suicidio, plan que deshecha al salir en libertad y ver a Carl esperándolo en la puerta.




Nos reencontramos con el músico inglés antes de su segunda visita al país. Del show que nos trae, de su próximo disco y del estado actual de su carrera hablamos en esta exclusiva. Dos bandas exitosas, una autobiografía, incursiones en la actuación, un disco solista y otro por venir… Carl Barât es un artista inquieto al que todo parece interesar. Desde los primeros pasos con The Libertines, banda que marcó los 2000 con su sonido, se perfiló como una de las figuras centrales de la nueva generación de guitarristas. En Dirty Pretty Things se probó como frontman y luego de dos discos, llegó el turno del trabajo solista, íntimo, calmo y cálido. Pasados los años, con sus idas y vueltas en su relación con Pete Doherty, Carlos (los sudamericanos le decimos así) disfruta de una etapa más tranquila en la que se permite algunos gustos: cantó en una ópera, actuó en una película y en televisión, prepara su segundo disco solista y sigue codeándose con los más grandes. Durante los primeros tiempos con The Libertines, ¿te acordás cómo te sentías por recibir el apoyo de músicos renombrados como Mick Jones, Morrissey y Bernard Butler? Fue estupendo conocer a Mick Jones en los primeros días, contar con su apoyo y tenerlo como guía, lo mismo con Bernard Butler. Es importante para los músicos compartir y legar lo que tienen. Desde luego que eso nos ayudó en nuestro camino. ¿Cómo describirías tu relación con la escena musical británica actualmente? Me siento arraigado, y al mismo tiempo indiferente o distante de la escena musical británica en este momento. ¿Seguís siendo amigo de Brett Anderson o Tim Burgess? Sí, somos todos amigos.

¿Cómo es trabajar con Johnny Marr y Benjamin Biolay? ¿Tienen más planes juntos para futuras colaboraciones? Johnny es alguien con quien es tan fácil trabajar, un hombre fantástico. Benjamin también es genial y es un poco l' enfant terrible. Nos divertimos mucho juntos. Espero poder trabajar con los dos nuevamente. ¿Qué podés contarnos de tu experiencia en la ópera Pop’pea en Francia? ¿Qué enseñanza te dejó? Fue una experiencia maravillosa, y conocí algunos artistas verdaderamente grandiosos. Aprendí que no soy un cantante de ópera pero me encantaron la pompa y la escena. Lo volvería a hacer.

ponerme a grabar. Para el momento en que llegue a Sudamérica ya habré comenzado. No veo la hora. Hasta ahora mi disco es un verdadero retorno a la guitarra. ¿Podés adelantarnos cómo va a ser el show que vas a dar acá con Gary Powell, tu ex compañero de The Libertines y Dirty Pretty Things? No tengo ni idea cómo va a ser el show con Gary. Es un tipo bastante impredecible. Esperemos tener al mejor Gary. ¡Aunque el show va a estar buenísimo! Sabemos que disfrutaste tu anterior visita a la Argentina, ¿Qué expectativas tenés para esta vuelta ahora que sos más reconocido? No veo la hora de averiguarlo…

¿Cómo te sentiste actuando en la película Two Dancers y en la televisión británica? ¿Vas a seguir incursionando en la actuación?

DISCOGRAFÍA

Amo actuar y me encantaría hacerlo más. He amado todo lo que he hecho hasta ahora. No tengo tanta experiencia pero es algo que me gusta mucho explorar.

Con The Libertines: Up The Bracket (2002) The Libertines (2004) Time For Heroes: The Best Of The Libertines (2007)

¿Cuál sería un sueño a cumplir en tu carrera? Que mi álbum sea todo lo creativo que quiero que sea, al igual que su recepción supongo… Estoy seguro de que ese es el sueño de todo artista. Cuando nos encontramos el año pasado en Buenos Aires, nos hablaste de tu próximo álbum solista. ¿En qué parte del proceso está por estos días? Estuve escribiendo, pareciera que durante toda la vida, y ahora no puedo esperar a

Con Dirty Pretty Things: Waterloo To Anywhere (2006) Romance At Short Notice (2008) Como solista: Carl Barât (2010) Carl Barat se presentó junto a Gary Powell el 24 de junio en el Teatro Vorterix. Más info en carlbarat.co.uk





Alejados de los escenarios desde hace treinta años e inactivos desde 2005, XTC sigue siendo un misterio para los amantes del buen rock. Sencillamente porque la década del 80’, la que los vio entregar sus mejores obras, los encontró explorando sonoridades, actitudes y experimentos sobre los que pocos se atrevían a recalar en momentos de pleno auge del videoclip y su consecuente imperio de la imagen. Es verdad que el mundo del culto terminó abrazándolos y citándolos como influencia mayor pero, al menos en principio, los cerebrales líderes Andy Partridge (guitarra y voz) y Colin Moulding (bajo y voz) tenían otro plan, el de cualquier joven con ganas de ser estrella. Formada en Swindon durante 1976 como Star Park y luego como Helium Kidz, con Terry Chambers en batería y Barry Andrews en teclados (reemplazado en el ‘79 por el guitarrista Dave Gregory), la propuesta inicial de la banda, que adquiere la denominación que conocemos poco antes de firmar con Virgin, encajaba a la perfección con la frescura y la agilidad de la new wave. Los discos White Music y Go2 (ambos de 1978 y producidos por John Leckie) son prueba de ello; sin embargo, el potencial y la inquietud de los muchachos aparecían aún agazapados, pese a la presencia, en el trabajo debut, de temazos como Cross Wires y el irónico single This is Pop.

El gran salto de calidad se dará con la llegada a las bateas de Drums And Wires (1979), ya bajo las órdenes de Steve Lillywhite, donde ese plus que apenas se insinuaba finalmente se revelaría. Considerado como uno de los mayores logros discográficos del grupo, el álbum despliega de manera soberbia el abanico de posibilidades que caracterizará para siempre a XTC: melodías imprevisibles pero con gancho pop, acordes y progresiones extrañas, virajes inesperados, desarrollos abiertos y unas líricas que ratifican un extraño sentido del humor. Algunas canciones atienden a ciertas sonoridades en boga, como los ska deformes de Helicopter y When You’re Near Me I Have Difficulty y el pop hecho y derecho de Ten Feet Tall. Otras que aparentan ser radio-friendly como el hit Making Plans

For Nigel y Scissor Man son sistemáticamente enrarecidas y estiradas con codas llenas de dub. El recién ingresado guitarrista Dave Gregory se roba el disco y sus aportes abrirán la puerta para la siguiente perla.

Black Sea (1980) continúa pavimentando magistralmente la senda correcta de la mano de once canciones más guitarreras aunque con la mirada puesta en lo británico, rasgo que se acentuará en las siguientes obras. Desde la apertura a lo Kinks de Respectable Street (con una letra digna de la pluma de Ray Davies), pasando por los beatlescos No Language In Our Lungs y Towers of London, la banda opta por la solidez sin perder de vista la pata lúdica del asunto. Como corolario, el disco es bañado de elogios –una constante en la carrera del grupo–, John Peel los banca a muerte y las giras se agigantan… pero los charts responden a duras penas. El éxito comercial parecía ser propiedad exclusiva de bandas con mejor suerte, como The Police.

Recién con el más acústico English Settlement (1982) logran colocar un single Top Ten, el precioso Senses Working Overtime. Sin embargo, su relevancia quedará marcada por el colapso definitivo del bueno de Partridge, cuyo pánico escénico supuestamente relacionado con el uso de psicofármacos determinó el retiro definitivo de las tablas, algo difícil de entender a la luz de su desfachatez, observable en los escasos registros audiovisuales disponibles. A partir de ahora, en el pico de su

popularidad, XTC se convertirá en una banda de estudio, a la manera de sus muy admirados Beatles. Esa difícil decisión también implicaría el alejamiento voluntario del baterista Chambers, quien no obstante aporta en un par de temas del algo irregular Mummer (1983) para dejar su lugar en manos de sesionistas a partir de The Big Express (1984).

Así las cosas, tras un recreo delirante editado bajo el seudónimo The Dukes of Stratosphear (el EP 25 O’Clock, de 1985, de vuelta con Leckie), el devenido trío saca de la galera la que posiblemente sea su obra maestra: Skylarking (1986). Producido por Todd Rundgren en medio de un clima tenso, el álbum desarrolla un arsenal de melodías de impecable factura, talladas con una minuciosidad de orfebre y dotadas de una imprevisibilidad que nunca llega al derrape (ya habría tiempo para volver a ello…). Nuevamente, tanto The Kinks, Small Faces, Zombies y los Beatles psicodélicos, como también la new wave más inspirada, aparecen como referencias ineludibles, y ese alarde de insularidad es reforzado por textos plenos de una intensa carga de melancolía que incluye alusiones meteorológicas (1000 Umbrellas, Ballet For a Rainy Day) y campestres (Summer’s Cauldron, Grass), a lo que se añade una controversia político-religiosa (Dear God).

Pero pese a las excelentes críticas, el trío parecía empecinado en seguir desorientando a sus pocos fanáticos con más excentrici-


dades. Un año después del que fuera su mayor éxito en Norteamérica, y de regreso a la tierra de “Los Duques de la Estratósfera”, los chicos vuelven a sorprender con su lectura/parodia de la psicodelia de los ’60 vía Psonic Psunspot, que acaso servirá como puente para el exquisito Oranges and Lemons (1989), ya de vuelta como XTC, donde pese a su mayor limpieza aún resuenan las coloridas vibraciones que empacharan los lisérgicos trabajos firmados por su alter-ego (que consciente o inconscientemente los colocaba en la misma frecuencia de no pocos grupos jóvenes que daban sus primeros pasos con la mirada puesta en los años hippies).

La década de los ’90, con el rock tomando por asalto los rankings mainstream, los captura volviendo a la normalidad. Nonsuch (1992) los hace poner los pies sobre la tierra y, de la mano de su cristalina producción, redondea un intento sobresaliente por ajustarse a estructuras más accesibles del que puede destacarse, por mencionar algunos, el single The Ballad of Peter Pumpkinhead (de aguda letra de observación social), la plácida My Bird Performs, que propina Moulding y Wrapped in Grey. Este extenso álbum será, asimismo, el primero de la banda en ser oficialmente editado en Argentina.

Los últimos gestos de actividad tendrán lugar en las puertas del nuevo milenio. Apple Venus Vol. 1 (1999) y Wasp Star – Apple Venus Vol. 2 (2000), muestran a XTC exponiendo su

universo para una nueva generación de fans, aunque, ciertamente, es el primer volumen el que se lleva el oro. Aquí, Partridge y compañía directamente parecen abocados a crear su propia sinfonía para adolescentes, o bien el propio Pet Sounds, colocando toda su imaginería pastoral bajo un manto de instrumentación acústica y sublimes arreglos de cuerdas cuya compleja y estresante realización se cobraría dos nuevas víctimas: el productor Haydn Bendall y el mismísimo Dave Gregory, tras dos décadas de aportar su excelencia para las seis cuerdas. Apple Venus Vol. 1 quedaría automáticamente alineado en el numeroso podio de delicias, relegando al más eléctrico pero desparejo volumen dos, el último trabajo, al día de hoy, de nuestros extraños héroes.

Sin embargo, XTC jamás levantó un certificado de defunción; no hubo comunicados ni separaciones formales. El desgaste humano aparenta haber sido el causante del cese de actividades de estos muchachos, que durante las largas pausas nunca dejaron de atender sus variados proyectos personales. Andy Partridge y Colin Moulding, que aún viven cómodamente en Swindon, no se cruzan en la verdulería pero sí suelen “intercambiarse mails llenos de odio”, como declarara el principal compositor hace un tiempito. Una fina ironía, muy inglesa, que despresuriza y de paso alimenta las esperanzas de, alguna vez, volver a toparse con material fresco para el deleite.


¿Fue durante el verano de 1980? No lo recuerdo muy bien. Lo que si me acuerdo es que la revista Smash Hits tuvo la dudosa certeza de definir a The Police como “los herederos de The Beatles”. Nada que ver, por supuesto. Pero, como en toda mentira, algo de verdad había en ello. Y no tenía que ver directamente con las ventas de los LP de la banda de Gordon Sumner –más conocido como Sting- sino en algo paralelo a esto. El líder de The Police declamaba a los cuatro vientos que su banda favorita se llamaba XTC. En más de una ocasión los tildó de ser algo como… los nuevos Beatles. Hubo un momento en que los XTC eran los mimados de la prensa britanica, y The Police todavía ni existían. Andy Partridge, Colin Moulding, Barry Andrews y Terry Chambers eran (y son) de Swindon. Y ser de Swindon era (y es) algo de muy poca monta si querés figurar en los anales del rock. Pequeña ciudad del sudoeste de Inglaterra, bien reconocida por su tradición campesina de maestros queseros y de viejas locomotoras victorianas, Swindon se llevaba el galardón de campechano en el imaginario de los ingleses, algo parecido a la ciudad argentina de Venado Tuerto. Pero justo allí –y tal vez por esta razón- brotaba una extraña venganza, una juntada de personalidades creativas y exuberantes que tramaban dejar su sello en la música rock y pop de la isla. Y de modo marcadamente inusual. Mi intención claramente no es biográfica. Con la música hay que ir a las fuentes ya, para saber de qué estamos hablando. Por eso iré a la trama autobiográfica, para infundirles algo de la pasión que picó a este oyente de la banda, allá por 1977. Luca (si, el futuro líder de Sumo) irrumpió en mi habitación en Londres con un EP que había traído –en realidad, robado- de su trabajo en la disquería Virgin Records de Marble Arch. Con la bandeja en acción, lo que nos saltó a los oídos fue un tema llamado Science Friction, un auténtico ataque de delirium tremens, de excitación apenas reprimida, de nerviosidad impetuosa. Acá estaba el primo inglés de otro debutante, David Byrne, pero con un poco más de humor. Y con una banda muy singular. Solo tres temas, cada uno único y memorable. ¿Mi preferido? El exótico y rengo Dance Band, sobre el bajo hipnótico de Colin Moulding y siempre con relámpagos de guitarra orgásmica a cargo de Partridge. Flechazo instantáneo (uno de muchos de un año tan generoso de nuevas bandas demoledoras). Los shows en vivo de la primera época me los perdí ya que estaba atrapado en mi colegio en Canterbury, otra ciudad del bucólico

interior inglés. Pero quien si gozó del loco frenesí de esta banda en vivo fue Luca. No solo me atormentaba con sus relatos de los shows, sino eventualmente de su amistad no tan esporádica con la banda misma. Finalmente tocaron en el Cinema Odeon de mi ciudad, un show electrizante pleno de una histeria controlada, con toda la energía reprimida de un adolescente cuya sexualidad pide explotar. Un dilema muy inglés, ¿no? En ese sentido, temas emblemáticos como Making Plans For Nigel, Statue Of Liberty y Rocket From A Bottle hablaban y sonaban a entusiasmos reprimidos a flor de piel. Y la pluma, acida y muy hábil, era casi siempre la de Andy Partridge. La salida de su primer LP White Music dejó a mi hermano mayor excesivamente amargado. “¡Se fueron hacia el costado más pop, los estúpidos!” brotó. Claro, él los conocía en vivo y no digería la factura más prolija que la grabación de un LP de lanzamiento pedía para esa época. Hasta se los dijo a la cara, y ahí murió la breve luna de miel entre los muchachos y el futuro gurú del rock argentino. Pero la actitud escénica de Andy Partridge marcó fuertemente a Luca, y quien mira los primeros shows de Sumo se puede dar cuenta de esto. Por otro lado, todavía al día de hoy el disco tiene una frescura excéntrica que es envidiable. Temas como I Set Myself On Fire y New Town Animal son verdaderas joyas de esta etapa. Mi segundo contacto en vivo con ellos fue en una grabación por la BBC, con público, desde un teatro en Londres. Fui acompañado por Luca y presenciamos un show memorable, compartido con otra banda que llegaría a ser legendaria: Steel Pulse. Esto fue en 1978, cuando la convivencia entre punk, new wave y reggae era algo común en este momento. De este show hay registros sonoros en Youtube, y es el mejor documento de esta enérgica primera época. Los próximos pasos de XTC fueron imprevisibles, inquietantes, frustrantes, oscuros, brillantes. Y el hecho de seguirlos siempre fue un acto de fe.

establecer una especie de “marca de fábrica” en el panorama de música tradicional inglesa mezclada al pop. Una síntesis de experimentalismo muy placentero y de divina factura. Al igual que Elvis Costello, y en menor medida a Squeeze, los XTC eran los verdaderos artesanos del pop rock británico. Casi invisibles bajo la luz aplastante y comercialmente devoradora de los media de su época, los XTC siguieron su personalísimo viaje a través de ideas y paisajes musicales con la aparente despreocupación de un maestro-juguetero haciendo sus creaciones para el goce de los eternos, pequeños oyentes, nosotros. Pero volviendo al elemento autobiográfico, puedo decir que la salida de cada disco me ha siempre encontrado disconforme en un primer momento. Con la excepción de 3-D E.P. (su primera grabación), mi primera opinión ha siempre negativa, para luego pasar a un paulatino y típico milagro de redención. Por otra parte, hay cantidad de anécdotas que nosotros, los amantes, celosos y profetas de XTC cuidamos con recelo. ¿Algunas de las más conocidas? La difícil relación entre nuestros héroes y su productor, Todd Rundgren, durante la grabación del exquisito Skylarking, por ejemplo. “Un bunker para dos Hitlers” dijo alguna vez, con típica ironía, Andy Partridge sobre su trabajo codo a codo con Rundgren. O la salida de escena (física y definitiva) de Partridge durante un show en Le Palais de Paris, quien atribuye hasta hoy su renuncia -forzada por el resto de la banda- a un ataque de pánico, uno de los tantos que el “stress de gira” le venía causando. Esto fue en el lejano 1983, y nunca más volvieron a tocar en vivo. Como The Beatles.

Se fueron Andrews y Chambers, y entró Dave Gregory. Pero siguieron los discos, trabajos tan catchy, tan musicales e inteligentes que te daban ganas de cantarlos todos, de la primera a la última canción. Y si, como en mi caso, eres casi un jukebox humano y encontrás con otra persona como vos que es fan de XTC, como mi amigo italiano Davide… Bueno, ya estás en el paraíso. Cantás letras e instrumentos sin parar, los discos ya te pertenecen. ¡Se meten en tu ADN!

Mientras tanto, la pequeña legión de XTC crece día tras día. ¿Fueron los herederos de los Beatles? ¿Por qué tendrían que haberlo sido? Yo los veo más como un cruce entre los Monthy Python, Captain Beefheart y unos músicos de pueblo medieval, de gira y con unos buenos ácidos en el bolsillo. Y hablando de caramelos con gusto a ácido, no se olviden de saborear a los Dukes Of Stratosphear, la banda alter ego de XTC. Los duques nacieron como un chiste salido de una obra de Pirandello. Sus dos discos, 25 O’Clock y Psonic Psunspots, le dieron a XTC un inesperado revés: vendieron más que cualquier disco de la banda oficial. No creo que haya, en la historia del Rock, una banda conocida que fue superada, en ventas, por su misma y surreal invención. Hasta en esto, XTC, los mosqueteros de Swindon, han sido únicos.

Los discos que no te permitían celebrar el típico buen humor de la banda (como Mummer) seguían a auténticos “capolavori” como English Settlement. Este último logró

Puertas de acceso a XTC: English Settlement, Black Sea, Drums and Wires, Skylarking, y el jugoso libro XTC: Song Stories de Neville Farmer.

El autor es músico y actor, hermano de Luca Prodan, fallecido líder de Sumo.

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Música

Entró al mundo de la música a los diecisiete años de la mano de una banda que marcó la escena shoegaze de los ’90: Slowdive quedó en la historia con su disco Souvlaki como uno de los mejores representantes del género. Editaron tres álbumes entre 1989 y 1995, año en que se separaron. Entonces, Halstead y algunos ex compañeros de banda formaron Mojave 3 dejando de lado la distorsión noise por el sonido folk. Hoy encontramos a Neil Halstead en una etapa creativa en la cual le bastan su voz y su guitarra. Así lo vemos en el video de Tied To You, cálido, relajado y amable. Alterna su vida en Cornwall entre el surf y el trabajo en estudio. Cuenta con tres discos editados, Sleeping on Roads (2002), Oh! Mighty Engine (2008) y Palindrome Hunches (2012). Este último trabajo es el que presentará en su primera visita a Buenos Aires. ¿Qué te dejaron los días de Slowdive? Bueno, supongo que Slowdive fue mi entrada al negocio de la música, tanto en lo bueno como en lo malo (sonríe mientras guiña un ojo). ¿Qué opinás del resurgimiento del folk, con bandas que incorporan el sonido shoegaze y un nuevo disco de My Bloody Valentine? A mí me gustan todos los tipos de música, algunos me gustan más que otros. El nuevo álbum de los Valentines es otro disco increíble de una banda asombrosa. No rompe con el molde y para mí Isn't Anything (1988) va a ser siempre mi álbum favorito, pero como un nuevo disco en su catálogo, me encanta y estaba feliz de que ellos hayan podido encontrar el momento para hacerlo. ¿Cómo fue transitar el camino de un sonido eléctrico y ruidoso hacia la calma y la simplicidad acústica de la música folk? Para mí, empezar a tocar la guitarra acústica fue una manera de reconectar con la música. Para el

momento en que hicimos nuestro último disco de Slowdive, un disco muy abstracto y basado en secuencias y muestras, sentí un poco como que necesitaba hacer algo más orgánico. Entonces, aprender a escribir canciones en oposición a hacer ruidos fue mi manera de hacerlo. ¿Este cambio de camino es una expresión de una etapa más adulta en tu vida? No… (risas) Eso fue cuando tenía veinticuatro, ahora tengo cuarenta y dos y todavía estoy tratando de alcanzar esa etapa “adulta”. ¿Te sentís parte de la tradición inglesa de trovadores folk, como Bert Jansch y Nick Drake? ¿O tus influencias vienen de otro lado? Amo esa música y también me encanta mucha de la música americana, como Townes Van Zandt, Gram Parsons, y mucha música country. No estoy seguro adónde encajo yo realmente, pero esa influencia es fuerte. ¿Qué sentís que podes hacer como solista que haya quedado guardado mientras estabas en una banda? Supongo que una de las cosas que podes hacer es responder a tu público mucho más fácilmente. Quiero decir, cuando estás tocando en un show. Suelo disfrutar de tocar sólo por la libertad de no tener que estar atado a un setlist y de hacer de cada show una experiencia única. Notamos que el folk y el soul han ido ganando más presencia en los grandes festivales de verano, con Michael Kiwanuka, Laura Marling o Benjamin Francis Leftwich. ¿Qué artistas nuevos escuchás o recomendarías? No estoy seguro acerca de los nuevos artistas folk… Hay una gran cantante acá en Cornwall llamada Kezia, que es realmente maravillosa. Aunque también amo a Laura Marling. Me parece que estoy escuchando un montón de música psicodélica de sintetizadores reciente-

mente… Locust en particular y Neon Indian. ¿Qué escritores disfrutás leer o sentís que te inspiran a la hora de escribir las letras? Solía leer mucho y ahora leo un poco menos. Aunque acabo de releer The Great Gatsby después de ver la película y me di cuenta de cuánto disfrutaba leer a Scott Fitzgerald. Siempre tiendo a volver a Richard Brautigan y a los cuentos cortos de Andre Dubus. ¿Cómo describirías el show que traes a Buenos Aires? ¡Simplemente yo con una guitarra! Es tu primera vez acá, ¿qué esperas del público argentino? Es mi primera vez y estoy esperando ansioso poder ver algo del país, captar un poco el sabor de la vida y de su cultura. ¿Conocés algo de la música de esta parte del mundo? No… todavía no. ¿Qué planes tenés para el futuro? Bueno, vamos a grabar con Mojave 3 este verano y tengo un disco que sale en septiembre. Un proyecto nuevo que se llama Black Hearted Brother, que es algo en lo que estuve trabajando con un par de viejos amigos durante un tiempo. Es una onda bastante ruidosa con muchos sintetizadores y guitarras.

Más info en

neilhalstead.com



Acaba de lanzar su tercer disco de estudio y aparenta tener grandes aspiraciones. En medio de una vorĂĄgine de cambios en su carrera, no tiene miedo a redoblar la apuesta y afianzarse en su nueva identidad riot grrl. En el marco de su segunda visita a la Argentina en los Ăşltimos seis meses, repasamos el agitado recorrido de la londinense: de la amable melodĂ­a al piano de Foundations al bajo distorsionado de All Talk.


Nacida hace apenas veinticinco años en el barrio londinense de Harrow, hija de padre inglés y madre irlandesa, Kate Nash fue uno de los nombres femeninos que sonó fuerte en la escena británica allá por el 2007. Cuando su pegadizo single debut Foundations trepó rápidamente al segundo lugar en los charts de UK, el lugar común fue asociarla a Lily Allen y su por entonces exitosísimo Smile. Melodías simples y efectivas, letras cargadas de despecho hacia el sexo masculino, y esa cuota de irreverencia que admitía incorporar insultos directos en las letras. Pero antes de causar furor en las radios – no mucho antes – Kate era adolescente y había aprendido a tocar al menos dos instrumentos en pocos años. Un pie quebrado la obligó a quedarse en casa durante algunas semanas, las cuales aprovechó para decidirse a hacer sonar esa eléctrica que su madre le había regalado y componer algunas canciones. Sin mucho más, allá por el 2005 se le animó a los escenarios y a las redes sociales. Subió a MySpace esas primeras creaciones, lo que le permitió no sólo cosechar los primeros selectos acólitos, sino también conseguir un manager y un productor, que ya veían en ella un talento prometedor. Recién en 2007 saldría a la venta (sólo en formato vinilo) su primer EP, Caroline’s a Victim (MoshiMoshi Records), cuya canción homónima, si bien llegó a tener video, quedó más bien en el olvido. Algo muy distinto ocurriría con el correspondiente lado B, una simpática baladita en guitarra titulada Birds que poco después se convertiría en uno de sus más recordados hits.

EL DEBUT Apenas unos meses más tarde y ya habiendo atestiguado el éxito del single Foundations, salía a la luz el debut Made of Bricks (2007).

canciones y algunas constantes conceptuales: relaciones de juventud, muchachos rompecorazones, y una chica con actitud que se rehusaba a dejarse manipular por ellos. Con el piano como columna vertebral de casi toda esa secuencia inicial de temas, Nash daba sus primeros pasos firmes en la industria dejándose ver como una sólida compositora. Dickhead y Shitsong dejaban en claro que aún con diecinueve años, aquella colorada de aspecto angelical no sólo no tenía pelos en la lengua, sino que se animaba a la interpelación directa. El propio Foundations arremetía contra un aparentemente insostenible noviazgo. Pero no todo era confrontación: Kate hacía honor a su inocencia y a veces bajaba la guardia. Nicest Thing y We Get On se constituían como simples pero efectivas baladas que dejaban ver algunos momentos de debilidad emocional, y otros como Mouthwash daban cuenta de una suerte de búsqueda introspectiva. Es que por aquel entonces, Nash parecía ya estar mirando hacia delante y buscando un rumbo firme sobre el cual echar raíces. Si bien la crítica se mostró inicialmente un tanto escéptica ante ese primer álbum, pronto le abrió las puertas y le dio la bienvenida con buenas reviews a esta prematura artista: el público adolescente había abrazado inmediatamente las canciones de Nash y había logrado catapultar a Made of Bricks al primer puesto en ventas en el Reino Unido. Esto le valió la participación durante el mismo año en casi todos los festivales más celebrados de UK (Glastonbury, Bestival, T in the Park, Reading and Leeds, entre otros) y su debut televisivo en Later with Jools Holland, nada menos. En 2008 se llevó el Brit Award a la Mejor Artista Femenina Solista, y el NME Award a la Mejor Solista. Kate Nash había llegado para quedarse.

LA REINCIDENTE

De la mano de Fiction Records (aquellos que albergaran a The Cure durante veinte años, antes de ser comprados por Polydor / Universal), Nash lanzaba un larga duración de doce

Después de casi tres años sin material nuevo, pero con lanzamiento de varios videos y singles que cosecharían su popularidad fuera del Reino Unido, el 2010 sería el año de nacimiento del esperado segundo disco de estudio: My Best Friend is You. Estos nuevos trece temas se movían por otro sendero, y la presencia del ex Suede Bernard Butler en la producción hablaba de ese corrimiento. El primer acceso al larga duración ya había dado la nota: I Just Love You More se movía sobre una guitarra rítmica poderosa y la letra repetía ese título una y otra vez, una y otra vez, con juegos vocales de Nash que incluían gritos. No había piano, ni voces dulces, había noise y distorsión. La historia empezaba a cambiar. Si bien en líneas generales todavía dominaba ese característico pop de cantautora y todavía había mucho de ese despecho

emocional, las señales de que Nash no era la misma estaban por todos lados. Mientras que Paris, Kiss that Grrl y Later On remitían a una versión más madura y musicalmente más desarrollada que la de aquella coloradita de diecineuve, otros como Take Me To Higher Plane y Don’t You Wanna Share The Guilt? (en particular la catarsis final de este último) mostraban a una veinteañera un tanto incoforme con ella misma, que desesperadamente buscaba canalizar un mensaje que no había podido identificar. “I feel like putting down my bags and screaming because I’ve got something to say!”, vociferaba. Sí, tenía algo para decirles a los periodistas de la farándula que ya se habían encargado de poner en duda su estilo y su belleza, a todas esas cosas repudiables con las que se había topado en la vida pública y en la industria musical. Había algo que no le gustaba nada a Nash, y en Mansion Song ya estaba expresando el boceto de esa incomodidad. Este recitado a capella despotricaba contra las groupies que se regalaban a los músicos, pero a la vez reivindicaba las libertades sexuales femeninas.

My Best Friend is You fue un disco sólido, siempre con ese vaivén funcional entre frescura juvenil y ruptura de esquemas, una mezcla de esa primera Kate Nash de Birds (que proponía algo similar con I Hate Seagulls) y la que se venía. La gira presentación del disco la llevó a viajar por Estados Unidos con el festival móvil Lilith durante 2010, en el que se presentan exclusivamente artistas femeninas o bandas lideradas por chicas. En este sentido las cosas ya estaban cada vez más claras: Kate incluso eligió como teloneras a Supercute!, un trío de pequeñas neoyorkinas que se las traían. También la depositó por primera vez a Latinoamérica, y en Febrero de 2011 dio un show en el Teatro Coliseo de Buenos Aires para un auditorio que escuchó tranquilamente desde sus asientos, con la excepción de una decena de fanáticos que se animó a mostrar su emoción y cantar los temas.


EL GRAN CAMBIO Una vez terminada la gira por nuestras tierras, volvió a los escenarios ingleses con un batacazo: había reemplazado a su banda de tres muchachos por tres chicas con mucho rock encima. El opening act de ese mini tour por UK fue, claro, una banda liderada por una mujer: la histriónica Brigitte Aphrodite. Además, antes de cada show proyectaba el video presentación de su proyecto off-stage: Kate Nash's Rock 'n' Roll for Girls After School Music Club, un buen programa de visitas recurrentes a varias escuelas secundarias británicas para incentivar a las chicas púberes a hacer música y a prescindir de las opiniones de los demás a la hora de colgarse una guitarra o sentarse detrás de la batería. Incluso después de todo esto, el mundo se escandalizó cuando a mediados de 2012 Nash hizo pública una nueva canción con video que se introducía como compuesta, grabada y filmada en 24 horas. Esa canción era Underestimate the Girl y absolutamente nada parecía tener que ver con aquella niña con pecas tras el piano. El tema arrancaba con la londinense tocando un bajo con considerable distorsión. Nada sonaba ni remotamente parecido a Foundations ni a Lilly Allen. Su voz más bien emulaba con tremenda eficacia la de Kathleen Hanna, frontwoman de Bikini Kill, la legendaria banda ícono del movimiento riot grrl estadounidense de los años ‘90. Y con ese sonido se alineaba el de esta nueva canción que, claro está, contenía numerosos guiños feministas en la letra. Kate Nash ya ni siquiera era colorada: su estética dulce había sido reemplazada por una provocativa imagen fierce, y su nuevo peinado sesentoso morocho y rubio descolocaron a la mayoría. “¿Qué le pasó a Kate Nash?”, se preguntaron todos, un tanto horrorizados. Bueno, Kate Nash creció. Cuando cumplió veinticinco le fue rescindido su contrato discográfico, quizás sabiendo el rumbo que la artista estaba dispuesta a tomar y no quisieron correr el riesgo. Sin sello y con algunos golpes en su vida personal, Nash se adaptó a los cambios y lo hizo con admirable coherencia, corriendo todos los riesgos posibles. Autogestionó la grabación de su nuevo álbum, fundando su propio sello al que bautizó Have 10p Records (con el cual también produjo el disco debut de la mencionada Brigitte Aphrodite). Financió el disco a través del sitio PledgeMusic, donde los artistas venden distintos productos propios (el propio disco en distintos formatos, entre ellos) para reunir el dinero que abocaran a justamente la creación de dichos productos. Viajó a Los Angeles y se alojó en una mansión con su banda, su equipo y algunos amigos y familiares, incluída JD Samson de Le Tigre. Estuvo cerca del punk californiano y de Fidlar,

una banda de este estilo que hace rato la fascinaba y con los que colaboró en el tema Awwwkwaarrrddd. En ese contexto y en ese mismo escenario nacieron Under-estimate the Girl, y los quince temas que formarían su tercer disco en estudios, Girl Talk (y algunos más que se repartirían en un EP y en shows en vivo). Pero mientras su tercer larga duración todavía estaba en fase de producción, Kate tuvo que dar algunas explicaciones. O no, pero eso le reclamaban todos. En ese interín, sorpresivamente llegó de vuelta a Argentina cuando nadie la esperaba, para abrir la edición 2012 del Personal Fest. Su show de Noviembre en The Roxy Arcos dejó muy en claro por donde pasaba su presente. Ya no más teclados en vivo, ya no más acústicas. Banda de chicas, bajo distorsionado, guitarras poderosas y mucho girl power. Pocos temas Katenashianos, mucho garage punk y proclama feminista. Algunos quedaron boquiabiertos y rechazaron de plano la metamorfosis. Otros, fieles, se subieron al barco sin hacer preguntas y agitaron puños como en un recital de sótano. Semanas después, el EP Death Proof estuvo disponible en Internet. La referencia a Tarantino (y la estética del posterior video), el cover de All The Day And All The Night de los Kinks, el protagonismo del bajo en manos de Nash y la predominancia incuestionable del sonido garage, le ponían la firma a la nueva identidad de la londinense.

MI NOMBRE ES ACTITUD Ya en marzo de este 2013, Girl Talk fue la confirmación de lo que se venía anunciando en shows y adelantos: un disco con las influencias punk pero con la supervivencia en justa medida del pop pegadizo.

Sister y All Talk son un tributo muy disfrutable a bandas como Hole o Sleater-Kinney. La contrapartida: Oh My God!, Fri-end? y You’re So Cool, I’m So Freaky, más íntimas y con dos o tres cambios menos, respectivamente. Hay hasta un pseudo-rap titulado Rap for Rejection que, por si a alguien no le había quedado

claro, enuncia sin restricciones las problemáticas sexistas que le preocupan a Nash en lo personal y en lo general. Girl Talk es una lograda exposición de lo que la renovada londinense es capaz, cada tema cumple su función y logra un equilibrio que hace de éste un disco muy agradable de escuchar. La transición de Nash pareció ser demasiado brusca. Pocos entendieron de dónde salía todo este compromiso político con el movimiento feminista – hilo conductor conceptual de todo Girl Talk – y toda esa distorsión. Kate siempre había tenido fama de ser un poco bigmouth y responder a casi todas los cuestionamientos que le parecían infundados, generalmente usando las redes sociales (escribe un blog en su sitio web titulado My Ignorant Youth). ¿Ahora se quería poner un disfraz proto-punk feminista para demostrar actitud? No. La respuesta estaba ahí, desde el día cero, a la vista de todos. Sólo faltaba acercar el ojo y mirar de cerca. Gran admiradora del sonido que predominó en los ‘90s en USA, el grunge de Nirvana, el noise de Sonic Youth y el riot grrl de Bikini Kill. Tocó el bajo desde que empezó su carrera y siempre tuvo sus influencias a flor de piel, sólo que no lo había hecho en vivo ni en los discos propios (o sí: Model Behaviour es una canción con esas características que circuló en la época de My Best Friend is You, y también en su proyecto punk alternativo The Receeders). Por otra parte, siempre estuvo fuertemente alineada a destacar el lugar de la mujer en la música y en la sociedad, y de eso sobran los ejemplos. Ella siempre fue esta, sólo que creció al mismo tiempo que su música y faltaba que las dos piezas encajaran en el rompecabezas. Más que una metamorfosis abrupta, fue una consolidación de algunos aspectos de su identidad artística y su formación, que hasta entonces habían permanecido subyancetes. Y se la ve muy cómoda y realizada al haber encontrado ese something to say que antes no había sabido liberar. Hace muy poco pasó por Argentina y, al contrario de lo que se podría haber esperado, fue incluso mejor recibida que su vez anterior. Es que este acto de honestidad y fidelidad con su yo interno le valió la pérdida de muchos seguidores que corrieron despavoridos, pero también acercó a muchos otros que se sintieron atraídos hacia a esta nueva impronta. Hay otras quinceañeras para reemplazar a las anteriores, y todo un nuevo espectro de chicos y chicas que también quieren agitar puños. Desprejuiciada, talentosa y firme sobre el suelo que supo construir, Nash parece haber superado las adversidades y las malas lenguas, demostrando con mucha soltura que las chicas también pueden rockear. Y eso mismo está haciendo.


Iluminando el escenario con un vestido dorado de trama escocesa y un peinado estilo pin up, Kate Nash nos dio cita en Niceto para dar un show divertido, energético, íntimo y verborrágico en el marco de su tercera visita al país. Durante más de hora y media de show, la joven inglesa repasó con un setlist potente lo mejor de sus discos Made of Bricks (2007) y My Best Friend is You (2010) alternando también con canciones de su último trabajo discográfico Girl Talk (2013). Las canciones sonaron contundentes, por momentos explosivas, fusionando la dulzura del pop-folk que la hizo conocida con la nueva faceta distorsionada, más cerca del punk, desgarrando las canciones con gritos, alaridos y una potencia arrolladora. El show se fue consolidando mientras Kate alternaba bajo y guitarra para deleitarnos con OMYGOD, Don’t you wanna share the guilt?, Mariella y la esperadísima Foundations, entre otros temas que hizo brillar con energía rockera y espíritu riot grrrl. Kate estuvo muy bien acompañada por su banda integrada solo por chicas, y no dejó pasar la oportunidad para darle un mensaje a todas sus

seguidoras, recordándoles que son mujeres fuertes, que la música las necesita y que el mundo las va a juzgar por su apariencia, hagan lo que hagan; así que lo mejor que pueden hacer, es ser precisamente ellas mismas. Desde ese momento, ya no quedaban dudas de que todos éramos parte de una verdadera fiesta, y Kate no paraba de agradecer el cariño del público con un precario español y su voz entre sensual y tierna. Deslumbró con su carisma, entre tema y tema siempre estuvo sonriente, adorable y muy locuaz, conversando con el público. La atmósfera se volvía cada vez más intima y los regalos de los fanáticos no paraban de llegar al escenario. La londinense agradeció cada uno de los obsequios, y para devolver la gentileza, bajó al piso y se puso a cantar a la par de su público, para la alegría y la incredulidad de decenas de veinteañeros que vivían la experiencia de compartir por unos minutos aunque sea, en el mismo metro cuadrado que

la cantante. A medida que fue avanzando el show, daba la sensación de que Kate había traído a unas amigas para tocar la guitarra en la fiesta que hiciste cuando tus papás se fueron de vacaciones y te dejaron la casa sola. Tras una hora y media de intensidad, llegó el final de fiesta de un show tan pop como agresivo, dejando latente la promesa de volver. El cierre fue inesperado. Una veintena de chicas fueron elegidas para subir al escenario y compartir un poco más de una canción con la artista y su banda. Viendo a su público extasiado y lamentando no poder hacer subir a todos, Nash volvió a bajar y a ser parte de la masa de gente que saltaba en el recinto, con una felicidad inusual para tratarse de un lunes. Se despidió con besos, risitas coquetas y agradecimientos que reflejaban la satisfacción de subirse al escenario y hacer lo que más le gusta. Es sabido que las chicas solo quieren divertirse.


El artista del sonido, en presente Surgido en las entrañas del under electrónico porteño, irrumpió en las primeras ligas nacionales como el tecladista de Gustavo Cerati. Hoy se abre camino solo con un nuevo disco de canciones que lo muestra sólido y con una banda sobresaliente. Por Sebastián Chaves


Leandro Fresco está asociado directamente a la escena pop rock que tiene como núcleos más importantes a Gustavo Cerati y Daniel Melero. Ha desarrollado una carrera musical que incluye grabaciones y giras con ambos artistas, discos propios -editados en nuestro país y en Europa- más un sinfín de historias, desafíos y experiencias. Es un artista con un pasado interesantísimo y un futuro más que promisorio. “Arranqué de muy chico, siempre me interesó la cuestión de la tecnología aplicada a la música, las computadoras y de cómo todo eso podía tener que ver con la música; tenía una Commodore 64 y convertía con el Kawasaki el teclado de la computadora en uno que sonaba. Fui por ese lado, abriendo la oreja con artistas como The Human League y Depeche Mode. Hubo un ciclo en los ‘90 que se llamaba Estetoscopio, lo hacía Pablo Schanton en el Instituto Goethe, que mostraba las tendencias de la música electrónica. Esa fue una época muy floreciente. Los que íbamos al ciclo estábamos influenciados por toda esa música que ellos mismos recomendaban, junto con Daniel Melero, bandas como Aphex Twin. Me gustaba mucho la cuestión misma de que esa música se generaba por un solo músico, o dos como mucho. Tuve bandas de chico, ensayábamos en el garage de casa; los demás integrantes eran más grandes, yo tocaba teclados y no teníamos cantante, y entonces en aquél momento me animé a cantar. Después eso desapareció hasta este disco, no volví a cantar en un disco hasta este que acabo de editar”. Mirando hacia atrás, ¿qué recordás de tus primeros acercamientos a Daniel Melero y Gustavo Cerati? Fue casi en paralelo. Cuando llegué a Daniel, ellos ya estaban medio distanciados, aunque en el último tiempo habían vuelto a hablar. Una vez casi llegaron a juntarse, por pocos minutos no se dio; estábamos con Daniel y Yul Acri en una casa, y Gustavo estaba viniendo pero no llegaron a verse. Yo siempre le decía a Gustavo que se juntara con Daniel para presentar Colores Santos, ya que nunca lo presentaron en vivo y es un disco increíble que influenció a muchos. Ellos se metieron en un género poco explorado y eso quedó como un proyecto flotando en el aire. ¿Cómo llegaste a tocar con Cerati? Lo conocí personalmente cuando comencé a tocar en el circuito, lo crucé por la noche en lugares, de ir a bailar y que estuviera él, teníamos muchos amigos en común. Estábamos separados por muy poca gente. En el Centro Cultural San Martín se hacía un ciclo de música experimental, y un día vino Gustavo y me saludó. Se presentó y lo miré como diciendo “¿cómo no voy a saber quién sos?”. Me dijo que le gustaba lo que hacía. Luego, cuando estábamos grabando el disco Mar de Leo García, en el que yo toqué un par de temas y Gustavo lo produjo, me contó que

Leo se iba de su banda y me propuso tocar en ella. Yo venía de armar ritmos, solo como un nerd, y no podía tocar el piano todavía. Pero él fue muy generoso, se ofreció a enseñarme y me insistió para que formara parte. Aunque en realidad, lo primero que hicimos juntos fue la banda de sonido de la película + Bien, eso fue anterior a la propuesta de tocar. ¿Qué recordas de tu primera gira? Yo estaba estudiando Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires y de pronto me confirmaron que tenía que salir de gira Cerati... Me subí a un avión a Ecuador, la fecha era junto con Fito Páez y Charly García, los tres juntos. Fue el show en el que Charly rompió todo, terminamos todos en la comisaría (risas). Imagináte, en mi primer recital lo primero que me encontré fue con esa escena, lo anotaba para mis memorias (risas). Recuerdo que los más grandes nos miraban a los nuevos y nos decían: “Chicos, tranquilos, esto no siempre es así”. Era la época de Charly en su peor momento, pero siempre súper lucido. El tipo llegó en una limousine blanca, con la cara plateada, los auriculares y vestido de rojo. Entró al camarín con una filmadora, agarró a un asistente y le dijo: “Andá, filmá el escenario y volvé”. Charly miró lo que el asistente había grabado del escenario y le dijo: “No, cambiá todo el backline, la guitarra, el teclado, cambia todo de lugar”. Los organizadores lo querían matar, pero lo empezaron a cambiar, con la gente esperando, todos levantando temperatura. Y cuando subió Charly al escenario, le tiraron una zapatilla, se volvió loco y se retiró al camarín. Todo se desmadró y nos subimos al bus para irnos, pero llegó la Gendarmería ecuatoriana y tuvimos que volver al camarín. Finalmente nosotros pudimos irnos y Charly se quedó peleando con el promotor, mientras la gente rompía todo en la calle. Fue una experiencia muy fuerte (risas). De todos modos, las otras veces que lo vi siempre tuvo la mejor onda, grabó dos temas de Siempre Es Hoy y estuvo muy tranquilo, súper amable. Siempre me sorprendió su gran lucidez.

Te referís a Gustavo con total naturalidad. ¿Te molesta hablar de él, luego de lo que pasó? ¿Qué podés contar de haber trabajado en su banda solista y en la última gira de Soda Stéreo? No tengo problemas de hablar sobre él, al contrario. Lo que me pasa que no quiero usar a Gustavo como alguien para promocionarme a mí mismo, no es una estrategia que me convenga ni quiera usar. Muchas veces arrancamos haciendo una nota y la conversación se desvía para ese lado, pero porque forma parte de mi historia y estoy orgulloso de que así sea. Los diez años más fuertes de mi carrera fueron con él, antes de eso yo estaba en casa con mis amigos, no hay mucho para contar. Ahora soy consciente de que tengo que construir un camino solo, no puedo chapear con Gustavo y menos en este momento. De no haber pasado, seguramente hubiéramos seguido como veníamos. Siempre surgían trabajos paralelos, le hice varios remixes, había muchas cosas que él generaba y me pasaba, nos hicimos muy amigos con el paso del tiempo. De la gira Me Verás Volver recuerdo que fue todo increíble, implicó muchísimo trabajo. No es que Gustavo estaba en Miami hablando por teléfono y se le ocurrió. Hay muchos músicos que tienen un director musical, entonces ellos ensayan dos o tres veces y tocan. Este tipo estaba súper comprometido, te tiraba un solo tremendo en medio de un ensayo, yo miraba y no lo podía creer, ¡pedía que por favor graben todo! La idea surgió después de la gira de Ahí Vamos, allí entré en el núcleo íntimo de Soda. Yo ya conocía a Charly y a Zeta, dos personas fenomenales. Al verlos juntos te dabas cuenta de esa funcionalidad; si bien Gustavo era el cerebro, había una cosa de balance entre los tres. Eran tres caciques, imposible cambiar a uno, todos tenían su rol y eso era perfectamente aceptado por los demás. Y por eso la gira salió así de bien, ¡por momentos me dio envidia no verlo desde el público! Musicalmente, muchas veces sentí que despegábamos,


momentos mágicos en los que se generaba un feedback increíble entre todos, notabas que la nave realmente despegaba. Hablemos de tus influencias en el campo del rock nacional, ¿a quién podes citar? Virus, Charly García, Melero, Soda: me gusta alinearme por ese lado. Me siento muy identificado con Virus y esa cuestión electrónica que hicieron, junto con el clima que generaron en el escenario. Tengo un montón de anécdotas que me contaron de ellos: Gustavo vio como le tiraron un piedrazo a Federico en un recital. También por parte de (Adrian) Taverna, que fue sonidista de Virus, me ha llegado mucha data de gente que trabajó con ellos. Musicalmente tengo más que ver con Virus que con Soda. En tu nuevo disco (Leandro Fresco, 2013) se nota mucho la influencia de Gustavo ¿Qué cosas sentís que tomaste de él? ¿Te parece que se nota? Bueno, me encanta que así sea. Si pudieran escuchar en mi música un 5% de lo que hace él, para mí ya es suficiente. Yo no me quiero ni poner en punto de comparación. Más allá del dolor inicial por su salud, fue también decir: “bueno y ahora ¿qué hago?” Mi presente es una apuesta fuerte, me agarra en un momento en el que ya no tengo veinte años, estoy con diez años encima de venir trabajando en esto y sigo porque es lo que quiero hacer. Estoy contento con el disco, hay que ver a donde nos lleva el río musical. Para componerlo fui bastante retro, no busqué proyectarme en el futuro, es mi primer disco de canciones pop. Hice tanta música muy poco comercial durante mi vida, excluyendo la que hice con Gustavo. Me siento más un artista del sonido que un músico, no soy un virtuoso académico. No me siento al piano a componer desde ahí, supongo que pude mostrar lo que hago gracias a la tecnología. Gustavo, a pesar del tremendo guitarrista que era, componía mucho con la computadora, incluso en Ahí Vamos trabajó así. Luego, en el estudio los músicos reinterpretábamos eso. Yo tomé mucho de esa forma de trabajar, compongo de la misma manera. Por suerte tengo en mi banda a Martín Carrizo en batería, Fernando Nalé en bajo, Yul Acri en teclados y Gonzalo Córdoba en guitarras, es una banda de lujo, hacer un disco con gente así es un gusto. ¿Cómo vivís esta nueva etapa? Estoy construyendo un nuevo camino. Muchos me conocen como músico electrónico y ven que ahora tengo una banda. He sacado varios discos de música electrónica con el sello Kompakt (de Alemania), recientemente publiqué un vinilo con dos temas, es música ambient-instrumental, mantengo los dos proyectos al mismo tiempo. No abandono la otra parte, si bien es anticomercial, es afuera donde tiene más repercusión. Creo que allá no saben que tengo un disco de canciones y acá no saben que tengo un disco de electrónica.

Música electrónica, pop y rock hi-fi. Todo forma parte de la vida musical de Leandro Fresco, es por eso que sus opiniones sobre los nuevos modos de escuchar música, y sus incursiones en la música electrónica más experimental merecen una columna aparte. Sobre sus primeros gustos musicales: “Siempre me interesó la música electrónica, incluso aquella poco comercial que hacían Stockhausen y especialmente toda la obra de Duchamp: las fotos de la Mona Lisa con bigotes, los ready-made como el mingitorio y la música que era más para una galería de arte que para que la gente vaya a escuchar. También me encanta Aphex Twin, era mi referente. Hoy ya no escucho eso todo el tiempo, escuchar un disco entero de ochenta minutos me derrite el cerebro. Hay mucha música que uno escucha para aprender, para ver que es lo que está sonando, desde otro punto de vista”. Sobre Daniel Melero: “Me gustaba mucho lo que hacía, como músico y productor. Le mandé una carta con cintas de unas frecuencias que había logrado en el altillo de casa; a él le gustaron y me invitó a su casa a escuchar y hacer música. Todavía hoy guarda esa carta y nos reímos de eso, lo trataba de una manera muy formal. También toqué con él en la presentación de su disco Rocío, ese fue mi debut en vivo”. Sobre Morocco y el aporte a la música electrónica: “El DJ Dany Nijensohn trabajaba en la disco Morocco. Ellos tuvieron la idea de crear un sello electrónico que se llamó Frágil Discos, y la sede era la discoteca. Los primeros tres discos que produjeron fueron los de Gustavo Lamas, Leo García y uno mío. Fue como un germen; después nos fuimos a tocar a Barcelona, donde se sumaron Gustavo y Flavio Etcheto, que vinieron luego de la gira de Bocanada”. Sobre la actualidad musical y los nuevos modos de escucha: “Hay una cuestión muy evidente, de que ya se escucha música por Youtube, la gente busca temas individuales, más disgregado. Yo también me bajo música, no podría estar en contra del que lo hace, pero también soy coleccionista de lo que me gusta, voy y lo compro. La inmediatez de Internet te permite ubicar un amplio espectro, pero te aleja de poder conocer al artista en profundidad. Ya cambió la manera de escuchar, tengo amigos que ya no tienen ni reproductores de CD, y ni hablar de pibes de veinte años que nunca entraron a una disquería. Es el momento que se está viviendo, seguramente cada época tuvo sus dificultades”. Sobre el rock de hoy: “Me gustó el nuevo de David Bowie, lo estoy escuchando. Con los discos de artistas que me gustan me pasa que no los escucho hasta que

no los tengo en formato físico, no quiero que me lo pasen en mp3. También me gustó el nuevo de Depeche Mode, noté que tiene algo muy autorreferencial en algunas cosas. Es el disco número 13 de ellos, ese número para mi trae suerte. Me gusta porque recuperan la programación electrónica de discos anteriores y no hay tanta guitarra procesada”. Sobre Roken (Cerati, Etcheto, Fresco): “Nunca hubo nada grabado, salvo el tema Vértigo que luego medio se convirtió en Rapto, no hay nada oficialmente grabado en estudio, todo lo que circula es de shows en vivo. Fue como un boludeo entre gira y gira; íbamos a tomar algo a un bar, pedíamos pasar música y como caíamos con CDs y computadoras, terminábamos pasando música en la disco. ¡En USA pensaban que éramos DJs de verdad y nos preguntaban cómo nos llamábamos! Luego, por una propuesta más formal que llegó desde Venezuela, pensamos en hacerlo más seriamente. Eso nos llevó a programar unos cuantos shows en Los Ángeles, éramos tres computadoras con un gran envión de música electrónica y mucha diversión. Era un formato más cómodo que el otro”.




Este genial diseñador gráfico quedó estrechamente vinculado con Factory y la escena rockera británica, dejando una marca indeleble en el subconsciente melómano mundial con su talento para crear algunas de las tapas de discos más icónicas de la Historia. Si una imagen vale más que mil palabras, entonces ¿cuán valioso puede ser un diseño emblemático? Claramente, no tiene precio que se pueda pagar con dinero. En una observación meramente estética, podríamos decir que la remera de Joy Division con la tapa de Unknown Pleasures es la versión melómana brit de la remera del Che. ¿Es casual que el diseñador de la mayoría de las tapas de discos que más queremos, más apreciamos y más atesoramos sea nativo de Manchester? A pesar de lo hostil de su entorno, la ciudad de las fiestas que duraban 24 hs., siempre fue valle fértil en lo que al arte y la creatividad se refiere. Manchester siempre marcó tendencia y supo capitalizar la esencia de sus habitantes, convirtiendo el escenario nofuturesco pintado en escala de grises, frío, mecánico, fabril, trabajador y monótono, en una usina creativa que explotó a fines de los años ‘70 y que, con altibajos, sigue funcionando al día de la fecha como una verdadera Ciudad Emergente de la que salen artistas que uno no puede dejar de mirar. Peter Saville nació en 1955 y se recibió de diseñador gráfico en 1978, el año en donde todas las cosas empezaban a pasar. Durante un show de Patti Smith, un Saville recién graduado se acercó a Tony Wilson (que en ese momento era presentador de televisión y estaba por abrir The Factory) y de esa charla surgió un trabajo. Peter fue el encargado de diseñar el primer póster del club nocturno. Apenas se fundó Factory Records, Saville pasó a formar parte del plantel creativo como director de arte y -con absoluto control creativo- tuvo a su cargo el diseño de las tapas de Joy Division, New Order y Orchestral Manouevres in the Dark, entre otras bandas del momento. Cuenta la leyenda que Stephen Morris- por entonces, baterista de Joy Division- encontró una imagen del primer púlsar descubierto (PSR B1919+21) mientras hojeaba la Cambridge Encyclopedia of Astronomy. Se quedó tan fascinado con esa ilustración que el resto del cuento ya es historia. La imagen original puede encontrarse en internet y muestra exactamente el mismo dibujo con la diferencia de que en la enciclopedia el fondo es blanco y las ondas están en negro. Nadie se hubiera imaginado que ese diseño tan simple pero tan complejo pasaría a la historia melómana como una de las tapas más simbólicas del new wave por un lado, y de la industria musical de los últimos 40 años, por el otro. Saville tenía tanta libertad creativa en Factory

Records que cuando encaró la confección de la tapa de Blue Monday (single de New Order), decidió hacer réplicas de diskettes aunque el costo de ese proyecto fue tan elevado que fue imposible recuperarlo con la venta del single, y la disquera perdió una significante cantidad de dinero. Casualmente, Blue Monday sigue siendo el single de doce pulgadas más vendido de la historia. Una de las cosas más interesantes de la incursión de Saville en los discos de New Order fue el sistema de mensajes encriptados que aparecía en las tapas de algunos discos, y que estaban codificados con colores.

Hardcore y We Love Life, además de una lista extensa de singles que también tienen su marca.

En Blue Monday se mostraba una tira de colores al costado derecho de la tapa, que remite a la señal de ajuste cuando se hace de madrugada y los canales de aire se quedan sin programación. Esos colores eran códigos para el nombre de la banda y los temas que incluía el single. El mismo golpe de efecto se utilizó para la tapa de Power, Corruption and Lies y Confusion. Dentro de la caja de PCL había una guía para decodificar el “mensaje oculto”. El sistema se basaba en una rueda de colores combinados o plenos y cada color se correspondía con un número o una letra del alfabeto. Nada de mensajes satánicos ni reveladores. Simplemente la denominación especial que llevaban todos los discos made in Factory Records.

También Saville dejó su estela en el mundo de la moda creando la identidad visual para marcas como Alexander McQueen, Dior, Stella McCartney, Yohji Yamamoto, John Galliano, Kate Moss y Adidas, además de diseñar la camiseta de fútbol de la selección de Inglaterra en 2010. En el año 2004, el hijo pródigo regresó a su ciudad natal en donde tuvo un rol estratégico en lo que fue la campaña de “renacimiento cultural” trabajando paralelamente con la dirección creativa del departamento de marketing de la ciudad de Manchester. Su trabajo puntual consistió en posicionar a Manchester City Council como una marca representativa y colaboró con la creación de una identidad visual y cultural para la ciudad. Elegante, iconoclasta, influyente y diseñador estrella.

En Blue Monday se leía “FAC73 Blue Monday an” y terminaba la frase en la parte de atrás con “d The Beach New Order”, en PCL decía “FAC75” y la trilogía de los colores terminaba en Confusion con el texto “FAC93”. Los diseños de Saville durante los míticos años ochenta, son fácilmente reconocibles desde la tipografía, los colores vibrantes, la repetición de formas, la estética enigmática, austera y la elegancia de sus líneas simples. Si bien es cierto que el trabajo del diseñador mancuniano suele asociarse a su época de proyectos para Factory Records, también diseñó para artistas como Roxy Music, Peter Gabriel, Wham!, Suede y Pulp. La movida britpop hizo furor en los años noventa y el trabajo de Saville se vio reflejado en varios artes de tapa de Pulp y de Suede. Tanto Brett Anderson como Jarvis Cocker fueron en búsqueda del “estilo Saville” para crear conceptos visualmente sofisticados que mucho tenían que ver con la elegancia y la prestancia que ambos frontmen imprimían en las letras, los videos y la estética de sus grupos. Incluso el mismo diseñador apareció retratado en la tapa del single Film Star, que se desprendía del álbum Coming Up que Suede grabó en 1996. En el caso de Pulp, la impronta Saville se puede apreciar en la tapas de This is

Si bien Saville dejó de trabajar con Tony Wilson hacía ya muchos años, siempre tuvieron un vínculo muy estrecho y cuando Wilson falleció en 2007, Saville diseñó una lápida memorial en su honor. De granito negro, rectangular y minimalista, lleva la inscripción “Anthony H. Wilson, locutor y catalizador cultural” y más abajo una cita de la novela The Manchester Man que la familia eligió para conmemorar a Wilson.

Treinta años más tarde la obra de Peter Saville está más vigente que nunca y el púlsar blanco sobre negro sigue provocando los mismos misterios y los mismos placeres que –aunque pasen las décadas- aún desconocemos. Algunos artes de tapa más representativos de Peter Saville: Joy Division - Unknown Pleasures, 1979 Joy Division - Closer, 1980 Roxy Music - Flesh and Blood, 1980 David Byrne and Brian Eno - My Life in the Bush of Ghosts, 1981 Joy Division - Still, 1981 New Order - Ceremony, 1981 New Order - Movement, 1981 Orchestral Manoeuvres in the Dark Architecture & Morality, 1981 New Order - Blue Monday, 1983 New Order - Power, Corruption and Lies, 1983 Peter Gabriel - So, 1986 Wham! - Music from the Edge of Heaven, 1986 New Order - Bizarre Love Triangle, 1986 Joy Division - Substance, 1988 New Order - Republic, 1993 Suede - Coming Up, 1996 Pulp - This Is Hardcore, 1998 Pulp - We Love Life, 2001


los tres alquilaron un recinto (al que bautizaron The Factory) para promover bandas locales en vivo. Ese club fue el antecedente inmediato de Factory Records, el sello que Tony Wilson y sus socios fundaron en enero del ‘78. Al proyecto se sumaron el diseñador gráfico Peter Saville, el responsable de todas las tapas de discos y afiches del sello, y el genial Martin Hannett, el productor que definiría el sonido de toda aquella época. Contando entre sus filas con A Certain Ratio, la primera publicación del sello fue un EP con canciones de bandas que ya habían sido promovidas en el club The Factory, como The Durutti Column, Cabaret Voltaire y un cuarteto cuyos integrantes habían quedado anonadados después de asistir a aquél recital de los Pistols. Ellos eran Warsaw, aunque luego cambiarían su nombre por el de Joy Division.

Texto: Nico Bouvet

A fines de la década del setenta, el Reino Unido estaba sumido en una crisis económica y social casi sin precedentes en su historia. El gobierno laborista no sabía de qué forma encarrilar las cosas y se enfrentaba a un sinfín de huelgas sindicales, además del índice de desempleo récord que sufría el país. Ese fue el período conocido como el invierno del descontento, y Manchester, la perla industrial del norte, no escapaba a esa realidad. Todo se teñía de gris, de tristeza, decadencia y aletargamiento. Y eso que Margaret Thatcher aún no había accedido al poder... Sin embargo, en junio de 1976, los Sex Pistols visitaron la ciudad, presentándose en el Lesser Free Trade Hall. Lo que para mucha gente fue un simple recital, para la historia musical de la ciudad significó otra cosa. El punk les enseñó a quienes asistieron que si querían cambiar algo, debían hacerlo ellos mismos. El do it yourself llegaba a Manchester. Entre los espectadores de los Sex Pistols estaban Tony Wilson (un melómano presentador de Granada TV), Alan Erasmus y Rob Gretton. Inspirados por la semilla punk plantada por Johnny Rotten y sus secuaces,

Joy Division fue (y es) la banda más representativa del sello. Antes de que grabaran su gran primer disco Unknown Pleasures en abril de 1979, Tony Wilson les hizo un contrato que firmó con su propia sangre, según expreso pedido de la banda. Tomando como inspiración a artistas como David Bowie e Iggy Pop, Joy Division desarrolló un sonido único para la época, empapado de rabia y sentimiento punk, pero aggiornado con los sonidos vanguardistas del synthpop y el krautrock alemán. ¡Bienvenidos a la posmodernidad! La esperada gira de Joy Division por USA (algo que haría agrandar las exiguas arcas monetarias del sello) se vio truncada por el suicidio de su cantante, Ian Curtis, el 18 de mayo de 1980. Así, se puso punto final a la cortísima carrera de una banda cuya impronta fue profunda y que aún hoy sigue vigente. El morbo post mortem no se haría esperar, y el simple Love Will Tear Us Apart escalaría lugares en los charts británicos. Así mismo, Factory lanzaría el segundo disco de la banda, el oscuro y triste Closer, y los restantes miembros de Joy Division formarían un nuevo gran grupo: New Order. El exitosísimo simple de NO, Blue Monday, fue aclamado por la crítica, dándole a Factory Records el reconocimiento mundial que tanto merecía. Entre las efemérides podemos decir que Blue Monday es uno de los hits más extensos (siete minutos y medio de duración) en llegar a los primeros puestos de los charts británicos, además de ser uno de los simples más (si no el más) vendido de toda la historia. Siempre inquietos, los miembros de Factory Records, en sociedad con New Order, deci-

dieron abrir un club nocturno al que bautizaron The Haçienda. Allí, el sello llevaría a cabo las batallas de bandas, concursos organizados para promover nuevos grupos y así cazar a los mejores talentos. De esta manera harían su aparición los Happy Mondays, banda que hacía de todo menos tomarse las cosas en serio. Los problemas con las drogas de sus integrantes (la cultura rave y el éxtasis eran el auge) le dieron más de un dolor de cabeza a Tony Wilson y Cía., aunque eso no impidió que el sello editara su primer disco, Squirrel and G-Man Twenty Four Hour Party People Plastic Face Carnt Smile (White Out), catapultándolos a lo más alto de la movida Madchester junto a otra gran banda de aquellos años (que no perteneció nunca al sello Factory), The Stone Roses. Pero el club The Haçienda daba más pérdidas que ganancias y sus dueños decidieron cerrarlo. Esto ocasionó grandísimos costos, sobre todo a sus socios New Order, cuyos ingresos eran los que bancaban (literalmente) al sello. ¿Más efemérides? Muchos hablan de una especie de maldición cernida sobre Factory Records. Al suicidio de Ian Curtis le siguieron más tragedias. En 1991, a los 42 años de edad, murió el productor Martin Hannett, víctima de su adicción a la heroína y el alcohol. Ese mismo año murió asesinado Dave Rowbotham, uno de los primeros artistas del sello, miembro de la banda The Durutti Column. Y como si ya no tuvieran suficiente, más problemas financieros aparecieron luego de las grabaciones del cuarto álbum de Happy Mondays y del sexto de New Order. En noviembre del ‘92 Factory Records se declaró en bancarrota, y sus artistas fueron absorbidos por un sello más grande, London Rds. La misma suerte corrió el club The Haçienda, que cerró sus puertas en 1997. Rob Gretton, parte esencial de la sociedad y mánager de Joy Division y New Order, murió en 1999; su amigo y principal mentor del monstruo Factory, Tony Wilson haría lo mismo el 10 de agosto de 2007, víctima de un cáncer de riñón. La herencia más importante de Factory Records es, no tan sólo su gran catálogo (interesantísimo, sobre todo por la etapa post punk que representa), sino también la brillante idea de generar un concepto musical total que abarcó la creación de un sello discográfico, la imposición de una marcada estética sonora (y gráfica en menor medida), y la puesta a punto de un club nocturno en donde los otros dos elementos marcaron a fuego el camino a seguir.



Por Giselle Hidalgo

Fotos: Candela Gallo

Esta es la historia de cómo un dúo dark del under, sin discográfica ni manager, abrió el show de The Cure en Buenos Aires, bajo el aval del mismísimo Robert Smith. Alexis y Victoria se acomodan en el sillón de Estudios Paraiso y hojean las UltraBrit Mag que acabo de darles mientras preparo el grabador, prendo el aire acondicionado y me acomodo enfrente de ellos para preguntarles por sus nombres. “A veces usamos A y V, pero somos Di Giovannis”. ¿Por qué eligieron ese nombre? Alexis: Por Severino Di Giovanni, un anarquista individualista que vivió acá en Argentina en las décadas del ’20 y ’30. Leímos el libro de Osvaldo Bayer, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia cuando aún íbamos a la secundaria y nos quemó la cabeza. Justo estábamos armando la banda y no pudimos evitar elegirlo. Corría el año 2006, un chico de cuarto año tenía de vista a una chica de quinto, le pidió a su amigo Nahuel que toque la batería, así podía invitar a esa chica y a su bajo a formar una banda. De esta forma nació Di Giovannis, que no duró mucho como trío pero tampoco tardó en vislumbrar una dirección. Estética y ética punk, la guitarra y la voz de Alexis De Almeyda y el bajo deforme de Victoria Rodríguez Agnese:

“A veces no le pego a las notas, pero lo que suena es ese monstruo deforme que es la base de nuestro sonido”. ¿Por qué decidieron usar pistas programadas en lugar de tener un baterista? A: Nos cuesta relacionarnos con otras personas que no seamos nosotros dos. Un tercero no nos puede seguir, probamos bateristas por dos años y no funcionó porque ninguno pudo hacer lo que necesitábamos. Luego nos sugirieron que programemos la batería y eso hicimos. Fue perfecto porque tenemos una base sólida que nos permite tocar fuerte, como siempre quisimos, sin tener que esperar a nadie. ¿Cuáles son sus influencias? Victoria: No escuchamos muchas bandas, nos gustan unas pocas que escuchamos a fondo y cada vez que incorporamos una nueva nos lleva tiempo, porque tienen muchos discos. Nos gusta básicamente The Ramones. Y bandas como Sonic Youth, Pixies, algo de Joy Division y un poco de The Clash. También algo de Sex Pistols, nos gusta el punk.

¿Se inscriben en la escena under? ¿Cómo la definen ustedes? V: Sí, somos under. A: El under lo forman aquellas bandas que son originales y fieles a su propio sonido. ¿Por qué armar un sello discográfico que edita en cassette? A: Nos gusta lo analógico, no sólo en sonido, también la fotografía con cámaras analógicas, grabar en cinta y en vivo. Un CD se te cae y se rayó, en cambio un cassette puede estar veinte, treinta años en un cajón y lo ponés y sigue sonando. Tenemos una replicadora y una estampadora para producir los cassettes. Hacemos el arte y cada copia nosotros mismos. ¿De dónde sale el nombre del sello, Quelonio Records? A: Me gustan mucho las tortugas. Y un cassette es una cajita de plástico que protege una cinta, tiene que ver con eso.


V: En este momento tenemos seis bandas editadas en el sello, y los cassettes se venden en las fechas. Nosotros como banda tenemos editado el disco Di Giovannis en cassette y CD, y un disco en vivo sólo en cassette.

nuestra entrada y ni nos imaginábamos que podía pasar esto. Programamos media hora de batería, que fue el tiempo que nos dieron para tocar. En realidad sobraba un minuto, así que yo le pedía al que manejaba el escenario de salir ya y él me decía, “esperá que siguen entrando, así los ve más gente”. Pero yo no quería que me corten el último tema, así que salimos a hacer lo que mejor sabemos y con el apoyo de Roberto, que fue quien nos eligió. ¿Cómo fue pasar de fechas chicas al escenario de River, cómo manejaron los nervios? V: No estábamos nerviosos porque estábamos... ¡demasiado felices!

¿Y el ciclo de bandas? A: Tenemos un ciclo mensual llamado Post Mortem. Lo armamos con bandas que nos gustan, deformes como nosotros y que no pueden sonar en otro lado. No necesariamente suenan como nosotros, pero sí son originales. Se hace el tercer martes de cada mes y tocan tres o cuatro grupos por fecha. ¿Cómo llegaron a abrir para The Cure? A: The Cure pidió, por medio de su página web y por el Facebook, un link a un tema o sitio de bandas de Latinoamérica para que fueran soportes en cada país de la gira. Algunos amigos pusieron links a nuestros temas y yo puse uno también. Un buen día abro la casilla y veo un mail con una invitación oficial de The Cure a que abramos para ellos. Lo primero que hice fue agarrar el teléfono y llamar a Victoria. Pensamos que alguien vio los posteos y nos estaba haciendo una joda, pero el mail era @thecure, así que tenía que ser real. Obviamente contestamos que sí y unos días después nos llegó la invitación de la productora local. Todo esto fue dos semanas antes, ya teníamos

A: La única vez que nos pusimos nerviosos fue en la primera fecha que hicimos, que fue en una fiesta en el colegio. Cuando subimos nosotros se fueron todos, tocamos tres temas y nos sacaron. Pero en River estábamos re tranquilos, fue una fecha más pero con la seguridad que nos dio The Cure al elegirnos. Luego bajamos del escenario, le di un abrazo a ella (Victoria) y le dije, “vamos a ver a The Cure”, así que nos fuimos al campo a verlos como lo íbamos a hacer antes de que pasara todo esto. Y luego en el camarín… A: Cuando terminamos de tocar y estábamos guardando las cosas, tocaron la puerta y entró Roberto con un asistente. Nos regaló una botella de champán que tenemos guardada y nos dio las gracias por tocar. Nosotros le agradecimos a él por invitarnos. Nos preguntó porqué no tenemos baterista y hablamos sobre eso hasta que entendimos que él no nos decía que teníamos que poner a alguien que toque, sino algo más teatral, nos dijo que necesitaba ver a alguien golpeando algo (risas). Luego le dimos el catálogo completo de ediciones de Quelonio y nos dijo que todavía tiene para pasar cassettes y los iba a escuchar, también le dimos el disco en CD para él y el resto de la banda, y le contamos que nosotros hacemos todo, que tampoco tenemos manager, como ellos.

¿Esperaban conocerlo? V: Sí. Es lo que tenía que hacer, sabíamos que era una persona correcta y que haría lo correcto. Una persona en la posición de él decidió, en los dos días que estuvo, ver qué pasa acá, llevarse algo de arte. A: Utilizó las posibilidades que tiene (el Facebook y la web de una banda como The Cure) para hacer este contacto. Si tuviera más tiempo, seguramente le gustaría ir a ver y elegir bandas en vivo, pero lo hace así. Yo me crucé con la persona del staff con el que nos enviamos mails y le agradecí lo que hicieron, porque sabemos que para que una banda como nosotros, sin contactos, llegue hasta ahí… Esto acá no pasa. Y él me dijo “quedate tranquilo que esto Robert lo sabe, por eso lo hace, él es una gran persona”. ¿Cómo ven el futuro de la banda? ¿Cuál es el próximo paso en esta dirección? A: Tenemos pensado grabar el segundo disco este año acá en Estudio Paraíso, que es como nuestra casa ya, donde grabamos nuestro primer disco también. Vamos a grabar en vivo, en cinta abierta de 24 canales, aunque tal vez sólo usemos 16. Lo vamos a mezclar y editar de forma analógica aprovechando que tenemos los recursos para editarlo nosotros mismos en vinilo y cassette. V: También vamos a seguir tocando todo lo que podamos, y organizando el Post Mortem. A: Además nos gustaría viajar, ir a tocar a otros lugares. Hacer una gira por Sudamérica y, si soñamos un poco, nos gustaría ir a Berlín, Japón y New York, por esto de Los Ramones, ahí empezó todo. Yo les contaba a mis amigos que sabía que íbamos a tocar con The Cure… No sé cómo, pero cada vez que salían los rumores de que venían, yo pensaba: “ahora no porque no estamos listos”. Hasta que finalmente pasó. Hoy en día nos conoce más gente, pero nosotros no cambiamos, vamos a seguir tocando y vamos a mantenernos en esta dirección, paso a paso, lento pero firme, como una tortuga.


Texto: Luciana Abreu


Cabe preguntarse si la imagen de Borges universal, eclipsa y expande su imagen de escritor argentino. Fue cosmopolita, viviendo Suiza durante la primera guerra mundial y tiempo atrás nutrido de los libros ingleses de la biblioteca paterna. Francia, Alemania y España permitirían su desarrollo como poeta, influido por el movimiento ultraísta, que difundió en Argentina a su regreso. A comienzos de la década de 1920, cuando retorna a la Argentina donde vive casi hasta el final de sus días, se abre el interrogante de cuáles son las condiciones de posibilidad de escribir literatura en un país periférico, fuera de la Europa de sus ancestros, con una población de variados orígenes asentada en una ciudad como Buenos Aires, que comenzaba a crecer como metrópoli pero sin embargo aún rodeada por el campo y lo gauchesco. Estudioso de una tradición que era manejada de modo exclusivo por académicos abocados a una lengua muerta y a una literatura anglosajona a la cual él llenó de mundos imaginarios, produjo, paradojalmente, desde esa periferia rioplatense, un cuerpo literario de cultura anglosajona que los mismos ingleses incorporaron como parte de sus propios orígenes. Borges atravesó un camino en donde se cruzaron coordenadas existenciales que lo hicieron acercarse –entre otros mundos- a la literatura anglosajona, tal vez por su propia estirpe, a través de su abuela paterna, Fanny Haslam. Tal vez porque según Borges, “de la literatura de Occidente, la de Inglaterra es una de las dos más importantes”, como llegó a escribir en el prólogo a la Breve antología anglosajona. En las librerías inglesas es frecuente encontrar sus libros traducidos al inglés junto a los clásicos de la literatura universal, de este modo devolviéndolo o haciéndolo retornar a la herencia de sus antepasados. Al mismo tiempo, sus textos han sido traducidos a decenas de idiomas. Tal vez como hombre Ciudadano del Mundo, traspasó las fronteras culturales, simbólicas y territoriales de los Estados. Alguna vez se definió como Anarquista. Argentina representó una infinita y vasta naturaleza de vestigios de una cultura rural y criolla, hispanista, de presencia espectral. Borges se pregunta cómo superar el supuesto esencialismo local de literatura regionalista o costumbrista, pero sin olvidar la riqueza cultural proveniente del pasado y de su propia historia. Lo épico, lo bárbaro o mitológico entreteje una sustancia que sirve de anclaje de su propia herencia histórica. Ese carácter épico, y hasta esencial para la historia de Argentina y para su propia historia de glorias de ancestros, aparece de forma más

notoria en sus antepasados por parte materna, como el caso de Francisco Laprida, el “presidente del Congreso que declaró la independencia de las provincias unidas de Rio de la Plata”, dedicándole su Poema Conjetural, donde refiere el sentido de una muerte ocurrida en medio de la derrota cumpliendo un destino personal: “A esta ruinosa tarde me llevaba/El laberinto múltiple de pasos/Que mis días tejieron desde un día/De la niñez. Al fin he descubierto/La recóndita clave de mis años,/La suerte de Francisco Laprida,/La letra que faltaba, la perfecta forma que supo Dios desde el principio”.

EL CRIOLLO MIRANDO HACIA EUROPA Borges tenía cerca de sí al siglo XIX rioplatense con sus últimas luces de esplendor, con la literatura gauchesca, los obras de Sarmiento en pro de la libertad, guerras civiles que precedieron a la organización del estado nacional, la barbarie y la violencia, las peleas de indios y blancos, historias de sangre y muerte. Estos elementos han de permanecer a lo largo de sus trabajos, pero configurados bajo su especial mirada. Su obra está más allá de todo, en senderos que se han bifurcado de infinitas maneras, no sólo se trata de un estilo criollista de sus primeros libros, o sus cuentos fantásticos, metafísicos, falsos cuentos, ensayos y falsos ensayos, que surgen a partir de los años cuarenta. Persiste una añoranza permanente por la literatura europea bajo la mirada de un hombre argentino, latinoamericano, y al mismo tiempo universal, que logra construir su propio mundo de referencias, la nacionalidad cuya guía real es el amor al lenguaje y a las culturas para él más preciadas. Una idea de nacionalidad por el lenguaje, podría decirse. Occidente –sus referencias a los máximos filósofos y pensadores- y Oriente refractados por el prisma de la vida rioplatense. Figuras como Evaristo Carriego, compadritos, orilleros, historias de suburbios y milongas que llamaban la atención del autor conviven con temáticas universales. Tres hechos en la vida del autor habrán de signar un destino. Los tres tienen la característica de tener una doble faceta: se está ante un destino ineludible, pero su aceptación constituye un modo de liberación. El primero ocurre cuando su destino de origen sudamericano le aporta una riqueza sin igual para escribir poemas en español, aunque posteriormente lo haga en varias ocasiones en inglés. El segundo hecho se vincula con la progresiva pérdida de la visión, antes de cumplir los 50 años; supo decir alguna vez

que “había quedado ciego por buscar el nombre de Dios”. Esta dramática situación pudo ser canalizada por él a través de una permanente creación poética. De esa etapa debe señalarse el libro de poemas: El otro, donde Borges es ese otro, que fue cuando veía, y es aquél que acepta el destino de ser ciego y vivir en la memoria del pasado, y en la bella creación poética, que se ha vuelto lírica y metafísica, profundamente reflexiva. El tercer hecho que podría señalarse como crucial, es el amargo destino de casi todo hombre, cuando la felicidad no nos ha sido dada: “No me abandona/Siempre está a mi lado/La sombra de haber sido un desdichado”.

LABERTINTOS ETERNOS Existen temas que interesaron a Borges de modo vital. Tal es el caso del destino, como algo que simplemente se impone, a modo de demiurgo, como entidad creadora o que simplemente impulsa el devenir de las cosas. Así, los sucesos se muestran como atravesados por el azar. Su cuento La lotería en Babilonia parece una simbolización de la vida humana. Así no hay forma de superar el azar, ni siquiera al momento de reconocer errores, porque ello “no es contradecir el azar; es corroborarlo”. Ese azar significa que no es posible predecir la existencia de las cosas o desentrañar sus leyes, sino que podemos tener una tenue orientación. Como si estuviéramos en un laberinto de una realidad que no fue diseñada por nosotros –los “laberintos del Dios”- El azar nos reenvía a la idea de laberinto, y luego desde allí, al destino, ineludible si se busca ser libre, en cuanto a poder aceptarlo. El laberinto de Borges fue el universo de las Bibliotecas. “El universo (que otros llaman la Biblioteca) se componte de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas.” (La Biblioteca de Babel). El tiempo, por su carácter inexorable, es otro de los tópicos que interesaron al autor; un modo de conjurar la irrefrenable carrera unidireccional hacia el vacío o la muerte fue reivindicar a la eternidad, y luego, al instante. Da cuenta de ello la bella y la última estrofa del poema titulado El reloj de arena: “Todo lo arrastra y pierde este incansable/Hilo sutil de arena numerosa. /No he de salvarme yo, fortuita cosa/De tiempo, que es materia deleznable". De este modo, lo que se aleja de un momento fugaz que se escurre en nuestras manos es prolongar el instante, en su duración interminable. En Historia de la Eternidad, Borges dirá: “El estilo del deseo es la eternidad”.

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PROLIFICIDAD, POLÍTICA Y MUERTE Borges habría de transitar su camino como fundador y colaborador con otros escritores en la publicación de revistas literarias fundacionales como Prisma, Proa, Martín Fierro, y la revista ícono dirigida por Victoria Ocampo, Sur. Es un Borges lector, que escribe, traduce, da conferencias y recibe premios. Que da clases de literatura inglesa en la Asociación Argentina de Cultura Inglesa, entre otras instituciones. En 1955 es nombrado Director de la Biblioteca Nacional de Argentina. Su ceguera congénita avanza, pero continúa con sus actividades intelectuales. También es una

figura simbólica de una época con una visión contraria al peronismo. A lo largo de los próximos quince años, Borges recibe varios premios y se convierte en un autor internacionalmente conocido y respetado. La situación política en la Argentina durante los años ‘70 y ‘80, de plena convulsión política, lo convence de abandonar el país de modo definitivo en 1986, acompañado por su esposa María Kodama. Muere el 14 de julio de ese año y es enterrado en Ginebra, Suiza, la ciudad europea de su juventud. Su lápida refleja el interés que tuvo en vida por el inglés y el escandinavo antiguos. El monumento de piedra -ubicado en el Cementerio de Plainpalais en Ginebra- fue diseñado por su esposa María Kodama. En el anverso de la piedra hay un grabado de siete guerreros

-la piedra de Lindisfarne- que avanzan en fila con sus armas empuñadas en dirección al cielo. Debajo de ellos, una inscripción enigmática en inglés antiguo: `and ne forthedon na` (Y que no temieran), de La Batalla de Maldon. Más abajo, las fechas entre las que transcurrió su existencia (1899-1986) y una cruz de estilo celta. El reverso de la piedra tiene referencias al amor y la eternidad, donde se observa una nave vikinga con sus velas movidas por el viento. Se lee otra inscripción en nórdico antiguo: "Hann tekr sverthit Gram ok leggr í methal theiera bert" (Tomó la espada Gram y la colocó entre ellos desenvainada). Pertenece a la Volsunga Saga (de mediados del siglo XIII). Otro de los bellos mundos a los que pertenecía Borges a través de sus lecturas.

Visiones libertarias Se ha dicho que en la literatura borgeana hay elementos comunes con una visión libertaria. Tal vez no en el sentido de una ideología anarquista, sino por el hecho de que en sus obras parecen hallarse elementos del pensamiento anarquista: la crítica a la propiedad, a la representación, y al yo. Tal vez porque pueda hacerse una lectura política de sus obras, bajo una visión diferente. Su literatura nunca estuvo desligada del contexto histórico y político que le tocó vivir. En Borges, acecha una Buenos Aires de cara al comienzo de la modernidad. Al mismo tiempo, su crítica a los estados totalitarios y su idea de ciudadano del mundo en un tiempo de guerras mundiales. Las nuevas tendencias en crítica literaria han visto en Borges un activismo a través de sus textos, como modelo de resistencia a la homogeneización

derivada de la globalización, y como respuesta literaria, el planteo de problemas y paradojas de la modernidad. Él mismo solía definirse como un “anarquista spenceriano”, cuya obra había sido transmitida por su padre, en el libro El hombre contra el Estado, bajo la lógica de que nadie debe ser obligado a cooperar con otros individuos bajo ninguna circunstancia, ya que las acciones deben ser voluntarias. En una entrevista televisiva, con Joaquín Soler Serrano, señalaba: “Soy anarquista. Siempre he creído fervorosamente en el anarquismo. Y en esto sigo las ideas de mi padre. Es decir, estoy en contra de los gobiernos, más aún cuando son dictaduras, y de los Estados”. El destacado Economista Martín Krause, en su libro, Literatura, filosofía, política y libertad de

Jorge Luis Borges, analiza los aspectos destacados de la vida del escritor y destaca la importancia que para Borges tenían las ideas de libertad e individuo: ¿Era Borges entonces un libertario? Bueno, con esta mezcla y uso de otras palabras, se consideraba un anarquista, si bien pacífico. “Actualmente –dice- yo me definiría como un inofensivo anarquista, es decir como un hombre que quiere un mínimo de gobierno y un máximo de individuo”. En ocasiones se lo ha asociado a un anarquismo conservador, a pesar de la aparente contradicción terminológica: por su visión individualista y autosuficiente del individuo que se basa en una concepción de la libertad, como ausencia de impedimentos.



Por Laura Bravo


Día opaco en Barrio Norte. Me espera María Kodama. Deseé llegar antes que ella pero la encuentro ya ocupada, charlando con otra persona en la mesa contigua. Pienso que ello me da cierto tiempo para mitigar la ansiedad y los nervios, pero muy pronto me llama a su mesa para iniciar el diálogo. Siento que el cuaderno con las preguntas tiene poco sentido y empiezo a elaborar una estrategia nueva para la charla. Grabador en on. ¿Cómo recordaba Borges su infancia? Con mucho cariño, parece que se divertía mucho, sobre todo con su hermana. Él me decía que ella era siempre como la capitana en los juegos porque era la más osada, subía a las terrazas, caminaba por los bordes sin tener miedo. En cambio él era un poco más prudente, pero lo pasó muy lindo. Recordaba mucho a su abuela inglesa; para Borges fue un hito, no solamente desde el punto de vista de la alegría de vivir que ella tenía, sino como formación. Él siempre contaba que, desde niño, sabía que tenía que dirigirse a su abuela de una manera en particular, sin saber que era a través de una lengua distinta, y al resto de la familia en otra. Cuando creció se dio cuenta de que eran dos lenguas diferentes, de que su abuela era inglesa y que esa lengua que él hablaba con ella era el inglés. Su abuela le inculcó el amor por la literatura inglesa que conservó toda su vida. Bueno, de hecho fue profesor de esa materia en la Universidad de Buenos Aires. En muchos de sus cuentos están las experiencias que ella tuvo viviendo con el Coronel Borges en la frontera con el indio, en Junín. Eso se ve reflejado en su obra. Además, la influencia de su padre en lo que respecta a la filosofía y también en ese agnosticismo que Borges tenía, era bastante típico de los hombres de la familia, según me decía. Hombres que acompañaban a su hermana, a su hija, a su novia, a su mujer, hasta la iglesia, y ellos quedaban en el atrio discutiendo de política. No eran fervientes católicos que iban a misa. La filosofía le llega a través de su padre, al quien le gustaba mucho ese tema. Su padre era abogado y, cuando queda ciego (Borges lo hereda por línea paterna), se dedica a enseñar, dando clases de Psicología en el Colegio Lenguas Vivas. Ésa fue más o menos su infancia, signada por la abuela inglesa, su padre y los inicios de su formación intelectual. Y de adulto, ¿cómo fue su vida cotidiana, la del Borges que ya conocemos? Era una vida normal. Le gustaba salir, comer

afuera, y siguió con esos hábitos siempre. Él soñaba mucho, y tenía la suerte de recordar los sueños. Entonces cuando se despertaba, veía si esos sueños servían para un poema, para un cuento o si no servían para nada. Si no servían los olvidaba y, si veía que servían, comenzaba el proceso: se sentaba y empezaba a dictar. Por lo general lo hacía cuando ya tenía los párrafos armados, porque la prosa era más difícil que el poema que tiene la métrica y la rima. Salía mucho, era muy independiente. Tiene el cariño de casi todos los choferes de taxi de Buenos Aires, se movía por la ciudad en taxi, no le cobraban. Hace poco viví una experiencia muy emocionante: salí de mi casa y un vecino me llamó, yo estaba justo en el medio de la calle, cruzando. Cuando me di vuelta, un hombre me dijo: “vos sos María Kodama. Que Dios te bendiga. Los he visto y llevado con Borges tantas veces”... ¡Pero fue tan lindo! Porque le salió del alma, una cosa preciosa. Borges era una persona muy sencilla... Subía, y les preguntaba ¿qué tal la vida?, ¿tiene familia? Era muy cordial.

INSPIRACIONES Y LA CHISPA CREADORA Retomemos el proceso de escritura. La creación en parte venía de los sueños, ¿y el resto? La otra parte inventaba, imaginaba, o a veces se apoyaba en recuerdos que tenía de lecturas. Hay cosas muy interesantes, sobre todo la apertura que tiene la obra de Borges en este momento, desde hace unos años, hacia la ciencia. Es decir, la ciencia y la técnica han descubierto la obra de Borges. Alberto Rojo y Borges y la física cuántica, por ejemplo. Sí, y también está un investigador argentino que reside hace muchos años en Londres, un señor Quiroga, que se contactó con la Fundación (Internacional Jorge Luis Borges, la cual María Kodama preside) porque quería saber si Borges tenía en la biblioteca libros sobre ciencia y si se había hecho una catalogación de ello bien hecha. Le dije que sí, que viniera; entonces me explicó que él tenía un paciente que era como Funes El Memorioso (N.de R.: cuento de Borges de 1944). Quería saber si Borges sabía sobre eso, si lo había sacado de un libro científico, porque a él le llamaba la atención. Lo importante son las notas que Borges extractaba y que, después, eran como un puente que él utilizaba para

saltar y escribir desde allí sus cuentos. Y este muchacho organizó una conferencia que terminó siendo muy interesante, en Núñez, para un público de Ciencias Exactas, duras. Toda su conferencia fue acerca de Borges pero desde el punto de vista científico y de la memoria. Y yo expuse acerca de la memoria de Borges, a través de toda la obra de él pero desde el punto de vista literario. La concurrencia fue multitudinaria y todos quedaron encantados porque eran dos posiciones diferentes. También se han escrito libros acerca de Borges y la matemática. Aparte, dicen que Borges en El jardín de los senderos que se bifurcan anticipa lo que es internet. Pero eso a mí no me llama la atención porque, a través del tiempo, por aquello de “El mito primero, la literatura después”, Borges ha puesto las semillas para que los demás las hagan florecer. Si tomamos a gente como Verne, Wells, el viaje a la luna o viaje al fondo del mar, si tomamos a un Leonardo Da Vinci, son personas que nacen con un tercer ojo. Pueden ver más cosas que otras personas, que son excelentes escritores pero no van más allá, y esos seres son criaturas que han nacido con un don y eso ha servido para que la humanidad pueda avanzar. Borges esboza sobre ciencia en sus ensayos. Claro, Borges era un lector ávido, curioso. Su biblioteca es muy interesante desde el punto de vista que, de algún modo, se parece a la de Kipling. Es decir, uno no encuentra literatura, salvo clásicos; encuentra libros sobre viajes, ensayos, filosofía. Distintas religiones. Es decir, son sus curiosidades. Filosofía, ¿qué leía? Los filósofos ingleses, Hume, Berkeley. A Schopenhauer también… Los mismos que fue abordando en su literatura. Si, los mismos que fue abordando son los que él leyó. Tiene anotaciones hechas en las portadillas anteriores y posteriores del libro, con los que él se nutrió, las reflexiones que después va haciendo sobre esa filosofía que comenzó a conocer en su infancia.

¿TODOS CONTRA KODAMA? Toquemos un tema más álgido, la cuestión del “Diario” de Bioy Casares. Durante esa polémica se la vio haciendo una defensa


que excedía lo intelectual para ser muy pasional. Bueno, ¿y a vos que te parece? Hay una cosa que despierta mi pasión, al igual que la de Borges, que es la traición. Es muy fácil hablar, gente que mejor no nombrar como esos señores (Alejandro) Vaccaro y (Roberto) Alifano, preferible olvidar los antecedentes que esos señores tienen, ¿no? Lo que te quiero decir es lo siguiente: ellos distorsionan lo que yo digo, y no niego una amistad que existió en su momento y que fue evolucionando con el tiempo, como sucede con los matrimonios. Si dos personas que se quieren y logran una cosa mágica como dar nacimiento a otro ser y después de diez o quince años se pelean como fieras ante un tribunal, es porque han cambiado, porque son otros, porque la vida te va transformando en otro. Entonces, ¿cómo vos podes querer que todo sea inmutable? Salvo que seas como Borges decía, de aquellos que pretenden que una cosa sea inamovible. Vos pensá en mi propia vida: durante veinticinco años fui objeto de un acoso tremendo por parte de media docena de personas. Yo no he dicho nada, no he armado ningún escándalo, he permitido que dijeran lo que quieran decir. Pero vos imagináte que durante veinticinco años demuestran su nacionalismo con z, sus fobias, llamándome a mí, desde las páginas de los diarios: la piel amarilla. Es producto de una sociedad enferma. No toda por suerte, y por eso me quedé en el país porque hay gente que no es así. No se puede permitir que por veintiséis años, de forma sistemática, me hayan insultado. Si vos me decís, “María, es un día, es un mes”... Yo me pregunto si esos señores no parecen señoras despechadas. ¿Qué son en el fondo? ¿Ellos querían ser la pareja de Borges? ¿Cuál es su historia? Me llaman en los diarios “la señorita enfermera”; no tiene nada que ver con el mundo literario. Si ellos son el mundo literario, estoy feliz de no pertenecer a ello. Es una cobardía. ¿Todos contra Kodama? ¿Por qué se meten conmigo, porque soy mujer? ¿Por qué no se metieron con Borges? ¿Por qué no fueron a decirle a él las cosas? También es cierto que, por la posición política de Borges, que siempre estuvo en contra de todo nacionalismo porque él me decía aquello de que cualquier nacionalismo con c, terminaba en z. El fue una persona muy controvertida, y es cierto que toda la parte negativa que antes depositaban en él ahora me la pasan a mí. Soy el chivo expiatorio; pero bueno, está bien, seré el chivo expiatorio hasta un momento, pero nada más. Uno tenía la sensación de que Borges ya estaba más allá del bien y del mal. Sí, pero vos sabés que no es así, porque esas son cosas que se leen en los diarios. Entonces acá hay cosas lógicas y otras que no. ¿Por qué se meten conmigo veintiséis años después? ¿Qué les hice yo a ellos? Yo quise y respeté a

una persona que conocí a los dieciséis, hace veintiséis que murió y sigo con él. Es una cosa que una se pregunta: ¿por qué los medios les dan lugar? Es tristísimo, es una vergüenza. No tienen dignidad.

LOS ENCUENTROS ¿Recuerda el día que conoció a Borges? Sí, recuerdo que la primera vez, y eso me valió un regalo maravilloso, fue: de oídas, que no de vistas, como dicen los romances españoles; que se enamoraban así, cuando le escribían al enamorado o a la enamorada. Me acuerdo que tenía una profesora que debía enseñarme inglés, pero lo hacía con un sistema muy extraño que yo adoré: me leía en inglés lo que ella estaba leyendo, después me hacía un resumen en español para que yo no me aburriera. Y entre todas esas lecturas, un día me leyó los dos poemas ingleses de Borges y me los tradujo como para que una chiquita de cinco años los entendiera. A mí me llamó la atención una cosa: el hambre de mi corazón, cuando él le ofrece a la mujer la desdicha, el fracaso. Y “el hambre de mi corazón”, que para mí el hambre era relativo al estómago, si una criatura tiene hambre es porque quiere comer... Y le pregunté: ¿pero qué es el hambre del corazón? Porque nunca lo había sentido. Ella me dijo: “cuando crezcas vas a saberlo, es el amor”. Esa fue mi primera aproximación a Borges. La segunda fue a los doce años. Yo siempre quise estudiar, enseñar y escribir. Entonces, un amigo de mi padre, que era fanático de Borges, le dijo: “esta chica, por lo menos una vez en la vida, tiene que verlo, escucharlo, porque es el mejor escritor”. Fui con esta persona a una conferencia; te podés imaginar, era una charla complejísima y yo era muy tímida, si llegaba alguien a la casa yo me escondía debajo de la cama o en el placard. Pensaba que nunca iba a poder hacer lo que quería hacer, enseñar. Decía: “si no puedo hablar delante de dos personas, ¿cómo voy a hablar delante de una clase? No voy a poder”. Tenía esa angustia dentro de mí. Luego, este señor me llevó a la conferencia y quedé fascinada. ¿Viste que los tímidos se reconocen como animales en la selva? Vi que la sala estaba llena, con gente en los pasillos y dije: pero, ¿cómo va a hacer para hablar? Yo tampoco tengo volumen de voz, entonces me sentía torturada por eso. Y veo que Borges tenía mis mismos problemas: tímido y con escaso volumen de voz, y aun así hablaba. Entonces yo dije: si este señor puede, yo voy a poder. Y para mí fue maravilloso ese primer encuentro con él. Porque me dio la paz interior de saber que lo que yo quería, iba a poder hacerlo. Fue para mí como un sueño cumplido antes de empezar siquiera el secundario. Y luego lo encontré una vez por la calle Florida. Yo camino muy rápido; entonces él salía, no recuerdo si de la librería El Ateneo o Atlántida, y yo casi lo tiro al piso. Cuando lo

reconocí le dije: “yo escuché una conferencia suya pero era chica”. Entonces, se dio cuenta por mi voz de que seguía siéndolo y me dijo: “claro, ahora usted es grande. Y, ¿dónde trabaja?”. “No, respondí, estoy en el secundario”. “Dígame, preguntó, “¿usted no querría estudiar anglosajón?” Quedé con los ojos inmóviles y le dije: “ah, el inglés de Shakespeare”. “No, uno más antiguo, siglo IX o X”. “No, entonces no, respondí, debe ser muy difícil”. Me reveló: “No, no, si lo vamos a estudiar juntos, yo tampoco tengo idea de qué es”. A partir de ahí nos fuimos viendo en distintos bares, por ejemplo en la confitería Richmond de Florida, en la Saint James que estaba en la esquina de su casa, en La Fragata. A veces tomábamos el té en el hotel Lancaster, en la esquina de Reconquista y Córdoba, donde iban sus amigas a encontrarlo. Y así empezamos. Aunque luego, la vida fue tejiendo otra historia.

EL BORGES DESCONOCIDO En ocasión de la presentación de Atlas, en el Instituto Cervantes de Nueva York, usted dijo que Borges era muy divertido, ¿cómo se manifestaba? Era divertido, los comentarios que hacía eran increíbles. Cierta vez estábamos en Francia, no recuerdo si por el Doctorado Honoris Causa en La Sorbona o una condecoración, y se había armado un gran revuelo. Y en determinado momento estábamos conversando con el que era entonces el agregado cultural argentino en Francia, y él me dice: “conteste usted María, yo luego respondo”. El funcionario me consultó si yo había estudiado el idioma y le respondí que no, pero que tenía un francés correcto y que más o menos me arreglaba. El señor contestó: “caramba, hay gente que ha estudiado toda su vida y no puede hablarlo”. Borges me toma del brazo y dice: “autobiografía”... Siempre hacía algo o decía algo que te hacía tentar de risa. Era una persona muy alegre. Siempre estaba interesado, tenía curiosidad por la vida. De ver cosas, de sentir cosas nuevas. A veces pienso que si él hubiera tenido una buena vista, quizás hubiera sido un aventurero, al estilo del siglo XIX, por la curiosidad que tenía por la gente. ¿Cómo fue trabajar juntos en Atlas? Ese libro salió gracias a Alberto Girri, porque nosotros comíamos mucho con él. Nos íbamos de viaje y yo sacaba fotos como todo el mundo; cuando volvíamos, Borges me decía: llevemos las fotos para mostrar. Y yo las llevaba. Y un día Girri le dijo: “pero Borges, si usted cuenta esas cosas y María tiene estas fotos se puede armar un libro”. Borges respondió: “sí, tiene razón. Pero si María quiere, porque ella es muy especial”. Yo le respondí: “sí, sería divertido, pero como ésa no es mi profesión, es otra historia”. Entonces empezamos a debatir qué nombre le poníamos. A Girri se le ocurrió Atlas. Se lo debemos a él, hay una foto de Girri con nosotros, un gran poeta no reconocido como corresponde, es


escribió ese cuento, Las Ruinas Circulares. Él mismo me lo contó, y también lo mencionó en un reportaje que le dio a Victoria Ocampo hace muchísimos años. Entonces yo quería ver, desde ese lugar que está en una manzana de casas bajas, el jardín donde se había escrito mi cuento preferido. ¿Y el Borges cinéfilo?

Una pena que esté dejado de lado. Para mí es extraordinario.

MÚSICA, MAESTRO ¿Qué música escuchaba Borges? Con la música era ecléctico. Él decía que era sordo musical, pero le gustaba mucho Brahms, algunas cosas de Bach, que es mucho más complicado. No le gustaba Beethoven. De ópera, nada. Pero disfrutaba, por ejemplo, de la música de cámara, la música antigua, la medieval. En Ginebra íbamos a un museo, que no sé si sigue existiendo porque no he vuelto, donde una vez por mes daban un concierto de música medieval, de música antigua con los instrumentos antiguos. Íbamos porque a él le encantaba y se le ocurrían cosas mientras escuchaba la música. Le gustaba mucho la música folklórica, le gustaba la milonga. El tango de la guardia vieja también, pero sin letra, él decía que la letra lo había arruinado y que Gardel había convertido al tango en algo sentimental y llorón que él detestaba. Era muy curioso, le gustaba mucho la música japonesa, porque era delicada, daba tiempo para el pensamiento. Siempre su inquietud era: ¿pero qué música hay ahora, qué música le gusta a usted? Entonces yo le hacía escuchar a The Beatles, a los Rolling Stones. Lo que le encantaba era The Wall, de Pink Floyd. Él decía que era una música que daba mucha energía. Una vez tuvo un encuentro con Mick Jagger. Por casualidad, él estaba en el mismo hotel en España donde estábamos nosotros. Y de pronto, yo soy miope y de lejos no veo nada, cuando levanté la vista lo vi a Jagger: estaba arrodillado con Borges sentado, ya que estábamos esperando que vinieran a buscarnos para cenar. Mick Jagger le decía: “maestro, yo lo admiro, he leído toda su obra”. Y Borges le

decía: “muchas gracias señor. ¿Y usted quién es? El otro respondió: “Mick Jagger”. Entonces Borges le dijo: “ah, uno de los Rolling Stones”. Jagger no lo podía creer: “¿Cómo maestro? ¿Usted conoce lo que yo hago? ¿A usted le gusta?” Lo que menos podía esperar Jagger era que Borges le dijera que lo conocía. “Sí, sí, claro, insistió Borges, me lo hizo escuchar María” (risas). Y con The Wall, hubo un tiempo en que lo sabía de memoria. Porque veía la película en televisión cada vez que la daban y decía que esa música le daba una enorme energía. Por eso, él que detestaba en los cumpleaños el Happy Birthday -decía que era absurdo- en cambio le gustaba The Wall. Entonces en los cumpleaños yo le ponía The Wall y lo sigo poniendo hoy cuando traen la torta. Volviendo a Mick Jagger y su conexión con Borges, hace mucho tiempo hubo una película protagonizada por él que se llamaba Performance (Donald Cammel, 1968), en la que aparece claramente una foto de Borges y Mick Jagger delante, leyendo un libro suyo.

LAS LETRAS Y EL CINE Volvemos a la literatura. ¿Su primera aproximación a la lectura de Borges fue con Las Ruinas Circulares? Sí, tenía once años y no la entendí bien, pero me fascinó el lenguaje. Como yo leía desde muy chica, las palabras y el lenguaje eran y son muy importantes. Antes de poder comprender algo, ya era como una música empezar un cuento diciendo: “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche…” Lo leí todo sin entender realmente qué era y, cuando logré entenderlo e interpretarlo, quedé fascinada. A la Fundación la compré por una razón mágica y muy especial, justamente fue porque en la casa de al lado él

A él le encantaba el cine. Cuando lo conocí ya veía muy mal pero, aún sin ver, iba. La última película que vio fue El Hombre Elefante, que es espléndida. Quedó muy impresionado con ese film maravilloso. Y después hay otra anécdota, y es referente a cuanto me gusta el cine de Bergman; él de Bergman adoraba La fuente de la doncella y El séptimo sello, por el ajedrez, la muerte. A mí me gustaba por el sondeo que hacía del alma humana, me interesaba muchísimo, y entonces iba a verlo. Cierta vez estábamos en París, o en Ginebra, y estrenaron una que había hecho Bergman sobre los matrimonios, que era una cosa de terror. Entonces le ofrecí a Borges -él tenía siempre sus fans- que se quedara con un grupo que iba todas las tardes a tomar un té hasta la hora de la comida. El plan era que yo fuese al cine y él, sabiendo donde yo estaba, mandaba a alguien a buscarme ante cualquier eventualidad. “No, no. Yo voy con usted”, me contestó. “Pero, se va a aburrir”, le insistí. “¿Por qué me lo dice? ¿Porque usted no me puede traducir la película? No importa, voy con usted”, fue la respuesta de Borges. Era inútil discutirle, si quería una cosa, era una idea fija. Entonces nos sentamos, yo con la certeza de que es imposible contar una película de Bergman y menos sin fastidiar a los demás. Cuando salimos me dijo: “Le quiero narrar, más o menos, el argumento… ¿No es éste?” Y yo le dije: “Borges, esto es más que causal de separación. Me ha mentido durante años que usted no sabe sueco. Ahora lo entrego a sus fans y parto. Sí, el argumento es ese”. Y él respondió: “Bueno, yo le voy a pedir que me traiga cada vez que vea usted una película buena, porque yo la he pasado lindísimo”. Claro, él tenía el anglosajón, el islandés, el alemán, el inglés. Y el islandés es la lengua madre del sueco, es como el latín para las lenguas romances. Con todo ese bagaje, durante toda la película trataba de descubrir los verbos y de ahí iba uniéndonos para llegar hasta lo que eran los diálogos del film. Y, a grandes rasgos, la película era lo que él me había dicho. ¿Y el Borges docente? Era buenísimo. Ellos, sus alumnos de Literatura Inglesa, lo amaban porque empezaba con un tema, y luego seguía con otro. Lo que él quería era inculcar amor por la literatura. No era el tipo de clase académica de construcción de un texto, de análisis del texto. Él iba analizando las ideas, iba uniéndolas con la


“T� ��ed� d�� �� s��eda� , �� os���ida� , �� h����� �� �� c�r�z��; �n��nt� s�b��n��� c�� �n���i������ , c�� ���i�r�, c�� ����ot�.” J�r�� L�i� B�r�e�

filosofía que ese texto de alguna manera representaba e iba ensamblándolas con otros para despertar el interés de los alumnos. Y los exámenes… Yo no dí examen con él, esperé a que él se fuera para darlo porque nunca iba a saber si realmente lo había dado bien o mal, y esas cosas a mí no me gustan, debe ser por la formación japonesa… Pero claro, mis amigos y yo misma íbamos a escuchar sus clases… Retomando el tema de los exámenes, eran: “¿de qué quiere hablar? ¿Qué libro ha leído? Dígame qué le pareció”. Existe una chica que se hizo famosa y mítica, a la que Borges tuvo que aplazar porque él estaba preocupadísimo. Decía: “Pero imagínese María, yo le decía César y… se quedaba muda, Romeo y… se quedaba muda. Tuve que aplazarla”. Pero estaba tan mortificado…

EL AMOR DEDICADO Con respecto a la lápida, en Ginebra. ¿Por qué “A Javier Otárola de Ulrica”? Porque Ulrica es el cuento que Borges me regaló. Me decía que él era un caballero victoriano. Yo le decía que era una dama período heian, que es el período mágico de la literatura japonesa en que las escritoras eran casi todas mujeres, y ha dado una literatura espléndida. Entonces, en esa etapa, si alguien escribía, nunca podía dar el nombre del enamorado porque eso era una grosería. Tampoco podía exhibirlo públicamente porque eso le traería problemas y celos en una corte. Esto último sería terrible. Imagináte, si acá son así, cómo deberían ser aquellos, ni pensarlo. Entonces él me dijo que me iba a dedicar ese cuento: Ulrica, y que, cada vez que él lo mencionara, iba a decir que ése era su único cuento de amor. De esa manera, yo iba a saber que ese cuento era mío y que yo era su amor. Así que, de una manera muy delicada, me dedicó ese cuento, secretamente. Por eso lo puse en la estela funeraria. En lugar de poner nuestros nombres, puse con los que nos llamábamos en la intimidad. Todos los enamorados se llaman de distinta

forma cuando no están en público. ¿Cómo surgió la idea de crear la Fundación? Eso surgió a partir de Los Conjurados, el último libro que él escribió y que es casi como un testamento para la humanidad; porque desde allí él indica lo que pretende: la nobleza, lo positivo. De hecho, a Los Conjurados se lo dedica a Suiza, porque para él constituía lo que el mundo debía ser. Quedó profundamente marcado por la forma en que vio que recibían a los refugiados de la Primera Guerra Mundial. Eso lo marcó para siempre. El respeto y la bondad con que se los recibía. La Fundación surge justamente con la idea de crear un lugar, un centro, que de algún modo tratara de concertar el arte, tanto de la pintura como de la música, como de la literatura, en un punto en que la gente, a través de eso, pudiera sacar de sí lo más noble que tenía y tratar de ayudar de algún modo, con un granito de arena, y a través del arte que la gente cambiara que es lo que él quería, que es lo que él esperaba. Y hay una parte en la que expresa saber que eso no puede ser posible, pero ojalá que aquello que deseó sea algo profético. Yo también sé que eso es muy difícil, pero citándolo o plagiándolo a Borges, esa comunión de todos, esa civilización, ese respeto, en el futuro se cumplan. ¿Cuáles son los proyectos en que está trabajando la Fundación? Ahora estamos tratando de festejar acá, a través de una serie de cuadros que hizo un pintor argentino que vive en Sevilla, los noventa años de Fervor de Buenos Aires. También la presentación del libro que hicimos como homenaje a los 90 años de Fervor con el Instituto Cervantes de Nueva York, porque la biblioteca de ese lugar lleva el nombre de Borges. Ahí hubo una gran exposición sobre el tema de la amistad entre Borges y Xul Solar. Otro de los proyectos es hacer una especie de puente entre la Fundación Xul Solar y la Fundación Borges, acá en Buenos Aires. Luego creamos la cátedra Borges Japón, con

la ayuda de gente de cultura de la Embajada. Para desarrollar las actividades que se hacían en el centro cultural que ahora tuvo que cerrar. Luego, las actividades que se hacen normalmente en la Fundación como el festejo del cumpleaños de Borges. ¿Cómo se vive, llevando su legado? Es muy duro por el resentimiento y la envidia. A raíz de eso, reitero, tengo que vivir un acoso que ya dura veinticinco años. Eso es irracional. Porque te dicen: “tuviste a Borges, éste es el pago”. Pero no creo que esto sea así. Pienso que eso es de almas muy mezquinas, pero lógicamente no solo es un honor sino que llevar adelante ese legado es cumplir el deseo de que esa mitad de mi alma siga viva y floreciendo. Su obra ya estaba instalada aun cuando estaba vivo, no necesita de mí ni de nadie. Es un clásico, sigue su curso. Habrá momentos en los que se lea más o menos, pero nunca va a dejar de leerse. Lo que me hizo ver la gente de Borges es que yo consigo una especie de milagro secreto. Borges ha partido hace veintiséis años pero todo lo que yo voy haciendo, los homenajes que organizo, las conferencias que doy, los viajes que hago, tienen que ver con hacer que Borges siga vivo. Ese es mi mérito, que su obra no sea desvirtuada, que no sea maltratada, que no sea falsificada, que no sea traicionada, que no sea distorsionada. Quizás ése sea mi deber. Y el deber es terrible. Honesta, amable, sencilla, educada. María Kodama es quien preserva la memoria de Jorge Luis Borges alrededor del mundo. Ni menos, ni más.

Más info de las actividades de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges en

Fundacionborges.com



Entrevistamos al escritor argentino con el objeto de conocer más acerca del lazo que unía a Jorge Luis Borges con toda una casta de ingleses. Experto en la materia, riguroso investigador, echó luz sobre nuestras dudas en un bar de Palermo.

¿A quiénes se refiere Borges cuando habla de sus antepasados? Cuando leemos su Autobiografía, vemos que Borges desdobla a su familia en una estirpe criolla y militar y otra inglesa y literaria. Relata que heredó el amor por las letras de su padre, que sus primeros libros provinieron de la biblioteca familiar, pródiga en autores ingleses y que, su abuela, Frances Haslam, venía de Staffordshire. Como explicación era muy pobre. En el siglo XIX muchos inmigrantes ingleses se casaron con personas provenientes de familias criollas y esto no devino en nadie del peso literario de un Borges. Una abuela lectora y un padre agnóstico y razonador no alcanzan para explicar el fenómeno. Quizás la pregunta sea: ¿quiénes fueron los Haslam y quién era, en verdad, Jorge Luis Borges? Deben estudiarse cinco generaciones, partiendo desde William Haslam, para develar que la vocación literaria de Borges tiene su origen en la Inglaterra del siglo XVIII. ¿Quién era William Haslam? Pastor metodista y tatarabuelo inglés de Jorge Luis Borges. Alguien que, desde joven, sintió amor por los libros. Era un orador dotado: brillante y elocuente y le gustaba citar a antiguos escritores. Pertenecía a la clase media rural de Inglaterra del siglo XVIII. Le tocó vivir en una época en la que todo

empezaba a transformarse. Por un lado la máquina a vapor con los nuevos telares y por otro la mecanización de la alfarería. Precisamente la comarca que habitaban los Haslam pasó a llamarse “The Potteries” (Las Alfarerías). Allí vivieron tres generaciones de la familia. El reverendo y su esposa Anne Buckley transcurrieron allí sus últimos años. Allí vivirían también Edward Young Haslam con su esposa Jane Arnett. En Hanley nacieron los hijos de este matrimonio, entre ellos estaban Frances Anne (“Fanny”) y Caroline Jane Haslam. Los rasgos que distinguirían a las Potteries pasan de generación en generación y se manifiestan en Borges. Estos son: la tolerancia religiosa y la erudición. William Haslam y su esposa tuvieron seis hijos, dos mujeres y cuatro varones. El menor, Edward Young Haslam, maestro, escritor y director de escuela es quien sería el bisabuelo de Jorge Luis Borges, el padre de Frances Anne Haslam. Todos los Haslam estaban, de alguna manera, abocados al estudio, la enseñanza, a la publicación o a la redacción de libros. En ese contexto se cría Frances Haslam y con esa matriz cultural educa a su hijo Jorge Guillermo y a su nieto Jorge Luis Borges. Contános acerca de la génesis de la ceguera de los Haslam y el impacto posterior en Borges. Borges hereda de William Haslam la ceguera por transmisión genética. En el caso de los

Borges Haslam, la carga hereditaria deviene en la formación progresiva de cataratas. Se trata de una mutación dominante, basta que uno solo de los padres la tenga para que el hijo posea el 50% de chances de recibirla. El Reverendo Willliam Haslam se la transmite a Edward Young Haslam, él hace lo propio con Frances Haslam, de ella a Jorge Guillermo Borges y de ahí a Jorge Luis Borges. Borges, en su literatura se referirá a este suceso como parte de su destino. No obstante, el Reverendo Haslam, tras una operación consigue salvar la vista de uno de sus ojos. Borges queda ciego el año en que es nombrado director de la Biblioteca Nacional. La paradoja es que se encuentra frente a una colección estimada en un millón de volúmenes y no podía leer ninguno. El Poema de los dones hace referencia a esta fatalidad: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche”. Los Haslam Borges enfrentaron la ceguera con hidalguía. Para Borges significó un cambio en su mecánica de redacción, un regreso a las formas poéticas clásicas, llevando sus sonetos en la cabeza y puliéndolos desde el pensamiento. En la prosa, la consecuencia inmediata es la aproximación al lenguaje oral. Perfecciona y ejercita su memoria y su atención. También regresa a las lenguas anglosajonas que le inspiran el heroísmo que transmiten.


¿Y qué hay del don de la palabra? ¿Cómo se transmite de una generación a otra? Ya había en William Haslam una enorme inteligencia aplicada a lo literario y lo lingüístico, esto lo abrevaba del metodismo que estimulaba este tipo de aprendizaje. La capacidad de Haslam para la palabra escrita se pone en evidencia en El fervor de Cristo, organizado rigurosamente, claro, de brillante argumentación, con buen uso de citas y metáforas que sustentan el discurso. Tanto el Reverendo Haslam como Borges hablaban de modo serio y peculiar. Amaban la literatura, no eran pedantes y si hacían alguna cita particular era con intención explicativa o para reforzar un argumento. Las conversaciones del tatarabuelo y el tataranieto eran eruditas pero animadas. ¿Y el famoso sentido del humor borgeano? Tanto Haslam como Borges eran ingeniosos. Haslam deslizaba su sentido del humor hasta en sus sermones. Tenía una marcada traza cómica. Sus bromas eran inteligentes y salpicadas de ironía. Borges también era risueño y mordaz. Te doy un ejemplo, que no por conocido deja de ser notable: en cierta ocasión, un poeta novel se acerca a Borges en la calle y le obsequia un ejemplar de su primer libro. Como Borges ya casi no veía, le pide al muchacho que le diga el título de la obra. El muchacho responde: “Con la patria adentro”. “Pero ¡qué incomodidad, amigo!” —contesta Borges—. “¡Qué incomodidad!”. ¿Y el Borges viajero, el cosmopolita? ¿También hay algún vestigio en los Haslam? Claro, William Haslam se trasladaba cada uno o dos años de una ciudad a otra. Así es como conoce una buena parte de Inglaterra, Vivió, sucesivamente en numerosas ciudades. Llegó a conocer Londres, que era casi prohibitivo para su generación. Así es como se pone en contacto con distintos grupos sociales. Borges, con su itinerario de conferencias en instituciones y universidades hizo lo propio en el momento histórico que le tocó en suerte. ¿Y cómo fue que los Haslam llegaron a la Argentina? Los primeros en pisar suelo argentino fueron Caroline Haslam y su esposo Jorge Suárez. Borges sabía que Suárez era ítalo judío. Suárez llega a Londres en 1852 y conoce a Caroline en un viaje que ella hace a la capital. Las Potteries, por aquel entonces, eran un gran centro de atracción, Suárez, todavía Giorgio Graziadio Suares, hablaba varios idiomas y

tenía conocidos en ciudades lejanas. Eso lo vuelve interesante en un contexto de necesidad de expansión del comercio. La pareja contrae matrimonio en agosto de 1860. Desde su fecha de casamiento se pierde el rastro de ambos en los censos. De allí en más, es imposible rastrearlos hasta que Caroline y Giorgio “George” Suares reaparecen en los registros de la provincia de Entre Ríos. Allí es donde Giorgio Suares pasa a ser Jorge Suárez. La finalidad del viaje parece ser meramente comercial. De hecho, Suárez tiene emprendimientos agrícolas y, además, obras civiles. En 1868, Urquiza lo autoriza a construir un ferrocarril a sangre. Es el famoso Tramway que Borges cita en su Autobiografía. Suárez llega en el contexto de expansión comercial. Se adapta con facilidad al idioma y las costumbre locales. Pronto lo apodan el Gringo. Ya establecidos Caroline y Suárez, llega Frances Haslam, la influyente abuela de Borges. Martín, ¿cómo hace el Coronel Francisco Borges para enamorar a la inglesa culta que era Frances Haslam? Si bien Francisco Borges Lafinur era militar, descendía de un clan de estudiosos. Él mismo lo era. Lúcido, intachable, leal. Pasaba su tiempo libre estudiando. Tan atractivo como afable llega a conquistar a una inglesa de ojos melancólicos, seria e inteligente. Por amor, la Frances Haslam que había vivido en una ciudad inglesa, se traslada a un fortín de Junín, destino que le fuera asignado a su marido. En aquel paraje, Frances afirmaría haber vivido los años más felices de su existencia. De las anécdotas de ese período, Borges rescata Historia del guerrero y la cautiva. El resto de lo que hoy sabemos de ese lapso de tiempo es gracias al Dr. Armaignac y su libro Viaje hacia las pampas. Allí describe al Coronel Borges como un oficial distinguido y buen amigo y anfitrión. Habla de la soledad del desierto, narra un malón, nos introduce en el gusto de los Borges por el ajedrez. La muerte épica del Coronel Borges en el combate de La Verde deja a Frances Haslam al cuidado de sus dos hijos: Francisco Eduardo Borges y Jorge Guillermo Borges. El primero sería militar como su padre y el segundo abogado y portador de la herencia intelectual Haslam. Jorge Guillermo Borges, mitad criollo, mitad inglés, se educaría en un ámbito decididamente inglés al ser su madre la cabeza de la familia. ¿Cuál fue el legado literario de los Haslam? En su Autobiografía, Borges recuerda a Frances como una gran lectora. No era raro sabiendo que su padre, Edward Young

Haslam era Doctor en Filosofía y magíster en artes liberales, profundo conocedor de la literatura inglesa. En ese contexto, la cultura era alimento diario. Esa es la impronta que Frances deja en Jorge Guillermo Borges, quien memorizaba y recitaba desde un Shakespeare a un Keats. Esa biblioteca de libros ingleses fue crucial en la vida de Jorge Guillermo y también en la de Jorge Luis Borges. Así Jorge Luis Borges dirá que su destino era ser escritor, que todos en su casa lo sabían, que venía a cumplir con el sino literario que no habían concretado sus mayores. Pienso y vuelvo a esa imagen que recoge Alicia Jurado del Borges en la falda de su abuela, mientras le leía revistas inglesas para niños. Borges habló en inglés antes que en castellano y no fue casualidad. Las primeras lecturas de Borges fueron en inglés: Chesterton, Stevenson, Kipling. Se autodefinía como lector y relector de esas obras. El goce de lo literario apegado a la lengua inglesa. Quizás cumplió el deseo de Frances y refundó, en otras tierras, la dinastía intelectual a la que ella pertenecía. Y no sólo le dejan un legado intelectual sino también uno religioso: su protestantismo amateur, como él lo llamaba. Para finalizar, me gustaría que nos contaras qué efectos produce el mestizaje entre el criollismo y la poderosa impronta inglesa. Mirá, Borges hereda de su madre material narrativo sobre la sociedad criolla que, junto a la capacidad de abstracción que Borges recibe de su lado inglés, le permiten reescribirlas como quien construye mito y leyenda. También la capacidad de contemplar la cultura desde afuera le posibilita analizar el castellano como un idioma ajeno. Esa distancia le da vituosismo en el lenguaje. La facilidad de saltar de una cultura a la otra es otro don, por llamarlo de algún modo, de Borges. Pero Borges no se detiene acá, estudia francés y latín, alemán e italiano, anglosajón, algo de árabe y japonés. Es así como, escribiendo desde la periferia, Borges se apropia de la cultura occidental para luego abrirse al mundo. Se hizo de noche en Palermo. Nos viene a la mente una línea de Borges: sólo una cosa no hay. Es el olvido.

Más de Martín Hadis en

martinhadis.com

“Cu�nd� ���mo� �� Aut��io�ra� í�, ��mo� ��� B�r�e� �esd��l� � �� f����i� �� �n� es����� ��i��l� � ���it�� � �r� �n��es� � �i��r��i�.”


- Yo querría que este momento durara siempre -murmuré. - Siempre es una palabra que no está permitida a los hombres -afirmó Ulrica y, para aminorar el énfasis, me pidió que le repitiera mi nombre, que no había oído bien. - Javier Otálora -le dije. (Ulrica, Jorge Luis Borges).

Martín Hadis, con maestría y solvencia, consigue introducirnos en la data que esconde la tumba de Jorge Luis Borges. Con elegancia y diestro manejo de la trama, obtiene una obra que puede atrapar tanto a fanáticos de Borges como a interesados en el inglés antiguo, las mitologías nórdicas o los textos de J. R. R. Tolkien. La lápida, austera pero significante, no deja de atraer la atención de quienes la ven, en Plainpalais o en foto. La roca luce misteriosa, las figuras talladas y sus inscripciones son un acertijo por resolver. Su antigüedad, así como el lenguaje usado, generan preguntas a los ocasionales observadores.

vamente ciego esta literatura le sirve como recurso para superar el quebranto. Borges ya era profesor para ese entonces, y un pequeño séquito de alumnos le hace la propuesta de encarar el estudio de un idioma en el que eran casi neófitos. Ese inglés, el de sus ancestros paternos, se le presenta a Borges como una oportunidad de saber más acerca de quienes lo precedieron. “Alabada sea la infinita / Urdimbre de los efectos y de las causas / Que antes de mostrarme el espejo / En que no veré a nadie o veré a otro / Me concede esta pura contemplación / De un lenguaje del alba”, escribirá Borges en Al iniciar el estudio de la gramática anglosajona.

El libro de Martín Hadis viene a acabar con las dudas. Inglés antiguo, inglés nórdico, leyendas y mitología se despliegan en sus páginas para sorprender al lector. Es un libro de lento rastrear literario y lingüístico. Desde que la tumba fue emplazada ha habido intentos estériles por descifrarla. Su diseñadora fue María Kodama, Eduardo Longato la talló. Todo lo que en la lápida figura ha tenido un significado especial para Borges, sobre el que Hadis derrama luz. En el anverso hay siete guerreros que avanzan en fila con sus armas apuntando hacia arriba. Debajo de ellos la inscripción: “and ne forthedon na”. Más abajo aún las fechas: 1899 – 1986 y una cruz celta. Del otro lado de la lápida, una nave vikinga. Sobre ella: “Hann tekr sverith gramo k legar i methal tierra bert”. Por último, la dedicatoria: “De Ulrica a Javier Otárola”.

Las reuniones comienzan en la Biblioteca Nacional y luego se desplazan a la casa de la calle Maipú. Borges lo hace con la devoción y el empeño de quien se enfrenta a una herencia. Leemos en Un sajón: “Traía las palabras esenciales / De una lengua que el tiempo exaltaría / A música de Shakespeare: noche, día / Agua, fuego, colores y metales, / Hambre, sed, amargura, sueño, guerra, / Muerte y los otros hábitos humanos; / En arduos montes y en abiertos llanos, / Sus hijos engendraron a Inglaterra.” La aproximación de Borges a la génesis de la colonización de las islas británicas es un tejido entre los fragmentados y antiquísimos relatos preexistentes, y su recreación dominada por el espíritu poético y docente. Admiraba la descripción de las batallas y amaba la Balada de Maldon al punto de evocarla en un poema en prosa titulado 991 A. D.. No pasaría mucho tiempo hasta que Borges se transformara en erudito en el tema.

La lápida de Borges está tallada en un mármol de fondo blanco y grano gris que se conoce como piedra de punilla o mármol azul plata. Longato, el artista, sostiene que María Kodama le dio una fotocopia de la tapa de un libro llamado Los mundos nórdicos. El libro contenía fotos y dibujos anglosajones y escandinavos. La cruz y el barco están inspirados en ilustraciones del citado libro. La piedra tiene forma de peñasco para darle aspecto primitivo. Las letras fueron elegidas por Kodama entre varios libros de caligrafía muy antiguas, fue una búsqueda para que el conjunto estuviera en consonancia. En Ginebra se le hizo una pátina de envejecimiento. El cementerio se hizo cargo del emplazamiento. El autor no se plantea un derrotero lineal. Regresa a la Inglaterra vikinga, estudia sagas y poemas, analiza el componente religioso y vuelve a la Argentina para encajar ese conocimiento en la cosmovisión borgeana. El acercamiento de Borges al inglés antiguo, nos relata Hadis, ya se vislumbra en Historia de la eternidad, pero recién cuando queda definiti-

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Y es a través del anglosajón como Borges llega al escandinavo antiguo, manifiesta Hadis. En una entrevista Borges dirá: “Del anglosajón he pasado al escandinavo, cuya literatura -aunque posterior-, es más rica que la anglosajona.” Ese arribo a la literatura nórdica es un deseo que Borges alcanza. Poemas y relatos islandeses se le ofrecerán para estudiarlos. La Escandinavia medieval, con sus eddas y sagas, forman parte del disfrute. Martín Hadis realiza un laborioso y hábil recorrido por el anverso y reverso de la lápida del mejor escritor en lengua hispana del siglo XX, alumbrando cada ínfima referencia con sabiduría de iniciado. Consigue atraparnos con esa mezcla de sapiencia y trabajo de investigador. El apéndice de su libro contiene, como plus para fanáticos La batalla de Maldon. En definitiva, consigue atraparnos porque entiende, como Borges, que: “La epopeya es una de las necesidades del alma humana.”


Considerada la mejor escritora de microrrelatos de la lengua española, publicista, guionista de cine y periodista, cuenta cómo venció los prejuicios para entrar en el mundo borgeano, opina de su legado y su infinita vigencia

¿A qué edad descubriste a Borges y cuál fue el impacto que te causó?

¿Cuál fue el cuento o poema que te despertó el interés por él?

A los once años no sabía ni me interesaba quién era Borges. La absoluta pasión por las obras combinada con una enérgica y sana indiferencia hacia los autores me duró algunos años. Sin embargo, sin saberlo, había leído El milagro secreto en mi querida Antología del cuento extraño, esa que muchos años después supe compilada por Rodolfo Walsh. Allí estaba Jaromir Hládik, enfrentando inmóvil al pelotón de fusila¬miento, detenida en el aire la bala que venía a matarlo, mientras él cumplía con su último deseo: terminar su obra. Unos años después, en 1965, la gloria popular de Borges había llegado a su plenitud. Se lo celebraba en el mundo entero y aquí ya no había dudas: era el mejor escritor argentino. Esta concordancia del establishment me irritaba profundamente. Odiaba al Gran Escritor Oficial. Se decía también que Borges no era un escritor para cualquiera, que era oscuro, elitista, hermético. Se decía que el famoso Jorge Luis Borges (recuerdo haberlo visto por primera vez en el cine, en un noticiero de Sucesos Argentinos) escribía en una suerte de código secreto que muy pocos lectores eran capaces de desentrañar. Esa forma de escribir también me irritaba profundamente. Por supuesto, no consideraba necesario leer ninguno de sus textos para comprobar estas aseveraciones.

Ese año (1965), en el colegio, nos hicieron leer un cuento de Borges publicado en un libro de Eudeba que reunía cuentistas y pintores argentinos y figuraba en cualquier hogar de clase media que hubiese accedido a la mesita ratona. El cuento era El hombre de la esquina rosada y se entendía perfectamente. Es más: me gustaba. Casi simultáneamente, mi profesora de teatro me acercaba a la poesía de Borges haciéndome recitar la Fundación Mitológica de Buenos Aires (que después, por voluntad del autor, se convirtió de mitológica en mítica). Yo vivía en Caballito y era habitué de la librería Florentino. Su dueño, el señor Enzo, un librero de dicción confusa y excelente gusto literario, me guio en mis primeras lecturas. Allí compré un librito de tapas duras publicado por Emecé, que afirmaba contener las Obras Completas de Borges y que, en realidad, reúne sus poemas entre 1923 y 1953. Para mi sorpresa, esos poemas no sólo me parecieron bellísimos sino claros y comprensibles. Seguía gustándome más García Lorca, pero empecé a descubrir que se le podía hacer un lugarcito a Borges. Sin métrica y sin rima también eran, a su manera, poesía, caramba. Extraño fenómeno. ¿Qué era entonces la poesía? Si no estaba solamente en el obvio efecto sonoro ¿dónde estaba? (No hay ningún daño en

formularse ciertas preguntas, siempre y cuando no se pretenda una respuesta única y definitiva). Un par de años después ya estaba leyendo Ficciones y El Aleph, para descubrir con extrañeza que no sólo me gustaban sino que muchos de ellos me habían gustado siempre, que eran mis cuentos inolvidables y preferidos: Las ruinas circulares, La Biblioteca de Babel, El inmortal... Los conocía por haberlos leído en antologías o en bibliotecas ajenas, con infantil desdén hacia el nombre del autor (quién pudiera volver a leer así, con tanta pureza). ¿Cuál es el principal legado que le atribuís a Borges a la literatura argentina y universal? Bueno, la verdad es que no soy una teórica de la literatura. Me limito a disfrutarla. Dejemos a los críticos la respuesta. ¿Por qué pensas que Borges aún sigue despertando polémicas? ¿Qué polémicas? Tres cuentos imperdibles de Borges y las razones de la elección. El Inmortal, El milagro secreto, Las ruinas circulares. Por el desbordado placer que provocan en cualquier lector.


¿Un objeto llamado aleph, o un anillo forjado y maligno? ¿Un sinfín de compadritos cuchilleros o innumerables héroes épicos? ¿Laberintos construidos de polvo y tiempo, y mundos con su propia lógica, o la mágica Tierra Media? Como lector de Borges y de Tolkien, varias veces me pregunté qué opinión merecía la obra del autor inglés por parte del mejor escritor argentino de todos los tiempos. Fueron escritores contemporáneos y compartieron conexiones significativas. Además de crecer en familias con raíces británicas, los dos amaban por igual la literatura medieval inglesa (ejercieron como profesores de esa materia en diferentes universidades, uno en la de Buenos Aires, otro en las de Leeds y Oxford). También como profesores ambos realizaron estudios de su admirado Beowulf, aquel primer poema épico anglosajón; los dos son escritores mundialmente famosos y sus lectores se cuentan de a millones. Hace unos años leí un artículo que daba cuenta de un dato sumamente curioso, aunque por demás extraño: en un pub de Inglaterra (como si hubiera sólo un puñado), a Borges le leyeron el primer capítulo de El Señor de los Anillos. Pero luego de escuchar atentamente ese primer y extenso capítulo, la reacción no fue la esperada. Borges dio su opinión, diciendo que era una obra aburrida, infantil, predecible y simple. Podríamos decir que zanjó sus diferencias. Esto sí puede constatarse en el libro Jorge Luis Borges: Conversations, obra en la que se compendian numerosas charlas y entrevistas realizadas al escritor argentino a lo largo de su vida. Allí hay un diálogo en particular, realizado en la Universidad de Michigan en el año 1976, en el que el escritor hace mención a la obra de Tolkien después de haber sido consultado. Borges dice que El Señor de los Anillos es “pointless”, es decir, carente de sentido. ¿Puede ser considerado como sin sentido un libro tan maravilloso e influyente para tantas personas alrededor del mundo? Aunque reconoce que quizás es injusto con el autor de El Hobbit, la justificación de Borges reside en que, para él, Tolkien escribe y

escribe y escribe... y de esa manera, el lector de El Señor de los Anillos queda afuera del relato. Éste pasa a ser un mero y simple espectador de una acción determinada en un mundo antiguo pero muy parecido al nuestro (mágico, con hechizos, elfos y seres monstruosos, pero parecido al fin). Eso puede deberse al carácter ético y cristiano de Tolkien, aspectos de los que el autor dejó su impronta en su obra, empapándola de sentimientos nobles y alegorías de esperanza. En Tolkien, desde el principio se sabe que el bien triunfará sobre el mal. Y lo hará para siempre. Ese camino de verdades tangibles, de revelaciones y de destinos fijados y dictados por dioses, nunca fue recorrido por Jorge Luis Borges, mucho más amigo de la irrealidad, de la irracionalidad y del cuestionamiento de verdades absolutas. El escritor argentino abrazó con fervor disciplinas como la lógica, la matemática, la geometría y la filosofía, adaptándolas cuanto quiso en favor del desconcierto del lector y de su transformación posterior a la lectura de su obra. La literatura, como parte del arte, debe cambiarnos el espíritu. A diferencia de Tolkien, la obra de Borges trasciende toda clasificación. Esto no quiere decir que la obra borgeana sea superior a la del escritor inglés, pero sí radicalmente opuesta. Borges evade cualquier dogma y propone una especie de universo paralelo a quien lee sus páginas. Esto puede verse en el cuento Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, en donde el lector es habitante de un mundo imaginario (Tlön), en donde la realidad es un producto de la mente. Borges crea un determinado sistema filosófico en el que ese mundo se asienta. Algunos dirán que Jorge Luis Borges es universalmente único e irrepetible, y otros en cambio considerarán a John Ronald Reuel Tolkien como un verdadero mago de nuestra tierra (¿media?), pero nadie pondrá en duda la mejor de las coincidencias posibles. Cada uno, con su propio estilo, ha logrado lo increíble: y esto es que millones y millones de personas de todo el mundo acepten sumergirse en las inmortales páginas de sus obras.




Brett, contanos un poco sobre vos y cómo llegaste a hacer la película Manchester Beyond Oasis. Además de ser escritor, director y productor con el equipo británico de película y video, Serious Feather, soy Profesor de Cine y Estudios Culturales en la Universidad de Trafford en Manchester. Después de cinco años produciendo dramas cortos, videos de música y promocionales artísticos con mis coproductores Nic Jackson y Alistair Topping, decidí financiar y filmar un documental que exploraba la música contemporánea independiente de Islandia. Lanzamos la película Iceland: Beyond Sigur Rós, gratis por internet en 2011. Recibió mucha atención de melómanos en todo el mundo, pero en particular de Polonia y México. Fue proyectada en los festivales de cine de Liverpool y Praga. Emocionados y animados por este éxito, decidimos entonces aumentar nuestras ambiciones y desafiarnos a producir un documental de largometraje utilizando el mismo formato. Debido a la extensiva calidad y cantidad de producción de música por toda la región del Gran Manchester no fue difícil elegirla como el foco de nuestra próxima película. Durante los siguientes quince meses Manchester: Beyond Oasis fue rigurosamente investigado, filmado y post producido con el fin de lanzarlo gratis por internet el 29 de junio de 2012, para coincidir con el primer recital en Manchester de la gira de reunión de los Stone Roses. Así nació el Beyond Series de Serious Feather. ¿Hubo una razón en particular por qué eligieron nombrar a Oasis en el título, por encima de bandas anteriores que también tenían un peso simbólico poderoso como para representar a la ciudad? El Beyond Series se preocupa con explorar y desafiar estereotipos. Elegimos a Oasis porque, inevitablemente, ahora cumplen con una imagen pasada de moda que promociona la noción simplista de que la única música significante que vale la pena escuchar de Manchester es indie rock. Música para gente de la clase trabajadora. Esto es una ironía, porque nuestro objetivo para la película era atraer la audiencia más amplia posible, por eso también elegimos a Oasis porque supimos que el nombre sería instantáneamente reconocido por adolecentes y sus padres en todo el mundo. La película muestra la próspera y heterogénea escena de música independiente de Manchester, más allá de las bandas reconocidas mundialmente. ¿Cómo decidieron cuáles artistas mostrar y cuáles no? Debido a que cine es un medio visual el primer requisito para estar considerado por el proyecto Manchester: Beyond Oasis fue que bandas o solistas tuvieran un

video que los representara adecuadamente, y que se pusieran de acuerdo en involucrarse en el proyecto sin cobrar. A posteriori, como necesitábamos incluir tantos géneros como fuera posible para destacar la diversidad y la dinámica de Manchester, algunas artistas no fueron incluidos porque sonaban demasiados similares a otros; ahí tuvimos que hacer una elección. Las imágenes que usaste para ilustrar a Manchester no son las típicas apáticas a las que estamos acostumbrados a ver. ¿Fue una elección consciente o solamente un reflejo de cómo ves a Manchester en el día de hoy?

está financiada es, en su totalidad, inevitablemente corporativa, homogeneizada, segura y sin acontecimientos extraordinarios para garantizar las máximas ganancias posibles, la escena independiente es mucho más heterogénea, fragmentada y propensa a arriesgarse en su material porque los artistas involucrados no tienen dinero para perder. Aunque Manchester es una de las cabezas visibles en este enfoque ecléctico de bricolaje, más o menos tipifica la producción de la música independiente por todo el país.

Fue un esfuerzo disipar el concepto erróneo de Manchester como mojado, sucio y aburrido. Tomamos la decisión de filmar la primera mitad de la secuencia de apertura en el sol en vez de lluvia. A su vez, nos enfocábamos en los ángulos y el diseño estilizado de la arquitectura de la ciudad con el fin de comunicar ideas de orden en vez de caos. En la segunda mitad de la secuencia utilizamos lugares icónicos del centro de la ciudad e iluminación como nuestras guías temáticas para representar un sentido de una vida nocturna animada y de glamour. Otra dos influencias cinematográficas eligieron conscientemente para la secuencia entera fueron dominantes: la película 2001 de Kubrick y la cinematografía distintiva de Taxi Driver por Scorcese. Mencionaste en una entrevista anterior que la película no se trata de talento emergente sin sello, sino más sobre los artistas que no tienen una plataforma establecida donde tocar o que no reciben ayuda financiera. ¿Qué apoyo hay en Manchester para estas bandas? Durante la producción de Iceland: Beyond Sigur Rós escuchábamos de una organización que se llama Iceland Music Export (Exportación de Música de Islandia) que apoya e instruye a bandas y cantantes solistas independientes a lo largo de sus carreras. Lamentablemente no hay nada parecido en el Reino Unido. Entonces los artistas independientes están dejados, más o menos, a luchar por su propia cuenta. Como una reacción a eso, están utilizando Internet para ser sus propios productores, expositores y distribuidores en un esfuerzo llegar a una audiencia más amplia. Al mismo tiempo financian sus proyectos con salarios de empleos normales. Por ejemplo, me sorprendió averiguar que el cantante de una de las bandas incluidas en la película trabaja en el guardarropa de un boliche en el centro de la ciudad. La película muestra pop, fusión, hip hop y electrónica, entre otros. ¿Esta mezcla ecléctica es particular a la escena musical de Manchester o es algo que se siente en todo el país? Mientras la música en el Reino Unido que

Seleccionaste una propuesta estética en la que ensamblás los videos en lugar de entrevistas, ¿qué quisiste contar con eso? Conscientemente, adoptábamos una forma de estética de You Tube para estructurar la película. En primer lugar para inyectarle a lo narrativo un impulso emotivo. Lo cual, con suerte, la muestre interesante e inolvidable al verla. Además, este enfoque proporciona oportunidades numerosas para revelar y celebrar el trabajo creativo de, no solamente los músicos, sino también a los cineastas, actores, animadores etc. que trabajaron con ellos. Contar con Chris Long en tu documental, un personaje tan empapado de los ritos de iniciación de las bandas, tiene que ser toda una experiencia. ¿Qué es lo que más te impactó de Chris como cazador de talentos? Chris Long y el resto del equipo de BBC Introducing llevan años descubriendo, nutriendo y promoviendo el nuevo talento por todo Gran Manchester. Lo que me impacta sobre esta iniciativa es la validación y motivación que proporciona a los músicos de todos tamaños y formas para que ellos pudieran continuar lo que

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Noticias recientes declararon que Manchester, en términos de población, ha sido la ciudad más creciente en el Reino Unido durante los últimos diez años. Como lo entiendo, eso fue instigado en parte por el rejuvenecimiento del centro de la ciudad después del atentado de la IRA en 1996, la afluencia subsiguiente de migrantes a la región y la expansión de sus universidades. Por lo tanto, debido a que hay un alumnado internacional inmenso, sus amigos y parientes de afuera también son atraídos a la ciudad y naturalmente disfrutan de su historia, música y su cultura. A propósito de Island: Behind Sigur Rós, supongo que la elección de las bandas y las fuentes debe haber sido más complicada, ¿cómo lo lograste?

están haciendo, a pesar de que se sea difícil o solitario a veces. A no rendirse. Jeff Thompson es casi un filántropo para los que amamos la música. ¿Cuáles son los aportes más significativos que, a tu criterio, le ha legado a la música de Manchester? Jeff es una de las figuras detrás de la Un-Convention, una organización sin fines de lucro dirigida a estudiar y desarrollar la industria de la música independiente no solamente en Manchester o el Reino Unido, sino por todo el mundo. Yo creo que su logro más significativo es que él y sus compañeros han conseguido ofrecer un puente útil entre las figuras de la música de la corriente dominante y los artistas que están empezando. Es importante, en primer lugar, predisponer a los nuevos artistas con consejos y dirección indispensable para poder desarrollar sus carreras. Y, en segundo lugar, incentivar a los artistas más establecidos a recordar desde dónde empezaron ellos y cómo no perder contacto con las bases de la música. Peter Jobson de I Am Kloot habla desde la vivencia de una banda consolidada en el circuito under. ¿Cuánto cuesta hoy tener renombre, aunque más no sea, dentro de la mismísima Manchester? Debido a los numerosos lugares de música que existen por toda la ciudad y de la región, así como los mancunianos no pueden resistir salir de fiesta, no resulta tan difícil para los artistas tocar en vivo y concitar la atención. Esto quiere decir que obtener suficiente éxito, al punto de ser, por ejemplo, financieramente autónomo, puede ser extremadamente difícil y, con más frecuencia, los músicos tienen que viajar e ir de gira afuera de Manchester si es que esperan progresar.

Tony Wilson fue una figura icónica de la ciudad ¿Qué pensás de su labor como gestor de la movida de Madchester y al frente de The Hacienda, el sello Factory Records y el festival de nueva música In The City? Yo diría que Tony Wilson dejó un legado de energía y optimismo que mucha gente en Manchester ha intentado seguir y/o imitar. Por ejemplo, ahora tenemos la suerte tener el festival Sounds From The Other City. Pero siento que es muy vergonzoso que Tony Wilson no fuera reconocido o recompensado por sus esfuerzos de suma importancia que hizo durante su vida. También es realmente trágico el resultado de eso fue que tuviera que depender de donaciones benéficas para cubrir los gastos del tratamiento de cáncer, justo antes de que falleciera en 2007. La película Joy Division de Grant Gee comienza con una frase en la que da a entender que no puede concebirse una banda fuera del contexto de su ciudad, y esa ciudad es Manchester. ¿Sos de la misma opinión? Estoy de acuerdo. Manchester es un lugar muy idiosincrático. Para mí, hay una lógica lírica ensu actitud, un sentido de humildad en sus ambiciones, y una vena gruesa de comedia norteña corriendo por su angustia. Tales características están derivadas del hecho de que su gente, generalmente, son bien leídos, inteligentes y agudos. A su vez, parece inevitable que esta cultura produjera cantantes y escritores como Ian Curtis o Morrissey. ¿Qué te parece la emergente industria turística en la ciudad como resultado del éxito de las bandas como The Smiths, Joy Division o Stone Roses? ¿Creés que ha ayudado a rejuvenecer la zona del centro de la ciudad?

Como mencioné antes, estábamos ayudados mucho por Iceland Music Export (Exportación de Música de Islandia) porque tiene una base de datos de músicos independientes. Dicho eso, tenía que comunicarme con los artistas y sellos por mi propia cuenta, por email para animarlos subir sus videos al FTP de Serious Feather sin cobro. Por suerte, los islandeses tienen, generalmente, la mente abierta, son amables y tienen un dominio excelente del idioma inglés, entonces solo tardamos once meses en completar la película.

¿Cuál ciudad elegirías para el próximo documental y porque? Estamos interesados en hacer Liverpool: Beyond The Beatles como tercer fascículo de la Beyond Series. Nos han sugerido considerar Dublin: Beyond U2 y Las Vegas: Beyond The Killers. Pero lamentablemente, como la Beyond Series es sin fines de lucro, todo depende en cuánto tardemos los tres en ahorrar para los vuelos y alojamiento. ¿Cuáles son los próximos pasos de Serious Feather? Actualmente estamos haciendo la post producción en dos proyectos. El primero es un video de un dúo excelente de DJ/Bass que se llama Fingathing, y segundo es un gran thriller psicológico llamado El Ateo. Estamos entusiasmados, hay mucho trabajo por hacer.



Todo comenzó con Spaced (1999) una serie escrita y protagonizada por Simon Pegg y Jessica Stevenson (también conocida con el apellido Hynes). La trama venía así: ellos eran dos treintañeros que, sin conocerse mucho, decidían hacerse pasar por una romántica parejita para que les alquilen un departamento. El argumento bastó para dos temporadas, y en su momento no tuvo mucha audiencia, pero fue la surrealista carta de presentación que Pegg, Frost y Wright tuvieron para aquellos espectadores pacientes que les dieron su voto de confianza. Además de ser un muestrario de detalles, guiños y adornos pertenecientes a la cultura pop, fue sólo la sala de ensayo para probar todo lo que se vino después.

Cinéfilos hasta la médula Una de las tantas características de este grupo, es que son británicos muy influenciados por la producción yankee de los años ‘80. Estos tres amigos supieron capitalizar las buenas oportunidades que la vida les dio y rodearse de gente talentosa para hacerse notar en esta loca industria. Personas como Steven Spielberg, Peter Jackson, JJ. Abrams son sólo algunos de los consejeros espirituales de estos muchachos ingleses que la tienen más que clara y que de un tiempo a esta parte fueron encontrando cual Dorothy, en El Mago de Oz (1939), el camino de ladrillos amarillos hacia el castillo encantado. Casi pasaron diez años hasta que el resto de los mortales conocimos a estos señores, pero aún así el proceso siguió siendo paulatino. Shaun of the Dead (2004), mal llamada por estos pagos Muertos de risa, nos entregó un filme con temática zombie con un look muy especial; esta vez, un muchacho estancado en la rutina, tiene que decidirse entre su pub favorito, el Winchester (su segundo hogar) o su novia. Ella cansada de no hacer nada divertido, lo abandona. Y él se dispone a recuperarla, en el medio de ese conflicto de pareja, algo vuelve a los habitantes de la ciudad, muertos vivos, con la misma lentitud con la que percibe los cambios de humor de su pareja, Shaun (Simon Pegg) se encuentra haciéndose el héroe en el medio del apocalipsis zombie. Esta fue la película que los puso a la vista, desde un principio ellos dejaron en claro que no era una sátira de un filme de terror, sino que era una película de zombis con elementos de comedia romántica. Dejando fuera los tecnicismos, el público la amó. Ya sea en el año de su estreno o después, hubo algo que gustó y mucho. Pero, ¿en qué andaba cada uno hasta ese momento?

La previa Si bien el bueno de Edgar ya había estado sentado en la silla de director y creando sus historias como guionista, por ejemplo en

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encontrar fragmentos en youtube bajo el nombre de A Fistful of Fingers; y también dirigiendo capítulos de series, entre las cuales está Asylum (1996), una comedia negra y un poco surrealista con su epicentro en un manicomio, los capítulos recorrían las mentes de estos particulares personajes y sus múltiples y extrañas formas de escapar de allí. Aquí es cuando comienza la colaboración con Simon Pegg, quien escribía y actuaba. Mientras tanto en un bar de Inglaterra, en Finchley, para ser exactos, Nick Frost hacía las veces de mozo, según él, su mejor papel. Un muchachito rubio entró y se sentó en la barra y casi sin pensarlo articuló con sus labios un sonido, una extraña combinación de pitidos sin sentido. Un código que sólo otro fan de Star Wars podría identificar… Así narra Simon Pegg la historia, de cómo conoció al simpático Nick. Compartieron el mismo departamento dieciocho meses, hasta que finalmente la historia cambió. Pegg escribió un personaje en Spaced para Frost y tras convencerlo a él, tuvo que remarla con Edgar Wright que no podía entender qué cosa podía haber en el robusto amigote de Simon. De hecho, Frost volvió a trabajar al bar luego de debutar en la TV, después la pegó con varias publicidades y se decidió por la actuación. La sitcom salió del horno, y hoy, más de diez años después y gracias a las trayectorias de cada uno de los integrantes de éste trío, se venden las temporadas como pan caliente en todo el mundo. Pero como indicamos antes, Shaun of the Dead se convirtió en la película que hoy los identifica, retratando una relación de amistad muy similar a la que Nick y Simon tenían al comienzo de conocerse, la película está muy bien contada y la forma en la que estos dos colgados se topan por primera vez con los zombies es sumamente divertida. La locura de la gente fue tal que se crearon todo tipo de grupos, asociaciones y hasta logias secretas… Internet estalló y de millones de maneras se comentaban las vicisitudes de estos seis inadaptados en el mundo caído, un pequeño mundo que se podía hacer caminando. Un barrio, y creo que de alguna manera generó esa sensación de que todos seriamos capaces de juntar un grupo de amigos y tratar de salvarnos de ser masticados. La diferencia con las películas que se habían visto hasta el momento dio evidentemente de qué hablar.

Con todas las de la ley En 2007 llegó, Hot Fuzz una película de acción que transcurre en un misterioso pueblito, donde aparentemente no existe el crimen.

Un policía de la gran ciudad (Pegg) es transferido allí, castigado por sus colegas debido a su maldita eficiencia, contada como sólo Wright y Pegg podían contarla. Si bien el reparto estuvo plagado de caras conocidas, esta vez contaron con dos perlitas sólo para fanáticos atentos; por un lado, Cate Blanchett que aparece unos minutos y con la cara cubierta encarnando a la ex mujer del protagonista; y por otro lado, el mismísimo Peter Jackson, a quien le encanta actuar, se calzó el traje de Papá Noel y en una secuencia de unos pocos segundos le clava un cuchillo a Simon Pegg en la mano y lo lesiona para siempre. Esta película arribó con mucha más producción, lo cual implicó mayor difusión; los muchachos ya estaban más crecidos y obviamente se manejaban de otra manera. Esta vez, con una de acción, hubo homenajes a todas las cintas americanas de los ‘80 y ‘90; pero también detalles para los que los seguidores de siempre supieron celebrar: frases, escenas y chistes internos que nos recordaban directamente a esa primera película de los muertos que caminaban. El tiempo pasó, Simon Pegg encarnó a Scotty en Star Trek, la nueva versión de JJ. Abrams y a Benji Dunn en Misión Imposible, prestó su voz para La Era Del Hielo y para The Adventures of Tintin (2011) donde también realizó la captura de movimiento para su personaje junto con Nick Frost, ambos convocados por Peter Jackson y Steven Spielberg. Así, teniendo la oportunidad de conversar con semejante monstruo de la industria, se les ocurrió comentarle que los dos estaban escribiendo un guión para una película, un filme sobre un extraterrestre que tras quedar varado en la Tierra durante sesenta años decide escapar antes de que lo conviertan en un souvenir más del área 51. Y en esa loca carrera por volver a su planeta, se cruza con dos nerds ingleses que recorren el sur de los Estados Unidos en una casa rodante. Entusiasmadísimo, el gran Steven, les ofrece su voz y así es como en Paul (2011) de Greg Mottola, Spielberg aparece hablando con el hombrecillo verde en una escena memorable. Edgar Wright participó también en Las Aventuras de Tintín - El secreto del Unicornio, como uno de los guionistas y fue convocado para llevar a la pantalla grande el comic canadiense Scott Pilgrim vs. The World (2010).

You've done zombies , you've done cops, what's next? Se metieron con los zombies, con los policías y ahora, ¿qué sigue? El misterio será develado muy pronto cuando se estrene The World’s End (2013), el final de lo que ellos llaman, The Three Flavours Cornetto Trilogy (La trilogía de

los tres sabores de Cornetto). ¿Por qué este nombre? Resulta que tanto en Shaun of the Dead, como en Hot Fuzz los protagonistas se toman una pausa en el medio de tanto estrés, y se toman un helado. Este conito industrializado, que usted puede conseguir en la tienda más cercana, se convirtió en el denominador común y los fans lo notaron. Ahora bien, la también llamada Blood and Ice Cream Trilogy (Trilogía de Sangre y Helado) surgió de manera inesperada, ya que como contó Edgar Wright en una conferencia en el marco del Entertainment Weekly CapeTown Film Festival; en su adolescencia uno de estos helados en cono le mejoró notablemente una tremenda resaca irresponsable. Como por arte de magia su golosina preferida apareció en la película, y en el estreno, todos los afortunados espectadores degustaron un Cornetto. Ya para Hot Fuzz los sumaron sin pensar, pero no contaron con el frio manjar en la avant premiere. Pero este sin sentido aparente, de esta extraña explicación culmina con el ¿por qué?, los dos primeros largometrajes no tienen más cosas en común que la sensibilidad para contar la historia, algunos miembros del elenco, unas cuantas bromas relacionadas con las persecuciones y el famoso helado. Por lo tanto, Wright explica que la tercera, de alguna manera va a mezclar y crear nuevos elementos para llegar a cerrar la saga. Detrás del misterio, las poquísimas imágenes desde el set y la criptica información que se arroja en las redes sociales, podemos develar estas líneas; cinco amigotes que no se ven hace un montón, deciden repetir una loca noche de alcohol, comandados por Gary, que es el personaje de Pegg, caen todos en el pub, el nombre de éste es el mismo que el de la película y para el final de la velada se dan cuenta que sus problemas no son nada comparados con los de la humanidad. No queda mucho más por decir, sólo esperar, por lo menos hasta el primer tráiler y cruzar los dedos para que la tan esperada cinta no decepcione a los fans. Resumiendo, el lugar de reunión, el más seguro, el más confiable, el que mantiene lejos a los zombies, el ideal punto de encuentro con tus amigos y dónde llevas a tu madre o a tu pareja, que nos protege de los asesinos psicópatas en un tranquilo pueblo, el que nos consuela y nos reconforta, siempre es y será el pub. Ese lugar legendario, es solamente otra muestra de la cinefilia de sus autores, el lugar recomendado por guionistas para presentar personajes, el bar. Estos tres amigos cuentan las historias que ellos quisieran ver y el publico lo disfruta, no será la última vez que escuchemos resonar estos nombres a lo lejos, Edgar, Simon y Nick los ingleses que la descosen haciendo cine.


Luego de la extensa gira que lo paseó por el extremo sur del mundo el año pasado, uno de los artistas más influyentes del Reino Unido estará de vuelta en Latinoamérica durante casi todo el mes de Julio. Tenerlo a metros una vez más, cantando su melancolía y sus rencores a las viejas y nuevas generaciones, es una posibilidad imperdible para ver de cerca a la leyenda más famosa de Manchester. El rumor estaba dando vueltas desde hacía meses. De hecho, la primera fecha tentativa hablaba de Junio, pero una cadena de problemas de salud lo dejó fuera de juego y posponiendo compromisos concertados. La noticia de su regreso, tras una serie de numerosos conciertos en 2012, confirma no sólo que Sudamérica se volvió un terreno fértil para Moz sino que el indomable bocazas inglés dijo la verdad cuando nos mencionó como parte de su público preferido. Sin contrato con sello discográfico ni disco nuevo que presentar (su último LP, el poderoso Years Of Refusal, es de 2009), Morrissey anda de gira revalidando títulos y solidificando esa nueva y jugosa legión de nuevos fans que trae amasando desde You Are The Quarry (2004), aquél fantástico trabajo que lo sacó del Universo de los Parias –ese terreno en donde tan cómodo se siente- y lo puso en un sorpresivo lugar de artista de culto mundialmente reconocido. Desde su viejo exilio en USA (19972005), cuando viviendo y tocando seguido en California consolidó una relación entrañable con el numeroso público mexicano, Moz fijó particularmente su atención en la audiencia latina. Y ese inesperado romance se cristalizó también por debajo del Mar Caribe: en la gira de 2012, puesta en marcha para cerrar el Festival de Viña del Mar, tocó una serie de once shows en cinco países diferentes: Chile (2), Argentina (4), Brasil (3), Perú (1) y Colombia (1). Tras semejante paso triunfal era fácil arriesgar que el ex líder de The Smiths volvería al Conosud a seguir derramando su melancolía, pero no imaginábamos que se daría tan rápido. La gira 2013 es nuevamente nutrida y sorprendente: abre el periplo con dos shows en Perú, ocho presentaciones en Chile -incluyendo seis de ellas en formato íntimo-, una en Argentina para atronar el predio oficialista Tecnópolis, y tres en suelo brasileño. Un total de catorce conciertos para terminar de confirmar, por si quedara alguna duda, que Moz se transformó en una verdadera pasión latinoamericana. La cita con el Príncipe de la Nostalgia es el 28 de Julio, en Villa Martelli. Las gemas emocionales de The Smiths y las bombas de su carrera solista, una vez más en Buenos Aires. La leyenda está viva y todos estamos felices.



Texto: Eduardo Le Breton

Tras una larga vigilia ante promesas truncas, y varios dichos y entredichos sobre una futura reunión de Oasis, el 10 de junio pasado salió a la luz el flamante disco BE, segundo trabajo de Beady Eye en estos cuatro años de vida. El álbum viene promocionándose desde hace unos meses mediante dos cortes de difusión: Flick Of The Finger y Second Bite For The Apple, los que ya insinuaban, entre líneas, un giro de timón por parte de la banda liderada por Liam Gallagher. Los ingleses intentaron profundizar la propuesta de su primer disco Different Gear, Still Speeding (2011) saliendo un poco de ese revival mod para adentrarse en escenarios un poco más experimentales, romper un poco con la canción y suscitar una especie de viaje en ciertos lapsos de las melodías. No obstante, no pierde fuerza e impacto la apertura triunfal de Flick Of The Finger, de lírica reflexiva, y que nos eleva a través de los vientos que se conjugan con una base persistente, similar en Mucky Fingers del disco Don`t Believe The Truth de Oasis. Aquí se dilucida una intención superadora de BE para romper esos esquemas simples pero eficaces, respecto del primer disco, a partir de una mirada un poco más madura y prolífica en las composiciones: Soul Love continúa la marcha con cautela y paso sombrío para inducirnos a un territorio beatle y, de pronto, soltarnos la mano en esos espacios liberados al sonido “trippy” de los teclados. Un camino similar transita la canción Don´t Brother Me, la cual esconde connotaciones a la relación con su hermano Noel. Sin embargo, más allá de la polvareda por la polémica, en esta canción se desdoblan ciertos aires melancólicos concatenados con la ternura de la voz de Liam para teñirse de cierta psicodelia, en un juego de sonidos con una guitarra que, emulando una cítara, nos dispara a un estado intenso e infinito.

Sin dudas, una de las propuestas o novedades que trajo esta segunda apuesta de los ex Oasis fue la utilización constante del recurso del brass, lo cual constituyó uno de los aportes más sabios para envolver, con cierta solemnidad, sus canciones y no alejarlas nunca de la clásica composición del rock inglés de los sesenta, encontrada también en varias obras de The Kinks o en el The Satanic Majesties… de The Rolling Stones. En esta misma línea, cabe destacar a Shine A Light como una de las piezas más fascinantes y sublimes del disco: una melodía que seduce el oído desde el segundo cero con un arreglo de violín y piano, y que marca un condimento interesante e hipnótico. De pronto, irrumpe una furiosa acústica que se dirime el protagonismo con el juego de voces conformado por Gallagher, Bell y Archer. La participación de todos los integrantes pasa a ser un aspecto notorio en el disco, en el cual, por fuera de la autoridad de Liam, tanto Andy como Gem fueron tomando mayor posicionamiento en los destinos artísticos de la banda. Este barco llamado Beady Eye eligió tomar una dirección calma pero arriesgada, dentro de las aguas turbulentas y deliciosas de la psicodelia, y así también poner un paño de paz a sus melodías. Por ello, en canciones como Face The Crowd (tal vez un guiño al disco The Face In The Crowd de la banda mod The Merton Parkas) o Just Saying, pueden ser consideradas como las más fuertes o potentes. En tanto, el arte de tapa, realizado por Harry Peccinotti, ancla este tipo de referencias descriptas y las encalla en el sendero de lo más “arty” que Liam puede brindarnos desde lo más hondo de sus entrañas. Este detalle ha sido mal interpretado por algunos sectores conservadores que censuraron la tapa del álbum, debido a que, en el torso descubierto de la modelo y esposa de Peccinotti, la mirada se detuvo en la

aparición “agresiva” de un pezón. Hipocresía, al fin, pues no hay ningún tipo de referencia a la sensualidad y cosificación de la mujer. Por el contrario, una instancia trascendental del ser y de la banda misma en un viaje hacia sus canciones nos propone un renacer a su ocaso en Start Anew: “Tenemos todo el mundo en nuestras manos/ Aprovechemos la oportunidad y empecemos de nuevo/ Vos y yo”. BONUS TRACK La edición deluxe de BE trae cuatro canciones más que se orientan a la misma tendencia psicodélica de toda la obra en su conjunto. Sin embargo, por momentos parecen guardar una impronta mucho más arriesgada, como en Dreaming Of Some Space, una invitación a sumergirse a las aguas recorridas por el submarino amarillo para encontrarse con el espíritu de Lennon en The World’s Not Set In Stone, y en dos piezas dulces y conmovedoras: Back After The Break y Off At The Next Exit. Cuatro perlas por las que vale la pena acceder a esta edición de lujo. Sin embargo, no todo está dicho y, dada la exigencia y la recepción del mercado japonés, se editó una versión que suma dos temas más: la sobria y relajada Girls In Uniform y Evil Eye, cierre inmejorable de gran caudal melódico en clave beat. El flamante BE es un disco muy diferente, reflexivo y opuesto a la euforia que puede encontrarse en Different Gear, Still Speeding, induciendo al oyente a sonidos familiares y conocidos en discos de Oasis como Heathen Chemistry o Don´t Believe The Truth. No obstante, puede identificarse también un cambio de mentalidad en todos los integrantes, al encontrar a un Liam que deja de ser “Our Kid” para ser “The New Chief”.



costado más clásico de la banda, se hace evidente el trabajo de Bob Ezrin, co-productor de The Wall de Pink Floyd, entre otros títulos. Blood From A Stone y All The Time In The World tienen un pequeño dejo “floydeano” inyectado, probablemente, por Ezrin.

LEANDRO FRESCO

MILES KANE

DEEP PURPLE

Calificación: 7 puntos

Calificación: 8 puntos

Calificación: 7 puntos

Se puede decir que la carrera musical de Fresco se confirma en dos frentes, el más conocido por estas latitudes es el que lo tuvo como tecladista de Gustavo Cerati durante diez años y participando en la gira Me Verás Volver de Soda Stereo. El otro frente, no tan conocido pero igual de prolífico, es el que desenvuelve en la música electrónica. Ha grabado para el sello alemán Kompakt, y Michael Mayer, uno de sus fundadores, eligió Cera Uno como uno de los mejores temas que se han grabado para el sello, describiéndolo como “sobrenatural y hermoso”.

Tras la edición de su disco debut Colour Of The Trap (2011), su promoción internacional, y la participación en festivales y desfiles de moda, Miles Kane regresa, al fin, a las bateas con nuevo material para calmar nuestras ansias. ¿Lo habrá logrado?

¿Qué es lo que motiva a una banda de años y años de trayectoria a grabar un nuevo álbum en los tiempos en que un disco no es más que una vidriera para mostrarse y a partir de eso poder expandir el espectro de oyentes? Deep Purple está en el top ten de las más importantes e influyentes de la historia del rock británico, por lo que no necesitan editar un nuevo trabajo para que los fans, la gente de siempre, siga yendo a sus recitales una, dos, diez veces. Es evidente que una banda con dieciocho discos tiene una lista de temas estables y efectivos en vivo que son los que hacen que los estadios se sigan llenando. Entonces, ¿no es arriesgado para un grupo que ya tuvo su momento lanzar un disco nuevo, considerando que la gente quiere escuchar Highway Star o Lazy en los shows?

Album: Leandro Fresco

Su último trabajo se conforma como una prolija y cuidada síntesis de ambos frentes, nueve canciones de rock/pop electrónico con muy buenas melodías, donde la influencia de Cerati se nota como lo que es: una influencia y no una mera copia- arreglos y un audio impecable. Cuando uno abre el booklet, se encuentra con un homenaje a la famosa foto Dalí Atomicus, de Philippe Hasman, aquella que lo tenía al famoso pintor surrealista suspendido en el aire entre gatos, agua, sillas y pinturas. El disco, del mismo modo, invita a suspenderse, pero a suspenderse en acción, sobre todo en los pasajes instrumentales donde, a base de sintetizadores y programaciones, parecen desarrollarse bailes en el espacio. Con Algún día, el primer corte, y Rayos en el mar como puntos más altos de un disco muy parejo, Giorgio Moroder es el punto de referencia más cercano. Leandro Fresco no es el primer disco de Leandro Fresco, pero sí es el primero que lleva como título su nombre, también es el primer disco que lo tiene a él como cantante –el deseo es que no sea el último– y eso tal vez explica lo anterior. Sebastián Chaves

Album: Don´t forget who are you

Dicen que la prueba del segundo disco es crucial en la carrera de un músico: confirma si llegó para quedarse o si sólo había tenido un golpe de suerte. Con Don’t Forget Who You Are, Kane tiene todos los ingredientes de lo imperecedero: es fresco, atemporal, irreverente, Mod(erno), manteniendo intacta su esencia new beat y su alma de galán, e incorporando riffs allo Stone. Si en COTT Miles coqueteaba con una mujer para conquistarla, en DFWYA nos cuenta que esa mujer es suya -Better Than That-, le robó el corazón -Fire In My Heart- e, incluso, lo lleva a perdición -Taking Over; Out Of Control-. Para declararle su amor, Miles acude nuevamente a su receta infalible: melodías bailables, estribillos pegadizos y mensajes optimistas escritos desde un corazón romanticista (We Won’t Let Our Worries Dictate Who We Are). Con once canciones en tan sólo treinta y dos minutos, el Príncipe del Mod logra su cometido. Nos deja el oído endulzado, insatisfecho, con ganas de más. En su nuevo disco, Miles Kane no se olvida quién es y busca que nosotros tampoco lo hagamos. El heredero del Mod reclama su corona. Alejandra Cataldi

Album: Now What?!

A Deep Purple no le importaron los riesgos y se decidieron a grabar después de ocho años sin pasar por los estudios. Now What?! es el nombre del álbum y una gran pregunta para la actualidad que vivía la banda antes del lanzamiento del disco; después de tanto, “¿Ahora qué?”. A Simple Song se encarga de darnos la bienvenida a la nueva placa y luego de una introducción melancólica propia de los ‘70, se despacha con una explosión de teclados filosos y al ritmo de una banda que demuestra permanentemente que todavía puede rockear. “Its Beautiful” canta Gillan en Weirdistan, el segundo tema del álbum, y esa frase es la perfecta definición para los sintetizadores futuristas de Don Airey, quien remplazó, hace más de diez años, al inmenso John Lord. La primera parte del disco, donde los Purple se animan con su faceta más moderna y arriesgada, se cierra con los estribillos hard rockeros de Hell To Pay. En la segunda parte, la que muestra el

El álbum cierra el círculo épico con el que había comenzado culminando con Vincent Price, el que es, tal vez, el momento cumbre del disco; órganos que lejos están de invitarte a una misa cristiana y voces tétricas que te dan la despedida. Pero todo esto desemboca en una pregunta: ¿qué esperamos cuando nos sentamos a escuchar el álbum nuevo de una banda legendaria, la fórmula de siempre o una novedad que sobrepase los límites sonoros con los que nos tienen acostumbrados en sus discos clásicos? Deep Purple en este trabajo nos da las dos cosas. Patricio Cerminaro

NOAH AND THE WHALE Album: Heart of Nowhere Calificación: 7 puntos Si hay una marca registrada de Noah and the Whale es el espíritu alegre, ese insistente canto a la vida con la voz característica de Charlie Fink. Y en ese sentido, Heart of Nowhere es una confirmación de ese eje conceptual. Desde los golpeteos de xilofón que abren Introduction, junto a la sonoridad creciente de los violines que se multiplican y enganchan con el tema homónimo al disco, ya se anuncia una explosión de energía positiva. Y efectivamente, en el estribillo de Heart Of Nowhere -la canción-, el impecable violín de Tom Hobden se mezcla con la lírica de Fink y a partir de allí, todo es una celebración. El cuarto disco de estos veinteañeros londinenses es, ante todo, un antídoto contra los malos sentimientos. Durante las diez canciones, no pueden


sentirse más que ganas de cantarlo andando en bicicleta en un día soleado. O incluso bailar. Esas son las imágenes a las que remiten las melodías contagiosamente llevaderas de temas como Silver And Gold y Lifetime. E insisto en decir imágenes porque Heart of Nowhere, como todo lo relacionado a Noah and the Whale, tiene mucho de cinematográfico. Cuando exactamente en la mitad, el disco baja de su hype indie-pop, cuenta historias: One More Night y Still After All These Years narran algo desde su tranquilidad.

álbum homónimo de 1990, conocido como “el disco de la mariposa” a raíz de su ilustración de portada.

El álbum entero camina y avanza sobre la rítmica de una guitarra casi siempre muteada y el violín, lo cual puede a veces tornarse un tanto monocorde. Sin embargo, en esta ocasión, la banda que supo tener a Laura Marling entre sus filas, se permite romper aquel equilibrio pacífico del primer Peaceful, The World Lays Me Down e introduce solos de guitarra y distorsiones como las de All Through the Night, que suman al sonido de la banda como un todo. Y si bien ya no todo en las letras es aquel júbilo del hit 5 Years Time, y se percibe cierto intento reflexión de un Fink un poco más crecidito, ese contagio de felicidad nunca cesa. A Heart Of Nowhere se le pueden encontrar varias carencias si se las busca, pero iría contra la propuesta y la vibra del disco en sí: relajarse y disfrutar.

Resignados a grupo de culto, el camino trazado en los primeros ‘90 continuó con escasa actividad y largas pausas hasta desembocar, ocho años después de su último trabajo, en She Paints Words In Red, un disco dotado de varios pasajes donde el talento y la sensibilidad del compositorvocalista-guitarrista Guy Chadwick vuelve a relucir como en las viejas épocas.

Morena Pardo

THE HOUSE OF LOVE

Album: SHE PAINTS WORDS IN RED Calificación: 7 puntos A la búsqueda de la canción perfecta estuvo abocado alguna vez The House of Love, grupo londinense formado en 1986 que, tras sus pasos iniciales en las filas del sello Creation, tuvo su cuarto de hora bajo el amparo de Fontana, período magistralmente recopilado en The Fontana Years (2004), amén de ese bello y atemporal documento que es el

Sin embargo, pese al gran potencial y la fría belleza de su obra, la posibilidad de un reconocimiento amplio quedó eclipsada por un contexto poco amigable para el límpido indie-pop de este cuarteto continuador de una tradición cancionera que va desde Love hasta The Jesus and Mary Chain, y factor de inspiración para bandas posteriores como Coldplay.

Pero ha corrido agua bajo el puente, y la banda, que ya peina canas, luce cómoda en la exploración de sonoridades cercanas a la nueva ola de folk psicodélico. Los chispazos de electricidad son administrados a cuentagotas y las guitarras acústicas protagonizan casi todos los tracks, aunque sin restarle calidad ni importancia a los finos arreglos del guitarrista Terry Bickers. Temas como Hemingway y She Paints Words In Red podrían ser incisos del manual de Belle and Sebastian, en tanto que Low Black Clouds se remonta hacia atrás y presenta unas bonitas y delicadas armonías vocales al estilo Simon & Garfunkel. Lost In The Blues y Trouble In Mind también se entregan a la mansedumbre reflexiva, lo que sugiere que el grupo asume su madurez haciendo gala de la voz de la experiencia. Gran decisión: con este disco correcto, The House of Love ha evitado recurrir a la mera recreación del sonido de sus años mozos, y eso le suma puntos en la espera de la justa revalorización que, reediciones lujosas mediante, parece estar asomando. Ojalá se les dé. Eduardo Rosende


En un contexto mucho más propicio que aquella actuación como teloneros de los Red Hot Chili Peppers, los músicos de Oxford se presentaron por segunda vez en Argentina y desataron una tempestad sonora puertas adentro.

Cuando el frío recién comenzaba a asentarse por estas latitudes y un aluvión de bandas internacionales comenzaba a hacer escala en Buenos Aires, Foals entendió perfectamente qué, si la intención era sobresalir de la media, tenían que esmerarse y no guardarse nada. Para lograrlo, propusieron un frenético combo entre la Terapia Del Grito, mucho contacto físico y un sonido contundente en la noche de un Teatro Vorterix colmado. Con Prelude, el instrumental que abre Holy Fire -su reciente álbum editado este año-, los formados en Oxford dieron comienzo a un show que gradualmente se fue cargando de distorsión, demostrando que la originalidad de sus composiciones puede cobrar en vivo una intensidad cuya dimensión apenas se vislumbra en los trabajos de estudio. La música de los liderados por Yannis Philippakis se conforma como una lectura de los Talking Heads aggiornada a la velocidad desmedida de los tiempos que corren, con guitarras escuálidas, punzantes y sincopadas interactuando sobre una base de batería y bajo, que tienen tanto de punk y new-wave como de ese género un tanto hipster llamado math-rock, sumados a unos teclados que parecen pasar desapercibidos pero que aportan la armonía donde descansa el sonido del grupo.

En vivo, la fórmula elegida es partir de aquellas guitarras escuálidas y desde ahí, en un constante crescendo hasta llegar muy cerca del sonido de Nine Inch Nails. Balloons, Olympic Airways y My Number se sucedieron dejando sentado el clima que imperaría en la noche, y que incluiría, más adelante, al líder saltando, en varias ocasiones, desde el escenario hacia el público y una incursión por una de las barras del teatro donde se expenden bebidas, en la que bebería un trago de cerveza y fumaría algún cigarrillo de dudoso contenido, cortesía de un espectador. Presentando una austera puesta en escena, la acción pasó pura y exclusivamente por el despliegue físico y musical de los músicos, con Yannis como líder natural, acompañado por los movimientos en estilo Frusciante de Jimmy Smith, y la constante arenga de ese excelente baterista que es Jack Bevan. Late Night promediando el show y Moon, ya para los bises, fueron los momentos cancioneros de la noche en los que el nacido en Grecia demostró no solo sus aptitudes vocales sino también su habilidad para crear buenas melodías. Pero estos pequeños oasis de tranquilidad no fueron más que un descanso para un vertiginoso

recital cuyo repertorio estuvo vertebrado por temas del último disco y en el que Cassius fue el gran ausente. Como preanuncio del final de una noche que tuvo anteriormente a los uruguayos Santés Les Amis desplegando su convincente propuesta de un dance-punk muy personal, llegó una extendida versión de Electric Bloom con una especie de tecnochacarera de introducción a la que le sumaron: más sonido industrial, más gritos y más zambullidas al público. Para los bises, Inhaler y Two Steps Twice terminaron por redondear una intensa performance de una hora y media de duración que tuvo el acento puesto en la corporalidad a la que invitan el sonido y la actitud de los integrantes de Foals en vivo. Una vez retirados del lugar, quedan dudas y certezas. ¿La duda? Saber hasta dónde son capaces de llegar estos (no tan) chicos que parecen no tener techo. ¿La certeza? Que Foals en el Teatro Vorterix seguramente sea uno de los grandes shows de rock de 2013.


SAVAGES

SUEDE

Calificación: 9 puntos

Calificación: 8 puntos

La contundencia con que impacta Silence Yourself es difícil de describir. Como un golpe certero en la mandíbula, hay algo que se descoloca luego de escuchar por primera vez este álbum debut. Y todo esto en el mejor sentido posible. Hacía rato que la escena británica no veía nacer un ejemplar de tan pleno post-punk, y esta vez llega de la mano de un cuarteto de chicas londinenses con cantante francesa.

Durante la expectativa de la reunión de Suede en 2010 y ante la inevitable pregunta, Brett Anderson prometió un nuevo disco con sonido Suede, algo entre Dog Man Star, Coming Up y su último trabajo como solista, Black Rainbows. Se puede decir que cumplió: todos estos elementos se perciben en mayor o menor medida en un disco que, para ser de la categoría “regreso”, está muy por encima del promedio.

El disco debut de Savages es una bomba de tiempo, que explota numerosas y consecutivas veces, generalmente gracias a la chispa de la constantemente encendida guitarra de Gemma Thompson. Distorsiones por todos lados, pero ni un solo exceso. Y he aquí quizás una de las claves. Todo en la propuesta de Savages está en su justa medida, y quizás sea eso lo que fascina: la abundancia que no desborda. La voz de Jehnny Beth lidera con absoluta eficacia cada recorrido que la banda transita en los once temas que constituyen el disco. Con la sonoridad de Katie Sketch (The Organ), y la madurez de Patti Smith, el timbre y el estilo de Beth evoca por otro lado tanto a Siouxsie Sioux como al propio Ian Curtis.

El primer corte de difusión es el mismo que abre el disco, Barriers, sonoramente el más cercano al Brett Anderson de 2011. El colorido de Coming Up se hace presente desde el segundo tema, Snowblind y explota en It Starts And Ends With You, el verdadero plato fuerte del disco. Sin perder la unidad entre tema y tema, con un sonido coherente, se despliega el resto del material compuesto en su mayoría por Anderson, el guitarrista Richard Oakes y el tecladista Neil Codling. En los dos momentos más íntimos del recorrido aparece cierto aire oscuro que remite a Dog Man Star. Éste impregna tanto Sometimes I Feel I’ll Float Away (gran balada y punto más alto del álbum) y Faultlines, que también recuerda al Anderson de Wilderness.

Album: Silence Yourself

Silence Yourself es un manifiesto sobre la identidad y la estética de la banda, una oscuridad brillante, aparente bajo perfil, con una potencia avasalladora. Es una carta de presentación de una formación que, parafraseando al segundo tema del álbum, grita con potencia, anuncia y firma: “I AM HERE”. Las Savages están, y están en toda su potencialidad. Para quedarse. Y si su primer paso fue con un disco que no deja respirar y que no tiene ni un riff de desperdicio, vale la pena poner algunas (o todas) las fichas sobre el futuro de esta banda. Morena Pardo

Album: Bloodsports

Suede demuestra estar en forma, fiel a su sonido e historia, sin la magia de Bernard Butler pero lejos de A New Morning, y con una renovada expectativa por el siguiente paso. Giselle Hidalgo


ZOMBEATS: (Fonética de Some Beats.) {derivado de Zombis} -trad. al esp.: ¨algunos ritmos¨ 1. m. Persona que se supone muerta y que ha resucitado con una única necesidad vital de consumir ritmos. 2. adj. Atontado, que se comporta como un autómata y no puede dejar de bailar.

Las noches de Buenos Aires se están volviendo peligrosas. Se dice que los fines de semana pueden verse hordas de Zombeats. Entes deambulando sin destino fijo, con paso errante y balbuceando palabras ininteligibles. Suelen concentrarse en los alrededores de boliches y bares. Las malas lenguas dicen que hay un factor común en sus apariciones: en todos los casos, Moodyman tocaba cerca.

que sucedía ahí arriba. Fue cuando se me ocurrió la disparatada idea de plantear “Que pasaría si hubiera una infección en la que la humanidad tuviese como único recurso de supervivencia el consumo de música? ”. Así nacieron los Zombeats.

Moodyman es un grupo de rock electrónico nacido luego de la disolución de los célebres Underdog. Consta de cuatro elementos bien distintos pero conectados a través de una trama intensa de sonidos y ritmos. Su música es potente pero melódica, enérgica pero oscura, enroscada pero bailable. Su frontman, Guillermo Stoltzing (voz y guitarra), contagia su personalidad hiperkinética a la audiencia. Interpreta los temas uno tras otro, sin pausa, buscando con su mirada nuevas victimas a quienes traspasarle el virus. A juzgar por el creciente número de Zombeats avistados, parece que lo hace con éxito.

GS: La idea es que la música transcurra de la misma manera que la que propone un DJ, es decir que la música no se detenga durante todo el set con un track ligado al siguiente, sumado a la fuerza que imprime una banda en vivo. Queremos transmitirle al público la energía que vamos acumulando con cada ensayo y que se detona en ese momento único e irrepetible que se da en un show en vivo.

¿Cómo surgió todo el concepto de GR4Z?? GS: Estando en un show, me puse a mirar a la multitud frente al escenario y tuve la sensación de ver a miles de zombies hambrientos por lo

¿Cuál es el concepto detrás de cada show de Moodyman? ¿Qué quieren transmitir?

¿Cómo sentís la respuesta del público expuesto por primera vez a un show de Moodyman? GS: La respuesta de la gente es muy de ida y vuelta, ya que aunque no conozcan los temas los bailan, nosotros también y terminamos todos bajo el mismo trance. Esa es la idea fundamental, que la música se represente en tu cuerpo, te sacuda desde el alma y que finalmente no puedas evitar al menos mover el

piecito. Si existiera una representación humana del Moodyman, o el “Hombre Malhumorado”, este sería Walter C (Bajo y sintetizadores). El “hombre detrás de escena” juega con sonidos de sintetizadores y maquinas de ritmos. Es así como da forma a la estética sonora de la banda y permite que su personalidad se vislumbre a través de la música. ¿Desde hace cuánto tiempo jugas con sintetizadores y maquinas de ritmos? ¿Cómo nació eso? WC: Comencé aproximadamente allá por 1997. Hacia un tiempo que iba a fiestas electrónicas clandestinas en Capital Federal y así me fui interesando. Luego viaje a USA donde compre mi primer sequencer, un Yamaha RMX1. Fue amor a primera vista, con él pase muy gratos momentos. También paso por mis manos la Roland 303 y la Korg Electribe ER1. ¿Cómo es el trabajo interno de composición de Moodyman? WC: Hoy en día no tenemos un mecanismo fijo de composición. Usualmente comenzamos con una idea que grabo en la notebook, la vamos puliendo en grupo hasta que va tomando


forma de canción. La premisa conceptual primitiva de MDYMN era que la idea inicial que se grabara era la que debía quedar, porque plasmaba la intención de ese momento. Con el correr del tiempo, fuimos cambiando un poco de parecer y ahora elaboramos mucho más las canciones. ¿Hacia dónde se va a dirigir musicalmente? WC: El camino que estamos tomando es muy divertido, ya que no tenemos patrones a seguir y eso nos da la libertad necesaria para poder explorar cualquier tipo de sonidos. No nos encasillamos en hacer un estilo de música. Tenemos guitarras distorsionadas, batería acústica, hay sintetizadores también. ¿Qué quiero decir con esto? Que exploramos con todo tipo de instrumentos. De hecho, en ciertas ocasiones también toco las maracas. Nuestro camino musical está abierto, el final no lo conocemos porque lo estaremos recorriendo por siempre. Mariano Acosta (batería) es el responsable de hacer bailar a los Zombeats, una tarea para nada sencilla. Tiene la continua presión de que ante un mínimo error que rompa el groove, los muertos vivos dejaran sus sesos esparcidos sobre el redoblante. El entiende lo que la rítmica de una banda vanguardista necesita y lo aplica con un gusto exquisito, decodificando décadas de buen pop inglés. ¿Cómo combinas en Moodyman el gusto y fineza del sonido pop inglés con la energía y potencia que requiere una banda de rock electrónico? MA: Creo que musicalmente era más rico el aporte de un sonido mixto y atemperado. Seria algo así como que suene firme, pero no tanto, que esté la mano humana, con algo de groove,

inclusive con corrimientos naturales de tiempo. En definitiva, que la solidez no se traduzca en una caja de ritmos o samplers, para lo cual yo ya no sería tan necesario. La línea melódica de la voz, ligada al pop y no tan agresiva, me sugiere despegarme de la influencia tradicional de las bandas electrónicas. Por supuesto que hablamos de música, y habrá quien opine que se debería trabajar con más potencia o dureza en la parte rítmica. Sin embargo puede haber razón o no, lo cierto es que, en música, todo es discutible. ¿Cómo fue tocar a dos baterías en vivo con Pepi Taveira? (NdeR: en el último show en The Roxy Live, Moodyman tuvo de invitado al excelso baterista de jazz). MA: Fue fabuloso y ha sido todo un halago, nunca había tocado en un dúo de baterías y mucho menos con alguien de semejante reputación. Desde ya, no soy yo quien lo pueda calificar como músico, no estoy a su altura, y además ya lo ha hecho muy bien gente que sabe, desde hace décadas. Es bien sabido que se trata de un maestro de maestros. ¿Qué bandas nuevas te sorprenden por estos días? MA: Como banda nueva, TRIGGERFINGER. Y los últimos discos de Depeche Mode y de Bowie me parecen supremos. Por otra parte, consumo poco de la web y no soy un vigilante musical. Soy castigado por eso de no conocer a “la banda del momento”. Sin embargo veo como los que me critican van y vienen con las bandas de turno, y terminan como yo, olvidando sus nombres, y corriendo a los brazos de Bowie, Radiohead, The Cure, y Morrissey (risas). DJ John Cosani (teclados, sintetizadores, producción) es la sangre nueva, lo que lo

convierte en el elemento predilecto de los Zombeats. Esa cuota de energía y frescura que proviene de estar iniciando un camino de pleno crecimiento artístico, vivir cada nuevo show con la misma adrenalina del primero. Y también aplicar sus conocimientos de producción en la música electrónica a una banda que también toca rock. ¿Cómo te sentís siendo un DJ, ahora que formas parte de una banda de rock? JC: La verdad que ser partícipe del grupo es un factor sumamente positivo para mi crecimiento profesional y artístico como productor, ya que la continua interacción con la música me mantiene en estimulación creativa constante. ¿Cuál es la diferencia entre los shows de Moodyman y tus shows como DJ? JC: La diferencia reside puntualmente en el protagonismo de la puesta en escena, aunque la adrenalina sigue siendo la misma. Son dos canales totalmente divergentes pero que en definitiva confluyen en un mismo punto, que es la música. La verdad es que salir al escenario a rockear y sentir esa conexión con los chicos de la banda no tiene comparación. Contanos de tu sello de música electrónica CUBIK JC: Cubik Records es un camino independiente en plena maceración musical, ya que nació hace muy poquito. Es un sello que va hacer foco particularmente en el genero Progresive House, Techno y el Indie electrónico. Se va a encontrar en disquerías virtuales, tales como Betaport y Protón Músic. El primer EP en auge de lanzamiento se llamara Diverse, que contará con dos tracks propios y un Remix por Grind & Destroy.

Get Ready 4 Zombeats es el primer trabajo de Moodyman. Conseguílo en forma directa a través de: moodyman.com.ar facebook.com/moodyman.fanpage

Sabé más de MDYMN en youtube.com/moodymantv soundcloud.com/moodyman-1 twitter.com/moodyman_music


El día que Argentina invadió Liverpool

Los nombres de Underdog, The Ocean y Moodyman son reconocidos por muchos seguidores de la buena música de culto en Argentina. En una intimista charla de trastienda en el tradicional pub The Attic de Liverpool, compartiendo un almuerzo tardío previo a las pruebas de sonido, los propios músicos nos contaron la historia de sus bandas, su música y lo que significó para ellos llegar a tocar en Inglaterra. Seguinos. EL FESTIVAL IDEAL Primavera en el hemisferio norte, y cual los tradicionales daffodils (narcisos) amarillos comienzan también a germinar decenas de festivales de rock por todo el Reino Unido. El Liverpool Sound City (LSC) es uno de ellos, aunque cuenta con algunas características especiales: durante los tres días que dura el evento, toda la ciudad se convierte en un gran escenario de música en vivo. Es así cómo, armados de un simple pase y ayudados por un programa impreso, miles de melómanos

deambulan por la ciudad entrando y saliendo libremente de shows programados en los lugares más diversos: desde teatros, salas de conciertos, pubs, nightclubs (incluyendo el famoso The Cavern Club) y parques al aire libre, hasta lugares para nosotros inéditos como un estacionamiento público cubierto (el Wolstenholme Square Car Park) de acústica espantosa pero con una atmósfera increíble. Como es habitual, este año el LSC tuvo en su lineup a bandas que están volteando las vallas del mainstream doméstico, como los Everything Everything, Noah & The Whale, Reverend & The Makers, Jetta y Bastille, entre tantos otros. En éste entorno festivo de exaltación de la tan arraigada cultura británica de la música en vivo se presentaron las bandas argentinas en The Attic, un pub en pleno centro del ruido nocturno de Liverpool, gracias al esfuerzo mancomunado de la Cancillería Argentina, la Embajada Argentina en Londres y UltraBrit.

COMO NACE UNA BANDA DE ESENCIA BRITÁNICA EN ARGENTINA En la charla previa los shows, los músicos cuentan que todo comenzó con la formación del Underdog fundacional en 1995, con Guillermo Stöltzing en guitarra, Eduardo Capparelli en voz y Mariano Acosta en batería: se conocieron a través de carteles pegados en casas de música de Lomas de Zamora, zona sur del Gran Buenos Aires. Javier Tainta se incorporó en 1997 para ocuparse de teclados y guitarra, y Walter C completó la formación apoderándose del bajo. La banda produjo siempre temas propios, con letras en inglés y un sonido de distinguida textura británica. Una interesante mezcla entre Radiohead y Travis, por citar ejemplos de referencia, pero desarrollando un sonido propio distintivo y con una base vocal impecable. Antes de su separación, llegaron a participar del grandes festivales en Argentina y telonear a Duran Duran, Echo and The Bunnymen y Queen + Paul Rodgers.


LA GESTACIÓN DE THE OCEAN Y MOODYMAN Promediando la vida de Underdog comenzó a surgir la necesidad de los músicos de explorar sonidos distintos. “Necesitábamos volver a sentir admiración por el otro”, recuerda con sinceridad Guillermo, “aquello por lo que nos conectamos en nuestros primeros tiempos”. Con ésta claridad conceptual, y afianzados por una relación de profunda amistad (“somos una gran familia”, repiten) se permitieron poner en marcha, inicialmente en paralelo con Underdog, dos nuevos proyectos extracurriculares: The Ocean y Moodyman. Opinan unánimemente que permitirse dar lugar a éstos proyectos, todavía dentro del marco rector de Underdog, los enriqueció como grupo y les permitió volver a encontrarse y admirarse como tanto necesitaban. Aun así, en 2009 decidieron disolver Underdog para poder concentrarse en sus respectivos proyectos, vigentes al día de hoy. CANTAR EN INGLÉS Hecha la pregunta de rigor, todos los músicos esgrimen algunas conclusiones interesantes: “Nosotros hacemos rock británico; el idioma es parte de la música, como un instrumento más”, comienza Walter. “Si hiciéramos la misma base musical pero con letras en castellano no sería rock británico. Es como si alguien se pusiera a

cantar tango o folklore en inglés”, aclara Mariano. “Cambiar el idioma es cambiar el género que estás tocando” piensa Guillermo, y “a mí sólo me sale componer en inglés, no otra cosa” afirma Eduardo. Coinciden en que cantar en inglés en Argentina les ha significado limitar su acceso a una plataforma de lanzamiento mayor que les permitiera despegar como banda masiva o incluso internacional, aunque también celebran con orgullo no haber cedido a presiones recibidas para cantar en castellano y disfrutan el saberse reconocidos como una banda de culto en el mundo melómano nacional. ACCIÓN EN THE ATTIC La gran fecha argentina comenzó con la vuelta de Underdog, en lo que sería su show de reunión luego de su separación. Y el hacerlo en suelo británico significó para ellos nada menos que la coronación a una trayectoria intachable, un momento cúspide musical y personal. Seguidamente, con The Ocean comenzaron a sonar los primeros colores electrónicos, atrayendo aún más la atención de una audiencia que se mostraba absorta con los llegados desde tan lejos. Finalmente llegó el turno de Moodyman, que con su potente estilo electrónico/dance puso a The Attic cabeza abajo, transformando el lugar literalmente en una disco.

EL RESTO DE LA GIRA Tras el Liverpool Sound City, las bandas siguieron su gira británica tocando en The Cavern de Liverpool en dos oportunidades: en el escenario "mitico" y en el nuevo Cavern Lounge. Luego bajaron hacia Londres donde tocaron en The New Cross Inn y en el Dublin Castle de Camden Town. Argentinos en UK: fueron, sonaron y vencieron.


Música

Lejos de ser la típica banda de los suburbios de Manchester, ellos rompen el molde a fuerza de una fusión explosiva de rock y música electrónica. En 2008, su álbum debut X Marks Destination vio la luz y volvieron a sacudir las pistas de baile con Wired Together en 2011. No es casual que la compañía disquera que los convoque sea Southern Fried Records y que su fundador sea Norman Cook, o Fatboy Slim para los más distraídos. Mientras se preparan para sacar su tercer disco pronto, los chicos no se quedan quietos. Ya fueron tentados para remixar a otras bandas, como The Editors, tocaron covers de The Buzzcocks con el ex Smiths Mike Joyce, grabaron con Tim Burgess de The Charlatans, y abrieron shows para Simian Mobile Disco y New Order. Charlamos con Bruce Carter, en exclusiva. ¿Cómo empezaste a hacer música? Tocaba algo de piano y trombón cuando era chico, pero apenas crecí un poco y empecé a descubrir que música me gustaba, me enamoré del bajo y hacía mímica en mi cuarto con Pixies, New Order, Teenage Fanclub y Nirvana. Nosotros nos conocimos mucho después porque tocábamos en distintas bandas en Manchester. Luego me mudé más cerca de la ciudad y cuando me separé de mi primera banda (Nylon Pylon) me junté con Nathan en una disquería y a él le gustó mucho como sonaba el bajo, así que se unió a la banda. Fiona era muy amiga de Nath y ensayábamos en su cuarto, conectamos enseguida; teníamos la misma energía y al poco tiempo nos pusimos a tocar en vivo.

¿Se sienten más identificados con la movida de Manchester actual o con la movida de los años ochenta? Creo que está bueno mirar para adelante, especialmente cuando hay una escena musical tan vibrante con bandas como Delphic, Everything Everything, Elbow, Dutch Uncles, y además nuestro amigo D/R/U/G/S que hace house. Todo eso nos motiva a hacer nueva música, que suene lo mejor posible para competir con lo que tenemos alrededor. Por supuesto que nuestra ciudad tiene grandes músicos históricos, y tuvimos el honor de tocar con New Order. Fue un placer inmenso. ¿Qué es lo que encuentran en la música electrónica que no encuentran en el resto de los géneros? Un sintetizador analógico es algo hermoso y el desafío para nosotros es mezclar electrónica con instrumentos en vivo. Tratamos de hacerlo interesante y es lo que más nos entusiasma. ¿Cuándo empezaron a remixar temas de otros? Es algo que nos pasó naturalmente. Nos empezaron a pedir que hagamos remixes. A veces hacemos intercambios y nosotros remixamos el tema de una banda y esa banda remixa un tema nuestro. Nos divierte

muchísimo, aunque actualmente nos estamos concentrando en escribir nuestro tercer álbum. ¿Qué es lo que te atrae de mezclar rock y electrónica? Me encanta la energía cruda que transmiten los instrumentos en vivo y también me parecen alucinantes los sonidos electrónicos, así que para mí rock y electrónica forman un matrimonio perfecto. Tenemos un par de shows programados para el resto del año, pero en realidad estamos muy entusiasmados con sacar el tercer álbum porque nos encanta como está sonando. ¿Cómo definieron la estética de The Whip? El arte de tapa de los primeros álbumes y singles era una serie de imágenes al azar que nos gustaban y las pusimos de distintas maneras para representar la fusión que hacíamos entre distintos estilos musicales. En el segundo álbum teníamos una imagen, y un artista de Manchester llamado Inge trabajó sobre esa imagen que representa un pavo real. ¿Con que se encuentra la gente cuando va a ver sus shows en vivo? La palabra clave es energía. De alguna manera les damos “latigazos” para que lleven su cerebro a un estado de excitación mental. Nos gusta pensar que le damos a la gente una especie de “fiesta portátil” y nos gusta interactuar y divertirnos con ellos.






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