David ALmazán

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Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Pirineos 2012 Curso: Representación y recreación del álbum familiar: el archivo autobiográfico

"La fotografía y la diversidad cultural. El álbum de la familia humana" V. David Almazán Tomás Universidad de Zaragoza

Desde sus inicios, la fotografía ha tenido gran importancia en la forma de construir la imagen del mundo y, también, nuestra propia imagen. En nuestra opinión, dentro de los distintos uso que hemos asignado a la fotografía, uno de los más significativos ha sido el de representar a "los nuestros" y el de conocer a "los otros". El álbum familiar, este conjunto de retratos y recuerdos de los acontecimientos vitales que convencionalmente solemos fotografiar, configura uno de los objetos más atractivos de nuestra civilización, pues nos permite reflexionar sobre el poder de la imagen, nuestra organización social y familiar, así como nuestro sistema de valores. La expansión de la fotografía en el mundo transcurrió en paralelo a la expansión colonial europea y por el descubrimiento visual de la diversidad humana. De modo que en el siglo XIX, al tiempo que se configuraban las narraciones visuales autobiográficas, los objetivos fotográficos también salieron en captura de la representación de la humanidad más lejana, pues pronto la fotografía se convirtió en una valiosa herramienta para una emergente ciencia en desarrollo: la antropología. La antropología proyectó la imagen del árbol genealógico familiar para tratar de cartografiar la imagen de los distintos pueblos y culturas étnicas del mundo. Aunque no es necesario apuntar que el álbum familiar tiene notables diferencias con los álbumes etnográficos, lo cierto es que también existen ciertos puntos de relación, como tendremos ocasión de exponer en este estudio. Asimismo, queremos señalar que el discurso dominante de la fotografía y sus usos sociales están orientados desde un significado y un sistema de representación que en modo alguno es universal, sino más bien muy particular de nuestra cultura occidental. También, aunque en un principio nos pueda parece que no hay nada más natural que la familia, nuestra definición de familia es un concepto propio de nuestra cultura, muy distinto al de la mayoría de las sociedades humanas. Si bien el concepto de familia ha cambiado de manera muy importante en nuestra sociedad y, en este sentido, el álbum familiar también, es preciso indicar que hay una serie de patrones que han ido definiendo un discurso dominante. El ciclo de la vida es distinto también en la diversidad cultural y los instantes vitales representativos son también diferentes en cada sociedad. En este sentido, es necesario tener presente que el desarrollo de la fotografía y sus usos, en el siglo XIX y comienzos del siglo XX, se construyeron en un contexto marcadamente eurocéntrico y una creencia ciega en lo que la teoría antropológica ha denominado evolucionismo cultural. Desde aquella mentalidad, la cultura occidental no era simplemente diferente a las restantes culturas del mundo, sino que se consideraba superior. Al igual que, desde las teorías de Charles Darwin, las especies habían evolucionado por la selección natural, existía la convicción de que la raza blanca suponía la cumbre del desarrollo de la humanidad y que era superior científicamente en todos los aspectos, desde el tecnológico al moral.


Unas notas sobre el Evolucionismo Cultural Una parte importante del arte de África y de Oceanía está destinada al culto a los antepasados, cuyos espíritus influyen en el transcurso de la vida de la tribu. Los antepasados, reales o míticos, establecen el límite del linaje de cada individuo, por lo que conforman la identidad social. Generalmente el cabeza de familia custodia el altar de los antepasados y dirige las ceremonias conmemorativas. Aunque en ambos caso se trata de una conducta que sirve para subrayar los lazos de pertenencia de una persona a un determinado linaje, lo cierto es que, salvando las diferencias, no son conductas que valoremos como semejantes y más bien nos testimonian una gran diferencia cultural, que por el peso que en occidente otorgamos a lo tecnológico, automáticamente reubicamos en ese modelo caduco, pero vigente, del binomio civilizado-salvaje. Antes de que, a comienzos del siglo XX, Franz Boas asentara en Estados Unidos las bases de la moderna antropología desde el Relativismo Cultural, desde el criterio de que no hay términos de comparación objetivos entre dos culturas que den soluciones vitales en dos contextos ambientales e históricos distintos, la antropología estuvo dominada por la teoría del Evolucionismo Cultural, que establecía una jerarquía en la humanidad en cuya cima estaba la cultura dominante. En este sentido, es evidente que todas las culturas observan el mundo desde una perspectiva etnocéntrica, pero en este caso, esta visión de la humanidad se creó desde (falsos) presupuestos científicos, con el fin de determinar la superioridad de la raza blanca y su civilización, frente a los demás pueblos del mundo. Este planteamiento era la justificación del Colonialismo. La superioridad de la civilización blanca, con mayor tecnología, la ciencia, la escritura, la verdadera religión y la economía más potente, era el único faro que podía guía a los pueblos atrasados por la senda del progreso, sin condenarse a quedar como fósiles vivientes. Desde la perspectiva del Evolucionismo Cultural y la ideología colonialista, los pueblos primitivos (mal llamados primitivos) estaban al margen de la Historia. Su cultura material solamente podía aspirar a formar parte de los museos etnológicos, desde criterios étnicos, pero nunca al mismo nivel de cualquier logro de la civilización occidental, pues esto era considerado algo así como situar al mismo nivel el pensamiento de un adulto junto con el pensamiento prelógico infantil. En efecto, con el desarrollo en el siglo XIX de la Antropología y las primeras teorías sociales relacionadas con el Evolucionismo Cultural, las "otras" tradiciones culturales fueron catalogadas como el producto de una mente infantil, que todavía no había alcanzado el grado de madurez del hombre blanco. Más que cualquier cualidad estética, se valoraba el valor etnológico como testimonio material de un estadio inferior en la escala del progreso de la Humanidad. Algunos precedentes del álbum familiar en la Historia del Arte Una de las grandes aportaciones escultóricas de Roma fue la vocación por recordar a los miembros de su linaje mediante bustos y esculturas. Su función social estaba vinculada al culto a los antepasados, imagines maiorum. Lo cierto es que este uso para representar antepasados es uno de los más comunes a todas las culturas y que, incluso, puede ser considerado un lejano precedente de la fotografía familiar. En el caso romano, las bases para su relación como precedente hemos de fijarlas precisamente en torno al discurso del realismo y de la importancia de busto, una de


las principales características de la imagen fotográfica y del género del retrato. Esta tendencia al realismo en el retrato romano estaba relacionada con la tradición de las mascarillas mortuorias. Estas mascarillas comparten con el álbum familiar su característica de ser imágenes indiciales de los miembros de un determinado linaje. En un principio, sobre familiares muertos en el caso de las mascarillas mortuorias, mientras que se fotografía a los familiares en vida en los álbumes fotográficos. No obstante, recordemos que en el siglo XIX, también estuvo de moda la fotografía de difuntos. La película de Alejandro Amenábar Los Otros (2001) presentó al gran público esta extendida costumbre, ya olvidada en nuestros usos sociales contemporáneos, hasta el punto de parecernos algo macabro y de mal gusto. La manera de hacer retratos fue por lo general una convención derivada de las composiciones pictóricas, con sus poses y sus fondos. En este sentido, los fotógrafos profesionales justificaban su oficio por los aires artísticos y cierta idealización, como testimoniaron los conocidos juicios de Charles Baudelaire. El retrato comercial decimonónico, muy ajustado a las necesidades de representación y gustos de la burguesía, ha tenido una gran continuidad hasta el presente. Aunque valoramos más los retratos originales, la penetración psicológica o incluso la espontaneidad, lo cierto es que la fotografía profesional (bautizos, comuniones, bodas, etc.) y gran parte de las fotos "serias" de los álbumes familiares conservan la frontalidad, encuadre simétrico y poses semejantes a las de varias generaciones atrás. En este sentido, no debemos olvidar que posar es un acto cultural, que se aprende, transmite y tiene unos códigos determinados. Algunos de los mejores cuadros de la Historia del Arte son retratos familiares. Hoy todo el mundo tiene una cámara para sacar una foto en una reunión familiar. Desde finales del siglo XIX, con la cámara Kodak, bastaba con apretar un botón, cualquier miembro de la familia podría disparar. Durante el siglo XIX, los burgueses adinerados adoptaron la fotografía como diversión o entretenimiento, o recurrieron a establecimientos comerciales para retratarse y sacar sus cartas de visita. Antes de la fotografía, las clases altas contrataban a pintores retratistas, muchos de ellos arruinados en cuanto apareció el nuevo invento. En las cortes trabajaban de forma permanente los mejores pintores. Cuadros tan conocidos como Las Meninas (1656), con la familia de Felipe IV, de Diego Velázquez, o ya con nuestra actual dinastía, La Familia de Carlos IV (1800), de Francisco de Goya, son obras que asimilamos como producciones culturales muy próximas al álbum familiar. El álbum como objeto y como narración vital El álbum fotográfico adquiere su formato de un modelo anterior: el libro. Esto no es casual, pues desde sus inicios la fotografía aspiró a reemplazar al grabado como sistema de reproducción múltiple de imágenes. En el momento en que aumentó la potencia de la producción y reproducción de imágenes fotográficas, la forma para almacenar información visual estuvo estrechamente vinculada con la palabra y el prestigio de la escritura hizo que triunfara el sistema de pasar de una imagen a otra como si fuera un libro. Esta ordenación página a página también permitió una ordenación cronológica y temática, como si fueran capítulos, en los álbumes fotográficos. En el caso del álbum familiar, por el relevante material gráfico que alberga, hay un especial cuidado en la encuadernación, que muchas veces recurre a materiales (o imitación de materiales) propio de las encuadernaciones de lujo bibliográficas, con letras de oro y tipografías solemnes. En relación con el propio objeto, el álbum fotográfico, es difícil determinar si los avances del mundo digital


hacen peligrar su materialidad frente a la virtualidad. Independientemente del formato y de la tecnología, la principal característica del álbum es su sentido narrativo en orden cronológico remarcando las principales etapas del ciclo vital mediante momentos codificados como relevantes y significativos. En cierto modo, el álbum de familia cumple con la función de registro vital de todas estas etapas. En este sentido, gran parte del arte de todas las culturas tiene una finalidad semejante. Gran parte del arte de los pueblos de muchas etnias están relacionados con ceremonias de iniciación o ritos de pasos que marcan la vida social del individuo en el contexto de la tribu. El ciclo de la vida social, el paso de niño a adulto, la categoría de guerrero, el ascenso en una sociedad secreta (profesional, jurídica, médica, etc.), o un funeral, supone un contexto de excepcionalidad en la vida cotidiana que se subraya con el empleo de máscaras, tallas, danzas, música, cánticos, etc. Aunque no todas las ceremonias ni todas las etnias recurren a objetos artísticos para estos ritos, sí que gran parte del arte tribal está destinado a este tipo de rituales. Las grandes diferencias de género en la vida social de estas culturas conllevan rituales de iniciación diferentes entre hombres y mujeres, siendo las masculinas mucho más abundantes en el empleo de máscaras y objetos rituales que las femeninas. Nuestra cultura tiene también ritos de paso, que en ocasiones camuflan su significado en una dimensión social vinculada con la formación académica o militar, el deporte o el ocio. La principal diferencia de un rito de una lejana cultura y un episodio de nuestro álbum familiar es que, en nuestra civilización, el rito se complementa también con su respectiva fotografía. En nuestra tribu, nadie tiene un hijo y no lo fotografía, ni se casa sin la presencia de un fotógrafo, ni se va de viaje al extranjero sin llevar una cámara, ni se gradúa sin salir en la orla. Actualmente solemos fotografiarnos en acontecimientos felices, como fiestas, cumpleaños, celebraciones, que se salen de la normalidad del día a día. No cabe duda en que los acontecimientos representativos del ciclo vital son diferentes en cada cultura, sin embargo la propagación desde Europa de la fotografía determinó no solamente la tecnología, sino también una orientación de qué fotografiar y cómo hacerlo. Esta manera de dominación visual es sumamente interesante y muestra diversos aspectos del eurocentrismo en el desarrollo de la fotografía. En el caso que nos ocupa aquí, en torno al álbum familiar, la simple adaptación y utilización de la fotografía supone una aceptación de los modelos de representación occidental. Ya respecto a la elección de episodios del ciclo vital, pensamos que las etapas marcadas en los álbumes familiares decimonónicos establecido marcado un discurso ampliamente extendido por el prestigio del dominante Occidente, el cual deja cierto margen de equivalentes culturales, del mismo modo que dentro de una misma cultura hay ligeras variaciones geográficas, sociológicas o de diversa índole. El concepto de familia Otro aspecto que inevitablemente debemos tratar desde una lectura antropológica del álbum de familia es precisamente la definición eurocéntrica que conlleva. El término familia es teóricamente algo conflictivo. Originalmente la palabra familia procede del latín e incluía a todas las personas a cargo de padre de familia, esto es, la esposa y los hijos, pero también los esclavos. Posteriormente se ha utilizado para definir al grupo de personas unidas por lazos de sangre y matrimonio. El modelo de familia establecido desde la moral victoriana decimonónica marcó también su representación y visibilidad en los álbumes de familia. Lo mismo que el cuerpo es una construcción cultural, la familia también. Sin embargo es sorprendente


la creencia extendida en nuestra sociedad de que nuestro modelo de familia, con un padre, una madre y varios hijos, viviendo juntos en una residencia, es el tipo de familia "normal", el más extendido y casi, el único moralmente aceptable pues era considerado un dictamen de Dios. En el siglo XIX uno de los campos de mayor desarrollo de la antropología y la etnología fueron los estudios de parentesco, que luego cayeron en desgracia hasta que, a mediados del siglo veinte, fueran revitalizados por Lévi-Strauss y su Les Structures Elémentaires de la Parenté (1949), por Radcliffe-Brown con su African System of Kinship and Marriage (1950) y posteriormente por Robin Fox con Kinship and Marriage, An Antropological Perspective (1967), desde principios más actualizados. Los planteamientos decimonónicos de esta disciplina fueron uno de los ejes del Evolucionismo Cultural. Su teoría era que, desde hordas salvajes en las que reinaba el desorden moral y todos copulaban con todas (hermanos y hermanas copulaban entre sí), la humanidad habría alcanzado el matrimonio como herramienta para el progreso. La cuestión del tabú del incesto fue uno de los temas más recurrentes de los textos antropológicos de la época. Obras como Ancient Law (1861) de H. S. Maine, Sistem of consanguinity and Affinity of the Human Family (1871) de L. H. Morgan y Primitive Marriage (1885) de J. F. Mc Lennan articularon el discurso científico dominante respecto al tema de la familia y su evolución. Un supuesto matriarcado había precedido a un patriarcado que finalmente evolucionó al matrimonio monógamo en el seno de la familia nuclear. Hoy todas estas teorías de distintos estadios progresivos resultan disparatadas y estaban hechas desde errores de interpretación de antropólogos de salón, con informaciones poco fiables y sin trabajo de campo. Hubo también una gran confusión al establecer las distintas terminologías del parentesco (terminologías clasificatorias) con las relaciones biológicas reales. En realidad, cada cultura ha determinado unos lazos de parentesco y unos sistemas de matrimonio. La variedad de familias es muy amplia. En definitiva, si quisiéramos fotografiar a una familia de las islas Trobiand, por tomar un ejemplo etnológico clásico, sería conveniente no sacar en la foto solamente a los padres con sus hijos. El sistema matrilineal de esta sociedad nos muestra un protagonismo y representatividad muy grande por parte del hermano de la madre, que en los acontecimientos importantes está por encima del propio padre. Cada tipo de organización familiar es un testimonio de distintas soluciones de organización que a lo largo de la historia han creado las distintas sociedades: ha habido matrilinajes y patrilinajes, grupos de filiación unilineales, matrimonios polígamos o monógamos, endógenos o exógenos y con tal variedad de supuestos de derechos, requisitos y duración que establecer una definición de matrimonio que recoja todos los tipos aceptados por las diferentes sociedades es una misión imposible. Finalmente también ha habido autores, encabezados por David Schneider, partidarios de retirar como categoría analítica el parentesco, en el sentido de que el propio concepto de parentesco está basado en nociones etnocéntricas sobre la reproducción biológica. Schneider propuso modelos que desvinculaban los estudios de parentesco de los aspectos biológicos y los centraba exclusivamente en el terreno de lo cultural, el proceso social y la acción humana. Pese a la resistencia de algunos grupos políticos y religiosos conservadores, actualmente se están produciendo importantes logros respecto a la normalización de familias monomarentales y monoparentales, y las nuevas técnicas de reproducción han originado familias con padres o madres del mismo sexo. España reconoce en su legislación el matrimonio igualitario desde 2005. También, por supuesto, ya se han normalizado parejas de "razas" diferentes (recordemos que hasta hace pocas décadas muchos estados de Estados Unidos todavía penalizaban los matrimonios mixtos).


También, un amplio repertorio de técnicas de reproducción asistida que dejan obsoletas muchos planteamientos del pasado. Todo este panorama, además, esta enriquecido con los casos de adopción, adopción internacional y sistemas de acogida. El álbum de la familia humana Estos comentarios sobre el álbum de familia desde el contexto histórico y antropológico de la historia de la fotografía se completan en este último apartado con la consideración de que a la vez que se crearon los álbumes de familia, también se desarrollaron álbumes para representar a la familia humana, esto es, al conjunto de los distintos tipos étnicos de nuestra especie. Eran álbumes para representar a "los otros", pues la etnografía pronto comprendió el interés de la fotografía como herramienta auxiliar. En el siglo XIX apenas había un sentido crítico de la disciplina, como surgirá desde el desarrollo del Relativismo Cultural. En el siglo XIX hubo sobre todo un gran desarrollo de la Etnografía Física, con una gran obsesión por calibrar los cráneos y proporciones entre los distintos miembros del cuerpo, de modo semejante a como se estudiaban los fósiles, con un espíritu marcadamente clasificatorio que justificaba las teorías racistas y coloniales. Aún a pesar del importante material fotográfico recogido en el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, los estudios específicos sobre fotografía no se consolidaron hasta la segunda mitad del siglo XX y, en el caso concreto de los estudios críticos sobre fotografía y antropología, esto no se produjo hasta los años ochenta, con H. Becker, R. Bolton, J. y M. Collier, J. Tagg y J. Ruby, entre otros. En nuestro país se han ocupado de este tema, entre otros, Demetrio E. Brisset, Luis Calvo, Josep Maña y Juan Naranjo, este último editor de un valioso e imprescindible libro de recopilación de importantes textos históricos sobre el tema, titulado Fotografía, antropología y colonialismo (1845-2006). Nuevamente hemos de insistir en la coincidencia cronológica de la expansión colonial decimonónica con el desarrollo de la antropología y con la expansión de la fotografía. Desde mediados del XIX, cuando la disciplina aún no estaba profesionalizada, existían recomendaciones de cómo utilizar la "objetividad" de la fotografía científicamente como apoyo de la etnología en varios Manuales para informes etnológicos. La idea general era que los viajeros y colonos podrían recopilar valiosa información que luego en las metrópolis los antropólogos podrían utilizar para elaborar sus teorías. En España hay tempranos ejemplos de uso fotográfico en expediciones científicas y etnográficas. Sabin Berthelot, en 1842, ya utilizó unas reproducciones litográficas de algunos daguerrotipos en su Histoire naturelle des îles Canaries. Otro de los primeros ejemplos, esta vez comisionados desde nuestro país, fue la célebre Comisión Científica del Pacífico en 1862. También ofrecen un gran valor los trabajos del francés Laurent, quien fotografió algunos tipos y costumbres pintorescas de nuestro país. Aunque España apenas tuvo una expansión colonial por África y Oceanía, laboratorios vivientes de la antropología colonial, las intensas relaciones con Hispanoamérica y Filipinas proporcionaba algunos escenarios de gran interés, a pesar del retraso del desarrollo de la etnología española en comparación con Inglaterra, Francia, Alemania o Estados Unidos. Los resultados de estos trabajos fotográficos con voluntad de constituir la materia prima para desentrañar los distintos grados de evolución de las etnias del planeta formaron los llamados álbumes etnológico. En modo alguno había un sentimiento igualitario y denominarlos álbumes de la familia humana debe tener presente que, en la mentalidad de la época y desde el Evolucionismo Cultural, más


bien recogían los retratos de lejanos parientes de nuestra raza que, por diversas circunstancias, habrían quedado atrás en la senda del progreso de la humanidad. Pronto se comprobó la ineficacia de la mayoría de los álbumes etnológicos para estudios comparativos y se lanzaron recomendaciones sobre las posturas, encuadres y usos de cuadrículas para facilitar las mediciones y poder avanzar en las clasificaciones de los distintos tipos raciales. A mediados del siglo XIX, E.T.R. Serres desarrolló un método para unificar criterios en la elaboración de fotografías antropológicas. Entre los primeros ejemplos destacó un ambicioso intento de elaboración de un atlas fotográfico de las razas humanas llamado Álbum de fotografías sobre antropología-etnología, publicado en Alemania por Carl Dammann, de la Sociedad Berlinesa de Antropología. En muchos casos estos álbumes nos informan más de la mentalidad europea de la época que de los modos de vida de las diversas culturas colonizadas. Por lo general, las imágenes las podríamos dividir en dos grandes apartados, las fotografías antropométricas (destinadas a la etnología física) y las que reproducen la vida cotidiana en su contexto (de mayor interés para la antropología cultural). El ingente trabajo de documentación de los tipos y costumbres de los indios norteamericanos realizada por E. S. Curtis es uno de los hitos de la fotografía antropológica. En este caso, las fotografías de Curtis son, fundamentalmente, posados, pero con una notable capacidad descriptiva que ha supuesto una valiosa información no solamente para los estudiosos, sino también para la recreación del imaginario del indio norteamericano, dentro y fuera de los Estados Unidos, sobre todo por la difusión de la iconografía de los indios por medio del cine de Hollywood y el auge del género del western. En gran parte de los casos, un aspecto interesante de las fotografías con voluntad documental etnológica, sobre todo si estaban destinadas a su comercialización, era también el de su "autenticidad", despojando los aspectos producidos por la "contaminación" con el contacto occidental, especialmente en el vestuario. Un salvaje parecía un salvaje más auténtico si no llevaba camisa, en el sentido de que la desnudez era una de las características asignadas al salvaje. Esta actitud en ocasiones provocaba cierta teatralidad para recrear una imagen de apariencia más exótica. Las fotografías tomadas por el marques del Bergel de supuestos "salvajes" filipinos fueron tomadas en Madrid para ilustrar un libro sobre La Exposición de Filipinas de 1887. Se trataba de salvajes amateurs que posaban para recrear una ambientación primitiva. Todavía hoy, de vez en cuanto, en el momento en que se nos presenta una tribu remota alejada de la "civilización" se reproducen estos mecanismos., pues ciertamente la fotografía es una eficaz herramienta para la construcción de identidades estereotipadas. Algunas de las expediciones etnológicas del siglo XIX fueron especialmente relevantes y con un gran uso de la fotografía, como la encabezada por A.C. Haddon en el Estrecho de Torres en 1898, que suele señalarse como un inicio del moderno trabajo de campo de los antropólogos. Que los antropólogos fueran los autores directos de las fotografías suponía algunas ventajas documentales, pero sobre todo multiplicaba la veracidad de las imágenes y, en cierto modo, también su autentificación. Generalmente suele pasar inadvertido también el gran salto cualitativo que supuso la presencia de fotógrafos profesionales en los territorios coloniales, siendo especialmente notable el caso del polaco Casimir Zagourski en el Congo Belga. Sus fotografías de expediciones realizadas entre 1927 y 1939, suponen una documentación excelente sobre los adornos, peinados, escarificaciones, perforaciones, deformaciones craneales y todo tipo de prácticas que existían en estos remotos territorios. En relación a la representación, aunque sea evidente, los retratos


fotográficos consisten básicamente cuerpos humanos. En este sentido, el propio cuerpo humano es un producto cultural, tanto en la significación de sus diversas partes, como en los criterios sobre lo correcto de su aspecto: desnudez o falta de desnudez, peinados, mutilaciones, perforaciones, tatuajes, escarificaciones. El cuerpo es el lugar de in-corporación de la cultura y cada grupo social ha codificado unos rasgos. El álbum familiar, esto es, la representación de "los nuestros" es el contrapunto y nivel de comparación respecto a las representaciones de "los otros". El Evolucionismo Cultural decimonónico concluyó, como ya hemos señalado, que lo diferente era inferior e, incluso, inmoral. Una mujer con dos pendientes en sendos orificios perforados, uno en cada lóbulo de sus orejas, y vestida con telas hasta el cuello representaba una respetable dama, mientras que una mujer con los pechos al aire y un hueso en la nariz era una inmoral salvaje a los ojos de la moral victoriana decimonónica. La mayoría de los grandes antropólogos del siglo XX utilizaron las fotografías en sus trabajos, aunque la mayoría de ellos sin una reflexión crítica sobre la imagen fotográfica y con cierta conciencia de sus limitaciones, pues una fotografía "posada" ofrece escaso valor para el estudio de una sociedad. Franz Boas, gran impulsor de la moderna antropología norteamericana, respaldó el uso de la cámara fotográfica y animó a sus discípulos, especialmente a Margaret Mead y Gregory Bateson al empleo de la fotografía en el estudio de la comunicación no verbal y otros aspectos culturales. La principal características de las fotografías de las expediciones etnográficas del siglo XX es su gran abundancia. El matrimonio Mead y Bateson tiraron más de 40.000 negativos de 35mm. en Balí y Nueva Guinea. Otra característica es una buscada ausencia de belleza estética o elementos artísticos que pudieran desvirtuar la "autenticidad" del material fotográfico. Otros antropólogos, más reflexivos sobre la fotografía, como Pierre Bourdieu, utilizaron las fotografías en sus investigaciones. Bourdieu fue durante algún tiempo reticentes a publicarlas, consciente de la ausencia de neutralidad de la fotografía, que consideramos realista y objetiva de manera convencional por los usos sociales que le hemos asignado. El impulso de Franz Boas en la antropología norteamericana trascendió afortunadamente la esfera académica y el Relativismo Cultural permitió acercarse a otras culturas sin la premisa de superioridad del Evolucionismo Cultural, aceptando la diversidad como parte de la riqueza cultural del planeta y asumiendo el respeto a cualquier color de piel y vestimenta, al menos en teoría. En la propia historia de la fotografía, estos planteamientos están detrás de una de las exposiciones fotográficas más importantes de todos los tiempos. Nos referimos a The Family of Man, comisariada por Edward Steichen en 1955 en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, la cual tuvo una larga itinerancia por varios lugares del mundo y cuyo catálogo se convirtió en un libro de gran difusión. Como es sabido, esta exposición presentaba más de quinientas fotografías con familias de casi setenta países diferentes en los cuales un amplio número de fotógrafos, concretamente 273, fueron seleccionados para presentar los rasgos comunes de la Humanidad. En cierto modo, la configuración conceptual de The Family of Man no dista mucho de la elaboración de un gran álbum familiar de toda la humanidad. Este entusiasta proyecto, que luego ha sido muchas veces imitado con ligeras variaciones, muestra un uso de la fotografía y un planteamiento de la diversidad cultural muy diferente a los álbumes etnológicos y ya presentan en el mismo nivel a "los otros" con "nosotros". La finalidad de la exposición era mostrar cómo hombres y mujeres de todo el mundo comparten semejantes sentimientos y episodios vitales como el nacimiento, enamoramiento, enfermedad o muerte.


La fotografía documental antropológica fue en un principio la herramienta para capturar al "otro" y construir por oposición nuestra imagen "civilizada" enfrentada a la imagen del "primitivo". Hoy, tras la crisis del objeto de estudio de la antropología, miramos las culturas, todas las culturas, desde un prisma con mayor rigor crítico. El desarrollo en las últimas décadas de la Antropología Visual y la activa labor de los archivos fotográficos ha supuesto publicaciones y exposiciones interesante material fotográfico, más allá de la obra de los autores reconocidos, abre la puerta a nuevos enfoques sobre los estudios de fotografía, que por su complejidad y densidad de información requieren de planteamientos interdisciplinares y un mayor protagonismo en los planes de estudio universitarios y en los programas de investigación de las ciencias humanas y sociales. La fotografía es un buen punto de encuentro para la sociología, la antropología, la antropología visual, la historia, la literatura, la filosofía, la semiótica, la historia y teoría del arte, los estudios de género, los estudios postcoloniales y una extensa nómina de disciplinas actuales.

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