Revista Amigos Nº 54

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Andrés Garay, docente de la facultad de Comunicación de la Universidad de Piura, se apasionó tanto en su tesis doctoral sobre Martín Chambi, que se dedicó a buscar los orígenes de tanto talento. Sus investigaciones lo llevaron hasta la Arequipa de fines del siglo XIX y comienzos del XX, donde los fotógrafos Max T. Vargas y Emilio Díaz brillaron por una concepción artística de la fotografía sui generis hasta ese momento en el Perú.

EMILIO DÍAZ

La investigación comenzó como una cuestión particular entre dos amigos amantes de la Fotografía. En el 2002, Andrés Garay y Jorge Villacorta, crítico de Arte y coautor del proyecto, viajaban mensualmente a Arequipa para estudiar las placas y fotografías originales que encontraban. A finales del 2004 presentaron su proyecto al Instituto Cultural Peruano Norteamericano (ICPNA) y fue aceptado. La institución financió pasajes, exposición, un libro y seguros de obra. Aún así, hizo falta desarrollar una labor titánica: los archivos de Max T. Vargas y Emilio Díaz desaparecieron por los terremotos e incendios que azotaron Arequipa. Los investigadores tuvieron que reconstruir sus historias a partir de fotos originales que encontraban en álbumes de familias arequipeñas antiguas, anticuarios y archivos privados. Toda una labor detectivesca. “Pero esta limitación nos condujo a un ámbito más gratificante: trabajar con fotografías originales hechas por el fotógrafo cien años atrás. Ese valor histórico de la pieza única le ha dado a nuestra investigación un gran valor desde la perspectiva de la puesta en valor del patrimonio fotográfico nacional”, indica Garay. Personalidades distintas De las casi trescientas fotografías encontradas, los estudiosos dedujeron aspectos personales y artísticos de los fotógrafos. Según Garay, Emilio Díaz habría sido un tipo muy tímido, pues sólo fue retratista y tiene pocas fotos de los alrededores de Arequipa o paisajes. Sin embargo, ganó un premio en la Exposición Universal de París de 1900, con una obra que lo reconoce como un gran retratista, en La Meca de la fotografía de retrato de Europa de ese momento. Por su parte, Max T. Vargas se revela como un personaje muy versátil e inquieto. Viajaba mucho al Altiplano y a los Andes del sur, donde fotografiaba ruinas incaicas, monumentos coloniales y costumbres indígenas que publicaba en revistas nacionales, postales y libros de viajeros científicos extranjeros. En su fotografía de retrato artístico, “domina los juegos de luces, los telones y la posición de los modelos, que dan como resultado una fotogenia exquisita, antes desconocida. Se trata de una propuesta innovadora y explorativa en términos fotográficos, cosas que en el siglo XIX no se habían visto”, sostiene. El contexto de la sociedad arequipeña de entonces es fundamental para comprender la fotografía de Vargas y Díaz. Se trata de una Arequipa floreciente, que cuenta con muchas obras de desarrollo como la construcción del puerto de Mollendo, los ferrocarriles del sur y la industria exportadora de lanas. Esas obras generan una fuerte migración de europeos que forman familias con damas criollas arequipeñas, lo que explica la fuerte exigencia con los retratos que encargaban. Además, en 1890 se fundó el Centro Artístico de Arequipa, institución que suplía la ausencia de una Escuela de Bellas Artes y que ofrecía formación en dibujo, pintura,

Según Andrés Garay, Max T. Vargas y Emilio Diaz “unen a su búsqueda artística una visión empresarial. Eran dos competidores encarnecidos y eran los fotógrafos más importantes de la ciudad. Tenían unos emporios fotográficos muy exitosos, incluso Vargas dirigió un estudio en La Paz paralelo al de Arequipa en el año 1904”.

escultura y fotografía. Este Centro también organizaba exposiciones locales y regionales, en las que varias veces fueron premiados Vargas y Díaz. El propio Martín Chambi obtuvo del Centro Artístico en 1916 y 1917 sus primeros reconocimientos como fotógrafo. Al rescate de la memoria visual del país “La importancia de estos estudios es que rescatan el patrimonio fotográfico antiguo, que en otros países es considerado patrimonio nacional. Los archivos fotográficos tienen el valor de concentrar y reunir la memoria visual de los habitantes, de las ciudades y de los vestigios históricos”, enfatiza el investigador, quien lamenta que en el Perú no se proteja la reliquia fotográfica como objeto patrimonial y que muchos archivos se estén perdiendo. “Corremos el riesgo de perder nuestra memoria visual”. Destaca que este tipo de iniciativas rescatan la cultura visual de nuestro país, rica por sus características geográficas y sociales, y por haber sido desarrollada por gente muy talentosa. Por ahora, el profesor Garay prepara la publicación de su libro sobre la Historia de la Fotografía en Arequipa, centrándose en los dos autores fundacionales. Luego emprenderá la investigación sobre la fotografía en Piura, de la que ya tiene algunos indicios. (Renato Velásquez)

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