Agenda Cultural Alma Máter, no. 286

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Editorial

Causa raíz Técnicamente, un virus no es bueno ni malo.

Es tan solo un agente infeccioso microscópico acelular, nombrado, muchos años antes de conocerse, con un vocablo griego que connota “veneno”. Su gran virtud es que apunta siempre a hacer colaborar a gentes distintas en su identificación, tipificación, control y, si las cosas van por buen camino, erradicación. Esto, obviamente, cuando hablamos de su relación con la humanidad, pues antes de todo esto han sido de los más acertados catalizadores determinantes de la vida sobre el orbe, toda vez que su participación ha ampliado las posibilidades de biodiversidad con incalculables efectos en miles de millones de años. Los virus, lejos de signar muerte, son grandes creadores de vida. Ahora bien, es normal que se asocien los virus con problemas de los más dramáticos órdenes y que su existencia haya inspirado no pocas obras y piezas de ciencia ficción y de terror en la literatura y en el cine. Claramente, junto con las cucarachas, que producen una suerte de miedo y aversión ancestral, los virus no es que tengan muchos amigos. En este sentido, y bajo la premisa de superar los miedos, la única y, quizás, más compleja forma de comprender un fenómeno, como la aparición de un nuevo virus, es atender su causa, indagar en el origen mismo donde comenzó a expandirse. Este es el precepto de suficiencia en la ilustración, para al menos tener un panorama amplio y complejo de los hechos. Aunque pueda parecer una fórmula panteocrática que haga coincidir todos los efectos con una sola razón, una causa raíz total, lo cierto es que sí parecen estar todas las cosas y causas concatenadas entre sí, en una operación que recuerda la máxima de Spinoza que,

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Carlos Montoya. Centro de ser 2. Tinta sobre papel. 31 x 24 cm. 2013

para referir su concepción de sustancia absoluta (elaborada dentro de la más bella filosofía), termina por reconocer que solo existe la Naturaleza: no hay más que Deus sive natura (Dios o la naturaleza). El presente es todo, y lo que nos acompaña hoy sobre la escena de la realidad está con nosotros porque tiene que estarlo, no cabe un “si hubiéramos”... o “¿qué tal si en vez de...?”. 2021 | Mayo


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So pena de parecer relativista, y amparado en la lógica racionalista —que cambió la manera de entender la naturaleza desde el siglo xvii—, es claro afirmar que: todo lo que pasa, sucede por una razón y esta es tan simple como que tenía que pasar; no antes ni después, solo cuando está ocurriendo. Obviamente, como “especie mayor”, la única que en uso de razón puede sacar conclusiones y evaluar acciones, podemos, como humanidad interferir para retrasar algo o acelerarlo, como tanto se ha tratado de explicar frente al hecho de nuestra propia extinción y su inminente llegada, por ejemplo. Esa es, en principio, una de nuestras grandes virtudes como raza. Podemos, por ejemplo, tener claridad sobre las razones del calentamiento del planeta y está en nuestras manos que esta tendencia siga en ascenso o se desacelere, algo como lo que hizo China cuando entendió, identifico y ha venido controlando la última peste, la Sars-CoV2, mientras otras naciones y países están sumidos ahora mismo en el caso más agudo de su historia reciente. Los virus, que son tan antiguos como nosotros, solo se lograron identificar con cierta claridad hacia finales del siglo xix. Hoy compartimos nuestra vida con ellos: conocemos algunos que, al parecer, ya fueron erradicados y otros más que hemos logrado incorporar a nuestras vidas y, de alguna manera han provocado cambios en conductas y formas de relacionamiento, como el célebre HIV, que por estos días cumple cuarenta años en la escena social, y que al parecer fungió como una más de las pestes vergonzantes que separó otra vez, erróneamente, a buenos de malos.

Esta edición de la Agenda Cultural Alma Máter, que cuenta con la cooperación de la obra artística del maestro Carlos Montoya y los textos de Mateo Medina Chvatal y María Teresa Rugeles L., Pablo J. Patiño, Judith Nieto, Susan Sontag y Marta Dillon está dedicada a reflexionar sobre el VIH, sobre virus y vacunas y sobre la enfermedad como acontecimiento de nuestra especie. Los virus son agentes invisibles que operan desde adentro de nosotros, nos condicionan e, incluso, pueden apagar nuestra vida. Actúan como rumores, se apoderan de nuestras psiques, abordando audazmente nuestras pasiones, y hacen que aparezca una instancia de corrupción biológica que separa nuestra mente de nuestro cuerpo hasta pasar por el delirio y terminar con la descomposición de todas nuestras relaciones. Los humanos, no del todo conscientes de lo que puede un cuerpo, solemos actuar como virus, como amenazas invisibles desde nuestra soberbia y ligereza para calificar y señalar a los demás, difamamos con rumores más nocivos que el veneno, sin medir las consecuencias. Tal vez lo más sabio sea, como lo señalo Spinoza, no lamentarnos, no burlarnos, ni detestar, sólo tratar de comprender para no replicar el miedo, el odio y el detestable juicio albo de los que se piensan infalibles. Aun nos falta mucho por aprender de lo invisible, de nuestra propia naturaleza y de la que, en su infinitud nos contiene, al punto de ser invisibles para el universo. Oscar Roldán-Alzate

Carlos Montoya, artista invitado “En mi trabajo como dibujante, me interesa continuar con la ininterrumpida rutina de descubrimientos plásticos comenzada en la infancia. Es una ruta opuesta a lo recto, y más bien se abre como un árbol, y termina revelándose como mapa y territorio. En lugar de tener una intención precisa, busco encauzarme en el flujo que el dibujo mismo va proponiendo, asumiendo más un papel de médium que de creador y dejando que el dibujo ocurra”. Carlos Montoya

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Cuarenta años de pandemia Mateo Medina Chvatal y María Teresa Rugeles L.

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ste año se cumplen cuarenta años desde la aparición de los primeros casos reportados del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), y treinta y ocho años desde que el virus de la inmunodeficiencia humana tipo 1 (VIH-1) se describiera como su agente causal. Y si bien ahora el mundo es azotado por un coronavirus pandémico de rápida dispersión y la comunidad científica se centra en dar respuesta contra él, es importante hablar sobre la pandemia que ha estado y se mantendrá con nosotros por más tiempo. Según datos de finales de 2019, 75.7 millones de personas han adquirido la infección desde el inicio de la epidemia, de los cuales casi 33 millones han fallecido por enfermedades relacionadas con el SIDA.1 En 2019, el 48 % de nuevos casos registrados de infección por VIH correspondieron a mujeres y niñas, y de los 38 millones de personas que vivieron con el virus en el mismo año, cerca de 2 millones eran niños entre 0 y 14 años. A pesar de que estas cifras son preocupantes, la respuesta para brindar asistencia y tratamiento ha sido insuficiente, pues solo 26 millones de personas tienen acceso a la terapia antirretroviral, según reportes de mediados de 2020.1 En 1987 se dispuso del primer medicamento antirretroviral y nueve años más tarde entró en vigencia el uso de la terapia antirretroviral de gran actividad, lo que se constituyó en uno de los hitos más importantes en la historia de la infección. El uso extensivo de dicha terapia y las continuas apariciones de nuevos antivirales, gracias a la intensa investigación científica, han aumentado en forma considerable la expectativa y calidad de vida de las personas

infectadas con el VIH-1. Sin embargo, el impacto económico y social de esta pandemia ha sido devastador. La fuerte desinformación en sus inicios llevó a la discriminación de los enfermos, incluso por parte de las familias. De hecho, con la aparición de los primeros tratamientos, el virus dejó de ser el principal enemigo, al ser ampliamente superado por los prejuicios, el rechazo y la discriminación social. Esto llevó a que las personas infectadas decidieran vivir su enfermedad en el anonimato, situación que continúa en muchos países, y ha dificultado la prevención y el control de la epidemia a nivel global. Por esto, la comunidad científica ha enfocado sus esfuerzos en disminuir esta brecha social mediante la optimización de los esquemas de tratamiento y las estrategias para disminuir la transmisión. En 1994, por medio de un ensayo clínico, se estableció el protocolo para reducir, en forma significativa, la trasmisión del virus de madre a hijo.2 Este, junto con la prevención de la infección por derivados sanguíneos, son los mejores ejemplos del control que se puede lograr de la trasmisión del VIH-1. En 1996 se creó el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre el Sida (ONUSIDA), lo que ha facilitado la lucha y la colaboración global para hacer frente a la peor epidemia del siglo xx, que continúa cobrando vidas en la actualidad.3 Con la aparición, en 2001, de los medicamentos genéricos, se establecieron plantas de producción de estos en diversos países, incluido Colombia, y desde entonces se ha aumentado la cobertura y facilitado la prevención de la infección, pues un paciente tratado de forma adecuada es una fuente menos de infección. Posteriormente, en 2012 fue

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aprobada la Profilaxis PreExposición (PrEP), a través del medicamento Truvada —una combinación de Tenofovir y Emtricitabina—, para ser usado en pacientes con exposición frecuente al VIH-1, como en el caso de personas no infectadas en parejas serodiscordantes. Aunque la efectividad de esta intervención creó nuevas esperanzas, rápidamente aparecieron los efectos no deseados, como dolor de cabeza, pérdida de peso y náuseas. Sin embargo, más preocupante aun es el surgimiento de resistencia del VIH al efecto de los medicamentos por el uso de PrEP, que aumenta con el paso del tiempo y más cuando la adherencia es parcial. Ese mismo año, se creó gran expectativa con el reporte exitoso de la primera cura esterilizante, entendida como la ausencia de detección viral. Se trataba de Timothy Brown (conocido ampliamente como el “paciente Berlín”), portador de VIH-1, quien luego de recibir dos trasplantes consecutivos de médula ósea para el tratamiento de leucemia mieloide aguda, evidenció una eliminación del virus de sangre y tejidos. Sin embargo, las características del donante hacen muy complejo recrear esta intervención en otros pacientes, puesto que se trataba de un individuo altamente resistente a la infección por el VIH-1, ya que sus células no expresaban la molécula CCR5, uno de los receptores celulares que utiliza el virus para entrar a la célula blanco. En 2014, en aras de erradicar, o al menos mitigar el impacto de este virus, ONUSIDA estableció como objetivo para 2020 la estrategia 90-90-90, buscando que el 90 % de las personas con VIH estuvieran diagnosticadas, el 90 % de ellas recibiendo tratamiento antirretroviral y, de ellos, el 90 % tuvieran una carga viral indetectable.4 Sin embargo, y a pesar de los grandes esfuerzos de la comunidad internacional, se calcula que hasta ahora el 81 % de las personas que viven con VIH conocen su estado y un poco más del 67 % reciben terapia antirretroviral. Además, el objetivo 90-90-90 supone que

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mínimo 73 % de las personas que viven con VIH tengan cargas virales suprimidas, pero hasta ahora la cifra es cercana al 59 %.4 A lo largo de esta pandemia, la investigación científica ha sido extensa y el VIH es considerado uno de los microorganismos infecciosos más estudiados de todos los tiempos, lo que ha incluido la exploración de diversas estrategias para el desarrollo de la vacuna que pudiera ponerle fin. Muchos esfuerzos se han enfocado en elaborar vacunas que generen una respuesta amplia de anticuerpos neutralizantes lo cual se ha intentado perfeccionar con el paso del tiempo en los diferentes ensayos clínicos. En 1984, la Secretaria de Salud de Estados Unidos, Margaret Heckler, afirmó que tendrían la vacuna lista para ensayos en un período de dos años, pero dicha predicción se vio nublada por varios factores que han persistido a lo largo del tiempo y han impedido el desarrollo adecuado de una estrategia de inmunización contra este virus. Entre estos obstáculos se encuentran la variabilidad de los subtipos virales y la alta tasa de mutación, así como la ausencia de correlatos de protección y de modelos animales adecuados.5 A ello se le suma que la infección natural no induce una respuesta inmune que permita la eliminación viral, por eficiente que esta sea, como es el caso de algunos individuos que llevan más de treinta años infectados y no han desarrollado sida, y a quienes se les denomina hoy “no progresores”. Quizás el principal obstáculo para el desarrollo de las vacunas contra el virus sea su alta tasa de mutación. En comparación con el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, un virus con una tasa de mutaciones de 10-6 errores por ciclo, el VIH tiene una tasa de mutaciones de entre 10-5 y 10-3 errores por ciclo,6, 7 lo que implica que es entre diez y mil veces más susceptible de tener mutaciones, en comparación con el primero: una cifra bastante alta.


Desde el inicio de la epidemia, un sinnúmero de vacunas candidatas han fallado en otorgar protección a las personas inmunizadas y se ha concluido que este es un patógeno distinto a cualquier otro por la condición que implica integrar su genoma al del propio humano. Muchas tecnologías y abordajes se han intentado utilizar, en su mayoría vacunas recombinantes y de vectores virales. Algunas incluso se han diseñado para estimular la inmunidad de células T contra el VIH, distinto al método convencional que se centra en la respuesta de células B y anticuerpos. En cualquier caso, los mejores intentos en el diseño de una vacuna para este virus resultaron en una eficacia modesta, por debajo del umbral clásico requerido del 50 %, tal como sucedió en el estudio RV144, también conocido como el estudio Thai.8 Otros estudios en diversas fases clínicas como el STEP o el Phambili han cursado con desenlaces semejantes o menos significativos. Actualmente, la pandemia del covid-19 ha catapultado nuevas plataformas de desarrollo de vacunas al conocimiento generalizado de la comunidad científica, lo cual ha suscitado, entre otros aspectos, esperanza sobre la vacuna para el VIH. Recientemente, un grupo de investigadores publicaron hallazgos de fase 1 para una vacuna de ARN mensajero contra el VIH que demuestra, al menos en concepto, la generación de anticuerpos dirigidos contra el virus.9 De cualquier manera, aún queda mucho por investigar al respecto y los procesos de evaluación se deben seguir de forma rigurosa. Ante la inminente llegada de un virus respiratorio que azotó rápida y gravemente al mundo, la comunidad científica respondió como era esperado, destinando recursos y tiempo al desarrollo de estrategias de prevención de la pandemia y convirtiéndola en su prioridad. No obstante, cuando la coyuntura por el covid-19 pase, seguiremos encontrando nuevos casos de VIH mientras se le permita a este

virus crecer de forma insidiosa y persistente. ¿Encontraremos algún día la vacuna contra el VIH? No lo sabremos si no destinamos más tiempo y recursos a su investigación. En lo que puede ser el comienzo de una nueva era dorada de la investigación en vacunas, debemos alcanzar el paso del virus si queremos tener alguna posibilidad de ganarle la carrera o por lo menos controlar su expansión.

Bibliografía 1. UNAIDS. (Diciembre de 2020). Fact Sheet - World Aids Day 2020. https://www.unaids.org/sites/default/ files/media_asset/UNAIDS_FactSheet_en.pdf 2. Connor, E. M. et al. (1994). Reduction of Maternal-Infant Transmission of Human Immunodeficiency Virus Type 1 with Zidovudine Treatment. The New England Journal of Medicine, 331(18), 1173-1180. http://www. nejm.org/doi/abs/10.1056/NEJM199411033311801 3. Knight L. (2008). The First 10 Years. www.unaids. orgUNAIDS/07.20E/JC1262E 4. UNAIDS (2020). 90-90-90 Treatment Target. https:// www.unaids.org/en/90-90-90 5. Letvin, N. L. (2006). Progress and obstacles in the development of an AIDS vaccine. Nature Reviews Immunology, 6, 930-939. https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/17124514/ 6. Yeo, J.Y.; Goh, G. R.; Tran-To Su, Ch., Ken-En Gan, S. (2020). The determination of HIV-1 RT mutation rate, its possible allosteric effects, and its implications on drug resistance. MDPI, 12(3), 297. https://doi. org/10.3390/v12030297 7. Bar-On, Y. M.; Flamholz, A.; Phillips, R.; Milo, R. (2020). Sars-cov-2 (COVID-19) by the numbers. Elife. DOI: 10.7554 / eLife.57309 8. Ng’uni T, Ch. C.;, Ndhlovu, Z. M. (2020). Major Scientific Hurdles in HIV Vaccine Development: Historical Perspective and Future Directions. Frontiers in Immunology, 11, 2761. Frontiers Media S.A. 9. Jardine, S., Schief, W. (2021). Fact sheet: Understanding the results from IAVI G001. HIV R4P. https:// www.iavi.org/images/phocadownload/IAVI-G001Fact-Sheet.pdf

Mateo Medina Chvatal es Estudiante de Medicina de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia. Maria Teresa Rugeles L. Bacterióloga, MSci. y DSci. es profesora titular en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.

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Vacunación: más que un debate se requiere una ética global Pablo J. Patiño

Hace un poco más de doscientos años, el mé-

dico británico Edward Jenner, sin tener conocimiento sobre el mundo microbiológico y menos sobre el sistema inmune, desarrolló la primera aplicación exitosa de un proceso de vacunación. Desde entonces, las vacunas han disminuido en gran medida la carga de enfermedades infecciosas en todo el mundo, lo que permitió la erradicación de la viruela, una enfermedad que causó la muerte de más de trescientos millones de personas en el siglo xx, y condujo al control de enfermedades como la poliomielitis, el tétanos, la difteria y el sarampión, entre mu-

chas otras. Con la excepción del agua potable y el saneamiento, ninguna otra medida de salud pública ha tenido un efecto tan importante en la reducción de la mortalidad y en el crecimiento de la población en el último siglo. El efecto más notorio de las vacunas puede ser la reducción de la mortalidad: se estima que han evitado anualmente seis millones de muertes por enfermedades prevenibles con ellas; sin embargo, el desarrollo de programas de vacunación tiene muchos otros beneficios (ver esquema).

6 BENEFICIOS PARA LA SALUD

BENEFICIOS ECONÓMICOS

• Reducción de la morbilidad • Ahorro en el gasto de y mortalidad por servicios sociales enfermedades infecciosas • Ganancias de • Erradicación de productividad enfermedades infecciosas • Minimización del impacto • Inmunidad de rebaño en las familias • Reducción de las infecciones secundarias que complican las enfermedades prevenibles con vacunas • Prevención del cáncer • Prevención de la resistencia a los antibióticos

• Preparación rentable para brotes • Establecimiento de programas para el desarrollo de vacunas que pueden generar rentabilidad

Adaptado de Rodrigues y Plotkin, 2020. Mayo | 2021

BENEFICIOS SOCIALES • Equidad de la asistencia en salud • Fortalecimiento de la infraestructura de atención social y en salud • Impacto en la esperanza y la calidad de vida • Empoderamiento de la mujer


A pesar de tales logros, las transformaciones radicales en la densidad, la distribución por edad y los hábitos de viaje de la población en todo el mundo que posibilita el contacto estrecho entre personas de prácticamente todos los puntos del planeta, favorecen la propagación global de patógenos. Este riesgo pandémico aumenta aun más por el cambio climático que influye en la distribución, abundancia y prevalencia de vectores portadores de patógenos, y así se promueven infecciones con una variedad de enfermedades transmitidas por diferentes organismos. Todas estas condiciones favorecen la aparición de patógenos nuevos y reaparición de antiguos que tienen el potencial de convertirse en amenazas pandémicas adicionales a la de la covid-19. En los años previos a la pandemia actual, la aparición y rápida propagación de infecciones graves ha puesto de relieve la necesidad de una preparación mundial para las pandemias que puede requerir el desarrollo extremadamente rápido y la distribución masiva de vacunas contra diversos patógenos, incluso algunos potencialmente desconocidos. Entre los agentes infecciosos que han causado mayor impacto en la salud global se destacan los que a continuación se describen: • El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), el agente causal del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), corresponde a una zoonosis de primates no humanos cuyos primeros casos se presentaron a principios del siglo xx en África central y que, después de su extensión al resto del mundo, ha cobrado unos 33 millones de vidas. A pesar del desarrollo de la terapia antirretroviral de gran actividad, los medicamentos son costosos y el acceso a la terapia sigue siendo problemático en entornos con recursos limitados en los que se producen la mayoría de las infecciones. El desarrollo de una vacuna contra el VIH, que se necesita con urgencia, ha resultado

extremadamente difícil y la identificación de un método adecuado para generar dicha vacuna es un foco de investigación activa. • Los virus de la influenza A ocurren en brotes estacionales anuales. Sin embargo, su capacidad para infectar una variedad de especies diferentes, así como su alta variabilidad genómica, conlleva además el riesgo constante de que una zoonosis introduzca un virus con propiedades inmunogénicas completamente nuevas en la población humana. Esta imprevisibilidad se puede ilustrar con la pandemia de influenza A H1N1 de 1918 (“gripe española”), que resultó en la muerte de alrededor de 50 millones de personas, y con la “gripe porcina”, (H1N1), que llevó a una alerta de pandemia en 2009, aunque causó síntomas relativamente leves. • El síndrome respiratorio agudo severo (SARS), que ocurrió por primera vez en China en 2002, fue causado por un nuevo coronavirus (CoV) y provocó un brote mundial con 8.000 pacientes infectados, lo que provocó 774 muertes en 26 países. En 2012, apareció un nuevo coronavirus en Arabia Saudita que provocó el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS). Al igual que el SARS-CoV, el virus se originó en los murciélagos y probablemente se propagó a los humanos a través de dromedarios infectados. Según la OMS, ha habido 2.143 casos confirmados de MERS, con 750 muertes en 27 países desde 2012. • Los ebolavirus, cuyo reservorio natural se cree que también está en los murciélagos, son responsables de fiebre hemorrágica con una alta tasa de mortalidad. Desde la aparición documentada de ebolavirus en 1976, se han presentado periódicamente brotes, principalmente en países de África central. La crisis del ébola de 2013-2016 en África occidental representó la primera epidemia causada por un virus del ébola con 28.616 casos y 11.310 muertes notificadas. 2021 | Mayo

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Carlos Montoya. Centro de ser 14. Tinta sobre papel. 20 x 17 cm. 2015

• Las enfermedades transmitidas por vectores como Dengue, Chikungunya y Zika, son transmitidas por especies de mosquitos Aedes, han sido responsables de brotes epidémicos y sus tasas de infección han aumentado dramáticamente en las últimas décadas: según la OMS, los casos de dengue se han multiplicado por treinta en los últimos cincuenta años. En la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en áreas donde están presentes estas Mayo | 2021

especies de mosquitos. El virus del Zika se identificó por primera vez en primates no humanos en Uganda en 1947, y desde entonces ha causado varios brotes en diferentes áreas con síntomas leves; sin embargo, desde 2014, los brotes en Asia y las Américas se relacionaron con manifestaciones clínicas graves, incluido el síndrome de Guillain-Barré en adultos, y con anomalías congénitas, como la microcefalia después de una infección durante el embarazo.


Además de las amenazas pandémicas, el número de microorganismos resistentes a múltiples fármacos (Multidrug Resistant, MDR) es cada vez mayor, situación favorecida por el uso indebido y excesivo de antibióticos. Los organismos MDR, como el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (MRSA), o la tuberculosis multirresistente (MDR-TB) se han convertido en una seria amenaza para la salud pública mundial. Según estimaciones de la OMS, en 2016 se registraron 490.000 nuevos casos de TB-MDR, de los cuales solo el 54 % pudo tratarse con éxito. La solución a esta creciente amenaza podría ser el desarrollo de vacunas eficientes para evitar que los organismos MDR se propaguen aun más. Para ser eficaces contra una pandemia inminente, el desarrollo de vacunas y los procesos de vacunación deben superar una serie de desafíos. El beneficio de la vacunación no depende solo del efecto que tiene en la inducción de una respuesta inmunitaria protectora frente a un determinado agente patógeno. Son múltiples las condiciones por tener en cuenta para que el desarrollo y administración de una vacuna tenga los efectos benéficos deseados para una amplia población o incluso para toda la humanidad. Tal vez la limitante más importante para lograr que una vacuna tenga la cobertura total de la población en riesgo es la falta de equidad en el acceso a la aplicación del biológico. En el siglo xx, el desarrollo, la concesión de licencias y la implementación de vacunas como parte de grandes programas de inmunización sistemática comenzaron a abordar las inequidades en salud que existían a nivel mundial. A pesar de esto, el acceso a las vacunas que previenen las enfermedades infecciosas potencialmente mortales sigue siendo desigual para los bebés, niños y adultos del mundo, situación que hoy es mucho más evidente como consecuencia del proceso de producción, distribución y aplicación de las vacunas contra la covid-19, que

se puede considerar como un fracaso más de la humanidad. Uno de los factores más determinantes en el acceso inequitativo es el fenómeno del nacionalismo de las vacunas, en el cual un número limitado de actores —invariablemente países de ingresos más altos— actúa de manera que resulta en la captura de la mayor parte de las vacunas desarrolladas recientemente. Durante la pandemia de gripe porcina de 2009, la capacidad mundial de producción de vacunas se estimó entre mil y dos mil millones de dosis. Los países de ingresos más altos colocaron rápidamente un volumen de pedidos que en conjunto excedió la capacidad de fabricación proyectada. Esto dejó a los países de ingresos bajos enfrentando un período de espera muy largo para que se les proporcionaran dosis adicionales de vacuna. Según una encuesta realizada en 2015, solo el 5 % de las dosis de vacuna contra la influenza se distribuyeron entre las regiones de la OMS de Asia sudoriental, mediterráneo oriental y África, que comprenden aproximadamente la mitad de la población mundial, situación que se repite durante la covid-19. En 2020, a medida que la demanda de vacunas covid-19 se disparó, los países de ingresos más altos volvieron a estar al frente de la línea de pedidos anticipados: incluso antes de que las primeras vacunas covid-19 llegaran al mercado, 32 países habían reservado más del 50 % del suministro mundial de vacunas. En conjunto, estos representan el 13 % de la población mundial y sin una corrección a esta asignación inequitativa, la mayoría de las personas en los países de bajos ingresos tendrían que esperar hasta 2024 para vacunarse. Por tanto, se requiere un mayor esfuerzo global para garantizar el financiamiento, la producción, el suministro, la distribución y la administración de vacunas a todas las poblaciones; en particular, a aquellas a las que es difícil llegar, incluidas las que se muestran escépticas 2021 | Mayo

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acerca de su valor protector, así como aquellas que viven en regiones del mundo en conflicto.

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Dado que los objetivos de una vacuna no están definidos antes de que se produzca un brote, el tiempo puede ser un obstáculo importante para el desarrollo de una vacuna eficaz. Hasta antes de la covid-19, el tiempo medio de desarrollo, desde la fase preclínica, de las vacunas convencionales era de más de diez años. Sin embargo, la necesidad de tener una vacuna para controlar los efectos de la pandemia actual ha permitido que en menos de un año se cuente con diferentes preparados con acción inmunizante. Gracias a que se aprovechó un amplio conocimiento científico, se aplicaron nuevos enfoques tecnológicos y se aceleraron los trámites regulatorios, fue posible el desarrollo de diversas vacunas que hoy se convierten en la estrategia esencial para el control de un brote de propagación global. Pero nada asegura que para nuevos agentes patógenos se pueda responder de la misma manera en medio de una epidemia, así que es necesario acelerar las acciones de investigación y desarrollo de vacunas para gérmenes existentes, así como para la identificación de microorganismos que pueden ser un riesgo potencial de otros brotes epidémicos. La naturaleza impredecible de los patógenos emergentes representa uno de los problemas fundamentales para la preparación para una pandemia. Las zoonosis constituyen una amenaza constante de introducir un patógeno previamente no caracterizado en la población, como fue el caso del VIH, ébola, SARS-CoV, MERS-CoV y SARS-CoV-2. Los brotes causados por el virus de la influenza pandémica demuestran el potencial de un patógeno conocido para mutar y adaptarse a un nuevo hospedero o entorno, con resultados impredecibles por sus propiedades inmunogénicas y la gravedad de los efectos orgánicos que induce. Otro factor importante por considerar es el costo asociado con el desarrollo y la producMayo | 2021

ción de vacunas utilizando tecnologías establecidas; se estima que el desarrollo de una nueva vacuna candidata asciende a más de 500 millones de dólares, con gastos adicionales para establecer instalaciones y equipos que oscilan entre 50 y 700 millones de dólares. Si bien algunos costos son indispensables para mantener los estándares de seguridad requeridos para el desarrollo y producción de cualquier vacuna, la necesidad de procesos e instalaciones va a depender de cada vacuna y de la tecnología que se utilice, lo que hace que los costos de validación y producción puedan variar, e incluso que pueda ser implementada por un gran número de países. La capacidad de producción de vacunas por los distintos métodos o plataformas puede ser insuficiente para respaldar una vacunación mundial. Incluso si se conoce la amenaza potencial y se establecen tecnologías de fabricación de vacunas, como ocurre para la vacuna contra la influenza pandémica, es difícil lograr la capacidad para satisfacer las demandas máximas durante una pandemia. Gracias a los esfuerzos coordinados por la OMS, la capacidad potencial de producción de vacunas antigripales pandémicas en 2015 podría en teoría apoyar la vacunación del 43 % de la población con dos dosis de vacuna. Situación que hoy es manifiesta por la incapacidad de las distintas compañías que han desarrollado vacunas para la covid-19 para producir vacunas a un ritmo y escala suficientes para lograr una inmunización mundial. Es fundamental una comunicación oportuna, clara y transparente sobre los beneficios sanitarios, económicos y sociales de las vacunas y de los programas de inmunización para el control de las enfermedades endémicas, epidémicas y pandémicas, tanto en el ámbito individual como colectivo. Un ejemplo del daño que tiene la información errónea o tergiversada fue la publicación, en 1998, de un artículo en la revista The Lancet que sugería un vínculo entre la vacuna contra sarampión, rubeola y papera (MMR)


y el desarrollo del autismo. Aunque luego se demostró que los investigadores habían falsificado los antecedentes médicos de los pacientes y habían elegido pacientes específicos para reforzar sus hallazgos y que The Lancet se retractó del artículo, este no se retiró hasta 2010. Durante esos doce años, a pesar de la publicación de muchos estudios que refutaron un vínculo potencial entre la vacuna MMR y el autismo, el daño estaba hecho y el número de personas vacunadas contra el sarampión disminuyó rápidamente. Adicionalmente, los medios de comunicación e Internet han permitido que la información errónea y las percepciones equivocadas sobre las vacunas se difundan amplia y rápidamente. La histeria que se desencadenó frente a las vacunas ha sido perjudicial porque: 1) provocó un aumento de la morbilidad y la mortalidad por enfermedades prevenibles como sarampión, papera, tosferina, difteria, varicela y poliomielitis; 2) afecta la investigación para el desarrollo de nuevas vacunas; y 3) muchas personas se han tornado reacias a aceptar cualquier forma de inmunoterapia, comúnmente conocida como “vacunación”. Con base en las reflexiones anteriores se hace necesario establecer algunos principios para tener en cuenta con el fin de consolidar una ética global en lo referente a la prevención de enfermedades infecciosas mediante estrategias de vacunación: • Equidad que permita un acceso sin restricciones para todos los seres humanos en todas las regiones del mundo, lo cual implica el fortalecimiento de organizaciones multilaterales que limiten el efecto del nacionalismo en la producción y compra de vacunas. • Calidad en el desarrollo y producción de las vacunas que permita asegurar una eficacia adecuada, con mínimos o sin efectos adversos. • Solidaridad para promover la restricción temporal o incluso la eliminación de la

Carlos Montoya. Crisol 3. Tinta y grafito sobre papel. 19 x 15 cm. 2020

propiedad intelectual sobre aspectos científicos y tecnológicos esenciales que permita disminuir los costos y facilitar la producción de vacunas críticas por parte de un número amplio de organizaciones y países. • Impacto social en todo el mundo gracias a la inversión suficiente en I+D para el desarrollo de nuevas vacunas contra agentes infecciosos conocidos y en la investigación sobre potenciales nuevos microorganismos que pudieran causar epidemias. • Capacidad y articulación para producir de forma rápida el número suficiente de vacunas para cubrir las necesidades de los procesos de inmunización. • Transparencia y comunicación oportuna para evitar la información errónea que ponga en duda los beneficios de la vacunación o que promueva la acción tendenciosa de los movimientos antivacunas. 2021 | Mayo

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En conclusión, el impacto de las vacunas es amplio y de enorme alcance, aunque en muchas ocasiones no es posible cuantificar, analizar o comunicar de forma coherente. Tradicionalmente, los beneficios percibidos de la vacunación han consistido en reducir la morbilidad y la mortalidad por infecciones y, aunque, esos siguen siendo los motores para el desarrollo de nuevas vacunas, en particular en preparación para brotes o contra infecciones que afligen a los más vulnerables de la sociedad, es necesario incorporar una apreciación cada vez mayor de los efectos y condicionamientos políticos, económicos y sociales que influyen sobre el desarrollo y la evaluación de los programas de vacunas, para así generar un mayor beneficio para la sociedad y por tanto una implementación más equitativa.

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Existen aún desafíos para la vacunación a todas las personas vulnerables en todo el mundo, en particular aquellas en comunidades a las que es difícil llegar geográfica, política y culturalmente, y estos desafíos solo pueden superarse con el compromiso continuo y la dedicación a este esfuerzo a nivel nacional e internacional, pero también a escala individual.

Fuentes básicas 1.

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Pablo J. Patiño es médico, magíster y doctor en Ciencia. Se desempeña como profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia.


Las curaciones por el espíritu Judith Nieto

El arte médico, tan antiguo como el hecho de

enfermar, y el afán de hallar sentido al porqué de la proclividad a la dolencia, han sido preocupaciones de los hombres de todos los tiempos y geografías, quienes han persistido en el afán de curar y de saber cómo intervenir la enfermedad, y en lo posible, alejarla de quien la padece. Esto explica por qué la enfermedad o el estado antinatural del hombre han colmado la preocupación de pensadores y artistas de las más diversas tendencias y épocas.

Basta volver a la literatura griega clásica, a palabras de estricto alcance poético, para encontrar en ellas la preocupación por la enfermedad y, en especial, la inquietud constante por restablecer el estado natural del hombre: la salud. En tal sentido, en el prólogo a la obra La curación por la palabra en la Antigüedad clásica, su autor, Pedro Laín Entralgo, plantea que en el canto XII de La Eneida, por ejemplo, se lee: “Prefirió conocer las virtudes de las hierbas, y los usos de curar, y ejercitar sin gloria las artes mudas”. Estos versos permiten leer la forma como Lapix trata de socorrer el cuerpo gravemente herido de Eneas: sin el recurso de las palabras, solo con sus manos y con hierbas procura inútilmente sanar a su progenitor. Al final, es Venus quien asiste de modo decisivo a quien antes parecía morir. La presencia invisible y mágica de la divinidad alcanza aquello que no pudieron ni las manos ni los ungüentos del apurado hijo. Es importante notar que el verso “ejercer sin gloria las artes mudas” alude a la medicina como un arte que puede practicarse sin la necesidad de palabras. La medicina es, según Laín Entralgo, “arte muda”. La expresión pue-

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de tener una intención adversativa, en tanto hace apreciar la diferencia entre las habilidades silenciosas preferidas por Lapix y las destrezas sonoras en las palabras y musicalidad manejadas por Apolo. Otra consideración sobre el “arte muda” se impone a lo anunciado desde la misma voz poética de Virgilio leída en la actualidad, pues, además de mostrar que la medicina supersticiosa siempre se ha ejercido, es evidente que ella fue un procedimiento común, previo a la medicina técnica o científica del presente,

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y por ello es concebida y ejercida muta ars, arte sin palabras. Ya en la breve muestra destacada de La Eneida parecen postularse algunas formas de procurar el alivio y de sanar un cuerpo herido. Sin embargo, con esta respuesta nacen otros cuestionamientos: ¿la medicina ejercida sin tener en cuenta la palabra como alternativa curativa fue privativa del ejercicio médico de la Antigüedad, en particular de la clásica? ¿existen o han existido otras intervenciones, además de las mágicas y de las populares, que aspiren al mismo fin?

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Un nuevo contraste aparece ante este último modo de curar y la forma vigente hoy, pues del arte sin palabras aplicado desde el lejano mundo clásico se ha llegado al tratamiento por medio de la palabra y a intervenciones propagadas en el presente y vinculadas esencialmente con la psicoterapia verbal. Lo anterior lleva a pensar que tan histórico como el hombre es el temor a la muerte, lo que ha llevado a que, desde sus comienzos, la humanidad viva en una infatigable lucha por evitar y, si es el caso, negar la muerte. Para ello, el mismo hombre ha inventado cuanto recurso ha sido posible para detener esta realidad que inminentemente llega a poner fin a aquello que un día tuvo principio. Así, tan urgente como el afán de vivir, es la brega por no morir, por evitar la muerte, anhelo al que se han afiliado los más caros intereses de la ciencia, hoy erguida en cumbres impensables e inesperadas, como la pretensión de no envejecer y de no deteriorarse, según rezan los mandatos de la ilusión de la eterna juventud. Tras esta aspiración se mueven mercados e individuos; unos y otros en el intento de ganar la batalla siempre vencida por el deceso, realidad que triunfa por doquier y declara como inútil tal esfuerzo. Además de señalar que ine-

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vitablemente la vitalidad y las pretensiones de la inmortalidad descienden con la edad, pues la muerte, mal verdadero e incurable como el de la vejez y el de tantas enfermedades, suele deslizarse entre los hilos frágiles del cuerpo cuando es transgredido por inconvenientes de salud. Todo esto confirma que lo que subyace a la urgencia por aliviar la enfermedad es la negación de la muerte, circunstancia vivida en y fuera de la ficción. La condición de mortales hace inaplazable el fin. De ahí que, en el pasado, hoy y siempre, la enfermedad, independiente de su carácter, persista, persevera, y lo haga de cara a la ciencia y a la técnica, cuyos prodigios causan asombro hoy a muchos, aunque, quién lo creyera, otros ven con una indiferencia y hastío tales, capaces de horrorizar a los sabios de la Antigüedad, siempre tan afectados por la maravilla, por la extrañeza. Entonces, una especie de batalla contra los males que afectan el cuerpo y el alma ha sido la lidia histórica adelantada por el hombre ‘beneficiado’ por la técnica. Aquel que tiene a su favor el capital, el saber producido en los espacios que imparten formación y en los emporios industriales, siempre abiertos a afianzar el consumo del prodigio entregado por la ciencia mediante el señuelo de la salvación que esta parece portar. Es la misma inquietud que hoy se impone al cuerpo cuando se enferma, cuando se debate contra una patología de la que quiere y necesita liberarse.

Referencia Entralgo, P. L. (2005). La curación por la palabra en la Antigüedad clásica. Ánthropos.

Judith Nieto, escritora. El fragmento aquí incluido aparece su libro Todo enfermo es un hombre, publicado por Ediciones UIS en 2016.


Del sida y sus metáforas Susan Sontag

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“ este” esta es la metáfora principal con que se entiende la epidemia de sida. Y por efecto del sida, la errónea identificación del cáncer con una epidemia, hasta con una peste, parece alejarse: el sida ha banalizado el cáncer. Además de ser el nombre de muchas enfermedades horribles, la peste se ha usado metafóricamente durante mucho tiempo como la peor de las calamidades colectivas, el mal, el flagelo —Procopio, en su obra maestra sobre la calumnia, La historia secreta, calificó al emperador Justiniano como peor que la peste (“menos se salvaban”)—. Si bien la enfermedad a la que se atribuye permanentemente este nombre produjo la más mortífera de las epidemias conocidas, el que una enfermedad sea experimentada como un despiadado asesino no basta para que se asocie a este con aquélla. La lepra, hoy día rara vez fatal, no lo era mucho más en el auge de su fuerza epidémica, entre los años 1050 y 1350. Y la sífilis ha sido considerada como una peste —Blake habla de la “maldición de la joven Ramera” que “agosta con sus pestes el ataúd del Matrimonio”— no porque matase con tanta frecuencia sino porque era oprobiosa, incapacitante, desagradable. Generalmente son las epidemias las que se asocian con las pestes. Y se entiende que estas enfermedades masivas son infligidas, no tan solo soportadas. El considerar una enfermedad como un castigo es la más vieja idea que se tiene de la causa de una enfermedad, y es una idea que se opone a todo el cuidado que merece un enfermo, ese cuidado digno del noble nombre de medicina a hacer esto. Hipócrates, que escribió varios tratados sobre las epidemias, descartó específicamente

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“la ira de Dios” como causa de la peste bubónica. Pero no se pensaba que las enfermedades interpretadas en la Antigüedad como castigos, tal la peste en Edipo, fueran vergonzosas como la lepra y más tarde la sífilis. En la medida en que adquirían significado, las enfermedades fueron calamidades colectivas y juicios a una comunidad. Sólo las heridas y la invalidez, no las enfermedades, eran consideradas como merecidas por los individuos. Para hallar en la literatura de la Antigüedad una analogía con el sentido moderno de una enfermedad vergonzosa y que aísla a quien la padece, habría que recurrir a Filoctetes y su herida hedionda. 2021 | Mayo


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Las enfermedades más temidas, aquellas que no son sencillamente letales, sino que transforman el cuerpo en algo alienante, como la lepra y la sífilis y el cólera y (según la imaginación de muchos) el cáncer, parecen particularmente aptas para que se las promueva a la categoría de “peste”. La lepra y la sífilis fueron las primeras enfermedades que llegaron a ser claramente descritas como repulsivas. Fue la sífilis la que, en las primeras descripciones médicas, a fines del siglo xv, generó una de las metáforas que florecen en torno al sida: la de una enfermedad que no sólo es repulsiva y justiciera sino invasora de la colectividad. Aunque Erasmo, el pedagogo europeo más influyente de principios del siglo xvi, describiera la sífilis como “nada más que una forma de lepra” (en 1529 se refería a ella como “algo peor que la lepra”), ya entonces se había comprendido la diferencia entre ambas: la sífilis se transmitía sexualmente. Paracelso se refiere (parafraseando a Donne) a “esa inmunda enfermedad contagiosa que entonces había invadido la humanidad en algunos lugares y que desde entonces lo inundó todo, que en castigo por la licenciosidad general infligió Dios”. Durante mucho tiempo, casi hasta que se le encontró fácil curación, se pensó en la sífilis como castigo por la transgresión de un individuo, algo por cierto no muy distinto de una retribución por la licenciosidad de toda una comunidad, como es el caso del sida hoy en los ricos países industrializados. Al contrario del cáncer, entendido en la modernidad como una enfermedad propia (y reveladora) del individuo, el sida aparece de manera premoderna como una enfermedad propia a la vez del individuo y de este como miembro de un “grupo de riesgo”, esa categoría que suena tan neutral y burocrática y que resucita la arcaica idea de una comunidad maculada sobre la que recae el juicio de la enfermedad.

Desde luego, no todos los relatos sobre la peste o las enfermedades del tipo de la peste sirven Mayo | 2021

como vehículo de estereotipos espeluznantes acerca de la enfermedad y los enfermos. Durante todo el siglo xviii se intentó pensar crítica e históricamente acerca de la enfermedad (y los desastres en general): digamos, desde A Journal of the Plague Year de Daniel Defoe (1722) a I promessi sposi de Alessandro Manzoni (1827). La novela histórica de Defoe, que pretende ser un testimonio visual de la peste bubónica en Londres, en 1665, no propone ninguna comprensión de la peste como castigo ni, segunda parte del guion, como experiencia trastrocadora. Y Manzoni, en su larga relación acerca del paso de la peste por el ducado de Milán en 1630, se compromete explícitamente a presentar una visión más fiel, menos reduccionista, que sus fuentes históricas. Pero también estas dos complejas novelas contribuyen a consolidar algunas de las ideas sempiternas y simplificadoras de la peste. Un rasgo de la versión habitual sobre la peste: la enfermedad siempre viene de otra parte. Los nombres de la sífilis, cuando la epidemia comenzó a barrer Europa en la última década del siglo xv, son una ilustración ejemplar de la necesidad de que una enfermedad sea extranjera.1 Para los ingleses era el “morbo gálico”, para los parisienses el morbus Germanicus, la enfermedad napolitana para los florentinos y el mal chino para los japoneses. Pero lo que puede parecer un chiste sobre la inevitabilidad del chovinismo revela en realidad una verdad más importante: que existe un vínculo entre la manera de imaginar una enfermedad y la de imaginar lo extranjero. Quizás ello resida en el concepto mismo de lo malo que, de un modo arcaizante, aparece como idéntico a lo que no es nosotros, a lo extraño. Una persona infectada siempre está equivocada, como ha señalado Mary Douglas. Lo contrario también es cierto: una persona a quien se considera equivocada es vista, al menos potencialmente, como fuente de infección. El lugar de origen de las enfermedades importantes, situado en el extranjero, tanto como los


cambios drásticos de clima, puede no ser más remoto que un país vecino. La enfermedad es una especie de invasión, y a veces por cierto la traen los soldados. El relato de Manzoni sobre la peste de 1630 (capítulos 31 a 37) comienza así: La peste que el Tribunal Sanitario temía entrase en las provincias milanesas con las tropas germanas había efectivamente entrado, como es bien sabido; y es también sabido que no se detuvo allí, sino que continuó invadiendo y despoblando una gran parte de Italia.

La crónica de la peste de 1665, de Defoe, comienza de manera similar, con un torrente de especulaciones presuntuosamente escrupulosas acerca de su origen extranjero: Fue a comienzos de septiembre de 1664 cuando, con el resto de mis vecinos, oí en el habla cotidiana que la peste había vuelto a Holanda; porque allí se había desarrollado con una gran violencia, particularmente en Ámsterdam y Rotterdam, en el año de 1663, adonde había sido traída, algunos, dizque de Italia, otros de Levante, junto con otras mercancías importadas por la flota turca; otros decían que venía de Candia; otros de Chipre. Poco importaba de dónde venía; todos estaban de acuerdo en que había vuelto a Holanda.

La peste bubónica que reapareció en Londres en la década 1720-1730 había llegado de Marsella, lugar por donde se pensaba en el siglo xviii que la peste entraba en Europa occidental: traída por marinos, transportada después por soldados y mercaderes. Hacia el siglo xix el origen foráneo se volvió más exótico, en la medida en que el medio de transporte era más difícil de imaginar, y la enfermedad misma se había vuelto fantasmagórica, simbólica. Al final de Crimen y castigo, Raskolnikov sueña con la peste: “Soñó que el mundo entero estaba condenado a una nueva, terrible, extraña peste llegada a Europa de las profundidades de Asia”. Al principio de la frase se trata de “el mundo entero” que, al final, sólo resulta ser

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“Europa”, asolada por una letal visita asiática. El modelo de Dostoievski es sin duda el cólera, llamado cólera asiático, porque se había hecho endémico durante mucho tiempo en Bengala, se había transformado en epidemia mundial y había perdurado como tal a lo largo de todo el siglo xix. En parte, la secular idea de Europa como privilegiado centro cultural reside en que se trata de un lugar colonizado por enfermedades mortales que vienen de afuera. A Europa se la supone, por derecho, libre de enfermedades. (Y los europeos se han mostrado asombrosamente insensibles con respecto a la devastación muchísimo mayor provocada por sus propias enfermedades —como invasores, como colonizadores— en el mundo exótico, “primitivo”: piénsese en los estragos causados por la viruela, la gripe y el cólera en las poblaciones aborígenes de las Américas y Australia.) La tenacidad del vínculo establecido entre un origen exótico y las enfermedades más temidas es una de 2021 | Mayo

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las razones por las que el cólera, del que hubo cuatro grandes brotes en Europa durante el siglo xix, cada uno menos mortífero que el precedente, sigue siendo más memorable que la viruela, cuyos estragos fueron creciendo durante el mismo siglo (medio millón de muertos en la pandemia europea de viruela de principios de 1870) pero que, a diferencia de la peste, no podía ser interpretada como una enfermedad de orígenes no europeos.

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Las pestes ya no son “enviadas”, como en la antigüedad bíblica y griega, porque la cuestión de quién es el agente se ha disipado. Los pueblos, en cambio, reciben “la visita” de las pestes. Y las visitas son recurrentes, como se da por sentado en el subtítulo de la novela de Defoe, donde se explícita que se trata “de lo acaecido en Londres durante la última Gran Visitación de 1665”. También para los no europeos, una enfermedad letal puede llamarse visitación. Pero una visitación a “ellos” merece invariablemente una descripción diferente de una visitación a “nosotros”. “Creo que esta visitación se llevó casi la mitad de toda la población”, escribió el viajero inglés Alexander Kinglake, llegado a El Cairo en el momento de la peste bubónica (llamada a veces “peste oriental”). “Los orientales, sin embargo, reciben con mayor calma y fortaleza que los europeos las calamidades de esta índole”. Eothen, el influyente libro de Kinglake (1844) —subtitulado sugerentemente Vestigios de viaje traídos de Oriente—, ilustra muchas de las tenaces presunciones de los europeos acerca de los demás, nacidas de la fantasía de que los pueblos con pocas razones para esperar zafarse de las desgracias tienen una menor capacidad de sentirlas. Así es que se cree que los asiáticos (o los pobres, o los negros, o los africanos, o los musulmanes) no sufren o no padecen como los europeos (o los blancos). El hecho de asociar la enfermedad con los pobres —que son, desde el punto de vista de los privilegiados, extranjeros dentro de casa— refuerza la asociación de Mayo | 2021

la enfermedad con lo extranjero: con un lugar exótico, a menudo primitivo. De igual modo se supone que el sida, como ejemplo clásico de peste, nació en el “continente negro”, más tarde se difundió a Haití, luego a Estados Unidos y Europa y luego... Se lo tiene por una enfermedad tropical: otra infección más del llamado Tercer Mundo, lugar en el que al fin y al cabo vive la mayor parte de la población mundial, y también un flagelo de los tristes tropiques. No se equivocan los africanos cuando ven estereotipos racistas en muchas de las especulaciones acerca del origen geográfico del sida. (Ni se equivocan cuando piensan que pintar a África como la cuna del sida ha de nutrir los prejuicios antiafricanos en Europa y Asia.) La conexión subliminal que se establece con las ideas de un pasado primitivo y las tantas hipótesis propuestas acerca de la posible transmisión por parte de los animales (¿un mono verde?, ¿la fiebre porcina africana?) no pueden menos que infundir nueva vida a un grupo conocido de estereotipos sobre la animalidad, la licencia sexual y los negros. En Zaire y otros países centroafricanos donde el sida está matando a decenas de miles de personas, la contrarreacción ya ha comenzado. Muchos médicos, universitarios, periodistas, funcionarios y otras gentes de cultura creen que el virus, un descontrolado acto de guerra bacteriológica (cuya finalidad era la de disminuir la tasa de natalidad), ha sido enviado a ese continente desde Estados Unidos y que ahora ha regresado a su país de origen para castigar a sus perpetradores. Una versión africana habitual de esta creencia sobre el origen de la enfermedad sostiene que el virus fue fabricado en un laboratorio de la CIA y del ejército en Maryland, que de ahí fue enviado al continente africano y devuelto a su país de origen por misioneros norteamericanos homosexuales al regresar a Maryland.2 Al principio se supuso que el sida iba a difundirse en todas partes bajo su catastrófica for-


ma africana, y quienes aún lo piensan, tarde o temprano, terminan por invocar la Peste Negra. La metáfora de la peste es un vehículo esencial en las visiones más pesimistas del futuro epidemiológico. De la literatura clásica al periodismo más reciente, la historia canónica de la peste es una historia de inexorabilidad, de inevitabilidad. Los que no están preparados serán tomados por sorpresa; los que observan las precauciones recomendadas también caerán. Todos sucumben cuando quien cuenta el cuento es el narrador omnisciente, como en la parábola de Poe “La máscara de la muerte roja” (1842), inspirada por el relato de un baile en París durante la epidemia de cólera de 1832. O sucumben casi todos, si la historia se cuenta desde el punto de vista de un testigo traumatizado que será uno de los ateridos sobrevivientes, como en la novela stendhaliana de Jean Giono Jinete en el tejado (1951), en la que un joven noble italiano deambula por el sur de Francia asolado por el cólera en los años 1830.

Las pestes siempre son consideradas como juicios a la sociedad, y la inflación metafórica que ha hecho del sida uno de tales juicios habitúa a las personas a pensar que la difusión mundial del mal es inevitable. Este es uno de los usos tradicionales de las enfermedades de transmisión sexual: describirlas no ya como castigo individual sino colectivo (“la licenciosidad general”). No sólo las enfermedades venéreas han sido usadas de esta manera, con el fin de señalar poblaciones transgresoras o viciosas. Hasta fines del siglo xix, interpretar cualquier epidemia catastrófica como signo de laxitud moral o decadencia política era tan común como asociar las enfermedades pavorosas con lo extranjero. (O con minorías despreciadas o temidas.) Y la culpabilización nunca es contradicha por los casos que no cuadran. Nadie pensaba que cuando los predicadores metodistas ingleses vinculaban la epidemia de cólera de 1832 con la bebida (el movimiento

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por la sobriedad apenas estaba en sus albores) estuvieran sosteniendo que todos los que contrajeran el cólera debían ser alcohólicos: siempre hay lugar para las “víctimas inocentes” (los niños, las jóvenes). La tuberculosis, en su identidad como enfermedad de los pobres (más bien que de los “sensibles”) también estaba ligada a los reformadores antialcohólicos de fin del siglo xix. Las reacciones que asociaban las enfermedades a los pecadores y los pobres recomendaban invariablemente adoptar los valores de la clase media: hábitos regulares, productividad y autocontrol emocional, para lo cual se consideraba que la bebida era el impedimento mayor.3 La salud misma llegó a ser identificada con estos valores, religiosos a la vez que mercantiles, pues la salud era prueba de virtud tanto como la enfermedad lo era de depravación. El apotegma según el cual la limpieza aproxima a lo divino debe tomarse muy literalmente. La sucesión de epidemias 2021 | Mayo

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de cólera en el siglo xix coincide con un decremento regular de las interpretaciones religiosas de esa enfermedad; más exactamente, estas últimas coexisten cada vez más con otras explicaciones. Si bien en la época de la epidemia de 1866 el cólera era considerado comúnmente no como un simple castigo divino sino como una consecuencia de defectos sanitarios subsanables, seguía siendo visto como el flagelo de los pecadores. Un escritor declaraba en las páginas de The New York Times (22 de abril de 1866): “El cólera es sobre todo el castigo por haber descuidado las leyes sanitarias; es la maldición de los sucios, de los intemperantes y de los degradados”.

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Que hoy nos parezca inconcebible semejante visión del cólera o de otras enfermedades parecidas no significa que haya disminuido la capacidad de moralizar acerca de las enfermedades sino simplemente que ha cambiado el tipo de enfermedad para uso didáctico. El cólera era la última gran enfermedad epidémica en más de un siglo que podía legítimamente aspirar a la categoría de peste. (Me refiero al cólera europeo y americano, es decir decimonónico; antes de 1817 nunca había habido una epidemia de cólera fuera del Extremo Oriente.) Si el criterio principal fuera el número de muertes, la gripe, que se declaraba y mataba de manera fulminante, como la peste, parecería mucho más afín a esta que cualquier otra epidemia del siglo xx, y sin embargo nunca se la representó metafóricamente como peste. Lo mismo ocurrió en el caso de una epidemia más reciente, la de la polio. Una de las razones para ello es que estas epidemias no tenían el número suficiente de rasgos que siempre se ha atribuido a las pestes. (Por ejemplo, se pensaba que la polio era típica de los niños —de los inocentes—.) Pero la razón más importante es que el foco de la explotación moralizadora de la enfermedad se había desplazado. Este desplazamiento hacia enfermedades que pueden ser interpretadas como juicios al individuo hace Mayo | 2021

más difícil usar las enfermedades epidémicas como tales. Durante mucho tiempo el cáncer fue la enfermedad que mejor satisfizo la necesidad, propia de esta cultura secular, de culpar y castigar y censurar empleando para ello la imaginería de la enfermedad. El cáncer era individual, y se lo suponía consecuencia no de alguna acción sino de alguna inacción (falta de prudencia, de autocontrol de una adecuada expresividad). En el siglo xx se ha vuelto casi imposible moralizar sobre las epidemias, salvo las de transmisión sexual. Es posible mirar desde otro ángulo la pervivencia de la convicción de que una enfermedad pone en evidencia y castiga la laxitud moral o la perversión. Basta observar que persisten las descripciones de los desórdenes y de la corrupción como si fueran enfermedades. Tan necesaria ha sido la metáfora de la peste para juzgar sumariamente las crisis sociales que su uso casi no disminuyó en la época en que las enfermedades colectivas dejaron de ser tratadas de manera tan moralizante —el lapso que media entre las pandemias de gripe y encefalitis de la primera mitad de los veinte y el reconocimiento de una nueva y misteriosa epidemia a principios de los ochenta—, época en que tan a menudo y categóricamente se proclamaba que las epidemias infecciosas eran cosa del pasado. La metáfora de la peste era común en los años treinta como sinónimo de catástrofe social y psíquica. Este tipo de evocaciones de la peste va generalmente acompañado por una vociferante actitud antilibertaria: piénsese en Artaud acerca del teatro y la peste, en Wilhelm Reich acerca de la “peste emocional”. Un “diagnóstico” genérico de esta índole no puede no promover el pensamiento antihistórico. Teodicea a la vez que demonológica, esta actitud no sólo estipula una emblemática del mal, sino que la hace portadora de una justicia bruta y terrible. En La peste blanca, drama de Karel Capek (1937), la repugnante pestilencia que aparece en un Estado donde el fascismo ha tomado el poder afecta sólo a los mayo-


res de cuarenta años, aquellos que pueden ser considerados moralmente responsables. La obra alegórica de Capek, escrita en vísperas de la invasión de Checoslovaquia por los nazis, es una especie de anomalía: la utilización de la metáfora de la peste para comunicar la amenaza de lo que la corriente principal del progresismo europeo define como barbarie. La misteriosa y horrible enfermedad que cunde en la obra se parece a la lepra, una lepra rápida, invariablemente letal y que se supone llegada, claro está, de Asia. Pero a Capek no le interesa identificar el mal político con la incursión de lo foráneo. Capek se apunta logros didácticos al enfocar no ya la enfermedad sino la manipulación de la información por parte de los científicos, los periodistas y los políticos. El especialista más famoso arenga a un periodista (“La enfermedad del momento, sabe usted. Más de cinco millones han muerto hasta la fecha, veinte millones la padecen y quizá tres veces más llevan a cabo sus tareas cotidianas alegremente inconscientes de las manchas marmóreas que tienen en el cuerpo”); reprocha a un colega por usar la terminología popular, “peste blanca” y “lepra de Pekín” en lugar del nombre científico, “síndrome Cheng”; sueña acerca de cómo la labor de su clínica en la identificación del nuevo virus y la curación de la enfermedad (“todas las clínicas del mundo tienen un programa de investigación intensiva”) incrementará el prestigio de la ciencia y supondrá el premio Nobel para su descubridor; celebra hiperbólicamente lo que parece el hallazgo de una curación (“fue la enfermedad más peligrosa de la historia, peor que la peste bubónica”); y traza planes para enviar a quienes tengan síntomas a campos de detención bien vigilados (“Puesto que cada portador de la enfermedad es un difusor en potencia, debemos proteger a los no contaminados de los contaminados. En este sentido, todo sentimentalismo es fatal y por consiguiente criminal”). Por caricaturescas que parezcan las ironías de Capek, no son un esbozo improbable de una

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catástrofe (médica, ecológica) en tanto que manipulación de un acontecimiento público en la moderna sociedad de masas. Y por poco convencional que sea su uso de la metáfora de la peste como agente justiciero (al final la peste mata al propio dictador), la sensibilidad de Capek en materia de relaciones públicas lo lleva a hacer explícita la comprensión de la enfermedad como metáfora. El eminente médico declara que los logros de la ciencia nada son comparados con los méritos del dictador, quien está a punto de ir a la guerra y que “ha evitado un flagelo muchísimo peor: el flagelo de la anarquía, la lepra de la corrupción, la epidemia de la libertad bárbara, la peste de la desintegración social que zapa letalmente el organismo de nuestra nación”. La peste de Camus, publicado una década más tarde y que representa un uso mucho menos 2021 | Mayo

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literal de la peste por otro gran europeo progresista, es tan sutil como esquemática es La peste blanca de Capek. La novela de Camus no es, como suele afirmarse, una alegoría política en la que el estallido de la peste bubónica en un puerto mediterráneo represente la ocupación nazi. Esta peste no es justiciera. Camus no protesta contra nada, ni contra la corrupción ni contra la tiranía, ni siquiera contra la mortalidad. La peste es ni más ni menos que un acontecimiento ejemplar, la irrupción de la muerte que da seriedad a la vida. Su uso de la peste, epítome más que metáfora, es distanciado, estoico, alerta; no se trata de hacer un juicio. Pero, al igual que en la obra de Capek, los personajes de la novela de Camus afirman lo impensable que es una peste en el siglo xx... como si el creer que semejante calamidad no pudiera suceder, no pudiera suceder nunca más, significara todo lo contrario.

Notas

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1 Como se comenta en las primeras relaciones sobre la sífilis: “Esta enfermedad recibida de diversos pueblos que le dieron nombres diferentes”, escribe Giovanni di Vigo en 1514. Como los anteriores tratados sobre la sífilis, escritos en latín —por Niccolo Leoniceno (1497) y Juan Almenar (1502)—, el de Di Vigo la llama morbus Gallicus, enfermedad francesa. (Fragmentos de este y otros relatos de la época, inclusive Syphilis; O una Historia poética del mal francés [1530] por Girolamo Francastoro, que introdujo el nombre que prevaleció, pueden hallarse en Classic Descriptions of Disease, ed. Ralph H. Major [1932].) Desde un principio fueron numerosas las explicaciones moralizantes. En 1495, un año después de que se declarara la epidemia, el emperador Maximiliano promulgó un edicto que declaraba que la sífilis era una enfermedad enviada por Dios para castigar los pecados humanos. La teoría de que la sífilis venía de un país no fronterizo, que era una enfermedad totalmente nueva en Europa, una enfermedad del Nuevo Mundo traída al Viejo Mundo por los marinos de Colón contagiados en América, se convirtió en la explicación aceptada del origen de la sífilis en el siglo xvi y sigue teniendo amplia aceptación. Vale la pena señalar que los pri-

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meros autores especialistas en la sífilis no aceptaban esta dudosa teoría. El Libellus de Epidemia, quam vulgo morbum Gallicum vocant, de Leoniceno, comienza por examinar la cuestión de “si el mal francés, bajo otro nombre, estaba difundido entre los antiguos”, y afirma que así lo cree firmemente. 2 Puede que el rumor no se originase en una campaña de “desinformación” propiciada por la KGB, pero recibió un envión crucial por parte de los especialistas soviéticos en propaganda. En octubre de 1985, el semanario soviético Literaturnaya Geoda publicó un artículo donde se afirmaba que el virus del sida había sido inventado por el gobierno norteamericano en sus investigaciones para la guerra biológica llevadas a cabo en Fort Detrick, Maryland, y se estaba diseminando en el extranjero a través de los soldados de Estados Unidos usados como conejillos de Indias. La fuente citada era un artículo de una revista de la India, Patriot. Esto lo repitió en inglés la “Radio Paz y Progreso” de Moscú, y lo retomaron los diarios y las revistas de todo el mundo. Un año después figuraba en la primera plana del diario conservador londinense Sunday Express, de gran tirada. (“El virus asesino del sida fue creado artificialmente por científicos norteamericanos en unos experimentos de laboratorio que resultaron una catástrofe, y un encubrimiento masivo ha mantenido el secreto hasta hoy”.) Aunque la prensa norteamericana hizo caso omiso, la historia fue reciclada en casi todos los países. No antes del verano de 1987 apareció en diarios de Kenia, Perú, Sudán, Nigeria, Senegal y México. Desde entonces, la política de la era Gorbachov ha provocado un desmentido oficial por parte de dos eminentes miembros de la academia soviética de las ciencias, publicado por Izvestia a fines de octubre de ese año. Pero se sigue machacando con el cuento, de México a Zaire, de Australia a Grecia. 3 Según el diagnóstico más amplio apoyado por los reformadores seglares, el cólera era el resultado de una mala dieta y la “indulgencia con los hábitos irregulares”. Los funcionarios del Consejo Sanitario Central de Londres advertían que la enfermedad no tenía ningún tratamiento específico, y aconsejaban prestar atención al aire puro y la limpieza, si bien “los verdaderos preservativos son un cuerpo sano y una mente alegre y serena”. Citado en Cholera 1832, R.J. Morris (1976).

Tomado de Sontag, S. (1996). La enfermedad y sus metáforas / El sida y sus metáforas (Mario Muchnik, trad.) (parte V, pp. 63-69). Taurus.


Vivir con virus. Relatos de la vida cotidiana (fragmentos) Marta Dillon Crecer duele. Desde que vivir con vih me tra-

jo la conciencia de la muerte, los surcos que he transitado hasta ahora para sentir no me conducen. De tanto en tanto alguna certeza nueva se enciende. Pero no es más que el reflejo de una nube en el río. Siento vértigo. Tengo que aprender de nuevo lo que es el amor, la vida, la muerte. Palabras demasiado grandes para el lento pasar de los días. Unas pocas letras para dibujar el sol que se enciende en mi corazón cada vez que despierto a mi hija para ir al colegio. Hoy tengo ganas de llorar, hace un año que la luz de Liliana Maresca, mujer, artista plástica, amiga, cambiaba de forma. Lloviznaba en la Chacarita mientras sus amigos aplaudíamos el adiós de su cuerpo. Ayer la vi en un video documental (Vivir, de Pablo Reyero) contando su experiencia como seropositiva. No sentí dolor. De cada uno de sus gestos se desprendía la vida. “El amor es el perfume de la flor”, dice en un momento, y recuerdo que no le gustó escuchar esa frase después del último desengaño. Pero se rodeó de perfume mientras se preparaba para su viaje. Y antes de partir selló su amor con letras rojas sobre amarillo: profundis matrimonio, escribió en el acta. Ya no puedo tirarme en su cama a llorarle mis pequeñas penas. Pero de ella aprendí que se puede vivir hasta el último momento. Que de la misma forma en que muta el virus, nosotros tenemos que ir buscando estrategias nuevas para seguir oponiendo vida a la sentencia de muerte que parece inexorable. Y no lo es. Cuando terminó el video, después de escuchar los testimonios de otras personas afectadas, sentí una necesidad urgente de comunicar algo, algo bueno. Me pregunto qué pasaría si le quitáramos la fe al virus, si dejáramos de creer en su poder de muerte. El miedo hace el cincuenta por ciento del trabajo de esta

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Carlos Montoya. Centro de ser 15. Tinta sobre papel. 20 x 17 cm. 2015

enfermedad. Y esa herramienta sí podemos quitársela. Hay quien dice que el sida es la enfermedad de la falta de amor. Puedo reconocerme en el desamparo de tantas noches entregándolo todo a cambio de la ilusión de que me quieran. Hoy aprendo de nuevo a amar. Y le ofrezco un nido a los amores que no me piden nada. No me duele la ausencia de mi amiga, su paso por aquí me sigue alumbrando. Es la nostalgia por las viejas formas lo que de a ratos me anuda la garganta. Es el miedo de saber que tengo muchas oportunidades en las manos, que mi vida no depende solo de los avances de la ciencia. Y que el tiempo es lo de menos si uno cierra los ojos a la conciencia. * 2021 | Mayo


Nos encontramos un domingo, a la hora en

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que las nubes arden en la hoguera del atardecer. Hacía casi diez años que no charlábamos y mientras la luna como una sonrisa se dibujaba en el cielo nos fuimos poniendo al día. Teníamos algunas cosas que contarnos. Yo una hija, él cuatro. Ambos, dos parejas, distintas profesiones, viajes, amigos en común, proyectos en marcha. Salimos a caminar, rápido, al ritmo de las palabras que tejían y destejían historias como frenéticas arañas. Le conté que tenía vih, que me estaba cuidando mucho, que había cambiado mi dieta y que por primera vez en mucho tiempo sentía que estaba trabajando por mí. “¿Sabés? —le dije—. A veces asocio este estado de gratitud hacia la vida con mi embarazo. Soy consciente de cada cosa que me sucede. Escucho lo que mi cuerpo trata de decirme con la misma atención con que contaba las patadas de mi hija. Estoy gestando algo, una vida distinta, me estoy pariendo, aunque sea con dolor”. Él se entusiasmó. Me contó que hace dos años tuvo que dejar de fumar por un edema. El cigarrillo o la vida, le había sentenciado un colega (Juan también es médico). Entonces dejó el cigarrillo y aprendió otra vez a respirar. “Para mí también fue nacer de nuevo”, dijo. De alguna manera nos sentimos más juntos. Unidos por un cordón que nos aferra a la vida, aunque a veces sea parca y nos dé el placer con cuentagotas. Es otoño en Buenos Aires, el sonido que acompaña nuestros pasos, el aire frío en la cara, una hoja dorada que se enredó en mi pelo se me antojan presagios. Cierta sensación de que cada uno de mis pasos puede ser trascendente me acompaña todo el tiempo. Es como si cada momento feliz estuviera amenazado por unas sombras locas que me hacen burla del otro lado del cristal. Juan insiste en saber más. “¿Qué es? —me pregunta—, ¿qué es lo que cambió para vos?”. Me obliga a pensar, a liberarme de esos dedos fríos que sin querer me atenazaron la garganta. Creo que lo primero que me

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Carlos Montoya. Máquina deseante. Tinta sobre papel. 38 x 34 cm. 2020

pasó fue que se me desempañó la mirada. El dolor, el miedo, que hasta entonces siempre me habían dejado sola, se transformaron en un vínculo incorruptible con otros que como yo estuvieron parados en el borde de la vida. Sin decir una palabra me doy cuenta de que por primera vez me permití escuchar mi deseo acostumbrado a la mordaza de la culpa y la utilidad. Hoy me alcanza que salga el sol, que la manito de mi hija haga un dibujo sobre mi cara, que la gente siga peleando por tener una vida digna. Durante la larga pausa en que mastico mi respuesta descubro que le quité al virus su carga de muerte, no le creo que pueda matarme y me permito esa utopía. “¿Sabés qué? —le digo—. Creo que ahora me permito soñar con la secreta fe en que todos los sueños son posibles”. *


Carlos Montoya. Centro de ser 13. Tinta sobre papel. 20 x 17 cm. 2015

No era la primera vez que lo escuchaba, pero

la angustia que me cerró la garganta tenía la fuerza de aquello que se siente por primera vez. “Está demostrado científicamente —me dice el doctor detrás de la corbata—: los que toman tratamientos antivirales viven más”. La vieja discusión volvía a plantearme dudas. Tomar o no tomar AZT era el tema. Pero yo no podía hablar. Los pormenores de las ventajas y desventajas de los medicamentos eran una música de fondo. Todo lo que ocupaba mi cabeza eran esas dos palabras: viven más. Esa referencia a mi tiempo limitado de vida no me dejaba escuchar. Marcelo, el doctor, con una paciencia que parecía obviar la larga cola de pacientes que esperaban para verlo en ese pasillo del Hospital Ramos Mejía, intentaba hacerme razonar sobre la necesidad de prolongar el “estar bien”: ayudar a subir las defensas, recibir los beneficios de los nuevos descubrimientos de la ciencia. Por supuesto no llegamos a ningún acuerdo en esa charla. Salí del consultorio lo antes posible. Me avergonzaba un poco de mi llanto. Tanto trabajo para estar bien, y de pronto me caigo ante la tácita mención de la muerte. Mi propia muerte. Por supuesto que quiero vivir mucho; es más, quiero ser abuela y ver pasar los atardeceres sin urgencia. Pero sobre todo quiero vivir bien. El

tiempo es inasible. Ninguna cantidad propuesta sería suficiente para mí. ¿Qué significa más? ¿Más que quién? Solo tengo entre las manos este momento único en el que estoy golpeando el teclado. Nada más puedo aferrar, aunque pasemos la vida intentando acumular cosas, esbozando señales de nuestro efímero paso sobre la Tierra, solo nos vamos a llevar lo que trajimos: nada. Cada verano, igual que hoy, las peras se caen del árbol frente a mi ventana. Cada pera es distinta pero se caen y se pudren de la misma manera. No tengo respuesta sobre el AZT. Pero tengo otra certeza. No voy a resignar la calidad de mi momento presente. Estoy segura de que mi vida no depende de unas cuantas pastillas. Las comprobaciones científicas no contemplan cada caso. Y yo soy única, como cada uno. El tratamiento que elija tendrá poder en la medida en que yo se lo otorgue. Tal vez termine tomando esas pastillas. U otras. En cualquier caso, estoy segura de que es el amor a la vida lo que me salva de la muerte. Y no hablo de dejar de respirar sino del silencio que me queda en el alma cuando pierdo el asombro cada vez que una pera se estrella contra el pasto. * 2021 | Mayo

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Carlos Montoya. Oracular (detalle). Tinta sobre papel. 31 x 24 cm. 2015

Hoy quiero llegar a vos. Quiero estar con vos

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y decirte que no hay peor virus que el miedo. Que nada es tan poderoso como lo que crece en la oscuridad. Algunas noches no puedo dormir. Las débiles quejas de los muebles me mantienen alerta. Los ladridos de los perros. Una voz que escucho nítida, tan cerca de mi ventana, y luego se aleja acompañando los pasos sobre la vereda. Una sombra, un gato que llora su pena de amor. Cada ruido de la noche, en el silencio de mi cama, me parece un presagio horrible. Me paraliza el miedo y en la sombra me quedo esperando que alguien derrumbe la puerta y mi casa se transforme en el escenario de una noticia de policiales. Entonces enciendo la luz y me levanto. No tengo otra forma de conciliar el sueño. Si tengo que preocuparme por algo, quiero saber qué es, aun cuando después no pueda hacer nada por evitarlo. Vos me decís que no te animás a hacerte el análisis y te aseguro que sé de qué hablás. Antes de recibir mi diagnóstico pasé muchas noches dando vueltas, sospechando si la transpiración que humedecía mis sábanas era un síntoma o solo la adrenalina que me producía el miedo a tener vih. Entonces no tenía sentido encender la luz. El fantasma que alimentaba mi insomnio vivía dentro de mí. Era una voz que pasaba lista a cada encuentro en los que no me había cuidado. Que traía a mi almohada viejas

campañas de televisión con camas de hospital vacías o aquella famosa imagen de Benetton en la que una familia lloraba alrededor de un enfermo terminal. Algunas noches ese repaso por mi vida me daba negativo. Otras, sentía que mi universo se derrumbaba, que mis días estaban contados, que tal vez esa tos, ese leve cansancio... Después la fuerza del día diluía un poco el miedo o por lo menos lo silenciaba con los ruidos de la cotidianidad. Pero, como vos ahora, ya sabía que la única luz que podía encender era la verdad. Si el virus estaba en mi sangre no iba a desaparecer solo porque no quisiera pensar en él. Cuando finalmente supe que estaba infectada fue como una piña en el estómago. Me senté en un banco, en el jardín del hospital, y vomité. Unas horas después me di cuenta de que allí, en el pasto, había dejado también al fantasma que no me dejaba dormir. Si mi universo se había derrumbado entonces podía juntar los pedazos y construir de nuevo. Ahora tenía una certeza que me obligaba a buscar otras: este presente continuo en el que vivo y me proyecto, mis afectos, en los que siempre encuentro consuelo y energía. Ya no siento que tenga los días contados. Los días vienen de a uno y me regalan la promesa de mañana. ***

Tomado de Vivir con virus. Relatos de la vida cotidiana (La Granada, 2014, pp. 21-22, 27-28 y 31-32) de la periodista y activista feminista argentina Marta Dillon. El libro recoge las columnas que publicó durante diez años en el diario Página/12 de Buenos Aires, Argentina.

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PROGRAMACIÓN

MAYO/2021

La memoria y la historia, al igual que los sucesos que marcan el tiempo y la vida ciudadana, sustentan el quehacer de los museos, el recuento de momentos claves, la cultura, así como las expresiones artísticas y las actividades que te proponemos para este mes.

Te invitamos a disfrutar y a compartir la programación

MÚSICA Y CONTEXTO Darienzo: música popular y canto lírico Martes 4 de mayo, a las 7:00 p. m. El Grupo Darienzo Lírico, integrado por cantantes profesionales, egresados en su mayoría de nuestra Alma Máter, tiene en la música popular la esencia que vincula el canto lírico con el saber y el sentir del pueblo colombiano. Disfruta de un recital especial, de un repertorio internacional y del recuento de su trabajo musical. Invita: programa Música y Contexto Facebook UdeA Cultura

Kipará Batucada Miércoles 26, a las 6:00 p. m. Conoce el trabajo de Kipará Batucada, cuyo trabajo para promover los valores, ritmos, sonidos y saberes ancestrales desde la música ha logrado, aun desde los escenarios digitales, mantener el compromiso con el arte como elemento educativo y transformador. Zoom Link: ID de la reunión: 9234845 4121

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Pianissimo Martes 11 de mayo, a las 7:00 p. m. Alejandro Escobar, Daniela Cano y Daniel Vega compartirán su talento en la ejecución del piano con un repertorio nutrido de temas musicales de exigente versatilidad y manejo técnico. El concierto hace parte del Festival Pianissimo 2021. Facebook UdeA Cultura

Historias, memorias y narrativas diversas: la UdeA como museo al aire libre Miércoles 12, a las 5:00 p. m. En el conversatorio participarán Sandra Arenas Grisales, profesora de la Escuela Interamericana de Bibliotecología, doctora en Memoria Social, magister en Ciencia Política y profesional en Bibliotecología; Luis Daniel Botero Arango, magister en Ciencias Sociales, especialista en Periodismo Público y profesional en Comunicación Social y Catalina Guzmán Lotero, licenciada en Educación Básica con énfasis en Humanidades y Lengua Castellana, estudiante de Historia y facilitadora del Laboratorio de Mediación de Historia del Programa Guía Cultural. Inscripción previa: https://forms.gle/Uhrh3MQBiXjrwGGGA

Una vida por la vida: Recorriendo las memorias del campus universitario Viernes 14, a las 4:00 p. m. Sigue la vista virtual y el recorrido por las memorias del campus universitario para conocer algunos

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hechos de la violencia que vivieron docentes y estudiantes, las formas de resistencia que se han simbolizado en algunos espacios y murales de la Universidad como expresión manifiesta de respeto por la vida. Contactos: programaguiacultural@udea.edu. co, celular: 3232877113. Conexión: https://udearroba.zoom.us/j/93698059053 ?pwd=WnJYMHVWVTdoMW9YUTYwV3BoT

Custodios de semillas, el germen de la vida Martes 18, a las 4:00 p. m. En esta contingencia sanitaria, el Mercado agroecológico Canasta de la U, propone un vínculo a través de su programa Aula abierta. Por esto te invita a la sesión de mayo para que aprendas con el ingeniero agrónomo César Quintero Ramírez sobre la tradición y biodiversidad alrededor de la custodia de las semillas y conozcas la experiencia de José Ignacio Muñoz en tal labor, hagas buen uso de semillas en el taller de germinados que ofrecerá la profesora Ángela Franco, vinculada a la Escuela de Nutrición y Dietética de la UdeA. Plataforma ZOOM entrada libre: https://udearroba. zoom.us/j/96120537615

Microorganismos entre alas, picos y plumas Jueves 20, a las 10:00 a. m. El Museo Universitario, la Escuela de Microbiología y la Vicerrectoría de Docencia de la Universidad de Antioquia se unen para ofrecer una experiencia virtual que nos permite la apropiación del conocimiento y la difusión de los patrimonios que custodia el Museo Universitario en conversación con la microbiología y diversas disciplinas en la voz y experiencia de académicos vinculados a nuestra Alma Máter. http://bit.ly/MicroMUUA_MicroorganismosAves


Desde la Facultad de Medicina

Taller de armonía musical. Todos los martes a las 4:00 p. m. Fundamentos para la construcción de escalas y acordes y el modo de enlazarlos para armonizar ejercicios melódicos y canciones de manera progresiva. Los participantes de este taller deben tener conocimiento previo de las notas musicales y las escalas básicas. Inscripciones: https://forms.gle/TqyVBxNKv9rBdMXv7 Ciclo de encuentros Arte a la carta. Todos los miércoles a las 5:00 p. m. Espacios para compartir canciones, poemas y cartas alrededor de aspectos cotidianos de la vida. Inscripciones: https://forms.gle/SnJnSbcbYCsiy9NE9 Así se baila el currulao. Todos los jueves a las 4:00 p. m. Participa de las clases virtuales de este género musical y aprende a mover tus caderas al son del tradicional ritmo del Pacífico colombiano. Inscripciones: https://forms.gle/Safe5d7MTqZXXD7m7

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En Charlas bajo el agua: las comunidades dan vida a las colecciones

Coleccionando el Universo. El Museo del Meteorito (Chile)

Miércoles 26, a las 2:00 p. m. Las futuras generaciones de estudiantes encontrarán un mundo diferente al actual. Especialmente por los cambios e impactos negativos de los humanos al Antropoceno en la naturaleza. Por tanto, se requieren nuevos conocimientos, estrategias pedagógicas y métodos de enseñanza para entender los cambios del entorno. Participará en la sesión de Charlas bajo el agua el biólogo y líder del Grupo de investigación Océanos, clima y ambiente, de la Seccional de Urabá de la UdeA, Lennin Rafael Flórez Leiva. https://udearroba.zoom.us/j/91240806946

Viernes 28, a las 11:00 a. m. Univercitas se une al Día Internacional de los Museos para explorar el espacio desde los Museos como casas del universo que encontramos en ciudades, montañas e incluso en la mitad de los desiertos. En su inmensa diversidad, estos museos acogen fragmentos del espacio y los recolectan y coleccionan para descubrir su historia. Un ejemplo es el Museo del Meteorito de Chile, un espacio único para mirar, tocar e incluso encontrar meteoritos mientras se da un paseo por el desierto de Atacama. Rodrigo Martínez, su director, compartirá esa aventura emprendida hace casi cuarenta años. Únete a través del enlace: https://udearroba.zoom. us/j/93632840511

Charlas 45.° Salón Nacional de Artes, Mutis 2020 Previa inscripción en premioscultura@udea.edu.co Dos de los finalistas del 45.° Salón de Artes Mutis 2020 pondrán en común su trabajo investigativo y alcance de las obras que los hicieron meritorios en esta convocatoria de los 52.° Premios Nacionales de Cultura. Flora de Bogotá Expedición Felipe-Juan Miércoles 5, a las 5:00 p. m. Esta obra de Alberto Baraya recoge la expedición del artista por los barrios San Felipe y San Juan de Bogotá y del herbario de plantas artificiales que reunió siguiendo los métodos de los viajeros y naturalistas del siglo xix y siglo xx relacionados con la biología que, según el artista, constituye un conjunto de las reproducciones de las plantas hechas por el hombre.

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Partículas elementales - Inventario de rocas del Servicio Geológico Ápex Miércoles 19, a las 5:00 p. m.

La obra propuesta por Nicolás Bonilla Maldonado se inspira en las rocas originarias colectadas de las montañas, páramos, selvas, desiertos, ríos, volcanes y ciudades del país que durante varios años realizó por encargo el Servicio Geológico Apex y que dio como resultado un inventario de más de quinientas mil rocas originarias de diversas geografías. Las piedras traducen historias, recuerdos y expresiones y hacen visible un trabajo investigativo que habla de contextos múltiples de los sitios y de las condiciones de sus sitios de ubicación.

A propósito del Día Internacional de los Museos El Museo Universitario MUUA se une a la programación internacional del 18 de mayo con una agenda de eventos relacionados con la actividad museal:

martes 18 • 10:00 a.m. Tutorial MUUAgami: “Modular para re imaginar los museos desde las formas y las representaciones” Facebook e Instagram UdeA Cultura • 11:00 a.m. Panel: La cultura en pandemia. Facebook Live UdeA Cultura

habitan la urbe, que la afectan, y son afectados a su vez, por procesos de exclusión y marginalización. Invitados: artista Fredy Alzate y curadores del MUUA Ana Ruiz, y Mauricio Hincapié. Zoom. ID de la reunión: 948 6146 5952 • 5: 00 p. m. Recorrido comentado: Miradas Liminales. Conexión: Zoom ID de la reunión: 983 1003 2924. Facebook Live UdeA Cultura

jueves 20

viernes 21

• 4:00 p. m. Unidad de carga. Indagación sobre las tensiones entre la ciudad oficial, moderna, y otra no oficial, autoconstruida, partiendo de una selección de obras. Reflexión sobre los cuerpos que

2:00 p.m. Recorrido virtual. Diarios de paz: pintando memorias en el papel. Dirigido a niños y niñas entre los cinco y ocho años de edad. Conexión Zoom-MUUA ID de la reunión: 955 9303 0243

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lunes 24

lunes 31

12:00 m. Sentir el museo, una experiencia sonora por el Pacífico colombiano. Acercamiento sonoro a esta región del país y a su patrimonio cultural de la mano de elementos representativos de la Sala de Antropología. Actividad para personas con discapacidad visual y para el público en general. Conexión: Zoom-ID de la reunión: 995 9759 7678

3:00 p. m. Colecciones, un año de adaptación: la creatividad como respuesta a la pandemia. Esta charla hace parte del ciclo 2021 “Protagonistas del patrimonio y de las memorias” de la Red de Patrimonio y Memorias. Facebook UdeA Cultura

Primer Encuentro Colombiano de Bioarqueología Miércoles 19, jueves 20 y viernes 21 Evento académico que reúne a varias instituciones y universidades del país para visibilizar los hallazgos y análisis de restos humanos antiguos en el territorio nacional y para reflexionar sobre el papel de esas evidencias en la construcción de la historia y la identidad cultural. El encuentro convoca, además, a evaluar la dimensión técnica y ética de la práctica bioarqueológica en Colombia. Algunas actividades destacadas de la programación que puedes consultar en: https://bit.ly/3e3KQqF Destacamos de la programación:

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martes 19

miércoles 21

Perspectivas y tendencias en la bioarqueología colombiana. Invitado: José Vicente Rodríguez Cuenca de la Universidad Nacional de Colombia. Estudios de caso en el abordaje de contextos funerarios. Invitada: Mercedes Okumura docente del Instituto de Biociencias de la Universidad de Sao Paulo, Brasil.

Una discusión necesaria: restos óseos de contextos arqueológicos como patrimonio biocultural. Invitada: Meggan Bullock Kreger, Escuela Nacional de Antropología e Historia -ENAH-, México. Transmisión por YoutubeLive Facultad Ciencias Sociales y Humanas. https://www.youtube.com/channelUCIDBfCAEP1 XFSkE91EDwCyA.




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