Crisol de Lazos Solidarios

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obrajes y en las minas. Así nos lo cuenta su primo y cuñado, también mayorgano, Francisco de Quiñones, en carta al Rey Felipe II, en 1587: "En lo que toca a los indios son tan pobres y miserables que es justo que sean muy favorecidos de vuestra Majestad y de todas las personas que por sus oficios les obliga lo que Vuestra Majestad tan encargado tiene. Andando en la provincia de Huaylas en compañía del Arzobispo de esta ciudad, que iba haciendo la visita general que de presente hace, vi grandísima cantidad de indios e indias cargadas con lana, que a mi parecer, sería dos arrobas lo que llevaba cada persona, y por unos caminos tan ásperos que de verlos yo a pie, aunque no llevaran carga, era harta compasión. Al Arzobispo le puso gran admiración el agravio que a estos pobres se les hacía; preguntó que adonde llevaban aquella lana; le respondieron que de donde se trasquilaba el ganado. A los obrajes ha llegado el Arzobispo, entró en uno de ellos donde vio gran suma de indios de doce a trece años que estaban hilando y otros mayores cardando, y visitándolo halló que había cepo y prisiones e indios con varas de justicia para castigar a los que no acudían a este trabajo del obraje; preguntó qué era lo que ganaban, dijéronle que los muchachos que hilaban al torno ganaban a cuartillo cada día por comida y sueldo; y de trabajo que hacen les dan tarea, y si por ventura el miserable indio con su niñez no acaba la tarea, le descuentan la parte que le toca del salario y le azotan. Al Arzobispo y a todos cuantos allí estábamos nos puso grande admiración y el Arzobispo estuvo determinado de mandar que todos los indios se fuesen a sus casas. Visto el agravio que los pobres recibían, suelen muchas veces venir con un niño de estos el padre y la madre para darles de comer, que es negocio de mucha ocupación y yo tengo por cosa cierta que es más que ser esclavos, porque la virtud consiste en la libertad, y éstos no la tienen; y lo que es ser esclavo, podré yo muy bien decir como persona que lo ha sido muchos años y así les hube gran compasión". 65. Inmigrantes muertos de hambre Pero su caridad no tenía límites, ni una sola dirección. Aunque tuviese una predilección especial, en términos actuales "una opción preferencial" por los indios, supo conjugar armónicamente justicia y caridad por todos los pobres, entre los cuales se encontraban chapetones castellanos, conquistadores y vecinos. Así nos lo narra su fiel ayudante Sancho Dávila en 1595: "y en el discurso de la dicha visita, a muchos chapetones pobres que venían de Castilla, mandaba a este testigo que los aviase a su costa y diese todo recaudo para su viaje, dando a unos 20 y a otros 50 pesos, conforme a la necesidad que llevaban, lo cual fue muy ordinario, y a otros pobres conquistadores, vecinos de Chachapoyas y Moyobamba, que han llegado a esta corte, a sus pretensiones y negocios, los ha mandado acomodar y dar de comer en su casa, especialmente al capitán Melchor Ruiz Bonifacio, le dio otros 200 y a otros muchos vecinos y personas, que por ser tantas y tan de ordinario, no tiene memoria de ellos". Nos amplía estos datos L. Pinelo: Caminando en los llanos por un arenal iba solo, que lo acostumbraba a veces por poder rezar mejor dejando atrás la gente, encontró a un español, de los que en el Perú llaman chapetones, que son los recién llegados, que iba en una muy mala mula de albarda y viéndole pobre, se apeó de su mula que era muy buena y se la dio de limosna quedándose con la que el español llevaba en la que subió y camino hasta que le alcanzaron los

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