Sones de banda conscripto Roy Reyes Chávez, tambor mayor del Regimiento y oriundo de la ciudad, sería declarado Hijo Ilustre con sólo 18 años. Pero nada de eso fue posible, la banda nunca llegó, pese a salir a las nueve de la mañana de Concepción con rumbo al sur. El domingo 12 de noviembre de 2006 en Cañete no hubo música ni distinciones, sólo duelo, angustia e impotencia. El destino de todos sufrió un vuelco funesto en el puente Quelén Quelén, en la entrada norte de esta ciudad. A las 11:35 horas, el bus particular que trasladaba a la banda instrumental enfrentó mal una curva, rompió la barrera de contención del puente y cayó al río Tucapel desde una altura de 15 metros, con todos sus pasajeros en el interior. El estruendo sólo finalizó cuando quedó sumergido de frente. Poco rato antes había comenzado a llover. Respecto de las causas del accidente, el Ministerio Público informó que por el deceso del conductor del bus Hualpén, Juan Macaya Macaya, no se pudo perseverar en la investigación. Tal decisión fue aprobada por el Juzgado de Garantía de Cañete. El desastre resultó absoluto, la única manera de mover el vehículo del lecho del río fue empleando maquinaria pesada. Fallecieron 19 personas, incluido el conductor, otro civil que era aprendiz de banda y 17 militares. Apenas se logró rescatar con vida a siete músicos y dos soldados, a quienes se trasladó a centros asistenciales de Cañete, Concepción y Talcahuano.
La tragedia de Cañete
Seis de estos músicos tocaban instrumentos de viento y el séptimo -percusionista- era buzo. La capacidad torácica desarrollada con sus instrumentos les permitió salir del bus, que se inundó en segundos. Mientras los sobrevivientes luchaban para recuperarse, la Municipalidad de Cañete declaró Hijo Ilustre a Roy Reyes Chávez en forma póstuma y el concejo municipal decretó duelo comunal en su honor. Más de 5 mil personas acompañaron su cuerpo en un cortejo masivo, a cuyo paso los cañetinos arrojaron flores y agitaron pañuelos blancos al compás de tres bandas de guerra escolares, desde la sede social de la población Carol Urzúa hasta la parroquia San Francisco de Sales y luego hasta el cementerio. El joven comenzó su servicio militar en abril de 2006. Gracias a su perseverancia y a una disposición del anterior comandante en jefe del Ejército, general Juan Emilio Cheyre, de incorporar a los soldados a las bandas de guerra, logró transformarse en el primer soldado conscripto en ser designado tambor mayor de la banda instrumental. En sus sueños se veía a sí mismo encabezando el desfile en el Parque O´Higgins bajo el soleado cielo de septiembre, siendo parte protagónica de una Parada Militar. Jamás imaginó que la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, y el entonces Comandante en Jefe de la institución, Oscar Izurieta Ferrer, le rendirían honores a él y a sus compañeros músicos por
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morir en acto de servicio. Las dos autoridades acudieron a los funerales que se realizaron en Concepción y el gobierno decretó dos días de duelo en la región del Bío Bío. De Puerto Montt a Santiago hubo funerales: en Puerto Varas, Valdivia, Lota, Coronel, Chiguayante, Lirquén, Penco y Constitución. En todas estas localidades se dispararon salvas y se aplaudió a los que dieron su vida por brindar alegría. Pero el accidente de Quelén Quelén no es la única fatalidad que enluta al músico militar. La memoria institucional castrense da cuenta de otras dos tragedias que afectaron a bandas del Ejército. El 28 de febrero de 1931, doce músicos de la banda del Regimiento Reforzado N° 11 “Caupolicán”, con base en Tierra del Fuego (Porvenir), perecieron en el lago Llanquihue al zozobrar la lancha Moewe, después de impactar con el vapor Chile. Los uniformados regresaban a Puerto Octay luego de intentar una presentación ante los príncipes británicos Eduardo de Gales y Jorge de Windsor, quienes se alojaban en la ribereña mansión Centinela durante su visita al país. Su presentación resultó fallida por la apatía y distracción del príncipe Eduardo. En la historia del siglo XX, la pérdida más antigua relacionada con bandas de guerra ocurrió el 7 de julio de 1927, en suelo argentino, cuando en un accidente ferroviario perecieron 30 personas. Doce de ellas eran cadetes militares chilenos.