Sargento Segundo José Escobar Roblero
La tragedia de Cañete
El rescate En eso estaban cuando, en lo alto del camino vieron gente. Les tiraron una cuerda, “agarré a mi suboficial y lo amarré, pero él se quejaba… era una tortura subirlo así. Ahí supe que él no estaba bien. Lo sacamos como pudimos. Yo me fui caminando hasta salir del río un poco más abajo, como volviendo hacia el puente y vi tirado a mi suboficial Miranda. Recuerdo que le rompieron la camisa y no sé si le estaban haciendo un trabajo de reanimación, no sé… Lo vi y pasé. Había un vehículo particular y el conductor me dijo: “¡Vamos, lo llevo al hospital!”… Nooo, si estoy bien… “¡Vamos, lo llevo al hospital!”, insistió… y me fui del lugar del accidente. Después empezaron a llegar los colegas sobrevivientes y dos soldados”.
decía que tenía que ir, pero mi otro yo no me dejaba;,no quería tocar el agua. Entonces, me fui caminando por la orilla, buscando esa cabeza que había visto pasar. Yo sabía que estaba vivo porque movía su mano. Había una curva y cuando avancé, vi a mi suboficial Miranda afirmado a un árbol, desorientado. Estaba de pie. Me acerqué y me dijo: “¿Escobar, dónde estamos…?” Mi suboficial -le contesté- tuvimos un accidente; íbamos a Cañete”.
-¿Usted siente que pudo haber hecho más por sus compañeros? Sí… pienso que tal vez pude haber hecho algo, pero era tanto el terror que le tomé al agua en ese minuto que... Tenía dos posibilidades: haber ayudado o haberme quedado adentro. Cuando salí del bus, traté de mantener la calma y no llorar. Me duró hasta que me subieron al vehículo y me llevaron al hospital. Antes, todo era confuso… estaba en shock porque estuve a punto de morir. Aparte de una contusión a la cadera, este sargento segundo resultó casi ileso en el accidente.
27
“Fui tocado por la varita del de arriba”, dice. La tristeza lo golpearía después, cuando volvió a la sala de música a sacar sus cosas del casiller, pues sabía que el de al lado lo ocupaba el fallecido cabo segundo Jonathan Reyes Aguayo. “Eso para uno es…está el nombre, pero no la persona”. A punta de terapia todos se fueron sobreponiendo. Con el tiempo, que cura todo, dice, cada uno de los sobrevivientes le fue buscando el sentido a esa experiencia. Y recuerda, en particular, la ceremonia de despedida que se le hizo a los fallecidos en la sala de música del regimiento de Infantería N°7 “Chacabuco” bajo la mirada atenta de la sicóloga Burgues. Así, poco después de la fecha fatídica, todos medianamente recuperados de sus penas y heridas, los siete músicos chacabucanos tuvieron que despedir en la sala de música a cada fallecido,verbalizando el mejor recuerdo o cualidad que atesoraran. “Con ese ceremonial uno quedaba un poco más tranquilo. Estábamos todos ahí y la sicóloga decía: “Le vamos a dar la despedida a Wilfredo Rocha”, al que todos describen como una persona excepcional por su sentido de humor. Entonces cada uno de nosotros iba y decía algo bueno. Rochita estaba ahí. O sea, lo imaginábamos sentado y lo despedíamos. Fue un momento complejo porque se nos caían las lágrimas, pero todos rescatamos lo positivo de quienes habían partido”.