Suboficial Jaime Aranguz Rojas
ese día la Municipalidad de Cañete lo declararía Hijo Ilustre. Su familia es cañetina y su madre trabajaba en el edificio consistorial. En el accidente el joven falleció. “Roy Reyes sabía tocar porque era parte de una banda instrumental de Lota que dirige un ex suboficial de la Armada. Él quería ser militar; participaba con nosotros para aprender las formas militares y podía desenvolverse como músico sin ningún problema. Esa banda fue semillero de buenos músicos, muchos de los cuales están hoy en la Escuela Militar. Buenos músicos han salido de acá”, dice, en referencia a los 800 músicos integrantes de las 30 bandas militares hoy en el país. Tres cartas habían requerido la presencia de los chacabucanos en Cañete para aquel funesto día. Habían rechazado dos invitaciones anteriores porque el grupo tenía una presentación en Los Ángeles el viernes 10 de noviembre y estimaban que llegarían muy cansados para partir al día subsiguiente a Cañete, pero la tercera –cuenta Aranguz- venía del comandante en jefe de la III División de Ejército –todavía con asiento en Concepción-, en la que disponía que la banda tenía que asistir. “Me acuerdo de eso, porque el Willy (Rocha) expresó: “Dijimos que no y siguen insistiendo”. Aranguz no fue ese viernes 10 a Los Ángeles y junto a otros tres militares, se quedó para
organizar la despedida a Pedro Alegría que se iba destinado a Iquique. Le prepararon un asado y como nunca, todos se quedaron desde las 6 de la tarde hasta medianoche, momento en que el suboficial Pedro Espinoza y el fallecido Álex Cárdenas se retiraron para ir a tocar al ya desaparecido Restaurant Millaray. Con esas presentaciones, complementaban sus exiguas remuneraciones. El domingo 12, a las 8.30 horas, los convocados se juntaron en el cuartel y media hora más tarde partían a su destino. La prensa de la época consignó como causa basal del accidente “exceso de velocidad”, pero el hombre del corno francés se percató del cansancio del conductor Juan Macaya . “Cuando íbamos para allá, siempre, siempre, siempre parábamos a comprar tortillas y chuchitas (mariscos) en Laraquete. Las señoras se subían al bus y nos daban un poquito más. Yo vi bajar al conductor y volvió con un café; se había mojado el pelo, pero nunca pensé nada. Como estaba lloviendo, estaba helado y él iba solo en la cabina (del bus Hualpén), posiblemente pegó un pestañeo y pasó lo que tenía que pasar. Tal vez estaba cansado y como nadie le iba conversando, pegaría su (….)”. Tiempo después, otro conductor que los movilizaba casi siempre, le participó que a él lo mandaron a Osorno y que el reemplazante Juan Macaya había ido el sábado a Los Ángeles a una actividad; cuando volvió en la tarde,
La tragedia de Cañete 17