El Penquista Ilustrado, edición N° 97, año 4

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Cultura /

Concepción, Miércoles 10 de junio de 2015

El Penquista Ilustrado | 15

Rodrigo Álvarez Quinteto

El contrabajista de jazz que deleita con su mezcla original de estilos musicales • El músico accede a la raíz de una tradición, que denomina second line, estilo de los músicos estadounidenses de segunda línea, que no eran los más sofisticados ni tampoco con más estudios. Ingrid Rosas D.

“C

oncepción” es el nuevo disco del reconocido contrabajista Rodrigo Álvarez Vidal, quien muestra en su creación una fuerte influencia del estilo de jazz de Nueva Orleans tradicional y sus variantes caribeñas, un sonido alegre matizado por sutiles armonías y fuertes ritmos. “Titulé así mi álbum porque ese lugar es mi principal influencia en música, es mi concepción musical”, dice el líder del quinteto de jazz penquista, Rodrigo Álvarez. Desde niño escuchaba los discos de Steve Swallow, un bajista y contrabajista de jazz estadounidense. De ahí surge su pasión por este género musical, por lo que a los 22 años entró a la Academia de Música y Danza de Marlon Romero, en Concepción, y tomó clases de contrabajo con Carla Romero, hija del director. En 2012 fue nominado a los premios Altazor en la categoría de Música Alternativa-Jazz con su primer disco titulado “Creciente”, creado en 2010. A pesar de no ser premiado, logró la difusión de su conjunto de música. “No tenía mayores pretensiones, pero postulé porque quería probar que resultaba”, comenta el contrabajista. Hoy en día, además de

componer jazz, se desempeña como profesor del Departamento de Música de la Universidad de Concepción, donde realiza un taller de contrabajo a sus alumnos. El quinteto compuesto por Rodrigo Álvarez (Contrabajo), Claudio Rubio (Saxo Tenor), César Arriagada (Guitarra), Diego Urbano (Vibráfono) y Jorge Arriagada (Batería), debutó en los Artistas del Acero, en el marco del ciclo “Arriba de la Pelota”, el viernes 5 y posteriormente en el pub Casa de Salud.

que te dicen que hagas un disco y después te pagan para que hagas otro, sino que uno va juntando canciones durante el tiempo y ahí empieza a armar el disco, pero no es como una obligación; no estamos obligados a eso porque nadie nos paga para ello.

-¿Cómo nace su pasión por el jazz? Desde niño me gustó el jazz, porque encontraba que era un estilo de música “choro”. Inspirado por éste, en 2005 entré a estudiar a la Academia de Música y Danza de Marlon Romero, un conocido pianista de jazz de Concepción. Él junto a Carla Romero, su hija, me enseñaron todo lo que sé.

-En 2012 fue nominado a los premios Altazor, ¿qué significa para usted este reconocimiento, independiente del resultado final? Fui nominado con mi primer disco que se llama “Creciente”; fue una sorpresa porque había poca fe, lo hice por postular sin ningún tipo de mayores pretensiones, no esperaba la nominación, además se me había olvidado la fecha de entrega de las nominaciones. Pero básicamente lo hice con la idea de que el público de Concepción se diera cuenta del nivel musical de jazz que se presenta en la ciudad y también para poder difundir mi música.

-¿Cuánto tiempo demoró en armar este nuevo disco? Son canciones que uno va creando durante el tiempo, fui juntando singles durante varios años; como compongo dos tipos de música los voy juntando en diferentes “bolsitas” y las voy separando, así he creado mis dos discos. No es como

-Ha trabajado en varios países de Latinoamérica, ¿qué diferencias ve en la composición de jazz? En general el jazz es el mismo, pero las raíces son distintas. Me gusta viajar porque así voy aprendiendo de cada cultura y puedo armar mis propias composiciones.

CRÍTICA DE CINE

LA ONCE

Por Francisco Valenzuela Andaur.

Cuando fui con mi mamá a ver La once el sábado pasado, noté un paralelismo entre ella y sus amigas, y las abuelitas del documental. Mi mamá y sus amigas celebran aniversarios, viajan, se resisten a

aceptar nuevos miembros en el grupo (son cuatro en total). Las amigas de La once se comportan de la misma manera. Pero, a diferencia de ellas, las amigas de mi mamá están en la mediana edad, no en la tercera. Alberdi registró por cinco años las onces mensuales de su abuela Teresa y sus amigas del colegio. Sus convicciones son claras, pero el filme no las defiende. En su lugar, permite que las abuelas defiendan sus propias posturas, y es en ese respeto que el espectador puede también respetar y querer a estas mujeres. Vemos el paso del tiempo a través de un bellísimo álbum de fotos que nos muestra al grupo cada año, cada uno con menos integrantes. El resultado

es una película introspectiva, divertida y conmovedora. Mi mamá se puso a llorar. Al salir de la sala, me dijo que pensó en sus amigas y en cuál de las cuatro partiría primero. La muerte es inevitable y, a decir verdad, no sé cuánto importa pensar en ésta como algo triste. La once nos afirma que es parte de la vida y que es mejor no sufrir por quienes nos dejan. Creo que todos hemos escuchado esta reflexión. No obstante, el filme la entrega desde la realidad y, por lo tanto, no es gratuita. Hasta yo lloré. Este es un documental poderoso. Eso no significa que el lector de esta crítica también deba llorar, pero no quedará indiferente y saldrá feliz del cine.


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