20 | El Penquista Ilustrado / Reportajes
Concepción, Miércoles 20 de abril de 2016
Duelo nacional por deceso del ex mandatario
Patricio Aylwin, un legado de luces y sombras •
Luego de 17 años de gobierno militar, el ex jefe de Estado lideró el retorno a la democracia; consolidó su trayectoria política y en materia de Derechos Humanos prometió hacer justicia en la medida de lo posible.
Por V.Meriño y S.Mendoza.
C
omo un republicano consciente del rol que debió asumir después de 17 años de gobierno militar o el patriota que prestó grandes servicios al país, definieron al ex presidente Patricio Aylwin Azócar quienes fueron su camarada de partido, el ex senador Hosain Sabag Castillo y la ex redactora política del Diario El Sur, Francis Parra Morales, quien tantas veces lo entrevistó. Su deceso, a los 97 años, caló hondo en el país y también en Concepción. Y es que su trayectoria marcó la personalidad de un hombre que toda su vida estuvo ligada a la política, al servicio público, a la familia y siempre se preparó para asumir cargos y procesos que fueron parte de nuestra historia. “Lo que más lo impactó durante su gobierno fue el trabajo de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, más conocida como la Comisión Rettig. Él y la oposición conocían las violaciones a los Derechos Humanos, pero el impacto de cuántas vidas, de qué forma perecieron y el alcance que esto tuvo en la sociedad chilena, lo marcaron profundamente. Y asumió ese perdón frente a todo el país”, evoca hoy la profesional. Más distendido y relajado en sus entrevistas cuando viajaba a regiones, la periodista cree que la autocrítica, íntima y personal de Aylwin era mucho más dura que lo que se tradujo en los medios nacionales. Y más de alguna vez dejó entrever lo que dijo en 1994, al dejar el poder, con un alto nivel de popularidad y después de haber enfrentado complejos episodios políticos: “Me voy contento, pero no orgulloso”. Frases más, frases menos, Aylwin, un hombre sencillo pero de profundas convicciones, de modales suaves y hablar pausado marcó la historia de Chile desde que se terció la banda presidencial y prometía un nuevo futuro para Chile. ¿Quién no recuerda su encendido discurso en el Estadio Nacional ese 4 de marzo de 1990 cuando, al asumir, intentaba establecer un clima de confianza y respeto en la convivencia de los chilenos, tanto civiles como militares? “Sí, señores, sí compatriotas. Chile es uno solo”, dijo, entonces, enérgico y los abucheos dieron paso al aplauso de 80 mil personas que -en vivo- seguían atentamente sus palabras. El ex mandatario, abogado y
militante de la DC fue el primer Presidente electo (55,2%) en democracia, derrotó al ex ministro de Augusto Pinochet, Hernán Büchi y al empresario Francisco Javier Errázuriz Talavera; encabezó el periodo de la Transición y conformó el primer gobierno de la Concertación a partir de 1990. Don Patricio –como se refirió ayer también a su figura el intendente Rodrigo Díaz Woerner“no sólo logró compatibilizar la vida democrática y la restitución de las libertades individuales, sino que consolidó un sistema económico que permitió vía una reforma tributaria importante, aumentar los beneficios sociales, profundizar las políticas públicas y considerar a grupos de la sociedad que eran vulnerables”. En diciembre del año pasado, Aylwin sufrió una contusión craneana tras caer en su domicilio. Estuvo internado en la UCI de la Clínica Alemana, en Santiago, y en abril sufrió un episodio cardíaco que debilitó su estado de salud. El gobierno de Michelle Bachelet decretó duelo nacional por tres días y en palabras del ex senador Sabag Castillo, el hombre que prestó servicios a la patria, que bregó por la democracia y la consolidó como Presidente de la República, tendrá un funeral de Estado. “Fue un gran patriota, un hombre que prestó grandes servicios al país, que siempre buscó los entendimientos y trató de reparar los daños causados en el periodo de la dictadura”, reafirmó el ex senador DC. Más cer-
tera fue la periodista: “Las luces y sombras de su gobierno son un reflejo de los quiebres, miedos, temores y acomodos de nuestra clase política, pero, claramente, no le tocó una administración fácil. Sobre todo con Augusto Pinochet aún instalado en diversas esferas del poder, protegido por sus propias leyes y en un país dividido y fragmentado”.