GeoUrbanismos. Atlas de la ciudad emergente.

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Nanoclimas Urbanos Su importancia en la disminución del gasto energético global de la ciudad. Alicia Ozámiz Fortis

Desde el punto de vista bioclimático–energético se admite que partir de un buen diseño es más eficaz que suplir las deficiencias del mismo mediante prótesis y suplementos posteriores. Pero para ello es fundamental tener, como referencia, datos lo más ajustados y fiables posibles del clima del medio circundante más inmediato. Actualmente, las clasificaciones existentes tanto en España como en el resto del mundo en cuestiones de zonificación climática, generalmente abarcan áreas geográficas demasiado extensas: regiones, ciudades o municipios, y ello en el caso de las más rigurosas. En nuestro país, los “Climas de Referencia” que recomienda la normativa vigente (CTE: DA DB-HE, versión 2015) se establecen en base a una serie de valores máximos y mínimos medios de temperaturas y severidades del clima, que sirven para una zona lo suficientemente amplia como para englobar en su seno multitud de situaciones y casos muy diferentes entre sí, pues en tan sólo 12 zonas se divide la península. Por esta razón, al tratarse de valores climáticos globales, que no consideran la diversidad climática interna de las zonas a las que genéricamente representan, no resultan adecuados para diseñar estrategias de eficiencia; los recursos constructivos y energéticos que se emplean a la hora de ajustar el diseño medioambiental de los edificios son, por lo general, muy superiores a los necesarios, lo que supone un despilfarro energético que, a día de hoy, ninguna sociedad se debería permitir. Partiendo de los presupuestos anteriores, la investigación NANOCLIMA, desarrollada

dentro

del

Grupo

de

Investigación

de

Arquitectura

Bioclimática y Ahorro Energético de la Escuela de Arquitectura y Tecnología, con el título “Optimización del ahorro energético: nanoclimas urbanos en Madrid”, plantea un cambio de paradigma, un nuevo enfoque, respecto a los conceptos de “microclima” e “isla de calor”, al poner de manifiesto la existencia, dentro de un reducido entorno del casco madrileño de diferencias climáticas suficientemente significativas que apuntan a una especificidad; es decir, a situaciones con condiciones ambientales diversas, dentro de lo que, en la actualidad, constituye una única unidad medioambiental (Madrid: zona climática D-3 en el vigente CTE); e indica

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