Memoria Junio 2010

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Joaquín A. Mora con la primera generación de estudiantes de arquitectura, el famoso grupo de iniciados

ya estaban primero y segundo juntos. El arquitecto Mora buscó con el rector que en la parte central del Colegio Civil, que era un corredor inactivo del segundo piso, se cerrara un lado e hicimos un salón, fuimos creciendo de uno hasta llegar a cinco salones para los cinco grupos. ¿Cómo era la relación con los alumnos en Ingeniería Civil y Bachilleres? Los de Ingeniería Civil –según ellos– eran muy machos y que nosotros éramos afeminados porque nos gustaba la pintura, pero nosotros teníamos a la modelo para pintar y ellos abrían la puerta para verla pero nosotros les tapábamos la vista. Propiamente estábamos divididos, no teníamos tiempo para juntarnos porque ellos tenían que trabajar en la mañana y estudiaban en la tarde y noche, andaban con lo del catastro sacando los lotes de la ciudad de Monterrey y nosotros solamente nos dedicábamos a estudiar. ¿Recuerda a sus maestros? Fue un cóctel de maestros fantástico: el arquitecto Mora (uno de los fundadores) era todo un artista, un acuarelista famoso; Lizandro Peña (otro acuarelista) tenía otro sistema más naturalista, era un bohemiazo, tocaba piano, reunía la música con la pintura; Héctor González Treviño era un ingeniero arquitecto

venido del Politécnico de México y estaba dando clases en Ingeniería Civil, por eso nos daba a nosotros. Él razonaba, con él aprendí todo lo racional y matemático de la forma, lo emocional era de Peña, de Mora, de Múzquiz. Los ingenieros daban la clase de Mecánica, de Resistencia, de Economía, pero nosotros muy a fuerza por cumplir con la Facultad de Ingeniería. ¿Algúna anécdota de sus maestros? Nos daban repentinamente como arquitectos un trabajo de prueba, algo que no sabíamos ni conocíamos, teníamos que resolverlo para abrir la creatividad. Por ejemplo: hacer un cenotafio a las ocho de la mañana y para las ocho de la noche ya lo recogían. ¿Qué era un cenotafio? Nadie sabía. Todos pintábamos cualquier cosa, a mí se me ocurrió que cenotafio era un monumento y resulta que era eso. Después de diez años encontré que era un monumento funerario cuando no nos habían dicho esas cosas, por eso tengo recuerdos muy agradables de la facultad. Los maestros no estaban preparados para enseñar, no eran maestros sino profesionistas pero nos enseñaron a vivir una

El examen profesional presentado en el Aula Magna fue público y duró de las nueve de la mañana a las doce del mediodía acompañado de sus padres, amigos y compañeros.

MEMORIA / JUNIO DE 2010

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