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Ética, Sociedad y Profesión Lectura complementaria

Lectura complementaria

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Ética, Sociedad y Profesión Lectura complementaria

ELEMENTOS FORMALES PARA EL ANÁLISIS ÉTICO DE LAS ACCIONES Por Alberto Hernández Baqueiro Introducción

La mayor parte de los escritos acerca de ética están llenos de propuestas sobre lo que debe hacerse o evitarse, de lo que está bien o mal, lo virtuoso o lo vicioso, en fin, de lo éticamente positivo o negativo. En periódicos, revistas y libros se encuentran muchas argumentaciones a favor de unas propuestas y en contra de otras, pero es innegable que hay muchas personas inteligentes que sostienen ideas éticas que no son compartidas por otras personas, igualmente inteligentes y sabias. Aquí no se trata de decir cuáles de esas propuestas son correctas y cuáles no lo son.

Es mi propósito proporcionar a los estudiantes (y a cualquiera que por la causa que sea debe hablar acerca de ética) herramientas teóricas que sirvan para analizar con rigor los problemas éticos que se les presenten tanto en discusiones meramente académicas como en situaciones reales. Espero contribuir a que la discusión de cuestiones éticas no sea un desahogo incoherente de creencias subjetivas y se transforme en un diálogo con reglas comunes entre los interlocutores.

En la ética encontramos afirmaciones del tipo: “Juan debe perdonarle la deuda a Pedro” o “Es bueno que Juan perdone la deuda a Pedro”. Es el aspecto material de la ética el que propone determinada clase de acciones como loables o buenas. Pero ¿por qué afirmamos que Juan debe hacer tal cosa? Llegamos a semejante afirmación por un proceso formal. De lo que se trata en el resto de este escrito es del aspecto formal de la ética.

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I. Lo voluntario, lo no voluntario y lo contra-voluntario

No puedo evitar dormir; o tener hambre, o respirar. Esto es de todo hombre o mujer Pero ponerme a estudiar, decir la verdad o la mentira, ser leal con mis amigos, son cosas que están en mi mano. Son actos humanos. Es muy común la distinción entre los actos humanos y los actos del hombre. Los primeros son aquellos que se hacen libremente, mientras que los segundos son los que no dependen de nuestra libertad, no los elegimos.

Pero aún hay que añadir que ni siquiera todas las acciones que sí hago conscientemente pueden ser juzgadas éticamente. Por ejemplo, tocar la guitarra, fumar, comer verduras, no son acciones que se puedan llamar buenas o malas moralmente; serán artísticas o no, feas o bonitas, saludables o dañinas a la salud, etc., pero no son éticas.

Solamente las acciones humanas, a saber, las que existen gracias a la libertad, son acciones que pueden ser calificadas éticamente. Dentro de estas, empero, aún será necesario distinguir lo que las hace éticas, una intención peculiar. Aunque la distinción entre actos humanos y actos del hombre tiene alguna utilidad, esto no impide proponer otras diferencias que sirven al mismo propósito pero que resaltan otros aspectos. En Aristóteles 3 encontramos una diferencia equivalente, pero que establece tres clases de acciones: las voluntarias, las contravoluntarias y las no voluntarias.

Para ilustrar cada una imagino esta situación: en la ventana de aquel vigésimo piso hay una persona. Pero ¿qué pasa ahora? ¡Cae desde la ventana!, ¿se arrojó?, ¿la aventaron?, o ¿sufrió un ataque epiléptico mientras miraba el panorama? Si se arrojó, lo hizo voluntariamente. Si la arrojaron violentamente cae contra su voluntad. Si sufrió un ataque epiléptico su caída fue involuntaria.

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Las acciones voluntarias son aquellas que consisten en hacer algo que quiero, o sea, acciones que implican un acto positivo de la voluntad; las contravoluntarias son acciones que hago contra mi propio querer cosas que positivamente repudio, que si pudiera evitaría hacerlas e incluso haría lo opuesto a tales cosas, tas acciones no-voluntarias son más difíciles de entender porque son como una especie de mezcla de lo voluntario y lo contravoluntario. Son parecidas a acciones mixtas las que se hacen no por sí mismas sino por miedo de un gran daño: como si, por ejemplo, un tirano nos ordenase hacer algo deshonroso, teniendo él en su poder a nuestros padres o a nuestros hijos, los cuales serán salvos sí hacemos lo mandado, y morirán si no lo hacemos5.

Pero hay otra circunstancia dudosa, y es la que se da cuando alguno actúa por ignorancia. Todo lo que se hace por ignorancia es no-voluntario. Por tanto, de ello no hay mérito ni culpa. Esa ignorancia puede ser una ignorancia simple o un “estado de ignorancia’, que se produce por la embriaguez, la ira, el sueño o el miedo. De donde también se formé la idea de lo que es “voluntario en la causa”, por ejemplo cuando alguno se emborracha o se droga para poder realizar actos que en su juicio no se atrevería a cometer. Es cierto que no se da cuenta de lo que hace, o no totalmente, porque está sedado, pero está sedado porque quiso estarlo. De allí que la responsabilidad no desaparezca por completo.

Las diferencias entre lo voluntario, lo contravoluntario y lo no-voluntario nos permiten ver con más detalle dónde hay libertad completa para actuar y por consiguiente plena responsabilidad.

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II. El proceso de la elección Primera etapa o intención. El proceso interior por el que se llega a elegir algo comienza con un conocimiento. Hay un refrán que dice “de la vista nace el amor”, y a esto me refiero ahora: ver algo es conocerlo, y una vez que se conoce la cosa, puede despertar el deseo por ella. Primero se adviene que hay objetos concretos fuera del sujeto. Con la palabra “objeto” designo tanto una cosa física como algo no material, así como una acción que pueda uno proponerse. A esta fase que es preponderantemente una actividad de conocimiento la llamo aprehensión.

Ahora bien, en los objetos aprehendidos se encuentra que poseen características que los hacen deseables, así que no solamente existen, sino que son “buenos”, en el sentido de que podrían ser objetivos o metas de mi actuación. Para que pueda ser advertido este otro aspecto de los objetos externos ha sido necesaria la intervención de la facultad de deseo, la voluntad, que encuentra atractivo en el objeto o acción propuesta. Pero hay que fijarse que no todas las personas se sienten atraídas por las mismas cosas. Ve manera que un mismo objeto o propuesta del conocimiento podría resultar, para personas distintas, para una atractiva y para otra repulsiva o sencillamente indiferente. Cuando el objeto es atractivo para la persona, puede darse la intención del objeto, ya que puede ser el fin de la actuación’ 3. Actos de esta clase se dan de modo casi involuntario, inadvertidamente. Voy por la calle y me encuentro, literalmente, un bellísimo automóvil frente al cual, dado mi gusto por los coches, sólo puedo reconocer que me gustaría que fuera mío. Pero luego puedo advenir que no poseo dinero suficiente para comprarlo y desecho la idea interrumpiendo en ese punto todo el proceso. O puede algún otro contar con los recursos para comprarlo, y entonces ese sigue adelante con el proceso que llevará a la decisión de comprar el automóvil.

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Segunda etapa o consejo.

En el supuesto de que el proceso continúe adelante, empieza una serie de acciones internas que son realizadas conscientemente, es decir que implican ya que quiero hacerlas. El individuo se ha encontrado con un proyecto, lo conoce y le parece atractivo y a partir de ese momento se da a la tarea de buscar información complementaria relativa a dicho proyecto. En un primer momento la atención puede centrarse en buscar conocer más el objeto, la acción o proyecto mismo que se ha propuesto, en qué consiste, cómo es, cuáles son sus cualidades. Este punto que internamente corresponde a una sola actitud puede manifestarse a lo largo de un lapso de duración muy variable, desde unos minutos hasta muchos meses o incluso años.

A esta etapa la llamo consejo porque lo más distintivo de ella es que la persona se da a la búsqueda de los medios o caminos posibles para alcanzar aquello de lo que tiene deseo. Este punto es más complejo cuando el proyecto es más importante para el sujeto que se lo plantea. Si se trata de escoger el color de una camisa puedo decidirlo en unos segundos, pero si se trata de escoger una carrera universitaria el proceso puede llevar a una serie de acciones que incluyen visitas a diferentes escuelas, búsqueda de folletería, a una investigación de los programas de estudios, etc.

A partir de estas informaciones que el sujeto recibe, se va inclinando más o menos por el objeto o proyecto, así que va comparando, valorando y ponderando.

Hay una especie de incremento mutuo del conocer y el desear, porque cuanto más información se recibe acerca del objeto o acción hay un mayor interés hacia él o ella. La interrupción del proceso de elección en esta etapa se da en los

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casos en los que la mayor información trae consigo un desencanto o desinterés hacia el objeto que originalmente nos había atraído.

Esta etapa termina cuando el individuo tiende a un objeto o proyecto por un camino particular. Hay que recordar que se trata sobre todo de modificaciones internas, no de las cosas que se hacen hacia afuera. Puede uno pasarse años investigando acerca de cuál carrera estudiar, o cuál negocio iniciar o con quién contraer matrimonio, sin que por ello esté apreciablemente más cerca de una ponderación final. Dice Tomás de Aquino: nada impide que el consejo sea potencialmente infinito’7.

Tercera etapa, elección.

Si ya se dio la preferencia ahora hay que construir un plan que nos lleve a realizarla, Allí incluimos el costo en tiempo, esfuerzo, recursos, estrategias utilizables, etc.

Si el sujeto está dispuesto a realizar todo lo que implica el objetivo propuesto entonces puede elegir. La elección es ya el comienzo del actuar conforme al plan elegido. Ese plan recibe el nombre de “mandato” y es formado por la inteligencia que en ese momento asume la dirección de las acciones y movimientos necesarios para realizar las cosas19.

Consiste, pues, en un orden concreto que la inteligencia llega a expresar y al cual debe plegarse el sujeto si quiere alcanzar lo que se propone. Pero puede ocurrir que ya formado el plan o mandato, el querer “se eche para atrás”, por ejemplo que llegue a pensar que “si tengo que estudiar tantos años, y si me va a costar tanto dinero, entonces mejor ya

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no quiero estudiar esa carrera”, o “si ya no podré salir con más chicas, y tendré que gastar todos mis ahorros para el banquete de bodas y esa será mi familia política, entonces mejor ya no quiero casarme con esta muchacha”, y otros por el estilo. En tal caso, la elección podrá revertirse. La defensa de la libertad tiene un significado valioso porque permite tomar elecciones, permite “hacerse” a sí mismo en algún sentido, Pero no tiene mucha utilidad ser libre si no se toman elecciones. ¿Para qué sirve ser libre? Para elegir. La libertad: se ejerce cuando se elige. Pero eso implica conocer. Y desear. Y tener medios, Y responder de lo elegido, dar razón de lo que llevo a cabo. Si no puedo dar razón de lo que hago, si no sé porqué lo hago, la deficiencia en el conocimiento hace que allí la libertad sea muy imperfecta; si la ignorancia es completa incluso podría decir que allí no hay realmente libertad. En este sentido la libertad está menos en la simple posibilidad de hacer cualquier cosa y más en la de llevar a la realidad aquello que la propia interioridad ha concebido.

Y bien, ¿qué hay que elegir qué hay que buscar? Ese es el problema de los contenidos materiales de la ética, de lo que cada uno puede proponerse alcanzar con sus elecciones: los bienes, los valores, las virtudes, etc., o los males y los vicios. Para que la acción sea libre es indistinto que lo elegido sea bueno o malo. El que elige lo malo es tan libre como el que elige lo bueno. Pero, otra vez, ¿qué contenidos son los que debo elegir? Hoy algunos piensan que nada vale la pena. Ese es el sofisma de que “todo está mal (éticamente) en nuestra sociedad” y de que, además, “nada puede hacerse para cambiar la situación”. Esto es un engaño de graves consecuencias, que daña tanto a la comunidad como a los individuos que quedan atrapados en él. ¡Hay muchas cosas buenas por hacer!

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III. Los elementos del juicio moral

Una de las explicaciones tradicionales acerca del modo como pueden ser juzgadas las acciones humanas es la que distingue tres elementos que concurren en toda acción, a saber: el objeto de la acción, el fin del agente que realiza la acción y las circunstancias en que se realiza dicha acción. Haciendo una relación entre las tres cosas obtendremos el juicio moral 21. El objeto de una acción es su especie22, lo que nos permite darle un nombre por su semejanza con otras acciones que, por tener características equiparables, considerarnos que son dé mismo tipo que nuestra acción. Los objetos pueden tener una calificación material positiva o negativa considerados en abstracto, por ejemplo, el robo consiste, en general, en quedarse con un bien que pertenece a otro sin el consentimiento de éste. En esa descripción general no se detalla si el robo consiste en quedarse con las vacas de otro, o con su dinero, o con sus ideas, o con alguna otra cosa, Quedarse con cualquier bien sin el consentimiento de su legítimo dueño es un robo, y esto lo consideramos usualmente como una acción de carga ética negativa. En cambio, una acción de carga ética positiva, en abstracto, es la ayuda al necesitado.

En esta teoría se dice que el objeto dala calificación moral básica de las acciones, de manera que si se comete un robo, o si se dice una mentira, esas acciones son malas de entrada, aunque el juicio que sentencia “mentir es malo’ todavía es incompleto. Aunque es más fácil encontrar nombres para objetos negativos (robar, asesinar, traicionar, etc.), hay otros tantos objetos positivos que sería provechoso recordar con más frecuencia de lo que solemos, como ayudar, salvar vidas, devolver lo extraviado, decir la verdad, dar consuelo, entre otras.

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El fin es el propósito que el agente persigue alcanzar con su acción, Tiene una gran carga de subjetividad y es muy difícil, si no es que imposible de determinar desde fuera. Solamente el que lleva a cabo la acción sabe lo que persigue con ella. Ocurre que algunas acciones que en general o en abstracto podrían considerarse positivas o negativas pueden verse afectadas por la intención de alguien en particular. Como en el ejemplo de uno que da a otro un donativo, pero no porque quiera ayudar desinteresadamente, sino porque a través de ese donativo conseguirá impresiona: ser alabado u obtener alguna otra ventaja indirecta. O el que deja de comer un día, lo que en general sería malo para la salud, pero lo hace por un ejercicio de su fuerza de voluntad, lo cual considera bueno.

El fin es subjetivo, concreto e individual, mientras que el objeto es abstracto y general. Así que ambos pueden coincidir o pueden no hacerlo. Si coinciden no hay mucho problema para juzgar la acción, pero si no coinciden el juicio se vuelve difícil. Dos personas pueden decir la verdad, pero uno lo hace por la pura intención de informar con veracidad y no pretende ningún efecto ulterior para sí mismo, mientras que otro quiere provocar tristeza o desaliento en el que lo escucha. Ambos dicen la verdad, pero el segundo caso nos parece, comúnmente, una ruindad. Los casos más frecuentes de esta clase son las llamadas “mentiras piadosas’ mentiras dichas con la buena intención de evitar el sufrimiento del que escucha. Evitar el dolor a otros parece una intención loable, pero valerse de las mentiras es exactamente la situación dudosa en la que se pretende que el fin justifique los medios.

Las circunstancias incluyen tanto el entorno en que se da la acción, como los medios de los que se vale el que actúa, como los instrumentos o las acciones físicas.

El peso de las circunstancias cuando se determina la calificación de las acciones es muy variable, y según la teoría

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presente solamente aumenta o disminuye la gravedad, sea positiva o negativa, que ya se determiné en vistas del objeto y el fin subjetivo. Supóngase el robo: si además de robar a una persona se le maltrata e injuria el robo es más grave.

Si se roban cincuenta centavos en el pago de los impuestos cuyo importe es de muchos millones, esto está mal, porque es un robo, pero es menos malo que quitarle algunos miles a una persona pobre que se queda sin recursos para vivir; lo cual es muy grave.

El mecanismo entre los tres elementos dice que la calificación básica viene dada por el objeto, pero el mérito y la culpa pueden ser alterados por el fin subjetivo. No obstante esta modificación, el fin bien intencionado no puede hacer buena o positiva a la acción que pertenece a un objeto negativo. Por su parte, las circunstancias pueden hacer mejor lo bueno o peor lo malo, es decir que pueden aumentar el grado, pero tampoco pueden cambiar la calificación inicial.

Este esquema puede ser excesivamente simplificado; pero es un intento de distinguir factores de muy diferente naturaleza que entran cuando hay que juzgar si se hace bien o se hace mal al tomar una decisión. El objeto, por su naturaleza abstracta o general se puede relacionar fácilmente con el mundo de los valores, los bienes o los principios de actuación que las diferentes doctrinas éticas propongan materialmente. El fin es inaccesible para el observador externo pero no para el propio agente. Al final, es sólo el agente, el único que sabe lo que pretendía con una acción, y entonces el juicio moral definitivo sobre sus acciones sólo lo puede llevar a cabo él mismo. Puede engañar a los otros, puede mentir respecto a su intención, pero él sabe cuál es la verdad. Por último, las circunstancias son casi infinitas, o más bien irrepetibles, y esto hace que cada acción tenga un juicio propio, diferente de la misma clase de acción pero realizada por otra persona o en otro momento, De allí también la dificultad de llevar a cabo el juicio concreto, porque el objeto puede

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proponerse, las circunstancias más o menos pueden ser conocidas con algún esfuerzo, pero el fin queda oculto a menos que el agente lo declare sinceramente.

Nótese una vez más que estos tres (objeto, fin y circunstancias) pretenden ser elementos formales, no nos dicen qué es bueno o malo, qué es virtuoso o vicioso.

Conclusión

Con lo que he dicho se quiere ilustrar también que no es cierta la idea de que la ética y la actuación ética son cosa muy fácil y que cualquiera puede en el momento que lo desee juzgar correctamente y actuar éticamente.

No siempre todas las personas pueden tomar la decisión éticamente correcta, especialmente en situaciones complejas. Generalidades tales como “hacer el bien” o “ser virtuoso” o “cumplir el deber” se pueden más o menos adoptar sin problemas, pero eso no compromete a nadie ni mueve a nada. La vida está hecha con las decisiones concretas y esas no son generalidades ni abstracciones, sino que involucran esfuerzos, personas y otras circunstancias únicas. Si nunca me tomé el trabajo de prepararme éticamente, no hay razón para esperar que cuando se presente el dilema seré capaz de resolverlo correctamente.

Fuente: Hernández Baqueiro A. Elementos Formales para el Análisis Ético de las Acciones. Texto editado por el Departamento de Humanidades del Tecnológico de Monterrey, Campus CCM, 1993.

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Hernández Baqueiro. “Elementos formales para el análisis ético….”

Conceptos

Definiciones

Ejemplos

Calificación moral

Proceso de la elección

Intención

Consejo

Elección

Elementos del juicio moral

Objeto

Fin

Circunstancia

Actos del hombre Actos humanos Actos voluntarios Actos contravoluntarios Actos no voluntarios Ignorancia simple Ignorancia dudosa

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NOTA PREVIA: PARA realizar este ejercicio es preciso entender previamente la diferencia entre las acciones voluntarias, las acciones contra-voluntarias, y las acciones involuntarias o no-voluntarias. (Ver “Elementos formales para el análisis éticos de las acciones” de Alberto Hernández Baqueiro en el libro de texto Valores para el Ejercicio Profesional)

INTRODUCCION: Desde el punto de vista jurídico existe una diferencia cualitativa entre quitarle la vida a alguien “con premeditación, alevosía y ventaja” (acción voluntaria) y quitarle la vida a alguien por conducir con poca prudencia (acción no voluntaria o involuntaria). Así también desde el punto de vista de la ética, se puede decir que hay faltas morales de mayor y de menor gravedad.

En el caso de las acciones morales que calificamos como positivas, también habrá que matizar la evaluación moral que les asignemos, pues no supondría el mismo mérito moral la acción de una persona que colabora en una colecta con una cantidad insignificante en relación con sus ingresos, que la acción de una persona que se priva de una parte significativa de sus recursos para hacer su aportación en la colecta. En ambos casos las acciones son positivas y loables, aunque existe una diferencia de grado entre ellas en relación con el mérito moral de las mismas.

Sabemos que las acciones no-voluntarias son difíciles de evaluar puesto que la mayoría de las veces no queda clara o desconocemos la intención del sujeto que las realiza. Hay una gran diferencia, por ejemplo, entre cometer un mal por ignorancia que cometerlo por negligencia, por lo que en estos casos, hay que prestar especial atención

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a las circunstancias en que se realizó la acción y las intenciones de la persona que la realiza antes de aventurar una evaluación moral.

Por último las acciones contra-voluntarias (aquellas ejecutadas bajo coacción, amenaza, riesgo de muerte, tortura, etc.) no pueden ser calificadas moralmente, pues la persona que las realiza en realidad no tiene la libertad para decidir.

INSTRUCCIONES:

Para efectos de este ejercicio, entenderemos por calificación moral el juicio que hacemos sobre la bondad o maldad de una acción. Se calificará con números positivos la acción correcta, buena, justa, deseable, asignando un número del 1 al 5 según el mérito de la misma. A mayor mérito, se escribirá un número mayor.

De la misma

manera, se calificará con números negativos la acción incorrecta, injusta, mala, indeseable, asignando números según el grado de la falta en la acción que se juzga.

Se califica SR (Sin Respuesta) o “0” a las acciones en las

cuales no es posible asignar una calificación moral por ser acciones no-voluntarias o contra-voluntarias.

En el formato siguiente, el alumno deberá escribir en la cuarta columna una combinación de elementos de la columna dos y tres, con una frase que describa y refleje la situación que está calificando.

En la quinta columna,

deberá escribir un número entre –5 y + 5 para calificar, la acción que se juzga.

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Objeto (acción)

Ejemplo: Disparar un arma (causando la muerte de una persona)

Fin (intención)

a) Defenderse b) Agredir c) Hacer deporte

Devolver algo a) Por ser lo extraviado justo b) Por obtener recompensa o reconocimiento

Circunstancias

a.1) La vida está en riesgo b.1) Sin riesgo de la vida

Combina fines y circunstancias, y escribe un comentario respecto a la acción,

Calificación moral * Indeseable Deseable -5 -4-3 -2 -1 0 1 2 3 4 5 Más ruin NR Más loable y y mezquino meritorio

(a) (a.1) Es una acción involuntaria que se hace por miedo…. (a) (b.1) Acción involuntaria que se hace impulsivamente... (b) (b.1) Acción premeditada de venganza (c) (b.1) Acto imprudente

a.1) poco b.1) mucho c.1) de manera anónima

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