Revista Cultura Urbana núm. 42-43

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Alice Munro en sus propias palabras

Stefan Asberg

TC: ¿Usted creció en una familia de clase obrera? AM: Sí. TC: ¿Es ahí donde se desarrollaban sus cuentos? AM: Sí, aunque yo no sabía que vivía en un hogar de clase baja, simplemente escribía lo que conocía. TC: ¿Era estricta en sus horarios para escribir, hacerse cargo de las niñas, cocinar, etcétera? AM: No, escribía cada que podía. Mi primer esposo me apoyaba mucho. Decía que escribir era algo admirable y jamás pensó que una mujer no pudiera hacerlo, como pensaban muchos de los hombres que conocí después. Él siempre me apoyó. TC: En la librería… AM: Fue muy divertido. Nos cambiamos de ciudad decididos a abrir una librería. Todos pensaban que estábamos locos y que nos moriríamos de hambre, pero se equivocaron. Trabajamos muy duro. TC: ¿Qué tan importante era la librería para ustedes cuando empezaron? AM: Vivíamos de eso, era todo lo que teníamos. El primer día ganamos ciento setenta y cinco dólares, que para nosotros era muchísimo. Solía sentarme en el escritorio y encargarme de la librería. La gente se acercaba y platicábamos mucho de libros. Era más un lugar de encuentro para gente que amaba la literatura que un negocio en el que inmediatamente comprabas algo. Cada noche llegaba alguien nuevo y platicábamos. Era muy divertido, yo lo disfrutaba muchísimo. Hasta ese momento, aunque ya escribía, había sido sobre todo un ama de casa; tener la librería fue una oportunidad maravillosa de entrar en ese mundo. No creo que tuviéramos muchas ganancias, tal vez yo entretenía a la gente demasiado en vez de venderles libros, pero fue una época fantástica para mí. Una clienta en la librería: «¡Es maravilloso encontrarla aquí! Sus libros me recuerdan a casa». —Sí, vivo en el sur de Amsterdam. ¡Muchas gracias! ¡Adiós! ¡Imagínate! Me encanta que alguien venga de repente a contarte cómo lo han movido tus libros y no sólo a pedir autógrafos. TC: ¿Le gustaría inspirar a escritoras jóvenes? AM: La verdad es que no me importa si las inspiro o no siempre y cuando disfruten el libro. Prefiero que la gente encuentre placer en la lectura antes que inspiración. Eso es lo que quiero. Quiero que mis libros se disfruten, que se acerquen a la vida de mis lectores, aunque eso no es lo más importante, no quiero decirle a la gente cómo hacer las cosas. Quiero decir, supongo que no soy una per­ sona política. TC: ¿Se considera una persona cultural? AM: Probablemente. No sé bien qué significa eso pero supongo que sí lo soy. TC: Parece tener una visión muy simple de las cosas. AM: [Risas] ¿En serio? TC: Bueno, en algún lado leí que le gusta que las cosas se expliquen fácilmente. AM: Pues sí. Aunque no creo haber simplificado mis ideas, es sólo mi manera de escribir. Creo que naturalmente escribo de manera sencilla. Nunca lo he hecho por facilitarme las cosas.

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