John Locke.

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John Locke

ENSAYO DEL ENTENDIMIENTO HUMANO LIBRO II

Capítulo XXI ACERCA DE LA POTENCIA

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12. Qué es la libertad. De la misma manera que ocurre con los movimientos del cuerpo, acontece con los pensamientos de nuestras mentes: cuando cualquier pensamiento es de tal clase que tenemos la potencia de conservarlo o desecharlo, según lo que la mente elija, existe libertad. Un hombre despierto, que se encuentra en la necesidad de tener algunas ideas constantemente en su mente, no se halla en la libertad de pensar o de no pensar más de lo que lo está de impedir que su cuerpo toque o deje de tocar a otro cuerpo; pero el que cambie su contemplación de una idea a otra es algo que muchas veces depende de su elección, y entonces, en ese sentido, tendrá la misma libertad de que dispone sobre otros cuerpos en los que descansa, en los que puede transportarse de uno a otro, a su gusto. Hay, sin embargo, algunas ideas para la mente que, como algunos movimientos para el cuerpo, no pueden evitarse en determinadas circunstancias, ni rechazarse por muchos esfuerzos que se empleen en ello. Un hombre no está en la libertad de desechar la idea del dolor ni de


divertirse con otras contemplaciones. Y algunas veces una pasión vehemente ocupa nuestros pensamientos, como un huracán impulsa nuestros cuerpos, sin dejarnos en libertad de pensar en otras cosas, que quizá nos gustarían más. Pero desde el momento en que la mente tiene el poder de parar o continuar, de comenzar o impedir cualquiera de estos movimientos externos del cuerpo, o de los pensamientos internos, según crea que prefiere lo uno a lo otro, nos encontramos de nuevo ante la consideración de que el hombre es un agente libre. 13. Qué es la necesidad Siempre que falte totalmente el pensamiento, o la potencia de obrar o de dejar de hacerlo según los dictados del pensamiento, nos encontramos ante la necesidad. Esta, cuando se encuentra en un agente capaz de volición y cuando la iniciación o la continuación de alguna acción es contraria a esa preferencia de su mente, es llamada compulsión; cuando el impedimento o cese de alguna acción es contrario a su volición, se denomina represión. Los agentes que no tienen pensamiento alguno, ni volición, son agentes necesarios en todos los sentidos. 14. La libertad no pertenece a la voluntad Si esto es así (como imagino que lo es), considérese si no ayuda para poner punto final a esta largamente debatida, y pienso que poco razonable cuestión, pues me parece ininteligible, que pregunta si la voluntad de un hombre es o no libre. Porque, si no me equivoco, de cuanto he dicho se sigue que la misma cuestión es impropia, y tan carente de sentido es preguntar si la voluntad del hombre es libre, como inquirir si su dormir es rápido, o su virtud cuadrada: la libertad tiene tan poca aplicación respecto a la voluntad, como la rapidez del movimiento al sueño, o la cuadratura a la virtud. Todo el mundo se reiría ante el absurdo de unas cuestiones semejantes a éstas, pues resulta obvio que las modificaciones


del movimiento no pertenecen al sueño ni la diferencia de forma a la virtud; y cuando alguien lo considere correctamente, pienso que percibirá claramente que la libertad, que no es sino una potencia, pertenece sólo a los agentes, y no puede ser un atributo o modificación de la voluntad, que no es, asimismo, sino una potencia. 15. La volición

Tan grande es la dificultad de explicar y de dar nociones claras de las acciones internas por medio de sonidos, que me veo obligado aquí a aclarar a mi lector que los términos ordenar, dirigir, elegir, preferir, etcétera, que he empleado aquí no expresarán suficientemente lo que es la volición, a menos que se reflexione sobre lo que uno mismo hace cuando ejecuta un acto de volición. Por ejemplo, el término preferir, que quizá parezca el más adecuado para expresar el acto de volición, no lo hace de un modo muy preciso. Porque aunque un hombre prefiera volar a caminar, sin embargo, ¿quién puede decir que tiene esa volición? Es evidente que la volición es un acto de la mente que, conociéndolo, ejerce ese dominio que supone tener sobre cualquier parte del hombre, para emplearla o impedirla en cualquier acción particular. Y ¿en qué otra cosa consiste la voluntad sino en la facultad de hacer esto? ¿Y acaso esta facultad es otra cosa que una potencia, es decir, la potencia de la mente para determinar los pensamientos que produce, la continuación o el detenimiento de cualquier acción, si ello depende de nosotros? Porque, ¿se puede negar que todo agente que tenga la potencia de pensar sobre sus propias acciones, y de preferir su actuación u omisión, lo uno a lo otro, tiene esa facultad llamada voluntad? Así pues, la voluntad no es sino una potencia de esta clase. La libertad, por otra parte, es la potencia que tiene un hombre para hacer o dejar de hacer cualquier acción particular, según que el ejecutarla o el no hacerla tenga en


ese momento una preferencia en su mente; lo cual equivale a decir que es según que tenga esa volición. 16. Las potencias pertenecen a los agentes Así pues, resulta evidente que la voluntad no es sino una potencia o habilidad, y que la libertad no es sino otra potencia o habilidad de tal clase que preguntar si la voluntad es libre supone preguntar sí una potencia tiene otra potencia, o si una habilidad tiene otra habilidad; cuestión que, a primera vista, parece bastante absurda para ser motivo de una disputa, o para necesitar una respuesta. Porque, ¿quién no podrá ver que las potencias pertenecen solamente a los agentes, y que tan sólo son atributos de las sustancias, y no de las potencias mismas? Así que la cuestión sobre la libertad de la voluntad consistiría en preguntar sobre si la voluntad es un agente o una sustancia o, al menos, supondría presumirlo, puesto que la libertad no puede atribuirse con propiedad a ninguna otra cosa. Si la libertad se puede atribuir, sin que resulte una afirmación impropia, a la potencia, también se podrá atribuir a la potencia que hay en el hombre de producir o de impedir los movimientos en partes de su cuerpo, que es lo que hace que se le considere libre, y en lo que consiste su misma libertad. Pero sí cualquiera preguntara si la libertad es libre, se sospecharía que no sabe muy bien lo que dice, y que merecería tener unos oídos semejantes a los del rey Midas, el cual, sabiendo que el ser rico era una denominación de la posesión de riquezas, preguntaba si las riquezas mismas eran ricas. 17. Cómo se llama libre a la voluntad del hombre Sin embargo, aunque el término de facultad, que los hombres han aplicado a esta potencia llamada voluntad, y que los ha hecho hablar de ella como actuante, puede servir para paliar un poco este absurdo, mediante una acepción que disimula su verdadero significado, realmente no significa sino la potencia o la capacidad de preferir o elegir; y cuando se


considera, bajo el nombre de facultad, a la voluntad simplemente como una capacidad de hacer alguna cosa, resulta evidente el absurdo que supone afirmar que es libre o que no lo es. Porque, si fuera razonable suponer y referirse a las facultades como seres distintos que pueden actuar (como hacemos cuando decimos que la voluntad ordena y que la voluntad es libre), deberíamos establecer una facultad hablante, una facultad caminante, una facultad danzante, por las que se produjeran estas acciones que no son sino diversos modos de movimiento; del mismo modo que hacemos facultades a la voluntad y al entendimiento por las que se producen las acciones de elegir y de percibir, que no son sino diversos modos de pensamiento. Y podríamos hablar tan propiamente diciendo que la facultad cantante es la que canta, y que la facultad danzante es la que danza, como cuando decimos que la voluntad elige, o el entendimiento concibe, o lo que es más habitual, que la voluntad dirige el entendimiento, o que el entendimiento obedece o desobedece a la voluntad; pues tan propio sería decir, y tan inteligible resultaría, que la potencia de hablar dirige a la potencia de cantar, o que la potencia de cantar obedece o desobedece a la potencia de hablar.

18. Esta forma de hablar causa confusión en el pensamiento Esta manera de hablar, a pesar de todo, ha prevalecido y, si no me equivoco, ha sido el motivo de grandes confusiones. Porque, como no se trata sino de diferentes potencias, en la mente o en el hombre, para realizar diversas acciones, éste las ejecuta según sus pensamientos; pero la potencia de ejecutar una acci6n no opera sobre la potencia de ejecutar otra acción. Porque la potencia de pensar no opera sobre la potencia de elegir, ni la de elegir sobre la de pensar, en mayor medida que lo hace la potencia de danzar sobre la de cantar, o la potencia de cantar sobre la de danzar, lo cual, cualquiera que reflexione sobre ello, podrá percibir fácilmente. Y, sin embargo, esto es lo que afirmamos cuando decimos


que la voluntad opera sobre el entendimiento, o que el entendimiento lo hace sobre la voluntad. 19. Las potencias son relaciones, no agentes Admito que este pensamiento o aquél puedan ocasionar una volición, es decir, el ejercicio de la potencia que tiene un hombre de elegir; y que una elección real de la mente pueda causar el que se tenga un pensamiento real sobre ésta o aquella cosa, de igual manera que el canto real de una tonadilla pueda ser el motivo de una danza determinada o de otra, o que el baile real de una danza provoque el canto de una tonadilla u otra. Pero, en todo caso, no tenemos una potencia que opere sobre otra potencia, sino que es la mente la que opera y actúa sobre estas potencias; es el hombre el que realiza esas acciones; es el agente el que tiene la potencia, o el que es capaz de obrar. Porque las potencias son relaciones, no agentes; y solamente aquellos que tienen la potencia, o de lo que carecen para operar, solamente eso es libre o no lo es, y nunca la potencia misma. Porque la libertad, o la falta de libertad, no pueden pertenecer sino a lo que tiene la potencia de actuar, o a lo que carece de ella. 20. La libertad no pertenece a la voluntad El haber atribuido a las facultades lo que no les pertenece, es lo que ha ocasionado esta manera de hablar; pero el haber introducido dentro de estas reflexiones sobre la mente, bajo el nombre de facultades, una noción sobre sus operaciones, creo que ha contribuido tan poco al progreso de los conocimientos sobre esa parte de nosotros mismos, como el uso habitual que hacemos de semejante invención de las facultades, para designar las operaciones del cuerpo, ha favorecido nuestro conocimiento sobre la Medicina. Y no es que yo niegue que haya facultades tanto en el cuerpo como en la mente. Uno y otra tienen potencias para operar, ya que de lo contrario no podrían hacerlo; y lo que no puede operar


es lo que no es capaz de operar. Tampoco niego que esas palabras y otras similares tengan un sitio dentro del uso común de los idiomas en los que se encuentran. Parecería una presunción excesiva el tratar de suprimirlas totalmente, e incluso la misma filosofía, que no gusta de lujosos ropajes, debe, sin embargo, cuando aparece en público, ser complaciente hasta el punto de vestirse según la moda usual y el lenguaje de un país, dentro de lo que lo permitan la verdad y la claridad del razonamiento. Pero el error ha estribado en hablar de las facultades y en representarlas como si se tratara de otros tantos agentes distintos. Porque, al preguntarse qué era lo que digería la comida en nuestro estómago se ha respondido inmediatamente que era la facultad digestiva, como si esto pudiera ser una contestación satisfactoria. Y cuando se ha inquirido sobre lo que obligaba a que algo saliera de nuestro cuerpo, se ha dicho que era la facultad expulsiva. Pues, ¿qué lo movía?-. la facultad motora. Y de la misma manera en lo que se refiere a la mente, se dice que es la facultad intelectual, es decir, el entendimiento, la que entiende; y que la facultad electiva, o sea la voluntad, es la que tiene voliciones o la que ordena. En resumen, esto no es otra cosa que afirmar que la capacidad de digerir, digiere; que la de mover, mueve, y que la de entender, entiende. Porque pienso que facultad, capacidad y potencia no son sino diferentes nombres de la misma cosa; de tal manera que estas diferentes formas de hablar, expresadas en términos más inteligibles, me parece que no significan otra cosa sino que la digestión se realiza mediante algo que es capaz de digerir, que el movimiento se ejecuta gracias a algo que se puede mover, y que el entendimiento se produce por algo que es capaz de entender. Y realmente sería muy extraño que fuese de otro modo; tan extraño como sería que un hombre fuese libre sin ser capaz de ser libre.


21. Por el contrario, pertenece al agente o al hombre Para retornar a nuestra investigación en torno a la libertad, creo que la cuestión no radica propiamente en saber si la voluntad es libre, sino en si el hombre es libre. De esta manera creo lo siguiente: Primero, que la medida en que cualquiera pueda, por dirección o elección de su mente, prefiriendo la existencia de cualquier acción a la inexistencia de esa acción, y viceversa, pueda hacer que esa acción exista o no exista, en esa misma medida él es libre. Porque si dirigiendo el movimiento de mi dedo puedo hacer, mediante el pensamiento, que se mueva el dedo que antes estaba en reposo, o viceversa, me parece evidente que soy libre respecto a esa acción. Y si puedo, también por medio del pensamiento, eligiendo lo uno sobre lo otro, emitir palabras o guardar silencio, es evidente que tengo la libertad de hablar o de mantenerme en silencio; y un hombre será libre hasta el punto en que su potencia de obrar o de dejar de obrar alcance, según la determinación de su pensamiento que le haga elegir lo uno a lo otro, Pues ¿acaso podemos concebir una libertad mayor en un hombre que la de tener la potencia de hacer según su voluntad? Y en la medida en que cualquiera pueda, eligiendo una acción a su ausencia, o el reposo a cualquier acción, producir esa acción o reposo, en esa medida puede hacer lo que es su voluntad. Porque una elección semejante de una acción frente a su ausencia, es la volición de ella; y difícilmente podríamos hacer que se imaginara a un ser cualquiera con más libertad que la que le proporciona el ser capaz de hacer lo que su voluntad le dicta. De tal manera que, en lo que se refiere a la acción, y dentro del alcance de la potencia que esté en él, un hombre parece que es tan libre como es posible que lo haga la libertad. 22. En lo que se refiere a la acción de la voluntad, el hombre no es libre Pero la mente inquisitivo del hombre, que quiere borrar, hasta donde pueda, todo pensamiento de culpa, incluso hasta el punto de situarse en un estado peor que el de la


necesidad fatal, no se contenta con eso: no le satisface la libertad, si no alcanza más allá de ella misma; y se tiene como un argumento correcto el que un hombre no sea en absoluto libre, si no lo es en la acción misma de la volición tanto como en actuar según lo que su voluntad le dicta. Así pues, en lo que se refiere a la libertad del hombre, hay todavía otra cuestión: ¿será un hombre libre en su voluntad?; esto es lo que me parece que se quiere significar cuando se disputa sobre si la voluntad es o no libre. Y en lo que a ello se refiere, me imagino lo siguiente: 23. Cómo no puede ser un hombre libre en el ejercicio de su voluntad En segundo lugar, puesto que el ejercicio de la voluntad, o la volición, es una acción, y puesto que la libertad consiste en una potencia de actuar o de no actuar, el hombre, en lo que se refiere al ejercicio de su voluntad, o al acto de la volición, no puede ser libre, cuando la acción que esté en su poder ha sido propuesta a su pensamiento como algo que debe hacerse en ese momento. La razón de ello es manifiesta, pues como la acción depende de su voluntad es inevitable que exista o que no exista, y su existencia o inexistencia, como no pueden sino seguir la determinación y preferencia de su voluntad, hace que él no pueda evitar la volición de la existencia o inexistencia de esa acción; es decir, que es absolutamente necesario que se incline por lo uno o por lo otro, o sea, que prefiera lo uno a lo otro, puesto que una de las dos cosas debe seguirse necesariamente y puesto que la cosa que elige proviene de la elección y determinación de su mente, o, lo que es lo mismo, de su volición; ya que si no la tuviera, ello no ocurriría así. De suerte que, en lo que se refiere a la acción misma de la voluntad del caso anterior, un hombre no es libre, ya que la libertad estriba en la facultad de obrar o de no obrar, de la cual carece entonces el hombre respecto a la volición. Porque un hombre se encuentra en una necesidad inevitable de elegir el hacer o el dejar de hacer una acción que esté en su poder, una vez que la cuestión se ofrece de esa


manera a su pensamiento, por lo que necesariamente tendrá que inclinar su volición hacia lo uno o hacia lo otro, con lo que la acción que sin duda alguna se seguirá, o la ausencia de la acción, según los designios de su volición, será realmente voluntaria. Pero como el acto de la volición, o el de preferir una de las dos cosas, es algo que no se puede evitar, es evidente que, en ese sentido, un hombre se encuentra bajo una necesidad, y que, por tanto, no es libre a no ser que puedan coexistir libertad y necesidad y que un hombre pueda ser libre al tiempo que está forzado. Además, el hacer a un hombre libre en este sentido, es decir, mediante el que la acción de querer hacer algo dependa de su voluntad, supone un antecedente de la voluntad que determina los actos de esta voluntad, y otro antecedente que determina los del anterior, y así in infinitum; por lo que en el momento en que uno de estos antecedentes existen, las acciones del siguiente no pueden ser libres. Y como no hay ningún ser, hasta el punto en que puedo imaginar otros seres, capaz de una libertad semejante de voluntad, eso impide que mi voluntad pueda elegir el ser o el no ser de cualquier cosa en su potencia que haya sido considerada de semejante manera. 24. La libertad es el libre albedrío de ejecutar lo que desea Una cosa, por tanto, es evidente: que cuando un hombre debe obrar de inmediato, no puede deliberar libremente, ni dejar de hacerlo, según los designios de su voluntad, ya que no puede sino actuar de una manera o de otra, dado que la libertad solamente consiste en la capacidad de actuar o de dejar de hacerlo. Porque se afirma, de un hombre que está sentado, que tiene libertad desde el momento en que puede caminar si lo desea; pero si un hombre que está sentado no tiene la potencia de moverse, entonces este hombre no tiene libertad. De la misma manera un hombre que esté cayendo por un precipicio, aunque esté en movimiento, no goza de ninguna libertad, porque no puede parar el movimiento según sus deseos. Siendo esto así, resulta evidente que un hombre que camina y a quien se le aconseja


que deje de hacerlo no goza de libertad en tanto en cuanto tendrá que decidirse por caminar o dejar de hacerlo; es decir, necesariamente tendrá que elegir lo uno a lo otro; el caminar o el quedarse quieto; lo mismo sucede en todas las demás acciones que se presentan de esa manera y que podemos ejecutar, acciones que, sin lugar a dudas, son las más numerosas. Pues si se tiene en cuenta la enorme cantidad de acciones voluntarias, que se suceden la una a la otra a cada momento, y durante nuestra vida, mientras estamos despiertos, son muy pocas las que se presentan a la voluntad para que decida antes del momento de realizarlas. Y en todas estas acciones, según ya lo he mostrado, la mente carece, en lo que a la volición se refiere, de la potencia de actuar o de dejar de hacerlo, circunstancia en la que radica la libertad. En estos casos, la mente carece de la potencia de abstenerse de ejercer la voluntad, desde el momento en que no puede dejar de decidirse, en una forma u otra, sobre estas acciones. Por más breve que sea la consideración, por muy rápido que actúe el pensamiento, o bien deja al hombre en la situación en que se encontraba antes del pensamiento, o bien cambia ésta; o continúa la acción, o la termina. De todo lo cual se evidencia que ordena y dirige lo uno con preferencia a lo otro, o con negligencia de ello, de manera que resulta totalmente involuntario bien la continuación, bien el cambio. 25. La voluntad está determinada por algo fuera de ella Puesto que resulta evidente que en la mayoría de los casos el hombre no está en libertad de ejercer o no, según la voluntad, su volición (porque cuando una acción se propone a sus pensamientos, dentro de su potencia, él no puede impedir la volición, sino que debe determinar una manera de actuar o. la otra), lo que surge a continuación como una pregunta es si un hombre tiene la libertad en la volición sobre las dos cosas que desea, es decir, el movimiento o el reposo. Esta pregunta conlleva un absurdo tan grande, que cualquiera puede convencerse suficientemente por ella misma de que la libertad no concierne a la


voluntad. Porque preguntar si un hombre tiene la libertad de elegir, en su volición, entre el movimiento y el reposo, entre hablar o guardar silencio, es tan absurdo como preguntar si un hombre puede tener volición respecto a lo que ya tiene volición, o si puede apetecerle aquello que ya le apetece; pregunta ésta que, según creo, no merece una respuesta, y quienes la formulen tendrán que suponer que una voluntad determina los actos de otra voluntad, y que otra, a su vez, determina los de ésta, y así in infinitum.

26. Deben definirse las ideas de libertad y volición Para evitar estos absurdos y otros semejantes, nada puede resultar de una utilidad mayor que el establecer en nuestras mentes unas ideas indeterminadas de las cosas que están bajo consideración. Si las ideas de libertad y de volición hubieran sido fijadas adecuadamente en nuestro entendimiento, y si las lleváramos en nuestras mentes, tal y como deberíamos, para aplicarlas en todas las cuestiones que sobre ellas se suscitan, supongo que una gran parte de las dificultades que desconciertan a los hombres en este aspecto, enturbiando sus entendimientos, se resolverían con mucha mayor facilidad, y que podríamos percibir si la oscuridad se origina a partir de una confusión en el significado de los términos, o si viene provocada por la naturaleza de la cosa. 27. La libertad Así, pues, debe tenerse en cuenta lo primero que la libertad estriba en que la existencia o inexistencia de cualquier acción depende de nuestra volición sobre ella, y no en que cualquier acción o su contraria dependa de nuestra preferencia. Un hombre que se encuentra en un acantilado está en libertad de saltar veinte yardas más hacia el interior del mar, pero no porque tenga la potencia de realizar la acción contraria, la cual consistiría en saltar veinte yardas hacia arriba, lo cual evidentemente no puede hacer, sino porque su


libertad radica en que tiene la potencia de saltar o de no saltar. Pero si una fuerza superior a la suya lo mantiene inmóvil o le obliga a caer, ese hombre ya no es libre, desde el momento en que ya no está en su poder el realizar o el dejar de realizar esa acción. Una persona que se encuentre encarcelada en una habitación de veinte pies cuadrados, y que esté situada en el ángulo norte de esa habitación es libre de caminar veinte pies hacia el sur, ya que puede caminar o dejar de hacerlo en esa dirección; pero, por el contrario, no tiene la libertad de hacerlo al revés, es decir, de caminar veinte pasos hacia el norte.

Locke, John: Ensayo sobre el entendimiento humano. Ayuntamiento de Getafe.


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