HABITAR-SER

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FOTOGRAFÍAS Y ARCHIVO VISUAL Jonnathan Cataño Aponte

IDENTIDAD VISUAL Laura Troncoso

COMITÉ EDITORIAL William Alexander Medina Mendez Maria Fernanda Botero Castaño José Luis Ruiz Narváez Walter Cataño Aponte

CORRECCIÓN ESTILO Vladimir Hernández Y Sara Ríos DISEÑO Daniela Correa Alvarez

2020


CONTENIDO 2020

Melina Lasso Lozano

AZUL-ADO A SEIS MANOS

Luz Ayda Castro Triana , Salvador Azul González Castro & Carlos AndrésGonzález Saavedra

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SOMOS ECOSISTEMA

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4º 28´33” Lat N, 75º 16´28” Lon Occ

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SIN TITULO

Manuel García Barreto

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NARRAR-SE EN TIEMPOS DE PANDEMIA

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CUARENTENA

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SOCIEDAD ES IGUALDAD

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HABITAR-SE UNA MISMA

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PANDEMIA EN TIEMPOS DE GALERA Alexandra Mora Montes

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CÁPSULA A NINGUNA PARTE William Alexander Medina Méndez

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CUARENTENA

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María del Pilar Guauque Torres

Walter Cataño

Marcela Peña Castellanos

José Luis Ruiz V.

Melina Lasso Lozano

María Fernanda Botero Castaño

Melina Lasso Lozano


EDITORIAL

H

abitar-ser nace de una pulsión vital, de encontrarnos en las letras, desde nuestras vivencias, a partir de la experiencia de habitar nuestros espacios en los tiempos de cuarentena. La invitación se extendió a los amigos y amigas de distintas latitudes, para que sin pretensiones literarias, nos contaran sus propias vivencias. Sembrar, cocinar, cuidar, dormir, vivir y crear, acciones que definen el día a día de cualquier persona pero que hoy tienen el cariz de algo novedoso, quizás porque en la anterior “normalidad” íbamos por el mundo sin tapabocas, sin mediar nuestros contactos o los metros de distancia entre un cuerpo y otro. El virus cambió el mundo y con él todo nuestro modus vivendi o -como llevábamos nuestras descarriadas vidas-, -no se considere esto como un sentido de perdición- pues a pesar de descarriadas eran nuestras esas vidas, pero hoy parecen suspendidas, en un en toque de queda indefinido. Los relatos que componen HABITAR-SER son fragmentos de existencia, fragmentos que hoy se abren al mundo para contar experiencias desde la pandemia y desde el habitar con el otro, los otros o sin otros. Son relatos escritos a seis manos y con tinte azulado, intimistas y con coordenadas de viaje interior o melancólicos con la sensación de una imagen perdida, estos relatos nos recuerdan que necesitamos reconocernos como ecosistemas de aprehensión para convivir con la naturaleza, y buscan a través del aprendizaje y la enseñanza crear puentes que reduzcan esa inmensa brecha que nos separa hoy más que nunca. Hay quien habla sobre la naturaleza humana que se extingue y las plantas que la prolongan, sobre el autocuidado en el performance de la vida. Hay para quien cualquier esquina es el centro del mundo, esquina y centro en

la que peligra la vida del artista; hay también quienes piensan que la vida es una cápsula a ninguna parte; Incluso quien ha leído a todos y convirtió los vocablos en trazos, líneas, expresiones de color de un mundo creado a través de las palabras y reconstruido en imágenes traslúcidas. Este primer número de HABITAR-SER, ahonda en esta encerrada existencia como punto de partida para tejer puentes de intercambio de ideas, pensamientos y emociones. Hemos habitado tanto tiempo un cuerpo, un espacio, una realidad, que esta pandemia nos ha replanteado la fragilidad del cuerpo, la construcción de los espacios y las formas de vivir nuevas realidades. Temas que hacen parte del interés de este comité editorial y que alimentan las reflexiones venideras de esta naciente revista. Este primer número es el primer intercambio de LA PRODUCTORA TRUEQUE en la búsqueda de nuevas dinámicas para Habitar y Ser. Somos TRUEQUE: una productora de tejido social e intercambios culturales, de ideas creativas vinculadas a prácticas rurales y urbanas que transforman nuestra manera de ser y estar en el mundo. A ustedes queridos lectores los invitamos a ser parte de este TRUEQUE y a sumergirse en la cotidianidad de otras vidas, cuerpos y deseos, los invitamos a Habitar-Ser parte de otros mundos.

COMITÉ EDITORIAL.


L

2020

una nueva en Tauro y este cielo que explota en rosados y anaranjados como un grito de liberación en un estallido de celebración. Segunda luna nueva de este encierro global y el aire celebra su preciosa liviandad, los autos se oxidan y las plantas florecen, ladrones magnates lloran y seres de bosques, mares y montañas respiran y se enternecen. Los magnates presionan y sus peones arremeten contra los condenados de siempre. Las sin derechos ni autonomía o con un “amor” peor que el infierno. Los sin techo y sin comida, o con un patrón peor que la cesantía. Algunos seres celebran el encierro, otros no tienen donde resguardarse, ni poesía, ni pan, ni amor o si lo hacen, no tienen con qué alimentarse. El virus no discrimina, dice el titular, mostrando mentiras, oculta la verdad. La salud no es un bien para tranzar, nos enferma y mata la desigualdad.

Julio 27-2020 Santiago de Chile Melina Lasso Lozano

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E

AZUL-ADO A SEIS MANOS

stimado lector, este texto ha sido elaborado a seis manos, cuatro grandes y dos pequeñas. Para un mayor goce, le recomendamos escuchar la siguiente banda sonora que ha sido recurrente en nuestro habitar-nos, hágalo en el orden que usted prefiera: Sepultado, I.R.A Sin reacción, Mutantex Marejada feliz, Roberto Roena The day the world went away, NIN Macondo, Celso Piña Comfortably numb, Pink Floyd Alejillo el armadillo, El bosque Encantado La carencia, Panteon Rococo La ballena va llena, El Bosque Encantado Medley, Bob Marley Take my hand, Dido Playlits Spotify

Habitar Habitar es la huella de la vida. “Las bestias tienen madrigueras; el ganado, establos; los carros se guardan en cobertizos y para los coches hay cocheras.Sólo los hombres pueden habitar. Habitar es un arte. Únicamente los seres humanos aprenden a habitar”. (El mensaje de la choza de Gandhi Illich, 1978)

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Heidegger (1889 -1976) dice que la palabra del alto alemán antiguo correspondiente a construir, buan, significa habitar, que quiere decir permanecer, residir. El buan, siendo la palabra bin (soy), es la manera según la cual los hombres somos en la tierra; por lo que la palabra bauen significa que el hombre es en la medida que h a b i t a . Pero habitar significa al mismo tiempo abrigar y cuidar; donde el construir como cuidar y el construir como levantar edificios, están incluidos en el propio término construir que es habitar. Construir es en sí mismo ya el habitar, y este último significa abrigar y cuidar.4​ Por lo que se tienen dos condiciones en el construir: como cuidar o abrigar –las cosas que crecen– y como edificar o erigir –las cosas que no crecen–.

LUZ…

Vale la pena iniciar advirtiendo que soy mujer, ecóloga, contratista maltratada gracias a Uribe,, aunque con gusto en su quehacer, madre de 38 años, en pleno convencimiento de los deberes y, especialmente, placeres que generan las labores profesionales y las familiares (incluyendo en estas la maternidad, actividad que en dos semanas más de cuarentena o confinamiento obligatorio, va a sacar lo peor o mejor de mi), , vivo o en un apartamento de tres habitaciones (una utilizada para el ocio) sin acceso a espacios verdes , envidiando de corazón a otras personas que están a pocos pasos del bosque o del rio, lo que me permite el beneficio de la queja. Aclarado esto: habitar ha sido un arte en época de pandemia. El arte de habitar, hace referencia a las actitudes y capacidades desarrolladas en tiempos de pandemia como la paciencia, la tolera ncia, el a mor, el ag ua nte, el amargue, el desamargue, el vale-huevismo


(en momentos claves), y especialmente la cualidad para sobrellevar las luchas perdidas y ganadas. En tiempo de confinamiento estas habilidades que antes no poseía (o se manifestaban mínimamente), me han hecho tomar posiciones, posturas, acciones y actitudes diferentes, porque sí esto me hubiera agarrado en otro momento de la vida la cosa hubiera sido diferente, me hubiera consumido en el trabajo y el combo maravilla: música, chocolate y rompecabezas. En lo cotidiano, hago las mismas actividades con el mismo nivel de queja descontrolada y frustración de las madres encuarentenadas con hijos a los que hay que alimentar, controlar, consentir, enseñar, dormir, jugar y asear (exclusivamente para evitar atraer bichos por los olores o pegotes extraños que puede transportar un ser, rubio y s u a v e c i t o como un pandebono, bien llamado Salvador Azul). Pero en el transcurrir de los días, por algunos instantes he caído en la lividez de pensar y hasta darme golpes de pecho, porque realmente este tiempo debería haber sido aprovechado en tener experiencias lúdicas, hacer ejercicio físico y mental, leer, tener tiempo para uno, tener experiencias maravillosas sin salir de casa, en la feliz compañía de la familia con tardes cálidas de espacios de tranquilidad y armonía, ya saben, reinventarse y tal, pero no ¿por qué no? porque si quieres realizar estas actividades y continuar con tus obligaciones profesionales y familiares, por más que lo desees en cuarentena el tiempo no da, así de simple no da. Entonces, vienen a la cabeza un montón de preguntas ridículas desde el exterior para cuestionarnos frente a las cosas que se hicieron o se dejaron de hacer, con un tono particular de obligación detestable: ¿qué me va a dejar este tiempo de reflexión y ganancia? No me reinventé, no hice ejercicio, no medité, ni hice yoga, n o e s c r i b í n a d a , no leí nada, ¿cómo

voy a lograr que esta situación deje una marca en mi vida?, ¿cómo lo aproveché?, ¿qué aprendí?, etc. Así que frente a este escenario y teniendo en cuenta que el tiempo no alcanza, pensé: bien lo dice el viejo refrán: “cuando tienes mayores obligaciones, ocupaciones y asuntos pendientes por resolver, lo más recomendable es acostarse a dormir”; evidenciando que las actitudes y capacidades fueron bien forjadas en este tiempo, sé que lo que se necesita después de este momento son unas buenas ¡vacaciones!, tiquete de ida y regreso. Descansar de los espacios; estar en un parque, un bosque, un rio, o el mar; o quizá en una montaña con viento, sol y salpicón. A pesar de la motivación para realizar actividades innovadoras y novedosas en casa, hoy en día, todos los espacios son los mismos espacios siempre. ¿Vacaciones? cuando uno regresa debe estar renovada, recargada y lista para continuar, pero esta energía se agota, el viaje fue corto y posiblemente se retornara al estado anterior con mayor frustración. Entonces pienso ¿era mejor como antes?, pero antes me quejaba, ¿quiero la “normalidad”, en la que me perdía el placer de habitarme y habitar mi familia y mi casa?, ¿no era arte?

¡Eureka! Se necesita dar un poco de arte a lo llamado “normalidad”, tiempo pero no como el que nos pintan, no tiempo para reinventarse y todos esos imaginarios, sino tiempo aterrizado a la realidad de las ocupaciones y deberes para así habitar y habitarse con la familia, cuidar y proteger el hogar -claro con distanciamiento-. Es decir, con el disfrute de la diversidad de espacios y tiempos a concurrir pero con el deleite pleno de estar “confinados” haciendo arte habitando la familia, viendo, viéndose crecer, entendiendo y entendiéndose, cada uno desde sus posiciones y actitudes ganadas y/o pérdidas. 7


No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista. La estamos llevando bien… al final lo que de verdad se desea está al lado… bueno, para este caso solo faltan unos cuantos rompecabezas...

CARLOS ANDRES… Antes de empezar debo aclarar que los hechos que narraré a continuación están escritos sin una línea de tiempo específica, una especie de atemporalidad que decidimos en familia, un acuerdo que nunca hicimos pero fuimos dándole forma sin ser conscientes de la hora, día, o momento; comer cuando nos da hambre, dormir cuando nos da sueño (bueno, si Salvador Azul lo permite, pues finalmente él es la reencarnación del Dios Griego Kronos y es el dueño del tiempo, al menos en esta casa), los hechos han sucedido en distintos momentos, así que no hay orden cronológico, son producto de la cotidianidad, de la realidad, de la irrealidad, de la fantasía y algunos de la ilusión de volver a respirar el aire frío de las montañas que me han llenado de vida desde que tengo memoria. Ese día en que recibí el mensaje de mi amigo William invitándome a escribir sobre habitar-se, me sentí más vivo que nunca, no solamente por saber que una de las personas que más admiro en la vida me estuviera invitando a ser parte de este proyecto, sino por la simple sensación de soltar todo lo que tenía acumulado en estos días, en tantos años, en tantos tiempos y en tantas vidas; por fin, de alguna manera podría desahogarme, hablar desde lo más profundo de mi corazón. A continuación le cuento a la mona sobre la invitación y al calor de un trago de Vodka decidimos escribir esto a cuatro manos o mejor dicho a seis manos, porque quienes habitamos esta familia somos tres sin importar el espacio...(En realidad somos muchos, porque 8

hay muchas personas que están en nosotros y nos habitan constantemente). “Se sigue con normalidad, todo se va a solucionar, y se va a ir viendo” fue la respuesta de mi amiga Ellinor, escaladora danesa al preguntarle: -“Quihubo, y cómo van allá con este mierdero del Coronavirus?” (Ellinor vivió en Colombia por un año y se fue encantada pero sin comprender la facilidad que tengo para usar vulgaridades como adjetivos al referirme a cualquier persona,


animal o cosa. Algo que estoy tratando de mejorar puesto que hay un pequeño ser viviendo conmigo que repite lo que digo o hago) esta frase de mi amiga retumba en mi cabeza todos los días, especialmente en esos días de mierda en que he querido saltar por la ventana, aunque cuatro pisos no me asegurarían una muerte inmediata, así que desisto de la idea. Mis días arrancan a las 7:30 am con un:

“papá, papá, mamá, mamá, tete” es hora de cambiar el primer pañal del día, esperando que la cama no este mojada; al iniciar la cuarentena obligatoria hice miles de planes de los cuales no he hecho ni la mitad, Salvador Azul (mi hijo de 18 meses) es tan demandante que el día se te escapa entre juegos, risas, y desesperos; “Aaaam” su onomatopeya que siempre viene acompañada de una boca abierta para pedir comida, maricadas en Internet, café, alcohol y algo más. Inicie esta cuarentena siendo un desempleado más, después de casi 15 a ños v iv iendo la ment ira lla mada educación (me dedica r ía a l tur ismo); con una mochila llena de expectativas frente al nuevo mundo que me esperaba. Recibí la noticia de la cuarentena obligatoria, las primeras maldiciones fueron una dedicatoria especial a todo el tiempo que había invertido en planear un par de expediciones de escalada para realizar en semana santa, después la de junio que no estaba tan planeada también fue cancelada, así que, decidí hacer un acto reflexivo frente a lo que venía y entender que era algo que no podía controlar y habría que “pilotearlo”. La montaña va a seguir ahí, me repetía constantemente esta frase como un mantra, en este momento hay que pensar otras cosas. Los días transcurren con normalidad en este hogar, “¿hogar?”, si, la “casa” es uno de los arquetipos más fuertes que encontramos, casi que al mismo nivel en el que está la madre o el héroe; desde una perspectiva histórica y cultural hemos buscado un lugar donde refugiarnos, sentirnos cómodos y seguros, un lugar donde guardar nuestras pertenencias (en el caso de mis escaladas, esa casa se convierte en una carpa), los seres humanos hemos establecido una relación especial con la palabra y la experiencia de lo que es una casa; una casa transformada en hogar como una metáfora para explicar cómo se debe "habitar" el cuerpo, las emociones, la mente y el alma con el fin de "mejorar las relaciones con uno 9


mismo, los demás, el mundo y hasta lo divino. Pienso en cómo “armonizarme”, armonizarse, equilibrarse y llegar a 'habitar' tal como hacen las personas conscientes e inteligentes al crear un lugar agradable donde vivir dentro y fuera de sí mismos, ¿cómo entender esto?

En el propio hogar es donde nos sentimos cómodos, acogidos y protegidos;, numerosos estudios antropológicos, psicológicos, y por supuesto arquitectónicos han mostrado la relación que existe entre personalidad y decoración, uso y disfrute de la propia casa en la que se habita; en este hábitat, habitan tres universos distintos que se encuentran y desencuentran en una simbiosis extraña pero armónica; cuando camino por la casa encuentro los rompecabezas de la mona perfectamente armados, como muestra de su paciencia extrema, estos invitan a abstraerse de la realidad perdiéndose en multiplicidad de colores y formas, hasta que das el siguiente paso y tu pie es atacado por un bloque, un trozo de m ader a o u n jug uete abandonado por ese otro habitante que no tiene noción del espacio, pero que es dueño de nuestro tiempo y te desarma con una sonrisa (la inocencia del ser humano en los primeros años de vida es algo que antes entendía desde la teoría y ahora lo vivo desde mi cotidianidad). ¡Mierda! todo este equipo de escalada tan bonito que se ve ahí colgado y organizado en ese mueble que yo mismo fabrique días antes de la cuarentena, pero así mismo odio verlo ahí, ese equipo debería estar usándose, debería estar teniendo vida en esas montañas de mi alma -“¡Mono, la otra semana cumple 40 años! ¿qué quiere hacer?”, vida hijueputa, cómo le explico que quiero celebrar mis 40 escalando con las personas que quiero, pero escalando (me amargo internamente por un rato porque muy chimbo uno cumplir 40 años encerrado, sobre todo entendiendo que 27 de esos 40 los he pasado escalando 10

montañas, mis montañas del alma), finalmente termino entendiendo que esto no es culpa de nadie y respondo: -“¡Cualquier cosa!”, tantas cosas que había planeado para ese día y ninguna va a pasar, ¿y eso importa? finalmente no, todas las personas a mi alrededor se encargan de hacer que ese día sea maravilloso (por dentro hay un sin-sabor que es apabullado por las muestras de cariño de tantas personas que dedicaron unos segundos de su vida para felicitarme) ese 22 de mayo, por primera vez todos mis “yo” están felices y en armonía, por primera vez en mi vida hay un momento diferente a mis momentos en las montañas, un momento en el que todos los seres que habito y me habitan, están en completa sincronía y puedo darle un significado real a la palabra felicidad. En estos espacios de reflexión he entendido muchas cosas, he llegado a comprender que mi cuarentena ha estado dentro de muchos privilegios: tener un techo, comida, conexión a Internet y otras cosas en un país tan desigual como el nuestro son un privilegio, también he entendido que cada quien ha “piloteado” el encierro a su manera (así a muchos no les parezca adecuada o aceptable), me he encontrado con que el consumo de alcohol y café ha aumentado considerablemente (algo para pensar desde mis hábitos de salud); los tombos son cada vez más hijueputas (tenía que decirlo) y lo más importante, y que resuena en mi cabeza constantemente es que he logrado comprender (de nuevo) el valor que tienen las pequeñas acciones que llevamos a cabo por las personas que queremos (y las que no queremos también), esas pequeñas acciones son primordiales para recordarles que existimos, que habitan en nosotros y habitamos en ellos... vale la pena recordarle al otro que existe y existimos gracias a él/ella; un chocolate, una comida, un saludo, una canción, un meme, cualquier cosa que le diga al otro ¡hey, estamos comiendo


mierda pero existimos, nos habitamos y unidos somos mucho más! Los últimos días (hoy es 31 de mayo) han sido bastante particulares, me estoy metiendo de lleno en un proyecto laboral, estoy ansioso por iniciar la construcción de un muro de escalada en casa (para Salvador Azul y para mi); han llegado buenas noticias desde Ibagué que han generado tranquilidad, al hablar con mi papá (otro de mis habitantes) lo vi por primera vez tranquilo y eso me genero una sensación de placer indescriptible… ¿qué va a pasar? no lo sé, nadie lo sabe, seguiré viviendo, seguiremos viviendo, por lo pronto continuaré habitando, habitando-me, habitando a otros, habitando a mi querida Bogotá que me ha amado como a otro de sus hijos, habitando mi amada Ibagué, habitando con todas las mujeres de mi vida, habitando con todos los hombres de mi vida, con mi cuerpo aquí y mi alma allá en mis queridas montañas.

Bogotá, Colombia, Sur América Bogotá, Mayo 31 de 2020. Luz Ayda Castro Triana Ecóloga Salvador Azul González Castro Kronos. Carlos Andrés González Saavedra Escalador.

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E

SOMOS ECOSISTEMA

l encuentro consigo misma siempre será una oportunidad de observarse a través de los propios diálogos históricos que nos habitan: la tierra donde nacimos, las ciudades en donde construimos espacios vitales, las personas con quienes la narración de la propia vida toma forma y se hace vinculante, los momentos que van sucediendo como fotogramas de una película con libreto pero sin post-producción. Todo ello, se agolpa en ese

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“espacio de encuentro consigo misma” marcado por la necesidad de pensar más allá de la vocación productiva que nos mantiene en la delgada línea entre la supervivencia y la esclavitud, y en cuyo latido se esconde la necesidad de un NOMBRE que dé forma al relato. Ese es el nombre del relato que persiste en mi mente cuando pienso en las cuestiones ambientales, científicas y sociales que dan vida a este habitar-se en tiempos de cuarentena.


derivada de la presión antropogénica que nuestro estilo de vida genera en los ecosistemas que habitamos. Problemas como la deforestación, la fragmentación de los hábitats, el comercio de especies exóticas y la pérdida de biodiversidad, potencian la interacción entre animales silvestres, animales domésticos o de producción y la especie humana exacerbando la importancia que las relaciones tienen para el equilibrio del ecosistema. Las relaciones en un contexto de explotación masiva, se convierten entonces en probable puente epidemiológico para que virus y bacterias que superviven en entornos específicos sobre ciertas especies, puedan ser transmisibles a otras y generar desequilibrios mayores al gran ecosistema que es la vida en la tierra.

Sin la evidencia científica que ofrezca una mirada retrospectiva al origen exacto de la pandemia, la hipótesis medioambiental cobra un papel protagónico para entretejer el relato que nos trae al habitar-se en tiempos de cuarentena. Se calcula que aparecen nuevas enfermedades infecciosas cada cuatro meses que ponen en riesgo la salud humana, el 75% de ellas provienen de la fuerte interacción entre animales y humanos (enfermedades zoonóticas)1. Una fuerte interacción

Desde la ecología de las enfermedades, algunas científicas como Selena Zárate (Sociedad mexicana de virología) y Luz Dary Acevedo (Wildlife Conservation Society Colombia), plantean cómo el calentamiento global, puntualmente, ha permitido la presencia de insectos –transmisores de dengue, malaria, chagas- en lugares o épocas del año en donde antes eran impensables. Así mismo, el análisis histórico sobre los efectos de la introducción de agroquímicos para la producción alimentaria, muestra que en solo diez años Brasil reportó un aumento del 100% en la cantidad de plagas con solo un incremento del 5% en la productividad.2 Ni qué decir del impacto asociado al uso de plaguicidas (carbamatos, órgano-fosforados o piretroides) en comunidades de abejas y aves que amenaza el sistema de polinizac i ó n g l o bal y con ello amenazan directament e la producción alimentaria del planeta3. Todo ello se entreteje para plantear múltiples hipótesis que puedan abordar un estudio sistemático de las relaciones ecosistémicas, para dimensionar la contribución de cada individuo y sociedad en las modificaciones que observamos en el entorno y que nos afectan directamente. Lo anterior, no s l l e v a a l r e l a t o inicial de pensarnos ECOSISTEMA, 15


tanto desde la perspectiva problematizante de entender la génesis de la pandemia como desde la perspectiva de solución necesaria para abordarnos como especie post-cuarentena.

Una lógica excluyente que se ha reforzado en discursos de “competencia del más fuerte” que develan profunda ignorancia sobre los procesos evolutivos de la vida en la tierra.

En un primer momento el concepto de ECOSISTEMA se planteó como una delimitación en un espacio físico de animales y plantas, que actúan y se relacionan unos con otros para generar escenarios con características definibles. Pero el análisis más detallado y la evolución natural del concepto junto con sus múltiples usos, ha derivado en una visión holística e integradora que se enfoca más en el conocimiento de las relaciones entre los elementos interactuantes, que en la naturaleza exacta de esos elementos; con ello “la idea de organización de la naturaleza en unidades espaciales se despoja de discusiones sobre su ocurrencia real o no para convertirse en unidades de análisis, síntesis y con alto poder de predicción”.4

Mientras que los discursos hegemónicos siguen hablando de maximizar el aprovechamiento del suelo para sembrar especies únicas (maíz, trigo, soya) con alto valor energético para “erradicar el hambre”; las realidades latinoamericanas muestran que nuestra alimentación proviene en un 70% de las huertas familiares y de pequeños productores quienes sólo requieren un 25% de los recursos empleados para llevar la totalidad de los alimentos a la mesa; al tiempo que utilizan entre nueve y más de cien veces la biodiversidad empleada por la cadena agroindustrial (variedades y especies de plantas, animales, peces y árboles).5

Es justamente desde esta perspectiva de unidad de análisis y síntesis que es necesario pensarnos como especie post-cuarentena, capaz de entendernos como un componente más dentro del ECOSISTEMA cuyas acciones predicen, y/o modifican la vida misma del planeta. Y re-aparece el relato propio de la vida que desde el pasado me entreteje como ECOSISTEMA para buscar las acciones colectivas que sostienen la esperanza de supervivencia, para buscar las relaciones humanas, conceptuales, espacio-temporales que me devuelven a todos los lugares vividos en donde siempre la interacción ha sido la clave para ahuyentar la soledad, fortalecer la organización comunitaria y reivindicar la biodiversidad como principal herramienta para la supervivencia. La supervivencia como especie, que emerge como preocupación central ligada a la discusión por el crecimiento poblacional y la necesidad de alimento para toda la población, parece plantear una disyuntiva e n tre ECOSISTEMA y humanidad. 16

Se evidencia entonces que no existe tal disyuntiva entre ECOSISTEMA y humanidad toda vez que histórica y evolutivamente, la especie humana ha co-evolucionado con su entorno y ha experimentado adaptaciones que potencian las relaciones simbióticas entre especies. Si bien la revolución agrícola en manos de las mujeres ancestrales cambió el paisaje y las cadenas alimentarias de la vida en la tierra hace más de doce mil años, los cambios paulatinos han permitido establecer nuevas asociaciones entre especies, manteniendo el equilibrio dinámico de los ECOSISTEMAS. La observación atenta y las formas organizativas ancestrales permitieron establecer sistemas de pensamiento complejo que reflejan la dinámica evolutiva de diferentes especies dentro de un ECOSISTEMA. Dichos sistemas de pensamiento han permanecido a través del tiempo enfrentando cuestionamientos de tipo epistemológico, práctico y hasta étnico, pero indudablemente constituyen en sí mismos una defensa de la BIODIVERSIDAD (ahora pensada también desde una perspectiva social, organizativa y filosófica) que fortalecen una visión ampliada del concepto de ECOSISTEMA, y que


se plantea en este escritocomo típica del pensamiento de los pueblos andinos ancestrales. Filósofos, sociólogos e intelectuales en general reconocen hoy la existencia del pensamiento latinoamericano como contraposición a una historia universal eurocéntrica, reivindicando la necesidad de la biodiversidad ecosistémica no sólo físico-natural sino también antropológica y epistemológica.

Dicho reconocimiento parte de entender que el pensamiento universal ha evolucionado desde la palabra escrita, pero también desde la tradición oral, las prácticas culturales, arquitectónicas, agrícolas, religiosas y simbólicas. La sabiduría de los pueblos ancestrales, hoy llamada filosofía o ecosofía andina y asociada al buen vivir, pone en el centro de su pensamiento no al hombre como especie superior, sino a las relaciones como axioma fundamental de la sabiduría andina: “Según este principio, la Naturaleza (pacha) es concebida como un organismo en el que cada parte está vinculada con todas las demás partes. Un cambio en una parte conlleva necesariamente un cambio correspondiente en las demás partes. Este principio, también conocido en las “teorías del caos” y de la “complejidad” como “efecto mariposa”, implica una concepción holística del universo, y además, como la relacionalidad es al mismo tiempo vitalidad.”6 Este nuevo paradigma implica también el valor de la alteridad (el otro/la otra), como punto de partida para la afirmación de la propia vida y la intersubjetividad como espacio de encuentro que permite la construcción de conceptos universales como producto del diálogo entre múltiples saberes y protagonistas. Teniendo en cuenta la defensa de la biodiversidad en el sostenimiento del ECOSISTEMA llama la atención el concepto de reciprocidad, concepto que reivindica que un recurso solo debe ser usado si se puede restituir; sin reciprocidad el equilibrio se rompe, y ello genera enfermedad y desastres para el mismo ECOSISTEMA y para todas las especies que lo componen. Se constituye así, en un principio rector para pensar el desarrollo y los límites permisibles de su explotación; la compatibilidad ecológica, social e intergeneracional pasa por entender que la vida tiene cualidades inconmensurables y que el desarrollo no se puede medir sólo con números. 17


Es necesario entonces decolonizar el pensamiento para superar el antropocentrismo y cuestionar las ideas de desarrollo y progreso, para cuestionar la propia vida y el sentido que le damos a nuestra existencia en la tierra. Es necesario instalar otros horizontes de pensamiento en el buen vivir que reivindiquen la biodiversidad de ECOSISTEMAS naturales, académicos, sociales, políticos y filosóficos en donde las relaciones tengan el papel protagónico y la reciprocidad sea un principio rector de nuestro habitar-nos en el mundo. Es necesario un enfoque de “UNA SALUD”, asumiendo que nuestra vida depende del equilibrio entre las múltiples especies que conforman el planeta, y reconociendo el valor de los servicios ecosistémicos generales que ofrecen los diferentes hábitats y especies del planeta. Es urgente que como ciudadanos/as podamos presionar a las personas que ejercen poder y toman decisiones, para que contribuyan a la mitigación de nuestro impacto ambiental con políticas públicas pensadas en el cuidado de la biodiversidad y en la disminución de la presión sobre los ecosistemas. Pero también es urgente, que como seres humanos aprendamos a vivir desde otros paradigmas, a consumir desde otras urgencias, a respetar las relaciones del ECOSISTEMA desde otras prioridades y en definitiva a habitar el planeta desde el respeto por la biodiversidad natural, social, académica, política, filosófica, epistemológica y antropológica. María del Pilar Guauque Torres Socorro- Santander

1 UNEP. Frontiers 2016 report. Emerging Issues of Environmental Concern. Consultado 02 Junio 2020. Disponible en: https://wedocs.unep.org/bitstream/handle/20.500.11822/7664/Frontiers_2016. pdf?sequence=1&isAllowed=y 2Ceccon, Eliane. 2008. La revolución verde: tragedia en dos actos. Ciencias. Nº91, Jul-Sep. pp. 20-29. Consultado 02 Junio 2020. Disponible en: https://www.revistaciencias.unam.mx/en/44-revistas/ revista-ciencias-91/235-la-revolucion-verde-tragedia-en-dos-actos.html

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3 Mineau, Pierre 2014. Conferencia titulada “Tres décadas de evaluación de riesgo de plaguicidas: Las aves, las abejas y otros impactos de la agricultura moderna” en la ciudad de Buenos Aires, organizada por INTA y SENASA. Consultado 02 Junio 2020. Disponible en: https://inta.gob.ar/videos/video-del-seminario-plaguicidas-impacto-en-la-biodiversidad-y-en-la-agricultura-moderna/view 4 Armenteras, D., González, T.M., Vergara, L.K., Luque, F.J., Rodríguez, N. y Bonilla, M.A. Revisión del concepto de ecosistema como “unidad de la naturaleza” 80 años después de su formulación. Ecosistemas. 2016; 25(1): 83-89. [Fecha de Consulta 3 de Junio de 2020]. ISSN: 1132-6344. Disponible en: https://www. revistaecosistemas.net/index.php/ecosistemas/article/view/1110 5 Grupo de Acción sobre Erosión, Tecnología y Concentración. ¿Quien nos alimentara? La red campesina alimentaria o la cadena agroindustrial 3ª Edición 2017. [Fecha de Consulta 3 de Junio de 2020]. ISSN: 1132-6344. Disponible en: http://www.etcgroup. org/sites/www.etcgroup.org/files/files/etc-quiennosalimentara-2017-es.pdf 6 Estermann. J. Ecosofía andina: Un paradigma alternativo de convivencia cósmica y de Vivir Bien. FAIA. VOL. II. N°IX-X. AÑO 2013.

S Eco m o Sistema


4º 28´33” Lat N, 75º 16´28” Lon Occ

E

s un buen momento para escribir, hace un poco más de dos meses según mis cuentas estamos en cuarentena en Ibagué (nunca he sido bueno con las fechas). Aquí la circulación ha sido bastante restringida, un pico y placa para los carros y un pico y cédula para las personas; me dejaron el día martes en la mañana como única opción para salir de mi casa. El vértigo de la vida: lo que ayer era impensable hoy es lo cotidiano. Este es un buen momento para escribir porque hace un par de días cumplí 45 años ¡bien vividos!, que han dejado huellas sin duda, no solo en la piel, o escritas en cualquier libreta de evento académico, sino inscritas en mi actuar y mi sentir. Esto no es cualquier tontería, se trata a mi juicio de la posibilidad de encontrarle sentido a lo que hacemos todos los días. Es una lucha titánica el intento por no sucumbir a rutinas sin sentido, aprovecho esos momento de conexión con lo que soy, para crear sentido cósmico de conexión con la vida, de la expresión de mi ser senti-pensante, sintiendo cómo me roza la felicidad, -eso le da sentido a todo-. Los días pasan hermosos, a veces me encuentro fantaseando en exóticos sueños de países de cucaña, acostado boca arriba, medio arropado y muy tibio, sintiendo el olor de una hermosa mujer que me enreda en su cabello; estoy enamorado de ella, a su lado todo es más bonito, me da sin quitarme, me hace sentir amado.

Mis ojos miran justo en frente, contemplo un exuberante bosque de eucalipto y el sonido de no sé cuántas aves y el río Combeima chocando cañón abajo. Eso, junto a millones de pequeños fragmentos de una fantasía tan delicada , íntima, nos ha permitido experimentar una conexión extraña entre nosotros, conmigo mismo y con mi entorno; una suerte de nuevos diálogos con el espacio, con el territorio. Claro, ahora logro entender un poco más el sonido del río ¿qué está pasando con la tierra? logré leer lo que dicen, entiendo algo de lo que comunican; como cuando las arañas, alacranes, cucarachas y cucarrones empiezan a salir de la tierra corriendo, en ese momento sabemos que se acercan unos cuantos millones de hormigas buscando un nuevo lugar, migrando y llevándose todo a su paso; arrasan y sabemos que es el momento de enfrentarnos a eso y lo hacemos de manera seria.

La felicidad me da por la quietud, así la logro sentir más cierta.

¿Qué será lo que me pasa? cuando realmente intento observarme -ustedes sabenser consciente de mí mismo, de mi cuerpo, 19


de lo que siento; hago uno de esos ejercicios que recordé viendo “The Midnight Gospel”, intento estar presente, conectado diría yo, pero lo que obtengo es distinto. No sé qué pasa, tanta tensión, soy consciente de la presión que hace mi mandíbula, los músculos recogidos de mi espalda, un gran peso y una especie de vacío en el estómago, un pequeño cortocircuito a la altura de los riñones, algo que me inquieta, que no resulta coherente con mi inmediata realidad material y la belleza natural de mi vida cotidiana. Con mi hija Juanita la conexión es visceral y trascendente, literalmente, es tan profunda que me deja comprender de manera clara lo que significa “amar te duele”. Es algo que no intentaría describir, es mi hija, ¿me entienden?, no puedo explicar la manera en la que la amo; estaré allí para ella sin ninguna condición. Juanita crece como artista, está hermosa y rebelde como siempre, es mi hija, me llena de orgullo; hace ya casi un año que no está en el país, pero a pesar de la distancia hemos reconocido que ha valido la pena alejarse para estar más unidos, para volver a encontrarnos. Hace 6 años murió mi hijo Santiago, ya tendría 21 RESPIRO no hay nada que pueda decir... Ver crecer las plantas, sentir el olor de la Ocimum basilicum (albahaca), del Cestrum nocturnum (caballero de la noche) y las flores de aquí y de allá que hemos sembrado es una vaina bella; tenemos tardes de un intenso color sepia y otras de un violeta que hace ver la tierra del color del jugo de mora en leche. Aquí hay dos gatos: Hakuna e Índigo, en verdad le dan a este lugar plasticidad, movimiento, se mueven como nuestras vidas, los miramos mucho y nos comunicamos permanentemente; son tan parecidos a nosotros que a veces asusta, casi que nos podemos ver en ellos, nos reímos cuando nos muestran lo que somos, hacemos chistes 20

con eso, los bañamos cada 6 meses, y creo que viven mejor que la inmensa mayoría de seres vivos que han pasado por este planeta, a sus anchas, lo tienen todo, lo saben, nos lo exigen. Obedecemos. Es una especie de sumisión voluntaria. Mi trabajo ahora es otra cosa, las miles de frases que escuchaba en 14 horas de clase por día se han convertido en incontables mensajes de Whatsaap; las señales que leía en los ojos de los estudiantes, su atención, gestos, sonidos y silencios se conviertieron en una pared de fondo negro con círculos de colores y una letra mayúscula en el medio: D, F, B. ¡Ya no sé a quién tengo enfrente, ni siquiera sé si está ahí! Continúo con mi discurso pero ahora me toca imaginarlo todo, le hablo a mi compu que pasó de ser esa cosa que guardaba por meses sin usar a lo que tengo en frente muchas horas por día. Eso distrae y aburre mucho, no poder interactuar -interactuar es mi fuerte-, me quitaron una herramienta primordial. Ya llevo años de ser profe, ahora mi discurso es más claro y directo, ya no me sirvo de eufemismos, donde hablo mi discurso es abiertamente subversivo, transformador desde mi punto de vista; lo afianzo y considero que gran parte de nuestra energía mental y muscular debería estar decididamente dedicada a intentar transformar o rediseñar el sistema de pensamiento obsoleto e inviable que se impone como hegemónico a través de la fuerza y la desgracia de millones de seres humanos y ecosistemas invaluables. No me quejo la verdad, hasta ahora la cuarentena para mí es una especie de simulación del año sabático que mis condiciones laborales me niegan; dar clase con una bebida caliente en mi mano, mientras continúo respirando desde la silla de guadua que me hizo don Aladino, mi papá. Desde aquí mi mirada interactúa con el visor de la pantalla, con los ojos de mi amante y camarada que pasa detrás del pc y el deslumbrante atardecer en medio del bosque y las montañas, eso no lo quiero cambiar.


Cuando mi madre viene a visitarme a este lugar la siento respirar mejor, se siente muy feliz de saberme aún vivo habiéndome pensado tantas veces muerto; aprender a vivir bonito es una forma de agradecimiento por tanto cuidado, eso ha hecho muy feliz a mi familia. Desde aquí el mundo se ve bonito les cuento, eso sí, cuando salgo para Ibagué ese hermosísimo recorrido que hay de la casa a la ciudad se ha convertido en una terapia d e c h o q u e ; l a s b a n d e r a s r o jas anuncian hambre, y para los que sabemos qué es tenerla, nos revuelcan las tripas y nos e nc oge el cuerpo, nos llena de dolor. Lo peor que siento en este momento con relación a la pandemia es la incertidumbre, nunca me había sentido tan perdido con relación a lo que realmente puede estar sucediendo en el globo, siento como si pusieran frente a

mi un pequeño pedazo de realidad y no me permitieran ver qué sucede al otro lado. Ando perdido pero eso no me asusta, estoy disfrutando esta sensación que me motiva a hacer de mi vida y mis días algo que valga la pena. Esta cabaña se ha convertido en uno de mis proyectos de vida, construir es muy significativo, aprender a hacer tu casa, conocerla desde los cimientos es como conocer algo que crece dentro de ti y darle vida es un parto; es una construcción que requiere todo de nosotros, atención, fuerza, trabajo, recursos, etc. Es un trabajo cooperativo, la fuerza y conocimientos de nuestros padres lo hicieron posible, sin ellos nada, ni una pared, con ellos todo, la casa donde vivimos, nuestras primeras semillas y plantas aromáticas y curativas para preparar el alcohol para esa espalda tensa, para las bebidas calientes, el momento de pausa, y para el encuentro con la otredad. 21


Hemos comido tomates nacidos de este pedazo de tierra, este pequeño trozo de tierra que a veces celebro con un grito, como si le hubiéramos podido arrancar un pedacito pa´ nosotros a los monstruosos criminales acumuladores de tierra de este país. Es un grito conjunto, lo siento compartido y lo comparto con ustedes, no me como el cuento de que la tierra tiene dueño, así que solo estaré aquí de paso, esto es de muchos, de todos los que lo quieran disfrutar, de mi familia y amigos que lo disfrutarán y de los que ya lo han disfrutado. Cuando vengan vamos al río, hacemos asado (el mio veg) y nos ponemos felices, jajaj nos abrazamos, y escuchamos música mientras bailamos al lado de la fogata, comemos y tomamos. Cuando vengan celebramos la vida muchachos. Tuuuuuu, Tuuuuuuu, Tuuuuuu W: Hola Mafesilla, ¿cómo estás? M: Bien Walli y ¿tú? W: Bien Mafe, aunque un poco preocupado... precisamente para eso te llamaba, ¿tienes el teléfono de José Luís?, necesito saber qué hago con una situación. (bajo la voz y miro de reojo) W: En el bosque, en el patio de mi casa acostados en las hamacas hay tres manes con camuflado y fusil. Nunca habíamos visto eso por acá, yo creo que son del ejército pero... NO SÉ. Walter Cataño Ibagué, Tres esquinas/Junio/2020

S

e traslada sigiloso sin prisa ni demora. Entre saludo y suspiro va el mandamás de corona.

Atemoriza los trinos y el pánico huele, calor de piel es peligro y encerrarse duele. Soy cuerpo de tiempo y tierra que por magia se mueve, máquina de orgánica estructura que siente y muere. Incomprendido como mi especie, tú. Invisible contra la vida, asesino de mundo, como nosotros, tú.

Julio 27 – 2020- Santiago de Chile Manuel García Barreto

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Narrar-se en tiempos de pandemia

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os seres humanos tenemos la capacidad de narrar aquello que nos ocurre, aquello que nos interpela, aquello que sentimos y que hemos dotado de sentido. Así pues, en momentos como este y como seres sensibles que somos es innegable que la situación del COVID que transformó radicalmente la vida en el planeta, nos afecta a nivel político, económico y social, pero también a nivel psíquico y emocional.

“La vida tiene que ver con la narración” Ricoeur En ocasiones me abruma la impotencia que se suaviza con un consuelo que me alienta y ¿qué es lo que puedo hacer desde los escenarios en los cuales tengo incidencia? una reflexión o una conversación tal vez.

Narrar es una posibilidad de conjurar la magnitud de lo vivido en esta época, tal vez al hacerlo logramos un grado de compresión o por lo menos de desahogo ante la abrumadora realidad. Transitamos por múlt iples emociones: la alegría de estar bien en medio de la crisis contrasta con la tristeza al percibir la desigualdad y el nivel de injusticia, ya que más allá del virus, se han develado grandes problemáticas en la sociedad. Duele ver la inequidad a pesar de vivir en una democracia el Estado no asume los mínimos vitales y las garantías en los derechos en general y en particular; los derechos a la salud y la educación -que para este modelo terminan siendo servicios-, no son prioritarios y la inversión es mínima, limitando así el acceso y la calidad. Es doloroso ver que quienes sufren son los que menos tienen; si bien el virus es plural y a todos puede afectar, el sistema no lo es y solo puede atender a algunos cuantos. Las emociones oscilan entonces y se transforman, el dolor se transforma en rabia pero más allá de una ira paralizadora emerge la indignación al percibir las dinámicas de corrupción y las decisiones políticas carentes del reconocimiento del contexto y de la realidad de las poblaciones. 23


Este relato da cuenta de mi sentir, de las emociones y reflexiones que me transitan en este momento de vida; debo decir que como maestra es un aliciente sentir que uno puede aportar en algo, aunque debo confesar que mis emociones fluctúan y en ocasiones me angustio y dudo, pues continuar con los procesos pedagógicos desde la virtualidad es complejo. Para todos es algo nuevo, tanto para los estudiantes como para los maestros y directivos, y en el campo de la educación son evidentes las grandes dificultades de acceso y la gran brecha social. Me muevo entre la indignación y la esperanza. Para mí todo esto ha sido un aprendizaje, ha implicado una revaloración de lo metodológico y una revisión de las prioridades en términos de los contenidos. Considero que la educación tiene un deber político y en este sentido intento que cada escenario de clase se constituya en una oportunidad para reflexionar sobre aquello que nos ocurre, sobre las dinámicas sociales y políticas, pero

también espero que cada ejercicio educativo aporte en alguna medida a la comprensión de nosotros mismos y de nuestra realidad en momentos de crisis. Otro elemento que me parece complejo es la falta de libertad, si bien uno decide quedarse en casa al comprender el nivel del riesgo de contagio, es complicado permanecer la mayor parte del tiempo frente a una pantalla de computador o frente al teléfono (que se descarga constantemente por el uso). Creo que nunca en mi vida había hablado tanto por teléfono o había enviado y recibido tantos WhatsApp con la esperanza de establecer una comunicación que parece frágil. Quizá podría establecer un horario de trabajo y atención pero al conocer la realidad de mis estudiantes no me puedo negar a atender a su llamada en el momento que ellos pueden comunicarse. Confieso que me alegra cuando me dicen que entendieron la actividad o cuando plantean una perspectiva crítica frente a lo que se les plantea.


Entender el contexto de la ruralidad implica reconocer la importancia de la población campesina en la soberanía alimentaria de la nación, pero también implica ser consciente de su dificultades de acceso a la conectividad y a las herramientas digitales, por lo tanto intento conciliar estas dificultades con el derecho que tienen los niños al acceso a la educación, y la responsabilidad que como docente tengo en su formación integral, así sea a través de una llamada o un mensaje de WhatsApp que propicien el diálogo y la interacción. En esta cuarentena he tenido la oportunidad de trabajar en dos lugares distintos con estudiantes de secundaria de la zona rural que tienen dificultades de acceso a la virtualidad. En Isnos (Huila), tras cinco años aportando a la construcción de cultura de paz desde lo pedagógico y artístico, la pandemia y la posterior virtualidad nos distanciaron y se interpusieron en el proceso.

Después un traslado docente para comenzar en Quimbaya (Quindío) un ejercicio educativo a través de herramientas virtuales; aprendí a conocer a los estudiantes por la foto,la voz y en la medida que los leo. Mis clases presenciales se caracterizaban por la conversación, el debate, incluso la lúdica y el movimiento, pero en este momento con las circunstancias actuales me siento satisfecha con un diálogo agradable. Soy consciente de las limitaciones de este tipo de educación, quizá no alcancemos a brindar todos los contenidos curriculares, pero esta preocupación pasa a un segundo plano porque lo más importante es acompañarlos en estos momentos de crisis. Creo que todos estamos aprendiendo algo, tal vez no sean los contenidos del área específica, pero sí como seres humanos, estamos aprendiendo a movernos en la incertidumbre a tomar decisiones en contextos de crisis, a fortalecer nuestra autoestima y nuestro autocuidado. No se trata de ser conformista pero ya que esta es la realidad que tenemos, debemos buscar alternativas que permitan continuar aportando a la formación integral de nuestros estudiantes y propiciar el bienestar propio para así transmitirlo a quienes escuchan nuestro relato de existencia. Narrar aquello que sentimos y que nos ocurre vislumbra rutas de compresión que operan como bálsamo para continuar el recorrido de la vida.

Marcela Peña Castellanos. Armenia/Quindío


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Cuarentena Cuaren

l 31 de diciembre de 2019 mientras sonaban las explosiones y los gritos extáticos de las doce, miraba el escenario como enajenado de mi. La certeza de la finitud del momento trajo consigo la comprensión de la fragilidad; alcanzas la brecha del conservador, caminas por su cornisa, no quieres que cambien las cosas, estás así bien, comienzas a tener miedo a perder y te aterras de ello. Hacía poco tiempo había muerto mi perra – Poulette- y unos días antes me habían preguntado si tenía una foto de mis cercanas con ella.- “No sé”, respondí quedando con la duda, -“debería tomar una que guarde este momento porque en cualquier instante las cosas van a cambiar”, respondí afirmativamente y tomé la foto días después. Una foto que aunque es reciente quedó en tonalidad amarilla dando una sensación de antigüedad, como volviendo al presente pasado en una sola obturación. Poco tiempo después los primeros días de la crisis en Italia y España fueron referente avizor, y yo lleno de por si acasos comencé a preparar el escenario para un encierro,

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llené de gasolina el tanque y aguardé el inicio de la inminente cuarentena. Hubo que reorganizar el espacio físico en el hogar, necesitábamos un lugar privado para poder trabajar; sacamos la cama al estudio, metimos el escritorio al cuarto y acomodamos todo para permitirnos mantener las actividades de nuestra cotidianidad. Menos mal teníamos suficientes pantallas para funcionar en paralelo, cada persona en su pantalla recibiendo de ella lo que necesitaba conocer del mundo exterior, la idea de la libertad se veía circunscrita a la navegación online; las noticias fueron tornando en colores, las emociones producidas por la situación externa llenaban de incertidumbre. Aparecieron cargas emocionales de la cotidianidad que no habían sido reflexionadas, pensar en qué hacer de almuerzo era una carga que aguardaba imperceptible junto con otras tantas; se hizo necesario establecer un sistema para democratizar efectivamente las labores de cuidado históricamente concentradas en las mujeres, hacer explícitas la totalidad de las tareas, y de allí asumir responsabilidades individuales y colectivas, esto para garantizar una carga justa de labores, tiempo colectivo, tiempo individual de formación-laburo y lo más importante, tiempo individual de ocio. El ocio es el cultivo a cuidar para alimentar la creatividad, darle espacio es garantizar el respiro del alma. Pasaron los días y la pantalla empezó a ser visible, ya estábamos encerradas en ella antes del COVID por lo cual temíamos más al cambio que a la virtualidad; fue inevitable, la pantalla era la posibilidad única de interacción con la otredad externa a la vivienda. Desde la pantalla comenzamos a ser exclusivamente espectadores del mundo, a calificar lo que nos gusta y lo que no, a aprobar y desaprobar, y caímos ciegamente en la ilusión de permitirnos sentir que al transmitir desde nuestra reclusión estábamos expresando nuestra individualidad.

¡Qué ingenuidad! Las plataformas de transmisión son contadas con los dedos de las manos y no tenemos el acceso a la decisión de lo que vemos y lo que no, le denominamos al nuevo gran hermano con el eufemismo de ‘algoritmo’ y con ello nos encerramos en un corral de datos en los que somos ordeñados como ganado, explotados como gallinas para quienes consumen nuestros contenidos, pero de alguna manera permanecemos convencidos de que estamos allí por ‘decisión libre’. Todos nuestros datos privados expuestos allí, toda nuestra intimidad codificada para ser leída por quienes buscan garantizar nuestro consumo, por quienes venden lo que compramos y usan nuestro esfuerzo, tiempo, pensamiento para fabricarlo y/o transportarlo hasta el consumidor, por quienes controlan nuestro comportamiento. Mientras tanto nosotras incólumes viendo pasar el tiempo frente a la pantalla sustentando la perversa idea impuesta de “There Is No Alternative – TINA”, eje principal de la maldad líquida que definió Bauman y que significa en palabras de Donskis, que el mal se mueve entre nosotros disfrazado de una presunta ausencia de alternativas, y a mi parecer es precisamente esa forzada convivencia con la desesperanza inadvertida la que nos sostiene inmóviles, la que nos impide articularnos, la que nos aísla. Romper ese maleficio requiere de la desobediente reflexión, del encuentro de los cuerpos, del ocio colectivo, de la creatividad, de la empatía, de la indignación; puede entenderse ello como la construcción de la esperanza colectiva. De igual manera, todos los días hay que preparar los desayunos, organizar la cocina, lavar loza, escoger, meter a la lavadora, sacar, tender, descolgar y guardar la ropa, guardar loza, pensar qué hacer de almuerzo. Juro que nos despertamos algunas mañanas con el sonido del cambio de la hora y “i’ve got you babe” de Sonny & Cher; pantalla en la primera 27


imagen y en la última imagen de cada día, era la rutina copando el trasegar del día y de la noche, sin tener una utopía de horizonte. En los peores momentos, en los que más depresión sentí, pensé que iba a terminar todo el encierro e íbamos a volver a salir a un mundo exactamente igual al anterior, con todas las personas aferradas a esa normalidad y anhelantes de vivir el resto de sus días así: Y me aterroricé. Levanté mi cabeza y vi que no era el único con miedo. Tuve también la certeza de la existencia de personas construyendo puentes, tejiendo a pesar del miedo en los tiempos de aislamiento, y compartiendo el anhelo colectivo de cambiar de rumbo. Esta vez sin que nadie me dijera - ya sin Poulette- tomé una foto, me aseguré de que tuviese una tonalidad amarilla para que pareciese antigua, aunque fuese reciente, procurando hacer pasado este presente con una sola obturación.

José Luis Ruiz V. Ibagué Julio 02 / 2020

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Sociedad es igualdad

erseguidos por la muerte: estupor, quietud, silencio. Un virus esparciéndose entre las partículas del viento, días que se escurren como el agua entre los cerros. Cicatrices en la tierra, memorias de agonía, por donde hubo ríos solo hay sequía, vestigios del saqueo, huellas sin firma, anonimato feliz: tecnocracia en repartija. Se han apropiado del agua como lo intentan con nuestras vidas. Llueve intensamente en el mágico sur austral, y no dejo de pensar en esta inhumanidad: unos pocos con tres casas, calefacción y caviar mientras miles a la intemperie soportan la tempestad. ¡Cuánta mierda en este mundo! ¿Cómo lo podemos soportar? Sociedad de cinismo, tristeza y desigualdad. Julio 27- 2020 Santiago de Chile Melina Lasso Lozano

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HABITAR-SE UNA MISMA

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ensar sobre las formas de habitar-se en lo vivido en este tiempo de pandemia, es la posibilidad de recodificar nuevas y viejas ideas, en un escenario de incertidumbre y cambio muy cercano a las imágenes distópicas que los relatos de ciencia ficción me han brindado, como “El cuento de la criada”; imágenes que hoy siento muy cercanas. Indagando sobre la palabra: “habitar”, va más allá de permanecer en una morada y trasciende el sentido implícito de construir y para ello destruir. En sentido transitivo el “habitarse” habla acerca del ser, del habitus o del cultivo de uno mismo que representó desde el siglo XVIII la idea de cultura.

EL SIMULACRO: VIRTUALIZACIÓN DE LA VIDA COTIDIANA Es desde el plano de las emociones donde toma forma la experiencia de la cuarentena, la experiencia de la angustia de intentar llegar de una ciudad a otra para vivir desde el propio hábitat el confinamiento, la experiencia de la sororidad de las mujeres que me sostuvieron en Mocoa en un gesto de compartir extendido, gesto que me permitió ser a pesar de estar lejos de mi casa; la experiencia de la fuerza esperanzadora que brinda el amor familiar, la alegría y empatía de los y las amigas, la rabia de ver explícita la cartografía de la desigualdad y la deshumanización -claramente anunciada en el sistema de salud por los fracasos del capitalismo-, la experiencia de la solidaridad de muchos y muchas en torno a las problemáticas evidentes del hambre y de las necesidades de protección básicas, de la indignación por el brutal aumento de las violencias basadas en género en todo el mundo a causa del confinamiento; y finalmente del temor, porque creo que sobre esta emoción se edificó el mayor escudo de domi-

nación para definir el actuar de nuestros días, amplificado por los inescrupulosos medios de comunicación de masa. En ese tejido de sentires y razonamientos aparece la gran red, con una oferta derrochadora de virtualidad y con una promesa extendida para el control de las libertades. Tenemos el destino puesto sobre celulares, tabletas y computadoras; nos piden aislamiento y nos ofrecen vínculos y relaciones virtuales. Hemos sido forzados al cambio en nuestras dinámicas personales, laborales, académicas y de intercambios comerciales; una adaptación tecnológica a patadas, adaptación que desde la brecha digital evidencia claramente las desigualdades en un país aún en deuda con el proyecto de modernización. Para La Silla Vacía todavía hay 7 millones de hogares y al menos 15 millones de personas a las que hablarles de trabajo o educación desde sus casas por medio de internet no tiene ningún sentido práctico, pues no tienen acceso.


Por otro lado, salieron a flote los dolores del cuerpo por las extensas jornadas frente al computador y teléfono, los abusos del teletrabajo para quienes tenemos que agradecer que al menos tenemos uno. Pienso en mi mamá, una maestra a punto de jubilarse del magisterio y sus estudiantes, niños y niñas de primero de primaria, habitantes de barrios con muchas precariedades económicas, de acceso a la educación y las tecnologías de la comunicación. Ninguna de las partes dominaba el lenguaje del aprendizaje virtual, nunca habían tenido un simulacro, los sistemas de educación demostraron no tener un plan B para hacer frente a la pandemia, hoy ellos -mi madre, los niños y las niñas, sus acudienteshacen sus mejores esfuerzos, sin soluciones estructurales desde el gobierno. Rescato dos expresiones gratificantes frente a los usos y accesos a internet para seguir validando en la pos-pandemia: la primera ligada al inicio del derrocamiento (ojalá) de las estructuras organizacionales burocráticas clásicas que veían en las formas de trabajo no presencial una amenaza; y la segunda relacionada con la liberación de contenidos culturales como forma de democratización para la educación y el entretenimiento, de una ciudadanía digital capaz de construirse con mejores posibilidades frente a las expresiones del arte y las industrias culturales.

CO Y ECO CUIDADO Me he encontrado con mi lado más orgánico; alineando saberes con el legado de mis ancestras, descubriendo el poder de curandera y chamana que la historia de occidente nos ha ocultado a partir de la negación de nuestros cuerpos. Por ello asumí como tarea acercarme desde al poder de las plantas para encontrar en el eucalipto, el orégano y la albahaca una barrera viral, en la cúrcuma y el jengibre el escudo inmunológico, y en la manzanilla, toronjil y lavanda el poder sanador calmante. 32

También ha sido la posibilidad de profundizar en la intuición culinaria, acercándome a los saberes (poco conocidos) de la cocina prehispánica, de reconocerme como mestiza en un profundo desconocimiento colonial de mis historia alimenticia, pero profundamente cercana por los gustos y preferencias: amar aún más al ají, tomate, la papa, papaya, el maíz, las arepas, la piña, la maracuyá y su flor, por dar solo unos ejemplos. Y esto que parece un privilegio burgués hippie, es para mi una afirmación política que encuentra en el auto y co-cuidado una herramienta para abrazarnos desde la sororidad en épocas de pandemias. Encuentro en la palabra “apañar” un mantra para conjurar en estos tiempos para abrigarnos, para recogernos, acicalarnos, para recodificar tanta obstinada racionalidad y reparar los daños que nos hemos causado y que le hemos causado al planeta. La verdad es que a pesar de todo este cambio de paradigmas, de rupturas y de distopías televisadas en directo, ¿quién quiere volver a la normalidad cuando sabemos que la normalidad es el problema? Se dibuja con alegría la posibilidad de construir mundos posibles desde las Epistemologías del sur, del diálogo de los saberes ancestrales y cientificistas que no se basen en el antropocentrismo y que indaguen sobre lo más profundo del patriarcado y el colonialismo, para erradicar las opresiones y las injusticias raciales, étnicas, de género y de clase. María Fernanda Botero Castaño Armenia (Quindío) Junio 18 /2020


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PANDEMIA EN TIEMPOS DE GALERA

Qué cómo ha sido el habitarse en el confinamiento que supone la cuarentena? Me permitiré responder a esta pregunta comenzando con una anécdota personal tan particular como la pandemia, parece un hecho salido de una película absurda donde el personaje principal pierde un vuelo y su vida cambia. Esto me sucedió: hace ocho meses pisé suelo brasilero esperando hacer un lindo viaje con festival incluido y todo; y como cualquier persona quería llegar a presumir de mi visita a un lugar exótico. Todo sucedía como lo había planeado hasta que al llegar al aeropuerto me enteré de que habían cancelado mi vuelo de regreso a Colombia. Con 25 centavos de real y 30% de carga en mi móvil, la angustia se hizo inminente, un momento de placer se convirtió en un abismo oscuro e infranqueable. Y sí, por cuestiones del destino terminé viviendo en Río de Janeiro Capital, la famosa y exótica referencia de Brasil resultó ser un lugar costero muy parecido a Cartagena un devaneo de sabor, calor, anarquía y pieles morenas; en esta sinverguenzura tercermundista –como me place llamarl a Río de Janeirome fui quedando entre malabaristas y viajeros. Mi vida viró de la tranquilidad de una casa de familia al agite diario de compartir con multitudes; de un trabajo con vacaciones, prestaciones, informes, aulas y oficinas, a la calle, a los semáforos y las esquinas llenas de ruido, aglomeraciones, funkie, carnavales y danza entonces llegó la pandemia. La primera semana, entre las noticias de la Globo y el pánico colectivo había incertidumbre, luego todo se disolvió. La cuarentena resultó en vacaciones para el carioca de a pie,

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entre el BRT (sistema integrado de transporte trans carioca), los bailes funkie, el semáforo pagando los asados del fin de semana que pululan por las calles de la Cidade, las bocas (ollas) y los supermercados a reventar por causa del pánico, en Rio ha habido de todo menos confinamiento y bioseguridad, Rio sigue siendo la misma solo que con menos actividad comercial y las agendas anuales en espera. Las aglomeraciones son inevitables en todo este caos que ha sido cambiar el estilo de vida en Brasil, en lo que menos piensa una es en bioseguridad, aquí los ojos están pues-


tos en la moneda diaria, en el troco, en el mangueo o el ganar ganar;se buscan aglomeraciones de g e n t e p o r q u e a h í e s t á e l d i n e r o d e l “artista” de rua y también la competencia, esta competencia irónicamente es en realidad el chirri, el vendedor ambulante, los mendigos y los artesanos. Uno empieza a pensarse y ¡repensarse! ¿qué es el arte?, ¿lo que estudié de qué me sirve ahora?, y ¿dónde quedaron todas las horas construidas en torno al qué hacer y la búsqueda de reconocimiento dentro de ese pequeño status quo? ¡Claro que te reinventas! tienes mucho tiempo para pensar-porque lo manejas tú-, tienes que aprender a sumergirte en ti mismo, ya que al contrario de lo que le sucede hoy en día a casi todo el mundo, siempre estas acompañada de muchas, de galera de personas. Entre las añoranzas y la meditación interior para poder vivir en comunidad, ignoras lo que en ti está mutando, es en este punto

donde una desea intimidad para escuchar su voz interior. Aprendes a aprovechar esos pequeños respiros donde estás sola de verdad, porque entre ires, venires y azares del día estas casi todo el tiempo de cuerpo presente; Instagram, Facebook y demás redes sociales pierden importancia, bien sea porque no tienes tiempo o porque es difícil acceder a ellas “que si no tienes teléfono, que si el internet es muy caro, que si no hay señal”, para la muestra un botón, hoy 6 de junio voy a enviar este escrito cuya petición había hecho mi querida María Fernanda Botero con fecha de 17 de mayo. Parece increíble que en tiempos de virtualidad yo esté 90% del tiempo en tercera dimensión, aún más sabiendo que las exploraciones sobre el cuerpo y la escena han trascendido de lo material a un todo sin límites, es imposible escapar a este estado líquido e

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inmaterial que oferta un mundo de posibilidades, múltiples realidades, múltiples sensorialidades que me traen algunas tensiones como también me reafirman verdades, porque tal como en “Esperando a Godot” la pandemia a Río nunca llegó.

¿Un cuerpo para qué? En un punto donde no existen límites ni intimidades, el cuerpo expiado, desencarnado y replicado en esta múltiples realidades debe cambiar la concepción de arte, no queda otra que descubrir nuevas rutas, reinventarse desde la presencia material e inmaterial pero al fin y al cabo presencia. ¿Soy artista? aún sigo preguntándome, en este tiempo donde salí de la red para insertarme en la calle, ¿vale la pena apostarle a la virtualidad del cuerpo cuando el aquí de carne y hueso siente sed, hambre, frío? Durante estos meses la vida me ha puesto en un duro predicamento, cada vez que me encuentro un compañero en el semáforo, quien sin dudar se atreve a afirmar que es artista, me pregunto, cuándo mi profesión quedó reducidadel esplendor de los teatros y las plataformas virtuales, a la batalla diaria por la moneda; en vez de ser la maestra soy la estudiante aleccionada por una leyenda en el semáforo o un ladrón que dejó de serlo en su país para convertirse en artista de rua. Los egos caen, la oruga se transforma en mariposa y con o sin cuarentena te ves obligado a cambiar y no porque estés confinado, es porque la vida es aquí y ahora, la oportunidad no se da dos veces y el camarón que se duerme no come ni se viste. A mis treinta y cinco años, a las puertas de ser una cuarentenians, la vida me puso a mirar atrás para poder dar pasos hacia adelante, a reinventarse para poder simplemente sobrevivir en el aquí y el ahora.

Alexandra Mora Montes Río de Janeiro- Julio12/2020

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CÁPSULA A NINGUNA PARTE La sensación de misterio. Esta impresión, que se instaló como un rayo en nuestro fuero interno, lo impregnaba todo: nuestras conversaciones, nuestras acciones, nuestros temores, y marchaba tras los pasos de los acontecimientos. Era un suceso que más bien se parecía a un monstruo. En todos nosotros se instaló, explícito o no, el sentimiento de que habíamos alcanzando lo nunca visto.

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aminar, lavar, correr, comer, limpiar, mirar, dormir, tomar, fumar, desear, leer, ver, estudiar, pantalla, teclear, enviar, llamar. Caminar, lavar, correr, comer, limpiar, mirar, dormir, tomar, fumar, desear, leer, ver, estudiar, pantalla, teclear, enviar, llamar. Caminar, lavar, correr, comer, limpiar, mirar, dormir, tomar, fumar, desear, leer, ver, estudiar, pantalla, teclear, enviar, llamar, una cuarentena que se convirtió en el bucle infinito, pienso que vivo en el día de la marmota, y aún no se encuentra la posibilidad de romper el hechizo. Ni la distopía cinematográfica me ha preparado para este mundo de mascarillas y rostros cubiertos, de contactos limitados y medias verdades. De esas verdades se alimentan mis miedos, de las que dicen que el virus se mueve a una velocidad incomprensible para nosotros los humanos que queremos comprenderlo todo, y asaltan las alarmas de cómo vivir, a quiénes visitar, con quiénes construir; y a quiénes extrañar; el mundo se reduce a un pequeño cascaron de gel y alcohol, tan frágil como la naturaleza misma, naturaleza hoy expuesta por aquello que no vemos, no sentimos y de lo cual huimos (tan parecido a Chernóbil). El Covid suplantó las discusiones diarias y se instala en las charlas momentáneas, en las primeras páginas de los diarios y con cubrimiento de noticieros de horas y horas, como si no fuera suficiente saber que su existencia se convirtió en el vórtice de nuestros temerosos deseos.

Voces de Chernóbil. Crónica del futuro Svetlana Alexievich Con el paso de los días, me he acostumbrado a mi nueva vida monástica, al encierro voluntario esperando ansioso el momento de salida, el segundo uso que le he dado al número de mi cédula; no creo que me haya servido para algo más. Me subo en mi convicción llamada cicla y pedaleo lleno mis ojos de ciudad, mis pulmones de aire (que aún no sé, si es puro o está infectado). Los viandantes hacen filas, se estiran y se encogen como un resorte, hablan, callan, se miran y se evitan aunque se necesitan, yo pedaleo, avanzó con la poca certeza de llegar a algún lado, pero el tiempo se agota y me recuerda que debo entrar en el cascarón antes de las ocho de la noche. Hace unos meses la economía se hundía, semanas después la pandemia se cotizaba al alza en la bolsa de New York, las acciones de los laboratorios en busca de vacuna incrementaban su valorización en proporción al número de muertos de la crisis, en contraste mi ánimo cotiza a la baja y pierde valor en los entresijos de mí existencia. Pero no hay tiempo para decaer y la pantalla que conecta con el mundo exterior, el Black Mirror de todos los días se enciende; del Zoom cinematográfico al de las videollamadas, y todo transcurre con rostros en cuadrícula (cuando se ven) o del micrófono en silencio (se anhela escuchar una respiración), las conversaciones se reducen al espacio sideral y la vida habita en la nube o se nos ha vuelto un negro nubarrón. 37


Y esta vida in-vitro me ha conectado de nuevo con el espacio, con aquello que se llama casa, pero también con mi cuerpo, mi mente y mis deseos; he vuelto a habitar-me, permanecer todo el día en el mismo lugar implica resignificar el habitar. Ya no es solo la estadía en la cama como colofón del día como sucedía antes ahora se vive desde el amanecer, se mira el firmamento y su conexión infinita de puntos luminosos, y comprendo mi milimétrica existencia en el cosmos. He aprendido a habitar-ser, a ver en el adentro aquello que tanto acallamos pero que merodea en el subconsciente; he aprendido a hacerme consciente de la soledad, a abrazarla y entenderla, a convivir con ella como un estadio más de la búsqueda en uno mismo. Y vuelven esos placeres nimios, pequeños: no cortarse el pelo, dejar de afeitarse, no bañarse, actividades que marcaban nuestra corporeidad, el buen vestir, el verse bien para los otros, mirarse al espejo es encontrar otro rostro, es la libertad, lo vital.

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Escucho el río en la mañana y lo visito cuando esta torrentoso, como si fuera arequipe que se arremolina a su paso, recojo naranjas; y guayabas, me he acostumbrado a la inmensa cantidad de bichos (no es despectivo, es mi ignorancia al respecto) y sus innumerables colores y sonidos, un microcosmos que circunda la casa, aprendo a escuchar, a mirar a las montañas para saber si va a llover, a ver los pájaros e intento infructuosamente imitar su canto, sueno como chicharra cuando imito a una mirla y la naturaleza se agita en mí gracias a lo que ella me enseña. Y así, esta casa-cuerpo se deslinda en un espacio que se conecta y encuentra un nuevo sentir para resistir a esta siempre invasiva Nueva Carne, esa que dice ser una extensión de nuestro cuerpo y que construye nuestro tiempo, lo moldea, centrífuga y nos lo entrega para su consumo, líquido y digerible; regurgitando información que alimenta de medias verdades nuestra vida.


En esta burbuja llamada cuarentena me encapsulo entre libros, películas, series, música, conversaciones con amigos y teletrabajo. La vida es una burbuja, ¿Qué será de nosotros para cuándo estalle y la a-normalidad nos alcance?, son muchos los abrazos, besos, sonrisas, bailes, paseos, comidas; y tragos que deseo compartir con amigos y familia, esta existencia en suspensión me hace pensar en disfrutar cada día a su ritmo y esperar que el mundo esté ahí para cuando acabe, o que yo exista para verlo, aunque debo reconocer que las noticias que llegan de afuera dicen que continúa igual y con las mismas ansias de autodestrucción, ecos de lo humano que no cambia. William Alexander Medina Méndez Ibagué, 12/06/2020

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Cuarentena

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odos los días el mismo día... Y mientras afuera todo es más lento, adentro aumenta el movimiento. Lecturas, pantallas, hologramas, una realidad profundamente alterada. Desde la burbuja crece la impotencia ¿Qué mierda hacemos ante todas estas pandemias? Virus, indiferencia, desigualdad, negligencia, individualismo, consumismo, miedo, inconsciencia Los ladrones de corbata nos escupen en la cara. Ni la muerte los detiene, sus negocios nunca paran. No abandonar las luchas frente a lo que nos aqueja: el capitalismo, el racismo, el patriarcado, las derechas. Julio 27 – 2020 Santiago de Chile Melina Lasso Lozano

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Somos TRUEQUE una productora de tejido social e intercambios culturales, de ideas creativas vinculadas a prรกcticas rurales y urbanas, que transforman nuestra manera de ser y estar en el mundo.


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