turcos. En cuanto a los hijos del patriarca, la lista es larga y suculenta. La mayor, Josefa Charlín Pomares, en libertad desde 2012 tras cumplir 11 años de cárcel por narcotráfico y blanqueo, era considerada la mano derecha del patriarca. De hecho, tomó el mando de la organización cuando su padre fue encarcelado. Casi siempre ejerció a distancia: en 1994 Garzón emitió una orden de busca y captura, y Josefa se esfumó. Estuvo siete años prófuga, hasta que las autoridades portuguesas la encontraron en Oporto, a 170 kilómetros de Arousa. Manuel Charlín «Manolito» y Melchor Charlín eran los siguientes en el organigrama. Melchor logró meter 4000 kilos de hachís por Baiona en 1989. Cuando Garzón fue a por ellos, los dos hermanos se esfumaron. Melchor se cogió un vuelo a Chile y estuvo cinco años fugado, hasta que lo agarraron en Rabat. «Manolito» también eligió Latinoamérica para poner tierra de por medio, y en 1993 tenía tres órdenes de busca y captura y la Interpol lo rastreaba con ansia. Con ese panorama se lo encontró un día de noviembre un vecino de la Illa de Arousa que vendía su casa. «Manolito» cogió un avión, se acercó a Arousa, preguntó el precio y se largó otra vez a Sudamérica. El vecino, por cierto, le dijo que no estaba en venta. Adelaida Charlín era la hermana discreta y tímida. No se dejen engañar: en 1991 dirigió la descarga de 800 kilos de cocaína, y ese mismo año coordinó el transporte por tierra de otros 1000. Por ambos casos fue procesada y, cómo no, arrastró con ella a su familia. Por la primera operación fue condenado su primer marido, Antonio Acuña Rial, y por la segunda, su novio, el italiano Pasquale Imperator. Cuando los mayores fueron encarcelados, tomaron las manijas del clan los siguientes hermanos. La parte financiera la comenzaron a coordinar Óscar Charlín y Teresa Charlín, y ambos acabarían condenados en el año 2007 por blanqueo y delitos fiscales en la conocida como operación Repesca. En este juicio también fue condenada una nieta, la hija de Josefa Charlín, Noemí Outón, que acortó la pena de siete años tras pagar a tocateja 30 000 euros de fianza. Natalia Somoza, otra nieta, también fue procesada por blanqueo. La detuvieron cuando el Estado estaba subastando los bienes incautados al clan y se le ocurrió pujar por ellos con 800000 euros.