GEO abordaron en alta mar el pesquero que tripulaba con 1800 kilos de cocaína a bordo. En 2011, en el primer permiso en diez años que le concedían para salir de prisión un fin de semana, se escapó a Colombia sin mirar atrás. El tipo que le llevaba todas estas lides legales y fiscales era Pablo Vioque, el narcoabogado, ayudado por otro letrado que siempre se situaba al calor del narcotráfico gallego, Francisco Velasco Nieto. Antolín Ríos Janeiro «Tolín» era el encargado de, una vez entregado el hachís en los países de destino, traer de vuelta el dinero. Era un hombre de máxima confianza de Oubiña. A los mandos de todo estaba su mujer, Esther Lago, auténtica jefa de la organización. «Esa sí que era lista», dice un policía ya retirado. «Pero lista de la hostia». Esther se mató en 2001 al estrellar su coche contra una casa en Corbillón, a la entrada de Cambados. Eran las dos y media de la madrugada; iba a buscar a su hija a la salida de una discoteca. Al parecer, según la investigación, Esther se quedó dormida al volante. Cuando la ambulancia llegó, estaba todavía viva, pero murió de una parada cardiorespiratoria cuando la llevaban al hospital. A Oubiña, que en ese momento estaba en prisión, le concedieron un permiso para asistir al entierro. «Fue un accidente tremendo», rememora un agente. «Un golpe frontal contra la esquina de una casa». La casa, por cierto, y no es broma, era el centro de escuchas telefónicas de la Brigada de Estupefacientes de la Policía Nacional. La jefa de una de las organizaciones de narcotráfico más importantes se estrelló contra ellos. Oubiña fue detenido por el juez Garzón en la Operación Nécora, llevada a cabo en junio de 1990. Primero lo buscaron por el pazo, pero no vivía allí, así que se dirigieron a su chalé de A Laxe. Los agentes llamaron a la puerta y trincaron al capo en pijama. Saldría de rositas de aquella redada, y durante la década de los 90 continuaría en el negocio hasta su caída, de momento definitiva, en el año 2000. Su hijastro, David Pérez, ha seguido sus pasos. Los Oubiña todavía no han dicho su última palabra.