para enfrentarse a continuación a otro juicio por blanqueo de dinero. En febrero de 2015 llegó a un acuerdo con la Fiscalía y aceptó una condena de tres años que cumple en la actualidad. Para muchos agentes la historia de David no ha 43 Se cuenta en la Costa da Morte que todavía queda un alijo escondido en algún zulo de la zona de aquella descarga. En el año 2009, José Manuel Vázquez, presidente de la asociación antidroga Vieiro, afirmó que «hay un alijo depositado en una aldea de la zona», y añadió que «en el fondo del mar hay también mucha droga fondeada». En el año 2012 un sicario colombiano tiroteó en Muxía a José Ramón Santos López «o Pichón», un narco socio de «os Lulús», y la Policía especuló con un ajuste de cuentas por el alijo escondido. En diciembre de 2014 el baleado fue Bernardino Ferrío, otro narco de Muxía. Se sospechó que de nuevo la cocaína perdida podía estar detrás del ataque, pero la Policía se inclinó finalmente por un intento de atraco por parte de una banda dedicada a robar a narcos. «Creemos que sigue en el negocio afirma un mando de la Policía Nacional. Es uno de los grandes capos de Galicia. Y cuando salga volverá a la actividad. Estamos convencidos». Hay otra lectura que apunta a lo contrario. Entre los narcos gallegos está grabada a fuego la idea de que quien logra un acuerdo con la Fiscalía es porque ha regalado información a cambio. El pacto de David y su reducción de condena sitúan al hijastro de Oubiña como un colaborador de la justicia. La desconfianza de muchos clanes arousanos hacia David, después de comprobar que solo cumplirá tres años, es enorme. «Os Mulos» esquivando la muerte El clan más fuerte de esta época fue el de «os Mulos», llamados así por el apodo de su líder, Rafael Bugallo «o Mulo», un cambadés de 1,80 aficionado al culturismo. «O Mulo» comenzó transportando tabaco para «los Charlines». Después dio el salto y logró la máxima aspiración de cualquier lanchero de Arousa: convertirse en piloto de la banda de «Sito Miñanco». Participó en varias operaciones y vio a la muerte saludando en al menos dos ocasiones. El 5 de octubre de 1992 notó una pistola en las costillas mientras hablaba por teléfono en una cabina. Era «Tucho» Ferreiro reclamando una deuda. El pistolero lo condujo a un cementerio y le obligó a cavar su propia tumba.